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Tópicos del Seminario

On-line version ISSN 2594-0619Print version ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  n.33 Puebla Jan./Jun. 2015

 

Debate y conclusiones

 

Una mirada retrospectiva sobre la inmanencia

 

Alessandro Zinna

 

Profesor del Departamento de Ciencias del Lenguaje, Universidad de Toulouse II. 5 Allé Antonio Machado 31058, Toulouse Cedex 9, Francia. Correo electrónico: alessandro.zinna@univ-tlse2.fr

 

Los tres volúmenes que conforman el proyecto La inmanencia en cuestión—es decir: I, Las razones de la inmanencia; II, La inmanencia absoluta y sus divergencias, y III, Las estrategias de la inmanencia— no tienen la ambición de ser un trabajo colectivo planeado con el fin de establecer o estatuir, a la manera de una entrada de enciclopedia, el sentido que deseamos acordar a la "inmanencia". Las finalidades contempladas por esta empresa habían sido anunciadas desde un inicio: se trataba de apelar a la puesta en cuestión del concepto de inmanencia captando las inquietudes que animaban a los investigadores en ciencias del lenguaje. Que no se preocupe el lector: esta mirada retrospectiva no está impulsada por ninguna tentación unitaria. La única manera de dejar abierta la discusión, la única vía para salvaguardar estas divergencias, es la de reconstruir las grandes líneas de tensiones recogidas a lo largo de estos tres volúmenes e identificar, mediante esta visión retrospectiva, los vectores de fuerza que han motivado este proyecto.

 

Las líneas de fuerza del debate

Cuando la reflexión apunta a redefinir un concepto, dos actitudes se mezclan: una filosófica y otra semiótica, pues la cuestión del "¿qué es?", apuntando al ser de un fenómeno, y la cuestión del sentido, apuntando al "cómo de la significación", se reacomodan cuando se establece el valor metalingüístico que se debe otorgar a dicho concepto. Una definición quiere estatuir "el ser del sentido", al tiempo que quiere transformar la pregunta ontológica "¿qué es la inmanencia?" en una interrogación sobre la significación, es decir: "¿qué entendemos por inmanencia?" Se podría extender este principio y sostener que, a inicios del siglo XX, la pregunta sobre el ser es desviada hacia la pregunta acerca del sentido y que, a partir de este cambio de paradigma, es decir, desde que se ha tomado conciencia que el ser del fenómeno se da en primer lugar por su definición, las teorías del lenguaje han trazado el más profundo surco en su línea de fuga inmanente, no sólo en el campo de las ciencias humanas sino también en el de las ciencias en general.

Así, la reflexión llevada a cabo por los veintiséis investigadores, que se expresaron en cuatro diferentes lenguas románicas, mostró, como era previsible, todas las facetas que no eran visibles al momento de redactar el texto de orientación. Ahora bien, la tarea propia de esta mirada retrospectiva consiste en aclarar estos progresos al tiempo de asir, entre las posiciones de los autores, las convergencias factuales y las divergencias contingentes. Si, al final de este recorrido, lográramos unificar las líneas de división y circunscribir las divergencias, habremos obtenido un primer resultado importante, pues al identificar su campo problemático, habremos esbozado el perímetro que acordamos a la "inmanencia". Siendo que la identidad de un concepto depende de su red de oposiciones, podemos, desde ya, enumerar las líneas de fuerza más previsibles que se desprenden mediante esta óptica retrospectiva, a partir de las oposiciones que han surgido a lo largo de las intervenciones, tales como: inmanencia y cierre, inmanencia y realidad, inmanencia y empirismo, inmanencia y trascendencia; sin dejar a un lado las oposiciones más problemáticas: inmanencia y heterogeneidad, inmanencia y lógica, inmanencia y modos de existencia, inmanencia y manifestación; y hasta las menos evidentes: inmanencia y narración, inmanencia y pasiones, inmanencia y estrategia, inmanencia y estilo de vida.

Fieles a la tradición según la cual cada operación de síntesis conduce a la re-definición de un concepto y, por consiguiente, a la articulación de su campo problemático, poniendo de relieve los falsos conflictos y las verdaderas oposiciones, el propósito de esta mirada retrospectiva, resumiendo de manera personal las adquisiciones de los tres volúmenes, es el de lograr una mejor legibilidad del concepto de inmanencia.

 

Inmanencia y cierre

Así, hemos constatado que la doxa atribuye a Hjelmslev la limitación a la forma así como el cierre del objeto. Gracias a una lectura más fina de las páginas de los Prolegómenos dedicadas a la inmanencia, la respuesta de los investigadores ha sido más bien la de poner en evidencia el valor del procedimiento atribuido por el autor al análisis de los objetos de lenguaje. Los artículos de Badir, Bordron, Quezada/Blanco, Paolucci, así como mis propias observaciones, son los que apuntan a este rebase aproximando la trascendencia de las sustancias por medio del movimiento que los lleva a describir las invariantes de la forma y, únicamente después, a abordar la variabilidad de las sustancias.

Teniendo en cuenta las distinciones introducidas por Arrivé sobre la posición más abierta de Saussure, es decir, la atención dada a la realidad psicológica, así como otra crítica que ya había sido hecha desde hace mucho tiempo al inmanentismo estructural de Hjelmslev y, posteriormente, al de Greimas, nosotros podemos entender el cierre según tres acepciones diferentes: cierre hacia las ciencias duras, cierre hacia las demás ciencias humanas, cierre hacia la vida y la experiencia empírica. Entonces, se podría resumir estas distancias y el repliegue de la teoría del lenguaje sobre sí misma como una exclusión de la realidad.

