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Sinéctica

versión On-line ISSN 2007-7033versión impresa ISSN 1665-109X

Sinéctica  no.48 Tlaquepaque ene./jun. 2017

 

Presentación

Los niños y las niñas migrantes en escena

Víctor Aurelio Zúñiga González1 

1Tecnológico de Monterrey, México.


La intensidad hegemónica del adultocentrismo típico en los estudios migratorios parece estar cediendo gracias a numerosos investigadores que están haciendo posible que los niños en la migración y los niños de la migración aparezcan en la escena. Son niños y niñas inscritos en los circuitos de la migración interna, así como los que se mueven de un país a otro. Los niños migran, son migrantes exactamente de la misma manera que lo son sus padres y hermanos mayores con quienes, por lo general, se trasladan de un lugar a otro. De esta manera, estamos “desempacando a los niños en los estudios migratorios”, como lo sugirió la profesora Dobson en 2009.

Los dos tipos de adultocentrismo señalados por la autora parecen estar perdiendo fuerza. El primero de ellos (adultocentrismo de tipo A) ignoraba a los niños migrantes porque los consideraba objetos que portan o maletas que cargan los migrantes adultos. Vistas así las cosas, los niños no migraban, sino que los hacían migrar, los llevaban y los traían, como se llevan las pertenencias en los viajes. Esta lógica incluía cuatro tipos de miopías:

  • La primera miopía impedía ver que un componente esencial de la definición del “éxito” de la migración (interna o internacional), visto desde la perspectiva misma de los migrantes adultos, es el bienestar de los hijos o nietos, independientemente de si estos participaron en forma directa en los movimientos migratorios o no (Willis & Yeoh, 2000; Dreby, 2010). No debiera ser para nadie una sorpresa que el fin último (o sentido mismo) de la migración, para muchos migrantes adultos, sea el bienestar de sus hijos o nietos. Cuando la migración incluye la separación de los miembros de la familia nuclear, el tema del sacrificio (por los hijos) es un sustantivo irremplazable para la comprensión de todas las dinámicas familiares asociadas a la migración. Lo mismo aparece cuando los hijos acompañan a los padres en la aventura migrante: con mucha frecuencia los padres se sacrifican por sus hijos. Dicho esto de manera inversa, toda migración que trae consigo la desgracia de los hijos es considerada como un fracaso por los migrantes adultos, sin importar el éxito económico que hayan logrado.

  • La segunda miopía hizo creer que las decisiones que tomaban los migrantes respondían exclusivamente a consideraciones de carácter racional siguiendo el sempiterno paradigma de costo/beneficio económico. Ahora sabemos que muchas de las decisiones que toman los migrantes adultos, en relación con la migración (destino, tiempo de estancia, forma de asentamiento, modalidad de integración a la sociedad local, etcétera), responden de modo parcial o primordial a los intereses de los niños, sean estos hijos, sobrinos o nietos (Ní Laoire, White, Tyrrel & Carpena-Méndez, 2012). Esta miopía provenía de la ecuación que criticaban ya Batalova y Fix en 2010. Los autores alertaban a los lectores en el sentido de que, para la literatura estadounidense sobre la migración, migrante era sinónimo de working-age-men, lo que condujo a los estudiosos a interesarse principalmente y casi de manera exclusiva en la integración laboral, el mercado de trabajo y el estatus migratorio de los participantes en el flujo migratorio. Los niños no existían porque no eran seres humanos que buscaban trabajo.

  • La tercera miopía, quizá la más persistente, conducía a la creencia de que los niños migrantes eran seres humanos pasivos que no tenían ni voz ni voto en el proceso migratorio. Nada de esto resultó verificable. Los niños participan, aun siendo seres humanos subordinados, como lo son por su edad, en decisiones tan relevantes como mudarse dentro del mismo país o retornar al país de origen (Zúñiga & Haman, 2015).

  • Por último, la miopía dificultaba observar los roles activos e importantes que los niños cumplen en el seno de las familias migrantes. Ahora sabemos que son intérpretes, traductores, intermediarios y abogados de sus padres y hermanos (Orellana, Faulstich, Thorne, Chee & Lam, 2001;Valdés, 2003).

El segundo tipo de adultocentrismo (del tipo B) no ignora a los niños, sino que dirige su mirada hacia ellos y ellas porque son “fuente de ansiedad” para los adultos (Dobson, 2009, p. 357). Los niños existen en la migración, pero como víctimas, urgidos de protección, seres inválidos, desprovistos de conocimientos y de agencia. Vistos así, los niños no son migrantes como sus padres, sino que existen porque deben ser objeto de la preocupación pública debido a que son sujetos indefensos que requieren la tutela estatal o la protección de los adultos. Existen, pues, porque los adultos les dan la existencia.

Ahora que los investigadores de la migración nos estamos interesando en las dinámicas institucionales que se despliegan en las escuelas, los centros de salud, las iglesias, los centros recreativos ante la llegada de familias migrantes y sus hijos; ahora que dirigimos nuestra atención a lo que hacen o dejan de hacer los niños indígenas en diversas regiones de México y de Estados Unidos; ahora que contamos con estudiosos que analizan la forma como los padres de familia defienden los intereses de sus hijos cuando las instituciones educativas buscan domesticarlos; ahora que nos interesan las estrategias de los niños y jóvenes migrantes para incorporarse a los procesos educativos y tener éxito en las regiones a las que están llegando; ahora que tenemos investigadores e investigadoras atentas a la escritura misma de los niños de la migración, así como el análisis de las ideologías políticas de la lengua escrita que excluye a los niños y niñas que migran de un país a otro, o de una región a otra; ahora que presenciamos a jóvenes investigadores que relatan las historias migratorias desde la perspectiva misma de los niños actores y actrices de la migración; en fin, ahora que hay especialistas atentos a mostrar las fallas en los procesos administrativos, las discriminaciones burocráticas y la desatención institucional que ignora o desprecia las necesidad de los niños migrantes, estamos en condiciones de superar la hegemonía adultocéntrica y tener una visión más holística del proceso migratorio.

Es un periodo científico prometedor en el que nuevas categorías de análisis están apareciendo, renovadas problemáticas de estudio acompañadas de métodos de indagación y análisis se están abriendo paso y, desde luego, a partir de ahí, contamos con hallazgos que responden a lo que alguna vez Mills (1959) denominaba “la política de la verdad”.

Referencias bibliográficas

Batalova, Jeanne y Fix, Michael (2010). Children of immigrants in US schools: A portrait. Washington, DC: Migration Policy Institute Center/National Center on Immigrant Integration Policy. [ Links ]

Dobson, Madeleine E. (2009). Unpacking children in migration research. Children’s Geographies, 7 (3), 355-360. [ Links ]

Dreby, Joanna (2010). Divided by borders. Mexican migrants and their children. Berkeley: University of California Press. [ Links ]

Mills, Wright (1959, 1975). La imaginación sociológica. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Ní Laoire, Caitríona; White, Allen; Tyrrel, Naomi; & Carpena-Méndez, Fina (2012). Children and young people on the move: Geographies of child and youth migration. Geography, 97 (3), 129-134. [ Links ]

Orellana, Marjorie Faulstich; Thorne, Barrie; Chee, Anna; & Lam, Wan Shun Eva (2001). Transnational childhoods, the participation of children in processes of family migration. Social Problems, 48 (4), 572-591. [ Links ]

Valdés, Guadalupe (2003). Expanding definitions of giftedness. The case of young interpreters from immigrant communities. Mahwah, NJ: Laurence Erlbaum Associates Publishers. [ Links ]

Willis, Katie & Yeoh, Saw Ai Brenda (2000). Gender and transnational household strategies: Singaporean migration to China. Regional Studies, 34 (3), 253-264. [ Links ]

Zúñiga, Víctor & Haman, Edmund T. (2015). Going to a home you have never been to: The return migration of Mexican and American-Mexican children. Children’s Geographies, 13 (6), 643-655. [ Links ]

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