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Espiral (Guadalajara)

versão impressa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.21 no.61 Guadalajara Set./Dez. 2014

 

Teoría y debate

 

La geografía: un saber político

 

Geography: as a political knowledge

 

Edgar Talledos Sánchez*

 

* Profesor-investigador del Instituto de Turismo de la Universidad del Mar, campus Huatulco. edgartalsan@gmail.com

 

Fecha de recepción: 9 de diciembre de 2013;
Fecha de aceptación: 14 de julio de 2014.

 

Resumen

En el texto se analiza cómo la geografía desde su preludio como ciencia fue un saber político. Se explican los antecedentes históricos de la geografía política y la variedad de estudios que surgieron de ella desde principios del siglo XX hasta la mitad del mismo. Se analizan tanto las disertaciones que se identificaron con el imperialismo europeo y norteamericano -mismas que llevaron a que se homologara esta ciencia con la geopolítica- como aquellas lecturas que no lo hicieron. Asimismo, se elabora una propuesta para el estudio de la geografía a partir de la categoría espacio.

Palabras clave: geografía política, geopolítica, espacio, poder, imperialismo.

 

Abstract

This paper argues that geography, from its prelude as a science, is a political knowledge. This work reviews political geography's historical background and the variety of studies that emerged from it in the first half of the 20th century. It also analyzes the discourse of European and American imperialism, which linked political geography to geopolitics - as well as those that did not. The last section proposes using the concept of space to assess geographical science.

Keyword: political geography, geopolitics, imperialism, space, power.

 

Introducción

Las generalizaciones en las cuales se incurre al hablar de la geografía como ciencia son arriesgadas debido a que su conceptualización ha variado en distintos tiempos y espacios (Livingstone, 2000: 304-5; Mikesell, 1980: 9). A pesar de la antigüedad del término y de que los griegos la hayan definido en su sentido etimológico como la descripción de la tierra, centrada en los fenómenos de la superficie terrestre,1 incluso pese al carácter descriptivo de los valles, ríos, montañas, volcanes, planicies, etc., al que se asocia la geografía,2 lejos se encuentra esta de una uniformidad conceptual e histórica. La geografía ha recibido distintos significados diversamente emparentados y no reductibles a uno.

Al ser parte de la producción científica, resultado de un proceso histórico, está signada por diferentes y múltiples postulados teóricos. Sobre todo, porque cualquier ciencia es un nudo de relaciones en un proceso permanente de interacciones, donde "tanto está influido el que influye como el influido" (Xirua, 1971: 26). De esta forma, la geografía desde su origen ha presentado caminos teóricos variados desde los cuales se construyeron heterogéneas argumentaciones teórico-metodológicas para explicar los fenómenos espaciales y territoriales.3

En su génesis institucional en el siglo XVIII en Alemania, Francia e Inglaterra, la geografía es una disciplina que se enseña y aprende en la universidad. Es una ciencia cuyo interés es la comprensión de la organización del espacio y la relación entre la política, la cultura y el territorio. Carl Ritter y Alejandro de Humboldt, por ejemplo, tomaron el concepto espacio como categoría de análisis en la explicación de su visión de esta ciencia, en el marco donde Kant instruía clases de lo que denominó geografía científica en la Universidad de Königsberg, Alemania.

La importancia que adquirió el debate sobre el espacio asociado particularmente con la política se evidenció en la propuesta que Friedrich Ratzel desarrolló en sus obras Antropogeographie (1882-1891) y Politische Geographie oder, Diegeographie der staaten, des verkehres und des krieges (1897). Tal importancia quedó manifiesta en la consideración, tanto de este autor como de sus precursores, de que "no hay forma de conocimiento geográfico que pueda existir si carece de una función política" (Farinelli, 2000: 951).4 En esta dirección, Ratzel elaboró una extensa argumentación sobre la relación entre espacio y política, la cual presentó el cuadro general sobre el que se discutió la geografía política desde las postrimerías del siglo XIX hasta mediados del XX. El cuadro se caracterizó por las posiciones disímiles, tales como la simpatía hacia la propuesta ratzeliana de Vidal de La Blache (1898), las críticas de Camille Vallaux (1911), la interpretación determinista y racista de Ellen Churchill Semple (1911) y la versión nazi de la escuela de geopolitik de Munich Alemania (1924). En toda estas concurrieron una diversidad de científicos sociales: politólogos, sociólogos, diplomáticos y militares; nunca fue un área de conocimiento exclusiva de los geógrafos (Agnew, 1997).

Llegados hasta aquí, conviene señalar que el objetivo de este trabajo es exponer cómo la geografía desde su origen ha sido un tipo de saber inherentemente político, dado que el espacio no es meramente una categoría de análisis 'neutra', del territorio per se. El espacio, unido indisociablemente con el tiempo, expresa y exhibe a cada momento las relaciones políticas, económicas y sociales que han forjado su heterogéneo origen, la diferenciación funcional y jerárquica que distintos actores sociales, instituciones gubernamentales y no gubernamentales impulsan, promueven o imponen; estructura y refleja las relaciones de poder. Se trata de un concepto político porque entraña en su origen un proyecto ideológico de desarrollo social, económico y cultural, en el cual se mezclan permanentemente técnicas, tecnologías, recursos financieros, política, cultura y economía con objetos 'naturales'.

En el contexto actual el espacio tiende a erigirse como un centro de producción, circulación, consumo y acumulación irrestricta de capital; por lo que reducir la fricción de la distancia y las barreras a la circulación de mercancías es apremiante (Harvey, 2012: 43). Es por estas razones que su conocimiento profundo es estratégico: es en el espacio político donde la geografía política ha de reparar meticulosamente.

En las líneas que siguen se muestra primeramente el trayecto que definió a la geografía política desde su institucionalización en Europa, su cambió de significado en el contexto de las dos conflagraciones mundiales y el giro y diversificación que presentó en sus temas de análisis durante la década de los setenta; se ofrece una propuesta para su estudio a través de la categoría espacio, la cual se basa en el espacio político unido ineludiblemente con las dimensiones temporales y definido por las relaciones sociales en un contexto de intricadas redes de intereses y relaciones político-económicas que determinan la producción, transformación y disputa del espacio. De esta manera se ilustra cómo los actores políticos y económicos se apropian del espacio en un proceso geográfico-político-histórico con amplias contradicciones y relaciones escalares en un contexto de internacionalización del capital y de políticas neoliberales.

