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Signos filosóficos

versão impressa ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.23 no.46 Ciudad de México Jul./Dez. 2021  Epub 04-Abr-2022

 

Artículos

Sobre la prioridad del valor en su modo de donación

On the priority of value in its donation mode

Pilar Fernández Beites* 
http://orcid.org/0000-0002-0534-5337

*Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filosofía, pbeites@ucm.es


Resumen

Este artículo se ocupa de dos escritos de Max Scheler posteriores a El formalismo, en los cuales afirma la prioridad del valor, frente al ser teórico o neutral, pero aclara que dicha prioridad no debe confundirse con la negación de la tesis clásica de la fundamentación del valor en dicho ser teórico. Para ello, Scheler entiende la prioridad del valor como prioridad de la donación, frente a la prioridad ontológica del ser teórico. En el artículo, recurro a la noción de conciencia actual (aktuall Bewuβtsein), de Edmund Husserl, para mostrar que la prioridad del valor lo es de la actualidad de la donación, debida a la capacidad del valor para centrar el interés del sujeto. Luego, señalo que esta posición de Scheler puede rastrearse ya en El formalismo, lo cual permite interpretar de modo más interesante esta obra central del autor. Finalmente relaciono la prioridad del valor con la prioridad del amor, también defendida por Scheler.

Palabras clave: atención; conciencia actual; amor; Husserl; Scheler

Abstract

This article deals with two essays written by Max Scheler after Der Formalismus in which he affirms the priority of value over theoretical being, but clarifies that this priority should not be confused with the denial of the classical thesis of the foundation of value in theoretical being. To this end, Scheler understands the priority of value as a priority of givenness versus the ontological priority of theoretical being. In this article, I use Edmund Husserl’s notion of focused consciousness (aktuall Bewuβtsein) to show that value priority is a priority of focused givenness, due to the ability of value to focus the subject’s interest. Then, I show that Scheler’s position can already be traced back to Der Formalismus, which makes it possible to interpret this author’s central work in a more interesting way. Finally, I relate the priority of value with the priority of love, also advocated by Scheler.

Keywords: attention; focused consciousness; love; Husserl; Scheler

El filósofo español Xavier Zubiri (1922) criticó con dureza la ética de los valores elaborada por Max Scheler en El formalismo1 (GW 2), pues a su entender esta novedosa propuesta acabaría por negar la tesis de la “fundamentación del valor” (o del bien) en el ámbito teórico de lo real. Tesis clásica recogida en el adagio nihil volitum quin praecognitum y también defendida por Edmund Husserl y Franz Brentano, según la cual el nivel valorativo, dado en actos afectivos, ha de apoyarse en el nivel teórico, dado en actos de “representación” (Brentano) u “objetivantes” (Husserl). Pero, según justifiqué en otros lugares (2020a; 2020b), aunque en El formalismo Scheler hace ciertas afirmaciones que merecen las críticas de Zubiri, su objetivo es, más bien, sacar a la luz la tesis de la irreductibilidad del valor respecto al ser teórico. Es sólo su apasionada defensa de dicha irreductibilidad, que, como comprobaremos en estas páginas, nos permite reconocer cierta prioridad del valor, la que en ocasiones le lleva a negar la tesis de la fundamentación. Efectivamente, ya en esa obra central, Scheler propone una completa teoría del bien como cosa de valor (Wertding), en la que el bien incluye un “depositario” del valor y dicho depositario está formado por propiedades “teóricas” que, por tanto, sirven de fundamento al valor. Es cierto que en su exposición, Scheler afirma que el bien no se funda en la cosa (Ding), pero cuando se profundiza en su distinción entre la cosa teórica (Ding) y la cosa de partida (Sache), puede sostenerse que en sus descripciones el valor se ha de fundar en una base teórica (pero no en la Ding) y mantenemos así la tesis clásica de la fundamentación.

En el presente artículo, muestro que el mismo Scheler defiende de forma explícita la tesis de la fundamentación en dos escritos posteriores a El formalismo: en su ensayo La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico (GW 5) y en Metafísica y axiología, en particular ética (GW 11), texto póstumo. En ambos escritos, ya se ve obligado a enfrentarse a las críticas hechas por sus contemporáneos acerca del tema de la fundamentación del valor. Al responder a ellas, Scheler no duda en adherirse a la tesis clásica de la fundamentación, aunque, por supuesto, insiste en defender la irreductibilidad del valor y, con ella, cierta prioridad del ámbito valorativo frente al teórico. Prioridad que Scheler intenta poner de relieve en todos sus escritos, incluidos los dos que revisaré, pues no han recibido la atención que merecen. En ellos estudiaré dos tesis distintas, pero muy relacionadas. En primer lugar, trataré la tesis de la prioridad del valor, que Scheler caracteriza como prioridad de la donación del valor, aclarando su compatibilidad con la fundamentación del valor. Además, mostraré que esta posición ya puede rastrearse en El formalismo. En segundo lugar, me referiré brevemente a la tesis de la prioridad del amor, con la cual Scheler se adentra en el importante problema del origen de la filosofía, del conocer filosófico, que figura en el título de uno de los ensayos.

La tesis de la fundamentación del valor en escritos posteriores a El formalismo

Tanto en La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico como en Metafísica y axiología, en particular ética, Scheler mantiene con fuerza la tesis de la prioridad del valor, que centra toda su ética fenomenológica de los valores, pero afirma explícitamente que ésta no debe confundirse con la negación de la tesis clásica de la fundamentación. Para ello precisa que él defiende una prioridad de la donación. Y distingue este ámbito de la “donación” de lo que denomina el plano “ontológico” del ser, que es donde rige la ley de la fundamentación. De esta manera, logra mantener la prioridad del valor, que se apoya en la irreductibilidad del ser-valor (Wert-sein), frente al ser sin más, al ser-teórico; pero distinguiendo dicha irreductibilidad de una supuesta ausencia de fundamentación.

