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Tópicos del Seminario

On-line version ISSN 2594-0619Print version ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  n.37 Puebla Jan./Jun. 2017

 

Artículos

Usos de los esquemas narrativos como opciones significativas de un agente

Uses of Schemes as Significant Options of an Agent

Utilisations des schémas comme des options significatives d’un agent

Danuta Teresa Mozejko1 

1Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Córdoba. Ciudad Universitaria, 5016 Córdoba, Argentina. Tel: + 54 351 481 4677. Correo electrónico: teresa.mozejko@gmail.com


Resumen:

En el marco de una propuesta teórica interdisciplinaria en la cual se articulan la semiótica y la sociología, por producción textual se entiende el trabajo de un agente responsable de seleccionar opciones que se materializan en el texto. Entre esas opciones, en el trabajo presentado, se pone el acento en el modo en que las diferencias con los esquemas narrativos canónicos y su figurativización producen efectos de sentido particulares que en su análisis parecen conservar su valor heurístico. Aplicado al estudio del programa narrativo que vertebra la novela de Martín Kohan, Ciencias morales (2010), este enfoque permite explicitar de qué manera las variaciones con respecto a los estereotipos en la construcción de figuras heroicas, presupuestos en la obra, hacen posible una representación original de la dictadura argentina.

Palabras clave: esquema narrativo; diferencia; efectos de sentido

Abstract:

Within the frame of an interdisciplinary theoretical proposal that articulates Semiotics and Sociology, we understand textual production as the work of an agent who makes options whose effects are materialized in the text. In this article, we focus on the way the differences with the canonical narrative schemes and their figurativization produce particular effects of sense; their analysis still seems to keep its heuristic value. Applied to the study of the narrative program that structures Martín Kohan’s novel Ciencias morales (2010), this approach allows us to show how changes regarding presupposed stereotypes in the construction of heroic figures, enable an original representation of Argentinian dictatorship.

Keywords: narrative scheme; difference; effects of sense

Résumé :

Dans le cadre d’une proposition théorique interdisciplinaire où s’articulent la sémiotique et la sociologie, la production textuelle est comprise comme le travail d’un agent responsable de sélectionner des options qui se matérialisent dans le texte. Parmi ces options, dans le travail présenté, l’accent est mis sur la façon qu’ont les différences d’avec les schémas narratifs canoniques et leur figurativisation de produire des effets de sens particuliers qui, lors de leur analyse, semblent conserver leur valeur heuristique. Cette approche, appliquée à l’étude du programme narratif qui structure le roman de Martín Kohan, Sciences morales (2010), permet d’expliquer comment les variations des stéréotypes présupposés dans l’œuvre quant à la construction de figures héroïques, rendent possible une représentation originale de la dictature argentine.

Mots-clés : schéma narratif; différence; effets de sens

Permítaseme, ante todo, un excurso que constituye, quizás, el enunciado de la razón de ser de este trabajo, escrito en el marco de una profunda gratitud y reconocimiento.

Corría el año 1972 y en un encuentro con A. J. Greimas en la oficina del 10, rue Mr. Le Prince, escuchaba yo el primer comentario de lo que podría llegar a constituir, según mis planes, un capítulo de mi futura tesis. Mientras Greimas proponía una larga explicación, percibió mis gestos de perplejidad. En un momento dijo:

¿Usted no lo ve así?

Mi respuesta inmediata, nacida de la más elemental ignorancia con respecto a su teoría, fue:

No.

Entonces, no debe ser como yo lo estoy diciendo.

Su actitud y su respuesta fueron, para mí, la máxima lección de un Maestro: el incondicional respeto a la libertad del discípulo.

***

El problema de la enunciación

La propuesta greimasiana sobre el problema de la enunciación, que tiene fundamentalmente el carácter de proyecto por desarrollar, establece presupuestos epistemológicos que orientan un deber hacer, siempre dentro de los límites que Greimas asigna a la semiótica de tradición saussureana. Quizás la manifestación más extrema de sus postulados aparezca en una frase taxativa y contundente en sus reiteraciones: “[...] fuera del texto no hay salvación. Únicamente el texto, nada más que el texto y nada fuera del texto”.1

A la luz de este postulado se comprende que la enunciación sea presentada como un nivel de análisis que, a partir de las huellas que el texto registra, permite deducir la existencia de un “sujeto lógico”,2 simulacro en relación al cual quien habla “jamás puede ser capturado”.3 Intentar aprehenderlo implicaría “postular la existencia de un referente exterior al lenguaje”4 y con ello promover el derrumbe de la semiótica.

