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Signos filosóficos

versión impresa ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.18 no.36 Ciudad de México jul./dic. 2016

 

Reseñas

Diego Parente y Andrés Crelier (2015), La naturaleza de los artefactos: intenciones y funciones en la cultura material

Ayelén Cavalli* 

* Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. ayelencavalli@gmail.com

Parente, Diego; Crelier, Andrés. 2015. La naturaleza de los artefactos: intenciones y funciones en la cultura material. Buenos Aires: Prometeo Libros, 192p.


En la obra La naturaleza de los artefactos: intenciones y funciones en la cultura material, Diego Parente y Andrés Crelier realizan una introducción sistemática del problema filosófico en torno a los artefactos técnicos, focalizando su indagación en las discusiones entre posturas intencionalistas y no-intencionalistas. En primer lugar, los autores presentan el estado de las discusiones acerca de los artefactos técnicos en el debate contemporáneo. A pesar del carácter escindido de lo artificial, el cual jerarquizó las actividades artísticas por encima de las productivas desde el comienzo mismo de la filosofía, el siglo XX habilitó un lugar de preeminencia para el problema de la técnica, por lo que la noción de artefacto acrecentó su relevancia en los últimos años, tanto en la ciencias sociales, como en las humanidades en general, y en la filosofía, en particular, constituyendo un propio subcampo disciplinar.

Sin desconocer la complejidad del problema de los artefactos técnicos, los autores proponen una indagación filosófica de los mismos, que se centra en los aspectos ontológicos y epistemológicos de lo artificial. Para ello, se plantean dos preguntas, las cuales representan los debates centrales dentro de la filosofía de los artefactos y estructuran las discusiones generadas en la presente obra: 1) ¿Son los artefactos clases reales? y 2) ¿qué hace a ciertos elementos materiales artefactos técnicos de la realidad? Mediante la noción de función técnica, los autores proponen un recorrido a través de distintos aportes teóricos para responder a las interrogantes señaladas. La primera pregunta enfatiza el problema del estatuto ontológico, ante el cual se identifica una postura intencionalista que busca oponerse a la concepción aristotélica deficitaria y destaca la relación de los agentes intencionales con los artefactos técnicos que producen (Lynne Rudder Baker, Amie L. Thomasson, Marzia Soavi). En cambio, otros autores argumentan que estos artefactos poseen un déficit en relación con otras clases reales, como las naturales, por lo cual cuestiona su legitimidad ontológica (David Wiggins, Peter van Inwagen, David Lewis, Trenton Merricks, Andrés Crelier y Diego Parente ). La segunda pregunta habilita una discusión que tiene mayor importancia dentro del debate contemporáneo sobre la ontología de los artefactos: el atributo de artificialidad recae en los estados mentales de los agentes intencionales. Esta posición constituye el punto de partida de una teoría intencionalista de los artefactos técnicos.

Parente y Crelier plantean la necesidad de restringir la indagación enfocándose en las funciones técnicas, así como en la fenomenología de la cultura material. Parten del hecho de que la vinculación primaria con los artefactos es de carácter utilitario, en tanto la funcionalidad artefactual es establecida por agentes intencionales. Siguiendo a Beth Preston, los autores introducen la siguiente pregunta, para delimitar, con precisión, el problema a investigar: ¿cuál es el papel de las intenciones humanas en el establecimiento, mantenimiento y cambio de las funciones de los artefactos técnicos? El desarrollo de los enfoques intencionalistas y no-intencionalistas se presenta como una propuesta viable para responder la interrogante planteada.

El intencionalismo se presenta en diversas vertientes, pero es posible establecer una definición lo suficientemente amplia que las contenga: “aproximación que considera que la función de un artefacto es dependiente de historias causales que necesariamente involucran una conducta intencional por parte de agentes humanos” (p. 23). Más allá de los matices, los autores advierten que en perspectivas intencionalistas de corte radical se pueden identificar ciertas dificultades teóricas, como el descuido de la escena de producción real de los artefactos o el papel de diversos agentes intencionales en la producción y el uso. A partir de estos problemas surgen interrogantes acerca de los modelos autorales y el papel del diseñador como agente intencional privilegiado.

El enfoque intencionalista es estudiado tanto en sentido amplio como en sentido fuerte en el ámbito de las funciones. En este punto, se busca responder a las preguntas: ¿en qué papel social residen las intenciones autorales que determinan las funciones técnicas?, para lo cual se indaga el lugar del diseñador y los usuarios, así como ¿qué tipo de autor está involucrado en el establecimiento de funciones?, mediante el paradigma de enfoque intencionalista fuerte de Mary Martin McLaughlin. Por último, se señalan algunas limitaciones del enfoque, en particular, el papel de la selección no intencional, los procedimientos de ensayo y error y el problema de la institución de la función.

En el segundo capítulo, se plantean los rasgos generales de los enfoques intencionalistas, para luego hacer énfasis en las discusiones en torno al intencionalismo fuerte, a partir de dos tesis centrales: 1) las intenciones humanas son las únicas determinantes de las funciones artefactuales; 2) las intenciones humanas determinan de forma completa o exhaustiva las funciones de los artefactos. En contraposición, los autores argumentan que las intenciones del autor no son suficientes, dados el involucramiento de procesos de ensayo y error, así como de selección no-intencional, presentes en la historia material de las funciones técnicas. Como debilidades de esta vertiente se reconocen: abstracción de la autopoiesis, reducción de las historias reproductivas de los linajes artificiales, desestimación de las funciones de los individuos y la función condicionante de los nichos técnicos. En relación con la pregunta que estructura todo el capítulo: ¿a qué nos referimos exactamente cuando postulamos una función propia?, se concluye que la propuesta de función propia, postulada por el intencionalismo, resulta deficitaria, pues la intención productiva del diseñador no es suficiente para dar cuenta de ello. Debido al desarrollo de la argumentación se observa la necesidad de explorar una aproximación no-intencionalista de la problemática planteada.

