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Signos filosóficos

Print version ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.19 n.38 Ciudad de México Jul./Dec. 2017

 

Reseñas

José Zalabardo (2014), Conocimiento y escepticismo. Ensayos de epistemología

Jorge Roberto Ornelas Bernal* 

* Profesor Investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, de la Licenciatura en Filosofía. México: jornelass@gmail.com

Zalabardo, José. 2014. Conocimiento y escepticismo. Ensayos de epistemología. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 220p.


Evidencia, externismo y epistemología. Algunos comentarios

La aparición de Conocimiento y escepticismo. Ensayos de epistemología de José Zalabardo constituye una importante contribución a la escasa producción de textos de epistemología contemporánea en castellano, esto, por sí mismo, ya es motivo de celebración. Además, este libro proviene de una de las plumas más renombradas en la epistemología contemporánea a nivel mundial, la del filósofo español afincado en Londres, José Zalabardo , quién ha sabido ganarse un lugar entre los más destacados epistemólogos de la actualidad. Aunque son muchas las razones para celebrar este libro, aquí menciono solamente cuatro de ellas; pero estoy seguro que otras tantas aparecerán en los distintos contextos académicos donde este libro circule:

1) Enfoque y Temática: como se mencionó, la temática del presente trabajo llena un hueco en la literatura hispana en temas epistemológicos de vanguardia. Si bien es cierto que afortunadamente contamos ya con un buen número de volúmenes que recogen, a manera de antologías, algunos de los principales debates epistemológicos contemporáneos (mérito que pertenece en gran medida al Instituto de Investigaciones Filosóficas-Universidad Nacional Autónoma de México), aún es reducido el número de textos en castellano en los que el autor incide en dichos debates con una voz propia e independiente, cuyas resonancias trascienden el ámbito hispanoamericano. En este sentido, el libro de Zalabardo tiene ese aire refrescante que hace falta dentro de la producción bibliográfica de epistemología en español.

2) Carácter especializado: Conocimiento y escepticismo no es un libro de texto ni una introducción a problemas epistemológicos como el tradicional problema del escepticismo filosófico. Por el contrario, está dirigido a un público familiarizado con los principales debates de la epistemología contemporánea (externismo vs. internismo, fundacionismo vs. coherentismo, mooreanismo vs. escepticismo, conservadores vs. liberales, etcétera). No obstante, estoy convencido de que la comunidad epistemológica hispanoamericana ya es lo suficientemente madura como para producir y consumir este tipo de textos; lo cual es una muestra indiscutible de buena salud filosófica.

3) Claridad: este libro es un ejemplar paradigmático de la epistemología analítica, en el mejor sentido de la palabra. Tal y como ha reflejado anteriormente el trabajo de Zalabardo, en este libro los problemas son presentados de manera clara, al tiempo que los argumentos se distinguen por su calidad y contundencia, además, la estructura del libro resulta natural a pesar de estar conformado por distintos artículos independientes entre sí y publicados previamente en varios de los journals más prestigiosos del circuito epistemológico: inicia con una defensa de la posición externista contra los célebres contraejemplos presentados por Laurence BonJour y diseñados para mostrar que la fiabilidad no es una condición suficiente para que una creencia verdadera cuente como conocimiento (ensayo I), lo que prepara el terreno para discutir la forma en que el externismo representa una alternativa viable frente al denominado problema del regreso de la justificación epistémica (ensayo II). El ensayo III, por su parte, analiza cómo un externista fiabilista podría lidiar con el denominado problema del conocimiento fácil y, al mismo tiempo, evitar otros problemas como un escepticismo global hacia las fuentes de formación de creencias (problema del criterio), y también con el tradicional escepticismo cartesiano, tema analizado en el ensayo IV, donde Zalabardo intenta establecer que sí es posible saber que no soy un cerebro en una cubeta conectado a una computadora, a pesar de no contar con evidencia en favor de dicha creencia. El ensayo V está dirigido a uno de los desafíos más urgentes entre los epistemólogos externistas, a saber que el externismo parece proporcionar un templete adecuado para legitimar las denominadas inferencias mooreanas qua estrategias antiescépticas. Tomando distancia de los diagnósticos tradicionales que reivindican el principio de transmisión, como un requisito que rige la legitimidad de las inferencias mooreanas, el diagnóstico de Zalabardo apela al tradicional principio de clausura, lo cual le permite explicar por qué este tipo de inferencias carecen de mordiente antiescéptico. Esto último sirve como preámbulo a la discusión de la concepción de Paul Boghossian sobre el conocimiento inferencial (ensayo VI). Por ello, considero que la selección y el orden de los textos es otro de los aciertos de este volumen.

4) Carácter contestatario: Zalabardo va en contra de uno de los lugares comunes más socorridos en la epistemología contemporánea, según el cual, el escepticismo filosófico es un problema secundario, carente de interés y en el que no se deberían emplear esfuerzos intelectuales (i. e. Williamson, 2000). Aquí, en cambio, el escepticismo es el denominador común que conecta todos los ensayos: el problema escéptico del regreso es el leitmotiv de los ensayos I y II, mientras el escepticismo respecto a la fiabilidad de nuestros procesos productores de creencias (el problema pirrónico del criterio) es presentado en el ensayo III, como una consecuencia putativa de conservar el principio de restricción evidencial (rf) -una fuente de creencias es fuente de conocimiento sólo si la proposición de que la fuente es fiable tiene respaldo para el sujeto (p. 92)-, con el fin de evitar el incómodo problema del autoimpulso para las teorías externistas. El problema que plantea el escepticismo cartesiano tradicional es el tema central del ensayo IV, pero también juega un papel relevante en el ensayo V, debido a que uno de los principales atractivos de las inferencias mooreanas es su supuesto carácter antiescéptico. Así pues, como el propio autor lo advierte desde la introducción, el escepticismo (en sus distintas versiones) parece tener el papel protagónico en todos los ensayos, mismos que, en palabras de Zalabardo “obedecen a un proyecto común de intentar entender por qué los argumentos escépticos son importantes a pesar de que el conocimiento sea lo que los externistas dicen que es” (p. 8). Encuentro sumamente atractivo y renovador este proyecto de reivindicar la importancia del escepticismo en tiempos donde el externismo (y su contraparte antiescéptica) ha devenido en ortodoxia entre los epistemólogos contemporáneos. A partir de la relación entre escepticismo y externismo me gustaría plantear un par de inquietudes, a propósito de las aproximaciones de Zalabardo en este libro.

Me parece plausible dividir el panorama epistemológico en dos grandes bandos respecto a la importancia del escepticismo para el proyecto epistemológico en general: por un lado, estarían quienes piensan que el escepticismo filosófico no es central para el proyecto epistemológico, debido a que está mal planteado (pseudoproblema) y por ello no puede ser refutado de manera concluyente -aunque sí puede ser disuelto (posiciones externistas ortodoxas)-. Por otro lado, se encontrarían los que, también consideran al escepticismo como no refutable de manera concluyente, pero no ven en ello una razón para exiliarlo de las reflexiones epistemológicas, pues desdeñarlo -como pretende la mayoría de posiciones externistas- generaría un déficit explicativo en la epistemología: no se podría explicar cómo es que un sujeto sabe que sabe (Sexto Empírico, Barry Stroud, Richard Fumerton, Dunckan Pritchard y Christopher Ranalli).

La promesa de Zalabardo en la introducción (p. 8) es atractiva porque parece hallarse entre estas dos posiciones: para el autor, el escepticismo sí puede ser diagnosticado y atendido desde un templete externista -quizá como un problema subsidiario de la adopción de ciertos compromisos internistas (i. e. el re)-, lo cual no le resta protagonismo en el proyecto epistemológico, pues sigue siendo importante a pesar de la corrección de las tesis externistas.

Después de revisar los ensayos de este libro tengo dudas acerca de cuál es la importancia que Zalabardo atribuye al escepticismo filosófico en un panorama epistemológico dominado por el externismo, pues en prácticamente todos los ensayos, el escepticismo (en sus distintas versiones) es diagnosticado como subsidiario de la adopción del tradicional requisito internista de segundo orden que rige la relación entre respaldo y evidencia, mismo que el autor denomina “la restricción evidencial” (re), “para que la creencia de un sujeto en una proposición esté respaldada, el sujeto tiene que tener evidencia adecuada de la proposición” (p. 19), donde “evidencia adecuada” significa evidencia inferencial.

El principio RE (o algo funcionalmente análogo) es presentado en casi todos los ensayos como el pecado original de la epistemología tradicional: este principio es directamente responsable del regreso de la justificación, de la aparente fuerza intuitiva de los contraejemplos de BonJour a las teorías externistas (ensayos I y II), del problema del criterio (ensayo III), del escepticismo cartesiano (ensayo IV) y del diagnóstico de Crispin Wright sobre el fallo en la transmisión del respaldo que exhiben las inferencias mooreanas (ensayo V).

De esta manera, la estrategia de Zalabardo consiste en desmenuzar detalladamente cada uno de estos problemas hasta encontrar algo parecido al principio re presente en todos ellos, para después, en un momento posterior, retirarlo con miras a bloquear los distintos tipos de escepticismo a los que conduce. Como he dicho antes, este trabajo de cirujano es sutil y convincente, por lo que no estoy en posición de desafiar la efectividad de la técnica quirúrgica de Zalabardo, más bien me preocupa saber en qué medida ésta le permite cumplir la promesa ofrecida en la introducción: una vez aceptada -por los argumentos del autor- la posición externista como la manera más adecuada de describir la empresa cognitiva de los animales humanos, la cual desactiva los principales tipos de escepticismo filosófico, cabe preguntar qué queda de importante en el escepticismo, qué es ese “algo que todavía los argumentos escépticos tienen que enseñarnos sobre la naturaleza última de la realidad” (p. 7). No veo en qué sentido estas lecciones escépticas pueden ser “compatibles con la concepción externista del conocimiento” (p. 7), pues ésta implica el rechazo del principio re donde parecen descansar todos los tipos de escepticismo analizados por Zalabardo. Por otro lado, en varios artículos, Zalabardo (pp. 60, 91, por ejemplo) explícitamente reivindica la concepción tripartita del conocimiento, con la salvedad de sustituir el tradicional requisito de justificación por el de respaldo. Aunque ésta ha sido una maniobra que unifica a las distintas posiciones externistas, siempre me ha parecido más una re-definición del conocimiento que una reivindicación de la concepción tripartita del conocimiento. Trato de invocar aquí la célebre objeción al externismo, según la cual, al sustituir la tradicional condición de justificación por otra cosa (respaldo, condiciones contrafácticas, fiabilidad, etcétera) el externista está cambiando de tema. ¿Deberíamos leer esta maniobra como una redefinición del tradicional requisito de justificación, o más bien como un tipo de abandono del mismo? Me inclino a pensar que Zalabardo favorece la segunda opción, pero entonces me gustaría saber cómo respondería a la objeción de cambio de tema.

Finalmente quisiera relacionar mis dos preocupaciones: una lectura estándar de la dicotomía internismo/externismo establece que mientras el internista pondera la justificación evidencial, al externista le interesa la consecución de la verdad dentro de la empresa cognitiva, más allá de si el agente epistémico está o no en condiciones de apelar a sus justificaciones. Si hay algo correcto en esta manera simplona de poner las cosas, entonces considero evidente por qué el escepticismo filosófico, que inquiere por la justificación de nuestras creencias que supuestamente cuentan como conocimiento, es anatema en la gran mayoría de las propuestas externistas, las cuales, por diseño, no pueden atender los problemas que el escéptico plantea. Esto último parece reforzar la objeción de cambio de tema: el proyecto epistemológico tradicional surgió como un intento por encontrar un concepto robusto de conocimiento que atendiera el aspecto subjetivo de la empresa cognitiva (responsabilidad epistémica, racionalidad y autonomía epistémica) desafiado por los argumentos escépticos, mientras el proyecto externista ha optado por describir, desde un templete naturalista, la dimensión objetiva de la empresa cognitiva (el fenómeno mismo) de los animales humanos, esto es, el ajuste entre las capacidades cognitivas del agente epistémico y el mundo. Visto así, creo que desaparece la dicotomía internismo/externismo: uno puede ser internista respecto a nuestro concepto filosófico de conocimiento, mientras reivindica una aproximación externista al fenómeno mismo del conocimiento. Sin embargo por lo visto en estos ensayos, no me parece que Zalabardo consideraría viable esa opción. Estoy convencido de que el libro de Zalabardo desencadenará muchas y variopintas discusiones, a las cuales he intentado contribuir modestamente en esta breve reseña.

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