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Espiral (Guadalajara)

versão impressa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.21 no.61 Guadalajara Set./Dez. 2014

 

Sociedad

 

Kino en California: 1681-1686

 

Kino in California: 1681-1686

 

Gabriel Gómez Padilla*

 

* Profesor-investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. gagopa39@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 24 de junio de 2014;
Fecha de aceptación: 18 de julio de 2014.

 

Resumen

En este artículo se plantea un doble propósito: exponer la participación del jesuita en la expedición de Isidro Atondo y Antillón a la Baja California y rendir tributo académico a la memoria de Miguel Mathes por su labor documental sobre Eusebio Francisco Kino. Se tratan los intentos de la Corona española por colonizar California y también se ofrece una breve biografía de Atondo para contextuar los documentos usados, los cuales van desde las capitulaciones de Atondo hasta la implementación del proyecto seri, ideado por Kino para luchar por el derecho de los californios a ser evangelizados.

Palabras clave: Kino, Atondo, Mathes, La Paz, San Bruno, derecho de los californios.

 

Abstract

The article has a twofold purpose: to appraise the father Kino participation in the Isidoro Atondo's expedition to Lower California and give academic recognition to the memory of Miguel Mathes for recording Kino's endeavors. The text goes through the Spanish Crown attempts to colonize California, and portrays a brief biography of Atondo. Finally, it reviews the implementation of the project seri, conceived by Kino in order to fight for the Californians' rights to be evangelized.

Keywords: Kino, Atondo, Mathes, La Paz, San Bruno, Californians' rights.

 

I. Introducción

Hace más de veinte años que preparo, con gran ilusión, la edición de las Obras completas de Eusebio Francisco Kino, y hace poco más de año y medio que murió Miguel W. Mathes, gran amigo e historiador de las Californias, a quien debemos las principales fuentes documentales de la participación de Kino -como misionero y cosmógrafo- en la expedición de Atondo a California.1 Es por ambos hechos que mi finalidad en este artículo persigue un doble propósito, tanto rendir tributo académico a la memoria de Miguel Mathes y reconocer los méritos de otros distinguidos investigadores en la materia (Miguel León-Portilla, Ignacio del Río y Ernest J. Burrus SJ) como presentar el papel de Kino en la expedición de Antondo.

Para contextuar la expedición de Atondo es necesario rememorar las principales expediciones que precedieron a la que aquí reseño (1682-1686). Lo hago en un largo apartado titulado "La escurridiza California". Una breve biografía de Isidro de Atondo y Antillón nos introducirá en la parte medular del artículo, en la que intento contextuar cronológicamente (en siete subtítulos sin numeración) los contenidos de la documentación que van desde las capitulaciones de Atondo, el financiamiento de la expedición, el fracaso en La Paz, BC, y el Real de San Bruno hasta la implementación del proyecto seri, ese que Eusebio Francisco se sacó de la manga para seguir luchando por el derecho que los californios habían adquirido a no ser desamparados por haber abierto ya sus corazones al evangelio. Finalmente, a modo de conclusión provisoria, tomo el epitafio de Tomás Moro para ejemplificar la relación de Kino con la Baja California y Sonora.2

 

2. Miguel W. Mathes (1936-2012)

Miguel W. Mathes nació en Los Ángeles, California el 15 de abril de 1936.3 Sus orígenes alsacianos le dieron mucho entusiasmo en la vida y enorme resistencia en el trabajo; su corazón, un gran cariño a México. Durante veintisiete años impartió la cátedra de historia colonial de México en la Universidad Jesuita de San Francisco, donde, como Bolton, fue una leyenda entre sus alumnos. También se desempeñó como curador de la Colección Mexicana de la Biblioteca Sutro. Pudo cultivar sus temas preferidos que iban del Mar del Sur español, al mítico estrecho de Anián, incluyendo el Galeón de Manila y a la frontera ruso-mexicana en el siglo XIX. Jesús Jáuregui, quien coordinó el homenaje póstumo que ofreció el INAH sintetiza la labor intelectual de Miguel Mathes, al reconocerle, con toda razón, como "heredero y eminente continuador de la tradición historiográfica iniciada por Hubert Howe Bancroft acerca del Noroccidente Mexicano" (INAH, 2012).

Por sus notables contribuciones a la historia de la Baja California en 1985 se le otorgó la Orden del Águila Azteca, condecoración que otorga el gobierno mexicano para premiar a extranjeros los servicios hechos a México o a la Humanidad.4 En la ceremonia Miguel, en su estilo sincero pero bronco, expuso su amor por México y su enojo con los que a priori menosprecian nuestra patria. Entre otras cosas, dijo en su discurso de agradecimiento lo siguiente:

Mis estrechos vínculos con México se remontan a mi infancia cuando hice mis primeros viajes a este país. Fueron largas travesías desde la Alta a la Baja California, en medio de paisajes, otrora transitados por los personajes que después habría de estudiar con tanto gusto y pasión. [...] He conocido y entablado amistad con mexicanos de todo tipo; por ello me indigna que a este nuestro México no se le reconozca en toda su grandeza. Quien incurre en ello demuestra su ignorancia crasa. [...] Lo afirma un nativo de la Alta California, un historiador que, con todo rigor, no hace afirmaciones en falso. Me baso en 40 años de recorrer la península de Baja California en todo tipo de locomoción, inclusive a pie, de los cuales no guardo sino felices recuerdos de personas y lugares; estrechas, estrechísimas amistades de una riqueza inconmensurable. Lo mismo me ha ocurrido con el mundo académico mexicano donde no he encontrado más que atenciones y la mayor camaradería, muestra evidente [de] que cuando los hombres tienen buena voluntad y buenos sentimientos las fronteras pierden importancia y se convierten más en puentes que en barrancos. Con orgullo puedo decir que mis amigos verdaderos, los que son verdaderamente entrañables, son precisamente algunos colegas mexicanos.

Señores y señoras: me niego a ser cómplice de quienes no ven a los mexicanos como verdaderos amigos; aun cuando sean de mi misma nacionalidad, son merecedores de mi mayor repulsa. Yo pertenezco a esa clase de estadounidenses que respetan a México y lo quieren por lo que ha sido y por todo lo que es, con la seguridad de que los actuales contratiempos no lograrán impedirle que alcance el destino que se merece. [...] Hoy me siento más mexicano que nunca y asumo el compromiso de no defraudar a quienes me han considerado merecedor de esta muestra de confianza y distinción (Mathes, 1987).

En su juventud Miguel pasó cientos de horas en el Archivo General de Indias (en delante AGI) microfilmando y después paleografiando centenares de documentos sobre la historia, el comercio y la colonización de la Baja California; labor que José Porrúa Venero, su gran amigo, fue publicando entre 1965 y 1987 en los nueve volúmenes de las Californianas de la colección Chimalistac.5 Su análisis documental es exhaustivo y me atrevo a decir más completo que el de Herbert E. Bolton, el gran biógrafo de Kino. Concretamente, sin la Californiana III poco y nada sabríamos en detalle sobre la expedición de Atondo y Kino a la Baja California. Como un ejemplo de la gran contribución de Miguel Mathes al periodo que aquí reseño, presento los siguientes documentos, con la respectiva cita del AGI, que o bien no aparecen en la bibliografía del Rim of Christendom (Bolton, 1936) o, a mi juicio, fueron poco aprovechados por Bolton. Los números arábigos corresponden a los grupos documentales de los dos tomos de la Californiana III:

4- Carta del juez de la media anata de la Nueva España al Rey, 12 de febrero de 1679, AGI M 51; 1974, tomo I, pp. 11, 12 / 8- Real Cédula sobre la conquista de las Californias, 15 de agosto de 1681, AGI M 1073 y G 72; AGN, RC 17; tomo I, pp. 55, 56, 10 11 / Dos órdenes de pago del 11 de abril de 1682, AGN RCD 30; tomo I, pp. 59-61 / 12- Carta del Virrey de la Nueva España al Rey, 23 de diciembre de 1682, AGI M 53; tomo I, pp. 63 / 19- Real cédula sobre la conquista de California, 28 de marzo de 1684, AGI M 1073 y AGN RC 20; tomo I, pp. 157, 158 / 20- Dos mandamientos del Virrey, 26 de noviembre de 83 y 9 de mayo de 84, AGI G 17; tomo I, pp. 159-162 / 22- Carta del obispo de Guadalajara al Rey, 9 de mayo de 1684, AGI G 58; tomo I, pp. 237-240 / 23- Auto hecho sobre la entrada de las Californias, 27 de julio de 1684, AGI G 17; tomo I pp. 241-247 / 24 - Carta del presidente de la Audiencia de Guadalajara al Rey, 28 de julio de 1684, AGI G 17; tomo I, pp. 249-250 / 27- Auto hecho sobre la entrada de las Californias, 20 de febrero de 1685, AGI G 17; tomo II, pp. 457-459 / 28- Carta del presidente de la Audiencia de Guadalajara al Rey, 1 marzo de 1685, AGI G 17; tomo II, pp. 461, 462 / 31- Carta del Padre Provincial de la Compañía de Jesús a Rey, recibida el 22 de julio de 168, AGI G 68; tomo II, pp. 565, 566.

Miguel W. Mathes escribió veinticuatro libros y más de cincuenta y un artículos sobre misiones, exploraciones, biografías, y geografía de la Baja California, muchos de ellos aparecidos en la revista Calafia. Debo confesar que me sorprendió el elevado número de artículos (veintitrés) dedicados a temas etnográficos; de modo que, a mi juicio, además de reconocerlo como historiador, debemos ver en Miguel Mathes un antropólogo de los antiguos pobladores de la Península. Digna de subrayarse es su participación como miembro fundador y asiduo participante hasta el final del seminario "Los jesuitas y la Religión en el Noroeste de México", el cual desde 1997 congrega anualmente a especialistas nacionales y extranjeros en el Colegio de Sinaloa.

La generosidad de Miguel Mathes con sus colegas fue siempre in crescendo: él mismo dice que en 1948 empezó a comprar libros y después de cuarenta y cinco años tenía cuarenta y cinco mil (valuados en doce millones de dólares); mismos que en 1995 donó a El Colegio de Jalisco. La Biblioteca Mathes en la vieja casona de Zapopan es, sin duda, el principal acervo documental sobre el noroeste de México (Proceso, 2013). Su colección de microfilmes del AGI está en el Centro de Estudios de Historia Mexicana (antes CONDUMEX). El Archivo Municipal de Colima siempre estará en deuda con Miguel por el apoyo que le brindó en su reconstrucción, después de los temblores de 2003. No hace mucho que donó al Colegio de Sinaloa sus archivos microfilmados sobre los jesuitas mexicanos preservados en la Biblioteca Nacional de Chile. Por ello, estoy seguro que todas estas instituciones, particularmente El Colegio de Jalisco, vivirán eternamente agradecidas con Miguel Mathes y comprometidas con continuar impulsando la investigación en esos temas que fueron la vida misma del generoso donador.

Descanse en paz el bibliófilo, el historiador-antropólogo y el entrañable amigo a quien recordaremos siempre como una persona alegre, generosa con sus conocimientos y documentos y, sobre todo, tremendamente humana. Miguel murió el 13 de agosto de 2012, precisamente el dia de San Hipólito, el mismo de la caída de Tlaltelolco. El mejor homenaje que podemos rendir a Miguel Mathes es apreciar y utilizar, en investigación y divulgación, su sólida labor académica.

 

3. Otros investigadores notables

Por supuesto que además de Miguel Mathes hay otros investigadores sobre la Baja California. Enumeraré únicamente a aquellos con los que he tenido más familiaridad. Entre los académicos de la UNAM está el Dr. Miguel León-Portilla, quien comenzó sus investigaciones californianas, literalmente, en la cárcel, en 1966 en La Paz, BC. Esta es la historia: buscaba el Archivo Histórico del profesor Pablo C. Martínez, pero nadie le daba razón de su paradero. Finalmente alguien le dijo que preguntara en la cárcel y allí se encontró con 'un atento preso', quien con sobrada seguridad aseveró: "sí, el gobernador del Estado construyó el edificio y mandó cajas de papeles a ese lugar; hay un cuarto donde están y yo tengo las llaves de ahí". En efecto, encontraron una caja sellada con documentos de 1824 (León-Portilla, 1970a). Así, se abrió un nuevo sendero en el ya largo camino de Miguel León-Portilla como estudioso de la cultura náhuatl. Entonces editó la Historia Natural y Crónica de la Antigua California, de Miguel del Barco (1988), y un año después Cartografía y Crónicas de la Antigua California (1989); libro que me agrada particularmente porque su autor logra algo realmente difícil: investigar seriamente y escribir amenamente para la alta divulgación. Dice al final de su introducción:

En la preparación de este libro he adoptado tanto criterios de investigación histórica y cartográfica como de difusión cultural en el más estricto sentido. Implica ello que, así como me he esforzado en acudir a las fuentes primarias para analizarlas, interpretarlas y darlas a conocer, he querido disponer una obra de fácil comprensión, libre, hasta donde es posible, de complicaciones técnicas (León-Portilla, 1989: 10).

Entre sus obras que dan luz sobre el periodo prekiniano me parecen importantes Hernán Cortés y la Mar del Sur (1985), "El ingenioso Don Francisco de Ortega, sus viajes y noticias californianas, 1632-1636" (1970b), La California Mexicana, Ensayos acerca de su Historia (2000) y, en colaboración con David Piñeira, Baja California, Historia Breve (2011).

Otro de los grandes en estudiosos californianos, también de la UNAM, es Ignacio del Río. Los libros suyos que más he manejado son Conquista y Aculturación jesuítica en la California Jesuítica 1697-1768 (1984), A la diestra mano de las Indias, descubrimiento y ocupación colonial de la Baja California (1990), La fundación de la California jesuítica, siete cartas de Juan María Salvatierra 1697-1699 (1997) y El régimen jesuítico de la Antigua California (2003); todos de incisivos subtítulos, gran calidad científica y estilo ameno. Ignacio del Río tiene una gran cualidad: la de ayudar al lector a leer entre líneas, es decir, a:

Penetrar el texto de los documentos con el ánimo de desentrañar otros significados, de encontrar evidencias de un fenómeno histórico que tuvo que ser la contraparte del proceso fundacional: el de la incipiente descomposición del modo tradicional de vida de los antiguos californios, el de la paulatina ruptura de los delicados equilibrios sociales que habían asegurado la sobrevivencia milenaria de aquellos cazadores-recolectores que, en un buen o mal día, vieron desembarcar en sus playas a un grupo de extraños visitantes que llegaron allí para quedarse (Del Río, 1997: 14).

En una sencilla frase, Ignacio del Río sintetiza una labor de más de treinta años: "como historiador, he narrado para explicar" (Del Río, 1990: 14). Y lo ha hecho principalmente sobre tres rubros: "el de los antecedentes de la entrada jesuítica en California, el del proceso político y económico que se dio allí bajo el régimen de excepción de los padres ignacianos, y el del impacto que las fundaciones misionales tuvieron sobre la población aborigen peninsular" (Del Río, 1990: 9).

Por supuesto que no podemos olvidar al padre Ernest J. Burrus SJ, quien trabajó principalmente en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús (ARSI), donde encontró la relación de Kino al padre general de la Compañía, Carlos de Noyelle, titulada "Segunda Navegación". Publicó esta, junto con otros valiosos materiales, en Kino reports to headquarters, correspondence of Eusebio F. Kino SJ. from New Spain with Rome (1954). Además encontró cartas inéditas de Kino dirigidas a los padres generales Oliva y Noyelle, así como otras de ellos a Eusebio Francisco. Publicó estas en Correspondencia del P. Kino con los Generales de la Compañía de Jesús, 1682-1707 (1961). Otra de sus importantes obras sobre el periodo que nos atañe es la edición de veintidós cartas de la etapa californiana (diez a la duquesa de Aveiro y doce a diversos jesuitas), publicadas en Kino escribe a la Duquesa: correspondencia del P. Eusebio Francisco Kino con la Duquesa de Aveiro y otros documentos (1964). Burrus también aborda a Eusebio Francisco como científico en su Kino and the Cartography of Northwestern New Spain (1965). En suma, siempre recordaremos con gratitud al padre Burrus, recientemente fallecido, por su enorme contribución a los estudios de los jesuitas novohispanos.

 

4. La escurridiza California6

Eusebio Francisco Kino, antes de mencionar su participación en la expedición de Atondo a California, hace justicia a los esfuerzos de tantos marinos, soldados y sacerdotes que pusieron los cimientos sobre los que, a partir de 1697, se edificaron y se sostuvieron -con apoyo de la infraestructura agrícola ganadera de Sonora- las gloriosas misiones californianas. Como preludio cuantifica los gastos y enumera las principales expediciones que, con escaso fruto, había emprendido la Corona española para apoderarse de lo que entonces se creía era la isla más grande del orbe:

Es notorio que casi por dos siglos enteros la católica corona de España ha gastado más de dos millones y medio en las nuevas conquistas y por la eterna salvación de las almas en las Californias, pero parece que gracias a su Divina Majestad ahora va llegando el dichoso tiempo en el que felizmente se va logrando no sólo la conquista y conversión de las Californias sino también la de sus confinantes dilatadas tierras y naciones de esta América Septentrional, hasta ahora tierra incógnita, y que Nuestro Señor le va añadiendo a las cortas tierras de las Californias, el socorro de estas muy pingües tierras, abundantes campiñas, fértiles ríos y valles de esta América Septentrional (Kino, 1989: 439).7

Los trabajos de Miguel Mathes en el AGI y los de Miguel León-Portilla, Ernest J. Burrus e Ignacio del Río nos servirán para ir contextuando estas expediciones que hicieron posible la de Kino y Atondo. Pero antes, invito al lector a que remontemos aguas arriba, cuando España, tras el Tratado de Tordesillas, tenía la urgencia de encontrar un canal que comunicara el Atlántico con el Pacífico para tener una nueva ruta a las Indias que a través de América evitara el tradicional paso por el cabo de Buena Esperanza, situado en dominio portugués. Pese a las intrigas de Portugal para evitar la empresa, Fernando de Magallanes, un noble lusitano y excelente marino, zarpó de San Lucas de Barrameda con cinco naves armadas por la Corona española, tripuladas por doscientos setenta hombres, el 20 de septiembre de 1519. Después de pasar por Río de Janeiro, exploraron el Río de la Plata pensando que era el paso deseado. En ese momento el estado de la flota era ya deplorable: el escorbuto, las ratas y la falta de agua potable llevaron a las tripulaciones a un motín, el cual fue cruelmente reprimido. A fines de octubre de 1520, doblaron el Cabo de las Vírgenes y el 28 de noviembre de 1520 alcanzaron por fin el Océano Pacífico después de pasar lo que hoy conocemos como el estrecho de Magallanes. Tras noventa y nueve días de penosa navegación, llegaron a Guam, una de las islas Marianas, donde por primera vez, tomaron alimentos frescos. En Filipinas, Magallanes hizo la primera alianza entre la Corona española y el cacique de Cebú al que convirtió al cristianismo. Desgraciadamente, Fernando de Magallanes perdió la vida en un combate con los nativos en la isla de Mactan. Sebastián Elcano tomó el mando de la única nave que quedaba, la Victoria, que entró a Sevilla el 8 de septiembre de 1522 remontando el Guadalquivir, cargada con especias pero con solo diecisiete hombres de los doscientos setenta que salieron. ¡En tres años se había dado la vuelta al mundo, demostrando que en verdad era redondo!8

Las increíbles noticias de la circunnavegación de Fernando de Magallanes despertaron el interés por el Oriente en Hernán Cortés, quien, como hombre curioso y de buena cultura que era, es probable que hubiera leído Las Sergas de Esplandián, un libro de caballerías muy popular, escrito por Garcí Ordoñes de Montalvo y publicado en Sevilla en 1510, que decía:

Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla, llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su estilo de vivir [...]. La ínsula en sí [era] la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba; las sus armas eran todas de oro, y también las guarniciones de las bestias fieras [...] que en toda la isla no había otro metal alguno (Gayangos, 1963: 539).

Si las leyó o no, lo cierto es que, sin pérdida de tiempo, Hernán Cortés se aprestó a lanzar, desde sus astilleros en la Laguna Superior de Tehuantepec Oaxaca, dos expediciones a las Molucas, las cuales fracasaron en la década de los veintes.9 En octubre de 1533 Cortés volvió a preparar dos naves: la San Lázaro, al mando de Hernando de Grijalva, y la Concepción, al mando de Diego de Becerra. Durante la primera noche del viaje un temporal separó las naos: la San Lázaro fue aventada a las Islas de Revillagigedo mientras que la Concepción -después de un motín en el que la tripulación asesinó a Diego Becerra- alcanzó la bahía de Santa Cruz (hoy La Paz, BC) al mando del piloto Fortún Ximénez.10Así los tripulantes de la Concepción, que en realidad buscaban las Indias Orientales fueron los descubridores de la Baja California. Fortún trató de establecer una pequeña colonia que duró muy poco tiempo debido a las hostilidades de los indios que mataron a casi todos los españoles. Así pues los relatos de los sobrevivientes de la expedición de Fortún Ximénez "llovieron sobre mojado", y el audaz don Hernando se puso nuevamente en acción. En abril de 1535 una armadilla de tres naves comandadas por Cortés en persona tomó derrota noroeste y llegó a la bahía de Santa Cruz el 3 de mayo de 1535.11 El conquistador tomó posesión de las tierras y estableció un real, con la idea de fundar una colonia permanente. Pero la expedición fue un fracaso. A su regreso a Nueva España, Cortés mandó a Francisco de Ulloa, uno de sus mejores capitanes, quien logró recorrer todo el Golfo hasta la desembocadura del río Colorado que llamó "Ancón de San Andrés". Definitivamente los días de gloria habían pasado y Cortés, tras serias dificultades con don Antonio de Mendoza, regresó definitivamente a España.

Kino recuerda otra entrada: "El año de 1535, Don Antonio Mendoza, primer virrey de esta Nueva España, envió a la California al general Francisco de Alarcón con otros doce navíos de alto bordo, que pero todos se perdieron" (Kino, 1989: 340).12 Desde entonces el virrey se reservó el derecho de otorgar licencia de exploración perlífera a los particulares.

Pasó más de medio siglo antes de que España volviera a ocuparse de California hasta que, según nos dice Kino, el "año de 1597 Sebastián Vizcaíno, pasó, a su costa, a la California con 5 religiosos de San Francisco. Y el año de 1602 pasó segunda ves, a costa de Philipo III, con tres religiosos de Nuestra Señora del Carmen, siendo virrey el conde de Monterrey. Y el año de 1606, le vino Real Cédula para que pasase a poblar en el Puerto de Monterrey, que pero se lo estorbó su muerte" (Kino, 1989: 340).13 Vizcaíno llegó a la bahía de Santa Cruz, que rebautizó como La Paz, por la amistosa acogida que tuvo de los nativos. Intentó poblar en el mismo sitio que Cortés, pero la falta de provisiones y la hostilidad de los indios le hicieron regresar.14 Ocho años después, volvió a explorar los litorales californianos, desde Cabo San Lucas hasta los cabos Mendocino y Blanco a 43 grados de altura. Ahí tuvo una idea que Kino continuará acariciando hasta su muerte: encontrar un puerto de refugio para el Galeón de Manila. Le acompañó, como segundo cosmógrafo, el carmelita Fray Antonio de la Ascensión quien, años después, dejó una relación sobre los indígenas que esperaban el evangelio y un fantasioso mapa que contribuyó a despertar los mitos del estrecho de Anián y las siete fabulosas ciudades de oro.15

Durante la primera mitad del siglo XVII, California fue perseguida inútilmente por armadores españoles y piratas holandeses. En 1613, Tomás de Cardona y otros funcionarios reales se unieron en Aranjuez para formar una compañía para el comercio de perlas y explorar las costas de California. Felipe III los apoyó el 14 de mayo de 1618 con cuatro reales cédulas (Mathes, 1970-1971: 91-8). Tomás envió a México a dos subalternos: su sobrino Nicolás y Juan Iturbe, quienes hicieron varias entradas al Golfo. Kino recuerda una de ellas: "El año de 1615 pasó con un navío el capitán Juan Iturbe" (Kino, 1989: 340).16 También consigna la entrada de un francés, que se decía valenciano, Francisco Esteban Carbonel: "Cerca del año de 1636 pasó el capitán Carboneli" (Kino, 1989: 340). Realmente, en vez de afirmar que "pasó", debió precisar que "trató de pasar", pues el sujeto fue acusado de usurpar la nacionalidad española y pretender descubrir el estrecho de Anián en beneficio de Francia, por lo que fue arrestado en Guadalajara.17

La relación de Kino continúa: "El año de 1632 y el año de 1633 y poco después el capitán Francisco de Ortega pasó a la California primera, segunda y tercera vez" (Kino, 1989: 340). Ortega, personaje particularmente fiel a la Corona, era un inteligente carpintero de ribera que realizó todos sus viajes a bordo de la fragata que él mismo construyó y bautizó como Madre María Luisa de la Asención. Mathes nos proporciona toda la documentación.18 En su primer viaje, en 1631, llevó como capellán al licenciado Diego de la Nava quien, el 9 de junio, tomó posesión del territorio a nombre del obispo de Guadalajara, iniciando así la disputa sobre la jurisdicción espiritual de las Californias en la que, veinte años después, se vio involucrado Kino.19 Vale la pena detenernos un poco en el tercer viaje de Ortega que inició con algo realmente sorprendente para su tiempo y que justifica el epíteto ingenioso que León-Portilla le proporciona. En efecto, después de constatar el buen estado de su fragata, Ortega "presentó una campana de madera y plomo, nuevo artificio del dicho capitán -dice el notario- para que puedan entrar una o dos personas dentro de ella sin ahogarse debajo del agua" Mathes (1970-1971: 454). ¡Así 'patentó' Ortega en el siglo XVII su 'batiscafo' para el buceo de perlas! Antes de embarcar, tuvo lugar la revista de rigor: un alférez, cuatro soldados, cinco marineros, tres grumetes, cuatro mozas de servicio y tres vecinos de Sinaloa y de Tepic, además del comandante, el capellán y el cosmógrafo. Pasemos revisión a estos tres últimos que se presentan perfectamente armados para el servicio de ambas majestades. Consigna el notario lo siguiente:

Primeramente [pasó] el capitán Francisco de Ortega con su arcabuz de rastrillo, peto acerado, cuera y cota, espada y daga; el cual dijo ser natural del Reino de Toledo, de la villa de Cedillo. Luego el Padre Roque de Vega, de la Compañía de Jesús, con todos sus ornamentos para poder decir misa.20 Cosme Lorenzo, Piloto, natural de San Lucar de Alcortín, con todos sus aparejos para pesar el sol, tomar la altura, con su arcabuz, cuera, cota espada y daga y chimal [...]. Y habiendo hecho la lista y pasado muestra, la gente que van embarcados en la dicha fragata, como a las ocho de la mañana, a 11 días del mes de enero de 1636 años, se hicieron a la vela, habiendo dado primero y ante todas las cosas traslado sacado a la letra del original, que queda en el archivo de mi juzgado, lo firmamos siendo testigos el Padre Juan Romero de la Compañía de Jesús [siguen otras firmas] ante mí que doy fe = Pedro de Sierra, escribano público y de guerra.21

Sin embargo, aunque la cita de la revista de armas es correcta, debemos desconfiar del escribano. En efecto, el padre Ernest J. Burrus, gran conocedor de la historia colonial de la Provincia Mexicana, después de buscar cuidadosamente en todos los catálogos de la época el nombre del supuesto jesuita Roque de Vega, concluye que nunca existió. No obstante, Miguel Mathes, en una comunicación personal, me aseguró que él había encontrado en el Archivo de Instrumentos Públicos de Guadalajara que Roque de Vega pertenecía a esta diócesis. Su hipótesis es que el escribano -tal vez confundido por la sotana negra (característica de los jesuitas)- tomó por jesuitas a Roque de Vega y a Juan Romero, sacerdotes seculares que ciertamente estaban en Sinaloa, misión tradicional de la Compañía de Jesús, al inicio del tercer viaje de de Ortega.

Luego, los primeros jesuitas no tardaron demasiado en pisar el suelo californiano. Kino registra perfectamente el dato: "El año de 1642 pasó el capitán Luis Cestín de Cañas, llevando consigo al Padre Jacinto Cortés, de la Compañía de Jesús" (Kino, 1989: 340).22 Así, este hombre prácticamente desconocido -natural de Jerez de la Frontera y con dieciséis años de experiencia misional en Sinaloa- apertura la lista de misioneros jesuitas en la Baja California. A su llegada, el padre Jacinto reportó sus experiencias del viaje con Cestín de Cañas al provincial Luis de Bonifaz y se ofreció gustoso para la evangelización de los nativos. La oportunidad se le presentó muy pronto con las expediciones de Porter Cassanate que Kino relata así: "El año de 1643 y el año de 1644 Felipe IV envió al almirante Don Pedro Porter Cassanate. Y el año de 1648 y 1649 pasó segunda ves llevando consigo al Padre Jacinto Cortés y al Padre Andrés Báes, de la Compañía de Jesús" (Kino, 1989: 340).

Pedro Porter Cassanate era un navegante de altura que llegó a México precedido de mucha fama por haber publicado en 1634 en Zaragoza, su tierra natal, un pequeño libro titulado Reparo a errores de la navegación española.23 Al presentar sus planes al virrey marqués de Cadereyta respecto a California el 17 de septiembre de 1636, lo hizo sobre la siguiente base, hasta ese momento, incontrovertible:

Unos hacen isla la California, otros tierra firme; unos ponen estrecho de Anián, otros no; hay quien señala paso a España por la Florida, situando el estrecho en la California por altura de 40 grados; otros dudan de esto diciendo que por estos estrechos se sube a tanta altura que su frialdad imposibilita el pasaje. Muchos ponen el cabo Mendocino en 40 grados de altura, otros en 42. Al fin, señor, habiendo conferido las más relaciones, ni hallamos rumbo igual, distancia cierta, altura verdadera, sonda que desengañe ni perspectiva que aclare (Del Río, 1990: 39).24

Debido a su gran experiencia como navegante y a sus méritos militares en campañas contra turcos y franceses y tras haber sido liberado del cautiverio del pirata holandés "pata de Palo", Felipe IV expidió en Madrid el 8 de agosto de 1640 cuatro cédulas, entregando a Porter toda su real confianza y otorgándole poderes ilimitados, en tiempo y espacio, para la conquista de la California. Dice en la primera Real Cédula:

Por cuanto vos, el capitán Don Pedro Porter Cassanate me habéis representado que en la ciudad de México ofrecisteis hacer a vuestra costa el descubrimiento de todo el golfo de la California hasta su remate y averiguar si tiene o no salida a la mar del Norte, por ser cosa que tantos han intentado y ninguno ha conseguido y ser tan deseada en toda la Nueva España por las noticias que hay experimentadas de muchas y grandes riquezas en lo que falta por descubrir [...]. Os concedo licencia a vos solo, el dicho Don Pedro Porter Cassanate, para el descubrimiento del golfo de California sin limitación de leguas ni tiempo, hasta saber el fin y remate que tiene y reconocer las pesquerías y averiguar y tomar las noticias más individuales que convengan.25

Porter construyó embarcaciones en Nayarit en la desembocadura del río Grande o Santiago, y después de muchas dificultades, entre otras el incendio de sus naves por la gente resentida por el proceso contra Carbonel, el 23 de octubre de 1648 zarpó por fin en dos bajeles, San Lorenzo y Nuestra Señora del Pilar, en los que iban como capellanes los jesuitas Jacinto Cortés y Andrés Báez. En setenta y siete días de navegación llegó hasta los 30° de altura, demarcando cuidadosamente la costa, registrando datos etnográficos sobre los indígenas, acerca de la flora y fauna, la pesca de perlas y la existencia de posibles minas, pero sin resolver definitivamente el misterio de si el Golfo se cerraba o se abría más al norte, hasta el mítico Estrecho de Anián.26

Después de Pedro Porter Cassanate, en 1643, hubo todavía dos intentos sin resultados. Del primero dice Kino: "El año de 1664, a costa de su real Majestad Philipo IV, el almirante Don Bernardo Bernal de Piñadero, pasó primera vez y el año de 1667 pasó segunda vez con dinero prestado" (Kino, 1989: 340). Las últimas palabras de Eusebio Francisco sobre el "dinero" nos indican algo de este enredoso personaje que, según León-Portilla (1989: 97), "fue un aventurero que sólo logró obtener en 1664, algunas perlas y dejó abandonados a dos de sus hombres en una isla (Espíritu Santo)". Del último intento fallido dice Kino brevemente: "El año de 1668 el capitán Francisco Lucenilla pasó a la California con dos religiosos de San Francisco" (León-Portilla, 1989: 97). Invito al lector a adentrarnos un poco en las causas del fracaso que precede inmediatamente a la expedición de Atondo.

Como capellán de Lucenilla fue el franciscano Juan Caballero Carranco quien nos dejó una relación interesantísima, en la cual analiza las "Causas principales de la perdición de este viaje": "La primera y más principal se debe refundir en la voluntad divina porque no ha llegado el tiempo que tiene determinado para la conversión de estas gentes"27 (Mathes, 1970-1971: 970); pero en seguida el fraile baja a las causas humanas que se reducen a la proverbial corrupción mexicana de antigua raigambre:

El negocio era muy grave pues no era menos que conquistar, pacificar y convertir un reino grandísimo como es el de las Californias y otros que le siguen; y esto se reemprendió o intentó con tan pocas fuerzas como eran los 50 hombres de la calidad que diré adelante y con tan poco caudal como eran seis y ocho mil pesos que tenía el capitán, creyendo serían bastante; claro se ve fue esto [como] una imprudencia o locura [según aquello] del que quiere hacer una torre ha de mirar si tiene lo necesario para acabarla [...]. Perdióse este viaje porque el capitán Francisco Lucenilla no era hombre capaz de tanto empeño: sin experiencia en las cosas de mar, ni el los negocios graves de la tierra y así no acertaba a mandar cosa alguna [...]. Criado en suma pobreza sin manejo de negocios graves, tenía tan solo una bondad grande que se dejaba engañar de cualquiera y ocasionaba que todos le perdieran el respeto. [...]. Era sumamente codicioso y así se lo conocieron todos y echó voz que había gastado más de veinticuatro mil pesos, siendo así que no se gastaron más de doce mil o poco más. Tenía intención de ocultar las riquezas usurpando a Su Majestad los quintos y a los pobres sus trabajos y así quiso Dios castigarlo. [...] Propuso en México y otras partes que su fin era convertir las almas de los californios siendo la verdad que solo era enriquecer. [...] Los soldados eran una compañía de gente inútil que andaba perdida en la Nueva España y por comer vino a este viaje. Recibíanse por soldados a todos los que querían asentar plaza sin excepción, ni averiguar lo que cada uno podía hacer, ni decirle lo que debía hacer y así eran los más inútiles [...] Causas son estas a mi juicio para que se perdiera no sólo este viaje, sino un Reino.28

Y después de una sección titulada "De la calidad de las personas que vinieron a esta conquista de las Californias" en las que da su juicio sobre cada uno de los oficiales y soldados, así termina fray Juan Caballero su relación el 20 de septiembre de 1668:

Concluyo volviendo a decir que ningún particular intente esta conquista, ni menos vengan a ella los pobres porque todos han de quedar arruinados y perdidos, como ha sucedido en los más de veinte viajes que se han hecho. Pero si nuestro Rey y Señor, que Dios guarde, la hiciere, aconsejo todos que vengan y harán el mayor servicio a Dios que sea imaginable sacando del poder del demonio tantas almas como hay (Mathes, 1970-1971: 982).

Con el fracaso de Lucenilla, se suspendieron de nuevo los viajes a California y se convocaron juntas para revisar a fondo todo el asunto y encontrar la explicación de tantos años de fracaso. Se decidió que la ocupación permanente de California sería posible solamente en una empresa mixta en la que el rey pusiera el dinero y las órdenes religiosas los misioneros. Sin embargo las rebeliones indígenas en el norte de Nueva España, impidieron concretar los planes y elegir la persona apta para comandar una nueva expedición a California.29

Bernardo Bernal de Piñadero, que ya había tenido experiencia de pesca de perlas en California, volvió a ofrecer sus servicios en 1678, pero el virrey arzobispo Fray Payo Enríquez de Rivera OSA, dio al rey su opinión en carta del 8 de agosto:

Y habiendo hecho las averiguaciones, así en esta ciudad como en la de Guadalajara y por informe hecho por el presidente [de la Audiencia] de Guadalajara y la pública voz y fama y común sentir de aquélla Republica, que don Bernardo Bernal de Piñadero no es apto ni a propósito para empresa tan grave. Y aunque he pasado a buscar personas de crédito para esta facción, no he hallado alguna que se quiera encargar de ella (Mathes, 1970-1971: II94-7).30

Al saber esto Isidro de Atondo y Antillón, ofreció su persona al virrey arzobispo fray Payo, en noviembre. Ahí es donde empieza nuestra historia. Cuando el 5 de abril de 1683 Atondo y Kino tomaron posesión de La Paz, habían pasado ciento cuarenta y ocho años desde que los primeros europeos pusieron pie en las playas de la Baja California; pero aún serían necesarios otros 14 más de increíbles esfuerzos para que España, por medio de los jesuitas, pudiera establecerse sólidamente en la península.

 

5. Isidro de Atondo y Antillón

Nació en Valtierra, un pueblito de Navarra cerca de Tudela, y fue bautizado el 3 de diciembre de 1639.31 Sus padres, Luis de Atondo y Agustina de Aybar, eran nobles, aunque no ricos. En 1651, don Luis fue elegido alcalde de su pueblo y desde entonces Isidro vivió dentro de un ambiente de servicio público y honor familiar. Como muchos jóvenes de la época, se sintió atraído por la vida militar no solo por dinero, sino ante todo por continuar la tradición familiar de servicio al rey.

A los dieciocho años, se alistó como soldado en el ejército de Galicia. Isidro de Atondo fue condecorado por su valor en las batallas de San Luis Gonzaga, Noguera, Castillo de la Pela, Monzón y Salvatierra durante las sublevaciones de Cataluña, Aragón y Navarra. También prestó servicio en las campañas de 1661 contra los separatistas en Portugal. Al terminar su carrera en el ejército, Isidro se alistó en la armada con plaza de capitán. Así continuó sirviendo en la guerra contra Portugal en la flota de Pedro Nuño Colón, duque de Veragua, que bloqueaba el litoral del Atlántico. Al mando de los navíos Isabel y San Salvador, Atondo capturó algunos buques holandeses que intentaban abastecer la armada portuguesa. Al cumplir su servicio en la flota, Isidro era maestre de campo y ayudante de teniente general.

Durante las últimas décadas del siglo XVII España gozó de relativa paz en sus guerras europeas, y por ello Atondo volvió sus ojos al Nuevo Mundo. Llegó a México en 1669 y pronto pasó al noroeste de la Nueva España en donde fue capitán del presidio de Sinaloa. En este momento es cuando ofrece su persona, no sus bienes, al virrey-arzobispo Fray Payo de Rivera para la conquista de la California. Atondo improvisó sus astilleros en Nío, en la desembocadura del río Sinaloa,32 a donde llegó Kino para formar parte de la expedición como misionero y también como cosmógrafo, para ahorrar dinero a las arcas reales. Desde los trabajos de construcción de las naves (1681) hasta el rescate de la nao de China (1685) se fue forjando -no obstante serias dificultades en cuanto el buen trato de los indios- una sólida y respetuosa amistad entre el padre Kino y don Isidro. En enero de 1685 ambos personajes unieron sus esfuerzos en una titánica lucha diplomática para salvar la empresa de las Californias. Cuando Atondo tuvo que abandonar la Baja California, continuó su carrera militar en Nueva Vizcaya hasta 1688, cuando se trasladó a Oaxaca en calidad de ayudante de su tío, don Isidro de Sariñana, obispo de aquella diócesis.

En recompensa a sus largos años de servicio, Carlos II le concedió el hábito de la Orden de Santiago el año de 1689 a la edad de cincuenta años. Después, poco se sabe sobre su vida. Parece ser que, tras treinta años de servicio activo, se retiró para vivir de la pensión concedida a los caballeros de Santiago. Isidro de Atondo y Antillón jamás regresó a California; pero su malograda expedición fue sin duda el cimiento que permitió el establecimiento definitivo de España en la península. En efecto, Juan María Salvatierra y Francisco María Pícolo33 capitalizaron la rica lección del almirante y Kino, cuando fundaron la misión de Nuestra Señora de Loreto, no lejos del Real de San Bruno, el 25 de octubre de 1697.

 

6. Contexto de la documentación

La documentación californiana abarca, en sus fechas de contenido, un periodo aproximado de doscientos años, pero el núcleo kiniano -que integrará el proyecto de largo aliento de las Obras completas- comprende apenas nueve: desde las capitulaciones de Atondo (8 de noviembre de 1678), hasta la implementación del proyecto seri (febrero de 1687). A continuación presento la documentación como la tengo ordenada cronológicamente en mi archivo personal. En los subtítulos colocaré, como notas a pie de página, las principales fuentes documentales que, como apreciará el lector, se deben fundamentalmente a las investigaciones de Miguel Mathes en el AGI, sin las cuales, repito, poco y nada en detalle sabríamos de la participación de Kino en la expedición de Atondo a California.

 

Capitulaciones de Atondo34

Como ninguno de los aspirantes llenaba las condiciones impuestas por el rey para otorgarles la conquista de California, Atondo ofreció su persona para la empresa el 8 de noviembre de 1678, reconociendo realistamente sus límites económicos y políticos y poniendo claramente sus condiciones: que el rey dé el dinero para fabricar dos fragatas y un barquillo con todos los pertrechos necesarios; asimismo, que pague puntualmente los sueldos de dos pilotos y sus ayudantes, veinticuatro marineros, treinta soldados y siete obreros especializados para el astillero; pero, sobre todo, insiste sin ambages en su principal condición: que se le concedan los títulos de gobernador general de Sinaloa y de almirante de las Californias, pues únicamente así, unificando en su persona el mando, le parecía posible asegurar el éxito de la expedición. Ofrece, en primer lugar, "procurar ganarse la voluntad de los gentiles y para ello aprender su lengua". El fiscal acepta el pliego petitorio de don Isidro con las siguientes advertencias: que por ser etapa exploratoria, las naves sean de menor calado; que se exhorte al padre provincial Bernardo Pardo35 a cooperar lo más posible para ahorrar gastos a la Real Hacienda; que la conquista debe de ser más por persuasión que por fuerza de armas. Atondo acepta las recomendaciones y especifica más su compromiso: no salir de California antes de un año, que se ha de entender "el tercer año desde su llegada a Sinaloa"; y aceptar dar seis mil pesos de fianza por los regalos que se comprarán, a costa de su majestad, para ganar la voluntad de los indígenas.36 Finalmente, después de volver a insistir que los sueldos de tripulación y militares son por cuenta de la Real Hacienda de Durango, acepta afianzar ocho mil pesos para que se paguen semanalmente los sueldos de los trabajadores de los astilleros. Todas las negociaciones fueron aprobadas en la Junta General de Hacienda del 28 de noviembre de 1678, y al año siguiente Carlos II expidió la Real Cédula del 29 de diciembre de 1679, confirmando las capitulaciones y títulos a don Isidro de Atondo y Antillón.

 

Demasiadas licencias y poco dinero

Desde 1633 los obispos de Guadalajara usaban legítima y pacíficamente el título de "Obispo de las Californias", hasta que el franciscano Bartolomé García de Escañuela,37 obispo de Durango, intervino para reclamar la jurisdicción espiritual sobre ese territorio que él consideraba nullius. Incluyo algunos documentos de este pleito, entre las diócesis de Guadalajara y Durango, porque Kino, al pedir las licencias ministeriales a ambos obispos, se ve involucrado en un problema que no era suyo, y porque, al tomar posesión espiritual de La Paz, BC, en nombre del obispo de Guadalajara, Kino y Goñi38 ponen fin a cincuenta años de conflicto eclesial.

Esta es la raíz del pleito: en una visita que hizo Escañuela a los astilleros de Nío, presumiblemente antes de la llegada de Kino y Goñi, nombró un familiar suyo como capellán de la expedición y vicario de las nuevas conquistas, argumentando que, dado que Nío estaba en territorio de Durango, él, como obispo, tenía el derecho de nombrar clérigo para sus feligreses en tránsito y extender su jurisdicción hasta California, destino final de las naves. En la nutrida correspondencia entre los dos obispos aparecen argumentos de este talante: "Sapientísimo Prelado, amigo, Señor, hermano y compañero en el ministerio apostólico -dice Escañuela-, ¿o soy obispo o no lo soy de este obispado? Si lo soy, puedo hacer lo que yo quiera [...]". Mientras que el obispo de Guadalajara (Juan de León Santiago y Garavito39) le revierte el argumento al de Durango: "[¿]tengo derechos adquiridos anteriormente o nó?" (Mathes, 1974: 49).

Cierto que los astilleros están per accidens en territorio de Durango, y que temporalmente Atondo y sus hombres son feligreses de Escañuela, pero esto se debe entender sin perjuicio de terceros, argumenta Garavito. El virrey conde de Paredes -a pesar de no ser muy afecto a la Compañía- el 27 de septiembre de 1681 expidió a Atondo un mandamiento "para que no se permita que tome posesión ni ejerza el capellán nombrado por dicho señor obispo, so pena de 2.000 pesos".40 El provincial Bernardo Pardo respondió agradecido, nombrando a Kino como cosmógrafo, lo cual significaba un gran ahorro para la Real Hacienda. El asunto quedó, por acuerdo de ambos obispos, en manos del papa y del rey. Por eso Bolton, irónica pero acertadamente, dice que en este expediente del AGI "aprendemos mucho sobre administración y algo sobre obispos" (Bolton, 2001: 157). Así las cosas, Kino escribió una carta al obispo de Durango desde los astilleros de Nío el 25 de marzo de 1682, solicitando ad cautelam licencias ministeriales. Por la respuesta de Escañuela conocemos algo del contenido de esta carta: se conceden las mismas licencias ministeriales que Kino tenía en Alemania y Ciudad de México. Esto irritó al obispo de Guadalajara, quien mandó al provincial recoger las licencias de Escañuela.

Quedaba aún pendiente el enojoso asunto de los sueldos de los misioneros. Quien vino a echarle leña al fuego fue el frustrado Bernal de Piñadero al 'recordar' que los jesuitas habían recibido en 1671 la herencia de Alonso Fernández de la Torre, rico ganadero de Compostela. El fiscal del rey toma la 'sugerencia' al vuelo y empieza a presionar al provincial para que envíe sus misioneros a cuenta de la Compañía. El asunto llegó hasta el Consejo de Indias, el cual, consciente del desfalco de las Arcas Reales, sugirió mañosamente a Carlos II que el provincial de México destinara íntegro el legado de Fernández de la Torre para financiar las misiones de California con la única condición de que, con los fondos del ingenio y las haciendas, se fundaran dos misiones en Sonora y Sinaloa. El Consejo y el fiscal insistían en que su majestad no solo tenía derecho de interpretar, sino aun de cambiar la voluntad expresa del testador si esto favorecía al bien común. Bernardo Pardo contestó defendiendo el derecho de la Compañía indicando que el rey fue mal informado, ya que nunca tuvo a mano el testamento. El pleito duró desde abril de 1671 hasta mayo de 1683. La Compañía de Jesús siempre cuestionó la política regalista por injusta, pero finalmente perdió la batalla. El conde de Paredes, apoyado en las respuestas del fiscal, zanjó la cuestión en contra de los jesuitas al señalar un sueldo de un capellán de presidio (cuatrocientos setenta y tres pesos anuales) para sustentar a dos jesuitas; sesenta centavos diarios para cada uno, lo que no solo era injusto, sino imposible. Así pues, Kino y Goñi partieron con el bolsillo vacío pero con el corazón lleno de ilusiones.

En marzo de 1679 Atondo inició la construcción de sus naves en un pequeño astillero de Nío, cerca de Guasave, en la ribera del río Sinaloa, jurisdicción eclesiástica del obispado de Durango. Kino y Goñi llegaron en marzo de 1682; los preparativos continuaron todo el año y los navíos estuvieron listos para zarpar a principios de 1683. En este año Kino hizo motu proprio un viaje a Guadalajara para recoger dos mil pesos que le habían prometido ricos comerciantes para su nueva misión. Esto -sumado al disgusto del obispo de Guadalajara por las licencias de Durango-molestó al provincial Bernardo Pardo, quien destituyó a Kino como superior de la misión y nombró para sustituirle al padre Antonio Suárez, el cual nunca llegó a California por algunas dificultades -sin duda, efectos de su insania mental- con Diego de la Parra, capitán de La Balandra. Gracias a tal situación, Kino volvió a reasumir el mando de la misión jesuita.

 

El fracaso de La Paz 41

El 17 de enero de 1683 Atondo y Goñi a bordo de La Capitana, y Kino a bordo de La Almiranta se hicieron a la vela rumbo a California. El patache quedó en Chacala para esperar al padre Antonio Suárez. Después de muchas dificultades en el mar, la expedición alcanzó la Bahía de La Paz el primero de abril. Es interesante el pregón del desembarco en el cual Atondo prohibió a sus hombres, bajo pena de la vida, cualquier violación de los derechos de los naturales y sus familias. Cinco días después, Atondo tomó posesión en nombre del rey, y los jesuitas, a nombre del obispo de Guadalajara.

Kino escribe su primera carta desde La Paz, BC, el 20 de abril de 1683 a Francisco de Castro SJ. Se trata del documento base de toda la correspondencia del primer mes en California; tiene forma de diario, desde la salida de la expedición de la desembocadura del río Sinaloa hasta la fecha de su redacción. Refiere la travesía, detalla el desembarco, discute la latitud del territorio, pinta con rasgos concisos la región y especifica sus recursos naturales; dedica la mayor parte de la carta a la descripción optimista de los aborígenes, haciendo resaltar su agudeza de ingenio, bondad y la favorable acogida que dieron a las verdades de la fe. Para mayor divulgación de informes sobre la empresa californiana alguien publicó en la ciudad de México, antes de finalizar el año de 1683, un folleto de ocho páginas con extractos de las cartas de Kino y Atondo del 20 y 22 de abril respectivamente, el cual fue titulado Relación Puntual de la entrada que han hecho los españoles almirante Don Isidro de Atondo y Antillón en la grande Isla de la California este año de 1683 a 31 de marzo, sacada de carta de dicho almirante y del Padre Eusebio Francisco Kino S.J., de 22 de abril, sus fechas en el puerto de La Paz. Una segunda edición apareció de poco tiempo después como apéndice al relato del padre Fernando Verbiest SJ,42 titulado Voyages de l' Empereur de la Chine dans la Tartarie, ausquels on a joint une nouvelle décuverte au Mexique (París, 1685), lo cual, de alguna manera, nos indica que la ilusión misionera del Extremo Oriente aún estaba viva en Kino.43

Durante la breve estancia en La Paz, BC, Kino mantuvo estrecha correspondencia con sus maestros de Ingolstadt y con su compañero de clase Paulo Zignis44 y Enrico Scherer, su antiguo profesor de geografía, quien sacó a la luz, dos años después, el primer mapa y los informes catequéticos de Kino sobre California (Sherer Henricus, 1703: 98-9).45

Sobre el sangriento episodio del pedrero, el cual costó la vida a once jefes guaicuros, tenemos las versiones de Atondo y de Kino. Las razones militares de Atondo parece que convencen al fiscal del rey, a quien la matanza no le merece, en esta ocasión, ningún comentario. Kino, sin juzgar al almirante, comenta los hechos a sus hermanos jesuitas y con particular fuerza al provincial Bernardo Pardo, a quien suplica exponer al virrey lo sucedido para frenar la escalada de violencia y lograr, de ser posible, un cambio radical en el almirante. Esta matanza de guaicuros es muy importante para entender que en la futura metodología misionera de Kino siempre habrá una clara reserva frente al ejército como apoyo de la evangelización en Pimería.46

 

Retirada a San Lucas47

Atondo y sus hombres, después de la matanza de guaicuros tuvieron que abandonar La Paz y retirarse a San Lucas (hoy Agiabampo) en Sinaloa. La documentación oficial de Sevilla relata el malestar profundo de la tropa y las consecuencias de la mala decisión de Atondo de atacar a los guaicuros. La correspondencia relata las actividades de Kino y Goñi entre los jesuitas de Sinaloa que apoyaron económicamente a los expedicionarios; el padre General Carlos de Noyelle lo hace moralmente desde Roma. En San Lucas Kino termina las cartas a Sherer y Zignis empezadas en La Paz.

 

El Real de San Bruno48

Después del interludio en Sinaloa, la expedición regresa a California, pero más al norte, y desembarca en el arroyo de San Bruno al norte de la isla de los Santos Coronados. La primera impresión de Atondo sobre la fertilidad de la tierra es equivocada (no así sobre la bondad de los indígenas). Se elige una colina algo lejos de la playa para la construcción del fuerte y misión. La Almiranta y La Capitana tienen que regresar a Matanchel para darles carena, en medio de nubes de mosquitos, y los expedicionarios quedan sin la protección de las naves. Aquí el documento base es la Relación de la segunda navegación a las Californias que Kino remite a Noyelle, en dos partes, con información desde el 29 de septiembre hasta el 8 de diciembre de 1683. De particular interés son los valles y arroyo descubiertos en la expedición a la Sierra de la Giganta.

A pesar de todos los buenos propósitos que todos hicieron en San Lucas, la prepotencia militar es todavía una realidad que amenaza la evangelización. Atondo vuelve a recurrir a la violencia 'preventiva', pero esta vez el fiscal del rey sí reprende al almirante y le envía la Recopilación de las Leyes de Indias -recientísimamente promulgadas por Carlos II el 1 de noviembre de 1681- para que entienda cómo quiere el rey ser servido en el trato a los indios.49

Sin duda el documento más interesante de este periodo es el diario de San Bruno, conocido también como tercera entrada.50 Leerlo es un placer. La redacción es impecable, por lo que supongo que Matías Goñi ayudó a Kino -quien todavía no dominaba el español- a escribirlo. Abundan los preciosos detalles de la vida misionera; lingüística, catequesis, primeros bautizos y primeras siembras. La tierna relación de Kino con los niños es el punto de arranque de la tenaz lucha de Kino en el mar, en la corte de México y después en Sonora por mantener el derecho que los californios habían adquirido a no ser desamparados en virtud de que habían aceptado el evangelio. Leyendo el diario de San Bruno entenderemos por qué y cómo Kino se enamoró para siempre de California.

Durante la primavera de 1684 se hicieron las primeras siembras y edificios en San Bruno; en su capillita Kino hace su profesión solemne el 15 de agosto de 1684. Una semana antes había llegado un tercer misionero: el belga Juan Bautista Copart.51 Por diciembre de 1684, Kino empezó a visitar una ranchería indígena que tenía abundante y buena agua. Allí se fue construyendo, en un lapso de seis meses, un segundo real que llamaron San Isidro, en lo que hoy es San Juan Bautista Londó.

La consolidación de San Bruno y la fundación de San Isidro permitieron algunas expediciones para demarcar la región. Se hicieron varias entradas al poniente y al sur a lo largo de la costa. Pero, a pesar del optimismo, el horizonte se ennegrecía más y más: de las tres naves de la armadilla solo La Almiranta presta servicios efectivos; hace muchos viajes a la costa para avituallar a los expedicionarios siempre amenazados por la hambruna. La situación se torna desesperada tanto que Kino se ve obligado a despachar como 'carta viva' a Juan Bautista Copart SJ para buscar socorros en Guadalajara y México.

Atondo, viendo que las tierras de San Bruno y San Isidro no podían sostener a sus hombres, preparó dos expediciones al interior de la península en busca de terrenos adecuados para el cultivo y de nuevos sitios para poblar en la costa del Pacífico. El 14 de diciembre Atondo, Kino, una escuadra de soldados y cinco caballos armados, emprendieron la marcha del Golfo de Cortés, a la contracosta del Pacífico, cuyas playas alcanzaron dos semanas después. Allí Kino recogerá las conchas de abulón que años más tarde le darán la hipótesis de la peninsularidad de California. Al volver a San Bruno el 13 de enero de 1685, el almirante preparó una segunda expedición para cruzar la sierra Giganta más al sur, pero tampoco encontraron buenas tierras. Atondo nos ha dejado una detallada relación de este viaje; la completa el informe de Kino, breve, fragmentario y, creo yo, redactado a partir del diario de Goñi, quien acompañó a Atondo en esta expedición.

El fracaso de las expediciones a la contracosta, las muertes de algunos soldados y los problemas de abastecimiento hicieron repensar seriamente la presencia española en California. Tenemos el parecer de Kino en la junta de guerra del 6 de abril de 1685, en la cual, como cosmógrafo real y misionero, se opuso tenazmente al abandono de San Bruno (en Californiana III (Mathes, 1974: 635-9).52 No obstante, todo fue inútil, pues en mayo Atondo decidió abandonar el Real para buscar tierras cultivables por el norte e intentar la pesca de perlas por el sur, con el propósito de hacer autofinanciable la expedición. Atondo y Goñi partieron en la Balandra hacia Cabo San Lucas. El resultado fue un puñado de malas perlas. El capitán Blas Guzmán y Eusebio Francisco embarcaron en La Capitana rumbo al norte, en busca de buenas tierras y maderas para construir otra nave. Tampoco tuvieron éxito y un fuerte temporal los obligó a refugiarse cincuenta días en la costa sonorense, frente a la isla de Tiburón, donde Eusebio Francisco hizo amistosos contactos con los seris. Atondo y Kino, por distintos caminos, se dirigieron a Guadalajara con la intención de llegar lo más pronto posible a la Ciudad de México.

 

El derecho de los californios53

En el AGI se conservan cinco cartas de Kino a su amigo y protector don Santiago de León Garabito, obispo de Guadalajara, donde narra el desamparo y tristeza en que quedaron los indios de la misión de San Bruno. En ella argumenta que la sequía no solo fue en California, sino que afectó a la Nueva Galicia y a la Nueva España; pondera las cualidades humanas de los indios que ya habían abierto sus corazones al evangelio; le comenta la orden -que al principio pareció "tristísima"- de convoyar al Galeón de Manila hasta Acapulco, amenazado por los piratas holandeses y el éxito obtenido. Don Santiago remitió esas cartas, cargadas de esperanza, al rey el 18 de febrero de 1686.54

El virrey y sus consejeros, jesuitas, soldados y marineros acogieron muy bien a Atondo. Los oficiales de Hacienda solicitaron a Kino que recalculara dos veces más todo el financiamiento de la expedición en la que ya se había gastado más de 250 000 pesos. Eusebio Francisco bajó los gastos a treinta mil pesos anuales. Más aún: por esos días se supo que llegaría una conducta de plata con setenta mil pesos de las minas de Zacatecas, con lo que las esperanzas de retornar a California volvieron a renacer fundadamente. Posteriormente el Virrey convocó a Junta General para tomar una decisión definitiva. Se alegaron en contra los excesivos e inútiles gastos, la esterilidad de la tierra y el fracaso de la pesca de perlas. Aun así, al fin triunfó el derecho de los californios a ser evangelizados. Esto fue lo que decidió la Junta General:

Pero [...] aseguran dicho almirante y los religioso misioneros que un gran número de gentiles no sólo iban entrando en los muchos artículos de nuestra santa fe y entendían ya el principal de haber gloria e infirmo; y los pequeñitos eran tan domésticos que con suma facilidad y agrado aprendían la doctrina cristiana; [...] y como quiera que estas circunstancias de santa fuerza y las órdenes de Su Majestad -que aprobaba no solo lo gastado y que se gaste en bien de las almas- superaban a todas las demás, ya que en estos términos parecía que en realidad habían adquirido el derecho aquellas almas a no ser desamparadas siguiéndose el inexplicable beneficio que resultaba a la Iglesia de su amparo, por todo lo cual se resolvió que, en el interim que se da cuenta a su majestad se continúe la conversión de los gentiles en las islas californias con los misioneros, soldados, marinos y embarcaciones que se expresan en la respuesta del Señor Fiscal.

Sin embargo, por abril de 1686 llegó la Real Cédula del 22 de diciembre de 1685, la cual ordenó suspender toda actividad en California debido a los altos gastos de pacificación de los tepehuanes y la reconquista de la provincia de Nuevo México.55

 

El proyecto seri 56

Kino pide a la duquesa de Aveiro que interceda por él en Madrid. Mientras, empezaron a tomar vida los recuerdos de los amables seris con los que convivió casi dos meses en lo que hoy se conoce como bahía Kino. Como hombre de fe y empresario, se pone inmediatamente en acción: argumentó, movió influencias y finalmente obtuvo del virrey financiamiento para abrir dos misiones con los seris que conoció cuando La Capitana tuvo que refugiarse en Sonora a causa del temporal. Así nació el proyecto seri, cuyo objetivo era establecerse provisoriamente frente a la isla de Tiburón, unas quince leguas frente a San Bruno, hasta que llegara otro jesuita que lo supliera para poder regresar con sus queridos californios. Antes de salir de la Ciudad de México, se lo hace saber a la duquesa, su protectora, en dos cartas. En ellas le dice cómo, con el apoyo de la virreina, María Luisa Gonzaga, esposa del conde de Paredes, ha conseguido el financiamiento no para dos sino para tres nuevas misiones en Sonora, aunque abriga la esperanza de regresar cuanto antes a California.57 Veinticuatro años después, el viejo Kino recordará, en la quinta parte de Favores Celestiales, los esfuerzos de la Corona por colonizar California, su participación en la expedición de Atondo y el proyecto seri (Kino, 1989: 339-43).

 

7. Un epitafio a modo de conclusión provisoria

Con el apoyo de las arcas reales, tras siglo y medio de esfuerzos, la expedición que originalmente emprendieron Atondo y Kino no logró ni la colonización ni la evangelización de California. Un cuarto de millón de pesos oro no redituó ni en tierras ni en perlas ni en bautizos. Más de alguno podría preguntarse ¿California fue un éxito o un fracaso? Bolton, tan entusiasta como su ropa negra favorito, escribe: "Cierto tipo de historiador llamaría un fracaso al episodio de Atondo y Kino en California. Pero ¿qué significa un fracaso? A menudo representa un incremento de la sensatez. La civilización avanza en un proceso de prueba y error" (Bolton, 2001: 302). Cimentadas en el 'fracaso' de Kino, Atondo y Goñi se establecieron las misiones jesuitas en la Baja California y, tras la expulsión de la Compañía de Jesús, setenta años después, Junípero Serra y los franciscanos pudieron avanzar a la Alta California.

Una nota para terminar: Kino nunca pudo regresar a California a pesar de que el padre general Tirso González le hubiera concedido el permiso (Burrus, 1961: 58).58 Tuvo que quedarse en Sonora, porque su autoridad moral era indispensable para conservar la paz, dado que el virrey, el gobernador y los militares estaban convencidos de que "valía más que un presidio bien gobernado" (Kino, 1989: 51).59 Con las ricas cosechas de la Pimería Alta, Eusebio Francisco continuó siempre ayudando a sus hermanos jesuitas, Salvatierra, Pícolo y Juan de Ugarte,60 quienes ya estaban en la península amparando, física y moralmente, a sus queridos californios. Solía citar aquel pasaje tan tierno del Cantar de los Cantares: "Nuestra hermana [California] es tan pequeñita que aún no le han crecido los pechos. ¿Qué haremos con nuestra hermanita cuando vengan a pedirla?".61 Si Eusebio Francisco, después de cinco fatigosas expediciones, descubrió el paso por tierra a California en 1702, fue porque le salía mucho más barato enviar por tierra el ganado que embarcarlo del yaqui a Loreto.

Esta aparente frustración me trae a la memoria, sin salirme para nada del tema, el epitafio que Tomás Moro -humanista, gran canciller de Inglaterra y santo- mandó grabar en su tumba, pues ejemplifica perfectamente la relación que Kino mantuvo con California y Sonora durante su vida. Aquí reproduzco la posdata de tal epitafio:

Reposa aquí mi querida mujer Jane: yo, Tomás Moro, quiero que esta tumba acoja también a Alice y a mí. La primera de las dos damas, mi mujer en los días de mi juventud, me hizo padre de un hijo y tres hijas; las otra amó a sus hijastros (lo que suele ser raro en una madrastra) con una intensidad rara en una madre respecto a sus propios hijos. Una terminó su vida a mi lado, la otra aún la comparte de tal modo que no soy capaz de juzgar si amé más a la primera o amo más a la segunda. ¡Qué felices hubiéramos sido juntos los tres si el destino y la moralidad lo hubieran permitido! Rezo pues, para que la tumba -como el cielo- nos unan. La muerte nos dará así lo que la vida no pudo darnos (Begler, 1994: 177).

Eusebio Francisco Kino fue apasionadamente fiel a sus dos amores y lo que por siglos pareció imposible quedó unido del lado peninsular por el derecho de los californios, y del lado continental, por los abundantes "favores celestiales", y no me refiero al texto sino a los beneficios que Dios derramó, a manos llenas, y que Kino hizo fructificar en Sonora.

 

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BNM: Biblioteca Nacional de México (México, DF).

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Notas

1. Una vista de conjunto sobre la expedición de Atondo y Kino se ofrece en Gómez Padilla (2008).

2. Agradezco al Dr. José Manuel Favila y a la Mtra. Paulina Carlos por sus cuidados en la edición de este artículo.

3. Agradezco a Carmen Boone los datos biográficos proporcionados.

4. Para una ampliación véase Enciclopedia de México (1996).

5. Véase el apartado de bibliografía.

6. Para este apartado he tomado en cuenta -aparte de la Californiana II de Mathes- Cartografía y Crónicas de la antigua California, de Miguel León-Portilla, principalmente los capítulos sobre las expediciones de Cortés (1522-1539), III, sobre las exploraciones dispuestas por los virreyes (1539-1595) y IV, sobre la demarcación de California y el fracaso de las compañías perlíferas (1596-1682).

7. "Las Misiones de Sonora y Arizona", de donde tomo la cita, está comprendiendo en Favores Celestiales y en la Relación Diaria de la entrada al Noroeste (en adelante citaré Favores Celestiales).

8. Sobre el viaje de Magallanes, véase la Enciclopedia Hispánica (1994-1995: 255-257) y León-Portilla (1989: 36-7).

9. Véase León-Portilla (1985) y Lazcano (2006).

10. Un resumen de las exploraciones de Fortún Ximénez está en Álvarez (1989: 326-7). Véase también Mathes (2009: 9-11).

11. Kino tiene la fecha equivocada, pues dice: "El año de 1533, Don Fernando Cortés; once años después de haber ganado México, descubrió la California y entró en el puerto de Nuestra Señora de la Paz" (en Favores Celestiales, Kino, 1989: 340). Sobre las expediciones de Cortés, véase Gómez Padilla (2008: 20-32).

12. Kino equivoca en el nombre del comandante: es Hernando y no "Francisco". Sobre la expedición de Hernando de Alarcón, véase León-Portilla (1989: 61-64).

13. Kino tiene la fecha equivocada pues el primer viaje de Vizcaíno terminó el 7 de diciembre de 1596, menos de seis meses después de su salida.

14. Sobre los viajes de Vizcaíno, véase Mathes (1968). Específicamente sobre la expedición de 1596, en la que rebautizó la bahía de Santa Cruz, véase León-Portilla (1989: 82-3) y Mathes (2009: 38-9); también Gómez Padilla (2008: 38-42).

15. Veáse Primera Relación de Fray Antonio de la Ascensión, 12 de octubre de 1620, AGI M 1072-26; Mathes, Californiana I-II, p. 1198, citado en León-Portilla (1989: 85). Véase también Gómez Padilla (2008: 42-49).

16. Sobre Nicolás de Cardona e Iturbe, véase León-Portilla (1989: 92-94).

17. Autos hechos contra Franco Esteban Carbonel y otros Consortes por decir aber querido hazer biaje a las Californias en contraversión de hordenes del Sr Virrey Marques de Cadereyta y ser francés en que están ynclusos los de la lizencia que se dio a Esteban Carbonel y Franco Bergara= así mismo a los capNES Botello y Serrano y don Pedro porter Cassanate para el descubrimiento y demarcación de las Californias, AGI P 31. En Mathes (1970-1971: 623-90). La cita de Kino está en Favores Celestiales (1989: 340). Al respecto, véase León-Portilla (1989: 96-7).

18. Relación circunstanciada de los tres viages que el capitán Francisco de Ortega hizo al descubrimiento de las Islas Californias y tierra firme de ellas el año de 1631 hasta el de 1636. Presentada por él mismo al virrey de Nueva España para que la traslade a las Reales manos de Su Magestad con 30 granos de Perlas Blancas y otras 30 ahumadas y rayadas, AGI P 30 y G 133, en Mathes (1970-1971: 480-6). Véase también León-Portilla (1970b).

19. Parecer que dio el Licenciado Diego de la Nava en México a 19 de Noviembre de 1632, sobre las ventajas que entendía resultarán al Real Servicio, del descubrimiento y Conquista de la California, con expresión de lo que vio y Correspondió en el viage que hizo a ellas con el capitán Francisco de Ortega el mismo año, AGI P 30; Mathes (1970-1971: 270-7).

20. Sobre la discutida participación de Roque de Vega SJ, véase Del Río (1990: 66), nota 66 y Burrus (1964: 244), nota 14.

21. Tercera demarcación, que yo, el capitán y cabo, Francisco de Ortega, salgo a hacer desde este puerto de Santa Catalina, Provincia de Sinaloa, a las Islas Californias, en virtud de la Comisión que tengo del Exmo. Señor Marques de Cerralbo, para la dicha demarcación y descubrimiento de estas dichas Islas tierra firme, Mathes (1970-1971: 456). [Forma parte del documento más extenso titulado Excelentisimo Señor. Descripción y demarcación de las Islas Californias, sondas y catas de los comederos de perlas que hay en dichas Islas, hecha por mí, el capitán Francisco de Ortega, por Comisión del Excelentisimo Señor Marques de Cerralbo, virrey que fue de esta Nueva España en que se contienen tres demarcaciones que hizo desde el año pasado de 1636, y todo lo demás reconocido y descubierto hasta hoy, que se puede consultar en Mathes (1970-1971: 402-467)].

22. Sobre ambos jesuitas tenemos muy pocos datos: de Jacinto sabemos que en 1627 pasó a Nueva España y que 1675 tenía setenta y ocho años de edad y sesenta de Compañía; de Andrés, solo que hacia 1640 era misionero en Sinaloa. Véase Zambrano (1965a y 1965b) (en adelante Zambrano, Diccionario). Más extensamente, véase Gómez Padilla (2008: 55-62).

23. Relación en que se ciñen los servicios Del almirante Don Pedro Porter Cassanate, Cavallero de la Orden de Santiago, BN ms. 2375 (en Mathes, 1970-1971: 862-865). Una buena síntesis de los largos méritos de Porter están en Álvarez (1989: 417-8).

24. Declaración hecha por Pedro Porter Cassanate y Alonso Botello y Serrano: 17 de septiembre de 1636 (Mathes, 1970-1971: 719-725 [como mi edición de Californiana 11-11 omite esta paginación, tomé la cita de Del Río (1990: 39)].

25. Real Cédula en favor de Pedro Porter y Cassanate: 8 de agosto 1640, AGI M 109627, (en Mathes, 1970-1971: 782-4).

26. Véase León-Portilla (1989: 98-101).

27. Tomo II.

28. Relación Sumaria del viaje que hico a las Californias el capitán Francisco de Lucenilla por comisión del Exmo. Sr. Marqués de Mancera Virrey de Nueva España, escrita por el Pe Fray Juan Caballero Carranco, lector de Teología, y comissario de este viaje por el Tribunal Sto. de la Inquisición y por el Xmo Pe. Comisso General Fr Fernando de la Rua. BN, ms. 18758-14. En Mathes (1970-1971: 970-4).

29. Sobre los frustrados esfuerzos de Cestín de Cañas, Bernal de Piñadero y Francisco de Lucernilla, véase Bancroft (1884: 184-6), tomo I (citado en León-Portilla [1989: 97], nota 24).

30. Carta escrita al Rey por Fray Payo sobre Bernal de Piñadero: 3 de agosto 1678.

31. Véase Mathes (1971: 105-11).

32. Muy cerca de Bamoa, donde pasó Cabeza de Vaca y donde posteriormente Martín Pérez sj fundó la misión en el Pueblo Viejo, de la cual actualmente solo quedan los restos derribados por la creciente del río en 1770.

33. Los datos biográficos de Salvatierra y Pícolo están en Francisco Zambrano, Diccionario (1997), tomo XVI, pp. 499-500 y 369-370 respectivamente. Para una biografía más extensa de Salvatierra véase Del Río (1997: 25-57); de Pícolo, véase Burrus (1962: 2-13).

34. Los documentos más importantes de los preparativos son Petición y Autos de Isidro Atondo y Antillón: Enero y Febrero 1679, AGI M 51, Mathes (1974: 1-6); Carta del Virrey de la Nueva España al Rey: 12 de febrero de 1679, Mathes (1974: 7-9); Carta del Juez de la Media Anata de la Nueva España al Rey, 4 de junio de 1697, Mathes (1974: 11-2); Real Cédula en favor de Isidro de Atondo y Antillón: 29 de diciembre 1679, Mathes (1974: 13-37) / Copia de Carta que el Obpo de Durango escribio al Illmo. Sor. Obpo de Guadalaxara sobre Californias, AGI, G 68; AGI, G 58; Mathes (1974: 43-54). Sobre el asunto de los dineros, véase Carta del Padre Provincial de La Compañía de Jesús al Rey: recibida el 22 de julio 1685, AGI, G 68, Mathes (1974: 565-8).

35. Bernardo Pardo fue provincial del 20 de septiembre de 1680 al 11 de septiembre de 1683. Pensaba destinar a Kino a la Tarahumara, como compañero de Tomás Revell, pero cambió de opinión cuando Atondo le pidió un cosmógrafo para su expedición. Le tocó el punto más álgido del pleito de García de la Escañuela, obispo de Durango, contra los jesuitas, y murió poco después, en 1686, cuando Kino luchaba por salvar la misión de California. Véase Zambrano, el tomo XI del Diccionario Bio-Bibliográfico de la Compañía de Jesús en México.

36. Sobre el buen trato a los indígenas, admite el almirante la advertencia del fiscal sobre la exacta aplicación de los capítulos 137 y 138 de la Real Cédula de Felipe II expedida en el Bosque de Segovia el 13 de julio de 1537.

37. Escañuela fue preconizado el 11 de agosto de 1677 y estuvo al frente de la diócesis de Durango hasta su muerte, el 20 de noviembre 1684.

38. Pedro Matías Goñi, oriundo de Navarra, ingresó a la Compañía ya siendo sacerdote en 1670. Después de la suspensión de la misión en San Bruno trabajó como operario en el Colegio de Guadalajara, desde donde misionó los pueblos de Teocaltiche, Jalostotitlán, Lagos y Aguascalientes. En 1797, Salvatierra lo puso como procurador de California para despachar los asuntos de la Audiencia de Guadalajara y permaneció gustoso en ese puesto, aun siendo rector del Seminario. Murió en Guadalajara el 21 de febrero de 1712. Véase Zambrano, el tomo XV del Diccionario Bio-Bibliográfico de la Compañía de Jesús en México.

39. Garavito recibió la carta ejecutorial el 6 de diciembre de 1677 y estuvo al frente de la diócesis de Guadalajara hasta su muerte el 11 de julio de 1694.

40. Inédito, AGN, Reales Cédulas duplicadas, tomo 33, exp. 31.

41. Los documentos más importantes de La Paz son Auto sobre la toma de Posesión de California: 5 de Abril 1683, AGI, G 58; Mathes (1974: 65-7); Relación Puntual de la entrada que han hecho los españoles almirante don Isidro de Atondo y Antillón en la grande isla de la California este año de 1683 a 31 de marzo, sacada de carta de dicho Almirante de 20, y del P. Eusebio Francisco Kino, de la Compañía de Jesús, de 22 de abril, sus fechas en el puerto de la Paz (publicada en Paris en 1685) y en Burrus (1964: 236-72); Otras cartas del periodo californiano están en Stitz (1934: 108-28) y también en Father Kino the Apostol of California. His discoveries and explorations in California in a series of autograph letters, 1680-1687, editado por Maggs Brothers en Londres, 1922.

42. Fernando Verbiest, jesuita belga, gran matemático y astrónomo, fue misionero treinta años en China. Por sus conocimientos científicos y extraordinario dominio de la lengua y literatura chinas, el Emperador K'anghsi le nombró presidente del tribunal de matemáticos. Sus cartas e informes llegaron a Europa e influyeron particularmente a Kino, quien hasta antes de dirigirse a California, siempre quiso ser misionero en el Lejano Oriente. Véase Burrus (1964: 7-11).

43. La Relación Puntual, la edición bilingüe, fue publicada en Burrus (1964: 236-72).

44. Zignis fue compañero de Kino durante los estudios de filosofía y teología.

45. Pars II, fol. D.C.D.

46. En el segundo capítulo del libro octavo de la biografía de Javier Saeta, Kino toma distancia crítica frente a los "malos presidios". Sin duda el origen de esta desconfianza arranca de la matanza de guaicuros en La Paz. Véase Burrus y Polzer (1971: 188-92).

47. Principales documentos de la retirada Gobierno = Año = de 1684 = Autos sobre la entrada Primera qe. hizo el Almirante Dn. Ysidro de Atondo y Antillón en unos Paraxes de la California; y de hauerse retirado al Puerto de San Lucas 50 Leguas de Sinaloa de donde ymbió a Pedir Gente, Armas, Muniziones, Bastimentos y otros Generos y Peltrechos, para boluer a dha Ysla California.= y de la segunda entrada que hizo y el paraxe donde oy existe y a comenzado a poblar y fortificar y los socorros que se le an hecho. Srio. Dn. Pedro Velásquez de la Cadena, AGI, M 56; Mathes (1974: 251-448).

48. La documentación de San Bruno se encuentra en Relación de la segunda navegación a las Californias del año de 1683 y de las entradas de 20 leguas tierra adentro, ARSJ, Mex 17, f. 512-525 V, publicada en Burrus (1954: 32-80); Gobierno. Año de 1685. Vino con carta del Sr. Virrey Conde de Paredes de 3 de octubre. de 1685. N.° 2.° Testimonio de Autos de la Ultima entrada que hizo en las Yslas de la California el almirante Don Ysidro de Atondo y lo que de ella resultto. Y la Resoluzion de Junta Gral en que consta la providencia y medios que se han elegido, AGI, P 31; MN, N XIX; Mathes (1974: 569-715). Véase también Mathes (1996: 9-15).

49. Véase la bibliografía.

50. "Tercera Entrada", AGN, Historia, 17; impreso en Kino (1857: 405-466).

51. Copart, natural de Turcoing, Francia, estuvo primero en la misión de la Tarahumara y llegó a San Bruno en 1684, justo para recibir los últimos votos de Eusebio Francisco. Redactó, junto Goñi y Kino, una gramática-vocabulario en lengua cochimí que luego fue muy útil a Salvatierra. El fracaso de la expedición de Atondo le produjo serio trastorno mental y fue enviado para recuperarse a Yécora, Sonora, y más tarde a la hacienda de Santa Lucía. Murió el 2 de junio de 1711 en el noviciado de Tepotzotlán. Véase Zambrano, Diccionario, tomo XV p. 512.

52. Respuesta que da el Padre Rector Eusebio Francisco Quino de la Compañía de Jesús a los cinco puntos que el Señor Almirante le consultó por mayor servicio de Dios y del Rey Nuestro Señor, fechas en este Real de San Bruno Reyno de las Californias o Carolinas a seis días del mes de abril de 1685.

53. Gobierno año de 16861 = Testimo. de Autos de la Ultima entrada qe hizo en las Yslas Californias el Almirante Don Ysidro de Atondo,- Y de la Ultima resolución de Junta Gl. Sobre la continuacion. De dha conuersion "Srio. Don Po. de la Cadena" en AGI, México 56, AGI, M 56. Allí mismo pp. 757-827. / Carta del Virrey de la Nueva España al Rey: 3 de Octubre 1685, AGI, P 31; AGI, G 134, Mathes, Californiana III -III, pp. 717-720. / Dos cartas de Kino a la duquesa, México, 19 de julio de 1686, pp. 310-3; México, 16 de noviembre de 1686, pp. 316-326; publicadas en Burrus (1964: 309-13) y Burrus (1964: 316-26).

54. Cartas remitidas al Rey por el obispo de Guadalajara, 18 de febrero de 1686, AGI I Guadalajara 134, publicadas en Mathes (1974: 723-52). 180.

55. Capítulo de una Real Cédula terminando las Entradas hechas en las Californias: 22de Diciembre 1685, AGI, G 147; Mathes (1974: 721-2).

56. Para este último periodo, véase Gómez Padilla (2009: 19-28).

57. Consúltense las cartas de Kino a la duquesa en Burrus (1964: 309-13 y 317-26).

58. Véase la Carta de Tirso González al provincial Juan de palacios del 27 de diciembre de 1698.

59. La sentencia es a propósito del viaje que los militares le impidieron a México en 1694. Fue, en el fondo, la razón que aleganaron los militares al virrey para impedir que Kino acompañara a Salvatierra en 1697.

60. Los datos biográficos de Ugarte están en Zambrano, Diccionario, tomo XVI, pp. 589-590.

61. "Cantar de los cantares" 8,8, en La Biblia de nuestro pueblo, Ediciones Mensajero, Bilbao, 2009, p. 1504.

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