Por su parte, los enfoques no-intencionalistas tienen la influencia de discusiones, propias del ámbito de la filosofía de la biología, favoreciendo analogías entre la evolución biológica y la evolución técnica. Desde esta perspectiva, no se desconoce la intencionalidad de los agentes, sino que ésta no se considera determinante en la constitución del funcionamiento de los artefactos técnicos. Siguiendo la comparación evolucionista, se identifican historias causales de selección y reproducción donde compiten diversos diseños por la adaptación a condiciones ambientales. Lo que condiciona la determinación de la función técnica descansa en un proceso de reproducción automatizada. Los autores sostienen que:

[...] las trayectorias de los diferentes linajes de artefactos se hallan infradeterminadas, es decir, se encuentran gobernadas por ciertas fuerzas colectivas externas o bien por dinámicas autónomas internas ninguna de las cuales responde necesariamente a las intenciones o deliberación individual de agentes intencionales. (p. 25).

Los autores analizan la perspectiva no-intencionalista desde el reproductivismo naturalista de Ruth Millikan, a partir del cual las funciones propias directas son explicadas mediante el éxito reproductivo de diversos ítems -como órganos biológicos, artefactos o piezas del lenguaje- que constituyen familias. En este marco, los mecanismos intencionales juegan un papel central en las funciones propias derivadas, por lo cual, en este caso el no-intencionalismo no implica necesariamente la aceptación de una postura antiintencionalista.

En un segundo momento, se interpelan los aportes millikanianos mediante el marco reproductivista de Beth Preston, quien propone una fenomenología de la cultura material, donde desarrolla una teoría pluralista de las funciones técnicas, distinguiendo dos clases independientes de funciones: propias y sistémicas. En relación con el papel de las intenciones en la cultura material, Preston sostiene una visión deflacionada, ya que éstas se presentan subordinadas a contextos sociales, posicionadas en historias reproductivas, y en condiciones de igualdad con los usuarios en su capacidad de determinar funciones técnicas. Parente y Crelier sostienen:

Preston establece con ello una suerte de equilibrio entre los agentes intencionales y los patrones sociales donde los mismos agentes se reproducen. El marco resultante no invalida pensar que las intenciones cumplen un papel en la cultura material, pero como vimos se trata de intenciones reproducidas socialmente. (p. 134).

En este punto, los autores realizan un balance de los aportes y limitaciones de la propuesta de Preston e introducen una serie de interrogantes que complejizan la discusión: ¿qué sucede en el caso de aquellas entidades capaces de reproducirse ellas mismas, pero, a la vez, intervenidas intencionalmente?, ¿cómo pueden los patrones de uso -y los propósitos humanos allí presentes- inmiscuirse en procesos autónomos para generar, también allí, entidades artificiales en cierto modo dependientes de intención?

Por último, el cuarto capítulo de la obra estudia el problema de los bioartefactos o artefactos biológicos, caracterizados tanto por la influencia de la intención de agentes humanos como por una dinámica de reproducción autónoma, la cual los animales domésticos ilustran, presentando una visión panorámica de la problemática para luego sumergirse en las respuestas intencionalista y reproductivista, con el objetivo de establecer una conceptualización enriquecida de las mismas. Los autores se posicionan en un espacio de tensión, rechazando las perspectivas fuertes dentro del intencionalismo y adoptando un enfoque no-intencionalista mínimo o intencionalismo genérico, a partir del cual se reconoce, siguiendo al reproduccionismo de Preston, que “la cultura material es un ámbito donde se mantienen y reproducen patrones culturales no sólo de objetos y funciones técnicas sino de las propias intenciones humanas” (p. 181).

Desde el marco teórico delineado, se plantean las siguientes preguntas: ¿son realmente distintas las trayectorias de los bioartefactos y los artefactos prototípicos en cuanto a los modos de relacionarse con los agentes intencionales que los producen?, ¿comparten, en algún sentido, un carácter familiar? Si no lo comparten, ¿qué tiene de irreductible cada una de estas categorías?, ¿podríamos, legítimamente, tomar a los bioartefactos como prototipo de acción técnica y artificialidad?

El intento de una delimitación a nivel ontológico de los linajes bioartefactuales muestra las restricciones de las posiciones fuertes en relación con la intencionalidad autoral. Parente y Crelier proponen una caracterización de los artefactos biológicos que busca integrar tanto la capacidad autopoiética de los organismos como las instancias de selección intencional. Desde esta lectura, resulta interesante la extrapolación de algunas tesis de los bioartefactos a los objetos técnicos prototípicos; particularmente, la consideración de la cultura material como dinámica co-evolutiva integrada por humanos y no-humanos.

En conclusión, la presente obra constituye un aporte relevante a la discusión contemporánea sobre los artefactos técnicos, pues presenta una aproximación que intenta integrar las perspectivas intencionalistas y no-intencionalistas en torno al problema de las funciones técnicas, las cuales tradicionalmente han corrido por carriles separados, tomando como vehículo a los bioartefactos. El establecimiento de este diálogo no sólo se propone determinar los alcances y limitaciones de ambas posiciones teóricas, temática que actualmente posee escaso tratamiento en las publicaciones iberoamericanas, sino también elaborar un enfoque integrador. Esta original tarea que emprenden los filósofos argentinos Diego Parente y Andrés Crelier representa una contribución de gran relevancia para el debate contemporáneo en el campo de la filosofía de los artefactos técnicos tanto a nivel regional como internacional.

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