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Signos filosóficos

Print version ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.18 n.35 Ciudad de México Jan./Jun. 2016

 

Reseñas

Gabriel Vargas Lozano (2014), Filosofía ¿para qué? Desafíos de la filosofía para el siglo XXI

Alejandro Porras Pimentel* 

* Estudiante de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México. alejandro_porras@outlook.com

Vargas Lozano, Gabriel. 2014. Filosofía ¿para qué? Desafíos de la filosofía para el siglo XXI. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 154p.


Antes de comenzar con lo que atañe estrictamente al libro deGabriel Vargas Lozano , quiero hacer mención de otro escrito con el cual éste se relaciona de manera muy estrecha. En 1957, Jean François Revel -intelectual francés formado como filósofo, quien se desempeñó sobre todo como periodista y escritor- publicó un ensayo cuyo título suele traducirse como Los filósofos, ¿para qué? En su momento, la obra causó gran revuelo en los estratos cultos de la época, pues en él se cuestionaba el provecho que los eternos devaneos de los pensadores, cautivados por la sabiduría, le acreditaban realmente a la sociedad del siglo xx. Ello propició que las opiniones en torno al libro se dividieran: por un lado, fue celebrado como un texto imprescindible para reflexionar con actualidad acerca del quehacer filosófico, mientras que, por el otro, fue considerado como un simple panfleto sin importancia.

Ahora, varios años más tarde, Gabriel Vargas plantea una pregunta parecida a la de Revel, aunque en esta ocasión va directamente a la raíz del asunto: Filosofía, ¿para qué? O como señala el subtítulo del libro: ¿Cuáles son los desafíos de la filosofía para el siglo XXI?

A primera vista, todo parecería indicar que la obra intenta desarrollar una mera apología de la actividad filosófica para justificar su existencia en el mundo contemporáneo, lo que a una mente suspicaz puede generarle cierta desconfianza respecto de la objetividad del texto. Y aquí es preciso decir que, de algún modo, ese es efectivamente uno de los objetivos que subyace a la discusión propuesta por Vargas: explicar al ciudadano común la importancia e incidencia de esta disciplina en su vida cotidiana. Sin embargo, como él mismo señala, no se trata en realidad de salvar a la filosofía o a quienes se dedican a ella, sino de replantear el papel que esta disciplina puede desempeñar para ayudarnos a superar la complicada situación que atraviesa la humanidad en estos tiempos de crisis.

¿Cuál es exactamente la crisis a la que se refiere Vargas? Para empezar, es un hecho que las estructuras políticas y económicas actuales tienden a excluir materias y saberes que tanto la globalización como el mercado consideran inútiles: las humanidades. Al menos, esto es una realidad de nuestro país, donde en tiempos recientes se intentó suprimirlas definitivamente de los planes de estudio de la Secretaría de Educación Pública, dando pie a que la filosofía perdiera su ya tan mermada presencia en la vida de los mexicanos. El autor considera esto como un reflejo del “profundo proceso de deshumanización” en el que nos encontramos, consideración que me parece posible sostener como uno de los hilos conductores de los ensayos que conforman la primera parte del libro.

Uno de los aspectos analizado con mayor detenimiento es la educación, que los griegos llamaron paideia. Ésta ahora se encuentra marcada por un carácter práctico-utilitario, cuyo único fin es formar operarios o técnicos acríticos para que el sistema siga funcionando; el cual propicia y ampara injusticias inaceptables, pues representan una contradicción con el supuesto desarrollo al que tiende la humanidad.