 

Inmanencia y realidad

La problemática de lo real, capaz de poner en cuestión el acercamiento inmanente, no ha encontrado, sin embargo, un verdadero representante entre los autores de los tres volúmenes.1 Únicamente la primera parte del artículo de Ivan Darrault nos permite reconstruir la argumentación favorable al rebase del principio inmanente como criterio de cierre a una semiótica homogénea, privilegiando la forma y el análisis sincrónico, en detrimento de la sustancia y del análisis diacrónico de los objetos de estudio.2

Una intervención sobre los vínculos del lenguaje con lo real nos habría permitido abordar una última cuestión referente a la relación de la semiótica con las ciencias "duras". Es decir, el hecho de que los fundamentos de la física, en lo que se refiere a la materia de la expresión y a las bio-físicas como base de la materia del contenido, muestran puntos evidentes de contacto con el objeto de conocimiento de las ciencias del lenguaje. Bruno Latour había formulado esta pregunta, de manera provocativa, recordando que no podemos considerar que todo es discurso.3 El hecho de captar la transversalidad de una misma materia, bajo el ángulo de la pertinencia de la realidad física, nos conduce a establecer una relación entre los niveles de estructuración de los distintos dominios científicos. Si bien la puesta en relación entre las articulaciones de la sustancia es posible con las demás ciencias humanas, la sola unidad con las ciencias duras sigue siendo la materia no analizada. Y, sin embargo, las correspondencias son notables, tanto en el caso de la percepción, como en el de la organización neuronal. La física se aplica en hacer un análisis de la estructura material del mundo; a su vez, una rama de la neurobiología se dedica a describir la estructura de las sinapsis y de su localización gracias a la imagenología tomográfica del cerebro. Entre estas dos ciencias, el papel dado a la semiótica es el de una interfaz de mediación entre fenómeno y númeno. Cual un Jano bifronte, el papel asignado a la semiótica está enfocado a la vez al mundo externo y al cuerpo propio. Es necesario comenzar por constatar que, en el caso de las ciencias llamadas duras, no hay una verdadera trascendencia del plano inmanente, pues, aquí, la materia se ve y se aproxima bajo un ángulo muy diferente con relación al de la significación, la que, por otro lado, es común a otras disciplinas sociales, tales como la antropología, la psicología o la sociología, también más cercanas al cuestionamiento del sentido y susceptibles de realizar integraciones entre discursos, objetos y prácticas. Es evidente que las relaciones de la semiótica con las ciencias duras no son de la misma naturaleza que las relaciones reconstruidas por Jacques Fontanille en Prácticas semióticas, capaces de integrar la heterogeneidad mediante la puesta en relación ascendente o descendente entre niveles de significación, asociándolas entre otras a la sociología de Pierre Bourdieu o a las aportaciones de otras ciencias humanas. En este caso —como en el de la sociología de las prácticas— la reducción de la heterogeneidad a la homogeneidad se obtiene sobre una base inmanente, gracias a la integración de los niveles que están todos relacionados con el cuestionamiento del sentido. Por otro lado, el problema es muy diferente cuando, a partir de una materia, la integración no se relaciona con un mismo nivel de pertinencia, dicho de otra manera, cuando el cuestionamiento no es el del sentido. En definitiva, tal es la relación de la semiótica con la física o con la neurobiología. Claro está que con estas ciencias llamadas "duras", estudiamos la misma materia, pero no estudiamos la misma sustancia. Al construir su ángulo de ataque, las ciencias construyen su sustancia como un nivel en el análisis de una misma materia. Por esta razón, la sustancia física o neurobiológica no trasciende la forma de la expresión ni tampoco la del contenido, pues el ángulo de pertinencia adoptado por estas ciencias no es el del sentido.

En su relación con estas ciencias, la semiótica, entonces, debería escoger entre dos caminos: limitarse a un interpretativismo que impone ignorar las convergencias cada vez más fuertes con las ciencias duras —y, por consiguiente, no poder decir nada de lo "real"— o bien, como nos invitan a hacerlo Jean Petitot y Jean-Claude Coquet desde hace ya un tiempo, irnos por el lado inexplorado y aceptar así el anclaje del lenguaje con lo real y el cuerpo propio. La pregunta es la siguiente: ¿Existe un tercer camino, un camino de fuga inmanente, para volver a pensar la relación entre la significación y la estructura física del mundo, y la de la biofísica del cuerpo propio? ¿Existe una manera de volver a pensar la relación del lenguaje con lo real y el cuerpo sin evitar la cuestión del sentido y por ende sin hacer de este tema una cuestión accesoria con relación a una presunta unidad epistemológica de las ciencias?4

En primer lugar, es necesario observar que si bien la palabra estructura ha conocido "fortunas alternas" en el campo de las ciencias humanas, sin embargo, este mismo concepto no ha sido cuestionado en las ciencias duras. Expresiones tales como "la estructura física de la materia" o "la estructura dinámica de las sinapsis" todavía se utilizan comúnmente en dichas ciencias. No olvidemos que el título del texto fundador de la teoría de las catástrofes, Estabilidad estructural y morfogénesis, al tiempo que evoca la posibilidad de su dinamización, contiene el adjetivo derivado de la palabra estructura. En su libro La estructura ausente, Eco había dirigido hacia esta misma noción la crítica simétrica y contraria a la nominal avanzada por Brandt, es decir, la de atribuir la estructura a la realidad. Para Hjelmslev, así como más tarde para Greimas, es necesario introducir una distancia con relación a las actitudes nominalistas y realistas (ver también Badir), pues los universos físico o bio-físico constituyen simulacros de la realidad en cada dominio de investigación, y esto como representaciones discursivas propuestas por las disciplinas científicas. Tan es así que estos simulacros de la realidad no dejan de cambiar, siguiendo las evoluciones de los instrumentos tecnológicos mediante los cuales interrogamos la materia física o cerebral. Sin negar la existencia de una realidad externa, dicha constatación no sólo soporta la visión arqueológica de Foucault en cuanto a las formaciones discusivas y científicas, sino también que una mirada breve de la historia de las ciencias permite constatar cuánto esta representación de lo real o de la naturaleza5 ha evolucionado en el tiempo. La construcción de lo real no es, en definitiva, más que la construcción de la sustancia de análisis propia a cada una de estas ciencias.

Entonces, ¿cómo una hipótesis inmanente del sentido podría acercarse a la física o a la neurología, y dar cuenta de los efectos de correspondencia entre la estructura física del mundo y la percepción, y entre la representación conceptual y la actividad local del cerebro?6 ¿Debemos cerrar los ojos con el fin de deontologizar y, sobre todo, como lo recordaba Latour en Nous n’avons jamais été modernes (Nunca fuimos modernos), se tratará una vez más de interpretación y de discurso cuando el hueco de ozono empiece a producir sus efectos reales sobre el cambio climático del planeta? Tarde o temprano las consecuencias del mundo físico, debido a las actividades nocivas del hombre o al desarrollo de las neurociencias, terminará por eliminar la última barrera y con ella se debilitarán las últimas motivaciones para justificar tal cerrazón. Y, sin embargo, tenemos la impresión de que este ángulo de ataque es el único permitido para la semiótica.

Por otra parte, a menudo escuchamos que la especificidad semiótica estaría justificada por la expresividad del cuerpo propio (Montanari). La introducción de interfaces neuronales a la lectura de la tomografía es el primer paso hacia una expresividad que ya no necesita de los movimientos exteroceptivos del cuerpo. Pensadas en un inicio para los parapléjicos extremos cuyo cuerpo es incapaz de realizar el más mínimo movimiento, estas interfaces interoceptivas pueden permitir la ejecución de comandos de forma mental. Ya son una realidad destinada a una difusión que rebasa el nicho de usuarios para quienes estaban inicialmente previstas.7 La consecuencia de su uso es que ya no es necesario expresar los significantes a través del cuerpo y, por lo tanto, la acción desencadenada se acerca más bien a la emanación directa del pensamiento sobre el mundo. La mediación expresiva, que se convirtió en invisible, es en realidad confiada a la interfaz que, gracias a la lectura de la actividad cerebral, hace seguir la ejecución del comando. Al rebasar la necesidad de la expresividad y de la actividad exteroceptiva del cuerpo, la máquina de lectura neuronal nos libera, de hecho, de la producción de toda relación semiótica. Entendemos entonces la importancia de las observaciones de Latour cuando imagina el dispositivo cuerpo-objeto como un solo actante doble. Sin querer utilizar la ciencia para prever el futuro, sino solamente observar las tendencias de los laboratorios, la implantación de la memoria y de los recuerdos es la otra dirección experimental hacia una deontologización de la experiencia: una prueba ulterior de las bases bio-neurológicas en las que la experiencia se convierte en un efecto de memoria. En ambos casos, a pesar de que el segundo sea únicamente una hipótesis experimental, el avance científico y tecnológico está modificando el vínculo que hemos conocido entre realidad y experiencia: tan es así que las realidades virtuales nos procuran desde ya experiencias fenomenológicas sin haber sido generadas por ontologías correspondientes.

Aun permaneciendo anclados a un mundo real más convencional, como el de las reacciones perceptivas del mundo externo, vemos bien que la semiótica toma lugar entre las descripciones de estas dos estructuras: el análisis de la materia del mundo y el de la bio-química o bio-neuronal del cuerpo propio (la hipótesis "realista", según Beividas). Su correlación es sin embargo menos evidente de lo que parece desde un punto de vista intuitivo. La intención de los investigadores que cruzan estos dominios parece en ocasiones querer reducir esta mediación, y concluir, mediante la puesta en paralelo entre el mundo físico y el mundo cerebral, afirmando el alto grado de correspondencia entre la estructura del mundo y la estructura neuronal, eliminando o disminuyendo, de paso, el papel de mediación que es específico de la actividad semiótica de lo viviente. El descubrimiento de "neuronas espejo" da la impresión, por cierto, de abogar por una relación directa entre estructura del objeto percibido y estructura cerebral. Tal como para el análisis distribucional de Bloomfield, ese acercamiento conduce a la economía de la cuestión del sentido. El sentido se convierte, entonces, en un residuo entre ambas ciencias supuestamente duras. Sin embargo, cuando los científicos se interrogan sobre el funcionamiento de las neuronas espejo, deben reconocer una finalidad biológica para la ejecución de un programa de acción. Pues, si, por una parte, la apertura hacia lo real es necesaria, las posiciones que apuntan a suprimir o a reducir la relación con el sentido y con la interpretación, reclaman, por su lado, la afirmación fuerte y firme del papel irremplazable de la semiótica en la captura del sentido.

Si bien es necesario ponerse a la escucha de las demás ciencias, tampoco hay que olvidar que este nivel de pertinencia, que es propio de las ciencias del lenguaje, no puede ser confiado ni a la física, ni a la neurobiología o a la lógica de lo viviente, pues la tarea de describir el sentido sigue siendo el nivel de pertinencia de la descripción semiótica. La física o la neurobiología no pueden, en ningún caso, trascender ni determinar esta capa gruesa y opaca que es la relación con el sentido. Estas descripciones nos invitan más bien a interrogarnos sobre la correspondencia entre estructuras diferentes, siendo entonces la pregunta: "¿Cómo podemos explicar el fenómeno de correspondencia con la realidad física y cerebral, al tiempo de defender el principio de inmanencia del sentido?"

La transdisciplinariedad, este territorio utópico del cruce de las disciplinas, puede ser repensada como una puesta en relación en la organización de los niveles de la sustancia de una misma materia según la diversidad de las estructuras inmanentes que la atraviesan. En todo caso, será necesario aceptar el hecho de que la palabra ciencia, al igual que epistemología, se declinan en plural sin estar siempre tratando de unificarlas en una misma epistemología, sin lograr, mediante dichos modelos semióticos, cruzar estos territorios disciplinarios. Más bien, gracias a estas correspondencias, podemos preguntarnos si no sería posible lograr diversificar los regímenes de la inmanencia.8 Para lo cual, se requerirá empezar por cuestionar el fundamento mismo de la definición de estructura, es decir la noción de dependencia.9 En el fondo, lo que juzgamos inmanente es un nivel de organización de la estructura de la materia física, biológica o social.

 

Inmanencia y heterogeneidad

Una primera propuesta que puede ofrecernos indicios sobre la manera de diversificar los regímenes de la inmanencia proviene de las conclusiones del ensayo de Claudio Paolucci. Como su autor nos lo recuerda, Hjelmslev es el único entre los estructuralistas en haber propuesto una definición de estructura en tanto "entidad autónoma de dependencias internas". Su artículo termina por la variación conclusiva de "entidad autónoma de dependencias internas y externas". Para este ensanchamiento, ciertamente la intención es la de extender el campo de la inmanencia a las condiciones externas al lenguaje, siguiendo la dirección indicada por Fontanille, es decir, mediante la integración de las dependencias no homogéneas. Antes de continuar este diálogo con los autores, es necesario proponer una reconstrucción del concepto de dependencia en Hjelmslev, pues, como acabamos de observarlo, la inmanencia es, antes que nada, reconocida como una estructura, ya sea ésta estática o dinámica, o de naturaleza lingüística, social, física o neuronal.

Por otro lado, Husserl era una de las referencias filosóficas de Hjelmslev. El lingüista danés ya lo citaba en su primer libro de 1928, Principios de gramática general. La noción de dependencia proviene muy probablemente de la segunda de las Investigaciones lógicas, y traduce la palabra alemana Abhängigkeit.10 El criterio de la homogeneidad de la dependencia había sido introducido con el fin de compartir el análisis como descripción conducida según las dependencias homogéneas de la fragmentación guiada por dependencias no homogéneas.11 Para tomar en cuenta estas dependencias, no basta con agregar la palabra externas a la definición de estructura; es indispensable, en primer lugar, ampliar la definición de dependencia. Y, finalmente, es necesario abrir dicha definición, para lo cual habría que analizar la autonomía pues, en el caso de la integración de los niveles de pertinencia —según los cuales un objeto de estudio puede conectar discursos, objetos y prácticas— esta autonomía ya no puede atribuirse a priori, sino sólo después de la construcción de las dependencias que intervienen en el análisis o en la fragmentación de un objeto de estudio. Solamente después de la reconstrucción del conjunto de las dependencias del objeto, ya sean homogéneas o no homogéneas, podremos afirmar la autonomía de la estructura. En definitiva, la construcción del objeto de estudio, en su movimiento ascendente o descendente, acaba cuando reconocemos su independencia con relación a otras condiciones o a otros objetos. Esto nos lleva a afirmar que las condiciones de posibilidad de un objeto de estudio no están dadas a priori, sino reconstruidas para cada objeto de análisis. Basso, en su artículo, plantea muy bien la pregunta de la heterogeneidad irreductible, pero, es preciso decir que dicha reducción, al igual que toda identidad, tiene que pasar por la prueba de conmutación, reduciendo así la alteridad de la sustancia a la identidad de la clase funcional. Deleuze decía que, en la naturaleza, no había repeticiones pues, perteneciendo a una singularidad irreductible, cada fenómeno es heterogéneo. La condición de la heterogeneidad sería, de hecho, insoluble. Sin embargo, nuestra manera de conocer y de producir el sentido pasa, en primer lugar, por la identidad. Siguiendo en el fondo la hipótesis de Greimas y llevando esta posición hasta sus últimas consecuencias, Bordron nos propone la integración de la heterogeneidad por la unidad de contenido, en un acercamiento que gira hacia posiciones muy cercanas a las de los modelos cognitivos. ¿Entonces, cómo conservar este fondo de heterogeneidad susceptible de volver a aparecer detrás de cada operación ficticia de homogeneización? Éste es justamente un punto que requiere un complemento de reflexión, a partir de la búsqueda del modelo lógico subyacente.

 

Inmanencia y empirismo

A este respecto, Badir se pregunta cómo conciliar universalidad y empirismo: cómo hacer ciencia de lo particular: "es la cuestión de saber", dice, "cómo una teoría entendida como sistema deductivo puro puede acordarse con una ciencia empírica".12

En definitiva, dado que la heterogeneidad tiene que ver con el empirismo, podemos preguntarnos si el principio de empirismo y la deducción inmanente son conciliables. Resulta que la epistemología de Hjelmslev no es un sistema deductivo puro, sino más bien es concebida como un sistema hipotético-deductivo, pues es guiada por dos factores que regulan su relación con el objeto de conocimiento: lo arbitrario y la adecuación. Gracias al primer factor, obtenemos un sistema deductivo; mediante el segundo, podemos reformular hipótesis por la retroacción del objeto empírico hacia la teoría. Este último factor, en particular, impone la reformulación de la teoría si su descripción no es exhaustiva con relación a las propiedades reconocidas en el objeto de análisis.13 En este sentido, podemos sostener, de acuerdo con Badir, que la inmanencia refuerza el principio de empirismo y que, en esta lógica de doble movimiento, "el inmanentismo es un empirismo". Pero, más que como un idealismo trascendental, en este sentido la inminencia es una conciliación entre lo trascendental y lo empírico. En su intento por conciliar Kant y Hume, Deleuze lo pone como un empirismo trascendental. Anne Sauvagnargues, en su Deleuze, l’empirisme transcendental,14 muestra claramente que, en esta búsqueda filosófica, se trata de las condiciones de posibilidad de la singularidad.15

 

Inmanencia y lógica

En última instancia, la cuestión de la deducción conduce a preguntarnos sobre la relación entre inmanencia y lógica. Entonces, nos queda por entender cuál es la lógica que necesitamos para integrar la heterogeneidad sin reducirla a la jerarquía de las clases.16

La actitud lógica fue criticada en varias ocasiones, en particular por Jean Petitot, y, más recientemente, en el debate con Per Aage Brandt a lo largo de nuestros intercambios.17 Y podríamos añadir que, sobre el mismo tenor se ubica a Jean-Claude Coquet en su artículo sobre la inmanencia.18 Una vez más, estas críticas nos conducen a oponer, si se puede decir, Hjemslev a él mismo. Es decir, que nos llevan a distinguir entre la posición lógica de los Prolegómenos y la posición sub-lógica que el mismo Hjelmslev propone en La categoría de los casos. En otras palabras, ¿se arraiga la inmanencia en una lógica formal o en una lógica participativa de lo viviente? Creemos que, en muchos aspectos, esta última es en definitiva la vía más cercana a la visión semiótica, capaz, al mismo tiempo, de continuar la tradición inmanente evocada por Cassirer desde Tales hasta la filosofía de Deleuze y Guattari. Una lógica capaz, entre otras cosas, de vincular la cuestión del sentido con la problemática de la regulación biológica: una línea de fuga inmanente que, de Piaget (De biología y conocimiento) llega a René Thom y a Jean Petitot, continuándose en la etología de lo viviente propuesta por Ivan Darrault. Regresaremos a este punto más adelante en nuestras conclusiones, pues, una lógica como ésta, comienza por aceptar la doble continuidad participativa presente en los dos umbrales, filo- y onto-genéticos, entre el animal y el humano, y entre el niño y el adulto, así como la distinción participativa entre comportamiento y prácticas: los dos umbrales de pasaje gradual del comportamiento cultural, regulado por esquemas de acciones que apuntan a las pregnancias biológicas, al comportamiento natural, resultan de la elección y de la determinación de los valores bio-semánticos de los conceptos y de los ideales.

 

Inmanencia y narración

Sobre esta base de los dos umbrales que delimitan lo viviente humano se ubica la gran investigación de Greimas, que articula el sentido y las estructuras narrativas, pues, los animales evolucionados y los bebés tienen en común la lógica de las acciones en su relación con las pregnancias biológicas, tales como el alimento, la pareja sexual, o la supervivencia.

Denis Bertand tiene mucha razón en insistir sobre la importancia de la investigación narrativa, pues, si podemos traducir de una lengua a otra, es gracias al universalismo inmanente de la narración, capaz de rebasar las contingencias y la diversidad de la estructura de la frase. No sólo esta lógica es común a lo viviente humano y animal, sino que también constituye el fondo continuo de la significación, antes y después de la adquisición del lenguaje. La significación práctica se encuentra en el encadenamiento narrativo de las acciones orientadas a un propósito; la significación conceptual transpone este mismo modelo de la experiencia al contenido de la narración. Un modelo así participa ya sea de la narración científica, ya de la lógica —de la pré-lógica, según Lévi-Bruhl— que es propia del relato mítico.

 

Inmanencia y trascendencia

En un texto muy conmovedor, porque está impregnado de nostalgia del universo mitológico, Claude Zilberberg opone la inmanencia en tanto resultado de una "operación de selección" a la trascendencia, que es el resultado de una "operación de mezcla". La primera descansa sobre valores de absoluto, mientras que la segunda se apoya sobre valores de universo. Siguiendo las proposiciones de Lenguaje y mito de Cassirer, opone entonces la inmanencia a la trascendencia de lo divino, regresando al horizonte que ha dado origen a esta división. Ante un mundo sin ilusiones, debido a un exceso de inmanencia y, por consiguiente, inmerso en la falta de afectividad, gracias a la operación de desmitificación, el autor evoca la intensidad de la sorpresa, así como la afectividad propia del mito. No es por casualidad que comience esta reflexión con la referencia a la Categoría de los casos. En este libro, Hjelmslev llama pensamiento pre-lógico el modelo que Zilberberg atribuye a la mezcla, y nos parece que estaría también de acuerdo en conservar el término selección para el pensamiento lógico. El primero recurre a las oposiciones participativas según el modelo (A vs A+B), y no comparte el objeto sino que lo divide entre redes de relaciones; el otro, opera por oposiciones privativas (A vs no-A), y llega, por el contrario, a la separación neta mediante jerarquías y clases.

La mentalidad primitiva planteada por Lévy-Bruhl, fuente de la reflexión de Hjelmslev sobre las oposiciones participativas, es más cercana a la de la mezcla; sin embargo, la explicación racional se funda sobre la ley del tercero excluido, según el principio de la no contradicción ya propuesto por Aristóteles.19 Hjelmslev termina La categoría de los casos observando que el lenguaje recurre al mismo tiempo a dos modalidades de pensamiento y, a la vez, a la recomposición en ese modelo conjunto que llama el sistema sub-lógico. El pensamiento utiliza al mismo tiempo dos operaciones: la selección y la mezcla. Para el autor danés, el pensamiento de la inmanencia integra, pues, ambas operaciones, en efecto, el sistema sub-lógico no excluye el pensamiento participativo, más bien le ofrece la base común para poder pensarla. En este caso, La categoría de los casos, como más tarde en los Prolegómenos, propone una conciliación entre la inmanencia y la trascendencia, sobre una base cercana a la de la lógica de lo viviente, a la vez afectiva y racional.20

En su ensayo, Marion Colas-Blaise evoca la posición de Jean-Claude Coquet. En su texto sobre la inmanencia, el autor avanza sus críticas hacia Hjelmslev compartiendo más bien las posiciones de Brøndal y de Benveniste. No obstante, en un trabajo menos conocido, El sistema sub-lógico de las preposiciones en latín,21 Benveniste acuerda un lugar especial a La categoría de los Casos. Escribe:

En su importante trabajo sobre La categoría de los casos (I, p. 127 y siguientes) Louis Hjelmslev ha presentado las grandes líneas del sistema sub-lógico que subyace a la distinción de los casos en general y que permite construir el conjunto de las relaciones casuales de un estado idiosincrónico. Este sistema sub-lógico comporta tres dimensiones, siendo cada una de ellas, susceptible de varias modalidades: 1) dirección (acercamiento-alejamiento); 2) coherencia-incoherencia; 3) subjetividad-objetividad (p. 177).

El ensayo acaba con un homenaje a Hjelmslev cuando escribe: "[…] una nueva técnica de la descripción es necesaria, y ya es posible, para restituir la estructura de cada una de las preposiciones e integrar estas estructuras en un sistema general (p. 184)". Más bien es extraño observar que Benveniste adopta precisamente la organización del sistema sub-lógico propuesta por Hjelmslev. Esto nos deja concluir que Benveniste no se oponía a esta lógica participativa, pues él mismo la había adoptado para describir e integrar las preposiciones del latín, al ordenarlas en un sistema sub-lógico.

 

Inmanencia y pasiones

A partir de esta última consideración, podríamos poner en paralelo el modelo sub-lógico y el del cerebro para encontrar isomorfismos entre estos dominios de la inmanencia y decir, por ejemplo, que las operaciones de selección y de mezcla —el pensamiento pre-lógico por un lado y lógico, por el otro— encuentran su dominio de correspondencia en la distinción entre la actividad neuronal y la actividad hormonal. La hipótesis de Jean-Didier Vincent es que el cerebro, más que una terminal eléctrica de sinapsis, también es una glándula que secreta endorfinas en función de la reacción del cuerpo ante la experiencia. Esta observación cambia toda la discusión sobre la percepción y abre otras perspectivas en cuanto a los niveles de la materia cerebral.22 El cerebro sería un ambiente húmedo y de mezcla, no solamente eléctrico y de selección. En la experiencia perceptiva del dolor, cuando un receptor periférico es estimulado por presión o por calor excesivos, la reacción del cerebro es la de producir endorfinas con el fin de reducir el dolor. A pesar de que el descubrimiento de las neuronas espejo haya aumentado la posibilidad de una puesta en relación directa entre la percepción de la estructura neuronal, por la predisposición del cerebro a imitarla o a captar un movimiento externo, la mayoría de las veces, los teóricos presentan casos de empatía. Entonces, sería necesario preguntarse si una presencia de las "hormonas-espejo" no estaría acompañada de una inversión humoral determinando una predisposición afectiva a la imitación en los fenómenos de empatía. En el fondo, se trata de sacar las consecuencias de las proposiciones de René Thom quien considera que las formas salientes —las que están predispuestas por las neuronas espejo— son capaces de recibir la inversión biológica de las pregnancias hormonales.

Por cierto, continuando con la problemática humoral, pero bajo un ángulo semiótico, la cuestión de la inmanencia de lo sensible, a la vez humoral y susceptible de una inversión en las figuras del mundo, vuelve a aparecer en la lectura que Luisa Ruiz Moreno hace a partir de un texto extraído de De la imperfección de Greimas. En continuidad con la lectura de Deleuze, el ensayo propone considerar el deseo como un plano de inmanencia. Podríamos agregar que, si el deseo constituye el orden político inmanente (Deleuze-Guattari), se instituye otro orden y otra estrategia cuando se establecen las figuras trascendentes del poder: como la del Padre y la de la Ley (Foucault).

 

Inmanencia, estrategia y estilos de vida

En conclusión, más allá de las líneas de fuerza que acabamos de construir, la inmanencia parece estar encerrada, en un nivel superior, entre la dimensión epistemológica del metalenguaje y la dimensión de las operaciones del procedimiento. No olvidemos que estas dos facetas son específicas del pensamiento de Hjelmslev.23

La intervención de Jacques Fontanille nos lleva a considerar a la inmanencia en el territorio de las prácticas y de las estrategias. Pues, hace de la inmanencia a la vez un criterio epistemológico, una actitud metodológica y, finalmente, un estilo de vida. Esta línea de fuga, iniciada por la filosofía griega y continuada por la línea Spinoza-Nietzsche-Deleuze (ver el artículo de Raymundo Mier), es retomada entonces en dos direcciones: la actitud inmanente que no acepta el Destinador, la que Foucault esboza en la microfísica del poder, y Deleuze en el anti-Edipo. Sin embargo, Deleuze no ha dejado de defender a la inmanencia. Como lo recordamos en el artículo que traza esta línea de fuga, tal defensa es sorprendente en sus escritos porque antecede las problemáticas semióticas sin jamás derogar la inmanencia. Tal como Don Juan y su imposibilidad de arrepentirse, Deleuze no ha dejado de repetir, hasta el final de sus días, que la estructura, la variación y los agenciamientos colectivos de enunciación se ubican en la inmanencia. Anticipando la dirección futura de la semiótica, en su último ensayo, "La inmanencia: UNA VIDA…", plantea a la vida misma como la inma­nencia de la inmanencia.

 

Inmanencia y manifestación / inmanencia y modos de existencia

Una solución a la crítica de Paolucci sobre la oposición entre inmanencia/manifestación llega indirectamente mediante la propuesta de Óscar Quezada Macchiavello y Desiderio Blanco. Ambos autores nos invitan a considerar esta falsa oposición sobre los modos de existencia.

El camino indicado por los autores pasa, de hecho, por una investigación sobre los modos de existencia para concluir que, durante un proceso de significación, la inmanencia se encuentra en la tensión hacia la manifestación, pero, en efecto, no se opone a ella, pues la manifestación no es nada más que el modo de existencia realizado de la inmanencia. En consecuencia, el ensayo nos propone declinar los modos de existencia según el estado virtual, actual, potencial, realizado. Podríamos, por cierto, mostrar que la oposición entre teoría generativa e interpretativa, que se vincula también con la inmanencia, se debe al recorrido entre los modos de existencia, siendo que la primera va de lo virtual a la realización, y la segunda empieza por potencializar lo realizado, al tiempo que propone, después, la selección entre los semas actualizados y virtualizados. En el esquema que tiene la forma del signo infinito, que resume el circuito de la manifestación, habría también que dejar la posibilidad de cambiar de sentido la dirección de la flecha y, mediante esta dirección contraria de las operaciones sobre los modos de existencia, dar cuenta de la posición inmanente propia de la semántica interpretativa de Rastier.

 

La inmanencia entre principio, plano, nivel, campo, estrategia, dominio u horizonte

Habiendo llegado a este punto, podemos ahora hacer un último balance. Ya al final de este recorrido, tal como es propio de nuestra formación, dicho balance no lo haríamos filosóficamente, sino más bien buscando el sentido que es necesario atribuirle al campo de la inmanencia. En su artículo, Jean-François Bordron, se cuestiona sobre la terminología que especifica a la inmanencia mediante las combinaciones paralexemáticas más recurrentes. Podemos, entonces, recorrer las definiciones publicadas en los tres volúmenes y registrar, según los casos, el uso hjelmsleviano de principio de inmanencia (Badir, Basso, Bertorello, Bertrand, Bezerra-Lopes, Bordron, Dondero, Fontanille, Galofaro, Majerska, Martins de Souza, Mier, Montanari, Le Guern, Paolucci, Zinna), plano de inmanencia (Basso, Bordron, Dondero, Fontanille, Galofaro, Majerska, Mier, Montanari, Quezada-Blanco, Ruiz Moreno), nivel o planos de inmanencia (Dondero, Galofaro, Nanni y Zinna, citando a Prácticas semióticas de Fontanille), dominio de inmanencia (Bordron, Fontanille, Galofaro), pen­samiento de la inmanencia (Montanari) y horizonte de inmanencia (Bordron).

Después de haber tomado conocimiento de las líneas de fuerza del debate, avanzamos, en conclusión, hacia una diversificación que apunta a dar cuenta de la nueva articulación del campo problemático de la inmanencia:

* Principio de inmanencia: condición que impone conducir el análisis de las invariantes hacia las variantes y según el cual el análisis de la forma sigue al análisis de la sustancia por la homogeneidad de las dependencias;

* Plano de inmanencia: condición del análisis semiótico de la descripción metalingüística (la descripción, conducida por dependencias, da cuenta del constructivismo más que del realismo o del nominalismo);

* Niveles de inmanencia (a veces de inmanencias, en plural): condición de transición ascendente o descendente entre planos de inmanencia a partir del rebase del criterio de homogeneidad de la dependencia;

* Modo de inmanencia: condición de la transición que pasa del modo virtualizado-actualizado de la inmanencia a la realización en la manifestación;

* Estrategias de inmanencia: condición operativa de la inmanencia que caracteriza: un método, un modelo político o una organización social, o bien un estilo de vida;

* Campo de inmanencia: condición de compartir, propia de las ciencias humanas;

* Dominios de inmanencia: condición de posibilidad de isomorfismo entre estructuras distintas (por ejemplo, entre semiótica y ciencias duras).

En conclusión, podemos conservar la expresión horizonte inmanente o pensamiento de la inmanencia para indicar la línea de fuga, la que, tal como una ola, envuelve las ciencias sociales y las ciencias duras. La causalidad inmanente que se desprende del pensamiento griego apunta a rebasar la explicación de los fenómenos por causalidad emanativa y estrategias trascendentes. Retomando la fórmula propuesta por Denis Bertrand, podríamos, entonces, referirnos a estas distinciones terminológicas al considerarlas como regímenes de la inmanencia.

 

Sobre el gusto de las ciencias y su mito proyectivo

El destino de las ciencias es el de guardar la palabra trascendente, ya no para cualquier explicación emanativa (en la forma divina imaginada por Spinoza, mágica por Mauss o mítica por Lévi-Bruhl o Lévi-Strauss), sino para todo lo que aún no ha encontrado una explicación.

La condición misma de las ciencias es actuar sobre esta línea temporal que comparte lo que conocemos y lo que no conocemos: esta línea en movimiento que separa lo explicable de lo inexplicable. Según Claude Lévi-Strauss, los relatos míticos constituirían una respuesta a lo que, a los ojos de una cultura, se presenta como inexplicable. Al no poder escoger entre explicaciones plausibles o contradictorias, el mito se pronuncia por afirmarlas al mismo tiempo como una doble verdad. El modelo de los mitos ofrece la ventaja y el alivio de unificar aspectos heterogéneos de los conocimientos y de las conductas. Por el contrario, los relatos míticos están sometidos a la fragmentación de las culturas. La práctica de la investigación científica, en su movimiento de adecuación al objeto de conocimiento, también apunta a narraciones explicativas: del cuerpo, del lenguaje o de los universos, no por los relatos de fundación que hacen participar a los valores contrarios, sino por el rechazo de la contradicción. El hecho de estar enfocado a lo general o a lo universal del relato, que nos es propuesto por estos saberes científicos, rebasa todo tipo de relativismo cultural, pero, al mismo tiempo, está fragmentado ya no por la geografía de las culturas sino por los campos y los dominios del saber que propone, el cual, debido a esta misma fragmentación, impide cualquier síntesis totalizante. La única condición unitaria de las ciencias no se apoyaría en la epistemología, sino en el intento de la síntesis inmanente.

Sin embargo, el mito proyectivo de las ciencias también depende de lo que, en un inicio, se presenta como desconocido y trascendente. En la investigación científica, esta trascendencia desconocida es, en definitiva, el horizonte hacia el cual se degrada la línea de fuga inmanente cuando los investigadores cuestionan estas zonas del saber que ellos mismos juzgan insuficientemente conocidas o simplemente desconocidas. A pesar de la restricción temporal que nos obliga a mirar este horizonte a través del presente, una mirada arqueológica, incluso retrospectiva, nos muestra cuántos interrogantes trascendentes han cambiado de signo al haber encontrado su síntesis inmanente y cuántas preguntas, aún sin respuestas, solicitan la búsqueda intensiva en un solo plano de inmanencia o mediante los campos y dominios de inmanencia. Lo que llamamos gusto o placer de la investigación no sería ajeno, tal vez, a este mito proyectivo propio de las ciencias, el cual comparte con las narraciones estudiadas por los antropólogos el deseo y la búsqueda de una respuesta.

 

Notas

Traducción de Dominique Bertolotti Thiodat

1 Sin embargo, la invitación dirigida a los autores quienes, en diversas ocasiones, habían formulado estas críticas, no prosperó.

2 El autor resume de manera eficaz las razones y plantea otra interrogación a las condiciones inmanentes: la de la adquisición gradual del sentido y del lenguaje en el viviente humano. Por cierto, nos recuerda que otra visión de la inmanencia estructural ya estaba presente en la concepción de los mitos según Lévi-Strauss, un acercamiento dinámico y diacrónico. La inmanencia dinámica es, de hecho, común a Lévi-Strauss, Foucault, Thom y Petitot. La investigación sobre las formaciones semióticas es también un proyecto de arqueología para una semiótica dinámica (cfr. Alessandro Zinna, << Les formations sémiotiques >>, Versus, núm. 114, Milán, Bompiani, 2012).         [ Links ]

3 Bruno Latour, Nous n’avons jamais été modernes. Essai d’anthropologie symétrique, París, La Découverte, 1991.         [ Links ]

4 Jean-Claude Coquet es el autor de << Réalité et principed’immanence >> (Realidad y principio de inmanencia), un texto muy crítico hacia el inmanentismo pues, a partir de las posiciones de Benveniste y Brøndal, ataca los fundamentos hjelmslevianos de la teoría de Greimas. Se puede consultar el texto en francés en la siguiente dirección: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/lgge_0458-726x_1991_num_25_103_1605.

5 Bruno Latour, op. cit.; Philippe Descola, Par-delà nature et culture, París, Gallimard, 2005.         [ Links ]

6 Evidentemente queda el problema de saber si la localización es lexical o únicamente frástica.

7 Debido a su velocidad de ejecución, uno de los campos naturales de utilización es, por supuesto, el de las aplicaciones militares.

8 Un modelo que se quiere transversal, pues, rebasa la cuestión del sentido, y puede permitir leer los intercambios sinápticos o la codificación genética, siendo ésta la de la transmisión de informaciones.

9 Este concepto está clasificado entre los indefinibles en la teoría de Hjelmslev.

10 En el primer capítulo titulado "La distinción entre objetos independientes y no independientes", Husserl agrega una primera modulación mediante la introducción de la independencia y la no independencia relativas. En el segundo capítulo, "Ideas para una teoría de las formas puras de las totalidades y de las partes", Husserl introduce también los criterios de bilateralidad y de unilateralidad. Sin embargo, la dependencia husserliana, si no me equivoco, no presenta distinción entre dependencias homogéneas y no homogéneas, y, sobre todo, no hace distinción entre variables y constantes. Hjelmslev también borra la gradación e introduce dos criterios adicionales con relación a Husserl: por una parte, el criterio de la homogeneidad y, por la otra, la distinción entre funciones constantes y variables (el de función, siendo el nombre sintético atribuido a las dependencias homogéneas). En este punto, el paso a la visión lógica de la dependencia es una consecuencia directa: las interdependencias al ser definidas como relaciones bilaterales entre dos constantes (c/c); las determinaciones como relaciones unilaterales entre constante y variable (c/v) y, finalmente, las autonomías como dependencias entre variables (v/v). Todas estas modulaciones son, al mismo tiempo, articulaciones de las dependencias homogéneas, pues se registran en la misma estructura. Vemos que, gracias a estas definiciones, la unidad contemplada sobre una base lógica se convierte ahora en algo posible y, en efecto, en La estratificación del lenguaje, Hjelmslev mismo llegará a establecer relaciones de determinación entre los niveles de la sustancia semiótica.

11 Por cierto, la noción misma de fragmentación proviene también de la segunda investigación lógica.

12 Sémir Badir, Revista Tópicos del Seminario, vol. I, núm. 31, Puebla, México, BUAP, 2014, p. 71.         [ Links ]

13 En varias ocasiones, Badir llama "principio" a la adecuación al tiempo que busca sus características de proceso. Sin embargo, hay que decir que Hjelmslev considera la adecuación y lo arbitrario de la teoría como "factores". La diferencia reside en el hecho de que, como factores, más que un principio que regula la cuestión procesal interna de una aplicación, caracterizan las condiciones generales de la relación entre teoría y objeto de conocimiento.

14 Anne Sauvagnargues, Deleuze, l’empirisme transcendental, París, PUF, << Philosophie d’aujourd’hui >>, 2008.         [ Links ]

15 Gilles Deleuze et Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, trad. de José Vázquez Pérez con la colaboración de Umbelina Larraceta, Madrid, Pre-Textos.         [ Links ]

16 Sabemos que el camino que apunta a la unidad de las ciencias, propuesto por Carnap y continuado por Hjelmslev, pretendía ser un recorrido de integración sobre una base lógica; sin embargo, podemos preguntarnos si esta integración sigue siendo inmanente o más bien si no se trataba de un efecto obtenido por el universalismo implicado por términos tales como clase, componente, derivado o jerárquico. En definitiva, una integración tal se pretendía mediante la introducción de una capa terminológica de derivación lógica. Un exceso de confianza, en el fondo, en el poder unificador del lenguaje con relación a las ciencias.

17 Cfr. Revista Tópicos del Seminario, op. cit.

18 Coquet, ver nota 4. Finalmente, una crítica parecida había sido hecha por mí, indicando como abusiva la posición lógica, pues introduce incoherencias en la teoría de Hjelmslev. Tomando distancia con relación a tal epistemología, yo había indicado, en varias ocasiones, las aporías a las que conduce tal acercamiento.

19 Cfr. Órganon.

20 Sin embargo, esta distinción entre sistema pre-lógico y lógico desaparece en los Prolegómenos; por esta razón, la identificación del pensamiento del autor con este libro sigue siendo, en todo caso, muy reductiva.

21 Ensayo publicado en el volumen Recherches structurales, Travaux du Cercle Linguistique de Copenhague, 1949 [Traducción libre].

22 Jean-Didier Vincent, La biologie des passions, París, Odile Jacob, 1986.         [ Links ]

23 Alessandro Zinna, << l’épistémologie de Hjelmslev: entre métalangage et opérations. Que peut le métalangage ? >>, Signata, núm. 4, 2013, pp. 192-155.         [ Links ]

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