SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número21El cutis patrio de Eduardo Espina: poética neobarroca y fábula de identidad nacionalPosibilidades e imposibilidades del dialogismo socio-cultural en la literatura hispanoamericana índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Tópicos del Seminario

versión On-line ISSN 2594-0619versión impresa ISSN 1665-1200

Tóp. Sem  no.21 Puebla jun. 2009

 

Dialogismo y textos historiográficos de Guatemala* , **

 

Dialogism and Historiographics Texts from Guatemala

 

Ana Lorena Carrillo***

 

*** Profesora e investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 4 Sur 104, Centro, C.P. 72000, Puebla, Pue. Tel: + (52) 222 229 55 00 ext. 3137. Correo electrónico: lorencarr@yahoo.com

 

Resumen

El artículo discute, en su primera parte, algunas implicaciones de la operatividad de las propuestas de Mijaíl Bajtín en el estudio de textos históricos. El dialogismo, como categoría que destaca las relaciones complejas entre tiempos, espacios y procesos disímiles que convergen en distintos niveles de la cultura, permite situar la práctica historiográfica y sus textos en ese espacio. La cercanía de dicha categoría con otras que se han producido desde la crítica cultural latinoamericana potencia la capacidad de éstas para dar cuenta de las peculiaridades propias de las sociedades y culturas en la región, a cuyas problemáticas la narrativa responde enfatizando precisamente aquellas relaciones y convergencias. En la segunda parte, el artículo analiza dos textos emblemáticos de la historiografía guatemalteca de la segunda mitad del siglo XX, siguiendo las sugerentes propuestas teóricas de Bajtín y de la crítica latinoamericana. El resultado es una lectura que actualiza aquellos legados, confirmando en el análisis lo que también se observa en los textos estudiados: las sociedades complejas como la guatemalteca u otras de América Latina se comprenden y explican en las conflictivas articulaciones entre el pasado y el presente.

 

Abstract

In its first part, the article discusses some of the implications of the operativity of Mikhail Bakhtin's proposals for the study of historical texts. Dialogism, as a category that emphasizes the complex relationships between times, spaces and dissimilar processes that converge in different levels of culture, permits us to situate the practice of historiography and its texts in that space. The proximity of these abovementioned categories with others that have been produced from Latin American cultural criticism increases their capacity to give an account of the particular societies in the region where narrative provides an answer to their problems by emphasizing precisely those relationships and convergences. In the second part, the article analyzes two emblematic texts of Guatemalan historiography from the second half of the twentieth century following Bakthtin's suggestive theoretical proposals and Latin American criticism. The result is a reading that modernizes those legacies by confirming in the analysis what can also be observed in the analyzed texts: complex societies like that of Guatemala or those of other Latin American countries understand each other and explain in conflicting articulations between the past, and the present that is already affected by it.

 

Résumé

L'article pose, dans sa première partie, quelques implications de l'opérativité des propositions de Mikhaïl Bakhtine pour l'étude de textes historiques. Le dialogisme, comme catégorie qui met en valeur les relations complexes entre temps, espaces et processus dissemblables qui convergent dans différents niveaux de la culture, permet de situer la pratique historiographique et ses textes dans cet espace. La proximité de cette catégorie avec d'autres qui se sont produites depuis la critique culturelle latino–américaine augmente la capacité de ces dernières à rendre compte des particularités propres aux sociétés et aux cultures de la région. La narrative répond à leurs problématiques en mettant l'accent précisément sur ces relations et convergences. Dans la deuxième partie, l'article analyse deux textes emblématiques de l'historiographie du Guatemala de la seconde moitié du XXème siècle en suivant les propositions théoriques de Bakhtine et de la critique latino–américaine. Le résultat d'une telle lecture rend actuel ces héritages tout en confirmant par l'analyse ce qui est observé dans les textes étudiés : les sociétés complexes, telle que la guatémaltèque ou d'autres sociétés de l'Amérique Latine, peuvent être comprises et s'expliquer grâce aux articulations conflictuelles entre leur passé et leur présent.

