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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.13 n.39 Guadalajara May./Aug. 2007

 

Reseñas

 

La representación fotográfica

 

Orlando Villalobos Finol*

 

* Investigador del Centro de Investigación de la Comunicación y la Información (CICI) y profesor del Departamento de Periodismo Impreso, Escuela de Comunicación Social, Universidad del Zulia. Venezuela.

 

Después de la Revolución Francesa nuevas demandas sociales agitaban los vientos creadores en reclamo de libertad, igualdad y fraternidad. Nada mejor que el retrato fotográfico para dar rienda suelta a la imaginación y conseguir el pasaporte que permitiera el tránsito hacia lo nuevo. Ahora habría un sentido de igualdad que podía palparse: hasta el más humilde de los vecinos podría posar frente a la cámara y sentirse tan inmortal como un emperador romano.

Con el surgimiento de la fotografía se produjo la democratización de la mirada. El privilegio de la imagen permanente, para la posteridad, ya no era sólo un privilegio del aristócrata feudal, que podía inflar su ego mediante mecanismos artesanales. Con la máquina fotografiadora el sentido de igualdad y de libertad adquiría un significado diferente y más cercano: cualquiera podía retratarse.

Desde entonces cabalgamos sobre las riendas de las imágenes personales y familiares, unas nuevas y otras borrosas, que nos acompañan en ese altar del recuerdo que es el álbum familiar. O también tropezamos, nos dejamos influir, sorprender, invadir, conmover o atemorizar por las distintas manifestaciones del ejercicio fotográfico: la fotografía periodística que retrata a los actores directos e indirectos de la noticia; la fotografía del mundo de la moda, ¿quién no se ha sorprendido mirando un puñado de fotografías de Benetton, que reflejan la simulación que realiza esta corporación para sacar provecho del hambre y las miserias humanas?

Y así tenemos otras tendencias fotográficas: el retrato psicológico y el retrato con símbolos.

Alejandro Vásquez (2005) examina todas estas posibilidades y, por conducto de un libro inteligente y ponderado, Retrato fotográfico. Autorretrato y representación, va desgranando las significaciones, sentidos y apuestas que se hacen presentes en el acto fotográfico.

El ensayo se centra en la forma de retrato fotográfico más extendida hasta hoy: el retrato en familia.

Este retrato es el soporte visual de la crónica cotidiana familiar y de los grandes afectos, por tanto trascendente. Pareciera ser también el retrato de los grandes olvidos al intentar mantener una apología permanente al hedonismo, al registrar casi exclusivamente los momentos agradables: el triunfo, la celebración, el ascenso social. La otra parte de la vida aparenta no existir, deja de esta forma la alternativa al olvido (p. 73).

Sostiene el autor que el álbum familiar representa la eventualidad de discriminar y recuperar del recuerdo, en la memoria, aquellos acontecimientos que produjeron satisfacción. No queremos acordarnos de todo, sino de aquello que queremos dejar imperecedero en la pátina del tiempo; los momentos estelares que se nos grabaron en la piel: bodas, cumpleaños, bautizos, la primera comunión, aquella novia que pudo haber sido y no fue.

Al fotografiar algo estamos asumiendo una especie de redención para con una vivencia que nos pareció agradable; por el contrario, el olvido es el abandono aceptado subrepticiamente de la necesidad de no fotografiar eso que queremos dejar atrás (p. 62).

En efecto, el retrato familiar y, particularmente, el álbum familiar es el libro de las fotos cotidianas, una manera de reseñar la vida. Allí estamos de cuerpo entero con nuestras ilusiones, con la mejor pose, recién bañados y planchados, deseando que la cámara registre el mejor ángulo, ése que ni siquiera sabemos si existe.

Por eso, por muchas vueltas que demos, con su gloria y su cuota de espinas, como dice el tango, en algún momento nos atrapará aquella fotografía que quedó grabada como un daguerrotipo en nuestro recuerdo íntimo, personal e intransferible. Allí estamos con esa cara de ingenuidad que nos hace soñar y atrevernos a desafiar el obstáculo. Allí quedamos a salvo de la fugacidad y del olvido.

Vásquez explica:

[...] que estas fotografías no alcanzan la estatura del arte de forma tan esperanzadora, lo cierto es que pueden levantarse en un futuro lejano y liberarse del pesado fardo del presente. Tienen la posibilidad de convertirse en imágenes privilegiadas por la nostalgia colectiva de lo que ya no es. De lo que nos contaron (p. 20).

El trabajo se sustenta en un estudio sobre el retrato fotográfico familiar como un modo, un método, para aproximarse a la realidad e intentar comprenderla. Por ello el autor revisa colecciones fotográficas en blanco y negro, en distintas circunstancias y lugares: cumpleaños, bodas, paseos familiares, la ciudad, Navidad.

Digamos en términos más formales que Vásquez no simplemente se conforma con mostrar evidencias acerca del "problema objeto de estudio". El propósito es mayor, pues la intención no es conformarse con la descripción del fenómeno social, sino también avizorar una plataforma a partir de la cual va a elaborarse un ejercicio del pensamiento que busca una explicación profunda y reflexiva. Hay un enfoque epistemológico que indaga en la observación cualitativa que da la mirada del detalle, de la vivencia cotidiana. Éste no es, por tanto, un estudio que se conforme con el metarrelato, no es el gran relato al que estamos acostumbrados que cree manejar todas las variables en juego, y que en la práctica se orienta, demasiadas veces, a legitimar un sistema de hipótesis, a un determinado "aparato crítico" o una lectura teórica.

En este caso es diferente, acá predomina el ejercicio de pensamiento que parte del retrato fotográfico familiar y lo asume como una experiencia sensible, para conocer, aprender y encontrarse con el saber. Digamos que trata de enriquecer el saber, pero de manera diferente. No se parte de la pretensión de lo científico, como si se estuviera ante reglas inmodificables.

Con este texto ocurre todo lo contrario. Se cumple ese paradigma novedoso, aunque no lo parezca, que establece que para mostrar que un conocimiento es digno de ese nombre no puede sino estar ligado orgánicamente al objeto que es suyo, a través de vivencias, emociones y compromisos, y que, desde luego, como en toda fotografía hay un acercamiento al detalle, hay una apuesta con el encuadre que se elige y, en ningún caso, ¡Dios nos libre!, hay esa famosa separación entre el sujeto y el objeto, ese famoso "corte epistemológico" que se supone que marca la calidad científica de una reflexión.

 

Notas

Alejandro Vásquez, Retrato fotográfico. Autorretrato y representación, Astrodata, Maracaibo, 2005.         [ Links ]

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