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Boletín médico del Hospital Infantil de México

versão impressa ISSN 1665-1146

Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. vol.68 no.4 México Jul./Ago. 2011

 

In Memóriam César Chavarría Bonequi

 

Dr. Silvestre Frenk*

 

* Investigador en Ciencias Médicas F. Unidad de Genética de la Nutrición, Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM - Instituto Nacional de Pediatría, SSA

 

 

Aciago fue en verdad, el pasado año 2010. Infausto para tres familias; para incontables cofrades y discípulos; para las ciencias metabólicas en México, entendiendo por tales a la endocrinología, la genética y la nutriología clínicas, predominantemente aunque no de modo exclusivo, en sus vertientes pediátricas.

Dolorosamente, durante aquellos meses de enero, febrero y diciembre, vimos extinguirse, sucesivamente, las fructíferas existencias terrenas de los renombrados académicos Salvador Armendares Sagrera, Roberto Martínez y Martínez y César Chavarría Bonequi. Condiscípulos los tres durante sus estudios médicos, compañeros de andanzas, hazañas deportivas, proyectos, investigaciones, escritos; recíprocamente instructores y aprendices, enlazados, engarzados de varias maneras con mis afectos y con mi personal vida académica.

César Chavarría fue hijo de médico y, pasadas las edades, también padre de médico. Recibió en herencia y dio en heredad la naturaleza y esencia del ser y del quehacer médicos, sustentados tanto en lo estrictamente profesional como sublimados en lo académico.

De mediana estatura, delgado, de voz algo más grave de lo que su físico hacía suponer, hablar pausado en tono tranquilo y respetuoso, ello no reñido con algún ocasional, casi siempre justificado exabrupto, y expresarse de modo casi obsesivo de modo gramaticalmente correcto. Tan es así que conociendo, hablando y escribiendo perfectamente el idioma inglés, apenas tuvo para ello tiempo. Llevó Chavarría cursos permanentes de esa lengua, como también de latín e italiano, esto último quizás por un romántico acercamiento con sus lejanos ancestros por línea materna. Destacaba también por su elegancia y por su atavío siempre impecable.

Sus aspiraciones culturales las cultivó en su carácter de lector y también como infatigable viajero, siempre con inspiración y en compañía de su señora esposa, la trabajadora social Conchita Salgado Meneses. Todo lo cual no se veía reñido con sus variadas aptitudes deportivas, particularmente la natación, que practicaba casi cotidianamente, y dicen que de modo perfecto.

No resulta forzado imaginar un vínculo entre la devoción por la exactitud, la precisión, la perfección, que caracterizaba al pensamiento y al actuar de Chavarría, con la elección que hiciera, cuando joven médico, de la fisiología y la clínica endocrinológicas como su futuro campo de acción médica especializada. Porque precisos, exactos, casi siempre predecibles, vienen a ser los mecanismos hormonales clásicos.

Y así, tras breve sensibilización y capacitación en la consulta endocrinológica del original Hospital Infantil de México, marchó Chavarría a su adiestramiento definitivo en la ciudad de Filadelfia. Primero en el entonces Jefferson Medical College, bajo la tutoría del profesor Karl E. Paschkis, quien antes había sido mentor de Francisco Gómez Mont, mío y de otros colegas. Más tarde, en el afán de profundizar en las facetas pediátricas de la endocrinología, completó su adiestramiento con el profesor Angelo Di George, en el Hospital St. Christopher de la Universidad Temple. De excelente preparación gozó pues Chavarría, y como excelente endocrinólogo y magnifico maestro, se desempeñó a su regreso a México.

Poco tardó Chavarría en sobresalir como figura señera de la endocrinología pediátrica en México. Y por supuesto, docente de tanta excelencia, que durante años fue designado como su maestro preferido por los estudiantes de medicina en el venerable Hospital General de México. Como investigador científico, un área preferida por Chavarría fue la patología tiroidea, particularmente la naturaleza del bocio endémico, los errores enzimáticos generadores de bocios gigantes y el carcinoma medular de la glándula tiroides. Publicó un excelente libro sobre tiroidología pediátrica y varios más, todos ellos sobresalientes. Llegado el momento, cumplió Chavarría con el indeclinable deber cívico de gobernar a su institución, y fue entonces Director General del Hospital Infantil de México "Federico Gómez". Explicablemente gozó de una vasta clientela privada y abundan testimonios de la devoción que le guardaron sus pacientes a lo largo de su fructífera vida profesional.

César Chavarría ingresó a esta Academia en el año 1972. El 12 de diciembre del desdichado 2010, a pocas semanas de haber cumplido la edad de 84 años, sucumbió a una neumopatía crónica y al consecutivo cor pulmonale, soportados con entereza y aguante y perseverando en su noble actividad clínica casi hasta el final.

La Academia, sus amigos y sus discípulos conservaremos intacta su memoria; y vivo su legado científico, profesional y afectivo.

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