 

La geografía política clásica5

El estudio de la relación entre la organización política de los pueblos y el medio ambiente fue un tema que se debatió ampliamente desde el siglo XVIII. Montesquieu fue uno de los autores que arguyó sobre el tópico en su obra El espíritu de las leyes (De l'esprit des lois, 1748). Aunque, sin duda existieron argumentaciones previas en el siglo XVI, como las de Jean Bodin (1529-1596), quien escribió sobre las relaciones entre la tierra y el Estado (Gottmann, 1942: 198). No obstante, fue a finales de la décima novena centuria y a mediados de la vigésima que los análisis de geografía política se desarrollaron de manera amplia, originando un dilatado debate sobre un conjunto común de conceptos: espacio, frontera, territorio, Estado, nación, zona de influencia, migración y condiciones territoriales de los nacientes Estado-nación. Este llevó a autores como E. Reclus (1880),6 F. Ratzel (1897), J. Mackinder (1904), J. Brunhes (1910), Brunhes y Deffontaines (1926), C. Vallaux (1911), I. Bowman (1928), D. Whittlesey (1934) y J. Gottmann (1952) a desempeñar un papel fundamental en las argumentaciones sobre los acontecimientos de la Primera y Segunda Guerra Mundial del siglo XX.

Particularmente, el desarrollo de esta disciplina en estos periodos se signó por lo que menciona Joseph Conrad (1926) y confirma Anne Godlewska y Neil Smith (1994): una simbiosis entre geografía e imperio. Una parte considerable de los análisis de geografía política de esa época dirigieron su interés hacia la descripción de los territorios explorados y conquistados por un conjunto de grandes potencias: Alemania, Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Rusia y Japón; y hacia la redefinición de las fronteras de Europa occidental en dos conflagraciones mundiales. Al mismo tiempo, se colocó como una actividad de resolución de conflictos territoriales al ser convocados geógrafos a los puestos de poder para ayudar a "resolverlos"; desde ahí se reafirmó la representación y dominación del colonialismo europeo y norteamericano (Agnew, 1997).

En consecuencia, las temáticas del poder, de las estrategias de control y dominación territorial mantenidas por el Estado-nación, el uso estratégico de los recursos naturales en zonas específicas del globo para la toma de decisiones en política exterior, la seguridad nacional de los Estados, las disputas fronterizas bajo escalas de análisis nacional y global en un contexto imperial fueron asuntos manifiestos que la geografía política debatió hasta las primeras décadas del siglo XX. Este fue el ambiente donde los geógrafos políticos actuaron en la producción de libros en universidades y como asesores de los poderes triunfantes durante y después de la primera y la segunda Guerra Mundial.7

En esos momentos surgió una cantidad importante de obras sobre lo que puede llamarse 'el modo geográfico de ver el Estado y las políticas públicas en su dimensión, instancia o forma territorial' (Costa, 1992). Los esfuerzos se emprendieron por una gran variedad de autores, tales como Halford Mackinder (1904), Camille Vallaux (1911, 1918 y 1921), André Siegfried (1913, 1949), Jean Brunhes y Camille Vallaux (1918, 1921), Carl Sauer (1918), Alexander G. Supan (1918), Arthur Dix (1922), Otto Maull (1925), Isaiah Bowman (1921), Richard Hartshorne (1933), Jacques Ancel (1936), Derwent Stainthorpe Whittlesey (1939), Jean Gottmann (1952) y Umberto Toschi (1959), quienes desde distintas consideraciones teóricas, políticas e ideológicas direccionaron sus esfuerzos en este sentido. Toda la copiosa producción de estudios de geografía política que apareció en la época se empezó a discutir dentro de la estructura disciplinar, organizada posteriormente a la institucionalización de la geografía en las universidades de Francia y Alemania.8

 

La geografía política en el siglo XX

La mayoría de los exámenes provenientes de geógrafos políticos del siglo XX discutieron con las obras más representativas de Friedrich Ratzel: Antropogeographie (1882) y Politische Geographie (1897). Cada uno con matices importantes en sus argumentaciones, como se ilustra en la postura de Camille Vallaux respecto a Ratzel, de Paul Vidal de la Blache frente a André Siegfried, o en la distancia que mantuvo Isahia Bowman de los geógrafos políticos alemanes que escribieron entre las dos guerras mundiales y su posguerra.

Por otra parte, en el amanecer del siglo XX se elaboró una propuesta de geografía política que trascendió el mero ámbito de los geógrafos. Me refiero a la de Halford Mackinder, presentada en su famosa conferencia del 25 de enero de 1904 en la Royal Geographical Society e intitulada The Geographical Pivot of History. Ahí el autor señaló que el "Heart-land", situado en el corazón de Europa Oriental, era el asiento natural del poder mundial, tanto por los amplios recursos naturales que poseía y podrían ser explotados como por la posición estratégica de estas tierras. Afirmó que quien dominara el corazón de esta parte del planeta, dominaría al mundo: "el imperio del mundo estaría a la vista" (Mackinder, 1904: 436). El autor básicamente se apoyó en la concepción de una geografía política que según él debía ser "racional, construida con base en la geografía física" (Mackinder, 1887: 143), dado que una de sus principales preocupaciones "es el control físico general, más que la causa de la historia universal" (Mackinder, 1904: 422). Para el autor inglés la geografía política "[...] consiste en desentrañar y demostrar las relaciones que existen entre el hombre en sociedad y las variaciones locales de su medio" (Mackinder, 1887: 144). Conviene mencionar que los argumentos del geógrafo surgieron de una base conservadora y racista, tal como se constata en la afirmación "la única historia que cuenta es la de las razas mediterráneas y europeas" (Mackinder, 1904: 422).

Dichos razonamientos tuvieron una amplia repercusión en las ciencias sociales y fueron ampliamente utilizados por diplomáticos, militares y diversos autores en el marco de lo que se empezó a denominar geopolítica entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Si bien la geografía política que construyó Mackinder fue la de un Estado imperial y colonial, en ese periodo también apareció en Europa un cúmulo importante de obras de geografía política que ampliaban el alcance de este paradigma. Particularmente en Alemania y Francia, aparecieron trabajos como el de Paul Vidal de La Blache (2002: 90), quien a propósito de la geografía política de Ratzel señaló que:

[...] la geografía política, así como la geografía física, no puede existir sólo en una pequeña fracción de la superficie terrestre. Su campo no se restringe al espacio que ocupan las sociedades con civilización avanzada. Ella no puede circunscribir su estudio a algunos Estados.9

Por su parte, Vallaux (1911) y Brunhes (1910) esgrimieron una fuerte crítica a la forma como Ratzel había estudiado la geografía política, principalmente por los métodos y conceptos que utilizó en la explicación de los fenómenos geográficos. Esto llevó a Camille Vallaux a afirmar que era necesario que la "geografía política dejara de asemejarse al periodismo y se convirtiera en una ciencia." El interés de estos geógrafos fue mostrar las relaciones entre geografía e historia -sobre todo, los problemas derivados de la Primera y Segunda Guerra Mundial- desde lo que consideraban "el punto de vista geográfico". De esta forma, se adentraron en el examen de las condiciones mundiales económicas y políticas que se conformaron debido a la "necesidad" alemana de adquirir territorios (aunque esta no era exclusiva de ese país) (Brunhes y Vallaux, 1921). Tal "necesidad" llevó a alistar "la historia y la geografía en el servicio de la Alemania conquistadora" (Brunhes y Vallaux, 1918: 480).

Por esas fechas apareció en 1905 el ensayo de Rudolf Kjellén10 titulado Stormakterna (Las grandes potencias), en donde el autor acuñó el término geopolítica; mismo que desarrolló ampliamente en su trabajo Staten som Lifsform (1916) (El Estado como forma de vida). El sentido que Kjellén otorgó a geopolítica estuvo siempre enmarcado por la voluntad de formar una nueva disciplina que estudiara el Estado como organismo geográfico (Visentini, 2005: 15), de manera que el concepto se integró a su teoría del Estado, compuesta por la kratopolitik (estrucutura de gobierno), demopolitik (estructura de la población), sociopolitik (estructura social), oekopolitik (estructura económica) y geopolitik (estructura física) (Glassner y Fahrer, 2004: 271).

Kjellén adoptó diversos conceptos esbozados por Ratzel y Mackinder. Centrándose en el Estado, desarrolló una explicación vertical y mecánica del territorio, la identidad y el Estado. Todo ello lo llevó a justificar la "necesidad" de los Estado-nación de un Lebensraum, espacio vital (concepto tomado de Ratzel) para poder desarrollarse. Esta propuesta representó una intersección entre la ciencia política, la geografía política, la estrategia militar y la teoría jurídica del Estado, la cual fue determinante en la geografía política del siglo XX, puesto que una variedad de autores la homologaron con la geopolítica. Lo anterior tuvo alcances significativos tanto en los círculos académicos como fuera de estos, notablemente en los diplomáticos y militares.

Precisamente esa fue la propuesta que se asentó en Alemania y se impulsó a partir de 1924, año en que se fundó la revista de geopolítica Zeitscgrift für Geopolitik (Cuadernos de geopolítica), a manos de Karl Haushofer (1869-1946).11 La publicación vio la luz hasta 1944; luego se tornó axial en el debate geopolítico, colocando a un número importante de geógrafos como autores de referencia (ahora clásicos) de la geopolítica (Ratzel, Mackinder, etc). Además, sirvió para definir a partir de Kjellén la naciente geopolítica.12 En sus páginas se organizó un discurso militar basado en consideraciones fisiográficas en las que operaba el personal de la milicia, en el cual se apoyaron diversos consejos de seguridad nacional de las potencias occidentales (Tunander, 2008: 167). En este sentido adoptó un criterio determinista, con el cual la topografía, el clima u otros factores físicos y biológicos son las causas que explican las diferencias en la organización política y comportamiento de los sujetos sociales en la cultura y modos de vida.

A partir de este momento se empezó a identificar la geografía política con la geopolítica. También se la responsabilizó de ser la disciplina científica detrás del régimen nazi (Taylor y Flint, 2000: 57). Lo anterior conllevó a la expulsión de los geógrafos alemanes de los congresos organizados por la International Geographical Union después de los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, por considerarlos los promotores de las bases teórico-políticas de los gobiernos expansionistas alemán e italiano.

El impacto que causó la unificación de estas dos perspectivas determinó los posteriores debates dentro y fuera de la geografía política: de apoyo, de desprecio o de intentos de nuevas interpretaciones. Verbigracia, la perspectiva que el geógrafo norteamericano Isaiah Bowman construyó de geografía política después de haber asistido a la Conferencia de Paz en París en 1919; experiencia que posteriormente le sirvió para publicar en 1921 The New World. Problems in Political Geography. La obra se colocó como una de las principales referencias en la posguerra de la Primera Guerra Mundial y entre los mandos diplomáticos norteamericanos, puesto que Bowman analizó las nuevas condiciones europeas y mundiales a raíz de la gran conflagración mundial, considerando que "la guerra produjo un nuevo mundo que marcó el final e inicio de una nueva etapa". Además, vislumbró un nuevo conflicto mundial por las disputas territoriales que él llamaba "zonas de conflicto del globo". Gran parte de sus análisis se concentraron en los conflictos por fronteras, como lo demuestran sus artículos publicados en Foreign Affairs sobre las fronteras de Turquía en 1922, las condiciones de las posesiones de España en África en 1924 y la disputa por la frontera entre Ecuador y Perú en 1942.

Este geógrafo si bien no construyó su lectura de geografía política de forma mecánica y determinista, elaboró sus opiniones sobre la base conservadora e imperial del ámbito estadounidense. Tal característica se constata en la retórica sobre "la Doctrina Monroe, no sólo en términos económicos sino en términos militares; pues no veía ninguna contradicción entre la seguridad estadounidense y la seguridad del mundo" (Smith, 1994: 299). Así, en momentos sus obras no se alejan de la geopolítica que se cimentó en la Alemania nazi; 'espíritu' que sí se observa de manera evidente en la argumentación de Alexander Supan en Leitlinien der allgemeinem politischen Geographie (1918), de Otto Maull en Politische Geographie (1925) y de Arthur Dix, en su obra Politische Erdkunde (1922). Dix describió la geografía política como ciencia que "se dedica a estudiar la morada y esfera del poderío del Estado". En esta misma dirección, J. Ancel exhibió sentimientos nacionalistas y chauvinistas en su texto Géopolitique (1936), inscribiéndose en la perspectiva geopolítica de Rudolf Kjellén, y analizando "la ciencia geopolítica que hizo su fortuna en Alemania" (Ancel, 1936: 5-6). Todos estos autores basaron su análisis en la relación de los atributos físicos con la vida política; en la forma en que la organización política del Estado-nación y sociedad gravita sobre el paisaje físico (Uribe, 1998: 93).

Bajo otra visión Richard Hartshorne13 en sus trabajos publicados en 1933, 1935, 1941, 1950, elaboró una argumentación sistemática de geografía política con base en una geografía regional comparada. Desde una perspectiva kantiana del espacio -influencia de Alfred Hettner- y desde una detallada lectura de varios geógrafos clásicos (Ritter, Humboldt, Ratzel), criticó la visión que coloca al "Estado como un organismo, forma de pensamiento pseudo-científico sobre la acción política que ha tenido peligrosas consecuencias" (Hartshorne, 1950: 97). En su discurso, propuso que el estudio del funcionamiento del Estado era la tarea central de la geografía política. Afirmó que los geógrafos políticos deben ver al Estado en términos de estructura y funciones del espacio. Igualmente, analizó el papel que desempeña la infraestructura interna, donde existen centripetal forces y centrifugal forces con diferentes contradicciones por la heterogeneidad de la población que la compone.

Por su parte, Derwent Whittlesey, profesor de la Universidad de Harvard, autor de una serie de obras de geografía política, como The Earth and the State: A Study in Political Geography (1939) y German Strategy of World Conquest (1943), consideró que esta disciplina era tal vez el más antiguo tipo de geografía: "Para mí, la diferenciación de los fenómenos políticos de un lugar a otro sobre la tierra es la esencia de la geografía política" (Whittlesey, 1939: III).

Al igual que Hartshorne, preocupado por establecer una geografía política como disciplina científica, adoptó el criterio de diferenciación de áreas a nivel mundial tanto en el medio natural como en el desarrollo de las civilizaciones. Así, esta disciplina estaba obligada a prestar atención al "patrón de los estados y los patrones de la naturaleza, además, de investigar la estructura geográfica de los Estados y la relación orgánica entre los fenómenos políticos y el entorno natural". Incluso abordó la discusión de la geopolítica (Whittlesey, 1939: 1). Whittlesey demarca su análisis del poder político entre las relaciones internacionales y el interés por los territorios (Whittlesey, 1939: 309 y 503).14

Con una visión iconoclasta, Jean Gottman dejó de pensar la geografía política como geopolítica y de emparentar sus análisis con el corte imperial de los geógrafos ganadores de las guerras. En sus escritos de 1942, 1952 y 1973 edificó sus argumentos teóricos para explicar la política de partición del espacio geográfico con base en el estudio de los clásicos de la filosofía política, geografía y psicología. Desarrolló conceptos como cloisonnement (partición), circulation (movimiento), carrefour (cruce) y iconographie (iconografía) (Muscará, 2000: 285). En su obra, La politique des États et leur géographie (1952) analizó los cambios ocasionados por la Segunda Guerra Mundial y visualizó la necesidad que tiene el Estado de darle importancia a la geografía:

La política de un Estado debe tener en cuenta la geografía, primero por razones de método, pero también porque la geografía enseña a conocer en un universo variado datos, materiales de la naturaleza, la distribución de los hombres y de sus actividades (Gottmann, 1952: 3).15

A Gottmann16 le interesó de manera significativa la forma en que el Estado-nación desarrolla su poder (en el territorio) a través de la apropiación de los recursos naturales y del control de la circulación (de personas y de mercancías). Esto permite mantener y acrecentar su poder, pues en el examen de la relación entre la geografía y la política de los Estados en sus regiones se puede observar un "sistema de movimiento y un sistema de resistencias en el espacio", donde la circulación tanto de personas y mercancías permite cambios constantes en el territorio. A las resistencias las denominó iconografías, ya que constan de muchos símbolos y ofrecen una oposición permanente al cambio (Gottmann, 1952).

Las susodichas fueron las distintas perspectivas que dominaron la discusión sobre geografía política desde el fenecer de la centuria decimonónica hasta la primera mitad del siglo XX. En ese lapso de tiempo los medios estadounidenses equipararon la disciplina al mundo del nacionalsocialismo alemán. Empero, al mismo tiempo el gobierno norteamericano expuso y aplicó teorías geopolíticas de alcance continental (Flint, 2009: 549).

En términos generales, los estudios de geografía política se redujeron después de la Segunda Guerra Mundial, pero nunca desaparecieron. De manera frecuente se vapuleó su análisis desde las universidades de ambos lados del Atlántico, bien por considerarla una disciplina que mantenía solo una vía funcionalista de Estado-nación, y que se centra en la función normativa y de control territorial estatal, bien porque se la entendía como sinónimo de geopolítica, aun cuando el error de la asimilación haya sido señalado por los geógrafos políticos. Así lo confirma Gottmann (1942: 206):

Debemos evitar la confusión de términos comunes y distinguir entre geopolítica y geografía política. Esta última es una disciplina respetable con un pasado brillante, y puede ser más útil cuando se aplica a los actuales problemas políticos [...].17

En este marco, se observa emerger, a partir de la década de 1960, una pléyade de estudiosos de la disciplina; mismos que emprendieron esfuerzos por reencontrar la política en la geografía. Lo hicieron en un contexto de oposición a la guerra de Vietnam, de movimientos estudiantiles, como los de Francia, Estados Unidos, Alemania y México, y de disturbios raciales en EEUU. Geógrafos de diversas latitudes vincularon sus argumentaciones con un creciente compromiso por cuestiones sociales: pobreza, desigualdad social, económica y política; por ejemplo: J. Anderson en su obra Ideology in Geography: An Introduction (1973), K. R. Cox en Conflict, Power and Politics in the City: A Geographic View (1973), Y. Lacoste en La Géographie, ça sert d'abord à faire la guerre (1976), N. W. Sodré en Introdução à geografia; geografia e ideologia (1977), R. Peet en Radical Geography. Alternative viewpoints on contemporary social issues (1977), P. Claval en Espace etpouvoir (1978), D. Gregory en Ideology, science and human geography (1978), C. Raffestin en Pour une géographie du pouvoir (1980); todos ellos, en posiciones diversas, reconocen que la estructura de poder dominante sitúa el espacio como un espacio social de poder en las múltiples escalas donde se desenvuelve.

Por otra parte, en este mismo cuadro histórico apareció un conjunto de revistas de geografía política con influencia principalmente marxista, anarquista y feminista, las cuales fueron un vehículo fundamental en las discusiones al interior de la geografía política de mediados del siglo XX. Son representativas Antipode. A Radical Journal of Geography y Progress in Geography, International reviews of current research, aparecidas en 1969. En Francia un grupo que aglutinó Yves Lacoste en 1976 criticó la geopolítica de raigambre nazi en Herodoto: revista de geografía y de geopolítica, la cual derivó en una supuesta geopolítica crítica. Una perspectiva semejante manó de Simon Dalby, Gearóid O'Tuathail, Timothy Like, Leslie Hepple, Klaus Dodds y Paul Routledge, para quienes era necesario crear una geopolítica crítica que se distanciara de la producida en la tradición nazi (O' Tuathail 1999). En Brasil, por su parte, apareció en 1979 Territorio Livre, la cual jugó un papel fundamental en las críticas que los geógrafos desarrollaron al discurso clásico de la geografía, así como en el avance en los ámbitos universitarios de un discurso crítico sobre la propia geopolítica, particularmente la aplicada por los militares sudamericanos a mediados del siglo XX (Cavalla, 1979; Moraes, 1988; Costa, 1992).

A partir de este periodo los estudios de geografía política se multiplicaron.18 De manera prolífica, con una amplia discusión y una variabilidad de temas, se emprendieron estudios de fenómenos históricos, electorales, problemas ambientales, movimientos sociales, conflictos internacionales, violencia de género, etc., los cuales contribuyen rica y variadamente a la ciencia social contemporánea.19

 

Una lectura de geografía política

La geografía política se dedica al estudio y comprensión de los conflictos, disputas, tensiones e intereses políticos que se generan en la producción espacial (Castro, 2005: 79; Flint, 2009: 549). Una de sus tareas primordiales es analizar la capacidad de un grupo social para realizar sus intereses y objetivos espaciales particulares, expresados de forma multiforme o polimorfe (Torres, 1978), bajo una perspectiva histórica de la apropiación y usufructo de las formas, funciones espaciales y paisajísticas que adquieren ciertas naciones, estados, municipios o localidades, núcleos agrarios y ejidos.

Así, la geografía política está constreñida por dilucidar la dimensión espacial del poder, en una vía donde el proceso de producción del espacio no tiene lugar en el vacío, sino dentro de un determinado contexto organizativo, hecho de instituciones, reglas y valores dominantes que preseleccionan las propuestas admisibles en el proceso de decisión e imprimen una orientación general a la acción pública (Stoppino, 1982: 1226). Por esto, se afirma que el espacio es político. En él existe la acción o conjunto de acciones que modifican de una u otra manera las estructuras del poder, las cuales no solo se circunscriben al ámbito de las instituciones donde se ejerce la política formal, sino en múltiples y diversos espacios de vida social (Tejera, 2000: 12 y 15).

Existen distintos modos y recursos para ejercer el poder: desde la persuasión hasta la manipulación, desde la amenaza hasta el castigo, o bien desde la promesa de una recompensa (Stoppino, 1982: 1221). Esto se observa, por ejemplo, en las expresiones democráticas, autoritarias o totalitarias que se sedimentan espacialmente impulsadas por el Estado o distintos actores sociales: empresarios, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, etc., en constante contradicción.

En este sentido, el espacio político tiene una referencia en el tiempo, donde la acción política es continua y se desplaza en un entramado de redes de poder formales e informales que ejercen influencia real y a veces determinante. Es evidente en el hecho, por ejemplo, "de un ejercicio de poder que condiciona todo el proceso decisional e impide que ciertas decisiones no sólo no sean tomadas sino que ni siquiera sean propuestas" (Stoppino, 1982: 1226-7). De modo que el espacio político busca fuerzas en el propio espacio político, configurándose como un túnel para vencidos y vencedores, donde avanzar es difícil y retroceder también (Silva, 1986: 152-3).

La geografía política toma en cuenta los sistemas de dominación en diferentes escalas: mundial, estatal, regional y local, para observar cómo en los procesos donde se insertan los actores y las relaciones de poder se producen y reproducen espacios de poder. De esta forma se obliga a subrayar la relación entre la organización política de la sociedad, el espacio y el tiempo, que no constituyen dos continentes separados, debido a que es a través del espacio que la sociedad manifiesta su existencia; máxime que él es condición, medio y producto del proceso de reproducción de la sociedad, y revelador de las relaciones sociales, tanto en lo que se refiere a su producción como de su reproducción. Ello esclarece el camino de la construcción de su definición como condición/medio y producto de la reproducción social (Carlos, 2009: 77-8). En esta dirección:

La geografía política se interna en este mundo agitado y engañoso, de nula o escasa transparencia, donde muchas veces la práctica política ofrece una mezquina coherencia entre el discurso y la acción o, por otra parte, oculta la filosofía y los intereses que están tras el discurso de grupos de poder o de grupos que luchan por lograr el poder. En estas circunstancias, la investigación científica tendrá que guiarse por una plataforma que "penetre tras el espejo" (Uribe 1996: 111).

Trasladarse 'detrás del espejo', permite comprender la vinculación existente en los intrincados aspectos de la vida social, política y cultural que conforman las relaciones sociales. Estas manifiestan su existencia en la propia vía de producción y reproducción del espacio, al ser una producción social que exhibe rasgos del presente y pasado, ocupan y se colocan en un lugar privilegiado "que cristaliza los momentos anteriores, es el lugar de encuentro entre pasado y futuro, mediante las relaciones sociales del presente en el que se realizan" (Santos, 1998: 10).

El espacio expresa la estructura económico-social de la sociedad de una forma heterogénea y desigual: organiza el flujo de la historia, distribuye las relaciones de la sociedad en el territorio y articula su unidad en la dimensión política del Estado, estratifica y ordena las relaciones societarias por intermedio de las escalas. De ese modo condiciona, genera y determina la sociedad en su proceso histórico, actuando como determinación objetiva-subjetiva de su rumbo (Moreira, 2007: 34). Esto, debido a que los arreglos de las formas y funciones espaciales son producto de intervenciones teleológicas, materializaciones de proyectos elaborados por sujetos histórico-sociales que expresan el complejo universo de la cultura, la política y la ideología (Moraes, 1988: 16).

En este orden de ideas, se afirma que "cada tiempo es su forma de espacio" (Moreira, 2007: 41); que "para cada sociedad su espacio-tiempo, o su espacialidad característica" (Souza, 2006: 28). El espacio es resultado y condición del proceso social y, en consecuencia, el espacio producido no debe ser considerado como espacio contenedor, concepto abstracto, idea cuantitativa, geométrica, tecnocrática, y mutuamente excluyente (Smith y Katz, 1993: 131). Dirigirse contra la idea de espacio contendor,20 se fundamenta en la concepción que esta implanta sobre las condiciones de reproducción social, acordes con la sociedad contemporánea capitalista de corte neoliberal, en un proceso esencialmente repetitivo que instituye una idea de organización espacial que procura establecer una idea de historia y tiempo que suprime

[...] la multiplicidad contemporánea del espacio y reduce al singular la temporalidad, sólo una cola histórica (un modelo de desarrollo), y es una cola definida por ellos que son ya desarrollados (es su historia la de ellos). Hay en fin solamente una voz. Y todo eso implica que aquellos que se encuentran "por detrás" en esta cola no tienen posibilidad -no tienen espacio- de definir que sea el suyo propio. Su futuro es predicho, predefinido (Massey, 1993: 12).

Esta concepción del espacio es la que debe desentrañar la geografía política; la de espacio neutro, 'ordenado', planeado, con tintes 'democráticos', que reproduce tradiciones autoritarias, sedimenta concesiones, arreglos clientelares y oculta, a su vez, las relaciones que han producido este espacio, y que en algunos casos implican el desplazamiento, el despojo de tierras, de agua, de bosques y playas de pueblos enteros.

De la misma forma, esta concepción disuelve la disputa de las relaciones de poder entre grupos en el espacio y por el espacio, la cual conviene precisar que no solo se efectúa en términos de recursos escasos y preciados, sino también como construcción simbólica, donde el poder y la negociación se ejercen en las relaciones con lo sagrado (Barabas, 2004: 149). Lo dicho sirve para revelar el espacio como ideología y política. Esto se puede ilustrar en el caso del autoritarismo, donde los grupos en el poder en un sistema político dado desarrollan sus estrategias espaciales bajo un discurso -en franca discordancia con su praxis- de estabilidad, desarrollo social y régimen de derecho, como parte de su consolidación o mantenimiento en el poder, en un marco de amplia ilegalidad de múltiples acciones que el propio gobierno impone.

La geografía política, entonces, esclarece las ideas establecidas por actores hegemónicos, expresas en las formas y funciones espaciales que adquiera la configuración geográfica de un espacio dado. Esta puede aparecer ante nuestros ojos como paisaje verde, playas o bosques sin poblamiento aparente, ocultando una contradicción constante en la producción histórica del espacio, que se manifiesta en el uso perpetuo de la violencia y que es dictada no solo por la participación activa de un cuerpo militar, sino por la imposición de ciertas políticas públicas que aseguran la reproducción de las relaciones sociales de producción antidemocráticas, autoritarias o neoliberales por y en el espacio. Por lo tanto, la imposición de la idea abstracta de un espacio 'neutro', 'científico', 'ordenado' y 'planeado' está indisolublemente relacionada con la violencia (Lefebvre, 1974: 223-4).

En este cuadro, la geografía política se adentra en el examen de estrategias de distintos actores (instituciones, empresas, organizaciones civiles o políticas, etc.), tanto locales como nacionales o incluso mundiales; en los acuerdos y negociaciones que pasan por la política de organismos internacionales, así como por la de los gobiernos nacionales, los partidos políticos, las asambleas legislativas, los cabildos municipales, las organizaciones gremiales, etcétera, y la forma de organización política de las diferentes instituciones de los Estados.

En esa dirección toma atención de la forma y función que adquiere el conocimiento del espacio cuando deviene en un saber estratégico estrechamente unido a un conjunto de prácticas sociales, políticas y culturales (Lacoste, 1976: 7). Básicamente, porque estas y el progreso técnico contemporáneo modifican las regiones en beneficio solamente de un sector de la economía, la política y la cultura. En esos sectores los nexos de interés económico predominan sobre el interés social y los distantes, con gran frecuencia, rigen sobre los cercanos. Aquí el conocimiento del espacio es primordial para el desarrollo del capitalismo, porque es el terreno estratégico por excelencia y en él se enfrentan las fuerzas político-económicas y se desarrollan las luchas actuales (Lacoste, 1976: 7), dado que las circunstancias políticas que se presentan ahí corresponden a toda una gama de redes de dominación complejas y diversas -p. ej., el Estado a través del gobierno federal y los gobiernos estatales cumplen una función determinante-, donde las formas de poder se confunden y contraponen en los límites de las circunscripciones administrativas y electorales, evidenciando las múltiples formas espaciales de expresarse del poder.

De esta manera, la geografía política no deja de considerar las funciones del Estado21, las cuales articulan muchos de los procesos de gestión y administración territorial. Igualmente, considera las formas y funciones que adquiere el propio ejercicio del poder de un gobierno en turno, debido a que de este dependen en gran medida las formas y funciones que adquiere, por ejemplo, la inversión en infraestructura o servicios públicos.

La exploración de la dimensión espacial de la realidad social, se efectúa en este paisaje complejo, donde convergen ideologías valores e intereses económicos y seducciones culturales, que compiten por conquistar la mente y el corazón de los pueblos (Uribe, 1996: 23).

Por todo lo argüido hasta aquí, la geografía política evidencia la expresión espacial en la que se manifiestan ambigüedades, contradicciones, concertaciones y conflictos que operan en diversas escalas -a veces a nivel global, otras a nivel nacional o local- en un entrelazamiento que se precisa revelar. El objetivo que se persigue es dejar ver los espacios geográficos de poder construidos a través de la praxis de mujeres y hombres en las relaciones sociales, abiertas o encubiertas, que constituyen, a la vez, consecuencia y condición de los procesos políticos.

 

Conclusiones

La geografía desde su institucionalización como disciplina generó discusiones vinculadas directamente con la política, el espacio y el territorio. Varias fueron las perspectivas desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Así se observa en las polémicas emprendidas por los geógrafos de distintas latitudes, y en los alcances que tuvieron estas en la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Un aspecto destacable es la influencia de F. Ratzel y H. Mackinder en todas las argumentaciones de geografía política de esa época. Sus ideas incluso afectan de modo determinante la teoría del Estado de R. Kjellén, en la que propone el concepto geopolítica, el cual, según se expuso, fue posteriormente trabajado como sinónimo de geografía política por parte de diplomáticos, militares y algunos geógrafos políticos, en un panorama dominado por las luchas interestatales donde surgió la Geopolitik del nazismo.

Estas ideas originaron que a la geografía política se le relegara de las universidades por considerársela una ciencia fascista que elaboraba un simple análisis mecánico y causal. No obstante, persistieron vertientes como las de E. Reclus, C. Vallaux, J. Brunhes, entre otras, que criticaron la propuesta imperialista y fascistas de los geógrafos alemanes e ingleses. De modo que el proceso de construcción de la geografía política aconteció en un nudo de relaciones e influencias que fueron diferenciando los términos teóricos, políticos e ideológicos de las diversas propuestas surgidas hasta la primera mitad del siglo XX. Así, se confirma como la geografía desde su génesis institucional fue un saber político, que fue reiterado como tal en la década de 1960 cuando aparecieron interpretaciones de geografía política desde el feminismo, el marxismo, el anarquismo y la posmodernidad; mismas que renovaron y densificaron el discurso crítico de la disciplina. Hoy día, esta presenta un sin número de interpretaciones interrelacionadas de manera estrecha con las ciencias políticas, la sociología, la relaciones internacionales y los estudios literarios.

Lo expuesto lleva a concluir que la organización espacial de la política y la organización política del espacio son partes medulares del estudio de la geografía política. De modo que visualizar y entender las intrincadas redes de intereses, juegos políticos-económicos que determinan la producción, transformación y disputa en el espacio y por el espacio es parte de los objetivos de la geografía política.

Por consiguiente, la propuesta esbozada de geografía política -que tendrá que ser ampliada y debatida en otros trabajos- está lejos de las concepciones conservadoras de geografía: recuentos de nombres de capitales, localización de objetos, donde el espacio es neutro, únicamente el escenario de las actividades económicas y políticas de la sociedad, donde el 'orden' de los objetos geográficos simboliza el progreso, la 'paz' y la 'armonía', como si acaso la sociedad representase una obra de teatro finamente actuada, por lo tanto, 'planeada'.

El espacio en la sociedad capitalista no es un objeto 'neutro', libre de contradicciones: es la representación misma de la historia, de la política donde se produce. En algunos casos este puede ser producto de la violencia y de la imposición, ahí donde se tratan de eliminar de forma permanente tanto las espacialidades preexistentes como las espacialidades distintas, conflictivas o disidentes, en las luchas políticas actuales para reafirmar el sistema político imperante y perpetuar el capitalismo contemporáneo.

 

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Notas

1. "Desde de Herodoto y Estrabón, las descripciones definidas como geográficas estaban relacionadas no sólo a las características físicas de los territorios, sino también a la de los grupos humanos que los habitaban. [...] Fue en el siglo XVII cuando una geografía general de las sociedades humanas empezó a vislumbrarse. Aquí, también en los manuales de esa centuria se utilizó la expresión geografía política o civil. Aunque se utilizaron algunas pequeñas variantes en la terminología (astronómica, física), ésta fue la división que se utilizaría ampliamente durante el siglo XVIII y que perduraría luego largo tiempo en los compendios escolares" (Capel, 1989: 10-2).

2. Esta concepción permea los círculos de la enseñanza básica mexicana: primaria, secundaria y bachillerato. Incluso de algunos intelectuales, por ejemplo, en un artículo de reciente publicación en la revista Nexos, titulado "De mapas y cómo manipular opiniones", Luis González de Alba sostiene que: "podemos admitir que los mapas sean hermoseados pintando, por convención, los ríos de azul y los valles de verde perenne, aunque luego encontremos que los ríos corren de color chocolate y los valles son terregosos. Los geógrafos mexicanos nos han dado una cartografía más o menos precisa de nuestros ríos, montañas y bahías: ningún río corre en sentido contrario al por ellos señalado y no faltan islas en nuestras costas ni islotes dentro de una bahía. Pero no admitiríamos que, para consolidar nuestra imagen patriótica de unidad territorial, eliminaran ríos, montañas o barrancas imprudentes. Lo mismo que a los geógrafos debemos pedir a nuestros historiadores: unas cartas de navegación creíbles y sin contradicciones internas" (González de Alba, 2013). Son palabras que denotan una visión conservadora sobre la geografía y el espacio del país, porque la relacionan con un saber enciclopédico y descriptivo. Además, el autor equipara el mapa con el territorio, cuando no una imagen que representa una idea de la realidad; que en palabras de J. Brian Harley (2005: 205): "es un árbitro silencioso del poder".

3. Existe una gran diversidad de obras donde se observan múltiples posturas de lo qué es geografía, por ejemplo las siguientes: anarquista: Evolution et révolution, de Elissé Reclus (1880) y What Geography Ought to be, de Peter Kropotkin (1885); positivista: Models in geography, de R. J. Chorley y P. Hagget (eds.) (1967), y Excepcionalism in Geography, de Fred Schaefer (1953); marxista: The Limits to Capital, de David Harvey (1982) y Uneven Development: Nature, Capital and the Production of Space, de Niel Smith (1984); humanista: Social space in interdisciplinary perspective, de Anne Buttimer (1969) y Topophilia: A Study of Environmental Perceptions, Attitudes and Values, de Yi Fu Tua (1974); feminista: Geography and Gender: An Introduction to Feminist Geography, de Women and Geography Study Group (1984), y Feminism and Geography: The Limits of Geographical Knowledge, de Gillian Rose (1993).

4. Entre 1750-1752 el francés Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781) escribió una obra titulada Géographie Politique, la cual fue presentada como un tratado de gobierno: "Una tentativa de formalización de la intersección de lo político y lo geográfico [...] su preocupación fue demostrar que el gobierno comienza en el estudio de los factores geográficos de la política, lo que antecede a su participación política y sobre todo a la acción" (Castro, 2005: 19). En palabras de Turgot: "Historia y geografía determinan la posición relativa de los hombres; la primea expresa la posición en el espacio, la segunda la posición en el tiempo. Las descripciones estériles de regiones por un lado, la enumeración sencilla de años por el otro, son los lienzos en los que se colocan los objetos. La geografía simple y la cronología determinan la situación; la Historia y geografía política la pintan en sus verdaderos colores. La geografía política, me atrevo a decirlo, es el perfil de la Historia" (Turgot, en Gottmmann [1942: 200]; traducción propia).

5. La geografía política tuvo una fase clásica orientada por la relevancia de las sistematizaciones teórico-conceptuales que realizaron F. Ratzel (1882, 1897), P. Vidal de la Blache (1898), C. Vallaux (1911), J. Brunhes (1910) y André Siegfried (1913). Claude Raffestin (1980: 12) refiere que las obras: "Antropogeographie (1882-1891) y Politische Geographie (1897) son un momento epistemológico dentro de la geografía". Ruy Moreira (2006: 30), por su parte, afirma que estas abren la fase de las geografías humanas sistemáticas "al colocar la reflexión del hombre con la naturaleza en la frontera de la geografía con la Antropología y la Sociología, prácticamente inauguran una tradición de ver al hombre en su relación con la naturaleza por medio de la mediación del espacio político del Estado". De la misma manera, para Castro (2005), Visentini (2005), Agnew (2002), Farinelli (2000), Moraes (1990), Costa (1992) y Claval (1978), las obras representan fuentes determinantes de inspiración y crítica en el periodo del siglo XIX y mediados del XX.

6. El geógrafo anarquista Elissé Reclus edificó una magna obra de geografía, la cual fue relegada de las discusiones académicas en las universidades europeas. No obstante, desde una visión heterodoxa, relacionó la política, la lucha de clases, la evolución, revolución y el equilibrio en el mundo natural y social, el cual, por cierto, no separó en dos esferas distintas y, al contrario, desde su visión anarquista, las relacionó a través del concepto ayuda mutua, el cual planteó como parte de su propuesta y lucha, con base en la cual criticó el colonialismo europeo y la idea de un centro y una periferia. Esta propuesta fue confinada al olvido dentro del círculo de geógrafos que institucionalizaron la geografía, en un contexto donde la propuesta ratzeliana predominó el mundo colonial (Agnew, 1997; Ferretti, 2010; Castro y Alves Dutra, 2013).

7. Isaiah Bowman acudió a la Conferencia de Paz en París, 1919, en calidad de asesor de los gobiernos aliados. En esta los grandes ausentes fueron los geógrafos alemanes, relegados por haber sido enemigos de las potencias aliadas vencedoras de la guerra. El caso de Bowman fue paradigmático, director de la American Geographical Society en esa época, asistió como especialista en temas territoriales y dirigió la sección de inteligencia económica, política y territorial de la delegación que representó al gobierno de EEUU en la Conferencia para la discusión de la reconstrucción y el establecimiento de nuevas fronteras de Europa (Geoffrey, 1980: 90), con el objetivo de crear las "Nuevas Subdivisiones Administrativas de Inglaterra, Francia, Alemania, la reconstrucción política y económica de los países aliados, así como los imperios centrales desintegrados, como el Austro-Húngaro" (American Geographical Society Geographical Record, 1919: 110). En su estancia en París, se encontró con algunos de los geógrafos franceses más renombrados de la época: Jean Brunhes, Emmanuel de Martonne, Albert Demangeon, Alan G. Ogilvie, e incluso propuso a Brunhes la traducción al inglés de su libro La géographie Humanie, que editó con Richard E. Dodge en 1920 en EEUU (Geoffrey, 1980:93).

8. Desde 1890 prácticamente todas las universidades alemanas imparten alguna cátedra de geografía con F. von Richthofen (1883-1905), O. Peschel (1826-1875) o Ratzel (1844-1904).

9. La traducción es propia: "A geografia política, assim como a geografia física, não pode viver de uma pequena fração da superficie terrestre. Seu campo não se restringe ao espaco que ocupam as sociedades de civilização avançada. Eia não pode acreditar que sua empreitada esteja esgotada pelo estudo de alguns Estados".

10. Rudolf Kjellén fue jurista, parlamentario sueco, que perteneció al partido conservador de su país, defensor del nacionalismo, opositor al socialismo. Fue profesor de Ciencia Política e Historia en las Universidades de Uppsala y Gütemburgo, alumno y lector asiduo de Ratzel (Tunander, 2008: 166; Visentini, 2005:15).

11. Karl Haushofer fue profesor de geografía en la universidad de Múnich, Alemania; y Comandante Brigadier del ejército alemán. Publicó la segunda edición alemana de Kjellén Die Grossmächte (Las Grandes Potencias) en 1935. La primera edición ya había aparecido en 1917.

12. El análisis que realizó el historiador y almirante de la marina de los EEUU, Alfred Thayer Mahan (1840-1914), sobre la estrategia naval, el poder marítimo y la lucha por los diferentes territorios de los Estado-nación en el concierto internacional, desarrollado a principios del siglo XX, se identificó como un estudio geopolítico de los Estados por la escuela de Geopolitik de Munich. Esta propuesta influenció de forma significativa a los mandos militares norteamericanos (Cohen, 1963: 45).

13. Richard Hartshorne es un punto de inflexión teórico y metodológico de la geografía. En 1939 escribió The Nature of Geography; trabajo en el cual desarrolló una discusión epistemológica de la ciencia geográfica. Emprendió un acendrado debate con Fred Schaefer (1954) sobre la naturaleza de la geografía y su lugar dentro de la ciencias sociales.

14. La lectura de los trabajos de Whittlesey se popularizó tiempo después dentro de algunos sectores académicos y medios periodísticos.

15. La traducción es propia: "La politique d'un État doit donne tenir compte de la géographie, d'abord pour des raisons de méthode, mais encore parce que la géographie enseigne à connaître dans un univers varié les données matérielles de la nature, de la répartition des hommes, de leurs activités" (Gottmann, 1952: 3).

16. Este geógrafo francés elaboró su trabajo teórico-intelectual en EEUU, donde escribió un libro clásico en la geografía urbana: Megalopolis; the urbanized northeastern seaboard of the United States (1961). En esta obra ofrece un análisis detallado de las condiciones y tendencias que presentaba lo que denominó la región urbana. Igualmente, publicó en 1973 The Significance of Territory, obra pionera que se adentró al examen del concepto territorio.

17. La traducción es propia: "We must avoid the common confusion of terms and distinguish between geopolitics and political geography. The latter is a respectable discipline with a brilliant past, and it can be most helpful when applied to actual political problems [...]".

18. A partir de la década de 1970 se elaboraron propuestas críticas en todas las subdiciplinas de la geografía Humana, donde no solo se dilató el debate sobre cuestiones políticas, sino también en aquellas de caracter social, cultural y económico. Esto se observa en las obras de autores como Milton Santos (1970), Dix essais sur les villes des pays-sous-dévelopés, David Harvey (1982), The Limits to Capital, Neil Smith (1984), Uneven Development, Denis Cosgrove (1984), Social Formation and Symbolic Landscape, Stuar Corbridge (1986), Capitalist World Development, y Peter Dicken (1986), Global Shift, por citar algunos ejemplos.

19. Dentro del gran cúmulo de obras que se publican de geografía política se pueden encontrar: Katz (2001), On the grounds of Globalization: A topography for feminist political engagement; Fischer, Mercier, Raffestin (2003), Entre la politique et la science, un géographe genevois: William Rosier; Nelson (2006), Geographies of State power, protest, and women's political identity formation in Michoacán, Mexico; Cumbers, Routledge y Nativel (2008), The Entangled Geographies of Global Justice Networks; Soares y Terron (2008), Dois Lulas: a geografía eleitoral da reeleição (explorando conceitos, métodos e técnicas de análise geoespacial); Ribeiro (2001), A ordem ambiental internacional; Ribeiro (2008), Geografía Politica da Agua, y Ribeiro (2010), Geografía política e gestão internacional dos recursos naturais.

20. "El espacio absoluto en las sociedades occidentales se toma ampliamente como que existe de hecho [...], pero es solamente una de muchas maneras en que el espacio puede conceptualizarse, la representación del espacio como absoluto también tiene su historia. El espacio absoluto se estableció ampliamente como representación dominante del espacio, prefigurada en la geometría euclidiana, por supuesto entre los siglos XVII y XIX. En primer lugar, con el trabajo de Newton, Descartes y Kant una concepción absolutista comenzó a dominar la discusión filosófica y científica del espacio [...]. El espacio era infinito y a priori; geométricamente divisible en partes, por lo menos en el caso de Newton, era la prueba empírica de un dios omnipresente. Aunque ciertamente fue impugnada por pensadores como Leibniz, quien propuso que se viera el espacio en términos relacionales, el espacio absoluto se volvió cada vez más hegemónico" (Smith y Katz, 1993: 131).

21. Estado que, por cierto, no es homogéneo, porque dentro de su seno también se exhiben diferentes pugnas por el poder entre distintos grupos políticos y económicos.

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