Ahora, a todo esto, ¿qué tiene que ver la filosofía o por qué le competen estas cuestiones, si hay otras ramas del conocimiento que -tal vez- harían una mejor labor al intentar arreglar o matizar la situación?, vervi gratia, la sociología, la pedagogía o la misma ciencia política. Como atinadamente señala Vargas, los problemas a los que nos enfrentamos no sólo son objeto de las ciencias sociales, ya que históricamente la filosofía ha ayudado a configurar nuestra visión del mundo; así lo demuestran los numerosos ejemplos citados en el libro acerca de algunas instituciones que hoy son realidad y fueron ideadas en su momento por filósofos, como es el caso del republicanismo, el estado de derecho, la democracia, los derechos humanos, etcétera. De igual forma, en el mundo del siglo xxi aún hay varias cuestiones cuya resolución -cualquiera que ésta resulte ser- requiere de un pronunciamiento claro de la filosofía (por ejemplo, en bioética se tienen los problemas derivados de prácticas como la clonación, la experimentación con células madre o el mejoramiento humano; en política se presenta la cuestión acerca del alcance y contenido de la ciudadanía, los derechos político-electorales o el tratamiento de las múltiples demandas que las comunidades indígenas reclaman en oposición al monismo jurídico estatal, por mencionar algunos). De esta manera, la filosofía es un lucero que puede mostrarnos a qué nos enfrentamos y darnos una pista de cómo resolverlo.

Esta aseveración obliga a plantear la siguiente pregunta: si la filosofía es tan necesaria, ¿por qué los gobiernos de distintos países se han empecinado en suprimirla junto con las otras humanidades? La respuesta de Gabriel Vargas asume que, como en general ha ocurrido, la filosofía se ha mostrado como una disciplina eminentemente crítica, que induce a la reflexión, a cuestionarnos acerca de la validez de nuestras acciones y las de los otros, lo cual, claramente, no es del agrado de quienes detentan el poder y aspiran a regir sobre súbditos dóciles, en lugar de gobernar para ciudadanos.

Ante ello, el profesor Vargas propone algunas acciones -en las que no entraré ahora en detalle por falta de espacio para exponerlas con la debida atención- que docentes, investigadores y distintas asociaciones ya han comenzado a poner en marcha en nuestro país con la finalidad de lograr incorporar a la filosofía en la sociedad, es decir, para lograr que la reflexión filosófica incida realmente en nuestras vidas. Se sigue con ello la propuesta de la unesco, la cual pretende que la filosofía deje de ser patrimonio exclusivo de los filósofos, para ser enseñada a todos: niños, adolescentes y adultos mayores por igual. Esto, claro está, sin que dicha medida implique un detrimento de la autonomía o rigurosidad que esta disciplina exige para llevarse a cabo de manera profesional en la academia; se trata de mantener a la filosofía donde ya existe y de implantarla donde aún no está presente.

Esto último, considero, es lo más significativo del libro, el cual es un texto de divulgación al que cualquiera se puede aproximar. No obstante, aún hay otras cosas que bien vale la pena rescatar, como la lucha de la comunidad filosófica en México para frenar su exclusión de las aulas, o la reflexión acerca de algunas obras de eminentes pensadores que también se han preocupado por estos temas (plasmada en los trabajos que conforman la segunda mitad del libro), las cuales sólo pueden apreciarse tras la lectura del texto completo. Quise concentrarme en estos puntos, pues me parece que en ellos se sitúa una problemática cuya discusión no hace sino comenzar.

Concluyo con un par de comentarios. Primero, para quienes hemos decidido que vale la pena dedicarnos al estudio de la filosofía -sin importar si apenas comenzamos en ello o que ya se tenga toda una vida dedicado a esta actividad- es necesario replantearnos la pregunta de Revel: ¿para qué sirven los filósofos? Pues aunque debe de ser claro que el valor de la filosofía no puede medirse según los parámetros instrumentales aplicados en otros ámbitos, también es posible que la supuesta inutilidad que se le atribuye se deba a quienes se han dedicado a cultivarla frívolamente desde un pedestal; no fomentemos esta caracterización tan sesgada y perniciosa.

Por otro lado, para cada uno de nosotros, como miembros de la sociedad civil, es necesario detenernos a reflexionar acerca del por qué y el para qué de la filosofía en el siglo xxi; cuál es la razón por la que hasta ahora -y pese a las fuerzas que pretenden anularla- es una materia imprescindible en la formación de cualquier ciudadano. Gabriel Vargas sostiene que la filosofía es la única disciplina capaz de permitirnos la comprensión global de la situación actual del mundo, y quizás esté en lo correcto. Sólo al entender su incidencia efectiva en nuestra vida estaremos en mejores condiciones de superar la crítica situación en la que nos encontramos. De cualquier modo, la decisión al respecto sólo le compete a cada lector de esta obra.

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