 

El desarrollo de la historiografía admite en sus debates actuales la incorporación de temáticas, conceptos y perspectivas que incluyen de manera relevante los aportes de la disciplina literaria en el tratamiento del texto histórico. Una posibilidad de discutir dichos aportes es la de asumir el lugar del texto histórico en el espacio común de la historia, la literatura y la cultura, de tal modo que se establezca así la pertinencia de abordarlo como territorio en que pugnan lenguajes y saberes diversos, que a veces incluyen modalidades distintas de comprender el pasado. Para poder leerlos como hechos culturales literarios e históricos, el andamiaje teórico de Mijaíl Bajtín ofrece sugerentes perspectivas. Para empezar, la idea de Bajtín acerca de la noción de texto parte de la de enunciado (1985: 294–323),1 según la cual éste se construye como un proceso de diálogo en el que interviene tanto el enunciado previo como el que se origina como réplica posterior. De este modo, un enunciado se recrea a partir de otro u otros anteriores, sincrónicos o posteriores, que lo replican o responden a él de múltiples formas (Bajtín, 1985: 249–293). Esta noción de texto que remite ya a la de dialogismo, lo concibe como un proceso abierto y pone en evidencia su historicidad. En el caso del texto historiográfico esto significa poner en evidencia la trama —muchas veces oculta— que vincula la escritura de la historia con la cultura y la literatura, además de la historia misma. Por otra parte, al no plantearlo como un universo cerrado u objeto dado, el texto emerge como un espacio vivo en el que trabajan dialógicamente significados diversos de tiempos y espacios distintos. El dialogismo y en general los conceptos bajtinianos que relacionan cultura y literatura y que conciben el lenguaje y el texto desde una perspectiva histórica y social, resultan importantes herramientas para toda investigación que se proponga pensar la relación de las obras en y con el tiempo o las distintas temporalidades con que se vinculan, relación que supone procesos complejos de encuentros y desencuentros entre diferentes planos socio–culturales, diversos tiempos y espacios que confluyen en eso que Françoise Perus ha llamado "sistemas relativamente inestables de diferencias" (1995: 29–44). El dialogismo bajtiniano permite concebir las obras como parte de las tradiciones y los procesos culturales así construidos. Las propuestas bajtinianas incluso resultan ser vías abiertas para la convergencia con otras categorías de muy distinta filiación con las que, sin embargo, guardan afinidades, como se verá más adelante. Pero la apertura del territorio común entre texto literario y texto histórico es también uno de los aportes más significativos que ha realizado en América Latina toda una generación de críticos literarios desde el siglo pasado. No parece posible ni pertinente desoír sus llamados a la renovación de la historiografía y del análisis de la cultura que ellos han efectuado desde el campo de la crítica literaria. En particular, categorías como la de heterogeneidad cultural de Antonio Cornejo Polar, que apunta —como la de dialogismo de Bajtin— a la configuración discursiva y artística de los problemas derivados de la relación entre las diferencias que emergen de las historias y las sociedades latinoamericanas.

Dialogismo y heterogeneidad cultural como categorías afines —si bien procedentes de espacios y tiempos distintos— permiten hacer una lectura de las obras desde varios planos: el de las relaciones entre las obras y su contexto histórico y social; el de las relaciones dialógicas entre distintos códigos socio–culturales en el interior del texto; el del los vínculos entre la obra y el horizonte de recepción y finalmente, en el plano teórico, el de las articulaciones entre la narración historiográfica y la literaria. De la mano de la perspectiva teórica de Bajtín, el origen nacional del corpus por ejemplo, así como su género, delataría un interés específico acerca de problemas históricos y de la cultura local y regional, involucrados en la elaboración del discurso historiográfico moderno y, por tanto, en la construcción de las imágenes que la sociedad construye de sí misma en distintos momentos y con diversos fines.

Por su parte, el discurso de la historiografía nacional hace referencia no solamente a hechos, sino a textos cuyas formas estilísticas y composicionales son culturales y también históricas, sociales y políticas. El examen del discurso historiográfico nacional en obras entendidas como eslabones de un complejo proceso cultural permite enfocar la diversidad de géneros discursivos con que éste se estructura a pesar de su apariencia homogénea y que provienen de las más disímiles esferas socioculturales y las más variadas interacciones humanas. En última instancia, este examen remite a las distintas y entreveradas ideas de literatura, historia, nación e identidad que una sociedad elabora en el tiempo, generalmente en oposición, conflicto o diálogo con otra u otras.

