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Signos filosóficos

Print version ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.24 n.47 Ciudad de México Jan./Jun. 2022  Epub July 27, 2022

 

Artículos

Fenómenos saturados y fenómenos saturables en Jean-Luc Marion

Saturated phenomena and saturable phenomena in Jean-Luc Marion

*Universidad del Salvador. Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. ezequielmurga@gmail.com


Resumen:

El objetivo de este artículo es establecer una continuidad en la obra de Jean-Luc Marion frente a un supuesto giro hermenéutico. Para ello presento el concepto novedoso de “fenómenos saturables” a partir de una lectura histórica de los fenómenos saturados. Si bien aquellos de entrada no se dan de manera saturada, sí pueden ser conducidos a la saturación. Este concepto permite una continuidad entre la tópica del fenómeno desplegada en las primeras obras de Marion y la variación hermenéutica de sus últimas obras. De esta manera, se puede compaginar la iniciativa del fenómeno con una actividad hermenéutica del sujeto.

Palabras claves: Hermenéutica; fenomenología; banalidad; acontecimiento; fenómeno

Abstract:

The objective of this article is to establish a continuity in the work of Jean-Luc Marion in the face of a supposed hermeneutical turn. For this I show the novel concept of “saturable phenomena” from a historical reading of saturated phenomena. Although it do not occur in a saturated way, it can be carry to saturation. This concept allows a continuity between the topic of the phenomenon displayed in Marion’s early works and the hermeneutical variation of his later works. In this way, I can compare the initiative of the phenomenon with an hermeneutical activity of the subject.

Keywords: hermeneutics; phenomenology; banality; event; phenomenon

El fenómeno saturado es uno de los conceptos centrales desarrollados por Jean-Luc Marion, donde el exceso de intuición sobrepasa toda significación, haciendo imposible cualquier constitución del objeto. Como todo nuevo concepto en filosofía ha desplegado múltiples posibilidades, pero también objeciones. Entre las principales críticas, se puede destacar la de Emmanuel Falque (2003), para quien esta propuesta es una fenomenología de lo extraordinario que deja afuera a los fenómenos comunes. Por su parte, Jocelyn Benoist (2003) destaca que donde Marion ve fenómenos saturados, él simplemente no ve nada. Por otro lado, Marlene Zarader (2003) objeta que los fenómenos saturados pretenden ir más allá de lo que la fenomenología canónica reconoce como la posibilidad misma de la experiencia.

Estas objeciones han conducido a Marion a realizar algunas aclaraciones y reformulaciones. En el artículo “La banalidad de la saturación”1 (Marion, 2020) se refuerza la idea de que los fenómenos saturados son banales, es decir, accesibles a todos e incluso el más pobre de ellos puede volverse saturado. En la obra Certitudes négatives (Marion, 2010a) aparece una nueva distinción de los fenómenos: acontecimientos y objetos, con la posibilidad de una variación hermenéutica que permite a los fenómenos pasar de una a otra determinación.

Esta segunda tópica tampoco está exenta de polémicas, pues se encuentra principalmente el problema de su relación con la primera, donde Marion había realizado una taxonomía de los fenómenos entre pobres, de derecho común y saturados, a partir de la intensidad de la intuición donadora. Sin embargo, en la segunda tópica, esta clasificación desaparece y los fenómenos se determinan entre objeto y acontecimiento a partir de una hermenéutica (cfr. 2010a: 299). Aunque Marion señala que ésta no reemplaza a la primera, sino que la complementa, la forma en se realiza no termina de ser desarrollada.

Varios intérpretes y comentaristas postulan un viraje hermenéutico a partir de la forma en que se realiza la segunda tópica. Esto los lleva a sostener que todo fenómeno es saturado. De esta manera, la diferencia entre objeto y acontecimiento sería un tema de hermenéutica y no de grados de intuición. A su vez, sin esta distinción tampoco podríamos identificar a ciertos fenómenos como privilegiados frente a otros. Christina Gschwandtner, en su obra Degrees of Givenness señala la tensión entre Siendo dado y Certitudes Négatives al preguntarse

¿Cómo sabemos cuándo un fenómeno ha pasado de la “pobreza” a la “saturación”? ¿Depende enteramente de una, presumiblemente subjetiva, experiencia personal? ¿O hay algo dentro del fenómeno mismo (quizás algo eidético) que indicaría el nivel de saturación? (2014: 42)

En los análisis de la segunda tópica parece que la distinción entre los fenómenos depende exclusivamente de la mirada del interprete. Justamente, en relación con esto, para la autora esta opción iría en contra de la idea de Siendo dado, donde el fenómeno aparecía por sí mismo sin las condiciones del recipiente (cfr. Gschwandtner, 2014: 42). Por su parte, para Stéphane Vinolo las dos tópicas no son solamente diferentes, sino también contrarias y no se puede alcanzar la coexistencia de ambas. En la segunda tópica, “la saturación no es más un tipo de fenómeno, sino una interpretación siempre ya posible de la ‘mayoría’ de ellos” (2016: 345). La coexistencia entre tipo e interpretaciones resulta conflictiva, ya que si los fenómenos saturados no son construidos ni constituidos, no podemos pensar que dependen de la interpretación del sujeto. A su vez, en la posición hermenéutica se perdería el privilegio de algunos fenómenos sobre otros —lo cual Marion había defendido—. De manera similar, Anthony Steinbock se pregunta, a partir de la posibilidad de que todo fenómeno sea interpretado como saturado:

¿Hasta qué punto es el fenómeno saturado realmente saturado si los fenómenos pueden ser sometidos a los caprichos de mi interpretación? [Y más adelante se pregunta si] al tratar de dar cuenta de la relación entre los fenómenos pobres y saturados de esta manera, ¿no acabamos de perder el “golpe” mismo, el “exceso” de intuición sobre mi intención que caracteriza a los fenómenos saturados como tales? (Steinbock, 2007: 7)

Como se puede observar, los autores interpretan la segunda tópica como un giro hermenéutico de Marion, donde la dimensión interpretativa entraría en conflicto con la donación del fenómeno a partir de sí mismo y con su clasificación a partir de los grados de intuición propios de la primera tópica. Esto llevaría a la pérdida de un privilegio fenomenológico de algunos fenómenos sobre otros, como es el caso de la carne, el acontecimiento, el ícono, el ídolo o la revelación.

