SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.12 número35Política social y movimientos sociales: la irrupción de las organizaciones piqueterasLa travesía de la liberalización política de Nuevo León índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Espiral (Guadalajara)

versão impressa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.12 no.35 Guadalajara Jan./Abr. 2006

 

Estado

 

Un acercamiento al comportamiento electoral tapatío de 1988 a 2003

 

Jorge Alonso*

 

* CIESAS Occidente. México. jalonso@ciesasoccidente.edu.mx

 

Fecha de recepción: 25 de febrero de 2005.
Fecha de aceptación: 10 de mayo de 2005.

 

Resumen

Se realiza una revisión del comportamiento de los electores de la capital del estado de Jalisco, México, en los últimos años del siglo XX y en las elecciones de 2003. El electorado ha ido evolucionando y ha diversificado su voto según candidatos, y ha ejercido el voto de castigo. Hay votos duros de partidos que responden a situaciones clientelares. Pero la volatilidad electoral de elección en elección no garantiza a ningún partido obtener triunfos sin trabajo electoral. Lo más destacado ha sido que entre los ciudadanos interesados por hacer avanzar la democracia desde diversas organizaciones cívicas se ha pasado del énfasis en la defensa del voto a la exigencia de la participación electoral, a que los elegidos tengan en cuenta el punto de vista de los ciudadanos.

Palabras clave: voto, abstención, partido, ciudadano, democracia.

 

No basta lo electoral para determinar la existencia y la calidad de la democracia, pero es una pieza fundamental, sine qua non, de la vitalidad democrática. Conviene examinar continuamente el comportamiento electoral de los ciudadanos para percibir cómo se consolida o deteriora la democracia local. En este escrito se hará el estudio del comportamiento electoral en la segunda ciudad de la República Mexicana.

 

Las elecciones de finales de los años ochenta

Guadalajara es uno de los municipios mexicanos más importantes. Ocupa el primer sitio entre los municipios más poblados de la República Mexicana.1 La historia electoral en la capital jalisciense había sido la del predominio del partido de Estado, que por todos los medios se imponía sobre las otras opciones partidistas.2 Hasta 1988 en elecciones federales al Partido Acción Nacional (PAN) sólo se le habían reconocido dos triunfos, uno en 1949 y otro en 1952. En elecciones locales también sólo se había dado el reconocimiento a los panistas de otras dos victorias en distritos de Guadalajara en 1973. En las competidas elecciones federales de 1988, cuando el priismo se estaba cuidando de la amenaza que le representaba el neocardenismo, en Guadalajara el PAN ganó siete de los ocho distritos. La semana después de la jornada electoral se dieron fuertes presiones por parte de priistas tapatíos que no daban crédito a tal derrota histórica. El gobernador les decía que tenía atadas las manos, que nada podía hacer. Pero insinuaba aprovechar la división que existía en el PAN. La dirección estatal de ese partido estaba en manos de los tradicionalistas. Los neopanistas, que venían de organizaciones como el DHIAC (Desarrollo Humano Integral, AC) y de sectores empresariales a los que el candidato presidencial Clouthier había animado a entrar a la contienda electoral andaban por su lado. Álvarez del Castillo le comentó a un candidato priista derrotado que, tal vez, podrían hacer un pacto secreto con el dirigente tradicionalista para quitarle el triunfo a César Coll, que era de los candidatos ganadores provenientes del neopanismo. Dichos planes no prosperaron, pero indicaban esa cultura política en la que las elecciones eran decisiones y negociaciones cupulares y no respeto de la voluntad ciudadana. El neocardenismo irrumpió con fuerza en Jalisco. En Guadalajara prácticamente uno de cada cuatro votantes se inclinó por esa opción. El gobierno local puso especial vigilancia policíaca a los dirigentes del neocardenismo jalisciense. Mientras tanto, avanzaba la campaña local. Como candidato a gobernador por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegó de la ciudad de México el jalisciense Guillermo Cosío Vidaurri. Esto despertó muchas expectativas entre los grupos empresariales tapatíos, quienes confiaban en que el nuevo gobernante les diera un fuerte apoyo. Como candidato a presidente municipal el partido del Estado mandó a Gabriel Covarrubias, de quien se decía que era el más panista de los priistas. Se quería que el voto de una gran cantidad que había favorecido al PAN en las elecciones federales volviera al tricolor. Las elecciones municipales en Guadalajara favorecieron al PRI. Una gran cantidad de votantes panistas, aunque habían ganado los distritos tapatíos en las federales, sintieron que su voto no había empujado a su candidato presidencial Clouthier, y dejaron de participar. Las fuerzas cardenistas habían conseguido formar una coalición denominada CCJ, pero también el desánimo por el enorme fraude y por la imposición salinista propició el desplome de ese nuevo voto: esta agrupación cardenista perdió 14 puntos.

 

Elecciones federales de 1991 y locales de 1992

A principios de los años noventa, el salinismo había arrebatado muchas banderas económicas al PAN. Esto influía en un desdibujamiento panista. El viejo corporativismo estaba quebrantado pero se alentaba un nuevo corporativismo a través de los programas sociales del gobierno. En esa época, el fraude se centraba en el cercenamiento del padrón para restarle posibilidades a la oposición de cualquier signo. Pero eso llevaba a una gran simulación e ilegitimidad. Crecía entre grupos ciudadanos la demanda del respeto del voto.

El Código Federal Electoral dejaba todavía en manos del gobierno priista el control electoral. En 1991 el PAN denunció que 95% de los vocales distritales tenían que ver con el PRI y que en Guadalajara la totalidad de ellos había cometido fraudes electorales en comicios anteriores. La oposición consiguió que se hiciera un nuevo padrón, pero también estuvo plagado de sospechas. Muchos ciudadanos habían sido salteados en el proceso de reempadronamiento. Hubo también reparto selectivo de credenciales de elector. El Programa Nacional de Solidaridad fue utilizado con fines electorales. La gran mayoría de los funcionarios de casillas trabajaba en gran sintonía con los representantes del PRI. En la jornada electoral, a la puerta de las casillas había militantes del PRI que daban la bienvenida a los votantes. Adentro, el representante de ese partido llevaba una estricta contabilidad de determinados núcleos de votantes. Hubo acarreo de votantes. En el Consejo local y en los distritales era palpable una simbiosis entre los funcionarios, consejeros electorales y representantes del PRI. Muchas casillas tuvieron tal cantidad de votos que no correspondía al tiempo necesario para que hubieran sido depositados en las urnas. El PAN declaró que no reconocía los resultados electorales dado que el proceso había carecido de limpieza y de transparencia tanto en la aplicación de la ley como en la actuación de los organismos encargados de realizar los comicios. El PAN, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM) denunciaron un fraude cibernético. En todo esto influyó el levantamiento del Censo, la reorganización seccional de los distritos, el ejército de priistas promotores del voto, el uso de los medios de comunicación, la utilización de recursos públicos al servicio de las candidaturas priistas, etc. El PRI volvió a ganar en todos los distritos tapatíos. Fueron elecciones bajo sospecha.

