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Signos filosóficos

versão impressa ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.14 no.27 Ciudad de México Jan./Jun. 2012

 

Reseñas

 

Luis César Santiesteban (2009), Heidegger y la ética

 

Arturo Gerardo Ruiz Utrilla*

 

Chihuahua, México, Aldus, 234 pp.

 

* Profesor, Maestro en filosofía, Chiapas, México, argeruiz@live.com.mx

 

EL ETHOS: EL ROSTRO ÉTICO DE LA PREGUNTA POR EL SER EN HEIDEGGER

Nuestra época ha sido caracterizada de diversas maneras, como nihilista, posmetafísica o como época de la Ge–stell. Aunque cada uno de estos títulos representan diversos matices de nuestra realidad, convergen en un mismo sentido: nuestra época acontece como crisis. Vivimos una era donde los discursos que fundamentaban nuestra existencia se han despojado de su validez; así, la realidad se constituye como el lugar de destierro de nuestras seguridades centenarias y algunas milenarias.

Desde hace mucho tiempo la filosofía ha tomado el problema del acontecer entre sus manos y ha tratado de brindar algunas soluciones. De manera inmediata vienen a la mente los nombres de Aristóteles y Kant. Pero, en el presente se siente un vacío que no podemos pasar desapercibido. Martin Heidegger, conocido por ser un gran pensador del siglo pasado, por todas las proyecciones que emanaron de su pensamiento a distintos ámbitos del conocimiento, no realizó explícitamente un tratado de ética, como los filósofos mencionados. ¿Cómo entender esta ausencia en la obra de un pensador fundamental como lo es Heidegger, en una época crítica, no sólo para el ser humano, sino para la vida en su totalidad? ¿El fenómeno ético para Heidegger no causaba ni siquiera un atisbo de interés?

A pesar de esta suerte de ausencia, muchos consideran que de forma implícita la obra de Heidegger contiene un tipo de ética. El libro de Luis César Santiesteban, Heidegger y la ética, trata de esclarecer la postura con que Heidegger afrontó el fenómeno ético. A los ojos de Santiesteban tal ausencia, en rigor, no existe; lo que hay es una ética originaria, la cual es difícil de identificar por el carácter cifrado de ésta y porque no se encuentra en una obra en específico (pp. 22–23).

Sin embargo, pese a que pueda existir este nuevo cuño de ética, lo insoslayable es la ausencia de un tratado como tal. El autor interpreta esta ausencia en total coherencia con el pensamiento de Heidegger. Tal coherencia, sin embargo, no se constituye porque Heidegger haya sido renuente a la ética misma, sino porque: 1) él consideró que la partición de la filosofía en especialidades coarta la multidimensionalidad de los fenómenos, constriñendo las regiones holísticas de éstos sólo a determinado tratamiento estrecho; 2) la ética, tal y como se ha tratado por la metafísica, depende del sentido antropológico que la misma metafísica ha abierto, es así que la ética se fundó como ética del animal racional o del sujeto, lo cual ya se integra en la historia del olvido del ser, asunto que se encuentra en la base de la Ge–stell; 3) no se puede pensar una ética sin desvelar primeramente la historia del ser, historia que ha delineado todo tratamiento contemplativo y todo trato con los entes, de ser así se corre el peligro insalvable de ser presa de una ética que co–fluye con la crisis misma (pp. 31–36). En relación con lo anterior, Santiesteban dice:

[...] aquellos intentos por comprender el clima moral y espiritual de nuestra época, que se llevan a cabo sin confrontarse con el tema del nihilismo en su versión nietzscheana y heideggeriana, se pagan al precio de insuficiencias en el análisis. (p. 132)

El nihilismo, que se puede entender como la desvalorización de los valores, permea en la naturaleza de la humanitas, arrastrando al hombre hacia el vacío espiritual (pp. 132–133). Este abandono de los ídolos, germinándose como indigencia humana, empero, no es algo que haya surgido espontáneamente, sino que tiene una historia. Tanto Nietzsche como Heidegger determinan "el origen del nihilismo en la metafísica misma" (p. 145).