Con lo dicho hasta aquí, se va perfilando que el ejercicio de reflexionar sobre la cultura y los textos históricos a partir de conceptos como dialogismo y heterogeneidad cultural sitúa problemas de orden teórico o político, pero también involucra el tema más general del conocimiento. Es decir, apunta a la reivindicación de la capacidad de la literatura y la historia para conocer y construir el mundo, así como sus decisivas facultades para modificarlo, en clara toma de posición con respecto a la generalización de una idea del presente o del futuro, idea que apuntala un presente cuya construcción y comprensión no requiere —o requiere cada vez menos— del concurso de aquellos saberes y disciplinas y que termina por desplazarlas a los márgenes del paradigma epistemológico predominante. Por el contrario, el papel crucial concedido a una y otra en el conocimiento y transformación del mundo se asienta en concepciones que las definen como articuladas estrechamente a la sociedad de la que surgen. La historia y la literatura constituyen discursos, trabajan con textos y adquieren también forma textual, mas no son reductibles a esas solas condiciones y, aun analizándolas como textos y discursos, conservan sus asideros con el mundo del que forman parte y su capacidad para dar cuenta de él. Los géneros discursivos propuestos por Bajtín descubren el uso social de la lengua en las distintas esferas de la actividad humana: "[...] cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominaremos géneros discursivos" (1985: 248–293). El discurso historiográfico mismo o los géneros académicos, profesorales, políticos o científicos, autobiográficos o de viajes, géneros cultos, pero también a veces ecos de géneros populares y orales que se hallan en ellos, son ejemplos de aquel uso y se entienden como partes fundamentales de los lenguajes y sistemas de referencia que se confrontan en los textos históricos. Los textos historiográficos vienen a ser, entonces, eslabones del proceso cultural.

En cuanto a categorías surgidas en el contexto latinoamericano de mediados del siglo XX, las aportaciones que en las primeras décadas realizaron José Carlos Mariátegui (1975)2 y más tarde Antonio Cornejo Polar (1982; 1989; 1994)3 y Ángel Rama4 con conceptos como heterogeneidad cultural y transculturación, se proyectan hasta la actualidad. El continuado desarrollo de categorías que dan cuenta del carácter transculturado, heterogéneo, alternativo,5 de contacto6, de la producción literaria latinoamericana y de las complejas formas de articulación de distintos tiempos, espacios y movimientos que caracteriza a sus sociedades —como señala Perus—, permite examinar la evolución que ha experimentado hasta hoy el campo de la crítica literaria en la región y su operatividad para el análisis de la cultura a la que también pertenecen los textos históricos y la producción historiográfica. A los problemas y nociones planteados por la crítica y la producción literaria se sumaron los desglosados por la historiografía. Por ejemplo, la búsqueda de explicaciones a las peculiares formaciones sociales latinoamericanas. Las dos disciplinas generaron temas de estudio de compartido interés, que abrevan en las mismas fuentes (crónicas de textos coloniales y relatos testimoniales) o se plantean problemas similares, como el contexto en que se producen las prácticas culturales y literarias o la trascendencia de la huella que ese rasgo deja en los textos, o bien, el problema del papel de los intelectuales en la sociedad, entre otros.

En estrecha concordancia con las orientaciones de la crítica literaria latinoamericana, los planteamientos de Bajtín que, si bien fueron pensados a principios del siglo XX para la novela europea, se mostraron capaces de trascender con éxito las fronteras del género y articularse a investigaciones sobre la cultura gracias —como ya se señaló— a su sólido anclaje en la sociedad como matriz generadora del lenguaje. Conceptos como el de dialogismo, y otros del universo teórico bajtiniano que significan y explican los procesos de construcción transcultural del lenguaje y de la comunicación discursiva primaria y secundaria (oral y escrita; popular y culta; cotidiana y especializada, etc.), permiten captar el modo en que la narrativa latinoamericana, sea ésta histórica o literaria, expresa, en su propia heterogeneidad, las tensiones y luchas de sociedades y culturas igualmente complejas y heterogéneas. Así, el sentido de dialogicidad entre voces sociales, que remite a encuentros/desencuentros entre tiempos, espacios y procesos histórico–sociales distintos, se potencia con el de tensión cultural conflictiva (histórica y social concreta además de discursiva y semiótica) aportado por la noción de heterogeneidad de Antonio Cornejo Polar.7 Ambas categorías —cuya relación ha sido ya abordada en el estudio de Françoise Perus citado antes— ciertamente abren y refuerzan en los análisis sobre narrativas como las latinoamericanas, una perspectiva histórica asentada sobre la idea de que el presente es siempre deudor del pasado y se crea siempre en relación con él. Una perspectiva histórica que, como bien lo señala dicho estudio, pone en cuestión la concepción de un presente sin historia, que paradójicamente comparten proyectos tan opuestos como el de la modernización forzada y a toda costa, y el de muchas utopías de un futuro promisorio que se instaurará a partir de cero. Así, las categorías de Bajtín afianzan y enriquecen las nociones que desde América Latina se han venido construyendo para dar cuenta de una sociedad que no basta categorizar con base en las múltiples diferencias que en ella coexisten. La interacción dialógica, como la heterogeneidad cultural conflictiva, remiten dichas diferencias a rezagos y herencias del pasado así como a los contradictorios e incompletos procesos de modernización latinoamericana. Esto lo hacen al situar la zona de contactos inter y transculturales (que el lenguaje representa y modeliza) en el contexto de la yuxtaposición de temporalidades distintas que caracteriza, en lo general, al desarrollo histórico de sociedades complejas. Al leer con estas claves los textos de la historiografía que en su momento abrieron opciones nuevas para construir la conciencia histórica de una nación, la reflexión crítica de hoy puede reevaluar las tensiones de aquella yuxtaposición en los propios textos, con las implicaciones que esto conlleva para la cultura, y reconsiderar las obras desde el presente ineludiblemente afectado por dichas tensiones.