En este marco, la enunciación es vista por Greimas y Fontanille (1991) como “un lugar de mediación en el que —gracias esencialmente a las diferentes formas del desembrague/embrague, así como de la modalización— se lleva a cabo la convocación de los universales semióticos utilizados en el discurso”.5 Los autores continúan diciendo:

La “puesta en discurso” es la realización misma de esta convocación enunciativa, pero también más que eso. En efecto, ella no se limita a explotar en un solo sentido los componentes de la dimensión epistemológica, sino que también engendra por sí misma —porque es una práctica histórica y cultural, es decir, sociolectal (y en cierta medida, individual-idiolectal)— las formas que se fijan y se transforman en estereotipos y que son devueltas hacia “arriba” para ser, en cierto modo, integradas en la “lengua”. Así forma un repertorio de estructuras generalizables —que podrían ser designadas como “primitivas” en oposición a los “universales”— que funcionan dentro de las culturas y de los universos individuales y que la enunciación puede convocar, a su vez, en los discursos realizados.6

Se trataría, en consecuencia, y desde una perspectiva generativista, del proceso de enunciación como un recorrido desde el repertorio de estructuras elementales y profundas a “la diversidad de las formas manifestadas en superficie”, como lo resume Denis Bertrand (2000), no como una “simple superposición acumulativa” sino “[...] una red jerarquizada de dependencias en que cada uno de los niveles más profundos convierte sus datos semánticos y sintácticos articulándolos y especificándolos en el momento del paso al nivel superior”.7 Estas operaciones serán llamadas por Greimas y Courtés (1979) conversión.8

En el modo mismo de formular el problema aparece un inconveniente: ¿Quién opera esa conversión? En la cita de Greimas y Fontanille, “la puesta en discurso [...] engendra por sí misma” y luego, “la enunciación puede convocar”. En el texto de Bertrand, “cada uno de los niveles más profundos convierte sus datos [...] articulándolos y especificándolos [...]”. Parecería tratarse de una autogeneración en la que no interviene operador alguno salvo, por momentos, un enunciador que es, de todos modos, una entidad textual.

En la formulación de Joseph Courtés, el hacer del enunciador se plantea de manera más compleja aún:

En lo escrito, no sólo hay signos de interrogación, de exclamación, puntos suspensivos, etc., que no conciernen de ninguna manera a los actantes del enunciado, sino solamente a los de la enunciación. Y no hablaremos de la disposición en capítulos, en párrafos, de la puesta en páginas, del recurso a ilustraciones visuales, de la elección del papel, de la negrita y de la elección de los tipos de caracteres, de la utilización de la cursiva, del subrayado, del uso de comillas, todos datos gráficos que el enunciador propone a la interpretación del enunciatario.9

Si el par enunciador/enunciatario son construcciones textuales ¿pueden atribuírseles acciones tales como la elección del papel o de la tipografía y su posterior interpretación?

El inmanentismo ha sido objetado desde diferentes perspectivas a las que no nos vamos a referir aquí. Pero aún en el conjunto de estudiosos que manifiestan su afinidad con la Escuela de París, ha dado lugar a planteos tan variados como los que registran tres números de Tópicos del Seminario publicados recientemente.10

En nuestro caso se trata de buscar propuestas que, ante formulaciones muy restrictivas del principio de inmanencia, permitan abrir caminos alternativos hacia la explicación/comprensión de las prácticas significantes. Este cuestionamiento del inmanentismo más duro se inscribe en el marco de un trabajo interdisciplinario que venimos desarrollando hace casi dos décadas y en el que pretendemos articular semiótica y sociología. Desde esa perspectiva, esbozamos la necesidad de concebir la existencia de un agente productor como quien ejecuta las prácticas, en este caso, discursivas.11 Este agente realiza opciones entre los posibles, seleccionándolos y articulándolos para producir efectos de sentido particulares en los textos. Este proceso de producción, no necesariamente consciente, atañe no sólo a los elementos del enunciado sino también a la autoconstrucción del sujeto enunciador —y su concomitante, el enunciatario— en tanto simulacros que se integran en el nivel textual de la enunciación, analizable en su especificidad. Se trata, en consecuencia, de pensar dos tipos de sujetos: el agente productor por un lado y, por otro, el sujeto de la enunciación construido en el texto.