Si empezamos por estudiar La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico,2 lo primero que llama la atención es que la distinción entre el nivel de la donación y el ontológico queda expresado en términos aristotélicos: el nivel ontológico es el de lo primero en sí y el de la donación es el de lo primero para nosotros. Una vez hecha la distinción, Scheler sitúa la prioridad del valor en el ámbito de la donación: “primacía de la donación del valor sobre la donación del ser” (Primat der Wertgegebenheit vor der Seinsgegebenheit). El valor es lo primero para nosotros, pero esto no impide su fundamentación en el nivel ontológico, pues al hablar de lo primero en sí hemos de reconocer que el ser teórico es fundante respecto al valor (y prioritario, por tanto, en otro sentido):

Mientras que […] se puede demostrar esa primacía de la donación del valor sobre la donación del ser (Primat der Wertgegebenheit vor der Seinsgegebenheit) […], no se sigue de esto en modo alguno, sin embargo, una prioridad válida en sí de los valores respecto del ser. También aquí lo que es ‘en sí posterior’ puede ser ‘anterior para nosotros’, según afirmaba Aristóteles […]. Más aún, puesto que es un principio evidente que a todas las cualidades […] les ‘pertenece’ un ser subsistente en el que ellas inhieren, la sentencia aristotélica no sólo puede ser aquí correcta, sino que tiene que serlo. (Scheler, GW 5: 82, trad. 40)

Pero es en el interesante manuscrito póstumo Metafísica y axiología, en particular ética, fechado en 1923, donde Scheler formula su posición con especial claridad.3 Afirma que su tesis sobre la prioridad del valor debe entenderse sólo como “prioridad de la donación del ser-valor” (Gegebenheitspriorität des Wertseins), de modo que se equivocarían quienes la han querido interpretar como una “prioridad ontológica del ser” (ontische Seinspriorität) (GW 11: 62, trad. 23). En este punto, Scheler insiste con fuerza en que nunca ha negado la fundamentación clásica en el nivel ontológico, pues en su propuesta “el ser-valor (Wert-sein) no funda ontológicamente el existir (Dasein), sino que el existir funda el ser-valor” (GW 11: 59, trad. 17); es decir, el valor se ha de fundar en el ser teórico, en el existir.

Por consiguiente, lo único que habría intentado evitar nuestro autor es lo que califica como un “muy profundo error” oculto en la teoría clásica, el cual “consiste en que, a partir de la mentada relación de fundamentación, se hace una relación analítica de consecuencia; en que se pretende reducir el valor al existir” (GW 11: 59, trad. 17). Así es como se llega a la negación clásica de la irreductibilidad del valor, en la que el “‘omne ens est bonum’ se convierte en una proposición analítica definitoria” (GW 11: 59, trad. 17), en lugar de ser una tesis sintética que afirma algo acerca del mundo. En esto último residiría el error de la teoría clásica, es decir, no en sostener la verdad de la proposición que afirma que “todo ser es bueno”, sino en considerar que dicha proposición es meramente analítica.

En mi opinión, a Scheler no le falta razón en este punto, porque si se niega la irreductibilidad del valor (mediante la “conversión” del bien con el ser), la proposición de que “todo ser es bueno” perdería todo su interés, pues al decir que el ser es bueno sólo estaríamos afirmando que el ser es ser. Frente a esto, Scheler defiende que lo único que es un axioma (una proposición analítica) es que todo ente es aestimativum (estimable): “omne ens est aestimativum -dotado de valor (werthaft), pero en modo alguno bueno (dotado de valor positivo)” (GW 11: 59, trad. 17).4

En definitiva, estos dos escritos sirven para apoyar la interpretación de El formalismo que vengo defendiendo, según la cual Scheler en su obra central no se opondría tanto a la fundamentación del valor, como a la negación de su irreductibilidad: la irreductibilidad del valor le da una “prioridad” respecto al nivel teórico, que es la que nuestro filósofo quiere introducir en el debate filosófico. Acabamos de comprobar que, en los dos escritos posteriores a El formalismo, Scheler rotula explícitamente la prioridad como “primacía de la donación del valor” o como “prioridad de la donación del ser-valor”, frente a la “prioridad ontológica del ser”, donde rige la fundamentación clásica. Pero puedo adelantar que en El formalismo encontramos ya esa prioridad de la donación, que describiremos en los próximos parágrafos como prioridad en el modo de donación, es decir, en la “actualidad” de la donación debida a la capacidad del valor para centrar el interés del sujeto. En concreto, dicha prioridad queda fijada en la conocida y recurrente expresión scheleriana del pre-percibir afectivo (Vor-fühlen) (que debe ser entendida en su sentido más fuerte y no sólo como la aplicable a valores situados en el futuro).

Prioridad del valor en el modo de donación. La diferencia husserliana entre actualidad y atención

Hemos visto que para rebatir a sus críticos, Scheler limita la prioridad del valor en el nivel de la donación y mantiene la fundamentación clásica en el nivel ontológico. Pero quizás esto último no es tan fácil de afirmar como parecería en un principio, porque en fenomenología no se puede hablar del ser sin una posible donación originaria y, por tanto, no tenemos el recurso de acudir a lo ontológico como una especie de ser en sí, frente a ser para mí, como ratio essendi frente a ratio cognoscendi. Es decir, no vale considerar la prioridad del valor en el ámbito de lo dado y añadir un “ser en sí” teórico, fundante ontológicamente, pero inaccesible, que sería una especie de causa oculta del valor.

