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Signos filosóficos

versión impresa ISSN 1665-1324

Sig. Fil vol.11 no.22 Ciudad de México jul./dic. 2009

 

Artículos

 

"Todos los seres son seres en virtud del uno". Unidad y multiplicidad en el principio jambliqueo de causalidad universal*

 

Daniela Patrizia Taormina**

 

** Universidad de Roma Tor Vergata, taormina@lettere.uniroma2.it

 

Recepción: 29/04/08
Aceptación: 25/02/09

 

Resumen:

El problema de la causalidad universal está planteado y resuelto por los filósofos neoplatónicos de la Antigüedad Tardía a partir del principio de acuerdo con el cual todo ente extrae el propio origen a partir de un principio superior y trascendente: el Uno. Sin embargo, sobre esta línea unitaria, tal principio explica arquitecturas de lo real que no se sobreponen. En el fragmento de una Epístola a Macedonio, conservado en el Anthologion de Juan Estobeo (I 5. 17 pp. 80. 10–81–6 W.), Jámblico retoma literalmente la proposición de Plotino de que "todos los seres son seres en virtud del uno" (tratado 9, 1. 1), pero la somete a la exigencia de una jerarquía de lo divino y de lo sensible, extraña al pensamiento plotiniano. En efecto, la usa para describir la modalidad con base en la cual se constituyen los grados de realidad que son propios de su sistema, desde la primera forma de ser —llamada "aquello que es en modo primario"— hasta el destino, a través de los principios de las clases de los seres universales —las "causas totales"— y las causas naturales. A cada uno de estos niveles, la unidad participada se coloca en el origen de la serie ontológica que deriva de ella y constituye su fundamento. Ella se coloca, además, como fundamento de las causas mismas: les confiere su poder eficiente, les proporciona el modelo de la relación que ellas instauran con cuanto precede y las modalidades que regulan sus recíprocas correspondencias. En última instancia, tal paradigma es funcional para una definición del destino como orden anterior a las cosas ordenadas; un orden uno, simple y superior.

Palabras clave: causalidad, destino, Jámblico, Plotino, neoplatonismo.

 

Abstract:

The universal causality problem is exposed and solved by the neoplatonic philosophers of the later ancient period, according with the principle that all being gets his own origin from a superior and transcendent principle: the One. However, on this join line, this principle works as an explanation of several architectures of the real that are not superposed. In the paragraph of the Letter to Macedonius, of Johannes Stobaeus' Anthologion (I 5. 17 pp. 80. 10–81–6 W.), Iamblichus takes literarily Plotinus's statement that "all beings, are beings due to the One" (tratise 9, 1. 1), but he submit it to a sensitive and divine hierarchy, alien to Plotinus's philosophy. Indeed, he uses it to describe the modality in which are based the constitution of the diferent levels of reality that pertains to his own system: from the first being form —the so called "what is in a primary way"—, to the destine, through the principles of universal types of beings —"total causes"—, and natural causes. In each one of these levels, the participated unity is placed on the origin of the ontological line derived from her, and constitutes its fundament, Morover, it constitutes the fundament of causes themselves: it confers to them her efficient power, and provides the relation model to all that is a precedent to them, also the modalities that regulate their reciprocal correspondences. Finally, that paradigm works for the sake of a definition of "destiny" as a previous order of the ordenered things; an order which is one, simple and superior.

Key words: causality, destiny, Iamblichus, Plotinus, neoplatonism.

 

El principio fundamental de la metafísica neoplatónica establece, como se sabe, que todas las cosas obtienen su existencia a partir del Uno. Expuesto de acuerdo con diversas formulaciones, dicho principio proporciona las coordenadas generales dentro de las cuales está asentado y resuelto el problema de la causalidad universal.

Jámblico enuncia este principio en un fragmento conservado por Juan Estobeo, Anthologion I 5. 17 pp. 80. 10–81–6 W., extraído, de acuerdo con la indicación del lema, de una carta a Macedonio, personaje del que no tenemos otros datos.1 Allí el principio general de causalidad está formulado en los siguientes términos: "todos los seres son seres en virtud del uno".

