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Espiral (Guadalajara)

versão impressa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.15 no.44 Guadalajara Jan./Abr. 2009

 

Reseñas

 

¿Campo o ciudad?

 

Elena de la Paz Hernández*

 

* Departamento de Estudios Socio Urbanos, CUCSH, Universidad de Guadalajara.

 

Patricia Arias es una autora que a lo largo de varios años ha dado seguimiento puntual a diversos procesos y transformaciones suscitados en las comunidades rurales y urbanas de la Región Centro Occidente de México.

En 1985, con la coordinación del trabajo Guadalajara la ciudad de la pequeña industria, Arias y sus colaboradores daban cuenta del importante proceso de industrialización en el área urbana de Guadalajara. Siete años más tarde con su trabajo La nueva rusticidad mexicana, Arias documentaba el regreso de algunas empresas al campo en busca de los paraísos fiscales y de las ventajas por parte de los industriales de la utilización de este nuevo espacio, relacionadas con el uso de las características sociales y culturales de la región, la disposición de mano de obra femenina y de los valores culturales que asignan un rol subordinado a las mujeres.

La obra que hoy coordina en colaboración con Ofelia Woo da continuidad y ruptura a la discusión iniciada hace más de veinte años.

Mismos veinte años durante los cuales Woo ha recuperado, con su vasta experiencia como investigadora en el Colegio de la Frontera Norte y después en la Universidad de Guadalajara, las transformaciones en otros espacios, tanto rurales como urbanos, que se han convertido en lugares de origen y de destino de procesos migratorios de muchos mexicanos.

La amplia experiencia de ambas investigadoras les permite presentar un trabajo que guarda unidad y coherencia, y que nace a partir de preguntas de investigación que intentan buscar respuesta desde los distintos ámbitos de estudio rural y urbano que —como señalan las autoras— cada vez es más difícil referirlos como espacialmente separados y socialmente distintos.

En la obra coadyuvan los esfuerzos de un importante número de investigadoras (todas mujeres), que se plasman en 12 artículos.

El libro se encuentra organizado en tres partes: que documentan tres procesos que las autoras denominan: a) "nueva ruralidad", entendida como las transformaciones económicas, laborales y sociales que se dan a partir de las comunidades rurales, cuyos efectos tienen consecuencias que modifican los escenarios y las perspectivas sociales y locales; b) "nueva urbanidad", que refiere a las transformaciones que suceden en las ciudades, en donde se ha constatado el surgimiento de nuevos fenómenos y actores sociales; c) "nueva espacialidad metropolitana", que da cuenta de dinámicas económicas laborales, de la emergencia de nuevas identidades que surgen en ámbitos donde coinciden y conviven poblaciones diferentes.

El libro reflexiona sobre cuatro temas: la relación entre el campo y la ciudad, el empleo, la migración y la emergencia de nuevos fenómenos y sujetos sociales.

La primera parte que problematiza el surgimiento de una nueva ruralidad incluye los trabajos de Kirsten Appendini y Margarita Estrada; los artículos de Lucía Bazán y Rosario Cota también contribuyen a desdibujar la imagen de un mundo rural que tenía como eje de sobrevivencia las actividades agropecuarias. Estos trabajos tienen en común el documentar cómo las familias de áreas rurales sobreviven a partir de múltiples ingresos provenientes de la realización de diversas actividades cada vez menos relacionadas con el agro.

El estudio de Estrada puntualiza cómo la aparición de nuevos empleos para mujeres, la importancia de la migración y el acceso creciente a la escolaridad, promovieron cambios importantes en la situación de las mujeres de familias rurales de Guanajuato, cuyos proyectos personales se asemejan cada vez más a los de las jóvenes de las ciudades vecinas.

El trabajo de Cota desafía la literatura especializada que sugiere que tradicionalmente los flujos de migración de desplazamientos laborales se daban del campo a la ciudad. Documenta los desplazamientos de un gran número de trabajadores —predominantemente mujeres— de las ciudades de Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque hacia Zapotlanejo, un espacio donde la actividad agropecuaria fue desplazada por la manufactura de prendas de vestir.