Por el contrario, me parece que no hay tal giro hermenéutico en Marion, sino que despliega y profundiza elementos ya presentes desde Siendo dado. En efecto, considero que la tensión entre la dación del fenómeno, el darse, y el modo en que el sujeto lo recibe, el mostrarse, se encuentra presente ya en la primera tópica. A su vez, la posibilidad de que los fenómenos pobres o comunes sean descritos a partir de la donación o acontecialidad que hay en ellos también es desarrollada desde los comienzos. Por otro lado, en la segunda tópica no desaparece la gradualidad de los fenómenos en pos de la hermenéutica, sino que conviven en una compleja y profunda relación entre el darse y el mostrarse. Para compaginar estas tensiones, propongo establecer una diferencia entre fenómenos saturados y saturables. En la obra de Marion se pueden distinguir fenómenos que se dan de entrada en el modo de la saturación, los cuales se resisten a la objetivación; y los dados como objetos, pero que pueden ser reconducidos por el sujeto al horizonte de la donación y transformarse en saturados. A estos últimos les llamo fenómenos saturables. Observo que esta novedosa distinción permitirá complementar ambas tópicas del fenómeno y establecer una continuidad entre Siendo dado y Certitudes négatives; también establecerá una mejor relación entre la donación del fenómeno y su hermenéutica. Para ello, presento un desarrollo genealógico del concepto de fenómeno saturado desde el artículo “Le phénomène saturé” hasta Retomando lo dado. De esta manera, muestro que la distinción entre fenómenos saturados y saturables estaba presente en todos los desarrollos del pensamiento de Marion, la segunda tópica ya se encontraba germinalmente en la primera, y ésta sigue vigente en aquella, como el propio Marion afirma.

La primera tópica del fenómeno saturado: “Le phénomène saturé” y Siendo dado

La primera aparición del fenómeno saturado se da en el texto “Phénomène saturé” (Marion, 1992)2 como respuesta a la crítica de un giro teológico de la fenomenología francesa realizada por Dominique Janicaud (1991). En este artículo, el desarrollo de los fenómenos saturados comienza con la pregunta por el fenómeno religioso, el cual excede la objetidad (objectité)3 y, por lo tanto, es imposible. Esto lleva a preguntarse por la posibilidad misma de los fenómenos y sus criterios. Marion analiza la cuestión de la posibilidad del fenómeno en Kant y Leibniz para concluir que en ambos casos depende de la facultad de conocer de la razón (cfr. Marion, 2005: 38).

Marion continúa analizando las condiciones del fenómeno desde Husserl. A su juicio, él avanza, en relación con Kant y Leibniz, al liberar la intuición y establecerla como fuente de derecho de la fenomenicidad. Esto puede apreciarse en el principio de todos los principios, donde se indica que el fenómeno debe recibirse tal como se da.4 Sin embargo, en la segunda parte del principio, según Marion, Husserl encuadra la intuición con dos condiciones de posibilidad no intuitivas: el horizonte y el yo. Frente a esto, Marion plantea una intuición liberada de todo límite. Mientras que en Husserl la significación siempre termina superando la intuición y determinando el fenómeno como objeto, Marion propone la posibilidad de que la intuición sin límites supere toda determinación de objeto llegando a los fenómenos saturados.

Siguiendo el hilo conductor de las categorías de Kant, Marion define los fenómenos saturados como “inmentable (imprevisible) según la cantidad, insoportable según la cualidad, pero también incondicionado (absoluto de todo horizonte) según la relación e irreductible a un Yo (inmirable) según la modalidad” (2005: 70). Una vez definidos, Marion presenta una tópica de los fenómenos, clasificándolos a partir de la relación entre la intuición y la significación (cfr. Marion, 2005: 73-74). Así, los fenómenos pobres se definen como aquellos donde la intuición es casi nula, como pueden ser las idealidades matemáticas; en los fenómenos comunes, el concepto anticipa y controla la intuición, como es el caso de los objetos técnicos; y, finalmente, los fenómenos saturados se caracterizan por el exceso de intuición sobre la intención, lo cual imposibilita cualquier tipo de conceptualización por parte del sujeto. Estos últimos se clasifican en dos tipos, los acontecimientos históricos y los fenómenos de revelación, que se subdividen en el ídolo, el ícono y la teofanía.

Esta primera clasificación de los fenómenos es retomada y modificada en Siendo dado, dejando esta primera superada. Marion afirma que:

[…] esta comprensión del fenómeno saturado y de su tópica, la estimamos ahora superada, precisamente para no confundir con ella la versión posterior fijada en Étant donné. Essai d’une phénoménologie de la donation, §21-24, París, 1997, 1998, 2005, p. 280-342. En efecto (como lo hemos recordado en De surcroît. Études sur les phénomènes saturés, París, PUF, 2001, p. 33, 134, n. 2 y 190 y s.), esta primera tópica (1992) incluía directamente la Revelación entre los fenómenos saturados en el cuarto lugar, mientras que la segunda (1997) toma la precaución de distinguir los cuatro tipos de fenómenos saturados (acontecimiento, ídolo, carne, e ícono, así restablecido en su especificidad) del “fenómeno de revelación” que “concentre sobre sí los cuatro tipos de fenómenos saturados”. (Marion, 2005: 183-184)

En Siendo dado, Marion establece la primera tópica del fenómeno de manera definitiva. Respecto de la clasificación de los fenómenos sobre su hermenéutica, en esta obra prima ya se encuentran algunos elementos que dan cuenta de esta tensión y que servirán para el desarrollo del concepto de fenómenos saturables.

A diferencia del artículo anterior, lo primero a señalar, en su obra magna, es que Marion cambia el estatuto de toda la fenomenicidad. No solamente se introduce un nuevo tipo de fenómeno, el saturado, sino que todos son conducidos a la donación: “podemos pues afirmar legítimamente que el fenómeno se da” (Marion, 2008: 129). En el § 4, “La reducción a lo dado”, Marion describe fenomenológicamente un cuadro, pero no una obra de arte asociada al fenómeno saturado del tipo del ídolo, sino una obra banal:5

Se trata de un fenómeno que sólo atrae la atención por su visibilidad (lo miramos, lo exponemos para mirarlo), aunque es un tipo de visibilidad que muchos otros fenómenos pretenden también cumplir, en el mundo de los entes o de los objetos. Si ese fenómeno, ese cuadro banal, puede reconducirse a la visibilidad de lo dado, entonces toda la fenomenicidad corriente de la que ese cuadro se erige como paradigma podrá también reducirse a lo dado. (Marion, 2008: 89)

Luego de intentar describir el cuadro a partir del paradigma del objeto y del ente, y mostrar cómo estos modos no dan cuenta correctamente de él, lo describe a partir de su donación, es decir, como dado: “al final de todo ente reducido sólo queda el efecto, tal y como lo visible se da en él, se reduce a lo dado” (Marion, 2008: 103). El cuadro es erigido como paradigma de toda fenomenicidad, todo fenómeno puede ser reconducido a la donación en él “hasta el punto de que estos dos términos pueden intercambiarse. «Fenómeno dado» suena como un pleonasmo, de igual manera que lo «dado fenoménico»” (Marion, 2008: 210).