Las operaciones del agente se aplican a todos los elementos del texto y producen efectos analizables en cualquiera de sus niveles. Dado el tema que nos ocupa en esta publicación, nos centraremos en el uso particular de la sintaxis narrativa que organiza los programas de los actores del enunciado sobre la base de la lectura de Ciencias morales, novela del argentino Martín Kohan publicada en 2010.12

Si bien la propuesta de un esquema narrativo canónico deriva inicialmente de la hipótesis según la cual “existen formas universales de organización narrativa”13 y su formalización aspira a convertirse en esquema de previsibilidad de los desarrollos narrativos, las formulaciones posteriores suelen ser más prudentes y apuntan más bien a modelos de un alto nivel de generalización posible o, como afirma Bertrand, “pone[n] en evidencia un cuadro general de la organización narrativa, marco de alcance, si no universal, al menos transcultural”.14 Sin entrar en el problema de si todos los relatos se construyen sobre la base del esquema narrativo, “al interior del cual el uso selecciona combinaciones particulares”,15 nos atrevemos a sostener que existen textos resistentes a un análisis que apunte a la búsqueda de modelos de validez pretendidamente universal. Refiriéndose a otro punto clave de la teoría greimasiana como lo es la propuesta de una estructura elemental de significación, Bertrand sostiene que

Sería naturalmente abusivo considerar que el análisis de un texto consiste en identificar “la” estructura elemental que le sería, en todos los casos, subyacente y que presidiría lógicamente el advenimiento y la organización de sus significaciones. A decir verdad, el caso es más bien excepcional: si sucede que tales modelos pueden, parcialmente, dar cuenta de fenómenos de estructuración, se sabe que, con mayor frecuencia, los textos responden a otros modos, diversamente complejos, de organización.16

Idéntico razonamiento puede ser aplicado al análisis de los esquemas narrativos. La reiteración de modelos estereotipados puede ser “reveladora del carácter canónico del relato”.17 Pero ¿qué sucede si el análisis aborda no tanto la redundancia de los modelos, mostrando el agotamiento de su valor heurístico,18 sino las diferencias que, sobre la base de esquemas de previsibilidad, resultan legibles como instauradoras de efectos de sentido inesperados y originales?

Este es el objetivo que orienta nuestro abordaje de la novela de Martín Kohan. Entendemos que en Ciencias morales el esquema narrativo es convocado en la construcción del programa que vertebra el relato y sobre esa base el agente introduce variaciones significativas, especialmente en lo que atañe a los roles actanciales y su figurativización. El modo en que Kohan usa los modelos y los pone en discurso resulta legible como una forma original de representar la dictadura argentina (1976-1983) en el momento en que se produjo la guerra de Malvinas (1982).

El esquema actancial

El relato se centra en el hacer de un actor femenino, María Teresa, quien asume la misión de descubrir, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, a los alumnos que violan los reglamentos al fumar en los baños.

Nos detendremos en tres momentos: el contrato, la ejecución del programa con sus correspondientes pruebas —primordialmente, la calificante y la decisiva— y, por fin, la etapa de sanción y sus derivaciones. En todos los casos, asignaremos especial importancia a las operaciones que realiza el agente sobre los esquemas narrativos canónicos y su articulación con el nivel figurativo.

1. El contrato

María Teresa se propone ejecutar un programa que tiene, al menos, doble cara: por una parte, adquirir un saber sobre el hacer de otro sujeto; por otra, impedir que otros obtengan saber sobre el hacer del primero. Ver sin ser visto es la consigna central cuyo planteamiento reviste varias características.

Ante todo, María Teresa aparece como sujeto que acepta un mandato cuyo destinador no está explícito. Si se entiende como destinador al actante que hace hacer,19 en la novela de Kohan esta función es figurativizada por varios actores, organizados según un orden jerárquico: en la escala inferior, por dependiente y nueva en el lugar de trabajo y, por lo mismo, con escasa competencia inicial, la preceptora María Teresa; ella depende del jefe de preceptores Biasutto, subordinado, a su vez, al señor Prefecto y éste al Vicerrector “en ejercicio”, lo cual lo convierte en sustituto de una autoridad ausente por fallecimiento. Todos ellos dependen de los directivos de la Universidad de Buenos Aires, cuyas decisiones responden a alguien no nombrado.

Los roles temáticos que aparecen tienen características especiales: una auxiliar de la docencia y encargada de controlar la conducta de los estudiantes asume una función que excede sus obligaciones pero que se convertirá en su misión central por cumplir;20 Biasutto aparece como autor de las “listas”, reconocibles por el agente situado en la instancia de recepción en Argentina como registros de quienes resultaban sospechosos de subversión durante la dictadura; por lo mismo, las “listas” son percibidas como herramientas de delación que, por lo general, eran el preámbulo de persecuciones, tortura y hasta la muerte misma de quienes figuraban en ellas. El rol temático del prefecto y la organización de los personajes en una estructura jerárquica que los subordina gradualmente a su jefe inmediato remite a un campo de relaciones entre actores encargados de controlar a otros e, incluso, ubicados en el campo militar.21 La isotopía figurativa escolar es asociada a la castrense y las actividades de delación, a la de la dictadura militar. Esto se confirma si tenemos en cuenta que la conducta de los alumnos, considerada travesura, es re-semantizada por boca del señor Biasutto como “subversión” (p. 49).

