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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.24 no.70 Guadalajara sep./dic. 2017

 

Reseñas

Artífices y avatares

Alejandro Rodríguez Mayoral1 

1.Profesor-Investigador independiente, Colima, México. alejandro_rodriguez-mayoral@outlook.com

Ortoll, Servando. 2015. Artífices y avatares: lo que revela el juicio de Tepames, Colima (1909-1914). Guadalajara: Archivo Histórico del Municipio de Colima,


Pocas investigaciones históricas terminan siendo extraordinarias por estar bien escritas, documentadas y mejor interpretadas. Dentro de esta categoría, sobresale Artífices y avatares: lo que revela el juicio de Tepames, Colima (1909-1914). En este libro, Servando Ortoll reconstruye los crímenes de Bartolo y Marciano Suárez Orozco, acontecidos en el pueblo Los Tepames, también conocido como San Miguel de la Unión. Darío Pizano Estrada, jefe de la policía del estado de Colima, asesinó el lunes 15 de marzo de 1909, junto con un grupo de hombres, a los dos hermanos Suárez Orozco. Asimismo, la investigación de Ortoll esclarece la manera como ocurrió el doble homicidio aquel día, y analiza los eventos y actos de los protagonistas días antes y después del suceso.

Para alcanzar su cometido, el autor contrastó las distintas versiones y actuaciones de los implicados, testigos y jueces del crimen (Leandro Díaz de León, Eduardo Xicoy y Francisco H. Ruíz). Al mismo tiempo, el historiador exploró el expediente del crimen y reconoció a los probables autores o artífices intelectuales de los crímenes. Esto representa un gran mérito en la creación del libro, pues Ortoll lidió con un proceso judicial, confuso y complejo a consecuencia de una serie de hechos relacionados, entre los que se encontraban denuncias, amenazas, defensas, maniobras, sentencias, declaraciones, contradicciones, irregularidades, complicidades y encubrimientos.

El crimen de los Tepames alcanzó una considerable envergadura cuando pasó de ser una noticia local a nacional, en medio de una campaña intensa de la prensa de Guadalajara y de la Ciudad de México. En un principio las noticias atacaron a Darío Pizano Estrada, responsabilizándolo de la ejecución del crimen. Después, la prensa arremetió en contra del gobernador Enrique O. de la Madrid y del prefecto político Carlos Meillón, considerándolos los supuestos artífices intelectuales de los asesinatos. A la responsabilidad de estos dos últimos se sumaría la de Juan C. Solórzano, el “amigo íntimo” del gobernador De la Madrid, quien era diputado y dueño de tierras colindantes con las de los hermanos Suárez. Hasta donde se puede apreciar por las evidencias que Ortoll obtuvo, Solórzano pretendía apoderarse de las tierras de los Suárez, y además De la Madrid, Meillón y Solórzano pudieron haber compartido un interés común en todo este embrollo a juzgar por sus actos y confesiones. Con este argumento, Ortoll derribó el paradigma popular de que el crimen se había cometido debido a un problema vetusto entre las familias Suárez y Anguiano.

Artífices y avatares… observa las relaciones de poder entre el gobernador de Colima y el presidente Porfirio Díaz Mori. El libro muestra a Díaz como un político astuto, informado e inteligente, dispuesto a encauzar cualquier maniobra -incluso la de ceder- para mantenerse en el poder. De igual forma, este estudio presenta el impacto social y político de la prensa y de la opinión pública al abordar el asunto en cuestión. Tan influyente resultó esta presión mediática, que provocó el rompimiento de la alianza entre autores materiales y artífices intelectuales de los crímenes. Teniendo en cuenta sus evidencias, Ortoll sostiene que el de Tepames no constituyó un acto revolucionario ni antisistema en contra de la dictadura porfirista. Esta conclusión explica la razón de la ausencia casi total de violencia y rebeliones entre 1910 y 1920 en Colima, a diferencia de otros lugares en México.

Otra aportación trascendental de Artífices y avatares… consiste en que contribuye a comprender el cargo de prefecto político, un funcionario cercano al gobernador que lo llegó a reemplazar, y que, en este libro queda demostrado, no medió entre el representante del estado de Colima y el presidente de México, como se ha asegurado alguna vez que era su papel. La justicia dio cabida a otro aspecto de análisis en el libro: Ortoll la presenta exquisitamente manipulable cuando esta afectaba a la gente en el poder, e inexplicablemente parcial cuando la buscaron en Colima y hasta en la Ciudad de México personas vulnerables como Donaciana Orozco, madre de los dos hermanos asesinados, y María Figueroa de Pizano, esposa del jefe de la policía.

Al final del texto, Ortoll sostiene que Trinidad Alamillo, diputado federal y fundador de La Gaceta de Guadalajara, difundió la noticia de los crímenes en la prensa para desprestigiar al gobernador Enrique O. de la Madrid y frenar su reelección inminente. Alamillo aspiraba a ocupar la gubernatura, misma que terminó ganando.

Artífices y avatares… inicia con la memoria de Fernando Rodríguez Alonso, sobrino de Emilio Rodríguez Iglesia, autor de la novela El crimen de los Tepames, publicada pocos meses después de perpetrados los homicidios. La memoria de Rodríguez Alonso muestra la personalidad de su tío. Posteriormente, Artífices y avatares… presenta el prólogo del historiador Pablo Piccato, quien analiza el crimen y la justicia en México. Los cinco capítulos que contiene el libro atienden los sucesos de Tepames, los periódicos de Guadalajara, el trabajo del juez Eduardo Xicoy, los testimonios de Darío Pizano y su defensa, así como la sentencia del licenciado Miguel Mendoza López y Schwerdtfeger, magistrado de la segunda sala del Tribunal de Justicia (y que sería zapatista durante la Revolución).

Con este libro, Ortoll aporta a la historiografía de Colima al exponer un acontecimiento incierto, olvidado y complejo. Ortoll presentó evidencia histórica valiosa procedente de distintas fuentes primarias y secundarias. Entre ellas destacan el legajo del juicio de los crímenes, las declaraciones de testigos, entrevistas, cartas, periódicos, fotografías y un plano que muestra la posición de cada testigo y participante en los acontecimientos en Tepames. Por otro demás, hubiera sido grato haber tenido a la vista el retrato de Eduardo Xicoy en su capítulo asignado.

El libro está bien escrito y utiliza un lenguaje claro. Ortoll lleva a sus lectores de la mano. Esta historia es útil para historiadores, sociólogos, abogados, politólogos, comunicólogos, estudiantes y público en general. Es un buen ejemplo de los estudios de caso y, sin duda, ayudará a algunos lectores a repensar el quehacer histórico. Artífices y avatares… es, incluso, una historia digna de ser llevada a la pantalla grande.

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