Para Heidegger, el inicio de la metafísica se halla en la filosofía platónica, cuando el filósofo griego marca la dicotomía entre el ámbito ideal y el fenoménico, haciendo depender el segundo del primero. Tomando en cuenta las distancias, Nietzsche y Heidegger son muy cercanos en relación con lo anterior. Para Nietzsche el nihilismo encuentra su génesis en la metafísica como moral, lo cual constituyó la escisión del mundo: "el del más allá, el verdadero, y el del más acá, el aparente, y al fundar los valores de este mundo en aquél" (p. 145). Además, en Nietzsche, expone Santiesteban, el nihilismo no sólo tiene un carácter negativo: "éste no significa la más absoluta de las tinieblas, no debe ser motivo de desánimo o acaso pesimismo" (p. 135). El nihilismo en Nietzsche representa una etapa de transición hacia un nuevo panorama, pero para que ese cambio ocurra el ser humano tiene que convulsionarse y expulsar todas sus seguridades metafísicas, para poder experimentar una suerte de reinvención.

En Heidegger, el dominio de la Ge–stell significa el paso anterior al otro inicio, es el último respiro de la metafísica. De esta manera nuestra época se constituye, al unísono con Nietzsche, como transicional. Esta transición, en Heidegger, viene enmarcada en el concepto de Ereignis. La época que se abrirá paso ya no estará fundamentada a través de los valores de la metafísica, en vez de esto, surgirá de la apropiación del acontencer del des–encubrimiento. Ge–stell y Ereignis son excluyentes, sin embargo, esto no debe llevar a pensar que son independientes. El Ereignis es a pesar, en contra y desde lo abierto por la doctrina de las ideas, lo que en su proyección se fraguó como metafísica de la presencia.

Si nuestra condición histórica, reconocida por Heidegger como nihilista, es lo destinado por el olvido del ser, entonces, ¿cómo reconocer las soluciones si sufrimos la misma amnesia? Para pensar una ética alejada del nihilismo hay que revitalizar la pregunta por el ser. En tanto permanezcamos en el mismo punto de enunciación seremos parte del problema. ésta es una de las razones que argumenta Santiesteban, respondiendo a las recriminaciones de la ausencia de un tratado ético en la filosofía heideggeriana.

Sin embargo, lo anterior no significa que Heidegger no haya pensado en el fenómeno ético, sino todo lo contrario. Su silencio, dice Santiesteban, se puede entender como una profunda comprensión de la ética y de ello no se desprende categorialmente que no exista una, aunque en otros términos (pp. 36–46). El pensamiento ético en Heidegger gira en torno al término griego ethos. ésta es una de las claves de Santiesteban para reconocer la ética heideggeriana.

Para entender el pensamiento ético en Heidegger, Santiesteban ofrece como punto de apoyo la carta que le responde éste a Jean Beaufret, publicada como Carta sobre el humanismo. En este texto Heidegger expone que los términos de ética y ontología han caído presa de definiciones enciclopédicas y que se ha perdido la experiencia fundamental de la cual han surgido (p. 159). Por su parte, la ética no es más que una doctrina de valores, de esta manera se ha establecido, en mayor o menor medida, como una receta por la cual se pueda llegar a vivir mejor. Con Heidegger, el pensamiento ético parte de la experiencia del claro donde habita el hombre, éste es el sentido originario de la palabra ethos.

Veámoslo más detenidamente. En Ser y tiempo el ser humano es definido como Dasein, lo que estructuralmente queda ejemplificado en el existencial estar–en–el–mundo. Mundo, entendido como el claro donde permea el sentido del ser, constituye el Da del Dasein. Éste es el sitio de las decisiones del hombre, donde se establecen sus posibilidades más propias. Aquí, en medio de lo ente, el hombre habita y se las arregla con todo aquello que es. Este arreglárselas no se forma arbitrariamente, sino que responde a un horizonte previo de significatividad. Este horizonte significativo, que actúa en la compresión originaria, Heidegger lo atribuye al carácter histórico del mundo. El filósofo de la selva negra dice: "tal ente sólo es histórico en razón de su pertenencia al mundo". Este aparecer de los entes, en tanto históricos, es el envío del ser, momento al cual el hombre, en su condición de arrojado, llega tarde para la decisión del momento epocal de su existencia. De esta manera el ser humano, comenta Santiesteban, "no puede menos que relacionarse con él. Esta relación con el mundo no está sujeta a caprichos o a la voluntad del Dasein" (p. 160). Este lugar de su arrojamiento constituye la experiencia del Ethos: el lugar de su estancia y cuidado.