El Colegio Nacional de Buenos Aires aparece como el espacio del orden y la vigencia de la norma. Pero así como en la jerarquía establecida en la relación entre los actores susceptibles de cumplir la función de destinadores, no aparecen figurativizados aquellos que ocupan la jerarquía mayor en el sistema, tampoco se precisa el origen de esa norma que rige las conductas hasta en sus mínimos detalles. En toda la novela aparece configurada la dictadura sin que haya ninguna referencia explícita a ella, sólo indicios que va asociando el agente ubicado en recepción. Este ocultamiento de los actores del máximo nivel en la jerarquía llama la atención, sobre todo si tenemos en cuenta afirmaciones como la de D. Bertrand cuando se refiere al esquema canónico: “[...] el Destinador tiene por condición el ser él mismo reconocido: su poder presupone el reconocimiento, el consentimiento a su estatuto mantenido y reactivado sin cesar por el sujeto”.22 En la novela de Kohan el sujeto acepta y ejecuta un mandato no formulado por ningún personaje que figurativice el rol de destinador en última instancia.

Cabe también detenerse en el actor María Teresa y las funciones que se le asignan en el texto. Es hija de una familia cuyo padre ha fallecido, la madre permanece en el espacio hogareño y el hermano es sujeto de una serie de actos que lo identifican, sin decirlo, como conscripto enviado a participar en la Guerra de Malvinas. María Teresa acepta las reglas que rigen su trabajo, pero aparece como sujeto de un querer hacer que excede su función específica: nadie le ha encomendado la tarea de vigilar a los que fuman, se trata de una destinación sin destinadores, en que solamente aparece el destinatario asumiendo un plus en su misión, que se inscribe en el orden establecido a manera de exceso en el cumplimiento de sus roles. Al mismo tiempo, la colaboración en las tareas docentes y el control de las conductas estudiantiles son trasladados a la isotopía castrense/dictatorial en la medida en que tanto las diapositivas invertidas en la clase como la posibilidad de fumar en los baños son asociadas a la “subversión” (pp. 49 y 120). Personaje mediocre —“insulsa”, “una pobre chica común y corriente” (p. 153)— María Teresa asume una misión que tendrá características de heroica en su desarrollo, sin que nadie se lo pida, sin contrato explicitado, solamente mediante la afirmación de un querer hacer por el cual asume un programa sin destinadores que se lo impongan. Estos existen aunque no sean nombrados; las misiones son ejecutadas por los sujetos sin que medie mandato ni acuerdo explícito. Los personajes y las acciones intrascendentes de la vida cotidiana son incorporados al modo de funcionamiento de la dictadura militar aunque se omita toda referencia a ella. Se disuelve así la responsabilidad de los (co)mandantes mayores y se descarga sobre figuras secundarias; éstas transforman su trabajo en una misión que, según sus expectativas, los jerarquizaría y proyectan los efectos de estas re-semantizaciones sobre el hacer de los adolescentes.23

2. Desarrollo de los programas narrativos

El programa cuyo sujeto de hacer es figurativizado por María Teresa se va ejecutando según las pautas más convencionales del esquema narrativo. La búsqueda de saber sobre la transgresión perpetrada por los estudiantes, sin que los demás adquieran saber sobre lo que la preceptora hace, se organiza alrededor de una serie de pruebas distribuidas en el tiempo como sucesivas entradas al baño de varones. El sujeto “toma su decisión capital” (p. 102) y va adquiriendo progresivamente la competencia necesaria para convertirse en sujeto actualizado, a punto de realizar su objetivo.

Este programa de adquisición de saber paralelo al develamiento de una falta cometida en secreto por los estudiantes mantiene correspondencia con el de María Teresa: ella entra en un espacio que le está vedado —el baño de los varones— y debe operar de modo que nadie descubra ese, su propio secreto. El proceso es caracterizado como “osadía” (p. 162)24 o, incluso, “temeridad” (p. 135), estados pasionales caracterizados como exceso en la virtud atribuida a los héroes que acometen alguna acción destacada y peligrosa: develar una transgresión oculta al mismo tiempo que se mantiene en secreto la acción heroica de quien acecha desde un espacio que no le corresponde. Hasta aquí, el desplazamiento de María Teresa puede ser leído a la luz de los recorridos canónicos de los héroes.