Por tanto, conviene reformular la argumentación de Scheler en un lenguaje más fenomenológico. Mi propuesta es entender la prioridad de la donación, no como prioridad de la donación misma (que en términos fenomenológicos sería casi equivalente a la ontológica), sino como prioridad del modo de donación. Se trata de una prioridad que, de inicio y de manera imprecisa todavía, podríamos denominar atencional en sentido muy amplio: el valor sería prioritario por su capacidad de centrar en él la atención del sujeto.

En efecto, la tesis de la fundamentación del valor, la afirmación de que lo teórico es fundante (prioridad ontológica), exige afirmar que los datos teóricos fundamentantes han de estar ya dados de algún modo porque, como Scheler muestra en su teoría del bien, son las propiedades teóricas las que son valiosas y, por consiguiente, si ellas no estuvieran dadas ya de algún modo, sería imposible que se llegara a dar su valor. Por tanto, la prioridad del valor la encontramos, no en la donación sin más, sino en el modo subjetivo de su donación. El valor es prioritario pues logra que el sujeto centre en él su atención, antes que en el nivel teórico, y esto es compatible con sostener que la base teórica en la que se funda el valor también está dada, pero de modo todavía no atento.

Puedo ya precisar que en realidad, este modo de expresarnos en términos de donación atencional no es del todo correcto, porque la atención se ha identificado clásicamente con un acto teórico, y no del nivel del valor, cuya donación es afectiva. Debido a esto, cuando el valor como objeto de un acto afectivo focaliza la conciencia, no conviene decir que estamos centrando la atención en él, sino que deben buscarse otras expresiones más atinadas. Si utilizamos la terminología de Scheler, afirmaríamos que los valores, en lugar de centrar la atención, atraen el interés del sujeto y podríamos entonces intentar definir el interés como una especie de atención afectiva.

Pero prefiero recurrir en este punto a la terminología técnica de Husserl, porque el fundador de la fenomenología propuso en Ideas I la importante noción de actualidad (Aktualität) de la conciencia, que permite nombrar esta atención amplia que no lo es sólo sobre lo teórico, sino también sobre el valor. En Investigaciones lógicas, Husserl introdujo ya el tema de la atención, pero, al igual que Scheler, empleaba el término interés para referirse al ámbito del valor, de manera que sólo en el Husserl maduro de Ideas I encontramos la noción de actualidad. Esta noción es la que me gustaría retomar, pues incluye la atención (limitada a lo teórico), pero también el interés (que se aplica al ámbito valorativo).

En efecto, la conciencia en sentido fuerte, la conciencia en la que está centrado el sujeto, es la que Husserl denomina actual (aktuall) o explícita, siendo su contraria la conciencia inactual o implícita. Y Husserl deja claro que la atención clásica sería sólo un tipo peculiar de conciencia actual que se ocupa de datos teóricos (1976: § 37). Frente a esta conciencia atenta, que es la conciencia actual priorizada clásicamente, debe reconocerse que el valor no se da de modo atento, pero sí de modo actual (aktuall), pues logra centrar el interés.

Por tanto, conviene explicar brevemente en qué consiste la conciencia actual, empezando por la atencional. Me permito recordar las descripciones de Husserl, quien todavía utilizaba la imagen clásica de la linterna, en lugar del zoom fotográfico, que prefieren las actuales teorías de la atención. La linterna apunta a lo que constituye el foco o el centro del cono de luz y, sin embargo, también alumbra los lugares cercanos a ese punto focal, aunque cada vez con menos intensidad. Lo atento sería lo que ocupa el núcleo central del cono de luz: lo atento focal y también lo co-atento que lo rodea. Fuera de este ámbito atento (focal o co-atento) queda ya la parte más externa del cono de luz: lo dado de modo desatento o in-atento. Y esto es lo que aquí nos interesa, pues esta zona, aunque no esté siendo atendida, sigue siendo consciente como desatento o in-atento. Lo in-atento que debe distinguirse con toda claridad de lo no-atento, que es el ámbito de lo que no es atento, pero tampoco es consciente, y por ello no puede calificarse como inatento o desatento (en lo no-atento se incluye el mundo en tanto que no está dándose a la conciencia, aunque, desde luego, pueda llegar a darse).

Si queremos saber en qué consiste el carácter todavía consciente de lo desatento o inatento, lo más fácil es utilizar los casos donde lo desatento deja de ser consciente (por ejemplo, al desaparecer el estímulo externo), pues en ese momento captamos explícitamente su haber sido consciente. Cuando estoy concentrada leyendo un libro, no oigo de modo atento el ruido que hace la nevera, pero cuando deja de sonar, capto su haberse dado de modo desatento y escucho el silencio. Lo desatento se da explícitamente al desaparecer, al despedirse, pues su descripción se hace ya en el nivel atento, donde constato el ya no estar dado y, por consiguiente, el haber estado dado, del ruido desatento.