*

En la narrativa histórica centroamericana de la segunda mitad del siglo XX, dos textos guatemaltecos son referencias fundamentales por el impacto que produjeron en el pensamiento social, la historiografía y la literatura del país y la región. Estos son La patria del criollo (1970) de Severo Martínez Peláez y Guatemala, las líneas de su mano (1955) de Luis Cardoza y Aragón. El primero, un ensayo de interpretación sobre el periodo colonial y los mecanismos económicos e ideológicos de dominación que lo caracterizaron; y el segundo, un ensayo panorámico sobre la historia y la cultura del país desde el periodo prehispánico hasta la primera mitad del siglo. Sus autores fueron reconocidos como intelectuales comprometidos —como se decía entonces— con el cambio social y protagonistas políticos activos en la intensa coyuntura nacional e internacional que les tocó vivir. Ambos se vieron obligados a prolongados exilios en México y tras retornar a su país en distintos momentos, volvieron a expatriarse. Severo Martínez Peláez fue profesor–investigador en la Universidad Autónoma de Puebla en el Colegio de Historia, en su segundo exilio desde 1979 hasta su muerte en 1998. Antes, fue profesor e investigador en la Universidad de San Carlos en Guatemala. La patria del criollo, su obra fundamental, cuenta ya varias ediciones; la última de ellas, en inglés, que verá la luz en 2009. Luis Cardoza y Aragón, ensayista, poeta y crítico de arte, vivió casi toda su vida y hasta su muerte en México, pero dedicó parte fundamental de su obra a la reflexión histórica, cultural y política de Guatemala, donde está siendo revalorada y se ha reeditado con éxito. Fue un cronista lúcido de su tiempo, del mundo que le correspondió vivir y de sí mismo. El premio nacional de crítica de arte que se otorga en México lleva su nombre. Su archivo personal es resguardado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Murió en 1992.

El contexto histórico de ambas obras, pese a que las separan tres lustros, está definido por el año 1954, en que ocurre el derrocamiento de la revolución democrática que había comenzado diez años antes; un acontecimiento político fundamental en la historia contemporánea de Guatemala, inserto de lleno en el clima internacional de la guerra fría. En el plano cultural, en ese periodo surgió entre los sectores desplazados por el derrocamiento, la necesidad de un replanteamiento total de la historia, la identidad nacional, la nación misma. Necesidad que entroncaba con similares preocupaciones dispersas en la región latinoamericana, las cuales adquirían forma literaria en obras ensayísticas y novelas de temática nacional o de conflicto social. En América Latina la narrativa del periodo manifiesta tensiones no me nos significativas entre el modernismo, el realismo social y la nueva narrativa o la literatura de las vanguardias, las cuales expresaban viejos conflictos no resueltos en la sociedad a los que se sumaban los propios de la modernización emergente. El debate intelectual por su parte, actualizaba viejas discusiones que resurgían, como las nuevas perspectivas en torno a la identidad latinoamericana, o la caracterización de los modos de producción y el papel social y político del intelectual.

Es difícil establecer un orden cronológico lineal en el complejo contexto en que tanto Luis Cardoza y Aragón como Severo Martínez Peláez coincidieron históricamente, aunque cada uno lo haya experimentado en momentos distintos de su desarrollo. Lo es, porque se trata más de una yuxtaposición de tiempos y procesos que de una secuencia. Bajo criterios de historiografía literaria, las dos obras atestiguan huellas de filiaciones diversas en los cortes sincrónicos que las vinculan con otras de su propio tiempo. No obstante, en el orden diacrónico, el paradigma estético, epistemológico e ideológico que marcó el periodo entre las décadas de 1930 a 1960, constituye un eje alrededor del cual ambas organizan su propuesta. Los debates intelectuales de entonces, por las particularidades del desarrollo histórico guatemalteco, permanecieron vigentes en el lapso entre una y otra obra, articulados a varios procesos culturales, literarios y políticos, ilustrando con ello la compleja red ideológica que las define y que a la larga configura no nada más a estas obras, sino a las mentalidades y la cultura del país.

Pero la historicidad de las obras no está dada únicamente por su contexto de producción. Más bien debe entenderse como el proceso de condensación en los textos de diversas tradiciones, remotas o contemporáneas. Dicha condensación incluye también su condición de respuestas nuevas a tales tradiciones. Es decir, su historicidad se define en tanto que el texto histórico forma parte de la cultura. Es en esta perspectiva que se establece una amplia red de relaciones intertextuales, entendida como vínculos o filiaciones con otros textos y como relaciones con saberes y lenguajes no necesariamente escritos. Visto así, es posible plantear una relación de continuación y desarrollo entre ambas obras: La patria del criollo constituye el texto antecedente de Cardoza y Aragón, Guatemala, las líneas de su mano, en un proceso de acumulación y ampliación, aunque en distinta dirección. Esta última, por su parte, plantea preguntas desde el pasado; condensa variadas tradiciones previas, tanto literarias como no literarias y las propone, para ser algunas de ellas retomadas y desarrolladas en la posterior obra de Martínez.

Desde el presente actual, en la lectura de estas obras la mirada se despliega hacia atrás, orientada por una concepción del tiempo como acumulación y superación de la experiencia del pasado, en función de la espera que supone el futuro (Ricoeur, 1994: 70–122). Un primer horizonte histórico se establece por la lectura que se realiza desde hoy. Otros más se conciben como momentos de actualización y discusión de tradiciones precedentes a las obras mismas, a partir de su propio tiempo y desde temporalidades aún más lejanas: cada obra actualiza a su vez otros legados. La historiografía colonial de las crónicas y la liberal del periodo nacional destacan entre aquellas tradiciones previas, pero ambas obras discuten también con tradiciones modernas y no necesariamente provenientes de la disciplina histórica, como el psicoanálisis, la literatura de vanguardia, el surrealismo, etc.

El análisis del estilo y la composición de los textos, de las voces y los géneros discursivos involucrados, posibilita así descubrir, por ejemplo, que en La patria del criollo, su autor no se limita a informar distanciadamente sobre el periodo colonial, como suele señalar el canon historiográfico tradicional, sino más bien hace acopio de estrategias narrativas que le permiten hacerlo desde ese tiempo. El narrador del relato adopta una voz conflictiva, en la que se funden la del criollo colonial y la del historiador moderno, siempre en disputa. Este último, atrincherado en el discurso científico, habla con el lenguaje que le es propio (léxico especializado, notas al pie de página, abundantes prescripciones de lectura, información erudita). En variadas ocasiones traspasa radicalmente espacios discursivos y tiempos, situándose él mismo en los acontecimientos narrados. Este principio en la obra de Martínez que, como se ve, simultáneamente transgrede y ordena los campos de acción del autor, el narrador y el lector y de los géneros discursivos mismos, contiene en sí y desarrolla por rumbos nuevos el principio organizador del texto anterior de Cardoza y Aragón, en el que el narrador asedia sus temas narrativos también desde multiplicidad de discursos y simultaneidad de tiempos, si bien bajo un concepto estético distinto. Se trata igualmente de un vínculo de acumulación y superación, de sedimentación de tradiciones varias y diálogo. Debido a que la obra de Cardoza está contenida en la de Martínez y ésta da respuesta a requerimientos hechos por aquella, puede decirse que La patria del criollo actualiza y hace vigente la impronta de Guatemala, las líneas de su mano. Por su parte ésta, desde el pasado, plantea retos y desafíos importantes a la de Martínez y a su tiempo.

Definida por la coyuntura histórica8 más que por el proceso de larga duración (a pesar de que su contenido se refiere a la historia del país desde el periodo precolombino hasta la mitad del siglo XX), la obra de Cardoza y Aragón se ciñe a paradigmas estéticos que combinan la narración de relatos y la descripción de imágenes en una suerte de ensamblaje de crónica de viaje, autobiografía, ensayo poético y ensayo de interpretación. Por el contrario, la de Severo Martínez, con una percepción de largo alcance, capta mejor los lentos desarrollos y la perduración de los procesos históricos. A su composición y estilo corresponden formas del discurso científico de largo aliento —tendiente a la reflexión de los universales y no de particularidades—, también los géneros pedagógicos o de lecciones escalonadas y la réplica de obras señeras en el género del ensayo de interpretación. Ecos de otros géneros discursivos secundarios como la biografía, la autobiografía y la trama novelesca, también dialogan en los textos y contribuyen decisivamente a su configuración estilística y composicional.

