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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.14 no.42 Guadalajara may./ago. 2008

 

Sociedad

 

Campo político y juventud: análisis en dos dispositivos de Morelos. De la negación del otro a la política como servicio1

 

Marcos J. Estrada Ruiz*

 

* Coordinador del Área de Evaluación y Sistematización en Casa de la Ciencia: Centro de Innovación Educativa, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. mestrada@sclc.ecosur.mx.

 

Fecha de recepción: 03 de mayo de 2007
Fecha de aceptación: 03 de julio de 2007

 

Resumen

Se presenta un estudio en dos dispositivos formativos de Morelos, uno formal y el otro informal, en ambos se analizan las representaciones que los jóvenes mantienen de su relación con el campo político y la manera en que irrumpe en sus vidas. Sobresale que en los jóvenes escolarizados los núcleos figurativos imperantes son la manera formal en la que se la inscribe; la democracia como parte del campo en la que se presenta de manera disociada y la comprensión bajo el conflicto al que se la asocia con la consecuente negación del otro distinto. Por su parte, los jóvenes del dispositivo informal presentan representaciones similares, la política como conflicto; la democracia al interior del campo político y como elemento de las relaciones intersubjetivas y la política como servicio, a la cual aspiran y en la que el otro figura notablemente.

Palabras clave: jóvenes, campo político, dispositivos de formación, formación ciudadana, democracia

 

Abstract

The present is a study of two Morelos formative devices, a formal and an informal one, in both cases we have analyzed the representations that young people maintain of their relations with the political field and the way it impacts on their lives. It stands out that in the young attending school the prevailing figurative cores are the formal way in which it is registered; democracy as part of the field in which it is presented in a disassociated manner and the understanding under the conflict to which it is associated with the contingent denial of the different other. On the other hand, the young people from the informal device present similar representations, politics as a conflict; democracy inside the political field and as an element of the inter-subjective relations and politics as a service, to which they aspire and where the other stands out notably.

Keywords: young, political, training devices, citizenship education, democracy

 

Problemática: juventud y política ¿relación infranqueable?

En un contexto socioeconómico y político en el que el segmento social denominado "jóvenes" se enfrenta a condiciones de desempleo y precariedad de trabajo (Antunes, 2000) como no se enfrentaron otras generaciones, su relación con lo político presenta una realidad, aparentemente, inédita. Como muestras de un "nuevo capitalismo" que impone demandas socioeconómicas a muchos jóvenes mexicanos, viéndose impulsados a la fuerza de trabajo (Suárez, 2004:72) y, al mismo tiempo, expulsados de la escuela, parecen ser otros campos prácticos los que se han vuelto primarios en sus vidas. En dicho contexto marcado por la necesidad, lo político es negado; la prioridad está en el aseguramiento material, en la producción y reproducción de su vida, y éste sólo irrumpe o de manera formal o como algo que obstaculiza sus posibilidades de subsistencia.

A los jóvenes se les ha caracterizado por su escepticismo político acompañado de una suerte de repulsa hacia el campo y sus practicantes, es decir, los políticos (Fernández, 2000: 3). Situación contradictoria pues desde el campo de lo "juvenil" ha imperado la idea de que son los sujetos de la renovación, el cambio y las transformaciones. Es decir, los jóvenes son concebidos como actores sociales y políticos (Aguilera, 2003: 67; Benedicto, 2002: 41), con el potencial para el cambio social. Esta última idea es la que más se ha destacado en la bibliografía "juvenil" en general (Fernández, 2000: 4).

Pero, ante el panorama que parecía desolador de la relación juventud-política, se ha argumentado que el hecho está sucediendo en otros ámbitos y que la comprensión tradicional de los mecanismos de participación e involucramiento con lo político se ha modificado. Esto indica que sí hay interés y participación, pero bajo esquemas no convencionales, sosteniendo que "lo político pasa por otros lugares" (Portillo, 2003: 222); que las culturas e identidades juveniles constituyen dispositivos de resignificación de lo político (Reguillo en Monsiváis, 2004: 39); o bien, que hay una instauración de un campo político propio que disputa el sentido al mundo formal adulto (Aguilera, 2003: 73). Beck (1997: 11) ha argumentado que los jóvenes practican una denegación de la política "altamente política". Considero que esto es, en efecto, cierto,2 pero la cuestión es que no se han detenido a explicitar cuáles son esos lugares y estas formas, aparentemente, reivindicadas de lo político.

También es cierto que esta suerte de confusión y esperanza subjetiva proviene de una falta de claridad de lo que el campo político significa per se. Estamos, pues, ante la imposibilidad de generalizar la caracterización de los jóvenes bajo patrones estables, particularmente si nos ubicamos desde el campo político. En este trabajo abordamos a la juventud como característica sociológica, por tanto, además de ser una construcción social, la juventud es una condición social y jóvenes son un segmento de la población (Estrada, 2007: 27). Por eso es que la definición y el análisis deben enfocarse en el tipo de condición en que se encuentran los sujetos de estudio. Así, nos planteamos las siguientes interrogantes, ¿de qué manera se relacionan los jóvenes con el campo político?, ¿cómo se asumen y qué expectativas tienen los jóvenes ante su ciudadanía legal y, en general, hacia el campo político?, ¿cuál es la representación que impera sobre el campo?

 

Problematizando el campo de estudio

El campo educativo ha pretendido responder a esta desafección política de manera poco efectiva, pues las estrategias implementadas para la formación ciudadana han desembocado en el tratamiento de los contenidos en sentido declarativo (Yurén et al., 2004), imposibilitando que los estudiantes lleven a su cotidianidad los diferentes componentes de la ciudadanía responsable. Es decir, han negado a la formación ciudadana como el desarrollo de competencias y disposiciones ético-cívicas que los sujetos construyen mediante la experiencia de relacionarse con el campo político (Estrada, 2007: 8), además de reforzar una moral convencional y reducir la ciudadanía a una práctica consistente en "respetar las leyes" y "el estado de derecho" (Jiménez, 2002).