Antes de las elecciones locales de 1992 hubo una modificación en la ley electoral estatal. Se aumentó la sobrerrepresentación del PRI en el Consejo Electoral del estado. El PAN demandó, sin conseguirlo, un organismo ajeno al gobierno para que organizara las elecciones. Los partidos de oposición insistieron en impugnar el padrón. En la zona metropolitana hubo casos de casillas con más votos que empadronados. Los defraudadores oficiales volvieron a recurrir a los denominados carruseles de votantes. Los funcionarios electorales actuaron bajo órdenes del partido de Estado. Los partidos opositores calificaron como muy viciada la jornada electoral. El PRI ganó todos los distritos tapatíos y el ayuntamiento, y el cardenista PRD apenas consiguió 3.2%. Las elecciones habían sido cuestionadas por partidos, por organismos independientes y por observadores electorales.

 

Tras las elecciones locales de 1992 sobreviene la crisis política

A mediados de febrero en la revista Proceso se denunció lo que fue calificado como corrupción y nepotismo en torno a los negocios que estaban haciendo el gobernador y sus allegados. A finales de febrero los empresarios sacaron un desplegado en el que se quejaban de la falta de seguridad. A finales de abril estallaron algunos colectores en la ciudad de Guadalajara y ocasionaron muerte y destrucción. El enojo contra el gobierno local aumentó. Esto influyó en la renuncia del gobernador. Pero el descontento político no cedió. En mayo de 1993 fue asesinado el Cardenal de Guadalajara y esta vez las manifestaciones de descontento unieron a las tendencias más diversas de la ciudad. Se configuró un movimiento plural que demandaba el esclarecimiento del crimen y mayor seguridad ciudadana. Los agravios ciudadanos no sólo no se resarcían, sino que se iban acumulando sin solución por parte del gobierno.

 

Elecciones federales de 1994 y locales de 1995

El primero de enero de 1994, en protesta por años de explotación y de desprecio, se levantó en armas contra el gobierno federal el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Al inicio de la campaña fue asesinado el candidato priista a la presidencia. Hubo una sensación de mayor incetidumbre en las elecciones federales, cosa que aprovechó el PRI para inducir temor a cualquier cambio. Las elecciones presidenciales influyeron en todo el país. Debido a las presiones ciudadanas por transparentar las elecciones, en las últimas semanas el gobierno introdujo una modalidad. Incorporó en la cúpula del Instituto Federal Electoral a consejeros ciudadanos con prestigio en la sociedad. No obstante, toda la estructura operativa de ese organismo quedó intacta. La campaña priista gastó grandes sumas provenientes de fraudes que harían quebrar a una institución bancaria y los medios electrónicos se esmeraron en favorecer la campaña oficial. El mismo candidato presidencial del PRI tuvo que reconocer que en esa campaña no había existido la equidad. Alianza Cívica en Jalisco declaró que el proceso no podía ser calificado de limpio, transparente o democrático. Fueron unas elecciones muy concurridas. Pese a las maniobras del oficialismo, en Guadalajara la oposición más sólida y con mayor tradición en la ciudad fue la que aprovechó el descontento. El PAN ganó los ocho distritos tapatíos. Por su parte, el PRD tuvo presencia y sobrepasó el doble de su porcentaje anterior. Había crecido la competitividad electoral.

Para las elecciones locales de 1995 el gobierno local imitó lo que había hecho el federal. Propició que se constituyera un organismo electoral cuya cúspide era confiable, pero que en los niveles de la operatividad quedaba a merced de personal con fidelidades probadas hacia el partido de Estado. Los agravios ciudadanos seguían sin resolverse. Las responsabilidades de las explosiones del 22 de abril no fueron aclaradas. Tampoco había explicación satisfactoria sobre el asesinato del cardenal Posadas. Proseguía el problema de la falta de seguridad. Había fuertes críticas acerca de obras viales suntuarias, insuficientes y con contabilidades dudosas. En medio de la campaña sobrevino la crisis financiera ocasionada por lo que se denominó "el error de diciembre". Esto dejó con deudas en dólares a una gran parte de la población que había comprado casas a crédito y a no pocos empresarios que, confiados en el gobierno, se habían endeudado. Al inicio del proceso electoral las tasas de interés estaban a 18.2% y para las fechas electorales llegaban ya a 49%. El descontento ciudadano creció con este nuevo agravio. El PAN en Guadalajara ganó 98% de las casillas tapatías. Ganó todos los distritos de la ciudad y volvió a quedarse con el ayuntamiento. La del PRI fue una derrota estrepitosa. En esta contienda el PRD perdió muchos votantes que optaron por el voto útil para hacer ganar a la oposición panista.

 

Elecciones federales y locales de 1997

Como en las elecciones por gobernador en Jalisco también ganó el PAN, se estrenó una situación propia de la alternancia. Había euforia entre muchos ciudadanos por la derrota del PRI, y muchas expectativas con el nuevo gobierno. Los nuevos gobernantes panistas en el nivel estatal tuvieron que pasar un difícil noviciado. Encima, los grupos perdedores entraron en una etapa de fuerte oposición al cambio. La campaña electoral federal implicaba para el gobierno panista su primera prueba en las urnas. Como a nivel federal proseguía un gobierno priista, las dependencias federales apoyaban a candidatos del partido de Estado. Prosiguió la modalidad de compra de voto. Pese al desgaste del PAN, el PRI no se recuperó. La campaña por el gobierno del Distrito Federal —que tuvo una buena difusión en los medios electrónicos— favoreció al perredismo en Guadalajara. Todos los distritos tapatíos los refrendó el PAN. El perredismo se volvió a posicionar como una opción.

En 1996, a nivel federal y local se dieron cambios en la legislación electoral. Ganaron autonomía los organismos electorales, cambió la figura de consejero ciudadano a consejero electoral de tiempo completo, hubo una redistritación. Jalisco disminuyó un distrito en el mapa federal y siguió con 20 en el estatal. Pero la ciudad de Guadalajara pasó de ocho a seis distritos, tanto en lo federal como en lo local.

