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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.23 no.65 Guadalajara ene./abr. 2016

 

Reseñas

 

Ser islámico en Guadalajara está en musulmán

 

Renée de la Torre*

 

* Profesora-Investigadora del CIESAS Occidente. reneedela@gmail.com

 

El libro de Arely Medina llena un importante hueco en el estudio de la actual diversidad religiosa presente en la ciudad de Guadalajara. Antes de su investigación, no se tenía conocimiento sobre la presencia de la comunidad islámica en Guadalajara. Incluso, en los resultados de la cartografía de lugares de culto en Guadalajara no fue registrada su presencia, aun cuando se realizó con una meticulosa metodología, que consistió en el levantamiento de un directorio de lugares de culto en el territorio que abarca el área metropolitana de Guadalajara. Este "censo" permitió constatar que en Guadalajara, además de la vigorosa presencia del catolicismo, están presentes diferentes denominaciones de tipo protestante, como la Iglesia metodista, las iglesias bautistas y la congregacionista (Gutiérrez Zúñiga, De la Torre y Castro, 2011), además de las evangélicas, como es la notoria Iglesia de la luz del mundo, que nació y se desarrolló en esta ciudad, misma que alberga su sede internacional en la colonia Hermosa Provincia (De la Torre, 1995), así como otras denominaciones que reconocemos como parte del pujante movimiento pentecostal (Garma, 2004), entre las cuales resaltan la Iglesia apostólica de la fe en Cristo Jesús, las asambleas de Dios, el centro cristiano Juan 14:16 y la Iglesia bíblica de Guadalajara, ICIRMAR y la Roca, entre otras tantas.

También se ha hecho notoria la presencia de iglesias de origen estadounidense que desde la segunda mitad del siglo XX han tenido un sorprendente crecimiento en Guadalajara. Me refiero a los testigos de Jehová, la Iglesia adventista y la Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días. La mayoría de ellas ofrecen diferentes maneras de practicar la fe cristiana. En conjunto, hablamos de asociaciones religiosas minoritarias que están redibujando el paisaje urbano de una ciudad que durante siglos representó un territorio regido por las parroquias católicas. También fue notoria la presencia de la comunidad israelita, que practica el judaísmo (Gutiérrez Zúñiga, 1995), los hare krishnas, que acostumbran desfilar en las Fiestas de Octubre, e incluso organizaciones que han promovido espiritualidades de origen oriental, como la Gran Fraternidad Universal, que promovió el yoga, la meditación y el vegetarianismo, o la meditación budista, que tiene lugar en la casa Tíbet. También las filosofías esotéricas y las escuelas iniciáticas están presentes, aunque registradas como asociaciones culturales, como son los casos de las escuelas de teosofía, rosacruces y el movimiento gnóstico, los cuales promueven iniciaciones esotéricas fundadas en las sabidurías de las grandes tradiciones. Incluso no podía faltar el espiritualismo mariano, doctrina sincrética que conjuga el espiritismo heredado de Alan Kardeck con las tradiciones populares conocidas como curanderismo (Lagarriga, 1991). Además, desde los años sesenta, el hipismo y las modas alternativas importaron tempranamente en la ciudad a los nuevos movimientos religioso de tipo nueva era, como la organización Soka Gokkai o Sai Baba (Gutiérrez Zúñiga, 1996), de la nueva mexicanidad, presencia de aschrams y calpullis que ofrecen alternativas espirituales frente a la fe católica.

No obstante, no se sabía casi nada de la presencia del islam en Guadalajara. Y no porque no existiera, sino por su invisibilidad. Arely Medina, en este libro dedicado a la comunidad islámica de Guadalajara, nos demuestra que el islamismo que se ha venido desarrollando en Guadalajara no se parece al islamismo que acompaña a los estados musulmanes, pero tampoco se parece al amenazador islamismo presente en diferentes países de Europa. Primero, por su carácter minoritario y aislado; segundo, por su distanciamiento con el mundo árabe, ya que este islamismo no se desarrolla como parte de lo que Oliver Roy denomina el cinturón del Corán, sino más bien mediante una umma virtual. Es decir, que al ser tan minoritarios, y al estar tan distantes de los centros de producción del islam, se van constituyendo como comunidades necesariamente heterodoxas que se recrean a través la construcción de una comunidad imaginada del islam. Veamos qué quiere decir esto.

El libro, como su subtítulo lo indica, pone su acento en el estudio de dos procesos interconectados: (1) la identidad a través de (2) el estudio de las estrategias de relocalización. Por tanto, sitúa el desarrollo de la comunidad islámica presente en Guadalajara atendiendo la reconfiguración que esta doctrina religiosa experimenta en su resignificación y resimbolización en un país lejano culturalmente al cinturón del Corán, en una ciudad donde priva una mayoría cristiana, y donde el islam representa una minoría estigmatizada, y donde además los conversos buscan constantemente una adaptación a la cultura regional o, más bien dicho, a la cultura íntima de la ciudad de Guadalajara.

En este sentido, el libro de Arely, a partir de un importante trabajo de reconstrucción histórica y de etnografía basada en entrevistas a fieles y conversos, y en observación participante de los espacios y actividades religiosas, desmantela la contagiosa islamofobia con que continuamente se percibe y se estigmatiza por estos lares al islam, frecuentemente acusado de ser fuente de fanatismos y extremismos nacionalistas, y que más recientemente alimenta el imaginario de que los seguidores de Allah son peligrosos terroristas que amenazan al mundo occidental.

Sin duda, es por esta razón que nuestra propia historia cultural ha negado la presencia de la cultura musulmana (hasta el nombre "Guadalajara" proviene del árabe), que, como lo busca demostrar la autora en los primeros capítulos del libro, debió estar presente desde los tiempos en que se fundó la Nueva España con la importación de esclavos islamizados, pero también en el sincretismo cultural que provenía de la cultura de los españoles, quienes habían convivido durante largo tiempo con los mal llamados moros.

No obstante, y a pesar de dichas evidencias históricas y culturales, se sostiene enfáticamente que en estos lares no hubo lugar para el desarrollo franco de estas religiones, pues los musulmanes, o bien se cristianizaron, o vivieron de manera clandestina sus propias costumbres y rituales. No fue hasta 1994 que el islam buscó visibilizarse y crecer estableciendo un programa proselitista para conquistar conversos hacia esa fe. Se sabe que en la Ciudad de México se fundó el Centro Cultural Islámico de México, que al poco tiempo fue criticado por su proselitismo incluyente. También se conoce y ha sido estudiada la comunidad sunni que fue fundada en Chiapas, la cual está conformada por un centenar de indígenas tzoltziles, y una comunidad sufí en la Ciudad de México, que buscó vínculos con un grupo de danzantes concheros y con el movimiento de la neomexicanidad. Estas diferentes comunidades no responden a los modelos ortodoxos del islam, ya que tienden a adoptar los usos y costumbres propios de la cultura local, lo cual ha generado tensiones, rupturas y descalificaciones, tanto desde los musulmanes, como entre ellos mismos.

El libro de Arely Medina, al enfocarse en las dinámicas de relocalización del islam, nos muestra una tradición religiosa cuyos fieles tienen que adaptar las reglas, normas y valores de los musulmanes a las condiciones locales. Si bien la comunidad islámica ya tiene 18 años en Guadalajara, y continúa siendo una comunidad pequeña de alrededor de cincuenta integrantes (en 2001, al momento en que se escribió el libro), su historia permite además vernos frente al espejo donde se refleja el rostro intolerante de los pobladores de la ciudad de Guadalajara y de México. La comunidad islámica no sólo ha padecido el costo de ser minoría entre las minorías en una ciudad con hegemonía católica, sino también el peso del estigma que ha caído sobre ello, y que se intensificó a raíz del 11 de septiembre de 2001. Para muestra el siguiente botón que presenta la historia de la comunidad islámica: en ese año, la misma rentaba un local en la colonia Jardines del Sur, el cual tuvo que entregar debido a que, a raíz de los atentados de las Torres Gemelas en Nueva York, los dueños se asustaron y les indicaron que no podían continuar siendo sus "cómplices". Esta anécdota, que ha marcado su rumbo, muestra que es una comunidad de creyentes que sufre de estigmatización social, pues frecuentemente se les vincula en el imaginario del terrorismo y del extremismo religioso.

Además, lo que esa visión no permite ver es el otro lado del espejo, el que refleja que, en este nuevo contexto, para existir se han tenido que adaptar a las circunstancias. En primer lugar, debido a los pocos fieles, nació híbrida, abierta a las diferentes corrientes existente al interior del islam (sufís, sunnis, y shíís), misma razón por la cual no había una división de sexos al interior del recinto. Además, debido a la lejanía cultural con el mundo árabe, rezan en español y no en árabe (ya que la mayoría son mexicanos y sudamericanos que no conocen ese idioma), y, sobre todo, incorporan conversos (pues no hay de otros en México). Por estas razones, fueron sancionados por la comunidad salafí de la Ciudad de México, ya que, debido a que ellos no aceptan la heterodoxia propia de los sufís, consideraron que estaban

Mezclando peligrosamente en prejuicio de su comunidad la sunnah, la shiia, el sufismo y la filosofía promovida por algunos grupos de musulmanes y agrupaciones alejadas del conocimiento correcto del islam y las que ahora rechazan los ulemah y tienen sus propios sabios, los cuales están bajo control del Gobierno de los EE. UU. (Medina, 2014, p. 59).

En este caso, la tecnología rompió las fronteras del aislamiento permitiéndoles vincularse con un mundo virtual musulmán, mejor dicho, una umma virtual, mediante la cual no sólo intercambian información, aprenden de la cultura y el idioma árabe, sino que incluso llevan a cabo rituales de iniciación, como son el "testimonio de fe" frente al teléfono o las clases de islam en la computadora.

A pesar de las descalificaciones que propiciaron el cierre de la casa Islam de Guadalajara, la comunidad buscó continuar adaptándose a su condición y adoptando el islam con distintas estrategias. La comunidad se reinstaló de nuevo en 2009, primero a través de un grupo de Yahoo, después en un convento de carmelitas descalzos y finalmente rentando un local de fiestas que también se usaba para escuelas de terapias alternativas ubicadas dentro del circuito de la espiritualidad nueva era, el cual, aunque lejos está de parecerse a una mezquita, es adaptado por ellos cinco días al mes para sus rezos. El grupo ha asumido una filosofía basada en el siguiente proverbio árabe: "Dios encuentra una rama baja para el pájaro que no puede volar, haciendo alusión a que la comunidad islam Guadalajara es ese pájaro que, por el momento, no puede hacer más que conformarse con permanecer en esa rama baja" (Medina, 2014, p. 80).

Con todo y la precariedad de recursos, la comunidad continúa y se define bajo la doctrina sunnie, y en el presente ya se registró como asociación civil y está en trámite su registro como asociación religiosa. Es una comunidad que, pese a ser una minoría en condición de aislamiento, ha buscado extender vínculos e intercambios utilizando creativamente el recurso del internet (donde amplían sus aprendizajes sobre el islam) y sus plataformas virtuales, mediante las cuales restituyen una umma desterritorializada para romper con el aislamiento. Es así que, en noviembre del 2011, logró 1 116 amigos frecuentes en la cuenta de islam Guadalajara.

Lo que más impresiona del libro de Arely Medina es reconocer a través de los relatos que ser musulmán en Guadalajara es algo muy complicado. Primero, porque si aceptaran todas las normas de la tradición religiosa, esto los aislaría socialmente (tanto de sus amigos como de sus compañeros de trabajo, pero fundamentalmente de sus familias), por lo tanto, tienen que hacer una serie de "engaños" para no dejar de asistir a las festividades tradicionales (como son cumpleaños, Navidad y Año Nuevo). Por otro lado, temen vestir en público como musulmanes porque no desean ser rechazados por sus familias (de hecho, son varios los casos de los entrevistados que ocultan su nueva identidad religiosa a sus familiares por miedo a no ser comprendidos, pero, sobre todo, a vivir el rechazo familiar).

En muchas ocasiones cuesta trabajo entender por qué en pleno siglo XXI, marcado fundamentalmente por el consumo, el hedonismo y la moda, algunas mujeres buscan someterse a una regulación normativa en el vestir, como sucede con las musulmanas, pero al atender los relatos de las mujeres conversas, es posible entender que para algunas de ellas acudir al velo y a la ropa no ceñida es una protección contra el comportamiento irrespetuoso de los hombres. Esto nos enseña otro rostro de nuestra sociedad: el machismo, que somete a las mujeres a ser objetos del deseo carnal, pues según cuenta en el libro una musulmana, esto le permite ganar respeto, evita las miradas lascivas e incluso ayuda para que "ya no se te arrimen" (p. 105).

También llama la atención el acento puesto por la autora en el análisis de los puentes cognitivos (herramienta heurística propuesta por Frigerio -1999-) para comprender las tácticas que implementan los conversos para participar de su mundo social, ya que, como sabemos, son mexicanos y fueron previamente educados en el mundo católico, así como para establecer continuidades entre la nueva fe y sus creencias pasadas. Por ejemplo, los entrevistados por Arely Medina cuentan que constantemente generan asimilaciones y traducciones culturales en cuanto a las figuras de Jesús (que ya no es el hijo de Dios, sino un profeta, pero no uno de tantos, sino el más importante) o la Virgen María (que ya no es milagrosa ni santa, pero sí virtuosa y ejemplar). En este sentido, gusta el tratamiento dado por Medina a la conversión, no como a veces se acostumbra desde la sociología religiosa, atendiéndola como un momento repentino de cambio abrupto que reordena un antes y un después en la biografía del creyente (a lo cual se le conoce como "modelo paulino", en referencia a la conversión vivida por san Paulo de Tarso), sino, sobre todo, como un complejo proceso dinámico de negociaciones entre el sujeto que decide convertirse, la adopción de la nueva comunidad de creyentes con sus normas y valores y su adaptación a las redes sociales más amplias en las que se inscribe y socializa el converso.

Con ello, Arely Medina nos presenta la conversión, ya no como un hecho, sino como un proceso, como punto de intersección del interés racional subjetivo, con las condiciones sociales y culturales en que se inscribe, así como con las estrategias indirectas promovidas por la comunidad religiosa, implementando traducciones culturales, adaptaciones, reciclajes, reformulaciones y "engaños" que forzosamente tienen que realizar los conversos al islam para poder profesar la fe musulmana en un contexto católico-mexicano.

Con este libro, Arely Medina nos invita a ver cómo estos creyentes van recreando y gestando un islam a la tapatía, a veces distante y diferente a aquel islamismo árabe que tantos miedos genera, pero que, a la vez, nos permite entender que ser islámico en México está en musulmán.

 

Bibliografía

De la Torre, R. (1995). Los hijos de la Luz. Discurso, identidad y poder en La Luz del Mundo. Guadalajara: U. de G./ ITESO/CIESAS.         [ Links ]

Frigerio, A. (1999). "Estableciendo puentes: articulación de significados y acomodación social en movimientos religiosos en el cono sur". Alteridades, 9(18), 5-17.         [ Links ]

Garma, C. (2004). Buscando el espíritu. Pentecostalismo en Iztapalapa y la Ciudad de México. México: Plaza y Valdés/UAM.         [ Links ]

Gutiérrez Zúñiga, C. (1995). La comunidad israelita de Guadalajara. México: El Colegio de Jalisco.         [ Links ]

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Medina, A. (2014). Islam en Guadalajara. Identidad y relocalización. Guadalajara: El Colegio de Jalisco.         [ Links ]

 

Nota

Arely Medina (2014). Islam en Guadalajara. Identidad y relocalización. Guadalajara: El Colegio de Jalisco.

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