Posteriormente, en el “Libro III” de la obra que comento, Marion desarrolla las determinaciones del fenómeno dado, entre ellas se destaca «el acontecimiento».6 Tanto por la importancia de este concepto en la obra de Marion, como por su interés para mi desarrollo, me detendré únicamente en esta determinación. Marion comienza el parágrafo presentando las características del fenómeno dado:

[…] no se muestra más que en tanto que se da, el fenómeno aparece en la medida en que surge, asciende, acaece, adviene, se impone, se hace y estalla —en definitiva, presiona a la mirada más de lo que la mirada se precipita hacia él. La mirada recibe su impresión del fenómeno, antes de cualquier pretensión de constituirlo. Nuestro análisis sólo se ha dirigido hacia aquí como y hasta donde, en el aparecer, la iniciativa pertenece en principio, al fenómeno, no a la mirada. (Marion, 2008: 270)

Siguiendo la definición heideggeriana del fenómeno, “lo-que-se-muestra-en-sí-mismo” (Heidegger, 2016: 51), Marion afirma que la iniciativa, en principio, es del fenómeno. A partir de esta definición, realiza una inversión de la relación causal de la metafísica estableciendo la prioridad del efecto sobre la causa. No solamente el efecto se da de entrada, antes que la causa, sino que tampoco hay una causa adecuada que dé cuenta del fenómeno. Para sostener esto, Marion utiliza dos ejemplos. En primer lugar, toma el caso de la Primera Guerra Mundial, a la cual se le pueden adjudicar una pluralidad de causas (2008: 280). Sin embargo, este ejemplo pertenece a los fenómenos saturados del tipo de acontecimiento, por lo tanto, se podría objetar que no se da cuenta de toda la fenomenicidad, sino solamente de un tipo particular. Adelantándose a estas objeciones, Marion pone un segundo ejemplo, en este caso “un acontecimiento individual y preciso hasta el exceso”: la madalena de Proust en En busca del tiempo perdido (Marion, 2008: 282). Finalmente, se señalan las tres notas del acontecimiento: irrepetible, excedente y posible.

A partir de esta obra, Marion reconduce toda la fenomenicidad a la donación, así todo fenómeno es leído dándose a partir de su propia iniciativa como un acontecimiento desplegado antes que la mirada constituyente. Frente a esta nueva determinación del fenómeno como dado, se abren dos cuestiones. Por un lado, la pregunta por la relación del fenómeno dado con el objeto, y el ente; por el otro, cuál es la relación y la diferencia de los fenómenos saturados propiamente dichos con el fenómeno en tanto dado.

Para contestar estos interrogantes, el autor propone tres posibles relaciones. La primera sería que el fenómeno dado ocupará una tercera región de la fenomenicidad, “la de los fenómenos dados, dejando intacta (rodeándolas solamente) la región de los fenómenos objetos (abierta esencialmente por Husserl) y la región de los fenómenos entes (conquistada esencialmente por Heidegger)” (Marion, 2008: 293). En este caso, el problema sería que los objetos y los entes quedarían fuera del horizonte de la donación, mientras Marion pretende que todo fenómeno pueda ser reconducido a lo dado. La segunda posibilidad sería que todos los fenómenos puedan ser interpretados como dados, pero, ¿qué distinguiría al objeto del fenómeno saturado? Si fuese simplemente un tema de interpretación, entonces se perdería el privilegio de los fenómenos saturados sobre otros y la diferencia entre el rostro del otro y una piedra sería simplemente una cuestión dependiente de la voluntad del intérprete. Frente a estas posibilidades, Marion propone una tercera:

Las determinaciones del fenómeno dado, siendo originarias y definitivamente adquiridas, se modularían con intensidades variables. Los diferentes niveles de fenomenicidad según la donación definirían entonces estratos discontinuos de fenómenos, los cuales se distinguirían entonces por su grado en términos de donación y ya no por su pertenencia a una región. (Marion, 2008: 295)

Esta opción permitiría sostener que todo fenómeno puede ser reconducido a lo dado, pero manteniendo “el privilegio de algunos fenómenos dados sobre otros” (Marion, 2008: 295).

Esto le permite trazar nuevamente la tópica de los fenómenos entendiéndola como “variaciones de la automanifestación (mostrarse en y a partir de sí) siguiendo el grado de donación (darse en y a partir de sí)” (Marion, 2008: 362). De este modo, Marion puede diferenciar los fenómenos saturados de los fenómenos pobres o comunes, los primeros son aquellos “en que la intuición despliega una demasía que el concepto no puede ordenar” (Marion, 2008: 366) y, por lo tanto, “se cumple pues sin y en contra del Yo, como una síntesis pasiva que proviene del no-objeto mismo” (Marion, 2008: 367). Finalmente, la diferencia entre los fenómenos saturados y los otros se da por una inversión de la relación entre manifestación y donación. Mientras que en los fenómenos pobres y de derecho común la intención y el concepto prevén y delimitan la donación, en los fenómenos saturados

[…] la intuición sobrepasa la intención, se despliega sin concepto, y deja que la donación prevenga toda limitación y todo horizonte. En ese caso, la fenomenicidad se regla primero a partir de la donación de modo que el fenómeno no se da ya en la medida en que se muestra, sino que se muestra en la medida (o, eventualmente, en la desmedida) en que se da. (Marion, 2008: 367)

Pareciese que todos los fenómenos pueden ser reconducidos a la donación bajo el principio de que todo fenómeno que se muestra se da, pero no todos se dan de la misma manera. Algunos fenómenos se dan de entrada con un exceso de intuición7 que resiste al yo y a la constitución, mientras otros se dan como una variación disminuida de los primeros y, por lo tanto, el Yo los puede prever y constituir. Sin embargo, después, estos últimos pueden ser reinterpretados de manera metodológica a partir de la donación. Esto permite establecer la distinción entre fenómenos saturados y saturables, respectivamente.