Por su parte, Lucía Bazán analiza las transformaciones en San Mateo Atenco a partir de que la ciénega desaparece como fuente de ingreso. Nos habla del tránsito de una comunidad entre lo rural y lo urbano, el paso de los cultivos a los talleres domésticos, la crisis de la organización ejidal y la pujanza de las organizaciones comerciales; en palabras de la autora, nos narra cómo "allí donde estaba el campo, ahora esta la ciudad". Esta frase parece expresar también la añoranza de los habitantes de San José del Castillo, Jalisco, donde la actividad agrícola se ha reducido notablemente y la mayor parte de las tierras cultivables del ejido se han urbanizado para ofrecer vivienda al creciente número de migrantes que ha recibido la comunidad. Mercedes Chong explica cómo, desde finales de la década de los setenta, se inició un acelerado proceso de urbanización e industrialización en ese municipio, que ha llevado a que en la actualidad el empleo agrícola resulte insignificante, y que a pesar de que algunos ejidatarios conserven sus parcelas —y la comunidad los identifique como tales—, sus hijos no se asuman como campesinos.

Así, estos tres trabajos al contribuir a comprender las trasformaciones en ámbitos rurales documentan una nueva "especialidad metropolitana" en donde —como ya se señaló— conviven poblaciones diferentes. La investigación de Esmeralda Correa también da cuenta de esos procesos.

El trabajo de Correa resulta excelente para problematizar cómo las generaciones de jóvenes que habitan en estos nuevos espacios metropolitanos definen su identidad a partir de fronteras identitarias que se mueven constantemente, en contradicción con los estudios sobre identidad colectiva que han dado cuenta de fronteras estables y memorias comunes que identifican y diferencian a los jóvenes. Los jóvenes de San Sebastián el Grande, lugar donde se realiza la investigación, otorgan significados diferentes a los cambios presentados en su comunidad de acuerdo a si son hombres o mujeres, al origen y estilos de vida transmitidos por una generación adulta o por ser originario de un espacio receptor de migrantes.

La parte del libro que documenta lo que las coordinadoras han denominado "nueva urbanidad" esta conformada por el mayor número de trabajos (seis). Dos de estos trabajos estudian de manera explícita el tema de la migración, que de alguna forma atraviesa la mayor parte de los trabajos que componen este libro.

María Eugenia Bayona, desde un enfoque sociológico, nos explica la intensificación del proceso migratorio de la población indígena hacia las áreas urbanas y analiza las nuevas tendencias que se presentan en este fenómeno: el cambio en los lugares de destino (que ha dejado de ser la Ciudad de México), el papel que juegan las redes sociales para definir las metrópolis de destino y la definición de su etnicidad en las representaciones de la ciudad.

Mientras Bayona documenta el arribo de migrantes a la ciudad, Woo analiza el proceso de expulsión de pobladores de las áreas urbanas a los Estados Unidos. La autora selecciona como espacio de estudios dos colonias del área metropolitana de Guadalajara que tienen en común el haberse constituido en la década de los sesenta con población originaria de localidades rurales, que buscaban en las ciudades mejores opciones de vida. El trabajo de Woo caracteriza las especificidades de la migración urbana a diferencia de la rural y que tienen que ver incluso con distintos imaginarios sobre la vida en el norte. Enfatiza a los nuevos actores de la migración urbana —las mujeres— y documenta cómo dichas mujeres, si bien no tienen una experiencia migratoria, cuentan con un capital social que les permite integrarse a su nueva sociedad. La autora advierte sobre la necesidad de estudiar este fenómeno considerando la condición de clase, etnia, edad y estatus migratorio.

El trabajo de Evangelina Salinas y Leticia Flores reflexiona sobre el imaginario urbano de los pobladores de la misma colonia que estudia Woo, pero que no emigran.

Las autoras exploran tres ejes: 1. Transformación de la colonia en las últimas tres décadas, 2. Prácticas sociales de sus habitantes y 3. Representaciones en torno al espacio social.

El imaginario urbano de tres generaciones que habitan la colonia estudiada reflejó diferencias y coincidencias tanto en las ideas como en las prácticas.