Los estudios acerca de la formación ciudadana en la escuela han reportado la ineficacia de la misma para formar personas con "visión ciudadana"; más bien, la tendencia ha sido a perpetuar los rituales cívicos (Arredondo, 1997; Hernández, 2001). Sin embargo, la escuela no es el único ámbito en el que se configura el ethos ciudadano. Espacios como el trabajo, la familia, los movimientos sociales y el contexto más amplio, pueden contribuir a que los sujetos desarrollen disposiciones que condicionen, simultáneamente, la manera de percibir y actuar en el espacio público.

Particularmente en Morelos se ha caracterizado a los jóvenes por una negación y desinterés por la política (Estrada, 2004; Araújo-Olivera et al., 2005). Diversas fuentes, como las encuestas, exhiben datos similares. La Encuesta Nacional de Juventud presenta datos en los que se muestra que el menor porcentaje de confianza de los jóvenes lo tienen las instituciones públicas o del gobierno, y los mayores, la iglesia (34.7%) y la familia (34.6%) (IMJ, 2003: 127; IMJ, 2005: 32). Muestran claramente que la política no les interesa, porque los políticos "son deshonestos" y que, de ser el caso, sólo participarían en las elecciones.

Para los jóvenes de Morelos el significado de ser un buen ciudadano está asociado con tres cuestiones básicas: "ser consciente de lo que sucede", "hacer cosas por los demás" y "vivir sin involucrarse en ningún momento" (Suárez, 2003: 37). Al respecto, cabe decir que trabajos empíricos realizados en el estado, han mostrado la tendencia a ser conscientes de lo público, pero quedando cómplices o impotentes ante lo que sucede (Yuren et al., 2004; Estrada, 2004). Permanece la idea de que lo político es conflictivo y por ello prefieren mantenerse al margen y no involucrarse (Araújo-Olivera et al. , 2005); una especie de cesión tácita del poder ciudadano. También porque no existen los espacios donde los jóvenes logren actuar políticamente o lleguen a sentir que contribuyen en algo a la vida pública; de ahí que entre los motivos que se mencionan para votar en alguna elección, el de mayor porcentaje con 38% es: "porque sólo así puedo participar y elegir a mis gobernantes"; seguida por 24.2% de "es un derecho" (IMJ, 2003: 133).

En este contexto, pues, como bien advierte Suárez (2004: 75), no es de extrañar que los jóvenes mexicanos se aferren a las instituciones tradicionales como la familia o la iglesia; desconfiando de las modernas, como las instituciones políticas asociadas a la vida democrática.

 

El marco de referencia: campo político

La relación campo político y juventud, ha sido estudiada bajo una comprensión de la política al estilo weberiano, es decir, condicionada por el poder entendido como dominio, o bien, como conflicto en la relación amigo-enemigo schmitiana (Schmitt, 1991). En este panorama el resultado era previsible, la denegación del campo político por la mayoría de los ciudadanos.

Nos ubicaremos bajo un andamiaje teórico (Yurén et al., 2004) distinto. El constructo "campo" le sirvió a Bourdieu (1997: 75) para mostrar el microcosmos de un espacio relativamente autónomo de lo macro, provisto de sus propias leyes, con una lógica interna que lo singulariza frente a los demás, volviéndolo identificable respecto a otros campos. El campo "funciona a la vez como institución de inculcación" (Bourdieu, 1988:63). Aquí se muestra su relación con el habitus, pues no sólo representa ese espacio específico en el que el sujeto se mueve y en el que desempeña una función, sino que creará en él una "formación duradera" (Bourdieu y Passeron, 1998: 250). Aparece la cuestión de la formación, el campo va a mostrar su lógica mediante el habitus, que como formación duradera en el sujeto, requerirá de un cierto saber aunado a competencias y disposiciones —capital cultural— a ser jugadas al interior del mismo. Esto es esencial en el campo político porque si es percibido como legítimo, requerirá de toda la competencia posible para actuar en él, pero cuando no es concebido así, la incompetencia no es "rigurosamente sancionada" (Bourdieu, 1988: 85) y todo parecería permitido.

Enrique Dussel (2006: 4-6) caracteriza y delimita al campo político como los diversos niveles o ámbitos posibles de las acciones en las que el sujeto opera como actor de una función —la de ciudadano—, y compuesto por principios implícitos, que son las fuerzas que estructuran "las prácticas permitidas dentro del campo". Es, pues, el espacio "en el que los actores políticos actúan públicamente en tanto políticos". Esta concepción permite dejar abierta la idea de "lo político" sin reducirla, por ejemplo, a la relación amigo/enemigo, pues parte de una comprensión del poder distinta, no como dominio sino como poder consensual político (Dussel, 2006) que encuentra su fundamento en el consenso de la comunidad política. Esto porque siempre se encontrarán nuevas dimensiones de lo político que se podrán incorporar a la lógica interna del campo.

Considero que, particularmente esta idea, posibilita no sólo trascender el espacio público como único componente de lo político sino también descubrir a la política atravesada por otros campos fuera de los formales, aunque quizá en un nivel menos institucionalizado (Dussel, 2006). El ciudadano es en sí el que da vida al campo político y éste se define a partir de aquél, sin él se vuelve un espacio vacío.

 

Consideración metódica

En este trabajo la "realidad" no ha sido afrontada como lo "dado" que se explica desde un a priori teórico. Considero que "la relación con la realidad debe ser construida" (Zemelman, 1987: 82). Parto de la comprensión de ésta como algo dinámico y, por consiguiente, complejo. Por lo anterior, la estrategia para abordar la problemática fue la de estudio en caso (Rockwell, 1986: 14; 1993). Esta postura consiste en la utilización de conceptos de carácter estructural que permitan analizar los procesos históricos y sociales que se presentan en la realidad estudiada —campo político y juventud, en nuestro caso—. Es decir, se privilegia el estudio de un problema estructural y macrosocial "en casos específicos" (Bertely, 2000: 32-33) lo que también equivale, según Dell Hymes (en Bertely, 2000: 33) a que el investigador particularice la generalidad y no viceversa.