Esto revela el lugar privilegiado del ethos por encima de la ratio, del logos, puesto que todo contacto con el ente, inclusive en la modalidad contemplativa, tiene como principio el mundo en su tesitura originaria. Uno de los hallazgos más sobresalientes que Heidegger establece desde Ser y tiempo, y profundizó radicalmente en su época tardía, es el hecho de que no puede existir la objetividad sin tomar en cuenta el mundo previamente dado; todo acercamiento más elaborado, el científico por ejemplo, tiene como fuente la vivencia circunspecta. De esta manera, dice Santiesteban, argumentándose desde la obra heideggeriana, la ratio, como carácter hipostasiado por la metafísica, es sólo un nivel posterior al ethos: "Por ello el logos como un comportamiento afirmador se halla fundado en el Ethos" (p. 184).

Con ello, Santiesteban reconoce dos cuestiones de capital importancia en cuanto a la ética heideggeriana: 1) el hombre, antes de ser animal racional, es el ente que tiene mundo: anthropos zoon ethos ejón; esto constituye, pues, su ser más originario, lo cual Santiesteban nombra como "el carácter excéntrico del hombre" (p. 181). 2) El ethos no sólo apunta en dirección al ser humano, sino que se refiere a la totalidad del ente; así el ser humano tiene una relación con el ente que no lo sitúa originariamente como amo y señor de la naturaleza, como si el mundo fuera un lugar geográfico más allá de él; sino, "se revela su dependencia hacia él [hacia el ente en su totalidad]" (p. 181). El hombre no vive sus acciones como si estuviera afuera del mundo, sino que, reconoce nuestro autor, en este planteamiento que toma al Dasein en su relación insoslayable con el mundo, una relación de mutua afectación entre Dasein y mundo.

Cuando ha quedado clara tal cuestión, se entiende que el problema de nuestra indigencia epocal ha sido abierto por la visión antropocéntrica de la metafísica, la cual le confiere al hombre el sitio de la verdad y dispone al mundo como su obra. Esto sólo pudo suceder una vez que el hombre es entendido como sujeto de conocimiento y el mundo como opuesto a éste, es decir, como objeto de estudio. Esta dicotomía implícitamente conlleva a separar dos entes, que de entrada tienen una relación de íntima reciprocidad.

Uno de los mayores aportes que presenta la obra de Santiesteban es el minucioso análisis que realiza entre los fenómenos del nihilismo, el acontecimiento epocal del ser y los temples de ánimo. La dificultad que representa descubrir la ética originaria en Heidegger, que señala Santiesteban desde el primer capítulo de su libro, consiste en que nuestra búsqueda no debe supeditarse sólo a una de sus obras o de sus etapas; más bien, hay que tener en mente su obra completa, la lógica y evolución de ésta para tener claridad al unir las claves éticas en el grueso de este cuerpo temático. Cuando esta ética se posa sobre nuestro entendimiento, dice Santiesteban, "hace superflua la elaboración de una ética" (p. 200).

También señala el autor que la reivindicación por la pregunta por el sentido del ser no es únicamente una línea temática encerrada en una ontología, sin fines más allá de lo teórico, sino que va más allá de ello. La reivindicación de la pregunta por el ser significa, de forma co–originaria, la reivindicación del sentido del ethos.

Heidegger y la ética es una obra que merece atención por todo el trabajo de investigación patente en cada tematización. No está demás plantearles a los que se encuentran trabajando asuntos relacionados con la ética en Heidegger una afirmación de Santiesteban que ayudará para que los esfuerzos no se extravíen: "Aquellos que exigen de Heidegger una ética, piensan ésta las más de las veces en el horizonte de la filosofía tradicional, por eso no pueden descubrir en sus escritos ninguna manifestación palpable de ella" (p. 219).

El Heidegger ético, presentado por Santiesteban, es un pensador que quiere dar a conocer la fuente más recóndita de nuestra crisis epocal, la cual secuestra las raigambres más profundas del ser humano y, al mismo tiempo, avisar sobre un nuevo ethos: "El filósofo alemán [dice Santiesteban] conmina al hombre actual el 'otro comienzo' en cuyo entramado tiene lugar el advenimiento del Dasein, la epifanía del ser, el centellar repentino del último dios y el Ethos del respeto" (p. 220). La obra de Santiesteban, Heidegger y la ética, presenta el lado ético de la pregunta por el ser, el cual no se entiende como un añadido, sino como un pensamiento cooriginario en el núcleo filosófico de Heidegger.

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