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Sinéctica

versión On-line ISSN 2007-7033versión impresa ISSN 1665-109X

Sinéctica  no.37 Tlaquepaque jul./dic. 2011

 

Reseña

 

''Vivir para Vivir...'': transformando ''Las voces del aula''

 

Martín López Calva

 

Libro: Las voces del aula. Conversar en la escuela, de A. C. Pérez Fragoso y M. Bazdresch, México Ed. SM, colección ''Somos Maestros''. Convivencia escolar, 2010.

 

Doctor en Educación. Coordinador del Doctorado Interinstitucional en Educación en la UIA–Puebla.Realiza investigación sobre sujetos y procesos educativos (filosofía de la educación, educación y humanización, educación y valores).

 

Vivir para vivir
Sólo vale la pena vivir para vivir
J. M. Serrat

Cuando el llamado profundo, la verdadera vocación humana es vivir para vivir, se vive hoy en día, se ha vivido mucho tiempo, muchos sujetos humanos se han tenido y se tienen que conformar con vivir para sobrevivir. Las condiciones socioeconómicas, las desigualdades ancestrales, el abuso y la explotación siguen hoy poniendo al ser humano en condiciones que le impiden cumplir con este deseo fundamental: el de vivir para vivir, que significa vivir para la realización; vivir para gozar la vida; vivir para dar vida y ayudar a que otros tengan verdadera vida humana; es decir, ''vivir para convivir y convivir para vivir''.

No obstante, estas condiciones estructurales que impiden a tantas personas cumplir con la vocación humana fundamental de ''vivir para convivir y convivir para vivir'', porque se arraigan e institucionalizan generando que todo el sistema social funcione para que se viva para sobrevivir y se conviva para sobrevivir, tienen su máximo impacto negativo, deshumanizante cuando se convierten en cultura. Es entonces cuando no solamente los individuos viven para sobrevivir y el sistema social se organiza para que todos vivan para sobrevivir, para que la convivencia sea en función de la mera supervivencia, sino que este estado existencial individual y colectivo se empieza a mirar como ''lo natural'', ''lo lógico'', ''lo único posible'' y hasta como ''lo deseable''..., y llega el momento en que también se instituye a través de la educación formal e informal: los padres y madres educan a sus hijos para aspirar a la supervivencia, para convivir en función de una guerra por sobrevivir que hay que ganar día a día.

Las escuelas reciben, reproducen y refuerzan este tipo de educación porque no tienen herramientas para contrarrestar esta fuerza cultural externa, pero también porque en el fondo nacen de ella. La escuela nace de esta forma de vivir y convivir distorsionada que se orienta hacia la reproducción y el reforzamiento del ''vivir para sobrevivir''.

Como bien afirma Edgar Morin,''...el individuo no vive para sobrevivir. Sobrevive para vivir. Es decir, que vive para vivir. ¿Qué significa vivir para vivir? Vivir para gozar la plenitud de la vida. Vivir para realizarse'' (2003, p. 177). Esto nos lleva a preguntarnos si es impermeable, irrompible este círculo vicioso en el que la sociedad enseña a convivir para sobrevivir y crea escuelas que transmiten a las futuras generaciones sin futuro esta perspectiva de vida truncada que mira a la supervivencia y las escuelas y, a su vez,crean a esta sociedad distorsionada que las produce en un eterno retorno.

Las voces del aula. Conversar en la escuela nos muestra lo contrario, porque nace desde la sencilla, pero muy ambiciosa y profunda convicción de que sí es viable romper esta dinámica aberrante y deshumanizadora mediante una fórmula aparentemente simple: la de aprender a conversar en la escuela, o mejor dicho, la de reaprender a conversar de manera que podamos establecer una auténtica convivencia orientada hacia el vivir y no hacia el mero sobrevivir; una ''conversación exploratoria o dialógica'' que predomine por encima de las conversaciones ''acumulativas'' individuales y de las conversaciones ''de disputa o de poder''.

 

EL MUNDO HUMANO Y LA MEDIACIÓN DE LA SIGNIFICACIÓN

Ni los vientos son cuatro,
ni siete los colores,
y los zarzales crecen
junto con las flores...
y el sol sólo es el sol si brilla en ti.
La lluvia sólo lluvia si te moja al caer.
J.M. Serrat

El punto de partida es que los seres humanos coexistimos y compartimos de hecho espacios y tiempos cotidianos ''mediados por la significación''; es decir, espacios y tiempos a los que vamos dando sentido a partir de lo que nos es dado o recibimos como imprinting cultural (Morin, 2003) desde el exterior por el lugar y la época en que nos toca estar en el mundo y también a partir de lo que construimos y ''negociamos'' con los otros que nos son próximos física, intelectual, emocional o culturalmente.

Todo lo vivido pasa por el filtro de nuestras significaciones individuales y sociales nos demos cuenta de ello, o no. La realidad no se nos presenta mediante la mera percepción ni tampoco a través de la comprensión de lo que percibimos, sino después de un proceso complejo y arduo de reflexión crítica personal–colectiva–personal que está siempre filtrada por la significación.

En este mundo mediado por la significación ocurre la vida social y, por supuesto, el aprendizaje y la experiencia escolar, puesto que la sociedad es un producto–productor de la interacción entre sujetos humanos y esta interacción es siempre un intercambio de significados que se realiza a través de distintos vehículos o ''soportes''. Lonergan menciona que los principales soportes de la significación son la intersubjetividad humana, el arte, los símbolos, el lenguaje y ''las vidas y hechos de las personas'' (1988, p. 61).

En Las voces del aula se destaca uno de estos soportes fundamentales de la significación, que es el lenguaje, y se sostiene que el paso de la coexistencia en la escuela que enseña cosas para sobrevivir hacia la convivencia escolar que educa a ''vivir para vivir'' y a ''convivir para vivir'' se produce a partir del cambio en el lenguaje usado en las aulas, en las oficinas y en el patio de recreo de las escuelas para interactuar. Por ello, a través de muy claros, sencillos y ricos ejemplos de registros de conversaciones en el aula –registros contrastantes, porque muestran docentes, directores y alumnos que hacen preguntas genuinas y usan lenguaje ''conversacional'' y ''dialógico'' y otros que hacen preguntas inauténticas y usan lenguaje ''de poder'' e imposición–, los autores invitan a los docentes a ''tener cuidado'' en el lenguaje y les ofrecen algunas herramientas para ir generando uno nuevo que realmente construya conversación para la convivencia.

No estaría de más–y creo que queda un campo fértil de investigación en esta línea– que se analizaran también los demás soportes de significación que predominan en la escuela: ¿cómo es el clima intersubjetivo en el que se da la convivencia? ¿Cuáles son los símbolos que siguen predominando en la cultura escolar y qué tipo de conversación generan? ¿Cuál es la presencia y el tipo de arte que se presenta en la escuela y cómo ayuda u obstruye la conversación dialógica? ¿Cómo son las ''vidas y los hechos de las personas'' que están en la escuela cotidianamente, qué significados comunican? ¿Cómo ayudan o impiden una auténtica convivencia para vivir todos estos soportes de la significación que están allí, de manera permanente y casi invisible por su repetición en el día a día de la educación de las nuevas generaciones de mexicanos?

 

DEL COEXISTIR AL CONVIVIR: ALGO QUE SE EDUCA....


Y hacer tuyo el camino,
que tuyas son las botas.
Que una sonrisa pueda
dar a luz tu boca.
J.M. Serrat

La coexistencia es algo natural, espontáneo, ''inevitable'' en el caso de los humanos. Coexistir es la manera de vivir humana que corresponde a la propia naturaleza biológica, psicológica, social, cultural y espiritual de los ''Homo sapiens–demens'' (Morin, 2003). Como afirma Lonergan: ''Antes del nosotros que resulta del mutuo amorentre un ‘yo’ y un ‘tú’, se da un nosotros originarioque precede a la distinción de los sujetos y que persiste cuando ella se olvida. Ese nosotros previo es vitaly funcional [...] es como si nosotros fuéramos miembrosunos de otros antes de distinguirnos unos de otros''(1988, p. 61).

El desafío humano consiste en el tránsito permanentemente inacabado e imperfecto desde esta coexistencia natural hacia la convivencia cultural; es decir, desde el simple ''compartir un espacio y un tiempo'' con fines de ''supervivencia'' (vivir para sobrevivir, convivir para sobrevivir) hacia el conversar para compartir y construir juntos (vivir para vivir, convivir para vivir). Este tránsito no se produce con espontaneidad, sino que tiene que aprenderse. La convivencia se educa y éste es otro gran supuesto del libro que comentamos: la convivencia se educa y es necesario educarla; es imprescindible educarla; es improrrogable educarla si queremos salir de este camino sin sentido sembrado de violencia, desigualdad y abuso en el que hoy nos encontramos en este y en muchos países del mundo.

Educar para la convivencia; educar la convivencia implica romper con las inercias contextuales y aprovechar todos los espacios –no sólo el del aula, que es el ''terreno del docente'', sino también el patio de recreo, que es el ''terreno de los alumnos–persona en la escuela...'', el lugar donde ''ellos ponen las reglas [...] y establecen formas de interactuar con las otras personas...'' (p. 73)– para crear nuevos contextos de conversación para la convivencia, porque ''...las conversaciones crean su propio contexto [...] y configuran un cierto lenguaje...'', de manera que es posible y necesario recrear los contextos escolares y,con un cambio en el lenguaje, generar conversación auténtica que pueda promover en los alumnos el aprendizaje de las formas de caminar desde la coexistencia natural hacia la convivencia construida en común; desde un conglomerado de personas hacia un grupo–comunidad de significados; desde la proximidad y la ''propincuidad'' hacia la afinidad; desde el nosotros originario hacia el nosotros libremente creado y responsablemente cuidado.

Esta es una tarea que implica a todos los sujetos de la educación de manera personal e intransferible: es una responsabilidad de cada uno de los que participan en el proceso educativo: desde el docente hasta el alumno, pasando por el director y los padres de familia y la comunidad que circunda la escuela.

 

EL LENGUAJE Y LA CONVERSACIÓN: PARA EDUCARNOS EN EL CONVIVIR

Te dejan sus herencias,
te marcan un sendero,
te dicen lo que es malo
y lo que es bueno, pero...
J.M. Serrat

El libro está estructurado como un recorrido que va desde la constatación de que en la escuela se conversa, pasando por el análisis que postula que el tipo de conversación que se vive en la escuela va a construir una clase diferente de convivencia hasta llegar a abordar elementos teórico–conceptuales que permiten al docente– lector comprender lo que es la conversación y convivencia y caer en la cuenta de la necesidad de transformar el lenguaje usado en el aula para regenerar el tipo de conversación y, por ende, de convivencia en la escuela. Todo lo anterior está, como ya se dijo, ilustrado con registros de conversaciones en el aula y en el patio de recreo, testimonios de directores y padres de familia que van ejemplificando lo que desde el abordaje teórico se va presentando.

En este camino de reflexión e invitación a la transformación se muestra de manera fehaciente cómo el lenguaje imperativo y la conversación de poder –que parte de una relación vertical maestro–alumno y de la idea de que el saber es poseído ya por el docente y tiene que ser absorbido por el educando–son precisamente las herramientas tradicionales de una escuela que ha convertido en cultura el convivir para sobrevivir y asume que enseña ''lo que es malo y lo que es bueno'', ''lo que es correcto o falso'', sin que el educando aporte nada ni participe en absoluto en el proceso de enseñanza–aprendizaje.

''El lenguaje no solamente moldea la consciencia que va desarrollando, sino que estructura también el mundo que rodea al sujeto'' (Lonergan, 1988, p. 74) y un lenguaje imperativo e impositivo moldea sujetos que imponen o que obedecen ciegamente y estructura un mundo basado en relaciones e instituciones que aplastan al ser humano en lugar de promover su desarrollo genuino.

Por ello, ''las herencias'' que deja la escuela y que se ven reflejadas en la sociedad de supervivencia que hoy tenemos, porque la escuela se ha mostrado incapaz de romper ese círculo vicioso de la sociedad que la produce; porque no se ha empeñado en ser modelo y en modelar otro tipo de convivencia posible en el que el educando reaprenda su modo de entender y ejercitar la convivencia.

La tan de moda ''violencia escolar'', el bullying, el ''acoso'' de los estudiantes a otros estudiantes y aun a docentes, no es más que el resultado de este ''pecado de omisión'' de la escuela, que se conforma con reproducir los tipos de lenguaje ''de poder y de imposición'' que predominan en el exterior, y resalta el control más que la educación; la enseñanza técnico–instrumental más que el aprender a vivir juntos o a ser humanos. Especialmente llamativo resulta el apartado dedicado al recreo,que muestra cómo en ese espacio en donde el alumno pone las reglas, se reproduce a escala micro el esquema de relación de poder, discriminación, intolerancia y violencia física o simbólica, que son propios de la sociedad de la convivencia para la supervivencia de la que vienen los estudiantes y a la que van a regresar sin haber reaprendido formas de conversación y convivencia para el vivir humanamente.

De esta manera, el libro invita y desafía a los docentes a transformar este modelo pasivo de reproducción de la convivencia para la supervivencia con la construcción cotidiana de una convivencia activa en la escuela –empezando en el aula, pero trascendiéndola–, que es la única manera en que puede darse este reaprendizaje urgente.

Como afirma Morin (2003, p. 185):''La sociedad se autorregenera y se autoperpetúa a la vez:–vía las interacciones entre individuos y entre individuos y sociedad...''. Por ello, es necesario que los educadores se empeñen, nos empeñemos en educar en la conversación auténtica para generar una convivencia auténtica que busque aportar elementos para la autorregeneración social tan urgente en este cambio de época que no acaba de encontrar el rumbo.

Este no será un camino fácil, porque si bien, como afirman los autores, ''...Al formarse los grupos aparece la proximidad y la afinidad...''(p. 91); por la complejidad humana y la dificultad que implica la construcción de comunidad, es evidente que también aparecerán el egoísmo y el conflicto. Por ello, los autores presentan en la última sección una serie muy rica y pertinente de sugerencias y herramientas –desde estrategias personales ''naturales'' hasta técnicas de trabajo grupal o colaborativo– para poder practicar la conversación y la convivencia como tarea cotidiana que se tiene que ir aprendiendo y ejercitando por parte de los educadores.

Estas herramientas están centradas en generar ''actividad productiva conjunta'' (APC) (p. 86) tanto en el ámbitoáulico como institucional, porque, como bien se apunta en esta sección y está presente en toda la obra, la transformación del lenguaje para generar otro tipo de conversación en la escuela que promueva la construcción de un convivir para vivir no es sólo una tarea individual, sino que implica, necesariamente, una transformación institucional que pasa, incluso, por la revisión y cambio de las normas y reglamentos escolares.

 

''CONVERSAR EN LA ESCUELA": INVITACIÓN E IMPERATIVO MORAL

Abrázate a los vientos
y cabalga los montes
que no acabe el paisaje
con el horizonte.
J.M. Serrat

''Que el paisaje'' actual de violencia, imposición, intolerancia e indiferencia en el que se produce la convivencia social no ''acabe con el horizonte'' en el que sabemos– porque somos humanos y sentimos ese llamado a ''vivir para vivir'', a ''convivir para vivir''– que otro tipo de convivencia es posible porque otro tipo de sociedad es necesaria. Que el estado actual de las cosas no opaque la esperanza, motor del quehacer educativo hacia la humanización. Esta es finalmente la invitación del libro.

Las voces del aula es, entonces, una invitación a ''cabalgar los montes'' de la vida cotidiana en las escuelas (y universidades) tratando de regenerar los contextos comunicativos para producir conversación que promueva la convivencia auténtica, la que nos lleva a compartir experiencias, saberes, significados y valores; la que nos hace posible la construcción, aunque sea imperfecta, de comunidad humana.Es también, al mismo tiempo, un imperativo moral, porque los educadores no pueden, no podemos, seguir dando la vuelta a esta tarea urgente si en realidad nos asumimos como ''profesionales de la esperanza'', porque las escuelas no pueden seguir pretendiendo que su única tarea es la enseñanza de contenidos cada vez menos significativos precisamente porque no ayudan a ''vivir para vivir'' y a ''convivir para vivir'' en un contexto como el actual, en donde cada día se sale de casa sin saber con certeza si se va a volver.

La educación tiene hoy el imperativo moral de educar para la convivencia, porque es cierto, hoy más que nunca, que ''...Sólo vale la pena vivir para vivir...''.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Lonergan, B. (1988). Método en teología. Salamanca:ed. Sígueme.         [ Links ]

Morin, E. (2003). El método V. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Madrid: Ediciones Cátedra.         [ Links ]

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