El PRI tapatío consideró que no tendría muchas oportunidades en las elecciones locales de 1997. Optó por la táctica de tratar de desprestigiar al nuevo organismo electoral. También intentó influir para que en distritos con alta votación panista hubiera fallas en las designaciones de los funcionarios electorales para impugnar casillas y disminuir la votación albiceleste en los tribunales. Por el PAN contendió en Guadalajara Francisco Ramírez Acuña, identificado con la corriente tradicionalista, pero del que se decía que era el más priista de los panistas. Por el PRI fue candidato quien había sido alcalde por unos días antes de las explosiones del 22 de abril, Enrique Dau. En el PAN hubo mucho triunfalismo, a tal punto que no pocos de los votantes panistas se sintieron prescindibles. El PRI diseñó la guerra sucia asustando a los pobladores de colonias populares con el rumor de que el PAN privatizaría la educación. Esto le quitó votos a los panistas. Los panistas tuvieron un fuerte descalabro electoral en el estado. El PRI ganó 11 de los 20 distritos jaliscienses. Sin embargo, el PAN volvió a ganar todos los distritos de Guadalajara. Si bien el PAN perdió votos, éstos no se fueron al PRI, el cual también vio decrecer su votación. La pérdida indicó la decepción de electores. El que consiguió un repunte importante fue el PRD, que casi llegó a los cien mil votos y logró un importante incremento porcentual. El predominio panista en Guadalajara también se reflejó en el porcentaje de casillas que ganó: 88%, frente a 11.9% en donde la victoria fue priista.

 

Elecciones federales y locales de 2000

Las elecciones federales en Guadalajara en el año 2000 estuvieron sobredeterminadas por la polarización entre el candidato Vicente Fox y el priista Francisco Labastida. Los debates presidenciales fueron haciendo sentir entre muchos electores que el ganador sería el panista Vicente Fox. Además, creció a nivel nacional una imperiosa necesidad de un cambio político por medio de las elecciones federales. En Guadalajara el PAN consolidó su triunfo y ganó en todos los distritos tapatíos. El PRD perdió más de la mitad de sus puntos.

Una vez más el panismo jalisciense consideró que en las elecciones locales influiría lo que en ese tiempo se denominó "el efecto Fox". Pero las coyunturas políticas electorales suelen estar muy marcadas por el impacto de los principales candidatos, y en esta ocasión se contendía también por la gubernatura de Jalisco. El candidato panista era quien había sido el presidente municipal de Guadalajara, Francisco Ramírez Acuña. El PRI lanzó la candidatura de quien había sido presidente municipal de Tonalá, Jorge Arana. Ambas candidaturas implicaron divisiones al interior de los dos partidos. Los partidarios de otros precandidatos quedaron resentidos. Ramírez Acuña tenía en su contra la gestión de su hermano en el municipio de Zapopan, que había tenido muchas irregularidades. El PAN tuvo como candidato por la alcaldía tapatía a Fernando Garza, ubicado como un miembro del denominado grupo Zapopan. En la campaña municipal pesó mucho en contra del PAN la construcción inconclusa de una obra ornamental llamada los Arcos del Milenio. La imagen del candidato panista al gobierno del estado despertaba animadversión incluso entre filas panistas, por su prepotencia. En cambio, el candidato priista para gobernar Jalisco fue construyendo una campaña que lo presentaba como una persona cercana a la gente. Sólo después de las elecciones se supo que había sido destinado a la campaña priista dinero que había hecho quebrar a cajas populares, y que se habían utilizado en ella ilegalmente recursos y personal de Telégrafos de México. En la jornada electoral se combinaron varios factores. Hubo claras señas de la operación de defraudadores profesionales priistas provenientes de Tabasco. Varias casillas en Guadalajara amanecieron clausuradas con sellos apócrifos del organismo electoral. Encima, el mal funcionamiento del Programa de Resultados Electorales ensombreció el cierre de dicha jornada. El candidato a la gubernatura por el PRI anunció que iba ganando en Guadalajara. Efectivamente, en la zona popular de Guadalajara el candidato priista a la gubernatura había tenido una importante mayoría de votos. En cambio, en las zonas medias y ricas se prefería al PAN. Aunado a esto, se dio el voto dividido que impulsó las candidaturas a alcalde y a diputados locales.3 El partido albiceleste ganó todos los distritos tapatíos y la alcaldía. El PRD siguió decayendo. En el reparto de regidores de mayoría y de representación proporcional el PAN tuvo 13 (61.9%), el PRI 7 (33.3%), y el PRD 1 (4.7%).

 

Las elecciones concurrentes de 2003

En 2003 las elecciones de diputados federales y las de diputados locales y munícipes se realizaron en la misma fecha. A finales del año anterior, varias encuestas pronosticaban un triunfo priista en la ciudad de Guadalajara. Tanto el PRI como el PAN experimentaron comicios internos muy competidos y con acusaciones por inequidad y también porque no se habían respetado las normas acordadas. Los intentos de conseguir candidaturas de unidad fracasaron. Los dos partidos llegaron con graves heridas internas y con resentimientos. Por el PAN, con apoyo del gobernador, contendió quien había sido el dirigente de ese partido: Emilio González Márquez. Por el PRI fue quien había sido su candidato a la gubernatura: Jorge Arana. A principios de la campaña, este candidato superaba en las encuestas al panista por 22 puntos. Los contrincantes denunciaron una campaña de Estado. Además, los errores de la campaña del priista le fueron restando ventaja hasta que al final la contienda se encontraba ya muy cerrada. Finalmente las elecciones las ganó el PAN por diferencia de un punto porcentual y de casi ocho mil votos. La dirigencia del PRD, para favorecer el triunfo del priista, optó por un candidato emanado del empresariado con el fin de restarle votos al panismo. Pero esta maniobra sólo deprimió aún más sus niveles de votación, pues se desdibujó ante su propio electorado. Tanto en la elección federal como en la local, el PAN sólo ganó tres distritos y el PRI triunfó en los otros tres. La ciudad se dividió clasistamente: la parte media y alta para el PAN y la popular para el PRI.

 

Una visión de las últimas elecciones tapatías en el siglo XX e inicios del XXI

Después de una revisión elección por elección, conviene comparar los resultados de los procesos. El municipio de Guadalajara estuvo en manos del PRI hasta 1995 cuando concluyó la administración priista. Desde entonces, en cuatro contiendas el PAN ha ganado la alcaldía. El cuadro 1 ofrece un panorama de los resultados electorales en los últimos años del siglo XX y en los primeros comicios del siglo XXI.