Concomitantemente a la misión asumida por la preceptora, van desarrollándose dos programas narrativos: el de una relación afectiva con el señor Biasutto, representada de manera estereotipada según los modelos de las novelas —o telenovelas— románticas por un lado y, por otro, paralela a la búsqueda del saber sobre la transgresión secreta, lo que podría denominarse como la búsqueda de la masculinidad por parte de María Teresa en relación con los personajes adolescentes. Esta indagación está asociada con las sensaciones olfativas que llevan a vincular, a través de la colonia Colbert, tres figuras masculinas: el padre de María Teresa, el estudiante Baragli y el mismo señor Biasutto.

Resulta significativa esta articulación entre los diferentes programas que se entrecruzan en la etapa de la prueba decisiva; entendemos que los episodios que se corresponden con esta última introducen una de las variaciones más importantes con respecto a los esquemas canónicos.

El programa asumido como misión por el personaje femenino termina en fracaso: no revela la transgresión secreta de los alumnos en tanto ésta no existe; nadie fuma en los baños. Tampoco es exitoso el proyecto según el cual no debía ser visto quien vigilaba: el señor Biasutto descubre la presencia de María Teresa en el baño de varones.

Si la preceptora no se convierte en la heroína que había proyectado ser, el programa narrativo que se inicia como un atisbo de relación afectiva con el señor Biasutto termina en vejación reiterada. La búsqueda de la masculinidad acaba en un parecer que no es —el texto se refiere al “dedo humillante” (p. 198) y “suplente” (p. 200)—, en un espacio escatológico y acompañado de reacciones pasionales siempre negativas: miedo, dolor. La relación se plantea también en términos de poder: María Teresa es una “subalterna” (p. 195) y Biasutto es el “que manda” (p. 198). Mientras avanza, Biasutto “Muta como lo hacen esas peculiares orugas de guerra, capaces de retraerse o desplegarse para aquí o para allá, según las necesidades tácticas que se van presentando” (pp. 197-198). La relación jerárquica que el texto vuelve a convocar y que remite a la estructura castrense, unida al término de comparación utilizado, instala, una vez más en el texto, la representación de la dictadura militar que subyace a toda la novela y convierte las relaciones entre los actores individuales en metonimia de algo que no se nombra directamente.

3. La prueba glorificante

Desde el momento mismo en que asume su misión, María Teresa aspira a ser sancionada positivamente por sus pares y, de manera especial, por su jefe inmediato:

Si se pusiera a pensar en todo esto, cosa que de todas maneras nunca hace, María Teresa podría admitir a lo sumo una forma difusa y lábil de satisfacción personal, atribuida sin dudas a las audacias que se permite en el cumplimiento del deber. No siempre se rehúyen los deberes a causa de la indolencia moral, a veces se los rehúye a causa de cobardías. Y ella está mostrando en cambio un gran atrevimiento en este juego de espionaje que su tarea de celadora le ha deparado. Se ilusiona con el momento en que el señor Biasutto la felicite por permitir la drástica sanción de los alumnos que fuman en el colegio a escondidas. Al igual que los otros espías, los de las películas, ha debido incursionar en un terreno impropio, y eso siempre es arriesgado. La elogiarán por su temeridad las autoridades, mientras definan la cantidad de amonestaciones que corresponden a la gravedad de la incorrección que los alumnos han cometido (pp. 134-135).

La cita resume el modo como María Teresa percibe su programa narrativo: el héroe abandona su espacio habitual para realizar un hacer que implica una calificación del sujeto superior a la cotidiana y que lo lleva a develar una transgresión que merece el castigo que asegurará el retorno al orden. El fragmento da cuenta de una estrategia frecuente en las obras de Kohan: si bien la perspectiva es la del personaje, el discurso es asumido por un enunciador en tercera persona que comienza tomando distancia del actor —cuando usa los verbos en subjuntivo y potencial y agrega modalizaciones epistémicas como “sin dudas” que sólo pueden atribuírsele a ese enunciador —para luego pasar al modo indicativo que corresponde a las reflexiones de María Teresa. Cabe observar aquí que el personaje evalúa su hacer ubicándose en una isotopía distinta de la que predomina en el discurso del enunciador: compara su actividad con la de las ficciones cinematográficas y, al evaluar las acciones de los estudiantes, se mantiene en la isotopía escolar en que la “incorrección” no tiene de ningún modo la gravedad de la “subversión” que le atribuye Biasutto y merece solamente el castigo que el sistema educativo tiene previsto como propio del ámbito. Las “amonestaciones” no equivalen a la inclusión en las “listas” del jefe de preceptores.