Dentro del campo educativo entendemos por dispositivo al conjunto de elementos dispuestos de tal forma que, al movilizarse, conducen al logro de una finalidad educativa y social determinada (Yurén, 2005: 32-33). Ahora bien, abordamos nuestras problemáticas estructurales en dos dispositivos de referencia: uno formal y el otro informal. El primero, correspondiente al ámbito escolar, propiamente a una preparatoria. El segundo, al margen de la institución educativa, referente al trabajo, la vida en el desempleo o la familia. En total3 se entrevistaron y observaron a 40 jóvenes —20 pertenecientes al dispositivo formal y los restantes al informal—. Los jóvenes de la preparatoria se encontraban cursando el último semestre de su formación, en la edad promedio de 17 años, provenientes la mayoría de clase media con padres profesionistas y con la perspectiva incuestionable de ir a la universidad y estudiar carreras como derecho, artes plásticas, antropología y diversas ingenierías. En cambio, los jóvenes trabajadores y desempleados —cuyo promedio de edad es de 19 años— de entrada dejaron de estudiar por razones económicas; sus padres —empleados la mayoría— ya no pudieron pagarles sus estudios, y aunque muchos trataron de combinar el estudio con el trabajo, éste terminó por convertirse en el campo práctico primario. Sus ocupaciones oscilaban desde el desempleo, amas de casa, meseros y, en su mayoría, empleados en puestos de venta de ropa, discos, películas y videojuegos.

En ambos dispositivos tomamos como elemento principal para el análisis a los actores, sus perspectivas, experiencias y representaciones sobre la relación campo político-juventud.

El entramado analítico se compuso de un análisis del discurso que se fue movilizando de la búsqueda de patrones emergentes (Bertely, 2000) hasta encontrar el núcleo de las representaciones asociadas a determinada figura (Jodelet, 1986). Recurrí al análisis estructural (Piret et al., 1996) como herramienta que permite develar el cómo una persona representa la realidad; se interesa también, y particularmente, por hallar lo que no está explícito o manifiesto.

 

Lo formal como modo de irrupción: la política en los jóvenes del dispositivo formal

Entre los jóvenes escolarizados encontramos cuatro ámbitos de sentido que, asociados a una determinada figura (Jodelet, 1986: 476), dan cuenta de su representación del campo político.

Lo formal viene condicionado por procedimientos propiamente legales, burocráticos y sin repercusión en el nivel de interés y comprensión de lo político en los jóvenes; es, por definición, meramente procedimental.

El documento formal que representa el derecho de ciudadanía y de participación política —la credencial de elector— se reduce a lo que permite realizar trámites y para el trabajo. Efectivamente es algo formal; no es, en ningún sentido, algo significativo adquirir la ciudadanía con sus consecuentes responsabilidades políticas. En los terrenos de la formalidad, la forma es el fondo; no hay nada más, ninguna relación o afectación material en la vida de los sujetos o su relación con lo político. Esto contribuye a la opinión que se tiene del campo político como algo heterónomo y conflictivo, en lo que no se participa más que para defenderse de su hostilidad.

 

 

Cuando lo político se entiende dentro de lo formal, los jóvenes no se reconocen completamente como parte integrante del campo, esencialmente porque no han sacado su credencial de elector —que para ellos es lo que avala la ciudadanía formal—. Nótese cómo lo político entra en la vida de los jóvenes por su condición de ciudadanos; si no tienen esta formalidad, consideran que no participan del campo, además de la asociación con la edad.

La inserción en lo político y las responsabilidades inherentes al mismo, muchos jóvenes las ven a futuro, en una edad adulta centrada en una participación electoral. Ésta es la posibilidad que ven, por una parte de participar y, por la otra, es el momento que prevalece —por excelencia— de irrupción de lo político en sus vidas.

Aun cuando reconocen la importancia de la temática e incluso se logran interesar, esto es más bien algo que se inscribe en lo formal pues cuando aparecen las posibilidades de involucrarse y de intervenir, el deslinde es inmediato: interesa pero sin participar. Hay un interés en la temática, pero al enfrentarse a las condiciones fácticas de involucra-miento, entonces toman distancia argumentando que no les interesa ejercerla, sino sólo debatir sobre esos temas. La representación negativa de lo asociado con la política se traduce en una toma de posición-acción que los lleva a interesarse pero no a involucrarse, y este interés es interpretado como el ámbito en el que "participan".

La opción, entonces, es asumir la figura del espectador: considerar que la obligación y responsabilidad dentro del campo político es la de estar enterados e informados del acontecer; observar sin comprometerse. Concatenadamente, nos habla de una ciudadanía en un sentido convencional de obedecer las normas y leyes por el hecho de serlas (Kohlberg, 1992). Aunque reconocen su no participación en la toma de decisiones y en que éstas no son las mejores para el pueblo, se acepta sin remedio las normas y leyes "propuestas por ellos" —los políticos—. No sólo es una idea de la democracia y de la política formal-convencional, sino toda una disposición a ceder, de hecho, el ejercicio pleno de la ciudadanía con su consecuente poder ciudadano.

 

La democracia que trasciende al campo

La concepción formal de la política se descubre también al analizar uno de los elementos del campo: la democracia concebida como un proceso formal. Lo procedimental, sin mediación de la acción explícita del ciudadano por medio del debate y la confrontación de ideas distintas:

Pues el término democracia es bastante interesante, bastante certero, porque implica la libertad del pueblo al elegir a sus gobernantes [...] Todavía nos falta evolucionar un poco más pero creo, o al menos eso quisiera creer, que se está dando la evolución (EM/MNSAP1/6).

La concepción de democracia que prevalece es la asociada a lo electoral y representativo, pero avalada por el componente de la libertad del pueblo al elegir a sus gobernantes. Ahí se encuentra una connotación positiva, aunque se reconoce que falta que "evolucione un poco más"; lo que lleva a pensar que es entendida como un proceso. De manera implícita, esto muestra ya la conciencia de que se necesita algo más que el tipo de democracia formal-representativa imperante.

La democracia es enjuiciada de manera directa en sentido positivo. Desde la perspectiva de estos jóvenes: democracia significa "tratar a todos por igual", siendo el componente de igualdad lo que permite discernir si efectivamente "falta" democracia o no. Pero aquí descubrimos que es comprendida y enjuiciada positivamente porque se entiende como parte de las relaciones interpersonales, inherente a la vida cotidiana y no como un elemento necesariamente integrante del campo político. Cuando el discurso de la democracia se comprende al interior del campo, la valoración no sólo disminuye, sino que prácticamente desaparece:

Creo que sí falta más democracia, sobre todo por la corrupción y todas esas cosas [...] Pues que fueran menos corruptos todo lo que es el sistema político, yo creo que eso principalmente (EM/MNSAP1/7).

Se enjuicia negativamente cuando se entiende como elemento propio de lo político. "Falta democracia" porque "hay corrupción" en el "sistema político". En esta asociación y percepción, como parte del campo, la democracia está en falta porque la ilegitimidad de éste la ha tocado:

Siento que nos falta mucho [para la democracia], por la corrupción, hay mucha corrupción [...] En primer lugar, que no haya tanta corrupción, que los presidentes y gobernadores no intervengan en las elecciones (EM/MNSAP1/8).

Lo cual denota el sentido formal en el que se la inscribe. Son dos tipos de asociaciones de la democracia en los jóvenes escolarizados: en sentido positivo se percibe como parte de las relaciones interpersonales; y en sentido negativo, como parte del campo político. En ambos casos sin posibilidades de inserción crítica y con atisbos de transformación, la que es enjuiciada de manera positiva, no lleva a la esfera de las decisiones, pero sí al de las relaciones interpersonales. En el cuadro siguiente vemos esquematizado lo anterior, la esfera en la que se le comprende y la valoración consecuente:

 

La política como conflicto (lo defectivo)

Encontramos que existe en los jóvenes una comprensión de la política como aquella que provoca conflicto, y por ello prefieren quedar al margen de la misma; lo que en consecuencia ocasiona la cesión tácita del poder ciudadano. La hemos caracterizado como parte de toda una disposición a la sujeción (Estrada, 2004). Pero la negación del conflicto tiene implicaciones más profundas que este sólo hecho, que pareciera aislado.

Lo defectivo es una asociación de representaciones que desembocan en un alejamiento del campo político; sin duda, el de mayor peso es el del campo ilegítimo marcado por antivalores políticos. Cuando se profundiza más sobre la política, los jóvenes reconocen no saber en esencia qué es, su primera respuesta cuando se les cuestionaba sobre lo político era una muestra de desagrado, de desinterés y de renuncia a priori a su significado e implicación. Admiten desconocer sus funciones, lo cual nos indica que es una de las razones por la que aceptan parte de la cultura política defectiva prevaleciente. Pero cuando se les preguntó por las razones, coincidieron en que en realidad no saben lo suficiente. Hay, pues, una postura a-crítica sobre el campo y se opina y se concibe con base en prejuicios políticos, tal y como lo precisa Arendt (1997: 52-53), es decir, sin evidencia clara, pues no son producto de la experiencia personal.

Aparecen también, de manera significativa, las consecuencias de la negación del conflicto. Se niega implícitamente el consenso —y dentro de lo normativo ya se perdió, entonces, su positividad— y se cede el poder ciudadano. Irrumpe entonces lo que caracterizamos como el dilema del súbdito, ejemplificado en el discurso de este joven:

Porque no. O sea: no me interesa estar con personas que sé que nada más me están... me hablan porque les interesa que les dé mi voto, mi apoyo; o sea, no me interesa, así, gente hipócrita; la verdad que nada más quiere que lo apoyemos para ganar y después, ¡ah ni te conozco! Nada más por ganar, por tener poder. Y cuando están arriba, ya... Y eso lo ves en la Prepa, con los del CESA y eso: te jalan, tu voto, si tienes algún problema, "¡ah sí, luego vemos!"; o sea: no, eso no me gusta mucho, se me hace mucha hipocresía. No me gusta (EH/MNSAPI/2).

El desagrado hacia la política proviene de la percepción que se tiene de las prácticas políticas institucionales —partidos, congreso, gobernantes— pero también, y quizá de manera más específica, de los pequeños espacios políticos que se ejercen en el ámbito escolar. Si incluso su referente político inmediato a nivel cotidiano-escolar está comprendido como lleno de corrupción e hipocresía, no hay resignificaciones posibles de lo político en su nivel más cercano, sino reafirmación y reproducción de las prácticas al nivel más amplio de la política.

Se descubren las implicaciones de la política, pero desde lo negativo. La migración, por ejemplo, la asocian con ésta porque "si no hay trabajo, la gente se va". Los jóvenes escolarizados encuentran las dimensiones de lo político identificando lo que a su alrededor está mal: desempleo, migración, corrupción, etcétera. El campo político está saturado de los peores adjetivos, todo lo negativo "va junto con lo de la política", sostienen. Se reproducen las prácticas macro a nivel micro, se refuerza la obturación de la comprensión de lo político sin alternativas, pues al nivel de la vida cotidiana-escolar se muestra una copia fiel de lo que acontece al nivel de la política partidaria y de gobierno en general:

La política en cierta forma sí me gusta, pero no me gusta cómo la aplican. Como ahorita con eso del CESA... Tienen una que otra buena idea, pero manejan la política como la [...] que se pasa en las noticias... que hay que saber manejar. Saben manejar la política ellos, pero no lo pueden utilizar para ya a grandes rasgos para el bien dentro de la comunidad, porque tampoco tienen mucho, digamos, dinero; algo parecido, para hacer de verdad grandes cosas aquí, grandes planes en los que sí puedan ayudarnos en lo académico. De todos modos, tiene que pasar por el consejo de maestros y que lo aprueben así que... De que me gusta, me gusta... pero no me gusta como la aplican (EM/MNSAPI/5).

La escuela, en este sentido, refuerza la forma de hacer y concebir la política por medio de prácticas reproductivas de lo político, clientelar y autoritario. Los propios orientadores escolares reconocen, al igual que los alumnos, que el campo es defectivo y, por otra parte, que no saben mucho del tema, se declaran ignorantes al respecto, asociándolo también con que el campo es de especialistas —de carácter privado y no público—; lo cual demuestra que el propio dispositivo escolar refuerza dicha representación de la política.

Hay interés desde lo cotidiano, percibido ahora como una extensión de lo que sucede en el campo mayor, como muestra perversa de nuestra cultura política que reproduce las prácticas del sistema político en su conjunto. Los jóvenes identifican los ejercicios de organización y de representación estudiantil, como expresiones de política, pero las encuentran semejantes a las de la política partidaria o de gobierno y de representación, pues aunque los estudiantes eligen a sus representantes "de todos modos tiene que pasar por el consejo de maestros y que lo aprueben", así que lo que ellos detectan como lógica y prácticas de los políticos profesionales o propiamente del gobierno, se reproducen a nivel micro, en sus prácticas estudiantiles; esto hace que lo rechacen también a nivel cotidiano.

Esta negación del campo proviene también del desconocimiento que existe sobre el mismo. El sentido negativo predominante, sin interés, encuentra cierta justificación en la aceptación de que no se sabe mucho sobre lo que significa y lo que tiene que ver con la política:

No, casi no me llama la atención, la verdad; política no [...] No sé... pues no sé mucho de política, a lo mejor también por eso pues no me gusta mucho (EM/MNSAPI/7).

Éste fue un patrón emergente en nuestro trabajo, nos indica que no es sólo la representación defectiva sobre la política lo que hace que no se interesen y se alejen de la misma, sino que también la percepción de que es algo complicado, difícil de aprehender. Serían entonces dos tipos de representaciones relacionadas: a) lo defectivo por ser un campo impuro, ilegítimo; y b) la asociación con un ámbito complicado, ante lo cual se requiere de determinado conjunto de saberes y conocimientos —adquiridos en la escuela.

En los jóvenes, y quizá en la mayoría de los ciudadanos mexicanos, la comprensión e interpretación de la política está envuelta en una serie de dilemas por las implicaciones que adquieren sus opciones. Se niega la participación y el ejercicio del poder ciudadano y se acepta implícitamente —en ocasiones no de manera tan implícita— la preferencia por la figura del súbdito. En otras, como lo es la estructura dilemática siguiente, se opta por una política sin debate ni deliberación. Lo siguiente es una de las vertientes que se desprenden del análisis estructural, específicamente la estructura cruzada, que muestra las realidades emergentes del discurso de los sujetos, sobre todo las que están de manera implícita (Piret, 1996: 50).

Nos encontramos ante cuatro ejes discursivos que se desprenden de los datos del espacio escolarizado. Se trataba de que expresaran lo que para ellos significa la política. Hay dos realidades que brotan de su mismo discurso y las otras dos están de manera implícita, evidencian realidades negadas.4

 

 

Aparece, nuevamente, la falta de aceptación del conflicto y del debate. Las discusiones son vistas como algo negativo dentro de la política; lo deseable, entonces, sería una política sin debate ni discusiones. Por otra parte, se reconoce que la política requiere de cierta capacidad discursiva, saber hablar es necesario dentro de este campo, pero como una capacidad de mera "comunicación", que no para el debate mediante argumentos o para buscar el consenso.

La política que interesa es aquella en la que no hay pleitos ni discusiones, en la que no hay muestras de divergencia y en donde el uso de la razón discursiva, a través de las competencias argumentativas del debate, no se hace presente. Se niega, pues, lo esencial de la cuestión política: la posibilidad de arribar al poder consensual político (Dussel, 2006), el cual no existe sin la razón discursiva.

La política que se acepta y que sería deseable en este caso, es la que promueve la ausencia de debate, que evite las discusiones que son percibidas por los jóvenes como la no-política. El dilema está en la negación de una parte importante, quizá esencial de la vida pública, del ejercicio de la ciudadanía y que tiene como fin la realización de lo político para la reproducción de la vida de la comunidad: del poder que se crea a través del consenso de la comunidad de referencia y del respeto y convivencia con lo distinto, con el otro.

 

La política en los jóvenes del dispositivo informal

Aunque están insertos constantemente en el campo político, los jóvenes no escolarizados dejan ver la irrupción de la política en sus vidas por medio de su relación con el trabajo: el campo laboral cruza el político y lo hace evidente, lo devela. En cierta medida avasalla al campo político, sólo lo toca de manera parcial, e irrumpe en la vida del sujeto cuando éste se enfrenta a un campo laboral que le exige la mayoría de edad; por ende, la credencial de elector para acceder a trabajos formales. Los jóvenes que trabajan se enfrentan desde más temprana edad a lo político-formal por presión del campo laboral, se tiene acceso a una ciudadanía parcial que se relaciona con la credencial electoral por la misma vía.

Diferente a los escolarizados, en donde la credencial como documento formal de la ciudadanía no se necesita, para ellos es algo secundario y su contacto con lo político-público se vuelve también algo de segundo orden. Con los jóvenes del dispositivo informal, sin embargo, lo político está más presente en su vida cotidiana, lo que no significa que asuman una postura más crítica sobre el mismo, simplemente que están más cercanos a él y lo conocen porque lo laboral los vincula con lo político.

Para la mayoría de los jóvenes no escolarizados, la política no tiene un significado positivo y en esencia no les gusta porque los políticos no cumplen con lo que prometen. Hay la percepción de "uso" e instrumentalización, es decir, se sienten utilizados para la consecución de un fin político, como ciudadanos mediatizados. En efecto, estamos ante la consecuencia de la instrumentalización de los ciudadanos, pero en jóvenes de 17 y 19 años, que nunca han votado o que se han enfrentado a sus primeras elecciones ya en un contexto de "transición política" y con un discurso de exaltación de la democracia. Asociarlos con la política es como estigmatizarlos, a la manera de Hoffman (1970: 12), pues es como si les redujeran sus posibilidades de vida, por eso la respuesta inmediata es "¡Ay no! No me gusta la política".

Cada joven forma su percepción de lo político al abordar una parte negativa del fenómeno:

No me gusta nada de la política. Yo creo que todos son... no son tan justos como realmente dicen. No. Siempre dicen que van hacer esto, que van hacer lo otro... y a la mera hora nunca hacen nada [...] Pues sí... a veces... no sé, no son justos con las personas que realmente hacen cosas, los dejan salir [de la cárcel] y las personas que a veces no hacen nada les toca vivir una mala vida; les dan mala vida, los tratan mal y a los que realmente los deben de detener —no sé... hacerles equis cosa—, nos los dejan sueltos y uno no puede andar libre en las calles (EM/MNSA/8).

La política no les interesa porque hay todo un conjunto de antivalores que no comparten y porque el consenso es que se trata de un campo ilegítimo, en este caso caracterizado por la injusticia y el engaño; particularmente, la injusticia es la que permite enjuiciar como negativo al campo. Al igual que en el espacio formal, cada sujeto acude a un elemento negativo de éste que, a nivel cotidiano, proviene de una experiencia directa y que, a nivel macro, en la mayoría de las ocasiones responde a un prejuicio como ya lo vimos. En cualquier caso, estos hechos se convierten en disposiciones para distanciarse y negarlo.

Es un campo ilegítimo y, por eso, no importa crear competencia para poder desenvolverse en él, pues el tipo de capital que requiere es proporcional a la lógica interna del mismo (Bourdieu, 1988: 112). Y aquí la lógica es la ausencia de principios y la instauración del conflicto. Lo que no significa, necesariamente, que haya una suerte de analfabetismo político (Freire, 1990) en donde impere el desconocimiento o la negación de su importancia; sin embargo, esto no es suficiente como para que decidan aceptarla como parte de sus vidas por el conflicto que perciben en dicha actividad:

Pues yo digo que sí: a mí y a todos [nos afecta la política], a todos porque ora sí que cuando uno apoya a un gobierno es para que haga un cambio ¿no? Y en todo eso me refiero a lo político todo, general... Y nos afecta a todos cuando cambian, hacen de planes y cambian las cosas y nos afectan mucho a todos. Yo digo que a todos [.] La verdad no [participaría] porque yo siento que es una presión ¿no?, también estar así con los políticos y todo eso... no sé... siento que es mucho relajo. Me siento mejor así (EM/MNSA/8).

Aun cuando reconocen que las decisiones de los políticos les afectan, asumen negar al campo y no ser parte, haciendo la cesión tácita de su poder ciudadano, dejando todo lo público en manos de un soberano, al estilo de Hobbes.5 Esta interpretación de lo político es compartida por los jóvenes de ambos espacios: apelan al respeto en aras de evitar el conflicto. El valor del respeto es el mediador entre la política y las opciones de los jóvenes, como si éste justificara su ausencia explícita.

El respeto, entendido de esta manera, termina por convertirse en una especie de antivalor político por las consecuencias que arroja sobre la vida de la comunidad política. Es decir: se delegan las cuestiones esenciales a decidir sobre lo público y se permanece al margen por no aceptar el conflicto que las relaciones políticas fundadas en la diversidad provocan. Si la política es conflicto, se concibe de manera negativa porque no resuelven nada; es decir, se le percibe como obstáculo, sin ninguna ventaja práctica para el desarrollo de la comunidad política, sino que las consecuencias percibidas son las revueltas y los robos. El conflicto, desde la interpretación de los jóvenes, saca a flote lo peor del campo y es su consecuencia. La cuestión es que está asociado a las discusiones que muestran divergencias y maneras distintas de percibir, no sólo lo político, sino en general la lectura del mundo que se hace. Hay una representación política que deviene dilemática, que niega a los otros y que opta por una idea de lo político en donde las divergencias no se muestren, asumiendo la postura de que sin esta expresión de lo distinto, lo que imperaría sería lo legal y, sobre todo, habría "respeto". Al respecto puede sostenerse que subsiste una cultura política negadora del debate, la diferencia y la confrontación, porque se asume como "falta de respeto"; es, en esencia, el encierro en lo mismo y el encubrimiento del otro distinto (Dussel, 1994; Levinas, 2000).

Entre los jóvenes prevalece una idea acerca de que existe un campo político permanentemente atravesado por el conflicto y las peleas de los agentes "propietarios". El respeto termina siendo, desde esta utilización, lo que permite encubrir al otro. Se opone al disenso, a la diversidad, a la pluralidad, al diálogo con lo distinto, pues esto provoca conflicto y confrontación: es un antivalor que representa la tendencia hacia lo mismo, lo homogéneo que no provoque conflicto.

La política aparece como el asunto intratable del que no se quiere saber. Hay una especie de hastío hacia todo lo que tiene que ver con la política. Se percibe como algo importante pero que no cumple su función como ellos esperarían, por eso dicen que "aquí no sirve la política", aceptando que hay otros lugares donde sí sirve; en el paquete de lo que no sirve, en algunos casos vemos que va la democracia y, como mediador de todo esto, aparece siempre el respeto. La triada política-democracia-respeto parece ser el componente esencial de lo público: cuando esta triada falla, hay retraimiento del campo y alejamiento de los ciudadanos. Sin embargo, el respeto se presenta como el elemento ineludible, pues es el mediador de las relaciones políticas y, aquí, respeto significa no conflicto = fin de la política.

 

La democracia que trasciende al campo

Al igual que en los jóvenes escolarizados, la democracia percibida al interior del campo político y bajo su lógica, no podría ser enjuiciada de manera distinta, pues la ilegitimidad de aquél se le transfiere. Cuando permanece bajo esta lógica, la interpretación se presenta en sentido defectivo. Esta joven, por ejemplo, al hablar sobre la democracia, termina centrando su discurso en una experiencia de la vida cotidiana en la que tuvo un contacto cercano con el campo político:

No [hay democracia] porque hay veces que compran a las personas, por ejemplo: les dan despensas con tal de que voten por ese partido o les dicen: "sí, yo te ayudo a construir tu casa pero vota por mí", y no hay libertad de... Por ejemplo, cuando antes yo le iba al PAN, yo andaba mucho con Sergio Estrada y con este Javier López, y Javier López andaba así en varias colonias y les prometía un buen de cosas, y de todas esas cosas ninguna ha cumplido, dijo que iba regalar láminas para las casas pero que votaran por él... y no, las láminas nunca llegaron; y dijo, "de todos modos, yo les voy a dar las gracias si votaron o no votaron por mí, si no votaron por mí yo voy a venir de todos modos a dar las gracias; aquí por estos rumbos me van a volver a ver"... ¡ajá! Y ganó y no ha vuelto a ir en estas colonias. No ha vuelto a ir. Los estaba comprando nada más para que votaran por él... prometiendo, prometiendo y no cumplió nada (EM/MNSA/7).

Cuando los sujetos contrastan la democracia con su experiencia, ésta sale muy mal parada ante la realidad imperante; la cuestionan, pues es percibida como parte inherente de lo político.

Sin embargo, la interpretación anterior no es la que impera entre estos jóvenes, pues sólo un par de ellos la entendía como parte integrante de lo político. La democracia tiene un uso social que trasciende al campo en el que por definición está inscrita, sobre todo en términos formales, es decir el político. Una vez realizado este movimiento de "purificación", les es posible enjuiciarla de manera distinta respecto a lo que por definición pertenece a lo político:

Pues sí es importante porque se nos toma en cuenta lo que nosotros decimos y pensamos de los demás, sin que alguien nos calle (EH/ MNSA/4).

La encontramos, entonces, asociada con la libertad, la de expresión particularmente. Esto sin duda es muestra del uso social que se le ha dado, pues se le han adjudicado todas las virtudes posibles, al grado de fetichizarla. Es claro que se asocia a un contexto más amplio que trasciende al campo político y se lleva, entre otros, a las relaciones interpersonales. Aquí podría estar la explicación de lo bien aceptada que se encuentra la democracia en un contexto en el que el campo político está tan desprestigiado. Lo que acontece es que no se está entendiendo —necesariamente— como algo dentro de dicho campo, el uso social que se le ha dado lo ha trascendido. Esto es lo que lleva a que goce de una amplia aprobación, porque en la vida cotidiana se ve como un detonante de la buena convivencia, es decir, la que podría evitar el conflicto y permitir la expresión de la pluralidad "sin que alguien nos calle".

Uno de esos usos sociales se encuentra relacionado con la escuela. Para estos jóvenes los estudios son el espacio en el que se aprende de la democracia, o sea, que no está tampoco en el campo político sino en el escolar, donde se conoce y se le otorga sentido a ésta. Por ende, no asistir a la escuela los "inhabilita" para saber de ella. El uso social se encuentra más del lado de la escuela y se constata cuando se les pregunta sobre la democracia:

Pues no sé [...] ¡Ah, es que ya no me acuerdo qué es la democracia! Si me explicas qué es la democracia, yo te diría qué pienso [...] No, pues no tengo ni idea... se me olvidó ya todo. Eso me pasa por no ir a la escuela, ¿verdad? (EM/MNSA/6);

¿Democracia? ¿Un país democrático? ¡Estudié y no sé! ¿Qué es democracia? (EM/MNSA/7).

Al igual que en los jóvenes escolarizados, en los espacios informales la democracia es enjuiciada en sentido positivo cuando se percibe su significado y se asocia a prácticas de lo cotidiano, no cercanas al campo político. Pero en los jóvenes de los espacios informales, no hay siquiera un contenido vago acerca de su significado. La palabra los desconcierta y no saben qué significa, a tal grado que lanzan una pregunta difícil para el entrevistador: "¿qué es democracia?", y lo asocian con un saber propio de la escuela: "¡estudié y no sé!"; la democracia, pues, percibida como conocimiento propio de lo escolar. Los jóvenes escolarizados tienen más idea de su significado que los de los espacios informales. La variable que explica esto es la escuela, al menos por cuanto a los conocimientos formales se refiere.

El papel dado a la escuela como la que transmite conocimiento, es una idea arraigada; y nos explica por qué lo escolar se presenta permanentemente en su horizonte: es lo que permite acceder a los conocimientos necesarios, ser culto; en la distinción se encuentra su valoración. Pero lo relevante es que la democracia no se percibe como parte inherente del campo político. Se desconoce, pero no se niega como la política. Muy al contrario, se le opone:

Es que no sé qué es democracia... La democracia es algo que se respeta ¿no?, algo sobre los derechos de los demás, ¿no? Es lo que tengo entendido. Yo creo que no se respeta ni un derecho de nadie. Yo creo que este mundo está así como que todo revuelto, ¿no?, no respeta cada quien su decisión de los demás; cada quien hace lo que quiere (EM/MNSA/8).

Asumen la pregunta general acerca de qué piensan sobre la democracia como si se les pidiera que dieran una definición, lo cual refuerza la interpretación de que es percibida como un saber propio y exclusivo de lo escolar. Pero lo que se revela es que no saben qué es, ni qué significado tiene. La asociación que se hace es con el respeto, valor ausente por antonomasia del campo político. En tal caso, es enjuiciada como algo positivo, aunque se asegura que hace falta, pues no se respetan los derechos de las personas y no hay una especie de control ya que "cada quien hace lo que quiere". Desde su postura, lo que faltaría para una democracia más sólida o desarrollada es que desaparezcan los gobiernos corruptos; aquí ya la asocian con el campo y pareciera que, para que tengamos una mejor democracia, no debería de relacionarse con lo político. Una contradicción que se traduce en la imposibilidad de intervenir en lo público-político porque ahí la democracia ya no funciona.

 

La política como servicio

Encontramos esta representación —que es una clara aspiración— como una posibilidad que ven los jóvenes de resignificar al campo, y en la cual la carga negativa de la política se desvanece porque está en función del servicio a las mayorías.

Pese a que la política se ve como una actividad totalmente desprestigiada, sí aparece un cierto interés de involucrarse en ella cuando se presenta la posibilidad de que sirva; literalmente: la política como servicio. Muchos jóvenes desde una voluntad sensible ante la pobreza, la injusticia y la desigualdad, sostienen que ayudar a los pueblos pobres sí los movería a actuar. La política entonces encuentra una condición de posibilidad en los jóvenes, en la medida en que sea vista como servicio al pueblo. ¿Y cuál otro debería ser el papel de la política en nuestro contexto?