Interludio: De surcroît y “La banalidad de la saturación”

Entre los desarrollos de la primera tópica y la segunda se dan dos textos centrales que articulan el pasaje de una a otra. Estos son De surcroît y “La banalidad de la saturación”. En el primero de ellos, que lleva por subtítulo Études sur les phénomènes saturés, Marion realiza una descripción fenomenológica más profunda y detallada de cada uno de los fenómenos saturados: el ícono, el ídolo, el acontecimiento y la carne. Nuevamente me detendré en la descripción del acontecimiento.8 Marion pretende buscar un fenómeno en el cual se pueda recorrer desde el sí fenomenalizante al sí de la donación. Esta posibilidad la encontrará en los fenómenos del tipo del acontecimiento. Sin embargo, vuelve a la objeción de que estos fenómenos sean extraordinarios y raros, para ello decide analizar un fenómeno “simple y banal” (Marion, 2001: 39), como la sala de actos en la cual se encuentra dando la ponencia.9 Luego de describir fenomenológicamente la sala de actos como acontecimiento, Marion concluye que “el hecho de mostrarse puede abrir indirectamente un acceso al sí de aquello que se da” (2001: 40). De esta manera se repite la conclusión alcanzada en Siendo dado: se puede remontar desde la mostración del fenómeno hacia su donación. Luego, Marion introduce una pregunta crucial para mi investigación:

El [análisis de la sala de actos] nos hace considerar como un acontecimiento aquello que, en primer lugar, pasa evidentemente por un objeto -en la ocurrencia- esta sala. ¿Con qué derecho interpretar así un objeto como un acontecimiento -una sala como una “sala”? (Marion, 2001: 40. Énfasis mío)

Para dar respuesta, Marion realiza una inversión para preguntar ya no con qué derecho se interpreta un objeto como un acontecimiento, sino “¿cómo el carácter esencial y originariamente acontecial del fenómeno, y mismo de todo fenómeno (incluido el más banal que venimos de describir) puede difuminarse, atenuarse, y desaparecer, al punto de que no nos aparece más que un objeto?” (2001: 40). Para Marion, esta reducción al objeto se debe a que la sala se encuentra prevista antes que vista, todo lo que aparece se inscribe dentro de lo que sus parámetros permiten prever. Esto es así para todos los objetos técnicos, pues al no necesitar ser vistos, ya que los prevemos para su uso, los reducimos a fenómenos de segundo grado (derecho común) (cfr. 2001: 42).

Retomando las conclusiones finales de la primera tópica, donde se establece la distinción entre los fenómenos dados y los saturados, queda claro que el análisis de la sala de actos corresponde a un fenómeno dado (saturable) que se da como objeto y es reconducido a la donación, es decir, no estamos ante el caso de un fenómeno que se dé de entrada como saturado. Marion parece confirmar esta intuición al afirmar, más adelante, que “nos queda, entonces, retomar la descripción del carácter acontecial de la fenomenicidad en general, apoyándonos de ahora en más sobre fenómenos indiscutiblemente tematizados como acontecimientos” (Marion, 2001: 43. Énfasis mío). Esto me induce a creer que Marion establece de nuevo la diferencia entre fenómenos que son indiscutiblemente acontecimientos (saturados), y aquellos donde el acontecimiento debe ser conquistado (fenómenos saturables). En estos últimos encontramos el caso de la sala de actos y los objetos técnicos.

El segundo texto de este interludio es “La banalidad de la saturación”, allí, Marion responde a varias objeciones sobre el estatuto de los fenómenos saturados. Sobre el carácter extraordinario de los fenómenos saturados, me centraré en las objeciones de Jocelyn Benoist, Dominique Janicaud y Emmanuel Falque.10

En su texto “L’écart plutot que l’excédent”, Benoist afirma que la fenomenología de Marion se instala en un discurso del excedente o al menos de la excedencia, al punto que se la podría denominar una “fenomenología excesiva” (2003: 77). Le critica a Marion la oposición entre significación e intuición, pues para él son dos dominios heterogéneos que no se pueden relacionar al mismo nivel. Con respecto a los fenómenos saturados, a los cuales denomina como un dispositivo metafísico, el autor se pregunta qué necesidad hay de intuiciones excepcionales. En Husserl mismo, el más viene del lado de la intuición y, en cierto sentido, la intuición es siempre saturante. A su vez, señala que “el vicio de principio reside ya en la distinción de ‘grados’ de intuición, que es en el fondo extremadamente problemática” (Benoist, 2003: 92). De manera similar, Janicaud (1998) referirá a la fenomenología de Marion y, en especial, a los fenómenos saturados como maximalistas. Finalmente, Falque (2003) calificará la fenomenología de Marion como una fenomenología del exceso, cuyo paradigma son los fenómenos excesivos. Al no considerar que los fenómenos saturados sean extraordinarios, se diferencia de Benoist cuestionando que la saturación sea el criterio de juicio y paradigma de toda la fenomenicidad.

Para responder a estas objeciones, Marion retoma un concepto presente, pero no desarrollado, en sus escritos anteriores: la banalidad del fenómeno. Para presentarlo, distingue entre banalidad y frecuencia. Por un lado, la frecuencia aparece como algo propio de los fenómenos pobres y comunes:

Su constitución como objetos no exige sino una intuición nula o pobre, de suerte que la mayoría de las veces la dificultad de su comprensión solo consiste en la determinación del o de los conceptos, y no en la experiencia de la intuición. De esto se sigue también que su producción efectiva no moviliza recursos experienciales fuera de la común; estos aparecen entonces frecuentemente. (Marion, 2020: 22)

Por otro lado, la banalidad debe entenderse como algo que concierne a todos y se vuelve accesible a todos. La banalidad saca a los fenómenos tanto de lo corriente y frecuente como de lo excepcional y raro. La banalidad de los fenómenos saturados refiere a que:

[…] la mayoría de los fenómenos, sino es que todos pueden dar lugar a la saturación por el exceso en ellos de la intuición con respecto al concepto o la significación. En otros términos, la mayoría de los fenómenos, que aparecen a primera vista como pobres en intuición, podrían describirse no solamente como objetos, sino también como fenómenos que la intuición satura y desborda, por tanto, todo concepto unívoco. Ante la mayoría de los fenómenos, incluso los más someros (la mayoría de los objetos, producidos por la técnica y reproducidos industrialmente), se abre la posibilidad de una doble interpretación, que no depende sino de las exigencias de mi relación, siempre cambiante, para con ellos. O más bien, cuando la descripción lo exige, yo tengo la mayoría de las veces la posibilidad de pasar de una interpretación a la otra, de una fenomenicidad pobre o común a una fenomenicidad saturada. (Marion, 2020: 24)

En una primera lectura, se podría interpretar, a mi entender erróneamente, que en este pasaje se pierde la distinción entre los fenómenos a partir de los grados de intuición, como se había planteado en Siendo dado, y ahora se trata de una cuestión de interpretación de los fenómenos. Me detendré en algunos elementos del texto para argumentar la validez de mi interpretación y sostendré que, en la cuestión central, no hay diferencias significativas con los desarrollos anteriores.