María Teresa merece sólo un comentario positivo de parte de su jefe en el momento en que comienza a seducirla. La violación puede ser leída también como un castigo. De todos modos, nadie conoce y, menos aún, reconoce sus actuaciones a favor del orden. Junto al resto de los personajes encargados de garantizarlo, María Teresa pierde su trabajo y con su hermano y su madre se trasladan de Buenos Aires a Córdoba.

Es significativo el modo como son representados estos cambios en los espacios y en las actividades de los personajes. Si pensamos en las operaciones de selección de posibles discursivos realizadas, es llamativa, ante todo, la inclusión de un último capítulo en la novela donde por primera vez se hace referencia a la guerra de Malvinas, la derrota, los actores y los espacios “reales”, cuidadosamente elididos en el resto del texto. Es la única oportunidad en la que se menciona el nombre y apellido completos del hermano de María Teresa, el nombre de la madre y hasta el del perro que adoptan. Es como si el enunciador validara las operaciones de referenciación que han venido realizándose durante la lectura.25

Y es en este fragmento particularmente referencial donde aparecen indicios de los programas narrativos por venir que sólo resultan legibles para quien maneja esos procedimientos de referenciación. Los personajes se instalan en Córdoba, ciudad reconocida por su industria automotriz de la que Renault forma parte. Además, se menciona el barrio en el que viven: “Malvinas Argentinas” es el nombre de un distrito urbano que evoca, en su designación, el espacio geográfico y la guerra que se ha venido elidiendo a lo largo de toda la novela.

Resulta lógico, en este contexto, el proyecto laboral de María Teresa como posible empleada administrativa de la empresa automotriz. ¿Cómo explicar entonces la referencia al Colegio Monserrat, donde se plantean problemas de género?:

En el Colegio Monserrat, de la ciudad de Córdoba, no existen las preceptoras, solamente hay preceptores. Pero un gerente con influencias de la fábrica Renault se compromete a averiguar si es posible gestionar un puesto de empleada administrativa (p. 218).

La mención de la imposibilidad de trabajar en este espacio educativo reservado exclusivamente para los varones implica la referencia a una ruptura en la continuidad del tipo de trabajo que realiza María Teresa y que no depende de un querer propio del sujeto sino que resulta de las decisiones de un destinador no identificado. La conjunción adversativa Pero que introduce la segunda oración del párrafo permite inferir una búsqueda del personaje que habría aspirado a seguir en un espacio equivalente al del Colegio Nacional de Buenos Aires y se ve inducido a insertarse en otro ámbito laboral. Un agente que podríamos designar abreviadamente como lector argentino contemporáneo a la producción de la novela, reconoce en el Monserrat una institución de larga trayectoria, dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba, tal como el Nacional de Buenos Aires lo es con respecto a la Universidad de Buenos Aires. Además, en 1998 el Monserrat fue sede de conflictos cuando el Consejo Superior de la Universidad decidió convertirlo en mixto. Las equivalencias resultan significativas: el Monserrat es a Córdoba lo que el Nacional es a Buenos Aires y los problemas que se plantean al comienzo de la novela entre personajes femeninos y masculinos son susceptibles de repetición. Si pensamos también en que implícitamente el sujeto figurativizado por María Teresa busca conservar la especificidad de sus tareas como preceptora, cabría inferir un desarrollo posible del programa narrativo posterior al tiempo de finalización de la dictadura: quienes asumieron una misión consistente en restablecer el orden definido por destinadores no mencionados mantienen la voluntad de seguir ejecutando el mismo rol aún a pesar de su fracaso o, incluso, de su escarmiento.

4. La dimensión pasional

En la medida en que los estados pasionales están relacionados con la tensión fórica entre sujeto y objeto, se vinculan estrechamente con los programas narrativos que venimos analizando. Los dos estados de ánimo más potentes lexematizados en el texto y que afectan a María Teresa en las etapas finales de la novela son el miedo y el dolor. El primero se vincula con un no querer algo que se percibe como perjudicial para el sujeto.26 Si tenemos en cuenta que en la novela se aplica a la violación de la que es víctima la preceptora, queda claro que el personaje la percibe como un acontecimiento negativo que no quiere y que afecta su cuerpo. La referencia al dolor y al sufrimiento refuerza el no querer. Y sin embargo, María Teresa vuelve a los baños y, una vez que la familia se muda a Córdoba, sigue vinculada a espacios homólogos que instalan la posibilidad de la conservación de su rol temático junto con la voluntad de permanecer en la trama de relaciones en que se inscribe.