Este escudriñamiento del texto histórico pone de manifiesto la densa carga de tradiciones intelectuales, ideológicas, culturales y literarias que se asientan en los planos profundos de su estructura. En mayor medida de la que pudiera pensarse, las huellas discursivas y las marcas culturales apuntan a formas vinculadas a la visión del mundo criollo. A pesar de, y en contradicción con el discurso de denuncia y confrontación de dicho mundo que vertebra ambas obras, existen en la elaboración de ciertas imágenes, en la configuración de ciertos espacios y condiciones de la voz, formas discursivas que corresponden al mundo literario y cultural arraigado en un pasado criollo que, paulatinamente y mediando complejas transformaciones y desencuentros, entronca con la práctica de las elites intelectuales de distintos periodos históricos hasta llegar a la actualidad. Sin embargo, la presencia de esta densa trama de lenguajes de la clase y el modelo de dominación hegemónico en Guatemala, no hace sucumbir en el interior de los textos a los discursos contrarios: los saberes y lenguajes populares, no siempre cultos y escritos, que las obras también incorporan en tensión con aquellos. Esta tensión resalta la enorme complejidad de los procesos textuales y los intrincados caminos por los cuales se ha ido construyendo la reflexión crítica y también la historia, la cultura y la identidad en Guatemala y en América Latina.

En esta lectura del texto histórico como texto también literario, además del plano estético, se valora también su dimensión formal. La constatación más significativa en este sentido es que al realizar una lectura que atiende el aspecto formal junto al del valor comunicativo y narrativo de los textos, emerge esa dimensión literaria que otorga profundidad al significado cultural de las obras. La patria del criollo surge entonces como mucho más que un libro de historia colonial. El contenido provee ciertamente informaciones y claves interpretativas sobre este periodo, pero las estrategias por las cuales estas convencen o consiguen aparecer como verdad permanecen ocultas debajo de aquel. Es su lectura como un enunciado dialógico la que permite sacarlas a la luz. Pero más aún, aquella constatación se extiende al confirmar que los planos estético y formal son los responsables de la organización de la trama del relato y, por tanto, responsables fundamentales de sus sentidos y significaciones entre las que destaca, por ejemplo, el valor político del efecto de perduración del pasado en el presente que la obra construye. De igual manera, la lectura dirigida a indagar en las dimensiones estética y discursiva puso en evidencia la paradoja de que Guatemala, las líneas de su mano, pese a ser una obra que sigue lineamientos vanguardistas requiere, para hacer el relato de la historia del país, estructurarse en diálogo con temas, discursos y lenguajes conservadores como los propios de la ciudad natal, la casa familiar y otros. Esta dimensión se revela así como un modo paralelo de explicación e interpretación que completa la del nivel discursivo propiamente historiográfico. Historia y literatura emergen, así, como dos caras de la misma moneda.

Conviene señalar el conflicto entre las interpretaciones del historiador y del crítico literario respecto a cómo deben leerse los textos históricos y literarios. Desde la historia, una propuesta interesante es la de la lógica social del texto (Spiegel, 1994: 123–161) para la comprensión del lugar de las obras en un entorno social particularizado y local. Dicha propuesta considera el examen de cualidades formales y de contenido de los textos como vía para determinar su papel en relación con patrones culturales amplios en un momento determinado. De este modo, categorías históricas generales como proceso, transición, cambio, revolución, perduración, tradición o crisis, pueden enmarcar el esclarecimiento del lugar de las obras en un contexto social, así como el estudio de las relaciones que vinculan forma y contenido de los textos con dicho entorno.9 Esto supone realizar algo parecido a examinar el lenguaje con las herramientas del historiador social. Se trata de una respuesta creativa, desde la perspectiva del historiador, al desafío de la textualidad. Sin embargo, su utilidad y productividad tiene por límite el punto en que el lenguaje no puede ser analizado solamente con las herramientas del historiador social, y se genera la ecuación inversa: examinar la historia, en tanto relato, texto y lenguaje, con las herramientas de la teoría y crítica literaria. Spiegel se muestra en exceso desconfiada respecto de la posibilidad de esta última variable. Por eso su insistencia en que sea la perspectiva del historicismo la que presida el análisis del texto. No obstante, su reflexión representa un sólido avance —desde su disciplina— en dirección a la solución de nudos metodológicos en cuanto a las formas de considerar texto histórico y texto literario. Parece imprescindible, sin embargo, equilibrar sus puntos de vista con los que, desde la literatura, proponen enfatizar en la cultura como momento y proceso integrador de tradiciones en que convergen textos históricos y literarios (Perus, 2003: 81–124). Es decir, concibiéndola como un punto de partida y no de llegada. La crítica cultural y la crítica y teoría literarias permiten pensar el espacio de convergencia de los textos históricos y los textos literarios en términos de manifestaciones culturales en un plano equiparable de relativa autonomía, lejos del determinismo histórico o sociológico. La multiplicidad de sus enfoques sale al paso a la disyuntiva extremista entre perspectiva historicista o perspectiva lingüística–formal en el acercamiento a los textos. También provista desde la crítica literaria, resulta de la mayor importancia la idea de la historia literaria como un proceso no lineal sino de cortes verticales,10 que introduce categorías estético–literarias de filiación —que se remiten nuevamente al orden de la cultura—, como variables de análisis histórico no basado en la secuencia cronológica. En dichos planteamientos está contenida una propuesta metodológica transdisciplinaria en torno a los vínculos entre historia y literatura.