De la elección federal de 1988 a la local del mismo año, el PAN perdió 75,392 votos. En puntos porcentuales disminuyó 4.3. El PRI ganó 1,831 votos, pero en puntos aumentó en 15 unidades. En la federal de 1991 el PAN se quedó a 32,501 votos de lo que había conseguido en las federales de tres años atrás. Aunque mejoró su votación con 45,891 votos nuevos lo conseguido en las locales de 1988, en puntos tuvo una caída importante, pues perdió 11 unidades respecto a la elección federal de 1988, y 6.6 en relación a la local de ese año. En los comicios locales de 1992, el PAN incrementó su votación en números absolutos con respecto a las locales de 1988, pero en ese mismo rubro se quedó por debajo de lo que había alcanzado en las federales de aquel año y de 1991. No obstante, porcentualmente tuvo una recuperación de 4.6 puntos en relación con esta última.

De las elecciones federales de 1988 a las federales de 1991, pasando por las locales de 1988, el PRI fue incrementando tanto el total de sus votos como sus porcentajes. Consiguió 157,412 votos más, y mejoró en 24 puntos. En las federales de 1988 había quedado por debajo del PAN con 33,131 votos y la distancia relativa había sido de 6.8 puntos. Pero en la siguiente elección local se colocó arriba del PAN con 44 mil votos y con 13 puntos porcentuales. En las federales de 1991 la distancia en votos y porcentajes se hizo mayúscula. El PRI casi duplicó tanto la votación del PAN como su porcentaje. En esa elección fue ganador sin afrontar una competencia de importancia. En los comicios locales de 1992 el PRI perdió 77,343 votos y dos puntos porcentuales. Aunque su supremacía sobre el PAN siguió siendo contundente: 93,597 votos por arriba, y más de 21 puntos.

En el proceso electoral de 1994 el PAN superó la marca del PRI de 1991. Incrementó 225,496 votos a su propia votación anterior y subió 13 puntos. El PRI, aunque mejoró en 69,505 su votación anterior, perdió 16 puntos, y se quedó 8 puntos por debajo del PAN. En los comicios locales de 1995 el PAN experimentó un importante crecimiento, pues aumentó 33 mil a su anterior votación y mejoró en diez puntos. El PRI perdió 79,153 votos y cayó 6 puntos y medio más. El PAN se colocó con 174,548 votos arriba del PRI y con 25 puntos. Para el PRI fue un trago muy amargo, porque tuvo una derrota estatal.

En las elecciones federales de 1997 el PAN perdió 60,813 votantes y más de 9 puntos. No obstante, esa pérdida no representó una mejoría priista, pues este partido también perdió votantes, y casi dos puntos porcentuales. En las locales de 1997 tanto el PAN como el PRI prosiguieron perdiendo votantes y puntos. El primero vio esfumarse 55,718 votos y casi dos puntos; el segundo disminuyó en cerca de 40 mil votantes y también bajó alrededor de dos puntos. En términos absolutos y relativos, para este partido ha sido la votación municipal tapatía menos afortunada de su historia.

En las elecciones federales del año 2000 el PAN repuntó de manera importante. En números absolutos alcanzó su nivel más alto en las elecciones que van de 1988 a 2000. Ganó 152,822 votantes con respecto a la elección anterior, y mejoró en siete puntos. El PRI también recuperó 82,588 votos y mejoró en 6 décimas su porcentaje, pero la distancia con respecto al PAN fue de casi 24 puntos. En las elecciones locales de este año tanto el PAN como el PRI perdieron votos. Pero la pérdida panista fue muy grande: 124,191 votos; en cambio la priista apenas representó la merma de 12,500 votantes. En esta forma mientras el PAN perdió 4.5 puntos, el PRI recuperó 9. Sin embargo, la diferencia siguió favoreciendo al PAN con más de 10 puntos.

Las elecciones federales y locales de 2003 fueron el mismo día. El PAN sufre una gran merma de sus votos respecto a la elección federal de tres años antes, pues vio esfumarse 162,026 votos y 11.4 puntos. Esa pérdida le representó 36.5% de sus votos de 2000. En los comicios locales también pierde 23,088 votos y 5.3 puntos. Por su parte el PRI, aunque en las elecciones federales pierde 3,590 votos, mejora su porcentaje en casi 10 puntos. En las locales gana 35,606 votos y mejora su puntuación en cuatro puntos. En los comicios federales el PRD pierde 22,495 votos y 3.3 puntos. En las locales la pérdida es de 5,777 votos y de un punto. En las dos contiendas de 2003 la depresión electoral perredista manda a este partido al cuarto sitio.

En las elecciones concurrentes tapatías de julio de 2003 hubo 6,535 más votos en la local que en la federal. El candidato panista tuvo 14,147 más votos que los obtenidos en Guadalajara por los diputados panistas. A su vez, el candidato priista superó en 26,690 votos a sus colegas que disputaron las diputaciones federales de la capital de Jalisco. La cerrada confrontación entre el PRI y el PAN atrajo votantes de los otros partidos.4

Si tenemos en cuenta la elección local de 1995, cuando el PAN ganó arrolladoramente, en los comicios locales de 2003 los panistas perdieron 114,588 votos, casi la cuarta parte de su mejor votación, y bajaron 14 puntos. Por su parte, el PRI ha ido teniendo altibajos en sus números absolutos, pero ha ganado terreno desde su derrota de 1995. Con respecto a esa elección en 2003 ganó 55 mil votos y recuperó 10 puntos, lo que representa una cuarta parte de aquella votación. Para el PRD las elecciones locales de 2003 son las más pobres desde 1994. Respecto a su mejor votación, la obtenida en las locales de 1997, perdió 74,893 votos y 12.3 puntos, lo cual implicó un deterioro de tres cuartas partes de la votación de aquel año. El destello que parecía anunciar un multipartidismo se derrumbó y la ciudad se presenta con una clara tendencia bipartidista que ha ido acercando a los contendientes panistas y priistas, por el declive de los primeros y la recuperación de los segundos.

En los comicios federales de 1988 el PAN superó al PRI, pero esto fue revertido en las siguientes tres elecciones. En la elección de 1991 la distancia entre el PRI y el PAN fue muy grande. De nueva cuenta, en 1994 el PAN tomó la delantera y la mantuvo hasta las elecciones locales de 2000, pero con altibajos. Sufrió mermas en los dos procesos previos a las elecciones presidenciales de fin de siglo. Las mejores votaciones panistas ocurrieron en los comicios locales de 1995 y en los federales tanto de 1997 como de 2000. En julio de ese año el PAN obtuvo su más alta votación, con cerca de 450 mil votos. Posteriormente ha ido experimentando la deserción de votantes. En las elecciones locales de 2000 el PRI disminuyó su distancia con respecto del PAN.