Al final del relato aparece otro estado pasional: la sorpresa que, en una de sus acepciones, es definida como el estado que corresponde al acto de “conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible”:27

El mundo restante, el mundo de los otros, no se altera por lo que ha pasado: no se descompone, no se desintegra, sigue su curso. Ninguna clase de radiación, aunque invisible y de fuente ignorada, lo tuerce o lo altera. La asombra esa cierta garantía de la continuación de lo mismo. La sorprende que no haya al menos una leve turbación inexplicada sobre las realidades ajenas, por más que nadie sepa nada ni tenga manera de enterarse (pp. 211-212).

El final de la historia no se corresponde, como en los relatos tradicionales, con un reconocimiento y la sanción correspondiente. Es que ni siquiera hay conocimiento, saber adquirido por quienes pudieran convertirse en destinadores justicieros. Así como María Teresa intenta proseguir su historia personal, nada ha cambiado.

Representación de la dictadura

El desenlace de la novela admite varias lecturas a la luz de los esquemas narrativos canónicos presupuestos pero no respetados. Si consideramos el desarrollo del programa que María Teresa asume como misión heroica, éste se ejecuta a partir de la afirmación de un querer hacer sin que medie intervención explícita de los destinadores; la preceptora adscribe a un proyecto de conservación general del orden, asumiendo el rol temático asociado a su desempeño laboral que implica un deber hacer, pero su decisión desencadena una actividad que nadie le solicita y que se convierte en un exceso acompañado de la entrada a un espacio prohibido. Esta actividad se enmarca en una isotopía figurativa en la que los adolescentes son protagonistas de acciones designables como “travesuras” que han de ser descubiertas por quien se percibe a sí mismo como el espía de una ficción. El juego termina en fracaso: María Teresa no devela nada porque nada de lo imaginado sucede. Y si ella esperaba la sanción positiva de sus superiores, ésta es reemplazada por un vejamen que le produce miedo, dolor y afecta negativamente su cuerpo. Pensando en el programa narrativo concomitante en el que el actor femenino se vincula con el masculino desde la manifestación de un querer estar conjunto, el desenlace constituye una violación, no querida y de ninguna manera acompañada por el placer que se asocia a la realización de un programa narrativo deseado. Finalmente, el programa de búsqueda de saber sobre la masculinidad culmina en un ersatz, un sucedáneo de un desenlace que parece pero no es. Con todo, María Teresa busca conservar su rol.

Si pensamos que una violación constituye un programa narrativo de imposición de poder sobre quien no quiere y no puede, la lógica del relato parecería abrir, como alternativas de continuidad, un alejamiento del espacio en el que se corre el riesgo e, incluso, un programa de venganza que implique la recuperación del bien perdido, la compensación o, al menos, la suspensión del agravio y el re-equilibrio de los poderes. Nada de esto ocurre: María Teresa vuelve al baño y su posterior desplazamiento en el espacio geográfico conlleva la mudanza hacia un lugar equivalente. Ella no busca recuperar ni el poder ni la honra; y todos los programas en los que participa terminan en fracaso.

La fecha en que se desarrollan los acontecimientos, 1982, corresponde a dos guerras simultáneas que son representadas en la novela sin ser nombradas. Una de las figuras retóricas centrales que utiliza Martín Kohan es la metonimia, a manera de indicio del todo al que corresponde. El final de las dos guerras es representado de ese modo: “un océano grande y pesado donde flotan diseminados unos diez o doce bultos” (p. 213), referencia ambigua que puede ser leída tanto como alusión a los caídos durante la guerra de Malvinas como a los arrojados al mar desde los aviones durante la dictadura.

Dejando de lado la guerra de Malvinas, el modo en que se representa la dictadura se centra en la perspectiva de un personaje civil, subalterno, que asume voluntariamente la tarea de mantener la vigencia de la norma, el orden en un espacio que es metonimia del país entero.28 Las operaciones de selección en el proceso de producción del discurso implican, por parte del agente, la focalización en el rol de quienes, no siendo militares, comparten sus programas narrativos, transformando las travesuras adolescentes en actos de subversión que pueden llevar a incorporarlos en las listas que anticipan la tortura y la muerte. Estos actores civiles fracasan y son vejados, padecen el miedo y el dolor. Integran el grupo de los victimarios pero, a la vez, son víctimas capaces de conservar su rol, aunque ellos mismos se sorprendan ante la inmutabilidad del mundo de afuera y la ausencia de justicieros.