Este principio tiene un antecedente inmediato en el célebre incipit del tratado plotiniano "Sobre el Bien o Uno" (VI 9), retomado literalmente, y su formulación presenta, como ya en Plotino, una cierta ambigüedad. El término uno, en efecto, indica al mismo tiempo el uno en cuanto principio de todo y la unidad inherente a todo ser;2 paralelamente el uso del dativo, , muestra, o bien la relación de todos los seres con el uno, o bien, que los seres, por sí mismos múltiples, encuentran su fundamento en la unidad.

En la explicación de este principio, sin embargo, Jámblico se aparta radicalmente de su modelo. Plotino, en efecto, había puesto la tesis de que "todos los seres son seres en virtud del uno" al interior de un itinerario que se dirige a mostrar la necesidad de la ascensión hacia el Uno. En tal dirección había también probado su tesis sirviéndose de nociones estoicas, en particular de la división entre los cuerpos que tienen sólo una unidad externa y cuerpos que tienen una unidad interna, división probablemente ya integrada por sus predecesores al interior del sistema platónico. Jámblico, por el contrario, utiliza el mismo principio para fundar ontológicamente la propia definición del destino. Para conseguir este objetivo, sin embargo, no proporciona ninguna prueba que sea verdadera y propia del principio que ha formulado; se limita a mostrar su validez recurriendo a categorías ontológicas propiamente platónicas: lo uno y lo múltiple, vistos en su relación dialéctica. De esta manera, a partir del principio todo lo que es, es tal porque es uno, Jámblico hace derivar implícitamente el corolario con base en el cual la unidad precede siempre, desde el punto de vista ontológico y causal, a la multiplicidad. El problema se ubica de esta manera en el cuadro de la relación dialéctica entre unidad y multiplicidad; en él encuentra su fundamento y su modelo de solución. El principio dado, en efecto, explica todo el mecanismo de la procesión, es decir, explica las modalidades con base en las cuales los diversos órdenes de la realidad se constituyen, así como la naturaleza de los principios y de las causas de tales órdenes.

 

El texto

La forma en que el fragmento de la Carta a Macedonio nos llega, restituye un itinerario teórico que procede a partir de lo más simple; comienza en "lo que es en modo primario", prosigue con el análisis de las causas totales, y después con el de las causas naturales, y llega a una definición del destino. Todo el argumento, como he mostrado en Introducción a la traducción de los fragmentos de las cartas de Jámblico, tiende a suplantar una concepción del destino de tipo materialista por una concepción conmensurable con el cuadro categorial ontológico y físico de tipo platónico. Esto me obliga a poner ahora en evidencia sobre todo la aplicación del principio de causalidad universal. Veamos.

Juan Estobeo, Anthologion I 5. 17, pp. 80. 10–81. 6 Wachsmuth

De la carta de Jámblico a Macedonio

Todos los seres son seres en virtud del uno, y, en efecto, también lo que es en modo primario3 en un primer momento se produce a partir del Uno, pero eminentemente las causas totales, en virtud del Uno reciben el poder de producir, y, en virtud de un entrelazamiento único, se mantienen unidas y suben todas juntas4 al principio de los muchos,5 presubsistiendo.

Con base en este razonamiento, pues, también la multiplicidad de las causas naturales,6 que se constituyen por múltiples especies y por muchas partes, y que dependen de más principios, depende de una única causa total; todas las causas se entrelazan unas con otras en virtud de un único vínculo y la conexión de las muchas causas7 remonta a una única fuerza causal, la más comprensiva.

Por tanto, esta única concatenación no se forma en desorden8 a partir de lo múltiple, ni realiza la unidad que adquiere consistencia a partir del entrelazamiento, ni se encuentra dispersa en los seres individuales; más bien, en virtud de un entrelazamiento causal único, superior9 y que antecede a los seres individuales,10 esta única concatenación cumple todas las cosas y las une juntas en sí y las reconduce a sí de acuerdo con la unicidad formal.11

Se debe, por tanto, definir el destino como un orden único que comprende en sí, juntos, todos los órdenes.

