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vol.13 número1Robert Kagan, Of Paradise and Power: America and Europe in the New World Order, Nueva York, Alfred Knopf, 2003, 103 p.Torsten Persson y Guido Tabellini, The Economic Effects of Constitutions, Cambridge, MIT Press, 2003, 306 p., y Stephan Haggard y Mathew D. McCubbins (eds.), Presidents, Parliaments, and Policy, Cambridge, Cambridge University Press, 2001, 360 p. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Política y gobierno

versão impressa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.13 no.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2006

 

Reseñas

Ghassan Salamé, Quand l’Amérique refait le monde, París, Fayard, 2005, 568 p.

Marta Tawil

Salamé, Ghassan. Quand l’Amérique refait le monde. París: Fayard, 2005. 568 pp.


Desde el 11 de septiembre y la invasión de Irak, debatir sobre la política exterior del establishment neoconservador en Washington, así como sobre sus implicaciones para el derecho internacional, las relaciones transatlánticas y la seguridad mundial, se ha vuelto rutina en medios académicos y de información en todo el mundo. El análisis de Ghassan Salamé es, sin embargo, uno de los más académicos, completos, severos y equilibrados que se han realizado hasta ahora, al menos en Europa: aporta nuevos elementos a la reflexión y la crítica del sistema político y de la sociedad estadounidenses, basándose para ello en una gran diversidad de fuentes, así como en su propia trayectoria personal, académica y política.

En esta obra, Salamé continúa la reflexión que hace unos años hiciera sobre la multiplicación en el mundo de los “llamados de imperio” (Salamé, Appels d’empire, París, Fayard, 1994); llamados provenientes especialmente del denominado Tercer Mundo que, desde el fin de la Guerra Fría, facilitaron e incluso legitimaron el establecimiento de nuevas formas de hegemonía, al “invitar” de manera más explícita y ambigua que antes a la “comunidad internacional” a frenar la decrepitud de los sistemas políticos o evitar la catástrofe de los estados. Sobre esa base, en Quand l’Amérique refait le monde el autor integra los 15 años posteriores al fin del orden bipolar durante los cuales aumentó de forma estratosférica la brecha que ya desde entonces separaba a la potencia estadounidense de la totalidad de sus rivales, reales y eventuales. Por esta vía, Salamé expone y desmenuza el mal estadounidense, que consiste en un desequilibrio profundo entre las capacidades militares del coloso y los otros instrumentos de influencia a su disposición, como la diplomacia o la persuasión. Salamé constata, en la línea de Stanley Hoffmann (1989), Joseph Nye (2004) y muchos otros, que el sistema mundial es un ajedrez de múltiples dimensiones, constituido de numerosas arenas, cada una dotada de una relación de fuerzas que le es propia.

Como ex ministro libanés de la Cultura y posteriormente como consejero del secretario general de las Naciones Unidas y encargado de la misión en Irak al lado de Sergio Vieira de Mello; como gran conocedor de la realidad árabe e islámica, y como profesor de relaciones internacionales en el Instituto de Estudios Políticos de París, Salamé analiza la evolución de la política exterior de Estados Unidos desde una óptica histórica y prospectiva en la que no faltan las anécdotas de su experiencia en torno a la invasión de Irak. Anécdotas de sus encuentros con funcionarios en Washington, que transmiten al lector la sorpresa del autor ante la pérdida de pragmatismo de sus interlocutores, su ignorancia de la realidad y su afán por denigrar el conocimiento. Anécdotas, también, que se inspiran en sus relaciones con figuras del mundo árabe, quienes parecen paralizadas ante los efectos doblemente perversos de los candados propios de sus sistemas políticos y del nacionalismo arrogante, el “unilateralismo machista”, de un coloso al que ya no importa ni por asomo la víctima, sino meramente la demostración de fuerza.

La primera parte del libro exhibe la gama de actores, discursos, dinámicas institucionales y diversidad de análisis que intervienen de una u otra forma en la evolución de la política exterior y la formulación de la grand strategy de Estados Unidos. Con base en una gran documentación, Salamé desmenuza y contrasta los argumentos de las personas más representativas de las líneas de pensamiento en ese país. El primer capítulo presenta de manera completa, aunque no exhaustiva, los argumentos lúcidos y equilibrados de personas como Gore Vidal, Anatol Lieven o Stephen Shalom; las advertencias proféticas de un James Kurth; la fiebre belicosa de Charles Krauthammer, o el amor por el “caos creativo” de Thomas Barnett. El autor analiza los hilos del debate y la confusión en torno al “mito” wilsoniano que de uno y otro lado del espectro político todos intentan apropiarse para justificar sus posiciones; un mito que, en 1919, 1945 y 2001, se topa con una realidad de relación de fuerzas que se obstina en ignorar. En este primer capítulo también analiza la “falsa amenaza” del aislacionismo estadounidense y la inexacta dicotomía que normalmente se establece entre “realistas” e “idealistas”; el debate en torno a la unipolaridad, su uso y su duración, y los elementos de la “estrategia neoimperial”. El segundo capítulo se concentra en la variante neoconservadora: la herencia de Ronald Reagan, la influencia determinante del pensamiento de Leo Strauss en el itinerario político de personas como Bristol, Wolkowitz, Perle o el golden boy Abrams; las implicaciones de la Revolution in Military Affairs en las relaciones cívico-militares, la ascensión del Pentágono y la “domesticación” de la CIA. En el cuarto, evoca la “revolución jurídica” en Estados Unidos, a la vez reflejo y efecto de este proyecto hegemónico, que afirma un nacionalismo agresivo a través de la sacralización de la Constitución, de la tradición jurídica estadounidense y de los poderes del presidente.

La segunda parte del libro es una reflexión sobre la crisis que el proyecto neoconservador suscita con los aliados naturales de Estados Unidos; la inevitable tensión que existe entre el proceso de mundialización y una definición extremadamente oportunista del interés nacional, y, finalmente, sobre los enormes obstáculos que Estados Unidos -debido a una lectura deficiente y partidaria de las realidades locales- enfrenta al momento de querer concretar su ambicioso proyecto en el mundo islámico, promovido como el terreno privilegiado para el despliegue de la nueva estrategia.

Ghassan Salamé dice estar persuadido que Estados Unidos encontrará los medios de remediar a ese mal; que el ciclo que se abrió en la década de 1990 terminará por encontrar un nuevo equilibrio gracias a los mecanismos de autocorrección, que han hecho la fuerza del sistema estadounidense. Salamé pretende ser optimista malgré tout; un optimismo que por momentos parece algo forzado y que se alimenta de escepticismo, muy a tono con otro tipo de reflexiones en la academia francesa sobre las limitaciones del proyecto hegemónico estadounidense (B. Badie, L’impuissance de la puissance, París, Fayard, 2004). Un escepticismo que se impone debido, principalmente, a los límites del poderío militar, al recelo que provoca en sus adversarios; a la combinación potencialmente explosiva de factores económicos y presupuestarios; a la incierta predisposición de la población estadounidense a ver su país asumir indefinidamente un proyecto así de ambicioso, y a la dificultad de remodelar el mundo sin la ayuda de otros países.

Salamé muestra cuidadosamente que la ascensión y consolidación del proyecto neoconservador no se explican en sí y por sí mismas. Similarmente, nos advierte sobre el peligro de atribuirle demasiado crédito a George Bush junior, pues, como el autor explica, una “combinación tóxica” y un “ambiente permisivo” se conjugaron para agravar este mal, si no es que para crearlo: la complacencia de los servicios de inteligencia, el sentimiento de pánico entre los demócratas, la tendencia gregaria de los republicanos, el servilismo de los diplomáticos, la complicidad de los periodistas, la mediocridad de las ONG, el fracaso de la izquierda, son sólo algunos de los fenómenos que Salamé analiza individualmente y con base en una bibliografía sólida. En este sentido, la pertinencia de la obra de Salamé para el estado del arte de la discusión es, sin duda, la relación íntima que establece entre la evolución política, social e ideal de un país, y las orientaciones de su política exterior.

El autor no descuida la teoría de ciencia política ni de relaciones internacionales, sin por ello perderse en abstracciones. Su obra ofrece aportaciones para avanzar en la tarea de conceptualizar y distinguir nociones como potencia, hegemonía e imperio.

El esfuerzo paralelo de comparación que el autor realiza con otros periodos de la historia permite, además, romper con la doble ilusión de los que, por un lado, consideran que la política exterior de la potencia hegemónica es totalmente novedosa y por lo tanto pasajera, y, por otro lado, los que adoptan la tesis de la continuidad para señalar la intrínseca perversidad del unilateralismo estadounidense.

No obstante la densidad de la reflexión que hace el autor, su estilo permite una lectura serena. Ambas partes del libro son equilibradas, la relación entre los capítulos es coherente y en ningún momento la reflexión pierde fuerza. Sin temor a ser calificado de “antiestadounidense”, el objetivo que se propone Salamé es el de responder a la necesidad de ofrecer esa “parte de verdad” que las mentes libres que habitan del otro lado del Atlántico pueden aportar al entendimiento de la política exterior de Estados Unidos y sus implicaciones en las relaciones con Europa y el mundo árabe.

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