Hay un reconocimiento de que lo referente a la política está permeado por muchas cuestiones negativas que hacen que los ciudadanos no la vean como una actividad honrosa, pero también hay el reconocimiento de que dicha situación puede cambiar en la medida en que se participe. En este caso, en la única forma clara que ven de involucrarse, es decir, por vía de lo electoral se piensa que se puede revertir dicha situación, apoyando a alguien que "sí trabaje bien".

Ante el desprestigio del campo, la reacción natural es que nadie quiera ser partícipe. Si "negamos" esta "negación", descubrimos la positividad: lo que ellos quisieran ver en el campo y que nos permite enjuiciar desde una pretensión normativa, otra política: el núcleo figurativo en este aspecto ha sido la política como servicio. Una joven, en particular, lo ve como ayuda a comunidades pobres a través de la acción política, la opción por quienes "más lo necesiten".

La política como servicio se alimenta de una subjetividad sensible que se percibe y se descubre en el sufrimiento del otro, y de las experiencias pasadas y sufridas por ellos, la ayuda a los otros es, también, ayuda a ellos mismos:

Pues no sé... Hay veces que siento... ¡Como yo no puedo hacer nada!, que me gustaría hacer algo para ayudar. Por ejemplo, los terremotos que ha habido. Las personas, cuando los veo en la televisión sufriendo así digo: ¡Ay! Yo tengo aquí la comida que a mí me sobra... a ellos les falta, me gustaría regalársela. Pero no puedo hacer nada, simplemente donar pero no sé si realmente va llegar a su destino lo que yo done (EM/MNSA/7).

Cuando hay la pretensión de que la política sea un servicio al pueblo, la percepción en cuanto a la participación y las responsabilidades con el campo cambian, pues ya no se percibe la delegación que se presenta con la postura defectiva, sino que se asume una cierta corresponsabilidad:

De ambos ¿no?, tanto del gobierno también como de uno, porque si ponen a un gobierno que... no sé... que ayude a todos, yo creo que también uno debe de apoyarlo, ¿no? (EM/MNSA/8).

En un gobierno que asume a la política como un espacio y práctica de servicio, los jóvenes se muestran dispuestos a participar, aquí está la positividad del campo: en eliminar las prácticas autoritarias, de corrupción y de distinción, en aras de la consecución del bien común por medio de una política que se considere, no como ganancia personal —servirse— sino como un servicio para todos.

Desde la negación de lo "negado" por los jóvenes en relación a lo político, encontramos otra política interpretada como ayuda a los demás, siempre con miras al bien común; como servicio en relación al conjunto social y no en referencia a grupos privilegiados. En este caso, el propio discurso revela, después de la negación, la afirmación de lo que la política debiera ser:

Es que hay mucho, cuando es... este... Así, las elecciones... Hay muchos problemas porque muchos de ellos quieren llegar hasta... o sea a ser... ¿cómo le explico? Muchos pretenden que van ayudar, nos van ayudar a nosotros —a las personas— y no lo cumplen; unos no lo cumplen [...] Pues [yo] ayudaría a los demás económicamente (EM/MNSA/10).

La política como servicio es la apuesta implícita que descubrimos a través de la afirmación subyacente de lo que antes habían negado del campo. Mostramos que existe interés por la política y que la posibilidad de que los jóvenes participen y se involucren, radica en que ésta sirva a las mayorías, bajo una idea del poder diferente a la del dominio. Estos jóvenes nos han mostrado, pues, a la política de otro modo (Rabinovich, 2000:42).

 

A modo de conclusión

Descubrimos que en los dos dispositivos analizados prevalece una comprensión de la política bajo los terrenos de la formalidad; reconocen estar interesados e informados del campo, pero sin involucrarse de manera material. El conflicto en el que la perciben hace que la disposición permanente sea la de excluirse del campo y negar su poder ciudadano, asumiendo la figura del mero espectador y del súbdito.

Pero el conflicto inherente del campo político que perciben no queda en excluirse del mismo, sino en negar a lo que consideran que lo genera: al otro distinto, que difiere y que muestra una no aceptación de las convenciones, que piensa distinto e irrumpe en el campo como el "peligro" o el "enemigo"; la respuesta a esto en ambos dispositivos es la exaltación del valor del respeto como mediador y en aspirar a una política sin conflicto, sin la presencia del otro distinto.

Aunque los dos dispositivos muestran representaciones similares y hasta congruentes, hay un elemento que difiere y que representa la posibilidad de resignificación del campo político. Particularmente, los jóvenes del dispositivo informal, trabajadores y de clases populares, nos han mostrado la posibilidad de resignificar al campo para participar e involucrarse: la política como servicio, a favor del pueblo.

 

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Notas

1. Este trabajo es parte de una investigación más amplia desarrollada en el Doctorado en Educación en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y financiada por el Conacyt.

2. Se trataría más bien de problematizar los intereses y necesidades privadas como parte de lo público; esta es en cierta medida la propuesta de Bauman (2002): averiguar dónde confluyen lo público y lo privado.

3. Me refiero a la investigación completa de la que este texto presenta sólo los dos I dispositivos del municipio urbano; la otra parte fue hecha en un municipio rural, igualmente en una preparatoria y con jóvenes trabajadores y desempleados.

4. El signo positivo refleja el tipo de valoración positiva hecha por el sujeto y el otro signo es su contraparte, la estructura cruzada se analiza de la siguiente forma: qué realidad subyace de la relación 1-2, 1-3, y 4-2, 4-3.

5. Recordemos que Hobbes (1984: 179-180) hablaba de la fundación del Estado ante la rapacidad del otro, pero el Estado estaba representado por un soberano que adquiría el poder mediante pactos recíprocos de sujeción; en tal sentido, Hobbes llama subditos a "los hombres que se ponen de acuerdo entre sí, para someterse a algún hombre o asamblea de hombres voluntariamente [...]".

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