 

"Lo que es en modo primario "

Ante todo, Jámblico sostiene que el principio enunciado es válido a partir de lo que existe en modo primario y propio, esto es, a título primero, : "y, en efecto, también lo que es en modo primario en un primer momento se produce a partir del Uno" (p. 80. 12–13).

"Lo que es en modo primario", como se infiere del fragmento 29 del comentario al Timeo (= Procl., in Tim., I p. 230. 5 ss.), designa el vértice del mundo inteligible, superior al paradigma, al todo en su totalidad, a los géneros del ser y a las ideas. Se coloca en el plano del "Uno–ser"12 (), llamado también "Uno definido"13 () o "unificado". En la complicada jerarquía de los principios teorizada por Jámblico en otros lugares, se coloca en un nivel intermedio entre el Uno absoluto e intelectivo y tiene caracteres a su vez intermedios respecto a aquellos que presentan estos dos órdenes de realidad. En efecto, el Uno absoluto o puro (), que se manifiesta a partir del "principio absolutamente inefable", se llama también Uno–todo (); éste no se coordina con la tríada inteligible, se "modaliza" a través de los dos principios del Límite y de lo Ilimitado, que son la mónada y la díada constitutivas de la tríada inteligible. En la transición entre lo inteligible y lo intelectivo se coloca "la sustancia pura" () o la "sustancia que es realmente" (es decir, la de Phaedr. 247 C 7, cfr. Iambl., in Tim., fr. 34. 8); viene, entonces, el nivel intelectivo, donde el Uno y el ser se separan a causa de las operaciones de los "géneros sumos".14

Entre la absoluta simplicidad del Uno absoluto y la real distinción de Uno y ser del intelectivo, "lo que está en modo primario" tiene una unidad secundaria respecto al Uno puro y, al mismo tiempo, presenta un origen de la multiplicidad que, en cuanto origen, no es todavía totalmente distinta como en el caso del intelectivo. La dualidad de "lo que es en modo primario", derivada de los principios superiores de Límite y Limitado, y su unidad, atribuida al Uno, coexisten en modo indisociable. En efecto, a este nivel, la procesión es todavía germinal; no implica tanto una separación entre los inteligibles y el Uno, sino una permanencia de los inteligibles en el Uno. La ausencia de alteridad real hace que, en este nivel, la distinción se produzca al mismo tiempo que la unión. Colocado en el vértice de la esencia inteligible, él participa en modo primario del Uno;15 tiene su ser en el Uno y cerca del Uno:16 "está absolutamente unificado y concentrado en torno al bien",17 "está fijado () en torno al principio inefable y al bien;18 "ha tenido su subsistencia junto al Uno y es inseparable del Uno";19 permanece en el Uno, es indiferenciado y no procede a lo externo.20

El vínculo entre el inteligible y el Uno–ser es, por tanto, de tal tipo, que no permite una verdadera separación entre las dos realidades, que de esta manera se sitúan en el mismo plano, es decir, en el plano del "Uno–ser" (Damasc. de princ. II 25. 1–6: ), llamado también "Uno definido" (in Parm. fr. 4. 8 D. = Damasc. in Parm. II p. 76. 2: ) o "unificado".

La correspondencia entre primer ser y Uno–ser o Uno definido se aclara ulteriormente, si se tiene presente que, según Jámblico, el Uno–ser es el Uno y el ser según el carácter completamente unificado e indiferenciado () de la generación inteligible.21 Paralelamente, Jámblico, al designar el mundo inteligible como "el abismo unificado" (), afirma que él contiene "la sustancia simple, sólo la sustancia única anterior a cada una de las dos [i. e. a la sustancia unitaria y a la sustancia mezclada] ()", "sustancia única" que es lógico entender como el primer ser.22