Después de haber sido superado por el PAN en 1988, el PRI volvió a tomar la delantera en las locales de ese mismo año, así como en las federales de 1991 y en las locales de 1992. Precisamente, su votación más alta la consiguió apoyado en los programas salinistas de Solidaridad en 1991, con alrededor de 330 mil votos. Del proceso local de 1995 al local de 1997 el PAN y el PRI perdieron votantes. En el federal de 1997 el PAN experimentó un repunte importante (la mayor cantidad de votos de todas estas elecciones) pero volvió a decaer en la siguiente contienda. El PRI consiguió una recuperación de electores en las federales de 2000, y logró ese nivel con leves pérdidas en las locales del mismo año. En la última década del siglo XX, el PAN ha tenido buenos resultados en las elecciones que han coincidido con las presidenciales. En 2003 el PRI y el PAN estuvieron casi empatados. En las elecciones de 2000 y de 2003 el PRI ha ido mostrando una recuperación electoral, lejana todavía a sus números de inicios de los años noventa (gráfica 1).

Teniendo en cuenta los porcentajes, el PAN parte de un triunfo tapatío en 1988 para caer en picada en las siguientes dos fechas electorales. Inicia una recuperación que tiene una cumbre en las elecciones locales de 1995. Entre las federales de 1991 y las locales de 1995 casi duplica su porcentaje. Su ascenso fue vertiginoso. Posteriormente sufre una erosión electoral. Su caída la compensa con una recuperación en las elecciones federales de 2000. Pero vuelve a decaer en las locales de ese año. En los primeros comicios del siglo XXI su cuota desciende a niveles cercanos a 40%. Por su parte, el PRI se repone de su descalabro de 1988 hasta una cumbre que no ha vuelto a experimentar, la de las elecciones federales de 1991 cuando llega casi a 60%. Tiene un leve descenso en la siguiente fecha electoral para ir decayendo hasta las locales de 1997. En las federales de 2000 tiene una leve mejoría que incrementa sustancialmente en las locales del mismo año. Para 2003 su recuperación lo lleva a los niveles de 40% (gráfica 2). La gráfica de los porcentajes ofrece una imagen de una especie de trenza. Otra pista que ofrece dicha gráfica es que en las elecciones del primer lustro de los años noventa hay una correlación en el comportamiento entre el PRI y el PAN: lo que uno pierde lo gana el otro. Pero en el segundo lustro ya no se da este comportamiento de espejo. Pueden perder ambos. La presencia de un tercero que quiere crecer cambia el escenario del bipartidismo hacia un multipartidismo. Pero en 2000 de nueva cuenta aparece la tendencia bipartidista. Hay una punga entre PAN y PRI y se ha alternado la supremacía. Hay alejamientos y acercamientos que dependen de campañas, coyunturas y candidatos. El tapatío es un electorado con tendencias bipartidistas que encumbra ya a uno ya a otro. En las últimas seis elecciones el PAN ha mantenido la delantera, pero el PRI ha detenido su caída y se ha ido acercando al albiceleste. Ante cada nueva situación electoral ningún partido tiene asegurada la victoria de antemano. La tiene que pelear. Para 2003 se encuentran casi en un empate, y los otros partidos resultan comparsas de esta pugna.

Otra forma de apreciar lo anterior proviene del examen de las distancias de puntos porcentuales entre los dos principales partidos durante el periodo examinado. En las elecciones federales de 1988 el PAN logra colocarse por arriba del PRI con una moderada distancia. En los otros tres comicios el PRI vuelve a triunfar y se ubica muy por encima del panismo tapatío. En la elección federal de 1991 la distancia alcanza casi 30 puntos, la más alta de todo el periodo. En las elecciones federales de 1994 el PAN repite la supremacía sobre el PRI con niveles similares a los de seis años antes. Pero en los comicios locales de 1995 el PAN se encumbra por arriba del PRI con su mejor distancia alcanzada: 25 puntos. Después decae, para volver a repuntar con 25 puntos en las federales de 2000. Esto hace ver que al panismo tapatío lo arrastra la imagen de su candidato a la presidencia de la República, pues la elección de 1995 tuvo que ver con un hartazgo tanto por el deterioro político local, como por el enojo de la situación económica de la crisis de finales de 1994. Desde la elección presidencial de 2000 el panismo de Guadalajara empieza un declive acelerado para quedar en las locales de 2003 a sólo un punto de distancia de su principal contrincante electoral (gráfica 3).

Apartado especial merece el comportamiento del electorado del PRD. Apareció con la conformación del Frente Democrático Nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas. Obtuvo más de cien mil votos y se acercó casi a la cuarta parte del electorado. En la elección local de 1988 se configuró una coalición cardenista. Pese a que tuvo una respetable cuota electoral cercana a 10%, perdió muchos de sus anteriores votos. Lo logrado representaba mucho menos de una tercera parte de su votación anterior. En los comicios federales de 1991, ya como PRD, el fracaso electoral fue muy grande. Apenas consiguió 2.5% de los votos. En la siguiente fecha electoral, pese a que perdió todavía unos cientos de sus anteriores votos, mejoró el porcentaje en siete décimas. Tuvo una recuperación importante en las elecciones federales de 1994 en donde casi quintuplicó su anterior votación. En las locales de 1995 sufrió de nuevo una recaída fuerte. Perdió 40 mil votos y sólo alcanzó 4%. En 1997 tuvo una recuperación: llegó a 10% en las federales, obtuvo 15% en las locales y estuvo a punto de alcanzar cien mil votantes. No obstante, en los comicios federales de 2000 perdió casi la mitad de sus electores anteriores y bajó 9 puntos. Para las locales de este año perdió cerca de setenta mil votos y volvió a los escuálidos porcentajes de 4%. En 2003 cayó a 3.1%. Se trata de un partido con fuertes altibajos, que si una vez representó una importante tercera fuerza tapatía, ante las confrontaciones bipartidistas ha sufrido elevadas mermas y últimamente se ha ido desdibujando.