En primer lugar, Marion señala que todos los fenómenos, o bien la mayoría de ellos,11 pueden dar lugar a la saturación. Esta expresión podría interpretarse como un cambio respecto a Siendo dado, donde los fenómenos saturados estaban claramente delimitados: el ícono, el ídolo, el acontecimiento y la carne. Sin embargo, más adelante aclara que “la mayoría de los fenómenos, que aparecen a primera vista como pobres en intuición, podrían describirse no solamente como objetos” (Marion, 2020: 24. Énfasis mío). Aquí, Marion no se refiere a los fenómenos saturados propiamente dichos de Siendo dado, sino a los que de entrada se dan como pobres y comunes, sin embargo, éstos pueden ser interpretados como saturados. Finalmente, señala que es posible pasar de una interpretación a la otra, es decir, de una fenomenicidad pobre o común a una saturada, la cual debe hacerse a partir de las exigencias mismas de la descripción del fenómeno. Marion confirma esta lectura cuando muestra la posibilidad de una doble interpretación a partir de cada uno de los cinco sentidos:

[…] “las intuiciones excepcionales”, que saturan desde el principio a todas las significaciones pensables de ciertos fenómenos de entrada no objetivables. Pero, en segundo lugar, y sobre todo, para hacer justicia a la saturación retardada de fenómenos a primera vista banales, pero que más originalmente son irreductibles a una constitución de objeto. (Marion, 2020: 32)

Esta distinción entre fenómenos con intuiciones excepcionales que saturan desde el principio y fenómenos con una saturación retardada (es decir, que de entrada no saturan, pero que pueden ser llevados a la saturación), coincide con mi distinción entre fenómenos saturados y saturables que, como he mostrado, está presente desde Siendo dado.

La segunda tópica: Certitudes négatives y retomando lo dado

La segunda tópica aparece en el capítulo V de Certitudes négatives titulado “Lo imprevisible o el acontecimiento”. En este caso, Marion señala una distinción entre el objeto y el no-objeto. Desde la metafísica, el objeto se caracteriza por dejarse cuantificar según las dimensiones, por poder preverse, tiene una causa, y, finalmente, se somete a las condiciones de la experiencia. Aquello que no cumple estas exigencias será un no-objeto, un acontecimiento. Marion critica la lectura metafísica que piensa el objeto y el acontecimiento como “dos modos de aparición absolutamente diferente”, y sostiene una univocidad donde “los fenómenos terminan de diferenciarse en objetos y no-objetos según las variaciones que ellos introducen en las dimensiones de la única y misma fenomenicidad” (2010a: 251). El objeto deja de ser el paradigma de la fenomenicidad, como lo era en la metafísica, para ser variación pobre del acontecimiento, una diminutio phenomenalitatis.

La fenomenicidad del objeto se debilita cuando se reduce al orden y la medida impuestos por la mathesis universalis. El fin de la metafísica consiste, para Marion, en liberar a la cosa para que pueda aparecer tal como se da. A partir de un cuadro de Wassily Kandinski, Marion sostiene una fenomenicidad que se muestra a partir de sí y que recusa al objeto: el acontecimiento. Entonces concluye que:

No todos los fenómenos se reducen a objetos, sino que algunos advienen como acontecimientos. De modo que los fenómenos se manifiestan siguiendo su distinción entre objetos (una fenomenicidad restringida a las condiciones de posibilidad de nuestra experiencia) y acontecimientos (una fenomenicidad sin otra restricción que la del modo de mostrarse por sí). (Marion, 2010a: 276. Énfasis mío.)

Se establece una inversión donde ya no se piensa al fenómeno a partir del objeto, sino al objeto a partir del fenómeno. La figura enfrentada al objeto es el acontecimiento. “El objeto y el acontecimiento se oponen como dos figuras de la fenomenicidad, una a la medida de lo que puedo constituir activamente, la otra, a la desmedida de aquello que no puedo más que recibir” (Marion, 2010a: 281). Finalmente, Marion intenta deslindar el acontecimiento del objeto, es decir, busca un fenómeno que pueda ser considerado un acontecimiento puro y que no pueda ser reducido al rango de objeto. Éste será el nacimiento: “El nacimiento constituye el archi-fenómeno, aquel que instituye la anarquía de todo fenómeno apareciendo como un acontecimiento. El nacimiento ofrece entonces los caracteres del acontecimiento por excelencia” (2010a: 298).

Hasta aquí no parece haber grandes novedades con respecto a los desarrollos anteriores. Por un lado, el grado de saturación se vuelve un grado de acontecialidad; por el otro, se distingue entre objetos y acontecimientos, ya no entre objetos, entes y fenómenos saturados. Sin embargo, la nueva distinción sigue teniendo los mismos principios que en Siendo dado. Primero, no se trata de regiones diferentes, sino de variaciones en la intuición de una misma y única fenomenicidad. Luego, hay fenómenos privilegiados por su grado de intuición, o acontecialidad en este caso, como el nacimiento. Finalmente, la distinción entre los diversos fenómenos obedece al modo en que se dan y nuestra capacidad de anticiparlos o no de acuerdo con ese modo.

La mayor (aparente) novedad del texto se encuentra en el § 30 donde se habla de “la doble interpretación”. Aquí Marion propondrá la posibilidad de una variación hermenéutica de los fenómenos, profundizando la posibilidad, ya señalada en “La banalidad de la saturación”, de que un fenómeno pase de objeto a acontecimiento o viceversa.12 Marion señala, de nuevo, la distinción entre objeto y acontecimiento. El objeto es una diminutio phenomenalitatis que para asegurar la certeza esconde su carácter original de acontecimiento. De esta manera, “el acontecimiento y el objeto fijan los dos polos extremos, en los que despliegan el prisma de todos los otros fenómenos graduales y mixtos” (2010a: 299). Frente a esto, Marion se pregunta si la distinción entre acontecimiento y objeto tiene un fundamento o se disuelve en la graduación entre uno y otro, y qué estatus fenomenológico le correspondería a la variación de los fenómenos para interpretarlos como un acontecimiento o un objeto.

Marion responderá la primera pregunta a partir de Kant. De la misma manera que éste fundamenta la distinción de los objetos entre fenómenos y noúmenos a partir de los modos de intuición, él pretende fundamentar la distinción entre objetos y acontecimientos en las variaciones de la intuición. Según Kant, a los fenómenos les corresponde una intuición sensible, mientras que a los noúmenos una intuición intelectual:

Los objetos aparecen a título de fenómenos, si su sumisión a la unidad de las categorías se hace según una intuición sensible; ellos aparecen (o mejor strictu sensu no aparecen) como noúmenos, cuando requieren una intuición intelectual de hecho indisponible para nosotros. La distinción entre noúmenos y fenómenos se funda así sobre la diferencia de las intuiciones. (Marion, 2010a: 300-301)

Sin embargo, Marion señala una diferencia entre la distinción kantiana y la propia. Mientras que para el prusiano son dos intuiciones diferentes, una sensible para el fenómeno y otra intelectual para el noúmeno, la distinción marioniana entre objeto y acontecimiento se funda en una única intuición que varía en tanto que “ella puede dejarse sobredeterminar por el concepto (fenómenos pobres), o regularse adecuadamente por él (fenómenos de derecho común) y, en los dos casos ella da a ver objetos” o una intuición que “desborda el (o los) concepto(s) disponible(s) (fenómenos saturados)” (2010a: 301).

Por lo dicho, Marion fundamenta la distinción fenomenológica entre objetos y acontecimientos a partir de las variaciones en la intuición de los fenómenos siguiendo a Kant. Con base en esto, presenta una nueva tabla de los fenómenos donde el objeto comprende a los fenómenos pobres y de derecho común, y los del tipo acontecimiento, a los fenómenos saturados. Esta nueva tabla “complementa y complica la de Siendo dado, vinculando saturación y acontecialidad” (2010a: 301, nota 1).

Sin embargo, Marion señala otro modo de distinguir el fenómeno y el noúmeno en Kant, ya no a partir de diferentes tipos de intuición, sino en una interpretación. En este caso se trata de una “distinción hermenéutica y no real” (2010a: 303). Esta distinción se encuentra en el uso del “como” (als) por parte de Kant, tanto en la Crítica de la razón pura, como en la Crítica de la razón práctica.

En la primera Crítica, Kant distingue a todos los objetos en fenómenos y noúmenos, estos últimos los divide en positivo y negativo. Al referirse a los noúmenos en sentido negativo, los define como “cosas que el entendimiento debe pensar sin esta referencia a nuestro modo de intuición, y por tanto, no solamente como fenómenos, sino como cosas en sí mismas” (Kant, 2014: 343 [B 307]).13 En este caso, las cosas deben ser pensadas no solamente como fenómenos, sino también como cosas en sí mismas, es decir, noúmenos. Aquí hay una variación del fenómeno y del noúmeno fundamentada en un modo de comprehensión del entendimiento. Más adelante, Kant reafirma de manera similar que “el concepto de noumenon, es decir, de una cosa que no ha de ser pensada como objeto de los sentidos, sino (solamente por un entendimiento puro) como cosa en sí misma” (2014: 348 [B 310]).

En la Crítica de la razón práctica, Marion encuentra la misma variación del fenómeno a partir del uso del “como” (als). En este caso, Kant defiende la posibilidad de la libertad moral frente a las posturas empiristas que pretenden deducirla a partir de la causalidad natural. Para esto, retoma la distinción entre fenómeno y noúmeno. La causalidad propia de la necesidad natural depende de la temporalidad, “todo evento y por ende también toda acción que sucede en un momento dado, están condicionados necesariamente por lo que ocurrió en el tiempo precedente” (2005: 113 [Ak. v: 95]). Pero la temporalidad pertenece al fenómeno en tanto aprehendido por la sensibilidad, no a la cosa en sí. Entonces, para sostener una libertad “no queda otro medio que atribuir la existencia de una cosa en cuanto determinable en el tiempo y, por lo tanto, también la causalidad según la ley de la necesidad natural sólo al fenómeno, pero la libertad a ese mismo ser considerado como cosa en sí” (2005: 113-114 [Ak. v: 95]). Para Marion, el mismo ser puede ser considerado a partir del tiempo como un fenómeno, o bien ajeno a la temporalidad y, por lo tanto, como un noúmeno. El sujeto, al realizar una acción libre, se puede considerar como fenómeno y, por otro lado, tener conciencia de sí mismo como cosa en sí (2010a: 303). Marion señala que para Kant:

[…] la libertad moral y la necesidad natural se concilian en un solo y mismo sujeto solamente por una variación hermenéutica de sus modos de fenomenicidad, que a su vez vuelto posible por una variación de la interpretación de este mismo ‘objeto’ en tanto que fenómeno o en tanto que noúmeno. La solución kantiana se define así claramente: la fenomenicidad varía por variación hermenéutica. (2010a: 304)

Luego de demostrar el lugar de la variación (que esta vez en Kant es hermenéutica), Marion introduce una nueva pregunta: “¿Con qué derecho una variación hermenéutica puede legítimamente decidir una variación fenomenal?” (2010a: 304). Para responder, Marion analizará el concepto del útil (Zuhandenheit) en Heidegger, a partir del ejemplo del martillo (2016: 15-16).14 Entendido éste como un útil para martillar, desaparece como objeto y se define a partir del ocuparse circunspectivo (umsichtigen Besorgen). Sin embargo, Heidegger señala la posibilidad de un pasaje del útil al objeto: “el ocuparse circunspectivo se convierte en descubrimiento teorético” (2016: 375). Para demostrar esta posibilidad, Heidegger retoma este ejemplo desde las frases “el martillo es demasiado pesado” y “el martillo es pesado”.

La primera expresión refiere a una reflexión del ocuparse, en la cual el martillo es demasiado pesado para ser utilizado. Según Heidegger, no necesita expresarse verbalmente, ya que bastaría dejar caer el martillo y buscar otro más liviano para dar a entender que “el martillo es demasiado pesado”. La segunda expresión acusa a la pesantez como propiedad del martillo, en tanto ente que contiene masa. Con esto, Heidegger quiere decir que la segunda expresión saca al martillo de las relaciones de respectividad. Esta posibilidad se debe

[…] a que ahora vemos “de un modo nuevo” el ente que encontramos a la mano, vale decir, a que lo vemos como algo que está-ahí. La comprensión del ser que dirige el trato ocupado con el ente intramundano se ha trastocado. (Heidegger, 2016: 375 [GA, 2: 361] )

Marion interpreta este viraje de la mirada y del modo de ser del ente a partir del “como” de la comprensión y, por lo tanto, como un “como” existencial-hermenéutico puesto en obra por el Dasein (2010a: 306). De esta manera, concluye que:

La distinción de modos de la fenomenicidad (para nosotros entre objeto y acontecimiento) puede articularse sobre las variaciones hermenéuticas, que, en tanto existenciales del Dasein tienen autoridad (ontológica) sobre la fenomenicidad de los entes. (Marion, 2010a: 307)

La variación hermenéutica hace posible la polémica afirmación de Marion: Sólo depende de mi mirada que una piedra pueda aparecer como un acontecimiento o que Dios aparezca como un objeto (2010a: 307). En efecto, esta afirmación, tomada por sí sola, parece contradecir el privilegio de algunos fenómenos sobre otros; también el de los fenómenos que, a causa de su grado de acontecialidad, no se pueden reducir a objeto sin desaparecer como tales. Entre estos últimos estaría el caso del nacimiento.

A mi entender, la mayoría de los intérpretes se detienen en esta última parte del texto para justificar un giro hermenéutico en la segunda tópica, sin embargo, hay dos modos de distinguir entre objeto y acontecimiento, ambos siguiendo a Kant. Si bien el segundo es hermenéutico y depende de la mirada, el primero depende de los grados de intuición del fenómeno en continuidad con sus desarrollos anteriores. Marion señala dos niveles de distinción entre acontecimientos y objetos: el que depende del fenómeno y su modo de darse; y donde el sujeto receptor interpreta y muestra lo que se da. Siguiendo esta lectura, no habría un viraje hermenéutico en este texto, sino una continuidad y profundización de las intuiciones ya presentes desde Siendo dado. Los fenómenos se dan en diferentes grados, pero también pueden ser conducidos a la eventualidad que hay en ellos, o ser reducidos al rango de objeto por una decisión hermenéutica.

En Retomando lo dado, Marion vuelve al problema de la interpretación de los fenómenos, allí señala que en su obra hay cuatro intervenciones de hermenéutica.15 La primera de ellas corresponde al reconocimiento de la llamada, la cual sólo se fenomenaliza en la respuesta (cfr. Marion, 2008: 446-451) y, por lo tanto, el adonado debe reconocerla como tal. El segundo uso de la hermenéutica se refiere a la asignación de la significación al fenómeno. Este uso tiene dos momentos: en primer lugar, se debe distinguir si se trata de un fenómeno saturado o de un fenómeno común:

Aquí interviene la hermenéutica: no solo para inventar o, más bien, encontrar las significaciones faltantes, sino en primer lugar para admitir que estas faltan y que no se trata más de un fenómeno de derecho común, cognoscible como un objeto y que es según el modo de la objetidad (Vorhandenheit), sino de un fenómeno saturado, que no puede manifestar y, por ende, conocerse sino como un no-objeto. (Marion, 2019: 123)

En un segundo momento, una vez reconocido el fenómeno como saturado se deben recorrer sus significaciones posibles. En este segundo uso, luego de recibir la llamada (primera hermenéutica), Marion realiza una distinción entre fenómenos saturados y de derecho común u objetivables. En esta primera distinción, la diferencia entre fenómeno saturado u objeto no depende de mi mirada, sino del fenómeno mismo, y la función hermenéutica consiste en reconocerlo como tal. Siguiendo la distinción que he introducido, se trataría de saber si es un fenómeno saturado o uno saturable.

La tercera intervención de la hermenéutica se refiere a la distinción de grados entre fenómenos pobres, de derecho común y saturados, y retoma los análisis de “La banalidad de la saturación”. Marion señala que estos tres tipos no deben entenderse como categorías fijas o regiones, sino a partir de posibles transiciones por gradualidades en la saturación. En este caso, se trata del pasaje entre la saturación y la objetividad “que no se detiene nunca, lo que convierte en banal la saturación misma, que puede surgir de las situaciones más pobres” (Marion, 2019: 126). Se trata entonces de la capacidad hermenéutica del adonado de permitir

[…] el paso de una fenomenicidad pobre a una fenomenicidad saturada (y saturadora) [que] no depende de lo pura y simplemente dado, sino de la manera en que el adonado lo recibe, lo experimenta y lo expresa [y esto] varía con el talento, la educación, el coraje también, en resumen, la resistencia que el adonado puede desplegar. (Marion, 2019: 126)

Es decir, los fenómenos que se dan de entrada, según el segundo uso, como comunes y objetivables, pueden también, en un segundo momento, mostrarse a partir de la capacidad del adonado como saturados.16 Por esta capacidad de darse de entrada como comunes, pero ser reconducidos a la saturación, los llamo “saturables”. La última instancia de la hermenéutica sigue los análisis de Certitudes négatives y “separa todos los fenómenos en objetos o en acontecimientos y también transforma el objeto en acontecimiento o viceversa” (Marion, 2019: 127). Este pasaje se realiza comprendiendo el fenómeno a partir del presente permanente o según el futuro por anticipado, lo cual permite realizar dos interpretaciones del mismo ente.17

Resumiendo, en un primer momento la llamada de la donación debe ser recibida para que haya un fenómeno, una vez acogida, éste se da en diferentes grados. En un segundo momento, el adonado debe reconocer si se trata de un fenómeno saturado, pobre o de derecho común (saturable) y recorrer las significaciones faltantes. En un tercer momento, el fenómeno que de entrada se da como pobre o común puede saturar, esta vez, por la capacidad del adonado. Finalmente, el adonado tiene la posibilidad hermenéutica de transformar los objetos en acontecimientos y viceversa. En este punto, se introduce una nueva distinción entre los fenómenos saturables, aquellos que se encuentran de entrada como saturados por un exceso de intuición (los de la primera tópica); otros que se dan de entrada como pobres o comunes, pero que se saturan o que pueden saturarse por la capacidad receptora del adonado en una hermenéutica existencial (la banalidad de la saturación); y, finalmente, con fenómenos saturables que se saturan, o saturados que se objetivizan, por una decisión hermenéutica-metodológica del adonado para describir el fenómeno (Certitudes négatives).

Conclusión: fenómenos saturados y saturables

En el presente artículo, he realizado un recorrido por los fenómenos saturados y su relación con los fenómenos pobres y de derecho común en la obra de Marion. Por un lado, el objetivo del recorrido fue mostrar la unidad de su obra, principalmente entre la primera y la segunda tópica; y, por otro lado, argumentar que no hay un ‘giro hermenéutico’. Para mostrar esta continuidad, introduje el concepto de fenómenos saturables, que no pretende ser novedoso, sino destacar que la posibilidad de que todo fenómeno sea descrito como saturado por una hermenéutica está presente desde los primeros textos de Marion, y que el privilegio de fenómenos dados con mayor grado de intuición sigue al final de su obra.

Para esto, señalé cómo, en Siendo dado, Marion describe la manera en que un fenómeno que se da de entrada como banal, como común, es llevado a su acontecialidad originaria. Sin embargo, no hay que confundir estos fenómenos, conducidos a la donación que hay en ellos, con los saturados que se dan de entrada con un exceso de intuición. Por eso mismo, llamo a los primeros como fenómenos saturables, para dar cuenta de su capacidad de ser conducidos a la saturación. He confirmado estos análisis en De surcroît, donde Marion nuevamente distingue un fenómeno que se da de entrada como común —la sala de actos (que puede ser descrito a partir de su acontecialidad, es decir, como saturable)— de los fenómenos propiamente saturados.

En “La banalidad de la saturación”, nuevamente encontré la misma distinción y la propuesta de que los entes pueden ser descritos a partir de una hermenéutica doble: como objetos o como fenómenos saturados. En Certitudes négatives, Marion introduce la clasificación entre objetos y acontecimientos, mostrando cómo, al igual que Kant, hay dos modos de interpretar los fenómenos: a partir de sus grados de intuición que se corresponden con la tópica de Siendo dado; y desde una hermenéutica existencial y apofántica, correspondiente a la tópica de Certitudes négatives.

En Retomando lo dado, Marion presenta los diferentes niveles de hermenéutica, donde termina de organizar la clasificación de los fenómenos a partir de los grados de intuición y desde de una hermenéutica, de esta manera, los fenómenos se dan de entrada como saturados o saturables. En un segundo momento, los saturables pueden ser conducidos a la saturación por la capacidad receptora del adonado. Por último, todo fenómeno, ya sea saturado o saturable, puede ser descrito metodológicamente como objeto o acontecimiento. De esta manera, se profundiza y se desarrolla aquello que ya se encontraba presente desde los primeros textos. Hay fenómenos privilegiados por su exceso de intuición y otros que de entrada aparecen como pobres o comunes, pero que también pueden ser llevados a la saturación, ya sea por la capacidad receptora del adonado o por una decisión metodológica de la descripción misma. Estos últimos, los saturables, muestran la unidad y continuidad entre la primera y la segunda tópica de Marion.

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1 Las obras de Marion que se encuentran traducidas serán citadas en español. Si no hubiese traducción oficial la haré refiriendo al original en francés.

2Se puede rastrear su génesis en el artículo “À Dieu, rien d’impossible” (Marion, 1989).

3Traduzco el término “objectité” por “objetidad” que se distingue en la obra de Marion de la objetividad (objectivité), siguiendo la propuesta de Bassas Vila en su traducción de Siendo dado (cfr.Marion, 2008: 507).

4“No hay teoría concebible capaz de hacernos errar en cuanto al principio de todos los principios: que toda intuición originariamente dadora es una fuente legítima de conocimiento; que todo lo que se nos ofrece en la ‘intuición’ originariamente (por decirlo así, en su realidad en persona) hay que aceptarlo simplemente como lo que se da, pero también sólo en los límites en que en ella se da” (Husserl, 2013: 129).

5Para sostener la hipótesis de este artículo, es necesario señalar que el concepto de banalidad desarrollado en el texto “La banalidad de la saturación” no es una novedad en la obra de Marion, sino que ya se encuentra implícito tanto en Siendo dado —con respecto al cuadro—, como en De surcroît —con respecto a la sala de actos—.

6En Siendo dado hay un doble sentido del acontecimiento. Por un lado, en un sentido amplio es una determinación general del fenómeno en tanto dado y, por el otro, en un sentido restringido, está el acontecimiento como un tipo particular de fenómeno saturado. A partir de De Surcroît ambos conceptos se confunden y, finalmente, en Certitudes négatives, los fenómenos se clasifican en objetos y acontecimientos, sin aclarar a qué sentido de acontecimiento se refiere. Al respecto, Shane MacKinley desarrolla un lúcido análisis de esta dualidad en Interpreting Excess. Jean-Luc Marion, Saturated Phenomena, and Hermeneutics (2010).

7Tal como señala Jorge Luis Roggero, en Marion hay un cambio respecto al exceso de la donación. Mientras que en las primeras obras habla de grados de donación, posteriormente referirá a grados de saturación de la intuición. Esto se debe a que la donación siempre se da de manera excesiva. Por ello, los fenómenos saturados se diferencian del resto por un exceso en la intuición y no en la donación. Debido a esto, he referido a un exceso de intuición, aunque, en el texto comentado, Marion hable originalmente de un exceso de donación (cfr. Roggero, 2019: 152).

8En el texto no queda claro si se refiere al acontecimiento en el sentido de uno de los tipos de fenómenos saturados, o como rasgo de todo fenómeno en tanto dado (véase supra nota 6). Siguiendo la lógica del texto, parece tratarse del acontecimiento como fenómeno saturado, pues éste se encuentra entre los otros tipos de fenómeno. Sin embargo, en otras partes del texto, parece tratarse de una determinación de todo fenómeno. Esta ambigüedad no me parece casual, sino que revela el pasaje de la primera tópica a la segunda.

9Originariamente este texto fue leído en una conferencia en el Institut Catholique de París.

10Si bien Falque no es citado explícitamente en el texto, las objeciones a su artículo “Phenomenologíe de l’extraordinaire” se corresponden perfectamente con las respuestas de Marion, tal como Falque afirma: “El ensayo ‘La banalité de la saturation’ podría ciertamente interpretarse como una respuesta a la objeción aquí formulada” (2014: 147, nota 7).

11Marion no aclara esa ambivalencia entre todos y la mayoría, tampoco cuáles serían los fenómenos exceptuados de esta doble interpretación, por lo menos en este texto. Si bien para Vinolo el fenómeno que se exceptúa de la doble interpretación es el ícono (2019: 148), considero que también se puede referir al nacimiento, pues es un fenómeno puro que, al ser reducido al rango de objeto, desaparece (cfr. Marion, 2010a: 298).

12Efectivamente, la posibilidad de esta variación hermenéutica de los fenómenos ya se encuentra presente en sus obras anteriores, aunque sin el encuadre teórico que demuestra su validez. Por ejemplo, en Dios sin el ser, Marion afirma que un mismo ente puede variar de ídolo a ícono a partir de nuestra mirada (2010b: 36), en La croisée de visible se refiere a las diversas interpretaciones que recibe Jesús crucificado (2007: 129), en Siendo dado, realiza la descripción fenomenológica de un cuadro mediocre y lo describe como objeto, como útil y, en cuanto dado, realizando una variación de sus modos de ser (2008: 88-104). En El fenómeno erótico, describe a partir de la obra Don Giovanni cómo Sgnarelle, el sirviente, y don Juan ven dos fenómenos diferentes frente al mismo otro (2013: 97). En “La banalidad de la saturación”, muestra cómo tres líneas pintadas de manera horizontal pueden ser interpretadas como una bandera (objeto) o como un cuadro de Mark Rothko (acontecimiento) (2020: 26).

13Citaré a Kant con la referencia en español habitual de la revista y entre corchetes la cita canónica.

14Marion analiza el útil en diversos pasajes de su obra, entre los cuales destaco los siguientes: Reducción y donación (2004: 130-133) y Siendo dado (2008: 218-223).

15 Roggero (2020) propone leer estas intervenciones como niveles hermenéuticos.

16En este nivel, Marion refiere exclusivamente a que un fenómeno pobre o común sea saturado, pero no a la posibilidad inversa, como sí se encontrará en el último uso de la hermenéutica.

17Si bien Marion no diferencia el pasaje exclusivo de fenómenos pobres y comunes a saturados del tercer uso de la hermenéutica, con el pasaje de objeto a acontecimiento y viceversa del último, considero que mientras que el primero es una hermenéutica existencial, el segundo es metodológico y corre por decisión del adonado de acuerdo con las necesidades de descripción.

Recibido: 27 de Septiembre de 2021; Aprobado: 24 de Noviembre de 2021

Ezequiel D. Murga: licenciado en filosofía y actualmente está realizando su tesis doctoral en la Universidad de Buenos Aires, acerca de la obra de Jean-Luc Marion. Es profesor adjunto de Gnoseología y miembro de la sección de fenomenología acontecial en la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Ha publicado diferentes artículos y capítulos de libros en temas de fenomenología.

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