A modo de cierre

El abordaje de la producción discursiva desde una perspectiva interdisciplinaria nos ha permitido distinguir al enunciador como construcción textual del agente que realiza las opciones cuyos efectos son materializados en los textos. En el presente trabajo, focalizando en las opciones que dicho agente efectúa sobre la base de los esquemas narrativos canónicos, analizamos no tanto la permanencia de modelos cuanto las variaciones que el agente introduce. Las diferencias que resultan de un particular uso de los esquemas actanciales y sus figurativizaciones permiten dar cuenta de la originalidad en el modo de representar la dictadura argentina. Esto autoriza, al menos, dos observaciones finales: entendemos que éste es un modo de rescatar el valor heurístico de los modelos que sirven para detectar las diferencias significativas por un lado y, por otro, de poner en evidencia el uso que el agente hace de las convenciones para instalar representaciones novedosas. Queda abierta, entonces, la posibilidad de leer estas particularidades como una estrategia del agente que incide en su posicionamiento dentro del sistema de relaciones en el que se inscribe. Aunque ésta última afirmación sea harina de otro costal...

Agradecimientos

Agradecemos a Dominique Bertolotti la traducción del resumen al francés.

Referencias

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1Algirdas Julien Greimas, La enunciación. Una postura epistemológica, Puebla, México, p. 25. El trabajo es una traducción de una entrevista publicada en 1974, en Significaçao, Revista Brasileira de Semiótica, núm. 1, pp. 9-25.

2Ibid., p. 8.

3Ibid., p. 11.

4Ibid., p. 9.

5Algirdas Julien Greimas et Jacques Fontanille, Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de ánimo, México, Siglo XXI, 1994, p. 12 [1ª ed. francesa: Sémiotique des passions. Des états de choses aux états d’âme, París, Seuil, 1991].

6Ibid., p. 13.

7Denis Bertrand, Précis de sémiotique littéraire, París, Nathan Université, 2000, pp. 28-29.

8Algirdas Julien Greimas et Joseph Courtés, Sémiotique. Dictionnaire raisonné de la théorie du langage, París, Hachette Université, 1979, p. 71 y ss.

9Joseph Courtés, “L’énonciation comme acte sémiotique”, Nouveaux Actes Sémiotiques, núm. 58-59, 1998, Pulim, Université de Limoges, p. 48. [Traducción nuestra]

10Cfr. las propuestas de diferentes autores en Tópicos del Seminario, núms. 31, 32 y 33, Puebla, México, 2014 y 2015.

11Remitimos a los trabajos de Ricardo Lionel Costa y Danuta Teresa Mozejko; 2001, 2002, 2007, 2010 y 2015 que figuran en la bibliografía.

12Martín Kohan, Ciencias morales, Buenos Aires, Anagrama, 2010. Los números que figuran entre paréntesis al final de las citas corresponden a páginas de esta edición.

13Algirdas Julien Greimas et Joseph Courtés, Dictionnaire... op. cit. p. 244.

14Denis Bertrand, Précis... op. cit., p. 184. [Traducción nuestra]

15Loc. cit. [Traducción nuestra]

16Ibid., p. 117. [Traducción nuestra]

17Bertrand se refiere, en este caso, a un texto de Le Clézio, loc. cit.

18Hacemos eco de las afirmaciones de Algirdas Julien Greimas cuando plantea los avances de la semiótica en la “Introduction” a Du sens II, París, Seuil, 1983, p. 18.

19Denis Bertrand, op. cit., p. 215.

20En Argentina el preceptor no tiene un rol docente, no da clases. Habitualmente controla la asistencia y conducta de los estudiantes. De todos modos, el sustantivo guarda relación con el precepto, la regla, la norma y el control de su cumplimiento.

21Nos parece pertinente transcribir la definición que propone al Diccionario de la Real Academia: “Prefecto. (Del lat.praefectus). 1. m. Ministro que preside y manda en un tribunal, junta o comunidad eclesiástica. 2. m. Persona a quien compete cuidar de que se desempeñen debidamente ciertos cargos.El prefecto de los estudios públicos. [...] 4. m. Entre los romanos, título de varios jefes militares o civiles”. Disponible en: http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=prefecto [Consultado el 05/01/2016].

22Op. cit., p. 215.

23La figura del hermano enviado al sur amplía el espectro de los personajes involucrados en las decisiones de destinadores ausentes.

24Reiterado tres veces en el mismo párrafo.

25Así como en el proceso de producción de un discurso sostenemos la existencia de un agente distinto del enunciador construido en el texto, también en la instancia de recepción, concomitante con la de producción inicial, diferenciamos un enunciatario construido en el texto de un agente situado en recepción que opera según competencias específicas.

26El Diccionario de la Real Academia define miedo como: “1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. 2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”, op. cit.

27Loc. cit.

28El colegio es “un selecto resumen de la nación entera” (p. 10).

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