Pongamos un ejemplo de la distribución de la atención: ahora me fijo en la palabra que estoy corrigiendo en mi ordenador, que sería lo atento focal y co-atiendo a las adyacentes; en cambio, la estantería tras el ordenador ya no se da de modo co-atento, sino desatento. Pero si cae un libro de la estantería, el movimiento y el ruido que hace atraen mi atención, de manera que el campo visual pasa a centrarse en dicho libro, quedando el ordenador como fondo desatento. Estos ejemplos son de atención, no de interés, y, además, en el caso más básico, el de la percepción externa. Pero la tarea es enfrentarse al caso real, y mucho más difícil, donde interviene el nivel del valor. No se trata sólo de atención a lo teórico, sino también de interés en el valor. Por tanto, retomo la exposición de la tesis de Scheler acerca de la prioridad del valor, que interpretaba como prioridad en la donación subjetiva.

Utilizando la terminología de la que ya disponemos, esto significa que la actualidad de la conciencia no se centra de inicio en ciertos datos teóricos, sino sobre todo en los valorativos. Es decir, los valores son quienes centran primero la actualidad de la conciencia: centran el interés, mientras que las cualidades teóricas, al no ser las primeras en centrar la atención, permanecen dadas de modo no implícito o desatento.5 En un cuadro captamos su belleza antes que sus distintos tonos de color o el tamaño de sus figuras y, en un ejemplo más complejo, en el dolor nos centra más su ser desagradable (doloroso), que su dimensión teórica (dolor punzante, abrasivo, intermitente…). Dicho con mayor claridad, en el modo de donación, el interés en el valor es previo a la atención en lo teórico y, por consiguiente, lo último dependerá de lo primero. Usando la fórmula breve y contundente de Scheler, diremos que “el interés es previo a la atención”.

En definitiva, la prioridad en la donación del valor consiste en que la actualidad de la conciencia centrada en el valor es la que luego se extiende a lo teórico. Ahora regresaré a El formalismo para ofrecer una interpretación adecuada de algunos de sus textos más conocidos, comprobar cómo se despliega en esta obra la tesis de la prioridad del valor y, en especial, cómo se relaciona con el tema de la fundamentación.

Prioridad de la donación del valor en El formalismo

Según he mostrado en otros lugares, en esta obra central, Scheler defiende la “independencia del ser de los valores respecto a las cosas” (GW 2: 40, trad. 63) -tesis en la que Zubiri centra sus críticas- y parece negar la tesis de la fundamentación o, dicho en la terminología posterior que aquí he introducido, parece afirmar la prioridad ontológica del valor. Sin embargo, al leer con detenimiento su argumentación se puede vislumbrar que Scheler estaba ya pensando, más bien, en la prioridad de su donación subjetiva, en la capacidad del valor para centrar el interés del sujeto (gracias a su irreductibilidad).

En efecto, poco después de su tajante afirmación sobre la “independencia del ser de los valores”, Scheler señala que “aquí nos importa únicamente la posible independencia de la captación6 de los valores (Werterfassung) respecto a los depositarios de esos valores” (GW 2: 41, trad. 64). Esta independencia en la captación o percepción afectiva de los valores debe entenderse, a mi juicio, como la prioridad en la donación planteada en sus textos posteriores, pero interpretada como acabo de proponer, como prioridad en la donación subjetiva, es decir, en la actualidad de la donación.

Empiezo recordando que los ejemplos aducidos por Scheler en El formalismo para justificar su posición son aquellos donde captamos la simpatía de una persona o el carácter acogedor de una habitación antes de conocer los soportes teóricos de sus valores (GW 2: 40, trad. 63). Y nos damos cuenta de que estos ejemplos son por completo equivalentes a los que aparecen posteriormente en La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico cuando habla de la prioridad de la donación del valor:

El niño sabe que el azúcar es agradable antes de saber que es dulce […] y que la medicina es desagradable (‘amarga’ en el sentido valorativo de la palabra) antes de saber que es amarga (en el sentido cualitativo de cualidad sensible). (GW 5: 80, trad. 38)

En el pasaje más conocido de El formalismo, donde Scheler propone su tesis sobre la prioridad del valor, leemos lo siguiente:

Nos parece, pues, que el matiz de valor de un objeto (Gegenstand) […] es lo más primario (Primärste) que nos llega de aquel objeto, como también que el valor del todo en cuestión, cuyo miembro o parte es, constituye en cierto modo (gleichsam) el ‘Medium’ sólo en el cual aquel objeto desarrolla por completo (voll entwickelt) su contenido de imagen (Bildinhalt) […]; su valor es en cierto modo lo que le abre la marcha (sein Wert schreitet ihm gleichsam voran): es el primer ‘mensajero (Bote)’ de su peculiar naturaleza. Aun donde él es todavía indistinto y confuso, puede ya el valor ser claro y distinto. (GW 2: 40, trad. 64)

En este texto, encontramos la interesante descripción de Scheler en la que entiende el valor como el “primer mensajero” de la “peculiar naturaleza” del objeto, el que “abre la marcha” para acceder a dicha naturaleza. Esta tesis se formula en un lenguaje más preciso afirmando que el valor es el ámbito donde el “objeto desarrolla por completo su contenido de imagen”. Respecto a esta última expresión quizá conviene indicar que “contenido de imagen” (Bildinhalt) es un término técnico central en Scheler equivalente a la “representación” clásica, es decir, a lo aquí denominamos nivel teórico para evitar el término “imagen” que puede dar lugar a malentendidos (al igual que el término “representación”). En realidad, la terminología de Scheler en este punto no puede ser más desafortunada, pues en ningún sentido se trata de una “imagen” de las propiedades teóricas del objeto (como sabemos, el logro de la fenomenología reside en haber propuesto una noción de intencionalidad que supera cualquier “teoría de las imágenes”). Por tanto, la prioridad del valor consiste en que es el “primer mensajero” para acceder a las propiedades teóricas del objeto, a su naturaleza, y nunca a supuestas “imágenes” de los objetos externos.

Esta prioridad del valor defendida por Scheler se deja interpretar claramente como prioridad en la actualidad de la donación. El valor centra el interés, es el punto focal de la actualidad y, por tanto, el lugar desde donde se despliega el cono de actualidad. Así la actualidad focalizada por el valor se extiende o traspasa al nivel teórico, que llega así a ser co-actual o co-atento. Al ver el cuadro que está frente a mí en la pared, mi interés se centra en su belleza como valor fundamental, el cual queda situado en el foco del campo consciente actual. Pero la actualidad del foco puntual se extiende al cono amplio y, por tanto, abarca otras propiedades teóricas, como los colores del cuadro. De esta manera, lo teórico inicialmente desatento se hace co-actual al expandirse la actualidad consciente centrada en el valor.

En mi opinión, este proceso supone justamente la tesis de la fundamentación del valor. La actualidad de la conciencia se extiende a las propiedades teóricas del bien, porque, según dicha tesis, para que pueda darse el valor ha de estar dado también lo que hemos denominado su “base teórica”, aunque, desde luego, pueda estar desatendida -que es en lo que insistiría Scheler-. Por tanto, no es la base teórica del valor, sino el valor mismo el que logra atraer mi interés, pero esto hace que la base teórica, necesariamente dada según la tesis de la fundamentación, pueda compartir la actualidad consciente que se centra en el valor y de esta manera se capta de modo co-actual o co-atento.

Retomando la fórmula de Scheler, el valor del objeto es el ámbito donde éste “desarrolla por completo su contenido de imagen”, porque se trata de partir de un nivel teórico desatento dado por la tesis de la fundamentación. El “por completo” (voll), ausente en la traducción española, es importante, pues el completar supone algo dado que hay que completar. Es decir, desarrollar el nivel teórico no significa generarlo, sino completar su donación pasando al nivel atencional (actual). Lo que ha de estar dado, para poder ser completado es, al menos, la base teórica del bien (pues, según la tesis de la fundamentación, si no estuviera dada, no podría haberse percibido el valor). Por ejemplo, cuando la belleza de un cuadro centra mi interés, esto hace que co-atienda los distintos colores que forman su base teórica, los cuales han de estar dados, pues en caso contrario no podría haber captado la belleza del cuadro, pero quizás habrían permanecido desatentos si hubiera faltado la atracción de la belleza. Así ha sucedido con los colores de otro cuadro que no me ha gustado y por ello ha permanecido en un fondo desatento cuando he pasado rápidamente ante él para ver más de cerca el que sí había logrado atraer mi atención. Resumiendo, el cono de actualidad de la conciencia es centrado por el valor que logra despertar el interés (prioridad de actualidad del valor) y esto permite que ciertos datos teóricos que forman la base teórica (tesis de la fundamentación) dejen de ser implícitos y pasen a ser co-actuales.

Pero podemos precisar más estas descripciones, pues lo cierto es que, como decía Scheler, las propiedades fundamentantes del valor no son fáciles de delimitar. En principio, no sabemos muy bien qué propiedades están fundando el valor que captamos claramente; no podemos indicar, por ejemplo, por qué alguien nos cae simpático o qué elementos decorativos del cuarto lo hacen acogedor. En consecuencia, no puede tratarse de que lo co-atento sean sólo las propiedades de la base fundamentante, porque en realidad ellas están siempre entretejidas con otras propiedades teóricas de la misma cosa (Sache), sin que de primeras queden delimitadas en su calidad de base fundamentante. Esto implica que esas otras propiedades teóricas entretejidas también pueden pasar a ser co-atentas, pues el único requisito a cumplir es caer dentro del mismo cono de actualidad perceptivo que está centrado en el valor (en el que se incluye la base teórica). Ellas ya no fundamentan directamente el valor, es decir, no son las que tienen valor, pero sí forman parte de esa peculiar naturaleza de la cosa, de la que habla Scheler.

Este último paso puede darse respecto de otras cosas contiguas que forman parte del campo perceptivo. No sólo co-atiendo a los colores del cuadro, sino también al marco, que es un elemento valorado al hacer una exposición de pintura. Puede suceder incluso que cuando decido fijarme en una figura del borde del cuadro, pase al nivel co-atento la pared, la cual inicialmente ocupaba sólo los bordes más externos del cono y permanecía, por tanto, en la máxima desatención visual. Igualmente puede ser co-atendida una mosca que se posa sobre el cuadro y se entrelaza de modo por completo azaroso con sus colores.7

En definitiva, cuando el valor logra centrar la actualidad de la conciencia, dicha actualidad se extiende a los datos teóricos. Se co-atiende a la base teórica que deja de ser implícita, pero se co-atiende, ya de modo contingente, a otros elementos del mismo campo perceptivo: a otros datos teóricos del objeto (a la naturaleza de la cosa) o a objetos contiguos. Y en esto consiste la prioridad de la donación del valor, la cual, como resalta Scheler en sus dos escritos posteriores a El formalismo, no es meramente empírica, pues en el antes del valor no se trata de una anterioridad temporal (“sucesión temporal y duración”, dice Scheler) que es empírica, sino de una anterioridad estrictamente filosófica (“orden” de la sucesión, en la expresión de Scheler) que es compatible con la simultaneidad empírica. Así lo expresa en La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico:

Donde el ‘antes’ no incluye en sí necesariamente sucesión temporal y duración (Zeitfolge und Dauer), sino sólo el orden de la sucesión (Ordnung der Folge) de la donación o de la duración. (GW 5: 80, trad. 37)

En el manuscrito póstumo repite esta misma idea, referida ahora al amor en lugar de al valor. Afirma que no hay prioridad del amar en la “sucesión temporal” (Zeitfolge), pues en el nivel empírico son simultáneos el amar y el conocer, sino sólo en el “orden de la sucesión” (Ordnung der Folge) (GW 11: 63, trad. 24). En la página anterior habla del “orden temporal” (Zeitordnung), que creo que hemos de entender como equivalente al “orden de la sucesión” y opuesto, por tanto, a la “sucesión temporal” (Zeitfolge), que es empírica.

Teniendo todo esto en cuenta, puedo justificar en qué sentido queda recogida la tesis de la prioridad del valor en la conocida expresión scheleriana del “pre-percibir afectivo” (Vor-fühlen). Comencemos revisando el siguiente texto:

Si el ‘percibir afectivo (Fühlen) de algo’ lo referimos ya (bereits) al ‘algo’ de los posibles objetos de imagen (Bild gegenstände) entonces debemos y podemos afirmar que los valores de esos objetos de imagen son pre-percibidos afectivamente (Vor-gefühlt werden); esto es, que, por ley de origen (nach den Ursprungsgesetzen), sus valores están ya dados en un nivel en el que todavía no (noch nicht) están dados los objetos de imagen. (GW 2: 210, trad. 293)

Como es sabido, el “percibir teórico” (Wahrnehmen) -de cosas teóricas (“objetos de imagen”)- es el paralelo del “percibir afectivo” (Fühlen), que es un “percibir el valor” (Wertnehmen). Y en este texto, Scheler defiende que el percibir afectivo es siempre, en realidad, un “pre-percibir” afectivo, donde el prefijo “pre” recoge la anterioridad o la prioridad del darse del valor, frente al darse del objeto teórico. Veámoslo con algún pormenor.

De primeras podría parecer que el valor sólo es pre-percibido cuando se trata de un valor cuya realización se sitúa en el futuro, de modo que dicho valor se anticipa antes de llegar a ser real, antes de que exista su depositario teórico. Pero, según indica Scheler un par de líneas más abajo del pasaje citado, la noción de pre-percibir afectivo no se aplica únicamente en este caso particular referido al futuro, sino también en el presente y el pasado. Trascribo este texto central, que creo que no ha recibido la atención que merece:

Este ‘pre-percibir afectivo’ (Vor-fühlen) puede acaecer en el percibir (Wahrnehmung), el recuerdo (Erinnerung) y la espera (Erwartung). Este último, en tanto que ‘tener un presentimiento de algo’ (Vorgefühl haben von etwas) está, pues, dirigido al futuro y, por consiguiente, no coincide con el pre-percibir afectivo en el sentido definido más arriba. Pues este ‘pre-percibir afectivo’ [el definido en el pasaje anterior] se da también en el revivir (Nacherleben) de una vivencia pasada. Su valor es, por tanto, pre-percibido en el revivir. (GW 2: 210-211, trad. 293)

Si nos fijamos en el pre-percibir afectivo dirigido al valor futuro, que acontece en la espera, podemos reconocer con Scheler que nuestro lenguaje cotidiano, tanto en alemán como en español, contiene la expresión habitual de presentir (Vorfühlen) o tener un presentimiento (Vorgefühl haben): “Presiento que esto va a salir mal”, “Tengo el presentimiento de que todo saldrá bien”. Me he permitido traducir aquí literalmente el Vorfühlen como pre-sentir, en lugar de como “pre-percibir afectivo”, pues sólo para remarcar la intencionalidad del “sentir” (Fühlen) empleo la traducción técnica de “percibir afectivo”, pero el presentir en su significado cotidiano dirigido al futuro suele incluir el objeto intencional: es un presentir algo o, como dice Scheler, tener un presentimiento de algo.

Sin embargo, lo decisivo para nuestro tema reside en que el “pre-percibir afectivo”, que Scheler introduce como término técnico, no coincide ni debe identificarse con el que está dirigido al futuro, porque el pre-percibir afectivo se da también en el presente y en el pasado. En el pasaje citado, Scheler se detiene en el ejemplo del pasado, pero prefiero centrarme en el pre-percibir afectivo presente, porque es cuando el prefijo “pre” se utiliza en su sentido más fuerte: mediante él nombramos justamente la prioridad de la donación del valor frente al ser teórico.

En efecto, aquí no se trata, como en la espera, de que el darse del valor sea previo a su realizarse o cumplirse en el futuro. Se trata de que el valor presente se da de modo previo al ser teórico, pues su actualidad precede a la del ser teórico. Por esta razón, el percibir teórico es sólo un “percibir”, pero el afectivo es siempre un “pre-percibir”. Esta precedencia o antecedencia del percibir afectivo frente al teórico se debe a que el valor, por su irreductibilidad, es capaz de despertar la afectividad del sujeto (conmover al sujeto), centrando primero en él la actualidad consciente, su interés. En resumen, la prioridad del interés (ligado al percibir afectivo del valor) sobre la atención (ligada al percibir del ser teórico) es lo que hace que el percibir afectivo del valor sea un pre-percibir.

Prioridad del amor sobre el conocimiento

He descrito la prioridad del valor en su modo de darse, pero en los dos escritos que discuto, Scheler defiende otra tesis de más alcance relacionada con ésta, la prioridad del amor sobre el conocimiento. De ella me ocuparé ahora muy brevemente para mostrar de nuevo su relación con la fundamentación del valor en el nivel teórico.8

En Metafísica y axiología, en particular ética, Scheler hace un pormenorizado análisis de una conocida sentencia de San Agustín, mediante el que intenta mostrar que su tesis central sobre la prioridad el amor puede rastrearse en la obra de dicho filósofo. Además, quiere refutar las críticas que le dirige Erich Prizwara cuando afirma que su propuesta, lejos de inspirarse en la de San Agustín, sería opuesta a ella, precisamente por haber renunciado a la tesis clásica de la fundamentación del amor sobre el conocimiento. La sentencia en cuestión reza así:

No se ama nada que no se conozca en manera alguna. Mas si se ama lo que se conoce poco, el amor hace que eso se conozca mejor y más plenamente (vollständiger) (plenius). (GW 11: 63, trad. 23)

En la primera proposición de esta sentencia, “no se ama nada que no se conozca en manera alguna”, San Agustín recogería la tesis de la fundamentación del amor en el conocimiento (ligada a la fundamentación del valor en el nivel teórico). Pero hemos de empezar viendo cómo la interpretación de Scheler de la segunda proposición de la sentencia, “mas si se ama lo que se conoce poco, el amor hace que eso se conozca mejor y más plenamente”, muestra que San Agustín ya habría defendido la tesis de la prioridad del amor sobre el conocimiento.

En una argumentación ciertamente perspicaz, Scheler considera que si San Agustín no hubiera querido defender la prioridad del amor, tendría que haberse limitado en la segunda proposición a desarrollar la primera, afirmando que el conocimiento, necesario para que haya el amor, también lo es para aumentar dicho amor, para que la cosa se ame más plenamente. Por tanto, en ese hipotético caso, la sentencia tendría que estar redactada de la siguiente forma: “si se conoce lo que se ama poco, el conocimiento […] hace que eso se ame más plenamente y mejor” (GW 11: 63, trad. 24). Pero es fácil darse cuenta de que San Agustín escribió justamente lo contrario, porque no dice que el conocimiento sirva para aumentar el amor, sino que éste sirve para aumentar el conocimiento de algo, pues “el amor hace que eso se conozca mejor y más plenamente”. Queda así formulada la tesis de la prioridad del amor que Prizwara no encontró en San Agustín, pero que Scheler sí logró rescatar.

Vayamos ya a la primera proposición agustiniana, en la cual se defiende que lo que se ama ha de ser algo conocido de cierta manera, es decir, que el amor ha de apoyarse en algún tipo de conocimiento. Desde luego, Scheler acepta esta tesis porque, según hemos visto en los anteriores apartados, él admite explícitamente la tesis de la fundamentación del percibir afectivo del valor en el percibir del ser teórico, en el conocimiento de dicho ser. Además, teniendo en cuenta la prioridad del conocimiento formulada en esta primera proposición, podemos precisar que la prioridad del amor de la segunda proposición sólo puede serlo respecto a la ampliación del conocimiento. En efecto, la traducción de esta segunda proposición, en la que se afirma que el amor hace que algo se conozca “más plenamente” (vollständiger), recuerda el pasaje de El formalismo donde se hablaba de desarrollar “por completo” (voll ) el contenido de imagen y, según vimos, en aquel pasaje se contaba con una base teórica fundamentante ya dada.

Hemos de dejar claro, sin embargo, que la prioridad del amor defendida por Scheler es más fuerte que la del valor sobre el ser teórico que hemos visto. El amor tiene el poder de ampliar en mayor medida el conocimiento del ser teórico debido a que Scheler entiende el amor como una afectividad previa al percibir afectivo, que amplía el ámbito de donación del valor y, con él, el de la donación del ser teórico.

Scheler caracteriza al amor mediante la imagen del explorador que descubre nuevos valores, pues el amor es la afectividad de partida que permite que se vayan generando nuevos actos de percibir afectivo, mediante los cuales se amplía el ámbito mismo de donación de valor. Según la interesante definición de Scheler, el amor es un movimiento “en dirección” a los valores más altos, de modo que podríamos decir que los distintos actos de percibir afectivo son algo así como las instantáneas del movimiento amoroso, pues en cada una de las paradas del amor se produciría el percibir afectivo cuyo objeto sería alguno de esos valores más altos. Pero esto significa que en cada percepción afectiva abierta por el amor se aplicaría todo lo visto en las secciones anteriores: el valor más alto centraría el interés del sujeto, su cono de actualidad consciente, la cual traspasaría al nivel teórico, ampliándose progresivamente el conocimiento del ámbito teórico. En este complejo proceso se mantiene la tesis de la fundamentación (frente a la interpretación que hace Prizwara de Scheler), porque el amor tiene que comenzar haciendo pie en un algo valioso y tiene que conocer ese algo para poder ir en la dirección del valor más alto.9

En definitiva, debido a la fundamentación del valor, el conocimiento es previo al amor (primera proposición de la sentencia agustiniana); y, gracias a la irreductibilidad del valor, el amor es capaz de generar nuevos actos de percibir afectivo que, a su vez, actualizan nuevos datos teóricos, de manera que se amplía el ámbito del conocimiento inicial (segunda proposición de la sentencia).

Quiero terminar este ensayo indicando que no he justificado que el amor esté en el origen del “conocer filosófico” (del conocer en sentido estricto), tesis central que Scheler defiende en la La esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico y mediante la cual se pone plenamente de manifiesto la importancia de la irreductibilidad del valor. Tal como aquí lo he considerado, el amor parece proporcionar un conocer sólo co-atento, pues el foco de actualidad sigue centrado en el valor mismo. Pero para que haya conocimiento en sentido fuerte, como lo es el filosófico, no basta este conocer co-atento (ni mucho menos el desatento), sino que necesitamos que el nivel teórico sea atendido por sí mismo, es decir, que se convierta en el foco de la atención. Para ello es imprescindible que el amor, en su camino ascendente hacia los valores más altos, haga una parada en un valor muy peculiar: el valor del conocimiento mismo. El amor, al descubrir el valor del conocimiento, permite que el sujeto atienda a lo teórico en tanto que teórico (que abarca también el ámbito predicativo de las distintas teorías científicas). Esto significa que el amor, en tanto que abre al valor del conocimiento, hace que el sujeto llegue a centrar el punto focal de su actualidad consciente en el ámbito teórico, en lo neutral al margen del valor. Dicho con una expresión paradójica, el amor en su apertura a lo valioso, a lo digno de amor, acaba por abrirnos también a lo que por sí mismo no es digno de amor, es decir, al mero ser teórico o neutral, carente ya de valor. Pero de esto me ocuparé con detalle en otro lugar.

Bibliografía

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Husserl, Edmund (1976), Husserliana III/1, Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Erstes Buch: Allgemeine Einführung in die reine Phänomenologie, La Haya, Martinus Nijhoff. [Traducción al español: (2013), Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro primero: Introducción general a la fenomenología pura, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Fondo de Cultura Económica.] [ Links ]

Rodríguez Duplá, Leonardo (2019), La primacía del amor. Estudios sobre la ética y la antropología de Max Scheler, Madrid, Avarigani Editores. [ Links ]

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1Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik. Neuer Versuch der Gundlegung eines ethischen Personalismus, Gesammelte Werke, Band 2. Existe una traducción castellana de Hilario Rodríguez Sanz: Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético. Me refiero a este libro como El formalismo (abreviatura literal del título original, El formalismo en la ética y la ética material de los valores) para evitar el título demasiado genérico de Ética. En este artículo, citaré las obras de Scheler a partir de sus Obras completas (Gesammelte Werke), indicando el volumen correspondiente y añadiré la página de la traducción española, modificando dicha traducción cuando lo considere necesario.

2Vom Wesen der Philosophie und der moralischen Bedingung des philosophischen Erkennens es un ensayo publicado como artículo de revista en 1917 e incluido en Vom Ewigen im Menschen en 1921. Es posterior, por tanto, a El formalismo publicado en 1913 (primera parte) y 1916 (segunda parte).

3La cuidada edición y traducción de este texto la debemos a Juan Miguel Palacios.

4Sobre este axioma véanse también Scheler GW 11: 68, trad. 32 y GW 11: 242.

5Las propiedades teóricas también pueden centrar la atención, mediante eso que Scheler denomina su llamatividad (Auffälligkeit), pero de ello no trataré aquí.

6Erfassung (captación) es el término que en Ideas I Husserl reserva para el Wahrnehmen (el percibir teórico) ligado a la atención, frente al Wertnehmen (el percibir el valor) (valicepción en la traducción de Antonio Zirión) ligado al interés. Dice Husserl, en efecto, que “captamos” el objeto teórico, pero “nos volvemos” al valor o al “pleno objeto intencional”.

7Uso el ejemplo más fácil del campo visual, pero los campos de diversos sentidos externos pueden ser simultáneos, como cuando la atención centrada en el gusto se extiende al olfato; y los campos valorativamente centrados pueden extenderse a niveles tan complejos como el de lo sobre-actual (Dietrich von Hildebrand). Además, estudiaremos en otro lugar lo que Scheler denomina las “unidades de interés” (Interesseneinheiten), pues en ellas las relaciones no se limitan a conos atencionales perceptivos.

8Leonardo Rodríguez Duplá (2019) muestra la relevancia crucial del amor en la ética de Scheler.

9Salvo en el amor creador. El amor se liga al nivel tendencial y en este caso, que aquí no he mencionado, la ampliación respecto a elementos no dados previamente. En concreto, cuando se trata de un amor capaz de creación absoluta (amor absoluto) no se parte de un nivel teórico que sirva de fundamento dado, pues justamente no hay nada dado (salvo el autoconocimiento del propio Ser absoluto). Quizá Scheler piensa en esto cuando en cierto momento sitúa la fundamentación del amor en un nivel empírico: “empíricamente no existe un amar sin algún conocimiento del ser-así de lo amado” (GW 11: 63, trad. 24).

Recibido: 16 de Diciembre de 2020; Aprobado: 01 de Junio de 2021

Pilar Fernández Beites: profesora titular en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Doctora en Filosofía (1996) con premio extraordinario de Doctorado, Licenciada en Filosofía (1990) con Premio Extraordinario de Licenciatura y Licenciada en Ciencias Matemáticas (1995) por la UCM. Desde el ámbito de la fenomenología, y partiendo de filósofos como Edmund Husserl, Max Scheler y Xavier Zubiri, ha publicado más de setenta trabajos de investigación sobre Filosofía primera, Ética y Teoría de la persona en libros colectivos y en veintitrés revistas especializadas españolas y extranjeras. Entre sus libros se encuentran: Tiempo y sujeto. Después de Heidegger (Madrid, Encuentro, 2010), Embriones y muerte cerebral. Desde una fenomenología de la persona (Madrid, Ediciones Cristiandad, 2007) y Fenomenología del ser espacial (Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, 1999).

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