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Tópicos del Seminario

versão On-line ISSN 2594-0619versão impressa ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  no.31 Puebla Jan./Jun. 2014

 

Presentación

Las razones de la inmanencia

 

El proyecto

La idea de impulsar un proyecto de investigación con el objetivo de revisar las conflictivas relaciones entre la semiótica y la inmanencia surgió en París en un congreso de la Asociación Francesa de Semiótica efectuado a fines de 2007. Durante los recesos de esa actividad académica —especialmente ricos en iniciativas y proyectos— el encuentro entre los responsables de este dossier tuvo un punto de constatación: la problemática de la inmanencia era, y sigue siendo, un tema que necesita ser revisado a la luz de las investigaciones actuales.

Tal encuentro se cerró con un acuerdo: lanzar a debate uno de los pilares de la teoría del lenguaje. Con ese propósito, se haría una amplia convocatoria a los estudiosos de la semiótica para confrontar sus ideas sobre la cuestión de la inmanencia. Esta iniciativa, al no haber encontrado hasta ese momento un espacio concreto de realización, debió prolongarse en otro foro de la AFS en el año 2010, en Lyon. La situación era la misma: o bien los semiotistas rechazaban un concepto que consideraban un lastre coercitivo del pasado, o bien hacían sus investigaciones sin cuestionarse si éste y otros fundamentos de la teoría que practicaban sostenían epistemológicamente sus trabajos. Pero tanto en un caso como en el otro reinaba la confusión, el malentendido, el equívoco, la falta de un retorno a las fuentes para repensar de qué se habla cuando se alude a la inmanencia.

Posteriormente, dicho proyecto —que ahora empieza a dar sus frutos con la publicación de esta primera entrega— encontró acogida en la revista de semiótica Tópicos del Seminario y fue tomando forma con el texto de orientación que comenzó a difundirse a inicios del año 2013.

Fue curioso que la sola convocatoria provocara acaloradas polémicas,1 como si el hecho de poner a discusión la inmanencia representara un desatino; pero las numerosas contribuciones mostraron que un cuestionamiento de fondo se hacía esperar y que los investigadores tenían mucho por decir frente al desafío planteado. Ante esa situación, nos vimos obligados a realizar ciertos ajustes en el plan originario y debimos contemplar la edición de tres volúmenes sobre el mismo tema, siempre con la intención de dar cabida a un amplio espectro de trabajos y tratando igualmente de alentar la diversidad de los enfoques. Propósitos que se constituyeron en valores propios de esta investigación colectiva.

Cabe recordar que durante los años en los cuales se perfilaba la posible concreción de este proyecto, ya se observaban ciertos resquebrajamientos en el edificio teórico. Dichas fisuras provenían de su misma base —incluso con interpretaciones diversas— y sobre la que estaba cimentada una de las certezas inamovibles de la semiótica. En efecto, se le consideraba capaz de cruzar indemne, en primer lugar la hipótesis estructural, y, luego, las múltiples direcciones emprendidas por la semiótica post-estructural. Estamos hablando del fundamento inmanente de la teoría del sentido.

Si bien en el desfase entre la idea y su realización algunas posiciones de los investigadores han cambiado, las razones que animaron este debate no sólo no se han agotado, sino que, además, los textos que presentamos, en cuanto a calidad y cantidad, son un claro reflejo del alcance y de la actualidad del tema. A juzgar por las colaboraciones recibidas, la cuestión de la inmanencia sigue siendo un tópico altamente sensible para la teoría del lenguaje.2

Esta constatación obliga a interrogarnos no sólo sobre las razones de la centralidad que se le otorga a la inmanencia, sino también nos impulsa a considerarla, al mismo tiempo y desde una perspectiva contemporánea, como esa línea de deslinde que une y separa: un acercamiento nominalista de otro realista; la semiótica de la filosofía; la postura saussureana-hjelmsleviana de la peirceana; y las primeras investigaciones estructurales de Jakobson, Lotman y Greimas, de la tan actual semiótica post-estructural orientada a la fenomenología de la experiencia, hacia el sentido de los objetos, el estudio de lo viviente y de las prácticas. Es como si, mediante este tema, nos hubiéramos acercado a una línea de tensión y, a la vez, hubiéramos tocado esta dorsal que atraviesa los territorios y las zonas en contacto y, por esta razón, susceptible de convertirse en otras tantas líneas de conflicto. Como si las crestas que aparecen en la geografía del territorio epistemológico no fueran más que la consecuencia de esa especie de relieve cársico, menos visible cuanto más profundo, que atraviesa los campos y las disciplinas hasta rozar las corrientes mismas de la investigación, llegando a distinguir, en este mismo ámbito, la posición de Saussure de la de Hjelmslev Todo esto nos motiva para continuar en la búsqueda del sentido que se tendría que atribuir a la inmanencia, fuera de todos los prejuicios o ideas preconcebidas.

 

Los autores

Los textos seleccionados para este primer volumen siguen una orientación eminentemente histórico-teórica y recorren algunas de las etapas que, partiendo desde los inicios, conducen a las evoluciones más recientes de la hipótesis sobre la inmanencia.

El texto inaugural de Alessandro Zinna, titulado "La inmanencia: línea de fuga semiótica", quiere dejar en claro desde un inicio la postura que han asumido los editores del volumen; sobre todo, en cuanto a la necesidad de mantener viva la problemática de la inmanencia en el seno de los estudios semióticos, cuya fuente de conflicto obliga siempre a la actitud reflexiva.

El autor, anticipando así los principales acercamientos a este tema, intenta mostrar, antes que nada, el alcance de la inmanencia. Para ello rastrea el origen de esta línea de fuga —que se vislumbraba ya en la Grecia antigua—, la cual va reconstruyendo a partir de las observaciones de Ernst Cassirer quien, precisamente, la visualiza como lo que es propio de la distancia establecida entre el pensamiento mítico y el origen y desarrollo del pensamiento racional. Desde estas primeras bases filosóficas, se puede revisar y comprender mejor la posición de Louis Hjelmslev, la que resulta, además, emblemática de la actitud inmanente en la teoría del lenguaje. El autor señala que, haciendo un análisis más cuidadoso y rechazando los lugares comunes, se advertiría, finalmente, que el lingüista danés no habría establecido ninguna exclusión de la trascendencia o de la sustancia sino que habría propuesto, más bien, una reconciliación de tales dominios en función de las distintas etapas del proceso de análisis. A lo largo del ensayo se establece un paralelo entre las investigaciones semióticas y la filosofía de Gilles Deleuze. Esta relación resulta sorprendentemente simétrica porque, anticipándose a todas las críticas, el filósofo francés, conforme avanza en su pensamiento, nunca deja de defender las razones de la inmanencia. Iniciando por una crítica al estructuralismo, Deleuze trata el problema del sujeto y de la experiencia, abordando necesariamente la cuestión de la enunciación; asume, por otro lado, una posición a favor de la variación, e intenta conciliar una ciencia de lo particular con otra de lo general. Y, sobre todo, concluye con una reflexión que termina por postular a "una vida" como la inmanencia de la inmanencia.

Desde esta perspectiva, Alessandro Zinna establece una relación entre Hjelmslev y Deleuze y esto le permite no sólo liberar a la inmanencia de la estrechez conceptual construida para describir el sentido, sino también mostrar cómo la inmanencia traza la línea de fuga emprendida por la semiótica.

Michel Arrivé continúa con esta revisión de las fuentes originales, en especial, de los escritos de Saussure y de Hjelmslev, aunque, en realidad, es del primero que el autor quiere hablar con relación a la inmanencia, ya que el propio Saussure lo hace escasamente; no obstante, su obra contribuye de manera decida al inmanentismo. El texto de Arrivé abre con una alusión a los Pensamientos metafísicos de Spinoza. Esta incursión en la filosofía no es más que un modo de situarse mejor en la lingüística y permite al autor oponer al filósofo holandés al lingüista danés: el primero, tomado como ejemplo de la posición no inmanente del lenguaje; el segundo, como declaradamente defensor de la inmanencia. En este juego de oposiciones categóricas, Arrivé deja al pensamiento de Saussure la tarea de mediar entre las dos visiones construidas como contradictorias, en especial, a partir de la reflexión sobre la diacronía de las lenguas. Hacia el final, el artículo muestra de una manera sugerente a un Saussure siempre cautivado por la "doble esencia del lenguaje" y allí la perspectiva del lingüista ginebrino resulta difícil de calificar, pues, no siendo en rigor inmanente, tampoco se podría decir con certeza que fuera trascendente.

Además de comenzar un debate en cuanto a la confrontación entre los dos padres de la semiótica estructural, el ensayo de Arrivé merece una cuidadosa lectura, debido a las numerosas observaciones filológicas que lo enriquecen y lo completan.

Si Michel Arrivé focaliza su atención en la fuente saussureana, Sémir Badir, concentra sus reflexiones en el pensamiento de Hjelmslev. Su trabajo coloca en el centro el principio de inmanencia pero, a su vez, éste es parte de una tríada que se integra de otros dos principios: el de adecuación y el de empirismo. Para Sémir Badir, se trata de un solo principio con tres aspectos diferentes, los cuales pueden ser así captados según el punto de vista que se adopte sobre el mismo fundamento de la teoría semiótica. Ahora bien, si las partes tienen un nombre ¿no haría falta otro para referirse al principio general e integrador? El autor, preocupado por describir las funciones de cada uno, no se hace esta pregunta y, por lo tanto, no anticipa su respuesta. Quizás sea tarea del lector, en el curso de estas discusiones y como uno de sus resultados promisorios, dar un nombre a ese vínculo trifásico, y de capacidad rectora, que otorga el acuerdo necesario entre una teoría deductiva con una ciencia empírica.

Por su parte, Sémir Badir se da a la tarea epistemológica de ofrecer claridad y sostén a ese lazo que Hjelmslev construye —habiendo pasado, primero, por una etapa inductiva— mediante la inmanencia y sus pares para fundar una teoría del lenguaje. En el proceso explicativo, el autor recurre a la filosofía de Karl Popper y su principio de falsabilidad, postulado que introduce una tension entre dos exigencias: una mirada construida como externa para la evaluación de los datos que dependen de la teoría y los datos de control. Así, la prueba de falsabilidad esgrimida por Popper ofrece una suerte de espejo a ese principio trifásico, en el que el Badir integra la inmanencia y concibe la práctica científica de la teoría del lenguaje.

La contribución de Francesco Galofaro no sólo se contenta con una revisión de las fuentes clásicas sino que incorpora, en esas mismas fuentes, reflexiones actuales sobre la problemática que nos ocupa, como por ejemplo, las de Francesco Marsciani y las de Alessandro Zinna. De este último, retoma un texto que fuera el origen del que Zinna presenta en este mismo dossier. Además, propone su propio modelo de constitución del plano de la inmanencia. Y esto, porque el autor supone que, los modelos formales, construidos por la semiótica para describir el sentido, pertenecen a la dimensión inmanente y que tales modelos son, más que estructurales, estructurantes del plano de la inmanencia, lo cual confiere a este último solidez y concreción. De allí que para Galofaro sea vital describir las articulaciones, es decir, la gramática de tales modelos porque en ella estriba lo que llama la generatividad fuerte del metalenguaje, capaz de mostrar, porque los crea, rasgos del sentido que no son fácilmente visibles en el plano de la manifestación. En consecuencia, el autor brega por la necesidad de dar cuenta precisamente de las relaciones entre inmanencia y manifestación.

La apuesta de Francesco Galofaro es la vía de la formalización, aun asumiendo que es una elección no compartida, desde hace ya tiempo, por todos los semiotistas. Así, restablece las formalizaciones de Greimas para describir las estructuras narrativas y a partir de allí elabora una gramática generativo-transformacional. Su prueba: un análisis de una de las Novelas en tres líneas de Félix Fénéon.

La intervención de Oscar Quezada Macchiavello y Desiderio Blanco introduce un punto de inflexión en el material que estamos presentando y reaviva la polémica. Hasta aquí la oposición inmanencia vs manifestación no había sido objeto de discusión y se mantenía como una prueba de esclarecimiento entre la reflexión filosófica y la semiótica. En esta última, el término trascendencia ya no tenía lugar como par opuesto a inmanencia; pero, de entrada, los autores lo reintroducen, como una suerte de prolijidad del pensamiento que necesita restablecer lógicamente la categoría tradicional. Sin embargo, acto seguido vuelven a desembarazarse del término al considerar que toda la realidad semiótica, o sea, lingüística, es inmanente, incluida la manifestación.

De allí en más, los autores disuelven otro postulado inamovible de la semántica estructural que funda la semiótica greimasiana: "la percepción es el lugar no lingüístico en que se sitúa la aprehensión de la significación". Para Quezada y Blanco toda percepción es cuestión de lenguaje, por lo tanto, lingüística, y en consecuencia, inmanente.

El paso siguiente es su postulación fuerte: la semiosis entendida como mediación corporal entre los dos planos del lenguaje y el cuerpo propio —lugar de las dependencias internas— considerado como plano de inmanencia de la semiosis. Entonces, la semiosis se manifiesta encarnándose en el cuerpo propio sin dejar de ser, por ello, inmanente. Para el concepto cuerpo, los autores se basan en las reflexiones que hace Jacques Fontanille al respecto, y realizan breves análisis de algunos aforismos.

Así, para los autores, la manifestación queda subsumida a la inmanencia. Ellos proponen un esquema dinámico, sobre la huella de un cuadrado semiótico y una doble elipse, para mostrar los procesos de la inmanencia semiótica según los diferentes modos que ésta adopta.

El debate no se deja esperar, pues Waldir Beividas pone entre paréntesis el concepto de percepción que había sido recuperado como ámbito plenamente semiótico por Quezada y Blanco. Quizás estas discusiones llegan a encontrarse en algún lado, pero, las reservas de Beividas con respecto a la percepción fenomenológica acogida tempranamente por Greimas y revivida con entusiasmo por la semiótica contemporánea, son serias. Según el autor, es por allí donde puede introducirse una sustancia de tipo trascendental que haría entrar en contradicción los postulados epistemológicos de la teoría, a saber, fundados sobre la forma inmanente.

Así, Beividas no sólo ofrece una crítica severa sino que también es propositivo: arroja un nuevo concepto a la mesa de discusiones. Curiosamente, para hacerlo, vuelve a las primeras fuentes de la teoría y retoma el principio de la arbitrariedad del signo lingüístico que le permite fundamentar la noción de semiocepción. A partir de allí, hace otra propuesta —no sin antes revisar dos perspectivas semióticas (el cientificismo realista y el trascendentalismo filosófico) que rechaza—, la de proyectar estas reflexiones hacia la construcción de una epistemología discursiva.

Pero es la participación de Odile Le Guern la que nos vuelve a una reflexión centrada en el texto. A partir de un problema concreto y puntal, el asunto del título de una obra, la autora decide pensar la cuestión sobre la inmanencia; en este caso se trata de un cuadro de Matisse. El título proviene de una semiótica verbal, que ella denomina texto; y la pintura, por su parte, provendría de una semiótica visual, a la que refiere propiamente como imagen. Entonces, Odile Le Guern indaga en esa relación, así planteada, entre texto e imagen, preguntándose cuánto influye el texto en la lectura analítica de la imagen, la cual podría estar regida por un principio de inmanencia. El título, incluso el trabajo argumentativo ensaya varios posibles, pareciera siempre hacer una referencia hacia afuera de la imagen. Sin embargo, esa salida del cuadro, provocada por el cuadro mismo, ocasiona una reinversión de la mirada y crea una suerte de espacio metapictórico, desde el cual se desencadena un proceso reflexivo hacia el develamiento de la dimensión figural. Así, mediante un estudio particular y sin incursiones en la filosofía como en los casos anteriores, la autora sugiere que la exégesis de una obra puede ser inmanente aún sin proponérselo, ya que la obra misma suele regir ese camino que va, por refracción, hacia el encuentro con su plano de inmanencia.

Ahora bien, siendo que las distintas consideraciones sobre la problemática de este dossier provienen todas, hasta aquí, de lingüistas y semiotistas, Adrián Bertorello las hace situado en la filosofía. Representa, pues, el único caso en el presente conjunto. En esta oportunidad es a partir de la filosofía desde la que se toma la palabra —disciplina que, sobre todo en este tema, es referencia obligada, apoyo y contraste para la semiótica.

El autor no cuestiona el principio de inmanencia en semiótica, más bien lo asume como tal y lo que se encamina a demostrar es que hay una manera de concebir la ontología que ubica al ser en un plano de inmanencia compatible con el de la semiótica. Así, habría una articulación entre las dos disciplinas por medio del concepto diferencia ontológica proveniente de la fenomenología hermenéutica de Heidegger. También esta referencia teórica constituye una novedad en el ámbito de estas discusiones.

Según Bertorello, desde esa ontología no trascendental se puede reflexionar sobre el sentido y la significación tal como lo hacen las ciencias del lenguaje, y aprovechar los distintos aportes que sobre el tema podrían proporcionar tanto la semiótica como la filosofía.

Para este primer grupo de aportaciones contamos con una lectura tensiva de la inmanencia, y es la que presenta Claude Zilberberg. El autor opone la inmanencia —en tanto resultado de una operación de selección— a la trascendencia, la cual, en esta interpretación, se origina en una operación de mezcla. Así, partiendo de la exclusión de la sustancia—en acuerdo con Saussure y Hjelmslev— la primera constituye los valores de absoluto, mientras la segunda, los valores de universo. Adoptando como guía las consideraciones de Ernst Cassirer en Langage et mythe, Zilberberg asocia en estas páginas la inmanencia a lo inteligible y, contrariamente, la trascendencia a lo divino. A un mundo desencantado por exceso de inmanencia y falta de afectividad —desmitificación que caracteriza al hombre que ya no vuelve a sorprenderse— el autor contrapone la sorpresa y la afectividad propia del mito. A lo largo de todo el artículo, Zilberberg pareciera confirmar una suerte de verdad contenida en la primera cita de Cassirer, la cual expresa nostalgia por la afectividad y por el encanto de lo divino. Pero a decir verdad, Zilberberg describe mediante ella una condición estructural de la subjetividad y su modo relativo de actuar: lo que no se resuelve en la inmanencia es enviado a la trascendencia. Así, Claude Zilberberg introduce la trascendencia en la estructura y muestra, gracias a los esquemas tensivos, cómo inmanencia y trascendencia miden sus fuerzas en el espacio tensivo de la significación.

 

Hacia una primera síntesis

Nuestra propia impresión como editores es que —como no podría haber sido de otro modo— en esta primera etapa de revisión de la inmanencia en la teoría semiótica, la presencia del pensamiento de Louis Hjelmslev es ineludible. Casi todos los trabajos aquí reunidos han necesitado hacer una referencia al lingüista danés, ya sea de manera directa o indirecta, citando a los semiotistas fundadores, quienes, al sentar las bases de la semiótica, han hecho suya la teoría hjelmsleviana. Así, tanto en una exploración histórica del concepto, como en una indagación gnoseológica, el paso por Hjelmslev es ineludible. En consecuencia, una relectura crítica de toda la obra del autor se impone, de la misma manera que se ha hecho con la obra postuma de Saussure, lo cual ha permitido valorar la densidad de su pensamiento. Es decir, contando en este caso con una amplia obra editada de Hjelmslev habría que considerar esa totalidad y no solamente los Prolegómenos, que es el punto de llegada de sus reflexiones. De este modo, lejos de que se recogiera una visión restringida de la teoría del lenguaje se vería el desarrollo y la complejidad de sus investigaciones. De hecho, dos de las participaciones, la de Badir y Zinna, adelantan esa nueva lectura capaz de poner en relieve un aporte científico todavía inexplorado.

De aquí se desprende una línea que, aunque no ha sido tan desarrollada como otras en este grupo de trabajos, está bien trazada: la inmanencia, además de constituir un plano de los textos (semióticamente hablando) es también un principio metodológico, o parte de él. Tratándose de una cuestión meta, metalenguaje o metalectura, los propios textos suelen sugerir el camino para capturar su sentido.

Y aun cuando en la búsqueda por definir y comprender los alcances de esta noción se recurre necesariamente a la filosofía, el eje desde donde ir y venir hacia esta y otras disciplinas es Hjelmslev. Por ejemplo, en el caso donde se arriba a una reflexión sobre la verdad, iniciada por Spinoza en los Pensamientos meta-físicos, se advierte que las ideas de Spinoza al respecto se acercan mucho a la hipótesis inmanente propuesta por el lingüista danés. Lo anterior debido a que para el "príncipe inmanente" (como le gusta llamarlo a Deleuze) la verdad deja de ser una correspondencia entre la realidad y su representación lingüística o cognitiva —la cual, dicho sea de paso, para Santo Tomás de Aquino, es la adaequatio rei et intellectus—, para convertirse en lo inmanente del lenguaje y del pensamiento.

Hay un hilo conductor que se muestra remarcable: la discusión sobre si la oposición inmanencia vs. manifestación, que Greimas parecía haber dejado en claro, es pertinente o no. Y, de no serlo, si habría que reintroducir la trascendencia sólo para restablecer la categoría original y, luego, dejarla fuera de los problemas del lenguaje. Otro postulado greimasiano y que parecía incontestable era el espacio acordado a la percepción en la teoría, pero aquí ha surgido la pregunta de si este acercamiento a la fenomenología favorece o no el inmanentismo en semiótica. Mientras la voz que interviene, propiamente desde ese lugar disciplinar, responde con una concepción inmanente del ser que no sólo sería compatible con la inmanencia en semiótica sino que más bien la reforzaría. En este caso, aunque desde otro sesgo, la filosofía deleuziana tendría algo que decir y, por otro lado, las aún poco exploradas modalidades sustantivas tendrían mucho de dónde aumentar su potencia heurística.

 

Un remanso en la corriente

En las grandes líneas que acabamos de trazar se perfilan los apuntes para un debate y, más allá de él, un excelente bagaje para la reflexión. Pues toda confrontación, si bien es un ejercicio revitalizante, no agota la riqueza conceptual que cada apuesta contiene. Es en la lectura, que invitamos ahora a emprender, de donde se extraen viejas y nuevas materias. Cada investigador, en su escritura, en el diálogo, en la clase, sabrá sacar de aquí provecho, y proyectar —es lo que esperamos— estas adquisiciones en su comunidad científica. De esta puesta al día de las grandes geometrías inmanentes que no han dejado de sorprendernos y de suscitar acaloradas discusiones, somos portadores. Como la semiótica misma, la cuestión sobre esta figura controvertida sigue en proceso. En el estado actual, otras dos entregas sobre la inmanencia preparan su realización.

 

Alessandro Zinna y Luisa Ruiz Moreno

 

Notas

1 Prueba de ello es el debate que se suscitó, en la sesión del 3 de abril de 2013 del Seminario de París, cuando Ivan Darrault, conduciendo la reunión, anunció este proyecto e hizo circular nuestra convocatoria. La discusión —entre Per Aage Brandt y Alessandro Zinna— que allí se inició de manera presencial, continuó después en internet. Una copia ordenada de tan rico material se conserva en los archivos del SeS, a disposición de nuestros lectores.

2 Tanto es así que, dentro del problema general de las relaciones entre la semiótica y las ciencias sociales, el mismo tema fue escogido para el Seminario de París correspondiente al ciclo 2013-2014.

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