Asociada al tema del significado de la cultura como instancia integradora de tradiciones, y al de la necesidad de su revalorización para la comprensión de la sociedad latinoamericana, la lectura de textos históricos que aquí se propone, implica poner en cuestión las formas tradicionales de dicha lectura, para optar en cambio por la histórica y socialmente determinada de la que hablaba Jauss, transformadora de la relación entre el texto y el lector. Leer textos históricos y hacerlo de nuevas maneras, considerando el horizonte de expectativas que se crea en cada época, puede ser una contribución significativa para la revalorización de lo que se entiende por cultura, pero también para la comprensión y transformación del lector y de su entorno. Siendo el lector o destinatario una instancia de temporalidad que pone en contacto el presente de la lectura con los diversos pasados implicados en el texto, las lecturas renovadas de obras como las de Martínez y de Cardoza facilitan para los lectores jóvenes la comprensión y situación adecuada de la polémica coyuntural en que se vieron inmersas en su tiempo. Para esto es necesario liberarlas de su anclaje en la intriga parroquial que sólo atañe a su propio lugar, tiempo y personajes, enfatizando en cambio en el potencial de controversia y diálogo profundo de los textos; insertando los debates en marcos de discusión más vastos, alejados en lo posible de las pequeñas pasiones domésticas. Es el caso, por ejemplo, del debate que subyace en ambas acerca del papel del o los paradigmas estético–literarios en la conformación de los proyectos historiográficos y político–sociales. Entonces, se refrenda en las obras su legítimo lugar en el presente, sin olvidos displicentes ni conmemoraciones acríticas; se les permite emerger como diálogos vivos y voces entre el pasado y el presente, sobre problemas de amplio alcance y profunda repercusión, no solamente en la historiografía, sino también en la cultura y en la idea de nación.

 

Referencias

Bajtín, Mijaíl (1985). "El problema del texto en la lingüística, la filología y otras ciencias humanas". Estética de la creación verbal, trad. de Tatiana Bubnova. México: Siglo XXI.         [ Links ]

––––––––––(1985). "El problema de los géneros discursivos". Estética de la creación verbal, trad. de Tatiana Bubnova. México: Siglo XXI.         [ Links ]

Cardoza y Aragón, Luis (1955). La revolución guatemalteca. Guatemala: El Pensativo.         [ Links ]

Cornejo Polar, Antonio (1982). Sobre literatura y crítica latinoamericanas. Caracas: Central de Venezuela.         [ Links ]

––––––––––(1989). La formación de la tradición literaria en el Perú. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones.         [ Links ]

––––––––––(1994). Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio–cultural de las literaturas andinas. Lima/Berkeley: Horizonte.         [ Links ]

Jauss, Hans Robert (1987). "Historia de la literatura como provocación a la ciencia literaria", en Rall Dietrich (comp.), En busca del texto. Teoría de la recepción literaria. México: UNAM.         [ Links ]

Lienhard, Martin (2003). La voz y su huella. Chiapas/México: Ediciones Casa Juan Pablos/Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.         [ Links ]

Mariátegui, José Carlos (1975). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Biblioteca Amauta.         [ Links ]

Perus, Françoise (2°. Semestre de 1995). "El dialogismo y la poética histórica bajtinianos en la perspectiva de la heterogeneidad cultural y la transculturación narrativa en América Latina", Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXI, núm. 42. Lima/ Berkeley.         [ Links ]

––––––––––(2003). "Aportes de la crítica literaria al estudio de la cultura latinoamericana", en Latinoamérica, Anuario de Estudios Latinoamericanos, núm. 35. México: CCYDEL–UNAM.         [ Links ]

Pratt, Mary Louise (1997). Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.         [ Links ]

Ricoeur, Paul (1994). "Hacia una hermenéutica de la conciencia histórica", en Perus, Françoise (comp.), Historia y literatura. México: Instituto Mora.         [ Links ]

Spiegel, Gabrielle M. (1994). "Historia, historicismo y lógica social del texto en la Edad Media", en Perus, Françoise (comp.), Historia y Literatura. México: Instituto Mora.        [ Links ]

 

Agradecimientos

Agradecemos a Dominique Bertolotti las traducciones al francés de los resúmenes, y a Scott Hadley, las versiones en inglés.

 

Notas

* Título en francés: Dialogisme et textes historiographiques du Guatemala

** Los temas abordados en este artículo tienen un desarrollo más amplio en mi libro Árbol de historias. Historia y literatura en Severo Martínez y Luis Cardoza y Aragón. Antigua, Guatemala: Ediciones del Pensativo/ICSyH–BUAP [en prensa].

1 En este apartado, el objeto de atención de Bajtín es el texto como enunciado.

2 Mariátegui elabora un ejemplar modelo de interpretación histórico–social de su país en el que se inserta integralmente la crítica de la cultura, la literatura y la historiografía literaria en el Perú.

3 Cornejo Polar, Antonio (1982; 1989; 1994), y otros estudios más de su amplia bibliografía; la mayor parte publicada entre 1975 y 1995. El concepto de heterogeneidad, definido en torno a la literatura indigenista da cuenta de "la índole plural, heteróclita y conflictiva" de dicha literatura, en la que convergen en un solo espacio textual, dos sistemas socioculturales diversos.

4 El crítico uruguayo Ángel Rama reelaboró el concepto de transculturación introducido por Fernando Ortiz a partir de lo que llamó transculturación narrativa en los procesos literarios latinoamericanos. El concepto de transculturación introducido por Fernando Ortiz para significar el carácter heterogéneo de la sociedad y la cultura cubana y, principalmente, la naturaleza de las relaciones entre las diferentes culturas que la componen, demostró capacidad heurística para captar las relaciones de interpenetración e intercambio en culturas que entran en contacto, resultado de las cuales surge una realidad cultural inédita y diferente a las que le dieron origen.

5 Lienhard, Martín (2003). Lienhard usa el concepto de alternativa para la literatura propia de sociedades de matriz colonial, en las cuales las prácticas culturales se eligen dependiendo de las relaciones de poder que reproducen las condiciones y situaciones de encuentro étnico–social.

6 Pratt, Mary Louise (1997). Pratt utiliza el concepto de contacto para literaturas y zonas cuyas sociedades presentan copresencia, interacción, trabazón de comprensión y prácticas entre culturas en el contexto de relaciones de poder asimétricas de tipo colonial. Aunque no significante de realidades específicamente latinoamericanas, sino coloniales en general, el concepto pertenece al campo de la reflexión latinoamericanista sobre cultura, literatura y relaciones interculturales.

7 Especialmente en Cornejo Polar (2003).

8 Aunque Guatemala, las líneas de su mano fue escrita como una síntesis histórica, se inscribe en un proyecto más amplio cuya intención fue ilustrar la situación de Guatemala a la luz de los acontecimientos de 1954 que dieron fin a la revolución democrática de 1944. De este modo, la obra queda estrechamente vinculada a La Revolución Guatemalteca, obra paralela de Cardoza y Aragón publicada casi simultáneamente a la primera, en la que trata en detalle lo acontecido en los diez años transcurridos entre una y otra fecha. (Cardoza y Aragón, 1955).

9 Spiegel reconoce la afinidad de su planteamiento con la premisa de Bajtín según la cual forma y contenido son indisociables y con la del discurso verbal como fenómeno social (1994: 158). No obstante, es reacia a reconocer en el aspecto formal del texto señales de lo que considera sólo puede encontrar en el contexto histórico–social extra textual. Por ejemplo, considera que el contexto político–social del texto que estudia está del todo ausente en él y prefiere entonces buscarlo únicamente en los datos históricos extratextuales. En la premisa de Bajtín, lo social del discurso no sólo señala hacia el contexto de éste, sino también hacia su interior.

10 Perus (loc. cit.). Esta idea de los cortes verticales ilustra gráficamente el sentido de tradición y también de serie literaria que Hans Robert Jauss proponía en su conocida conferencia en la que fundamenta su teoría y estética de la recepción (1987: 55–58).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons