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REB. Revista de educación bioquímica

versión impresa ISSN 1665-1995

Rev. educ. bioquím vol.32 no.3 Ciudad de México sep. 2013

 

Editorial

 

Motivación de los estudiantes de posgrado

 

Corin Hernandez Palafox, José Víctor Calderón Salinas

 

Según las estadísticas descritas por el Dr. Juan Pedro Laclette, Coordinador del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), sólo 16 de cada 10,000 mexicanos estudian algún tipo de posgrado en México; muy por debajo de países como Canadá y Estados Unidos de América, en donde estas cifras son cinco veces más altas. Adicionalmente, de los 16 egresados, menos de la mitad se integra a diferentes áreas de investigación y desarrollo a través del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Sin duda, la necesidad del país por tener personal altamente preparado en las áreas de investigación científica y tecnológica es esencial para el desarrollo del país; sin embargo, esté dicho no ha dejado de ser un discurso político continuamente mencionado, trillado y sin consecuencias prácticas y aplicadas.

Las acciones gubernamentales han pasado por diferentes estrategias, de las cuales, los posgrados de Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) sin duda ha sido de las más exitosas, siendo el sistema que genera más profesionistas con alta capacidad en investigación científica, tecnológica e innovación al país.

Otros programas y esfuerzos, han cumplido ciertos objetivos, aun sin ser tan exitosos en eficiencia. Varios de estos programas han exigido la formación con posgrado a profesores de licenciatura, haciendo que la propia institución que requiere la preparación ofrezca a sus docentes la capacitación, generando programas de posgrado, que con frecuencia y salvo honrosas excepciones, tienen deficiencias, por falta de profesores-investigadores, generando egresados con baja calificación en ciencia, tecnología e innovación. Cumpliendo, por supuesto, con requisitos burocráticos y puntos de escalafón, pero con un relativo impacto en la orientación de los alumnos y la mejora continua en la impartición de cursos , las prácticas de laboratorio y la orientación a sus capacidades y el desarrollo de habilidades en el marco del método científico.

Lo anterior se puede entender en el contexto de que se trata de profesionistas que fueron contratados para ser profesores de una asignatura que tenía como base la memoria y en un sistema que no desarrolla las habilidades y las competencias; haciéndolos victimas del propio sistema que un día cambia y les exige repentinamente tener maestría y generar habilidades y competencias que nunca estimuló, generó o actualizó. Y es que para tener eficiencia en la preparación de personal en investigación se requiere de un sistema dedicado y formado para ello, además de una adecuada motivación de los aspirantes.

Recientemente en unos cursos de inducción al posgrado en el Distrito Federal y dos estados de la República Mexicana (Coahuila y Tlaxcala), realizamos una encuesta que no pretende ser cuantitativa, pero si ilustrativa. Primero preguntamos las motivaciones para hacer un posgrado en forma directa y después solicitamos lo escribieran en forma anónima y de manera libre; los resultados saltaron a la vista. En las respuestas directas fueron evidentes las aceveraciones políticamente correctas, pasando por salvar a México, curar enfermedades malignas, obtener conocimiento, ser mejor profesionista, prepararse mejor, hacer un mejor trabajo, contribuir al conocimiento científico, hacer mejor las cosas, vivir mejor y aportar al desarrollo del país. Al pasar al anonimato las opiniones políticamente correctas se diluyeron notablemente con motivaciones tales como: la falta de empleo, mejores oportunidades para ganar más, la exigencia del trabajo, la obligación del sistema globalizado, el tener una beca, la posibilidad de viajar gratis, conocer gente, las presiones familiares, no querer un trabajo rutinario, es más fácil que trabajar en la industria, entre otras menos sobresalientes.

Lo anterior pone en evidencia la falta de valores humanísticos, de orientación vocacional y el desconocimiento profundo del quehacer científico y la importancia del desarrollo de la ciencia, propios de un país con cultura científica y donde la vocación maquiladora y sin empuje innovador y empresarial hace su aparición. Todo lo cual explica porqué las carreras de medicina y leyes siguen siendo las más demandadas; la creencia popular indica que sí se es médico o abogado la vida está resuelta.

El bajo nivel de cultura general, el poco entendimiento y la falta de visión como sociedad del conocimiento, es un reflejo de lo que pasa en el País; que se retroalimenta y se expande por la frecuente falta de experiencia y de formación científica y tecnológica de los profesores de educación media, media superior y superior, quienes, en su mayoría, no sólo no tienen cultura científica, sino frecuentemente la menosprecian y satanizan, por una condición laboral que se percibe como competencia desleal, generando enemigos a aquellos profesores-investigadores que realizan investigación en universidades sin tradición en la misma, lo que los convierte en blanco de ataques por tener supuestos privilegios, que son los donativos de CONACYT o la membrecía del SNI, siendo frecuentemente "castigados" pidiéndoles cumplir en exceso con otras tareas académicas, de gestión y de promoción, frecuentemente iguales o mayores que los académicos no científicos y que hacen valer su antigüedad, por encima de estas características en investigación.

Ciertamente este ambiente de desencanto en contra de la investigación y quien la realiza se transmite eficientemente a los alumnos que reciben con frecuencia la propaganda velada o directa en contra de la actividad científica y sólo destellos de los excelentes aunque insuficientes programas de atracción a la ciencia de Conacyt, la Academia de la Investigación Científica y diversos esfuerzos de los gobiernos estatales y las propias Instituciones educativas, que en general poco pueden hacer frente a la opinión diaria del profesor o a la falta de preparación del mismo en materia de investigación y tecnología, que no permite la motivación y entender la adquisición de estrategias para obtener conocimiento, aún con una actitud positiva del docente.

En diferentes sistemas de enseñanza, aplicados generalmente en otros países y sólo en algunas instituciones del nuestro, los alumnos desde muy temprana edad aprenden a desarrollar la curiosidad científica, generan tempranamente proyectos, realizan trabajo de investigación bibliográfica, presentan reportes estructurados, cultivan la cultura del razonamiento como herramienta y no el autoritarismo del conocimiento memorizado y la verdad del profesor. Integran continuamente los conocimientos en algo práctico y aplicado. Generan ensayos donde la individualidad, la imaginación, el empeño y la iniciativa son premiados y no reprimidos por no estar acorde con los conocimientos autoritarios y la necesidad de que sólo exista una repuesta.

¿Cómo lograrlo sin la preparación adecuada de los profesores de todos los niveles? es una tarea titánica que se intenta llevar a cabo pero requiere una profunda planeación, mientras tanto tendremos que seguir trabajando con los estudiantes mejor motivados, con la mejor preparación y con una visión de futuro por encima de dogmas, idealismos o la cruda realidad económica que parece dirigirlo todo.

 

Corin Hernandez Palafox
Maestría en Salud Pública
Universidad Autónoma de Tlaxcala

corinpalafox@yahoo.com.mx

José Víctor Calderón Salinas
Departamento de Bioquímica
Centro de Investigación y Estudios Avanzados

jcalder@cinvestav.mx

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