Si dejamos de lado los comicios federales y únicamente nos centramos en las elecciones municipales, tenemos lo siguiente: el PRI en las elecciones municipales de 1992 subió con respecto a las anteriores en 6 puntos porcentuales y casi duplicó sus votos. Para 1995, aunque casi mantuvo los votos de la elección anterior, pues sólo perdió 9,618 votos, experimentó una importante merma de 23 puntos. A su vez el PAN, pese a que mejoró en una cuarta parte sus votos de 1988, sufrió una merma de dos puntos. Pero para 1995 multiplicó sus votos de la elección anterior en dos veces y tres cuartos, su incremento de puntos fue de 24 y obtuvo la mejor cifra electoral de todo el periodo. Entre el PAN y el PRI entre 1992 y 1995 hubo un quiasmo, un cruce y un cambio casi similar de porcentajes. Variaron de posición. En 1997 el PRI cae hasta su menor porcentaje, por debajo de los 30 puntos. Perdió 22% de sus votos anteriores. Tres años después, recuperó 10 puntos y aumentó en casi un tercio sus votos. Finalmente, en 2003 sumó tres y medio puntos más y 26,700 votos. Esto lo coloca en una posición de franca mejoría. Por su parte, el PAN perdió 11 puntos en 1997 y cerca de 30% de sus votos. Tres años después sigue decayendo, pues baja 4.4 puntos y 9 mil votos. En 2003 logra una mejoría de 14 mil votos y un aumento en punto y medio. Si hubiera mantenido su votación de 2000 no habría podido refrendar el triunfo de la alcaldía. Del predominio priista de principios de los años noventa se pasó al predominio panista de mediados de esa década, para desembocar a inicios del siglo XXI en un casi empate entre esos dos partidos.

El comportamiento de los votantes tapatíos en los años noventa y a principios del siglo XXI muestra una tendencia que ha favorecido el bipartidismo. Hay momentos en que puede hacer aparecer a un tercer contendiente, pero esto se ha dado en situaciones especiales donde dicha competencia ha sido inducida por el comportamiento nacional o por alianzas internas muy efímeras. En los años noventa se puede ubicar un piso priista de 30%; pero en 2003 supera 40%. Hay un voto estable tricolor de alrededor de los 250 mil votantes. En los últimos comicios ha mostrado una franca recuperación. En el PAN se ha dado una cuota alrededor de los 300 mil electores con oscilaciones entre 47% y 50%. Pero en los comicios de 2003 cayó a cerca de 40%. La falta de adhesión de votantes de capas medias ante la estabilidad de votantes de escasos recursos por el PRI puede acercar aún más las proporciones de estos dos partidos y variar la supremacía panista de los últimos años.

 

Comportamiento ciudadano en conjunto

Dejando la visualización partidista, tocaría echar una mirada al comportamiento de los ciudadanos tapatíos frente a las elecciones examinadas. Una primera constatación es que, por lo general, votan más en los comicios federales que en los locales. Esto no es así cuando hay tensiones locales y confrontaciones fuertes. Otro dato importante lo da el incremento de votantes con credencial electoral. El cuadro 2 muestra cómo se ha dado su crecimiento.

Habría que aclarar que en el Registro Federal de Electores prefirieron no dar las cifras correspondientes a 1991 porque no había certeza en las mismas. El crecimiento total en esos doce años fue de 412,288. De 1992 a 1995 creció esta lista en 148,780. Entre las elecciones locales de 1995 y las locales de 1997 esa lista aumentó en 103,559 nuevos ciudadanos. Y de las locales de 1997 a las locales de 2000 dicha lista incorporó a otros 85,120. De las locales de 2000 a las federales y locales del 2003 hubo 74,829 nuevos ciudadanos registrados. Como se puede ver, de etapa en etapa van disminuyendo los jóvenes que requieren su credencial electoral.5

En las elecciones federales de 1994 hubo 375 electores más que en las locales de 1992. Entre éstos pudieran haber estado los 129,282 que habían conseguido su nueva credencial electoral, los 115,928 que dejaron de votar entre las federales de 1991 y las locales de 1992, más 130,259 que estaban en el padrón y que no habiendo votado en las dos anteriores elecciones decidieron hacerlo en los comicios presidenciales. En las elecciones locales de 1995, pese a que había 19,498 nuevos electores, se ausentaron de las urnas 83,453 votantes que sí habían sufragado en los comicios federales anteriores. En las federales de 1997 subió el número de votantes sólo en 5,619 respecto a la elección local anterior. Aunque la lista nominal aumentó en casi cien mil ciudadanos con credencial recién adquirida no se llegó al número de votantes de la elección federal de 1994. Para las locales de 1997 la lista aumentó en 3,821 nuevos electores, pero la pérdida de votantes con respecto a los comicios de meses atrás fue de 93,340. Para los comicios federales de 2000 hubo en Guadalajara 204,247 nuevos votantes, entre los que pudieron estar los que obtuvieron por primera vez su credencial más una buena proporción de los 171 mil votantes que se habían alejado entre 1994 y las locales de 1997. No obstante, cerca de 177 mil votantes se volvieron a alejar de las urnas entre los comicios federales y los locales de ese año.

En cuanto a los votantes tapatíos que fueron a las urnas en los comicios de finales del siglo XX e inicios del XXI, podemos apreciar que en los comicios federales de 1988 se alcanzó la cifra de casi medio millón. En la elección local de ese año hubo un descenso en la afluencia de votantes a las urnas, pero en la siguiente fecha electoral, la federal de 1991, más de medio millón de tapatíos fueron a votar. Los electores volvieron a la desidia en las locales de 1992. De nuevo se animaron en las elecciones de 1994. Influyó el voto del miedo a la situación conflictiva de ese año y al intento local por contribuir a una posible alternancia. Los votantes tapatíos llegaron casi a la cifra de tres cuartos de millón. Las elecciones locales de 1995 y las federales de 1997 son muy similares. No obstante, en las locales de 1997 hubo menos participación. Hubo un leve incremento en la local de 2000 con respecto a la local de 1997 porque se ponía en juego la gubernatura. Las elecciones más concurridas han sido las presidenciales de 1994 y de 2000. Cuando se logró la alternancia en la presidencia de la República la votación se incrementó hasta llegar casi a los 830 mil votantes. No obstante, en las siguientes fechas electorales se experimentó una depresión de la participación electoral.

 

Abstencionismo

Pese al incremento de posibles votantes, hubo menos votos que en los comicios federales tanto de 1994 como de 1997, y que en los locales de 1995. En julio de 2003 ya no acudieron a las urnas tapatías alrededor de 153 mil ciudadanos que sí lo habían hecho tres años antes, cifra que es más del doble de los que en ese trienio adquirieron su credencial electoral (gráfica 4).

En el cuadro 3 se pueden apreciar los datos tanto de la lista nominal de electorales, según año y proceso, como los porcentajes de abstencionismo en Guadalajara.