A estos textos creo que se puede añadir otro pasaje de Damascio (de princ. II p. 70. 5 ss.) donde el filósofo, argumentando en favor de la teoría jambliquea, identifica el Uno–ser, que en este contexto llama "lo unificado ()", con "el primer ser ()", "el ser mismo ()". Lo unificado () —afirma Damascio— es el Uno todavía indiferenciado (), intermediario entre lo que está ya en camino de distinción y lo absolutamente Uno. Éste también aparece como el primer ser, porque su ser es simple y, aunque no es absolutamente simple y no rechaza una posible multiplicación, no acepta una distinción real. Este ser es solamente uno y es simplemente "ser": .23 Se trata de una concepción que Damascio presenta como propia, pero no sin una implícita referencia a Jámblico que emerge de dos elementos. En primer lugar, del uso unido de las expresiones , ya presente, como se ha visto, en Iambl. in Parm. fr. 3, restituido por el mismo Damascio. En segundo lugar, de la expresión que evoca que aparece en el testimonio de Damasc. de princ. III p. 119. 13–14, sobre la concepción jambliquea del mundo inteligible.

Son éstos, pues, los caracteres de "lo que es en modo primario". En este nivel de lo real, el principio de acuerdo con el cual "todos los seres son seres en virtud del uno" indica que ya aquello que está en forma germinal, en cuanto unificado con el Uno, "se produce", y por eso aparece, "a partir del Uno–ser", o incluso "a partir de la unidad". Este esquema general puede aplicarse a todos los órdenes de realidad subordinados con base en la regla general de la procesión. En efecto, de acuerdo con esta regla, los caracteres del nivel superior se vuelven a proponer, aunque de manera disminuida, en el nivel de realidad inferior.

 

Las "causas totales "

En un segundo momento, Jámblico afirma que el principio expuesto ejerce su facultad reguladora a nivel de las "causas totales": "pero eminentemente las causas totales en virtud del Uno reciben el poder de producir y en virtud de un entrelazamiento único se mantienen unidas y suben todas juntas al principio de los muchos, presubsistiendo" (p. 80. 14–16).

A través de la fórmula de transición "pero eminentemente", Jámblico subraya la diferencia entre dos modos de relacionarse con el Uno o entre dos modos de encontrar el fundamento en la unidad, el de lo que es a título primero y el de las causas totales, y atribuye "eminentemente" a las causas totales el poder de transmitir a lo que causan el reflejo de la unidad que han recibido del Uno.

Las "causas totales" indican los principios de las clases de los seres universales y están distantes de las de las , las clases de los seres particulares y segundos.24 Aquí, ellas asumen la función de ser causas eficientes en virtud del Uno.

La unidad determina, después, la relación recíproca entre tales causas y su naturaleza: ellas constituyen "un único entrelazamiento" (p. 80. 15: ) y, en virtud de tal entrelazamiento, se mantienen unidas y suben todas juntas al "principio de los muchos" (p. 80. 16: ), o bien suben a la causa única que gobierna la procesión de los seres múltiples.

 

"Las causas naturales "

La aplicación del principio dado vuelve a proponer una relación análoga entre uno y muchos también a un nivel inferior, el de las "causas naturales" (p. 80. 17: ). Estas causas son intrínsecamente múltiples (p. 80. 22: , de poner en relación con de las líneas 19 y 23 en contraposición a de la línea 19). Ellas dependen de una causa total "una" (p. 80. 19: ), o sea, de una causa eficiente distinta de las causas naturales que de ella dependen. Éstas, como está dicho, son múltiples, y, por consiguiente, la causa total es simple, con base en una regla que confirma que si el producto es múltiple, el agente debe ser necesariamente simple. Por otra parte, la multiplicidad de estas causas naturales culmina en una causa primera y se organiza en unidad, en un "vínculo uno" (p. 80. 20: ) y en una conexión (p. 80. 22: ) que remonta a una fuerza causal "una".

La dialéctica uno/muchos explica, pues, esta concatenación "una" de causas. Ella, en el momento en que no es , "formada en desorden" (p. 80. 23), no es automáticamente ni siquiera , ni está constituida de elementos individuales o materiales. Es, en otros términos, un todo que precede a las partes. El vínculo entre las causas naturales es, por consiguiente, de tal manera, que la unidad precede a la multiplicidad; esto no es por accidente, sino necesario, superior y antecedente. De aquí se sigue una redefinición de la noción de "concatenación" () de las causa: ella no puede concebirse como el producto de una reducción casual de lo múltiple a la unidad, ni como una unidad formada sin reglas a partir de elementos múltiples y materiales. Es simple, precede a la multiplicidad, y regula, a priori, las relaciones entre las causas.

