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versión On-line ISSN 2594-0619versión impresa ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  no.33 Puebla ene./jun. 2015

 

La inmanencia en cuestión: ¿una condición de la interdisciplinariedad?

 

The immanence in question: a condition for interdisciplinarity?

 

L’immanence en question: une condition de l’interdisci­plinarité?

 

Ivan Darrault-Harris

 

Profesor emérito del CeReS (Universidad de Limoges, Francia), secretario de la Asociación Francesa de Semiótica, miembro del Colegio Internacional de la Adolescencia. Correo electrónico: ivan@darrault.com

 

Resumen

Una primera parte de este artículo esboza la historia reciente de tres genealogías, dos de las cuales cuestionan fuertemente el principio de inmanencia y el estructuralismo formal: la primera, morfológica, retomada por Claude Lévi-Strauss y asumida por Jean Petitot; la segunda, partiendo de Merleau-Ponty y de Benveniste, llega, con Jean-Claude Coquet, a la teoría de las instancias y la afirmación del principio de realidad.

En la segunda parte se propone ilustrar las aperturas interdisciplinarias que se dieron gracias a este cuestionamiento del principio de inmanencia y que son temas centrales del autor: el cálculo de las posiciones subjetales en la redefinición del sujeto borderline; el descubrimiento de la junción semiótica entre el cuerpo y la actividad fantasmática en el adolescente; la convergencia de los acercamientos semio-psiquiátricos en la investigación de la génesis precoz del sujeto en el neonato. Paradójicamente, sin embargo, se muestra también la utilidad, hoy en día, de la semiótica de sello inmanentista.

Palabras clave: semiótica, inmanencia, interdisciplinariedad, psicoanálisis.

 

Abstract

The first part draws again the recent history of three genealogies, two of them contesting strongly the principle of immanence and the formal structuralism: the first, morphological, taken over by Claude Lévi-Strauss and taken on by Jean Petitot, the other starting from Merleau-Ponty and Benveniste and succeeding, with Jean-Claude Coquet, to his theory of "instances" and the assertion of the principle of reality. The second part shows illustrations of interdisciplinary openings went possible by the contestation of the principle of immanence: the calculation of the subjectal positions in the act of redefining the subject named "borderline"; the discovery of the semiotic junction between the body and the fantasmatic activity of the teen-ager; the convergence of semio-psychiatric approaches in the research of the early genesis of the subject-baby. Paradoxically, we show also the utility, today, of the interdisciplinary value of the narrative grammar, result, nevertheless, of immanentist semiotics.

Key words: semiotic, immanence, interdisciplinarity, psychanalyse.

 

Résumé

Une première partie redessine l’histoire récente de trois généalogies dont deux d’entre elles contestent fortement le principe d’immanence et le structuralisme formel : celle, morphologique, relayée par Claude Lévi-Strauss et assumée par Jean Petitot, celle partant de Merleau-Ponty et Benveniste et aboutissant, chez Jean-Claude Coquet, à la théorie des instances et l’affirmation du principe de réalité. On se propose, dans la seconde partie, d’illustrer les ouvertures interdisciplinaires rendues possibles par cette contestation du principe d’immanence et appartenant à nos recherches : le calcul des positions subjectales dans la redéfinition du sujet borderline; la découverte de la jonction sémiotique entre le corps et l’activité fantasmatique chez l’adolescent; la convergence des approches sémio-psychiatriques dans la recherche de la genèse précoce du sujet chez le bébé. Paradoxalement, on montre aussi l’utilité, aujourd’hui, de la valeur interdisciplinaire de la grammaire narrative, résultat, pourtant, de la sémiotique d’obédience immanentiste.

Mots-clés: sémiotique, immanence, interdisciplinarité, psychanalyse.

 

En el presente, preguntarse sobre la inmanencia o, de manera más ruda, someterla a cuestión,* es un tema actual en semiótica. Ya a nadie le molestará este hecho, por el contrario, la puesta en cuestión de este principio no es en absoluto nueva, pues tiene más de medio siglo1 de historia en nuestra disciplina; y desde su surgimiento, en el entrecruce de flujos interdisciplinarios, se advertía ya que la sociología, la antropología y la fenomenología, como sabemos, son poco inmanentistas. Esta historia, que debería ser el objeto de un estudio sistemático, serio y profundo,2 muestra que en el seno mismo de la Semiótica de la Escuela de París se han entrelazado y cohabitado, más o menos pacíficamente, al menos tres genealogías de corrientes epistemológicas bien distintas.

Quisiéramos, en un primer momento, esbozar a grandes rasgos esta triple genealogía, insistiendo de manera especial sobre dos de ellas, que son menos evocadas por estar menos íntimamente ligadas a los discípulos más cercanos a Greimas.

Una primera genealogía dominante se origina en Saussure, quien "dio a luz" a Hjelmslev (aunque el hijo releyó e interpretó al padre), el cual tuvo, como se sabe, una influencia decisiva sobre Greimas (lo que lo liga en Egipto a Barthes, en los años 1950) y la primera elaboración de su semiótica. Pero una segunda genealogía (encontrada por Greimas en Merleau Ponty, citado desde La actualité du saussurisme) se desarrolla de manera casi contemporánea; la que parte de Husserl, se continúa con Merleau- Ponty y sobre todo con Benveniste, genealogía bien representada por Jean-Claude Coquet, que siguió sus cursos en el Colegio de Francia. Y es esta corriente que incluye a Paul Ricœur la que responde opuestamente al principio de inmanencia, en un movimiento considerado como responsable del fin del estructuralismo puro y duro de los años 1960.

Hay, finalmente, una tercera genealogía contestataria del principio de inmanencia que se encarna en Claude Lévi-Strauss (pero que nos recuerda el diálogo polémico entre él y Ricœur),3 en la que se ha entrevisto tardíamente la identidad,4 gracias a los trabajos de Jean Petitot,5 y la revelación de que desciende intelectualmente no de los formalistas y logicistas, sino de la tradición morfológica.

Y es, desde nuestro punto de vista, esta identidad original, distinta, la que desemboca en una definición diferente de la noción de estructura, que originó a nuestro modo de ver el distanciamiento progresivo entre Lévi-Strauss y Greimas,6 desde 1970 (fecha de aparición de En torno al sentido).

Se considerará, en primer lugar, esta genealogía que incluye a Jean Petitot, para regresar después a la encarnada por Jean-Claude Coquet y finalizar situando epistemológicamente nuestras propias investigaciones y trabajos que han desembocado en la proposición de una psicosemiótica y además de una ethosemiótica en el dinamismo de una necesaria y posible interdisciplinariedad. Porque es el autor de la teoría de las instancias (que él prefiere llamar semiótica subjetal) quien me ha permitido sostener epistemológica y teóricamente mis investigaciones.

 

1. Una triada genealógica

1.1. La verdadera genealogía de Claude Lévi-Strauss

Es, por lo tanto, a Jean Petitot a quien debemos haber puesto en evidencia de manera sorprendente la genealogía morfológica del estructuralismo, a partir de la revelación tardía que le confía Claude Lévi-Strauss a Didier Eribon, quien lo interrogaba sobre el origen de la noción, capital, de transformación, sobre la identidad de los autores de esta herencia:

[Yo no la he pedido prestada] ni a los logicistas ni a los lingüistas. Me viene de una obra que ha jugado para mí un rol decisivo y que leí en los Estados Unidos durante la guerra: On Growth and Form, en dos volúmenes, de D’Arcy Wentworth Thompson, aparecido por primera vez en 1917. El autor naturalista escocés […] interpretaba como transformaciones las diferencias visibles entre las especies u órganos animales o vegetales en el seno de un mismo género. Eso fue una iluminación, sobre todo porque yo me había dado cuenta rápidamente de que esta manera de ver se inscribía en una larga tradición: detrás de Thompson, estaba la botánica de Goethe, y antes de Goethe, Alberto Durero con su Traité de la proportion du corps humaine.7

Se comprende desde entonces las protestas recurrentes de Lévi-Strauss, cuando él se veía indebidamente amalgamado al grupo formado por Foucault, Lacan y Barthes a pesar de que él reivindicaba, además de la genealogía morfológica, su pertenencia a la familia de Dumézil y Benveniste.

Podremos constatar que el descubrimiento de Thompson es contemporáneo de los trabajos de Jakobson (conocido en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial). Y Lévi-Strauss recuerda muy claramente su apego desde la infancia a las ciencias de la naturaleza: zoología, botánica, geología, y a la referencia naturalista. Y lo que él retomó está en una lingüística compatible con su propia concepción de la estructura (muy alejada de la definición hjelmsleviana tan conocida):

Yo diría incluso que todos los errores, todos los abusos cometidos sobre o con la noción de estructura provienen del hecho de que sus autores no han comprendido que es imposible concebirla separada de la noción de transformación. La estructura no se reduce al sistema: conjunto formado de elementos y de relaciones que los unifican. Para que se pueda hablar de estructura, debe ser entre los elementos y las relaciones de muchos conjuntos que aparezcan en relaciones invariantes, de tal modo que podamos pasar de un conjunto al otro por medio de una transformación.8

Se constata, por lo tanto, en Lévi-Strauss un doble cuestionamiento del principio de inmanencia hjelmsleviano: por una parte, la imposibilidad de acceder a la comprensión de un sistema aislado y la necesidad de investigar, gracias a las transformaciones, unas propiedades idénticas dentro del sistema aparentemente diferentes, y por otra parte, la permanencia de un cierto tipo de naturalismo, es decir, su gusto permanente, recordémoslo, desde la infancia y a lo largo de toda su vida, por las ciencias naturales, lo que lo llevó a relacionar muy estrechamente los conceptos de estructura y forma natural.

Jean Petitot insiste entonces y con razón sobre el rescate por Lévi-Strauss de la tesis central de Goethe que identificaba la teoría de las formas con la teoría de las transformaciones. Y la "ciencia de lo concreto" que él investiga consiste precisamente en rehabilitar lo sensible poniéndolo en el mismo nivel que lo inteligible. Y Lévi-Strauss valoriza estéticamente las formas naturales:

Como yo lo veo, el hombre debe persuadirse de que ocupa un lugar ínfimo dentro de la creación, que la riqueza de ella lo desborda, y que ninguna de sus invenciones estéticas rivalizará jamás con aquellas que ofrece un mineral, un insecto o una flor.9

 

1.2. De Lévi-Strauss a Jean Petitot

Los trabajos de Jean Petitot10 se inscriben en esta genealogía morfológica, de toma de distancia con el principio estricto de inmanencia, pero con especificaciones de los rasgos de identidad propios, debido a su formación en matemáticas y en ciencias de la naturaleza, lo que lo lleva a criticar el formalismo de tipo logicista que se impuso en los modelos estructuralistas que desem­bocaron, por ejemplo, en un rechazo a la física. Regresaremos también sobre la introducción, necesaria para él, del estrato fenomenológico de la naturaleza, lo que se aleja radicalmente de la posición inmanentista.

En su discusión con Jean-Claude Coquet, de la que se desarrollarán más tarde las tesis anti-inmanentistas, y de acuerdo con él, Jean Petitot desea, pues, reintroducir en un buen lugar la naturaleza (la physis), y la fenomenología del aparecer sensible: el lenguaje está, por lo tanto, para él, anclado en la naturaleza, en lo viviente (el cuerpo fenomenológico). El principio de inmanencia desembocaba en una reducción drástica del espesor del lenguaje. Una vez dicho esto, históricamente, este principio tuvo en esencia un valor metodológico, que permite un aislamiento positivo para la construcción de una semiótica autónoma, independiente de las fuerzas trascendentales que obran en biología, psicología y en la sociología, por nombrar sólo algunas disciplinas. Pero es en el momento en el que la metodología se ontologiza cuando surge el dogma de los límites.

De este lado de la fenomenología de la percepción, un punto capital es, para Jean Petitot, que existe un nivel morfológico, macroorganizacional de la naturaleza, nivel en el que emergen formas naturales (he aquí el objeto de la corriente que va de Goethe a Thom). La existencia de esas formas permite eso que Jean Petitot llama la fenomenalización de la naturaleza para sujetos percibientes: es, por lo tanto, lo morfológico lo que permite la fenomenología de la percepción, la cual toma a su cargo ese nivel morfológico que, por vía de la actividad enunciativa del sujeto hablante, va a ser traducida a un nivel más abstracto y conceptual (el logos).

Y Jean Petitot señala, a la vez en Husserl y Merleau-Ponty, las relaciones que ellos hacen aparecer entre fenomenología de la percepción y la problemática morfológica. Es en este último, en que se puede notar muy particularmente, en sus últimos cursos en el Colegio de Francia, un pasaje de la fenomenología de la percepción a una verdadera filosofía de la naturaleza.

Por lo tanto, Jean Petitot coincide bastante con Coquet en su crítica del estructuralismo formal, que engendra una separación radical del logos y de la physis, y, al eliminar la dimensión de la physis, excluye la historicidad, sustancialidad del sentido, y del cuerpo, sin olvidar toda la problemática de la enunciación desarrollada por Benveniste.

Es necesario volver a tejer el vínculo entre logos y physis, lo cual pasa por una resurrección del cuerpo propio, el Leibkörper de Husserl, cuya concepción de que el estrato del sentido surge del cuerpo propio se resume en la siguiente observación: "La aprehensión del cuerpo (Leibkörper) como corporeidad carnal fundadora (el Leib) sirve de cimiento constitutivo para la aprehensión comprensiva del sentido".11

Compartiendo los puntos comunes esenciales en la crítica del principio de inmanencia que excluye la physis, Jean-Claude Coquet (a quien volveremos) se dirige hacia una subjetivización de la physis, mientras que Jean Petitot apunta a su naturalización. Y su búsqueda es la de comprender cómo las ciencias de la naturaleza pueden articularse con la fenomenología. Sobre este asunto Jean Petitot es llevado a responder a la crítica formulada por Coquet según la cual "la naturalización del espíritu y del sentido subordina la physis al logos".12 Su justificación amerita que nos detengamos, ya que Petitot defiende de manera muy convincente un indispensable recurso al logos, en cuanto iniciamos un trabajo de modelización (que presupone simulaciones informáticas y formalizaciones matemáticas). Pero hoy ya no estamos bajo las consecuencias mutilantes de la ciencia moderna post-galileana, es decir la supresión de lo morfológico que desemboca en una imposibilidad de capturar la fenomenologización de la naturaleza. No es por ello que las nuevas ciencias de la naturaleza no otorguen el monopolio al logos, que sin duda sí le dan a las matemáticas, pero no tienen la intención de reducir el objeto al logos: las ciencias de la naturaleza siguen siendo empíricas. Al retomar a Roger Cambon, Petitot concluye este punto capital:

El problema es saber qué concepto de naturaleza necesitamos para comprender la fenomenalización de la naturaleza, es decir una naturaleza que debe llevar en ella misma la posibilidad de su fenomenalización. Si se quiere evitar un idealismo proyectivo según el cual lo mental construiría por sí solo la fenomenalidad, hay que comprender cómo la naturaleza es capaz de producir ese nivel de fenomenalidad organizada.13

Si, por lo tanto, para resumir, Jean Petitot comparte ampliamente la crítica del estructuralismo formal impugnando la sumisión al principio de inmanencia, sostiene así el anclaje del logos en la physis, él define su posición como defendiendo una naturalización de la physis a través de la morfodinámica thomiana.

 

1.3. Merleau-Ponty, Benveniste, Coquet

Si Jean Petitot, como lo hemos visto más arriba, participa a la vez de la genealogía morfológica y de la fenomenológica, por su parte Jean-Claude Coquet, nuestro iniciador en semiótica, desde 1965 en la universidad de Poitiers (Greimas venía de ser elegido director de estudios en la EPHE, sección sexta, de París), ubica su trabajo en la línea iniciada por Merleau-Ponty y en especial en Benveniste, del que siguió los cursos en el Colegio de Francia. Su última obra titulada Phusis et Logos,14 cuya publicación dio lugar al debate con Petitot, reafirma con fuerza la defensa del principio de realidad en oposición al de inmanencia: "¿El lenguaje puede abrirse a la realidad en la que habitamos?"15

Dos universos aparecen: uno, el del pensamiento y su soporte, el logos; el otro, el de la physis, de la naturaleza. No podemos, pues, desde la perspectiva de la fenomenología del lenguaje, eliminar este último para no retener más que el primero: la cuestión central es la de la articulación entre los dos universos, de la traducción, dicho también por Coquet, de la physis en el logos.

La distinción de estos dos universos es la que necesariamente tiene que poner en relación naturalmente las instancias que pertenecen propiamente a estos territorios distintos: hay que

[…] disociar la instancia que percibe de la que piensa. Una corporal, muda por la pasión […] establece su relación con el mundo, es el tiempo de la captura sobre el universo sensible; la otra, judicativa (ella hace conocer su juicio), establece la rendición de cuentas de su experiencia, es el tiempo del retorno.16

Retomando la distinción entre la lengua (cuyo examen de estructuras puede depender del principio de inmanencia) y el lenguaje (en el que el análisis exige el recurso al principio de realidad), Coquet, que al alejarse de la pregunta: ¿cómo se dice el ser?, hace la pregunta filosófica para él de mayor importancia: ¿cómo el ser se dice?

La respuesta, una vez más (cfr. la instancia corporal), está provista por el estatuto del cuerpo, que es capaz de enunciar su relación con el mundo: aquí se esboza la noción central de instancia enunciante. Del lado de la instancia judicativa que retoma así la primera captura del mundo, encontramos una "persona" que se enuncia como yo, convocando ahí el plano de la lengua.

Aquí se constata que la actividad lingüística, el logos, tra­duce de hecho la realidad, o, para retomar la feliz formulación de Benveniste, la re-produce. Lejos de aislar como único objeto de investigación posible el logos, el lingüista que adopta el punto de vista fenomenológico relacionará continuamente lenguaje (con la condición de que se le considere constituido por physis y logos), mundo y ser.

Así, la concepción misma de ese continuum llevará a privilegiar, en el examen de la lengua, eso que Coquet llama los predicados de realidad o más aún, los predicados somáticos (que expresan la primera relación cuerpo/mundo, lo sensible): "[…] que señalan la percepción, la duración de un fenómeno, su aparición y su desaparición, o el contacto, en particular la posición en el espacio, la proximidad o la lejanía, o el grado de un afecto, etc.".17

Y la conclusión del prólogo insiste con justa razón sobre el proceso de proyección: "[…] una de las piezas esenciales de la semiótica de las instancias."18 La proyección implica en efecto la articulación entre physis y logos y, sobre todo, "[…] la colaboración entre autonomía y heteronimia".19

Haciendo referencia al análisis que Merleau-Ponty ha podido hacer de una novela de Claude Simon, Coquet recuerda que el autor de una obra literaria no es más que el resultado de una proyección que, enunciándose, da expresión o no al universo de la physis. Entonces un narrador puede ser él mismo proyectado engendrando a su vez personajes, etc. Se entiende aquí la puesta en marcha del proceso de objetivación que, recibido por el auditor o el lector, debe activar a su vez un proceso de re-constitución, para remontar al origen del proceso generativo. Ahora bien, hay que notar que "[…] los procesos objetivantes conducen poco a poco, irreversiblemente, al rechazo de la experiencia sensible por no retener más que la experiencia de pensamiento en el que el tercero trascendente es el amo en el régimen de heteronimia".20 No es, por lo tanto, excluido de tal régimen del discurso (de ambición objetal); no le da finalmente lugar más que al logos, sustituyendo a la pareja enunciar/enunciarse (que articulaba, lo hemos visto, physis y logos) la pareja contar/contarse.

Por primera vez, al menos de manera tan exigente como minuciosa, Coquet, de Aristóteles a Merleau-Ponty y Benveniste, encuentra y subraya el hilo conductor de una reflexión que asocia filósofos, logicistas y lingüistas en la tentativa de aproximar la problemática de la interfaz physis/logos. Se señalará, entre otros descubrimientos, la importancia confirmada de un participante del Círculo Lingüístico de Praga, Hendrik J. Pos, el cual hace eco de los aportes del "segundo" Husserl al renunciar al formalismo. Y Coquet cita a Merleau-Ponty, quien reconoce los méritos de Pos

[…] al definir la fenomenología del lenguaje, no como un esfuerzo por recolocar las lenguas existentes dentro del cuadro de una eidética de todo lenguaje posible, es decir para objetivarlas ante una conciencia constituyente universal e intemporal, sino como un retorno al sujeto hablante, a mi contacto con la lengua que yo hablo.21

Esta genealogía firmemente diseñada lleva a nuestro autor a volver sobre una distinción (central desde Le discours et son sujet, 1984) que fundará su tipología de las instancias enunciantes, la que discrimina las operaciones de aserción y de asunción.

Es por lo tanto la oposición predicación/aserción la que aparece como fundadora de la tipología del actante sujeto. Coquet parte aquí de Benveniste, que reconoce la sobredimensión del acto de enunciación, pero, como se verá inmediatamente, la sobrepasa. Mas él encuentra en Aristóteles, mucho antes de las proposiciones de Port-Royal, una notable y profética cita: "no es necesario que eso que alguien dice, él lo sostenga también".22 Coquet disocia, en efecto, las dos operaciones al hacer de la sola predicación la característica del no-sujeto (noción que Benveniste no ha osado hacer) y, por el contrario, de la pareja predicación/aserción (que dice ego y que se dice ego) el trazo definitorio del sujeto. Retomando la terminología del gramático Lucien Tesnière, Coquet distingue por lo tanto el primer actante (sujeto y no sujeto), el segundo actante (objeto) y el tercer actante (Destinador).

Nosotros no tenemos oportunidad de utilizar el comox23 o el toba,24 lenguas amerindias en las que en la morfología se nota el grado de asunción, de responsabilidad del agente en cuanto a su acto. Y el índice formal yo, en francés es temiblemente polisémico dentro de su capacidad de reenviar a instancias enunciantes sin embargo bien distintas.

Deseoso de descubrir << Le jeu des instances et des pronoms personnels dans l’analyse du discours >> (título del tercer texto de la segunda parte de la obra), el lector, gracias a los numerosos ejemplos literarios, será convencido de la "plasticidad de los indicadores formales"25 y, por lo tanto, de la necesidad de sobrepasar los efectos de homonimia superficial: el yo de "Yo veo el cielo" no es el yo de "Yo comprendo el libro", por ejemplo. De ahí la desambiguación que pueden aportar los nombres metalingüísticos propuestos: el primer yo recibirá el nombre metalingüístico de Se; el segundo, de Yo. En cuanto a las instancias manifiestas en esos dos casos, es el no-sujeto de lo que se trata en la percepción del cielo, y del sujeto en el acto de comprensión del libro.

La historia que cuenta Freud de la baronesa parturienta (<< Du role des instances >>)26 permitirá añadir las piezas faltantes en el sistema de las instancias y de los actantes en juego en la producción del discurso. Ese pequeño capítulo tiene además el mérito de abordar claramente las relaciones entre la semiótica de las instancias y el psicoanálisis.

Resumamos ese breve relato: el médico obstetra juega a las cartas con el marido de la parturienta baronesa esperando que llegue el momento de intervenir; ésta exclama en francés: "¡Ay, Dios mío, cómo sufro!" El médico permanece en calma, expresando al marido que el momento aún no ha llegado. La baronesa se expresa un poco más tarde en alemán: "Was für Schmerzen!" (¡Dios, qué sufrimiento!"). El médico no pierde aún la calma, siguiendo con la partida de cartas con el marido. Se escucha entonces un grito inarticulado en yiddish: "Ai, ai, waih!". El médico tira las cartas y dice: "¡Es el momento!".

Coquet comenta: "la llamada en francés es el hecho de que alguien conserva aún el control de la situación; el gemido en alemán manifiesta un debilitamiento del control y el grito, de su pérdida".27 En otras palabras, la enunciación en francés se refiere a la instancia del sujeto, el grito a la instancia del no-sujeto, y la enunciación en alemán a una instancia intermedia, "en vía de despersonalización, un cuasi-sujeto".28

Falta interrogarse sobre el estatus autónomo o heterónomo de esos actantes en el origen del discurso. Expresándose en un primer tiempo en francés, lengua cultural que le impone un "tercero institucional y trascendente" —la Sociedad— encontramos un sujeto heterónomo. Es en contraste un tercero inmanente, productor de un sentido de sufrimiento, que transforma al sujeto en no-sujeto heterónomo. Coquet concluye: "Gracias al alumbramiento, a esa fuerza biológica que actúa en ella, en su carne, la mujer conserva ese privilegio de no romper el contacto con el mundo ‘primitivo’".29

 

1.4. Las condiciones de la interdisciplinariedad

He planteado30 recientemente, claro que breve y muy sucintamente, el problema de la relación de la semiótica con las ciencias humanas, el problema, más allá de la pluridisciplinariedad, el de la interdisciplinariedad.

Si la pluridisciplinariedad supone una convergencia de disciplinas muy distintas, y que permanecen enfocadas hacia un solo objeto, la interdisciplinariedad, además de esta convergencia, provoca una modificación significativa de cada una de las disciplinas comprometidas en este proceso, modificación que se puede captar en los niveles epistemológico, teórico o metodológico: el cuestionamiento del principio de inmanencia nos coloca en ese primer y fundamental nivel.

Nuestra tesis: si la pluridisciplinariedad no presupone un tal cuestionamiento epistemológico, incluso en el nivel que sea, sin embargo, la interdisciplinariedad, me parece, lo presupone necesariamente.

Es conocido mi compromiso31 en la investigación de una tal interdisciplinariedad al conjugar por un lado el psicoanálisis, y por el otro, la psiquiatría (del infante e incluso del neonato) con nuestra semiótica.32

Denis Bertrand nos hizo recordar, durante una sesión de apertura del Seminario (el 6 de noviembre del 2013), la vivaz actualidad de este tema, como podemos constatarlo en la organización de imponentes congresos, de la narratividad, del relato, pero en su total ignorancia, por no decir más, en nuestros propios trabajos.

Si, como se analizará más adelante, las investigaciones de Golse —dentro de la genealogía de Fred, Bowlby, Stern, Haag— nos son infinitamente más abiertas, no es por eso menos cierto que las referencias a la narratividad que nos afectan más de cerca se limitan a Paul Ricœur. Y que una gran falta de esas investigaciones es evidente, lo cual hace, como veremos, que los proyectos interdisciplinarios sean al mismo tiempo tanto prometedores como paradójicos. Pero es a la luz de estos proyectos, en la tensión interdisciplinaria, que yo quisiera replantear el principio de inmanencia. Y no solamente dentro del campo cerrado de nuestro dominio reservado.

Se puede ver fácilmente que este cuestionamiento es un reto difícil, porque el principio del que hablamos nos ha marcado profundamente, en la construcción conjunta de la Semiótica de la Escuela de París. Es, de alguna manera, constitutiva de nuestra identidad científica.

Pero los discípulos de Greimas, conscientes de este efecto cerrado que se debió al cumplimiento tan estricto de este principio, han intentado con todas las artimañas de su inteligencia, aflojar la presión de los grilletes. Denis Bertrand ha traído a colación la propuesta de Jacques Fontanille, de llevar a cabo una dilatación del principio de inmanencia y establecer múltiples niveles. Él mismo ha propuesto, también, a partir de su estudio del Quijote, la noción de régimen de inmanencia que nos permite escapar de la terrible deóntica del principio que, al declinarse en regímenes, sería regido por el juego de la veridicción. Las dos propuestas, que debemos continuar poniendo a prueba, tienen en común que ambas defienden una pluralización del principio de inmanencia, poniendo una vez más en duda una peligrosa singularidad.

 

2. Aperturas interdisciplinarias

Si la larga colaboración con Jean Petitot y la responsabilidad común del Seminario de Semiótica de la EHESS de París han permitido, entre otras cosas, una investigación compartida sobre la percepción de las obras de arte pictóricas a través del concepto heurístico de no-genericidad,33 son mis trabajos de psico- y ethosemiótica los que quisiera evocar en este segundo apartado, para mostrar, por ejemplo, en qué medida la teoría de las instancias de Coquet, el compartir la puesta en cuestión del principio de inmanencia,34 ha constituido una base sólida de mis trabajos y han abierto verdaderamente las relaciones interdisciplinarias.

La teoría de las instancias de Coquet, como hemos visto, toma posición en el marco de la inmensa problemática que constituye la correlación Sujeto/Mundo, al poner el acento más bien del lado del sujeto (la subjetivización de la physis) mientras que Petitot elige el lado del Mundo.

Y es el enriquecimiento instancial que recubre la noción de sujeto el que abre un campo interdisciplinario considerable, y muy actual, con el psicoanálisis del infante. Los paidopsiquiatras están comprometidos en las investigaciones de la comprensión de la constitución primera del proceso de subjetivización en los más pequeños infantes, sin olvidar los problemas y patologías que afectan ese proceso, como en el autismo.

La movilización de la teoría de las instancias nos ha permitido calcular las posiciones subjetales adoptadas por el paciente, para los propósitos de diagnóstico de sus padecimientos y patologías, pero también de elaboración de estrategias terapéuticas adaptadas. Por otra parte, la consideración del cuerpo como instancia de base de la producción de las significaciones no verbales y verbales ha esclarecido el análisis de compartimientos que surgen en el periodo de profunda mutación corporal que es la adolescencia. Finalmente, es el trabajo común entablado con los especialistas de la primera infancia el que abre una investigación estimulante sobre la génesis precoz de la instancia sujeto durante el primer año de vida del bebé.

 

2.1. El cálculo de las posiciones subjetales

Este cálculo nos ha permitido elaborar una definición semiótica de una entidad nosológica bastante indeterminada, la de sujeto estado-límite o mejor borderline, sujeto no integrable ni a la estructura psicótica ni a la estructura neurótica. A tal punto que un psiquiatra, Bergeret, propone una estructura específica para rendir cuenta de la economía psíquica y de comportamientos de ese tipo de sujeto, cada vez más frecuente hoy en día.

Partiendo a la vez de significaciones no verbales (gestualidad, postura, mímica, etc.) y de los discursos verbales, hemos podido mostrar que el sujeto en cuestión es un sujeto encrucijada que asume, a veces muy brevemente, múltiples posiciones subjetales. Oscilando entre la del sujeto y la del no-sujeto, como para experimentarlas y captar también las reacciones y proposiciones del terapeuta confrontado a esos ensayos subjetales.

Nos referiremos, para ilustrar el análisis, a un caso clínico por otro lado largamente desarrollado en nuestra obra: Pour une psychiatrie de l’ellipse.35 Se trata de un adolescente —Yann— que manifiesta al principio de la terapia (conducida por J. P. Klein) un cierto número de rasgos psicóticos clásicos: estereotipias gestuales (movimientos repetitivos de la cabeza, gestos masturbatorios), estereotipias verbales,** y problemas masivos de contacto.

Partamos, para fundamentar el análisis, de una sesión muy corta que se presenta bajo la forma de un diálogo entre nuestro paciente y su terapeuta:

Yann (reprimiendo su estereotipia): "¡Oh!... ¡Dormir!"

Terapeuta: "¿Se puede uno quedar todo el tiempo bajo las sábanas?

Y: "Ya dejo de trabajar"

T: "Idealmente, ¿qué harías?"

Y: "No haría nada, ah, dormir"

T: "Calientito, con mi lechita, en la camita, como un pequeño bebé"

Yann se voltea entonces, de repente y por primera vez, hacia el terapeuta y afirma: "Tengo más de dos años, increíble lo que uno crece, soy más grande que mi perro"

T: "Eh, ¡sí!, incluso si no lo queremos, crecemos"

Y: "¿Es una amenaza? (él suspira y murmura como si hablara a una sombra)"

Y: "Mañana, me repongo: tengo frías las manos, renuncio".

Si la estereotipia verbal que abre esta corta sesión ("¡Ah!... ¡Dormir!") remite a la instancia del no-sujeto (ausencia de meta-querer [anotado como no q], de distancia entre el acto y su "autor"), no pasa lo mismo con lo que sigue que muestra el acceso al estatuto del sujeto (inicio del diálogo: "No haría nada, ah, dormir": inserción de la estereotipia en una cadena discursiva).

Esta nueva declaración corresponde a la secuencia modal q-ps que manifiesta la ausencia de tensión hacia un objeto de valor, el no-poder y el no-saber: esta nueva posición es la más próxima de la del no-sujeto.

Después de la provocación del terapeuta, en forma de cantaleta, la fórmula de identidad ("Tengo más de dos años…") corresponde ahora a la secuencia sp-q, signo de una identidad fragmentada, pero positiva.

Y al final de la sesión introduce el pasaje, por primera vez, de la mira paradigmática a la mira sintagmática, con la aparición de la relación presente-futuro: "Mañana, me repongo…"

La fórmula es qps: el sujeto se muestra como sujeto de búsqueda, en una mira de apropiación de todo objeto de valor.

Entonces hemos ya encontrado, a través del diálogo, la casi totalidad de las posiciones posibles del sujeto (no-sujeto, sujeto; mira paradigmática y sintagmática), la inestabilidad es tal que al final del "diálogo" se manifiesta un retorno a la posición negativa qps que indica sobre la dimensión sintagmática, esta vez, la ausencia de mira de apropiación de un objeto de valor.

 

El sujeto parece, por lo tanto, recorrer las etapas de un ciclo, incluso si el punto de llegada, al final de la sesión, no es idéntico al punto de partida: en efecto, el sujeto no regresa a la posición de no-sujeto, en la cual él había comenzado la sesión.

Un fenómeno físico (debemos la idea de esta aproximación a Jean Petitot) el de histéresis (del griego husterein: ‘estar retrasado’) merece ser evocado aquí, una vez que se habla comúnmente de ciclo de histéresis: "retraso del efecto sobre la causa en el comportamiento del cuerpo sometido a una acción (elástica o magnética) creciente, después decreciente" (Le Petit Robert).

Un primer interés del ciclo de histéresis reside entonces, primero en su pertinencia muy general, este hecho que da cuenta del resultado del encuentro entre un cuerpo y una fuerza, sea ella magnética o, simplemente, mecánica: la imantación o la deformación parecen regidas por las mismas leyes.

Es a priori seductor considerar que el encuentro terapéutico entre dos cuerpos podría participar también, mutatis mutandis, de una gran ley del universo físico.

Es, como señalábamos, más bien el magnetismo que estaremos tentados en pensar inmediatamente, en la medida en que el terapeuta, dentro de los principios que rigen para nosotros el tratamiento, se esfuerza (lo hemos visto en el ejemplo anterior) por enviar al paciente una interpretación parcial —neurótica— de su discurso, de su gestualidad que sin embargo presenta características de la psicosis. Se trata entonces para el terapeuta de crear un campo capaz de atraer al otro sujeto hacia otro estado más próximo del suyo propio (evitando, por supuesto, que el cuerpo imantado se pegue al que imanta, en una proximidad cuasi-fusional). Pero, tanto en la experiencia descrita arriba (imantación de un cuerpo ferromagnético jamás imantado), hay inevitablemente, en la relación terapéutica, variaciones del campo, premeditadas o no, que corresponden por ejemplo a momentos intensos (la provocación por desafío contenido en la parodia de cantaleta: "calientito, con mi lechita, en la camita, como un pequeño bebé") o por el contrario más "neutros" ("en el mejor de los casos, ¿qué harías?").

Siguiendo la comparación, señalemos que bajo la influencia del "campo" creado por las interpretaciones terapéuticas, el sujeto se transforma y, mientras esta influencia se atenúa o cesa, queda un remanente: el sujeto no vuelve a la posición inicial de no-sujeto.

 

2.2. La junción cuerpo/psique en la adolescencia

Sin exhumar aquí los viejos problemas filosóficos de la relación del cuerpo y del alma, una semiótica preocupada, como la nuestra, de estudiar de manera original el comportamiento humano (ethosemiótica) debe, en efecto, apoyarse sobre una semiótica del cuerpo, pero exige también hacer aparecer el lugar de articulación del cuerpo y de la psique: semiotización de la glándula pineal cartesiana, porque es el lugar de constitución de una semiosis.

Debo la resolución de ese problema (cómo hacer entrar en una modelización semiótica cuerpo y psique, articulados) al psicoanalista Paul—Laurent Assoun, que invitamos, Jean Petitot y yo, al Seminario de Semiótica de la EHESS que relaciona un importante descubrimiento de Freud en su notable obra Corps et symptôme.

En la lección III titulada << Du corps à la névrose: le fantasme en action >>, Paul Laurent Assoun cita a Freud:

Sucede muy frecuentemente que, en las personas que están predispuestas a la neurosis, sin sufrir precisamente de una neurosis declarada [literalmente: floreciendo (floriden Neurose)], una transformación corporal (Körperveränderung) —por inflamación o lesión—despierta el trabajo del síntoma, de tal suerte que ese síntoma dado por la realidad se hace el representante de todos esos fantasmas inconscientes que acechan la ocasión de apropiarse de un medio de expresión.36

Una lectura semiótica de esta cita hace ver en esta conjunción del fantasma y de una transformación corporal, designada como síntoma, una verdadera operación de semiosis que hace pasar una neurosis en potencia, virtual por lo tanto, a una neurosis en acto (recordemos que para Freud la neurosis es más que una patología, es más bien una forma de existencia psíquica). La transformación corporal forma así con el fantasma una entidad semiótica que queda virtual, en espera de su convocación: "el evento del cuerpo orgánico produce así el despertar del síntoma que ‘estaba adormecido’" (recordemos que Freud compara los fantasmas con los perros que duermen con un ojo abierto). "Los fan­tasmas inconscientes pasan a la acción: ‘me toca’, tal es la palabra del orden del fantasma, en la coyuntura que le ofrece el cuerpo complaciente".37 "Sin el detonador central, el ‘problema de salud’, los fantasmas, hubieran permanecido inactivos, se contentarían con mirar de reojo su posible realización". "El fantasma toma cuerpo, bajo el efecto de la modificación corporal".38

Por lo tanto, ¿cómo relacionar este bello análisis con la pregunta que nos preocupa actualmente, si la comprensión de un fracaso de la transmisión*** en el adolescente está ligada a la cuestión de la mutación corporal de la pubertad?

Antes que nada una aclaración: la adolescencia no es una enfermedad, un periodo en que sobreviene una patología orgánica, sino que es un periodo de transformación corporal profunda, y hemos visto que Freud insiste sobre este término de Veränderung, de transformación de la forma corporal, que llama irresistiblemente la junción semiótica con el fantasma.

Si el cuerpo adolescente no sufre una enfermedad orgánica, inflamación o lesión, no es menos vulnerable (cfr. la comparación de Dolto con la langosta que, cambiando de caparazón, es transitoriamente muy vulnerable), víctima de un efecto de castración real: la pérdida del cuerpo infantil, tan cómodo y no sometido a transformaciones incontrolables. A este duelo hay sin duda que añadir otros dos, el de los genitores del cuerpo infantil, de los padres, y el del cuerpo soñado hacia el cual no convergen, lamentablemente, las transformaciones constatadas.

Si es fácil localizar en el adolescente la espectacular transformación corporal, queda evidentemente por descubrir el —o los— fantasmas "vigilantes" que constituyen la entidad semiótica completa de la que nosotros queremos hacer una —o la— causa del fracaso constatado de la transmisión.

No es inútil recordar la definición de fantasma (Phantasie) que está en el origen mismo del psicoanálisis. Muestra su cualidad de noción particularmente integrable en un modelo semiótico del comportamiento, desde ahora y ya, entidad narrativa:

Escenario imaginario donde el sujeto es presente y figura, de manera más o menos deformada por los procesos defensivos, el cumplimiento de un deseo y, en última instancia, de un deseo inconsciente. El fantasma se presenta bajo modalidades diversas: fantasmas conscientes o sueños diurnos, fantasmas inconscientes tales que el análisis los descubre como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, fantasmas originarios.39

Es nuestra experiencia clínica del adolescente la que nos ha permitido descubrir la existencia de un tal escenario fantasmático, cuya manifestación, según la definición de Laplanche y Pontalis, puede ser percibido en todos los lugares de la tópica freudiana, conscientes e inconscientes.

Para hacer comprender mejor la originalidad, evoquemos un fantasma infantil muy difundido, en el que el sujeto imagina que sus genitores no son en absoluto sus padres, sino que ha sido adoptado e incluso comprado a sus verdaderos padres (un amigo, escritor conocido, imaginaba haber sido vendido por bohemios y buscaba, con los ojos húmedos, a su verdadera familia desde que las caravanas se instalaban en su ciudad: encontramos ahí una coincidencia en particular con la novela del siglo XVIII, expansión literaria del fantasma).

El fantasma adolescente despierto por la mutación de la pubertad es otra: el adolescente imagina la posibilidad de ocupar su lugar y el de sus genitores, realizando eso que hemos llamado un acto de autoengendramiento. Es por lo tanto una puesta en cuestión de las más radicales de la pura transmisión no recusable, el de un genoma que produce un cuerpo sexuado, sin olvidar que la psique por sí misma es el resultado de la historia generacional y de las interacciones familiares.

Ese fantasma activado en la adolescencia, al ligarse con el cuerpo en mutación, permite comprender el engendramiento de comportamientos, de conductas típicamente adolescentes, de conductas riesgosas o aún de producciones simbólicas que emergen en este periodo, cuyas prácticas de escritura surgen en la adolescencia.

 

2.3. La génesis precoz del futuro sujeto

Nuestro aporte, que ilustra esta apertura interdisciplinar, se apoyará sobre el examen de las proposiciones de investigación común avanzadas en el curso de una sesión memorable del Seminario, en marzo de 2013, por Bernard Golse,**** que nos presentó su clínica de la narratividad del bebé.

Las investigaciones de Golse se apoyan esencialmente en los trabajos de Daniel Stern, paidopsiquiatra y psicoanalista americano (fallecido en 2012), que hace un elogio a Paul Ricœur y su noción de identidad narrativa. De manera más precisa, vayamos a eso que, en Ricœur, provoca este entusiasmo por parte de Stern y de Golse, pero también de Sylvain Missonnier:40 ¿No sería, entre otras cosas, la ausencia de restricciones el principio de inmanencia?

Paradójicamente, quisiera tratar de mostrar a continuación que eso puede ser también el lado más bien inmanentista, gramatical, de la semiótica que podría constituir un aporte pertinente a esas investigaciones que están siendo desarrolladas, hasta ahora, fuera de nuestros propios trabajos.

Lo que justifica, ante todo, para los psicoanalistas y paidopsiquiatras de ese grupo de investigación, el atractivo de las proposiciones de Ricœur, es la selección de la dimensión temporal.41 Y la identidad narrativa, huella de la domesticación del tiempo por el ser humano. Ricœur hace del relato el único medio de expresión y de comunicación de lo vivido subjetivo del tiempo. Por otra parte, y complementariamente, él plantea que por el relato, por medio de la puesta en intriga, permite sobrepasar y sintetizar la heterogeneidad. Citémoslo, siguiendo a Missonier: "(el relato) es fuente de discordancia en tanto que emerge, y fuente de concordancia, en tanto que hace avanzar la historia" (Ricœur, "El sí y la identidad narrativa", en Sí mismo como Otro, 1990). Sometido a la puesta en intriga, el como personaje del relato es construido interiormente y comunicado al Otro gracias a su naturaleza narrativa. La identidad narrativa es, consecuentemente, elaborada en el flujo temporal, manifestación de nuestra continuidad de existencia y también de nuestra pertenencia a nuestra comunidad.

Un segundo aspecto amerita ser señalado, el hecho de que Ricœur se interesa en las manifestaciones, síntomas de una psicopatología de lo narrativo: la impotencia de decir, los desastres del relatar y, en fin, la impotencia de estimarse a sí mismo que envían todos a una identidad narrativa sufriente incluso destruida (merece ser leído el análisis que hace Missonier del caso del personaje de Rosemary, en el film de Polanski, buen ejemplo de este sufrimiento de no poder relatar).42

La investigación esencial de Stern consiste justamente en focalizar la comprehensión de las etapas primeras de la génesis de esta identidad narrativa en el bebé, con la propuesta central de la envoltura pre-narrativa. Ricœur y Stern coinciden, por lo tanto, en la importancia acordada en la experiencia subjetiva e intersubjetiva del tiempo.

En efecto, Missonnier hace de este encuentro la fuente de la elaboración de la noción de envoltura narrativa: "la envoltura pre-narrativa del neonato es una unidad de base (hipotética) de la realidad psíquica infantil,43 en la que la estructura temporal es su mayor característica". La envoltura pre-narrativa corresponde, en efecto, antes que nada al "cambio de configuración en el tiempo, que describe una trayectoria de tensión dramática".44 Esta unidad surge mucho antes del lenguaje y tiene su raíz en los "factores innatos", más aún, Stern afirma radicalmente: "la construcción del relato parece ser un fenómeno humano universal, que traduce la estructura innata del espíritu humano".45 Intentemos aproximarnos más a la noción de envoltura narrativa, punto capital, a nuestros ojos, del futuro trabajo interdisciplinario.

Stern propone identificar una trama temporal de afecciones que aportan representaciones de motivación y de afecto y que estructuran globalmente la experiencia.

La envoltura proto- o pre- narrativa es "la forma representacional fundamental que coordina los esquemas de base separados en una experiencia global única emergente y subjetiva". La hipótesis de base es aquí que la puesta en juego de una motivación se encuentra, durante un momento, analizada como una estructura casi narrativa. Como consecuencia, todos los momentos "de estar-con-Otro-de una-cierta-manera" son igualmente representados como envolturas pre-narrativas".46 Una proto-intriga sostiene, por lo tanto, todo el proceso de representación de la globalidad de la experiencia vivida desde la edad de tres o cuatro meses.

Pero no podemos más que señalar que en contraste con la finura y la sofisticación del análisis de la construcción precoz del proto-sujeto, la referencia a la gramática narrativa es de lo más elemental, ¡puesto que es reducida a la co-presencia de un agente, una acción, una meta, un objeto y un contexto!

Es en este punto, sin lugar a dudas, de los más débiles, en que el aporte semiótico podría ser de los más pertinentes. ¡De ahí esa paradoja de una contribución útil aunque inmanentista!

Dicho esto, surge también el problema que Jean—Claude Coquet nos ha enseñado, del pasaje de la captura experiencial sobre el mundo a la segunda recaptura capaz de volver a dar, imperfectamente en efecto, la captura inicial. Porque es justo ahí que se constituye el proto-sujeto. Stern, para teorizar ese pasaje, convoca a Ricœur y su noción de refiguración.

La refiguración es "el proceso del paso de la historia a la narración, de un orden serial fijo a los reordenamientos predeterminados, de un patrón de énfasis y de angustia (estrés) a un nuevo patrón (más elaborado), de un evento objetivo en tiempo real a eventos imaginarios en tiempo virtual".47

Esta refiguración efectuada en el seno de la envoltura pre-narrativa realiza una "integración de la experiencia […] un movimiento hacia la coherencia en fases sucesivas (muchas veces pasajeras) de múltiples esbozos […], una sincronicidad de elementos invariantes ligados entre ellos en el tiempo".48 Esas son las condiciones de la aparición de un escenario.

Se reconocerá en ese término el núcleo freudiano del fantasma, el cual, originalidad esencial, es secundario a la experiencia y no el primero.

El primer anclaje en el cuerpo del futuro lenguaje, del futuro relato, en el bebé más allá de los seis o siete meses, aparece espectacularmente en un descubrimiento del psicoanalista Genevieve Haag49 que demuestra que el bebé normal, dividido en dos hemi-cuerpos distintos "cuenta" no verbalmente el intercambio que él acaba de tener al desplegar un "gesto en bucle", y se ha observado que, lo más frecuente, es poner en escena el encuentro entre el brazo y la mano izquierdos, que simboliza a la madre; y el brazo y la mano derecha que simbolizan:

Cuando éste y la madre acaban de vivir una interacción muy armoniosa, feliz, intensa, emocionalmente exitosa, justo después, con un desajuste temporal pero no espacial (él está aún en los brazos de su madre), se observa al bebé iniciar un gesto (después perfeccionado) con su mano que parte de su cabeza, que va hacia el otro, como para tocarle, y que vuelve. Un bucle que vuelve así después de haber encontrado un punto de rebote en el otro. Este gesto parte de la cabeza como si el bebé sintiera que es una parte del cuerpo no exactamente como las otras. Ese gesto, lo conservaremos toda nuestra vida, por ejemplo cuando hablamos, incluso si esto depende de las culturas y de las personas. La interpretación profesional de Genevieve Haag es de decir que justo después de un momento interactivo muy logrado, el bebé nos quiere contar algo: él lo figura en su pequeño teatro corporal, nos cuenta eso que acaba de pasar. G. Haag añade incluso que él nos quiere demostrar algo, que él comienza a comprender el circuito del intercambio. Algo partió de él, tocó al otro y volvió. Y eso que circula primero entre la madre y el bebé son las emociones. Y en esa palabra misma, está el sentido de un movimiento que enviamos, que toca el psiquismo del otro y que vuelve útil y modificable para el bebé (circuito que probablemente escapa al autista). Y la cuestión es saber cuál es aquí el grado de simbolización: cuando el bebé hace eso, en efecto él "cuenta" pero él prolonga en identidad de percepción, continuando viviendo sensorialmente eso que él ha vivido precedentemente. Él muestra pero sigue viviendo. He aquí un ejemplo de narratividad casi inmediata sin desajuste espacial y un ligero desajuste temporal.50

*

A manera de conclusión, provisional —de este examen del principio de inmanencia puesto en cuestión en las corrientes genealógicas que atraviesan la semiótica, pero además en disputa muy activa, lo hemos visto, en la tensión interdisciplinaria con el psicoanálisis, la psicoterapia y la psiquiatría de los niños pequeños—, hemos visto aparecer espacios de intercambio y de colaboración, suficientemente paradójicos, que se definen a la vez, efectivamente, en la puesta en cuestión compartida del principio de inmanencia pero también, no lo olvidemos, en la comunicación y aplicación de la herencia inmanentista, así como todo el edificio de la gramática narrativa que permite, en el ejemplo precedente de la envoltura pre-narrativa, aportar una teorización indispensable de las condiciones mismas y los resultados de la recuperación de la experiencia, de la puesta en intriga de las experiencias arcaicas.

Nuestra confrontación, en ethosemiótica, a objetos de una indudable complejidad, exige la movilización de aproximaciones complementarias resultantes, es verdad, de genealogías y de epistemologías distintas. La interdisciplinariedad, sobre este punto, está por construirse, paradójicamente, primero en el seno de nuestra propia semiótica.

 

Referencias

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Notas

Traducción de María Luisa Solís Zepeda

* Esta expresión es, en francés, ciertamente antigua, sinónimo de torturar.

** "¡Ah! ¡Dormir!", "¡Qué! ¡Qué! ¡Pierdo la cabeza!": he aquí los dos únicos estereotipos que constituían su lenguaje antes de iniciar la terapia.

*** La temática de la transmisión es esa, actualmente, la del Seminario de Semiótica de París, que nosotros co-organizamos.

**** Bernard Golse es psicoanalista y paidopsiquiatra, jefe del servicio en el hospital Necker de París y profesor de psiquiatría del infante en la Universidad de París V.

1 Si admitimos que el inicio de la Semiótica de la Escuela de París se sitúa en 1956, con la aparición del artículo de Greimas <<L’Actualité du saussurisme>>, Le Français moderne, núm. 24, pp. 191-203.

2 Se consultará, de Anne Hénault, su Histoire de la sémiotique, París, PUF, coll. <<Que sais-je?>> (2691) y François Dosse, Histoire du structuralisme, t. 1 : <<Le champ du signe, 1945-1966 >> ; t. 2 : <<Le chant de cygne, 1967 à nos jours>>, París, La Decouverte, coll. <<La Decouverte/Poche >>, 2012 (aparecido inicialmente en 1991 y 1992).

3 Cfr. Paul Ricœur, <<Structure et hérmeneutique>> y la discusión con Claude Lévi-Strauss, Esprit, 1963, 11, pp. 596-653.

4 Cfr. la conversación con Didier Eribon. En Claude Lévi-Strauss, De prés et de loin, París, Édition Odile Jacob, 1988.

5 Cfr. Jean Petitot, 1999, <<La généalogie morphologique du structuralisme>>, número especial en homenaje a Lévi-Strauss >>. En M. Augé (ed.), Critique, pp. 620-621 y pp. 97-122; también, del mismo autor, Morphologie et esthétique, G. P. Maissoneuve et Larose, París, 2004, Anexo 1, <<La génealogie morphologique du structuralisme >>, pp. 69 y ss.

6 Cfr. nuestro artículo en línea: <<La rencontré Greimas/Lévi-Strauss: une convergence éphémère?>>, Actes Sémiotiques, núm. 112, 2009. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/1693.

7 Claude Lévi-Strauss, De prés et de loin, op. cit., pp. 158-159, apud Jean Petitot, op. cit., p. 69.

8 Ibid., p. 159, p. 71. Podemos comprender hasta qué punto el análisis, por Greimas, de un mito aislado ha sido provocador para Lévi-Strauss, más aún que su selección del eje sintagmático. Se trata de <<Pour une théorie de l’interpretation du récit mythique>>, publicado en Communications, núm. 8, 1966 e inserto en homenaje a Lévi-Strauss como capítulo en En torno al sentido. Ensayos semióticos, Madrid, Fragua, 1973.

9 Ibid., p. 241.

10 Para los pasajes que siguen, enviamos al lector al debate Coquet-Petitot que tuvo lugar en el seno del Seminario de Semiótica de la EHESS de París, y publicado en línea en el número 114 de las NAS, Phénoménologie et sémiotique, 2011. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/1126. La fuente de este debate fue la aparición, en 2007 en las Presses Universitaires de Vincennes, de la obra de Coquet titulada Phusis et Logos.

11 Citado en la intervención de Jean Petitot en el curso del debate con Jean-Claude Coquet. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/2730.

12 Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos. Une phénoménologie du langage, Presses Universitaires de Vincennes, 2007, p. 80, nota 29.

13 Debate Petitot-Coquet. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/2730.

14 Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos…, op. cit., 2007, p. 283.

15 Contraportada de la obra.

16 Jean-Claude Coquet, op. cit., p. 5.

17 Ibid., p. 8.

18 Ibid., p. 11.

19 Loc. cit.

20 Ibid., p. 12.

21 Maurice Merleau-Ponty, Signes, Gallimard, 1960, p. 106, apud Coquet, Phusis et Logos, p. 22.

22 Aristóteles, Metafísica 1005b, apud Coquet, op. cit., p. 33.

23 El comox, citado por Claude Hagège, se habla en la Columbia británica y posee un juego de sufijos del radical verbal que indica el grado de responsabilidad del agente.

24 El toba, hablado sobre todo en los suburbios de Rosario, Argentina, posee un paradigma de pronombres sujetos que corresponden, mutatis mutandis, a las instancias enunciantes de Coquet.

25 Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos, p. 145.

26 Ibid., p. 220.

27 Ibid., p. 221.

28 Loc. cit.

29 Loc. cit.

30 Durante la segunda sesión del Seminario de Semiótica de París, el 20 de noviembre de 2013, Coquet declaró: "Yo quisiera, primero, recordar el problema que ha sido para nosotros un motivante durante algunos decenios, a saber el problema de la pluridisciplinariedad […]. Todos ustedes saben, incluso si ustedes son muy jóvenes, que la lingüística y sus problemas descansan sobre el vínculo que hemos hecho con dominios diversos como la antropología, la historia cultural, la sociología, la psicología, la filosofía y, añade Sapir (antropólogo estadounidense), la física y la fisiología, aún si los vínculos entre ellos no son evidentes. Esto es lo que ya decía Sapir en el periodo de finales del siglo xix y principios del XX. Esta referencia a Sapir, es Jakobson quien nos ha provisto de ella y yo puedo decir que Jean Petitot ha continuado manteniendo ese papel de mediador entre los dominios científicos mencionados por Sapir y las ciencias del lenguaje. Por tal motivo, el trabajo de Jean Petitot es para todo el mundo, para mí en particular, una fuente constante de reflexión, que me permite renovar mi propia búsqueda".

31 Entre las numerosas publicaciones que trazan las etapas de la creación de nuestra psico- y después ethosemiótica, citaremos la presentación general que constituye el capítulo <<La sémiotique du compartement>>. En Anne Héneault (ed.), Questions de sémiotique, PUF, coll. <<Premier Cycle>>, 758, pp. 389-425.

32 Es esta preocupación interdisciplinaria perseverante la que ha motivado la invitación, el año pasado, de Bernard Golse y mi preparación, actualmente, de una monografía en las Actes Sémiotiques sobre el tema de la clínica de la narratividad.

33 Cfr. nuestro estudio de un díptico de Cranach el Viejo: <<Non-generacity as anInvariant of Readability of Pictures>>, Cognitive Semiotics, núm. 5, otoño 2009, pp. 93-102.

34 Hemos descubierto con placer que la crítica del principio de inmanencia estaba ligado estrechamente al de los principios duros que rigen la constitución del marco psicoanalítico tradicional. Sobre ese punto se puede consultar nuestro artículo "La estratificación del espacio psicoterapéutico", en Tópicos del Seminario, núm. 24, Puebla, México, buap, 2010, pp. 55-70.

35 Con J. P. Klein, Limoges, PULIM, 2010.

36 Sigmund Freud, Leçons d’introduction à la psychanalyse, 1917, XXIVème leçon, <<La nervosité commune >>, G. W., xi, 406, apud Paul-Laurent Assoun, Corps et symptome, t. 1. Clinique du corps, Anthropos, 1997, p. 35.

37 Paul-Laurent Assoun, op. cit., pp. 36-37.

38 Loc. cit.

39 Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2004.

40 Colega de París x, Nanterre, psicoanalista psicoterapeuta especializado en el cuidado de jóvenes madres en dificultad. Al respecto véase su muy esclarecedor capítulo <<Paul Ricœur, Daniel Stern et Rosemary’s baby: de <<l´identité narrative>> à <<l´enveloppe prénarrative>>. En Golse, B. et Missonnier, S. (eds.), Récit, attachement et psychanalyse, pour une clinique de la narrativité, Toulouse, Érès, p. 2011.

41 La Semiótica de la Escuela de París ha trabajado notablemente la cuestión de la temporalidad. Cfr. el excelente capítulo de Coquet <<emporalité et phénoménologie du langage>>. La quête du sens, PUF, 1997; y la imponente obra colectiva dirigida por Denis Bertrand y Jaques Fontanille, Régimes sémiotiques de la temporalité, PUF, 2006.

42 Cfr. nota 8.

43 Daniel Stern, <<L’enveloppe prénarrative>>. En A. Konicheckis et J. Forest (eds.), Narration et psychanalyse. Psychopathologie du récit, París, L’Harmattan, 1999, pp. 101-119.

44 Loc. cit.

45 Daniel Stern, Le monde interpersonel du nourrisson, París, PUF, apud Sylvain Missonnier, op. cit., p. 60.

46 Idem, <<L’enveloppe pré-narrative>>, Journal de la psychanalyse de l’enfant, núm. 14, pp. 13-65.

47 Ibid., p. 64.

48 Ibid., p. 65.

49 Haag, G., <<La mère et le bebé dans le deux moitiés du corps>>, Neuropsychiatrie de l´enfant, 1985, 33 (2-3), pp. 107-114.

50 Extracto de la transcripción de la exposición de B. Golse en el Seminario de Semiótica de París, sesión del 20 de marzo de 2013, por aparecer en línea en el Dossier consagrado a la clínica narrativa, Actes Sémiotiques, 2015.

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