El conocimiento, representación y construcción de las imágenes de la colonia estuvo en función del espacio inmediato en donde vivían, y en eso coincidían ancianos, adultos y jóvenes. La cuadra y el barrio, además de ser un referente geográfico, se convierten en un espacio común en las relaciones de amistad y convivencia; pero también son el contexto de conflictos, gestión y solución de problemas. Las autoras tienen la agudeza para analizar la distinta manera en que se construye dicho imaginario según las diferencias de género y generación.

En aparente polémica con los resultados de Salinas y Flores, el trabajo de Zeyda Rodríguez muestra cómo el barrio ha dejado de ser el centro alrededor del cual gira y se organiza la vida de los jóvenes urbanos, y destaca el papel que juegan las tecnologías vinculantes (teléfono e Internet) en las relaciones afectivas de los jóvenes en metrópolis cada vez más amplias, geográficamente hablando. Señala cómo la política represiva de las autoridades gubernamentales los ha orillado a hacer un uso más restringido de la calle, la esquina y el parque como lugar de socialización entre jóvenes.

No obstante esta realidad, la autora analiza la respuesta de los jóvenes, que se presenta en forma individualizada, atomizada y no a través acciones colectivas que les permitan apropiarse de espacios y lograr un ejercicio más amplio de sus libertades. Si bien esto no implica que acepten el orden institucional, los resultados del trabajo de campo de la autora demuestran que existe una ausencia de la idea de ciudadanía, así como desconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos.

Finalmente, cabe señalar que Rodríguez refiere que su estudio se realizó con jóvenes "incorporados", concepto que designa a quienes se encuentran dentro de la institución escolar, que medianamente se ha insertado en el mercado de trabajo y que tiene acceso a la información que los medios de comunicación les ofrece y a diversos medios culturales. Quizás en este hecho radica la explicación de que para estos jóvenes el barrio haya dejado de ser un referente importante, mientras que para los de las colonias populares, estudiados por Flores y Salinas, continué como un referente importante en la identidad colectiva.

Los trabajos de Patricia Arias y Leticia Robles estudian los cambios en las colonias urbanas cuyos pobladores han envejecido y, por ende, sus percepciones son muy distintas a las de aquellos que se iniciaron en la ciudad.

Utilizando un enfoque antropológico, Arias nos habla de los modelos de transmisión de herencia y las representaciones culturales que aparecen en los discursos y comportamientos actuales que acompañan el dilema de la sucesión en las colonias, particularmente aborda el caso de la Colonia Santa Paula en Guadalajara. Nos muestra cómo las precondiciones que avalaban los modelos de herencia en el mundo rural dejan de estar presentes en las colonias populares urbanas, en donde hoy en día la casa suele ser el único patrimonio susceptible de herencia. Concluye señalando el hecho de que los modelos de herencia y las representaciones culturales favorecen mucho más a los hombres como herederos potenciales de las casas de sus padres que a las mujeres y, de manera paradójica, esas mismas representaciones han hecho que la atención a los padres ancianos y enfermos recaiga en las mujeres.

El artículo de Leticia Robles profundiza sobre la problemática de cómo sobrevivir enfermo y pobre en una colonia popular de la ciudad de Guadalajara. Con un mirada micro-social, el trabajo de Robles tiene como propósito mostrar que las respuestas ante la enfermedad crónica durante la adultez y la vejez deben entenderse no únicamente a partir de sus actuales condiciones de pobreza, sino también de etapas previas de los ciclos de vida. Nos muestra de qué manera la enfermedad crónica empobrece aún más a los pobres, y que los recursos que hacen la diferencia en cuanto a la calidad y el tipo de atención a los enfermos son, en este caso, las remesas que se reciben de los migrantes.

Finalmente, cabe señalar que este libro constituye un importante esfuerzo dado que abre nuevas líneas de investigación y nos invita a repensar la ciudad.

 

Nota

Patricia Arias y Ofelia Woo Morales (coords.) (2007), ¿Campo o ciudad? Nuevos espacios y formas de vida. Universidad de Guadalajara, México, 309 pp.

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