La alternacia semántica (p. 80. 15, p. 81. 1 y 4, cfr. p. 80. 20), (p. 80. 20 cfr. p. 81. 17 y p. 81. 4), (p. 80. 22) y (p. 80. 22) parece responder a exigencias definitorias propias de esta formulación del problema. La es una, superior y antecedente a los seres individuales, y se deduce que lo sea también respecto a las causas totales, si es en virtud de ella que estas causas están conectadas y ascienden al uno. El , al contrario, pone juntas las causas totales y las naturales, y parece, por consiguiente, indicar un vínculo, por decirlo así, vertical. La es , y se diría que expresa un vínculo, por así decirlo, horizontal, eficaz al interior del mismo orden ontológico. El permite que las varias causas no constituyan una pluralidad separada, sino una unidad. Se obtiene así un sistema verdadero y propio de vínculos y conexiones dependiente de un principio.25

 

El destino

Jámblico saca las conclusiones de la argumentación y las aplica a la definición de destino: "Se debe, por tanto, definir el destino como un orden único que comprende en sí, juntos, todos los órdenes" (p. 81. 5–6). La esencia del destino es, por tanto, unitaria, y forma un sistema "uno" constituido por una multiplicidad de órdenes. Es, en consecuencia, un orden anterior a las cosas ordenadas. En otros términos, al interior de una serie homogénea, constituida de órdenes, es un orden uno, simple y superior. Él constituye el primer término, desde el punto de vista lógico y ontológico, más allá del cual no es posible remontar. El principio que regula la relación uno/muchos, colocado desde el inicio del pasaje, se aplica, pues, de nuevo.

 

Observaciones conclusivas

Emerge, de cuanto precede, que el breve texto transmitido por Juan Estobeo es un documento de primera importancia. Él nos restituye, en efecto, la formulación del principio de causalidad universal enunciado por Jámblico, y muestra cómo funciona este principio en los diversos niveles ontológicos, desde la primera forma todavía germinal de ser hasta el mundo físico. El Uno, en cuanto unidad participada, se sitúa así al origen de toda serie ontológica en cuanto fundamento suyo. Se coloca, además, como fundamento de las causas mismas: confiere al ser su poder eficiente, provee el modelo de la relación que las causas mismas instauran con cuanto precede y el modelo de su relación recíproca.

 

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Traducción del italiano de José Molina

D. R. © Daniela Patrizia Taormina, México D.F., julio–diciembre, 2009.

D. R. © José Molina, México D.F., julio–diciembre, 2009.

 

Notas

* Este trabajo se ubica en otro más amplio de edición y traducción de los fragmentos de las cartas de Jámblico, llevado a cabo en colaboración con R. M. Piccone y de próxima publicación en la Colección Elenchos de la editorial Bibliopolis de Nápoles. En este texto se basó una conferencia dictada en el Departamento de Filosofía de la UAM–Iztapalapa, en octubre de 2007, donde fui invitada por la doctora Carmen Trueba a quien agradezco muchísimo. Con la misma cordialidad agradezco a José Molina la traducción al español de este texto.

 

Información sobre la autora

Daniela Patrizia Taormina: Profesora de Historia de la Filosofía tardoantigua de la Universidad de Roma Tor Vergata. Es autora de Plutarco di Atene. L'Uno, l'Anima, le Forme (Roma, L'Erma di Bretschneider, 1989); Jamblique, critique de Plotin et de Porphyre. Quatre Études (París, J. Vrin, 1999), así como de numerosos artículos acerca del pensamiento antiguo publicados en Italia y otros países. En colaboración con otros autores ha preparado la edición de Aglaia: autour de Platon. Mélanges offerts à Monique Dixsaut (París, Vrin, 2009), L' essere del pensiero. Saggi sulla filosofia de Plotino y I frammenti dalle Epistole di Giamblico (ambos por aparecer en Bibliopolis, Nápoles).

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