Después de una importante abstención cercana a 50% en las elecciones locales de 1992, vino la más alta afluencia electoral en Guadalajara que alcanzó niveles de 83%, y por lo tanto la abstención menor en todos los comicios aquí abordados. Después inicia un descenso constante de participación que culmina en las elecciones locales de 1997. De nueva cuenta la abstención baja en las federales de 2000 cuando casi tres de cada cuatro electores acudieron a las urnas, para repuntar con fuerza en las locales de 2000 e incrementarse en las elecciones concurrentes de 2003. En la lista nominal jalisciense de ese año hay más mujeres que hombres (52.2% de las primeras por 47.8% de los segundos). Pero los hombres han sido más abstencionistas que las mujeres. Sin que el sexo o la región impliquen diferencias fundamentales, entre los jóvenes de 20 a 29 años se encuentra el porcentaje mayor de abstencionistas en todo el país, pues siete de cada diez de los comprendidos en ese rango de edad prefirieron no acudir a las urnas. Si en el año 2000 el voto juvenil fue determinante en la alternancia en la presidencia de la República, tres años después la desilusión causada por el llamado "gobierno del cambio" desestímulo el voto de los jóvenes.6 En el conjunto de los abstencionistas ha influido la mala calificación de los partidos, gobernantes y legisladores, y el hecho de que los problemas más sentidos no hayan sido resueltos.

 

A manera de cierre

Se han examinado 12 fechas electorales en la capital jalisciense. Cada proceso ha sido diferente. En los federales de 1988 tres fuerzas se disputaron al electorado tapatío. Ganó el panismo impulsado por su candidato presidencial Clouthier. El partido de Estado, aunque hizo un descomunal fraude —llamado "de segundo piso" porque corrigió actas electorales—, cayó por primera vez al segundo sitio. El neo-cardenismo hizo presencia. En las locales de ese año, pese a los triunfos distritales de pocos meses atrás, el panismo decayó, porque el objetivo había sido el triunfo presidencial que no se obtuvo. Con el mismo nivel de votos absolutos el priismo repuntó porcentualmente, porque hubo mucho abstencionismo. En las federales de 1991 volvió a influir la decisión centralista del salinismo de reivindicarse electoralmente. Movió a mucha gente por medio de la compra, coacción, el nuevo corporativismo basado en la organización de los programas asistenciales de solidaridad y un ejército de controladores del voto oficialista. Pese a que el PAN mejoró los números absolutos de sus sufragios, quedó muy lejano de los votos controlados y movilizados por el PRI que alcanzó su votación más copiosa del periodo estudiado, tanto en números absolutos como relativos. Aunque el PAN hubiera repetido el número de votantes de las federales de tres años antes habría quedado muy atrás. Porcentualmente los albicelestes se colocaron en el nivel más bajo. Con los instrumentos afinados de la nueva manera de no respetar el voto libre y con una campaña dispendiosa por parte del priismo, en las locales de 1992 el partido de Estado repite una elección abundante, aunque menor que la anterior federal. La distancia porcentual respecto al PAN sigue siendo grande. Este último partido, con menos votantes que en los comicios de 1991, mejora su porcentaje. En las elecciones federales de 1994 el electorado tapatío cobró cuentas por las explosiones de calles en Guadalajara en 1992, y por el asesinato de su Cardenal en 1993. El PAN volvió a repuntar tanto en números absolutos como relativos. Aunque no fue muy grande su distancia con respecto al PRI, sí fue definitiva. Comienza el declive priista y el ascenso panista. En las locales de 1995 se da la mejor votación absoluta y relativa del panismo tapatío. La distancia entre PAN y PRI se agranda, pero no alcanza el tamaño de la que benefició al PRI en las federales de 1991. El voto de castigo y la convergencia opositora castigan electoralmente al partido de Estado. En las federales de 1997, cuando el PRI pierde el control de la Cámara de Diputados, los votos panistas no logran los niveles de las locales anteriores, pero el priismo sigue descendiendo en número de votos y en porcentajes. Hay un refrendo por el cambio albiceleste. En las locales de ese año el panismo y el priismo pierden votantes y se incrementa una tercera fuerza, la perredista, que se ve como nueva opción importante en la ciudad, pues en números absolutos viene a ser la mitad que el del PRI. En las elecciones federales de 2000 el voto útil por el cambio en la presidencia de la República nutre a la opción panista, que tiene el número más alto de votos absolutos de todo el periodo en la ciudad. El priismo, también alentado por la contienda presidencial, recupera votantes, aunque no alcanza las cifras absolutas de las contiendas federales de 1994 y de 1991. La distancia del PAN con respecto del PRI se agranda. Para las locales de 2000 tanto el voto útil como el de muchos panistas se esfuma. El candidato panista no fue atractivo. En números absolutos el PAN obtiene menos votantes que en las tres federales anteriores, y que en las locales gubernamentales de 1995. El PRI pierde pocos de sus votantes de las presidenciales de 2000 porque su candidato fue competitivo. En términos relativos, el PAN desciende y el PRI sube. De las nueve distancias favorables del periodo, el panismo tiene la segunda más baja. Para las locales de 2003 el priismo recupera votantes y el panismo los sigue perdiendo. La ventaja del PAN resulta pequeña, y los niveles porcentuales se cierran. En número de votantes totales las votaciones más bajas han sido las locales de 1988 y las de 1992. Las más nutridas fueron las elecciones de la alternancia presidencial en 2000. Los volúmenes de votantes en las locales de 2000 y en las dos de 2003 han sido inferiores tanto a las federales de 1994 y 1997 como a las locales de 1995. La menor abstención de todo el periodo fue la de las elecciones federales de 1994. Desde entonces el abstencionismo, con excepción de las federales de 2000, ha experimentado un constante incremento. Grupos de electores a finales de los años ochenta lucharon contra el fraude electoral. A principios de los años noventa exigieron mejores instrumentos electorales e hicieron observación electoral.

El PRI ha sabido mantener un núcleo duro de votantes. El panismo ha conseguido una porción de votos fieles. Pero se ha dado la volatilidad electoral capaz de influir en los resultados. Hay porciones nada desdeñables de votantes que desde finales de los años noventa y principios del siglo XXI han aprendido a diferenciar su voto y no entregarlo todo a un mismo partido. Los partidos ya saben que en cada elección deben trabajar por atraer votantes. Nadie tiene asegurado el triunfo de antemano.

Por lo general, los votantes tapatíos se animan en los comicios federales. Pero en los locales de 1995 tuvieron muchos alicientes para expresar su descontento en las urnas. Y la fuerte confrontación de los comicios locales de 2003 influyó en que en esta ocasión las elecciones municipales tuvieran más votos que los comicios federales simultáneos (gráfica 5). En las elecciones cuentan los partidos, pero en los últimos comicios han pesado más los candidatos y sus campañas. En las elecciones federales la contienda por la presidencia sobredetermina las campañas de los diputados. En 2003, al darse unas elecciones federales y municipales en la misma fecha, la contienda por la presidencia municipal sobredeterminó no sólo las campañas de los diputados locales de los seis distritos tapatíos, sino también las de los federales.

Se han dado importantes avances en cuanto a la limpieza electoral, pero también persisten rezagos desde el punto de vista de la democracia. El fenómeno del fraude ha ido cambiando, pero persiste. Han quedado atrás la violencia y el descaro de 1988. Se ha acotado el exceso de manipulación que se dio en 1991. Pero todavía persiste la utilización de recursos públicos y de recursos ilegales a favor de candidatos. La compra del voto no se ha podido erradicar. No obstante, la libertad del voto ha ido llegando a más capas de ciudadanos. El electorado ha ido evolucionando y ha diversificado su voto según candidatos, y ha ejercido el voto de castigo. Todavía hay votos que responden a situaciones clientelares. El organismo electoral ha cambiado muy profundamente. De los funcionarios sujetos a un partido se llegó al profesionalismo y garantía de imparcialidad en el Instituto Federal Electoral para las elecciones federales examinadas y a cierta independencia en el organismo local, que de un prestigio importante a mediados de los años noventa ha pasado a situaciones de cierto desprestigio por la cuestionada actuación de algunos de sus integrantes. Lo más destacado ha sido que entre los ciudadanos interesados por hacer avanzar la democracia desde diversas organizaciones cívicas se ha pasado del énfasis en la defensa del voto a la exigencia de la participación electoral, a que los elegidos tengan en cuenta el punto de vista de los ciudadanos. Entre las últimas demandas se encuentran que se respeten los topes de campaña, que disminuyan los gastos electorales de los partidos, y que las campañas abandonen un vacío marketing político sin propuestas auténticas. Se exige además que haya transparencia en el origen y destino de los recursos de los partidos, y que los elegidos rindan cuentas de su actuación y gestión. Los escándalos de los partidos, que se multiplicaron en 2004, han ido hastiando a los electores. Ya en 2003 creció en Guadalajara el voto anulado intencionalmente con muestras de rechazo a todos los partidos. De seguir el deterioro político de los partidos, esto puede aumentar y es previsible el incremento de la abstención. Otra demanda que ha ido surgiendo a principios del siglo XXI es que la democracia sea integral: que no sólo sea electoral, sino también social; que responda a las necesidades de la población. Si los partidos siguen enfrascados en su lógica de partidocracia, dando la espalda a los reclamos de los ciudadanos, estos últimos seguirán desencantándose de la política y se pondrá en peligro la gobernabilidad democrática.

 

Bibliografía

Alonso, Jorge, Elecciones en tiempos de crisis, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1987.         [ Links ]

----------, El rito electoral. Las elecciones en Jalisco, 1940-1992, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 1993.         [ Links ]

----------, Arrollamientos y menoscabos. Las elecciones federales de 1991 en Jalisco, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1993b.         [ Links ]

----------, El cambio en Jalisco, Guadalajara, CIESAS, 1995.         [ Links ]

----------, Democracia precaria, Guadalajara, ITESO, 2000.         [ Links ]

----------, Democracia amenazada, Guadalajara, ITESO, 2002.         [ Links ]

 

Notas

1. Véanse las cifras del Censo del año 2000 en el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (www.inegi.gob.mx). Hay que tener en cuenta que México, Distrito Federal, el lugar con mayor densidad poblacional del país, no tiene divisiones municipales. De acuerdo con las cifras del INEGI correspondientes al Censo del año 2000, la población jalisciense llegaba a seis millones trescientos mil. La zona metropolitana alcanzaba 60% (tres millones ochocientos mil). La cifra de 1'646,319. En la revista Este País de julio de 2002, al catalogar a las 50 ciudades que mueven a México, la zona metropolitana de Guadalajara quedaba en el segundo sitio si se tenía en cuenta el número de habitantes; pero ocupaba el tercer sitio si se evaluaba el dinamismo económico.

2. Los datos que sirvieron de base para este escrito se encuentran en Alonso 1987, 1993,1993b, 1995, 2000, 2002. Conviene hacer la aclaración que en otros trabajos las comparaciones las he hecho entre las elecciones de diputados de mayoría, tanto en las elecciones federales como en la locales. En el presente escrito he privilegiado las elecciones municipales, y por razones de comparación del comportamiento electoral he tenido como referencia en las elecciones federales las votaciones para diputados de mayoría.

3. La distancia entre el PAN y el PRI en la elección para gobernador fue de 2.1, en la elección de diputados de 7.2, y en la elección para munícipes en Guadalajara de 10.3.

4. En los demás partidos la situación fue a la inversa. Tuvieron más votos en los comicios federales que en los municipales de Guadalajara. El PVEM perdió 19,030 votantes; el PRD, 9,155; el Partido México Posible, 2,332; Convergencia, 2,068; el PT, 1,360; Fuerza Ciudadana, 867; el PLM, 796; el PAS, 344; y el PSN, 285.

5. Esto no significa que haya desinterés entre los jóvenes por enlistarse en el padrón electoral, sino un decrecimiento de los volúmenes de nuevos ciudadanos tapatíos. Según el INEGI, la tasa de crecimiento promedio anual de la población jalisciense de 1970 a 1980 fue de 3.2%, pero de 1980 a 1990 cayó a 2%. Habría que tener en cuenta dos factores más: la migración internacional de jóvenes, y que, al estar la ciudad de Guadalajara sin posibilidades de expansión, parejas jóvenes buscan lugar de residencia en otras partes de la zona metropolitana. Hay otras consideraciones, como el hecho de que los jóvenes de capas bajas necesitan la credencial electoral para muchos trámites de su vida laboral; los de capas medias y altas buscan esta identificación no tanto por ánimo cívico sino para poder entrar a lugares de reunión y diversión restringidos a mayores de edad.

6. Se pueden consultar los resultados de una investigación del Instituto Federal Electoral al respecto (IFE, Informe de los resultados del estudio de la participación ciudadana en las elecciones federales de 2003, Organización Electoral del IFE, México, 2004).

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons