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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.11 n.33 Guadalajara May./Aug. 2005

 

Sociedad

 

La precarización del campo laboral y sus efectos en la subjetividad de los jóvenes

 

Emma Ruiz Martín del Campo*

 

* Profesora-investigadora del Departamento de Estudios en Educación, Universidad de Guadalajara, México, emmaruiz0808@hotmail.com

 

Fecha de recepción: 27 de abril de 2004.
Fecha de aceptación: 15 de agosto 2004
.

 

Resumen

El trabajo creativo juega un papel fundamental en la estructuración del sujeto, le permite participar en la tarea cultural transformando la realidad y es, a la vez, generador de identidad. La creciente disminución de la oferta de trabajo produce efectos diversos en la subjetividad de los jóvenes, según la historia de vida de cada uno y el contexto social en que se ubican. La escasez de puestos de trabajo en la localidad en la que vive un joven puede llevar a respuestas distintas, como la valoración de una actividad del rango del subempleo como un asidero para subsistir en el limitado panorama de una condición que se experimenta irresoluble, la emigración o el desarrollo de la imaginación y la aplicación de los conocimientos adquiridos para generar formas de trabajo independiente y pensar en vías de solución posible a nivel social.

Palabras clave: Jóvenes, trabajo, mercado de trabajo, identidad laboral, límite último de tolerancia.

 

Antecedentes

A mediados del año 2003 fui invitada a participar en un foro sobre "juventud" para hablar acerca de las perspectivas de los jóvenes de hoy en día frente al trabajo. Me propuse abordar el tema partiendo de las opiniones de los propios jóvenes, esto es: escuchar su palabra para, a través de ella, indagar y reflexionar, rastrear y analizar los sentidos que dan a su actividad actual, a sus sueños, sus expectativas y temores relacionados con el campo laboral y con el trabajo en el futuro cercano; me interesaba así mismo saber acerca de sus planes y esperanzas para un futuro más distante en que ellos serán los adultos, los más directamente responsables del funcionamiento de la sociedad.

Decidí buscar jóvenes habitantes de la ciudad dispuestos a conversar conmigo y salí a la calle en busca de ellos. Los elegiría poniendo como condición más importante para entrevistarlos su disponibilidad, su deseo de contar su historia laboral (con la posibilidad de extenderse a otras áreas) y, por consiguiente, el que realizaran una actividad remunerada, bien fuera un empleo, una actividad independiente o una del tipo de las clasificadas como subempleos. El rango de edad de mis entrevistados sería de 18 a 25 años.

Los jóvenes cuyas entrevistas se incluyen en este artículo son todos mexicanos y cuatro de ellos laboran actualmente en Guadalajara, el quinto, Octavio, después de varias experiencias de trabajo en esta ciudad, trabajó durante unos meses en una ciudad mexicana más pequeña y a la fecha (febrero de 2004) está empleado como maestro de español en una escuela bilingüe de los Estados Unidos.

Diana, Octavio, Alonso, Marisol y Francisco, que es como he llamado a los jóvenes para resguardar su verdadera identidad, provienen de distintas clases sociales, cuatro de ellos han podido seguir estudios universitarios. De entre ellos, Octavio se diferencia nuevamente en cuanto a que ya los ha terminado y ha obtenido su título profesional. Los cuatro universitarios reflexionan sobre las dificultades que enfrentan o piensan que enfrentarán al buscar su inserción activa en el campo profesional para el que se han formado, dificultades que son consecuencia de formar parte de una sociedad que no da suficiente cabida a los jóvenes (y cada vez menos a los adultos) en el mundo del trabajo creativo. Estos jóvenes universitarios se reconocen, sin embargo, suficientemente armados a partir de su formación para encontrar formas de integrarse al mercado laboral, aunque tuviera que ser en renglones distintos al de sus estudios universitarios, y tres de ellos ven el paso a la formación de posgrado como alternativa para llegar a obtener un empleo. Por contraste, y como caso único entre los aquí presentados, Alonso nos enuncia en forma paradigmática las dificultades y escasas perspectivas de los miles de jóvenes que no tienen cabida alguna en el sistema de trabajo formal. Acotados, restringidos, empobrecidos, amenazados por el llamado neoliberalismo, su existencia se reduce a luchar por la supervivencia con el mínimo de requerimientos. Para ellos ya parece ser un logro difícil de preservar (dadas sus condiciones económicas y la dificultad para encontrar un sentido a su vida en medio de extremas privaciones) no caer en la drogadicción o en la criminalidad.

 

Supuestos-guía

La información estadística y de corte cuantitativo sobre el panorama laboral que se extiende ante los jóvenes y la población en general nos es dada con abundancia no sólo en textos, sino en los diarios, la radio, la televisión; a través de esos medios sabemos que 2003 fue un año especialmente difícil por la reducción de puestos de trabajo, nos enteramos de que tal o cual empresa multinacional ha cerrado su planta en nuestra ciudad, de que otra quitará un área de producción en México para trasladarla a China o a Brasil; pero muy poco se nos dice de los efectos que este panorama escasamente halagüeño produce en la subjetividad de las personas. Coincido con Lévi-Strauss cuando, explicando la importancia de comprender un hecho social en su complejidad, de entender el "hecho social total" conceptualizado por Marcel Mauss, afirma: "Nunca podemos estar seguros de haber encontrado el sentido y la función de una institución, si no estamos en condiciones de revivir su efecto en una conciencia individual" (Lévi-Strauss, 1950: 21). Este trabajo pretende dar luz sobre los efectos que las transformaciones en el campo del trabajo producen en la subjetividad de los jóvenes. Un supuesto del que partimos es que el trabajo juega un papel fundamental en la estructuración del sujeto: le permite experimentarse creativo, orientar sus fantasías de grandeza a la realidad al contribuir a transformarla, participar en el quehacer cultural y es, por lo mismo, un fundamental integrador del Yo que modifica la auto-percepción y contribuye a regular la autoestima, es además un núcleo generador de identidad, de la identidad laboral o profesional, pongamos por caso: "soy ingeniero civil y me defino en mis tareas de planeación y supervisión de construcciones, de las cuales soy responsable", esto en el caso de que el sujeto se identifique con la tarea que realiza, la elija y le resulte satisfactoria.

Hoy en día, sin embargo, son cada vez menos los jóvenes que encuentran trabajo en el área de su elección, cada vez son más los egresados de las universidades o de las escuelas técnicas que salen a engrosar las filas de los desocupados, que tienen que ocuparse en áreas que no son las de su elección o que tienen que someterse a condiciones laborales poco deseables: contratos de corto plazo, presión de rendimiento excesiva, malos sueldos, riesgo y amenaza de recorte de personal, etc. Son también más numerosos los jóvenes que andan por las calles luchando por sobrevivir, en el mejor de los casos realizando algún servicio o subempleo y en el peor realizando actos delictivos, calmando el hambre y el dolor con drogas, destruyendo y/o autodestruyéndose.

Lo anterior, suponemos, ha producido diversos efectos en los jóvenes: algunos son más conscientes de los límites, muchas veces extremos, que la sociedad impone a sus esfuerzos y sueños individuales, esto perturba la generación de utopías. La juventud actual no confronta a la generación adulta proponiendo un proyecto de sociedad mejor porque no cree que esto sea posible, como afirma Sennet: "Cuando un ser humano no cree que existe solución para un problema, el pensamiento a largo plazo se cancela. El individuo se convierte en un cautivo de su presente" (Sennett, 2000: 121). Cuestioné a un alumno de 20 años por no haber cumplido una tarea diciéndole: "¿Qué pasa con los jóvenes de hoy en día, por qué muestran a veces tanto conformismo y apatía?" Él aseveró enfático: "¡Qué ingenuidad la de la juventud de los años sesenta que creía poder transformar el mundo!" Mi respuesta fue un momento de silencio doliente y reflexivo antes de proseguir el diálogo.

Los jóvenes que no encuentran en su comunidad perspectivas y foros que les permitan forjar y poner en práctica un proyecto de vida, experimentan inseguridad, pero la vitalidad y riqueza de imaginación propias de la juventud impulsan a muchos de ellos a buscar o generar nuevas alternativas de desarrollo en su colectividad de origen o fuera de ella. Tendencialmente, quienes han crecido en un medio que les ha ofrecido vínculos humanos sólidos y han tenido experiencias creativas y satisfactorias en su formación y/o en su iniciación al trabajo, serán más generadores de crítica constructiva y de propuestas sociales transformadoras, seguirán soñando y luchando por realizar sus sueños, tendrán comparativamente más esperanza y confianza en el futuro, aunque tengan mayor o menor conciencia de la dificultad de extender su sueño a una colectividad amplia.

Por otra parte, ante la escasa oferta laboral, hay una mayor disponibilidad de movilidad en los jóvenes a la búsqueda de mayor calificación profesional y de plazas de trabajo. La emigración es vista como alternativa por muchos jóvenes que no encuentran trabajo, o sólo alguno insatisfactorio, en el ámbito local.

Volviendo a los jóvenes que sobreviven en la calle realizando algún trabajo informal como vender chicles, limpiar vidrios o lavar autos, es mi supuesto que ellos están en riesgo permanente de caer en la criminalidad y en las drogas, y su destino va a depender de los apoyos afectivos con los que cuenten en el presente, de su experiencia pasada y sus modelos, pero también, en última instancia, de que la comunidad les siga permitiendo ganar un poco de dinero y sentirse útiles con su quehacer, de que satisfagan al menos el mínimo de sus necesidades materiales y emocionales. En situaciones extremas en las que se conjunta la escasez de oportunidades de trabajo con el agotamiento de los recursos personales para buscar alternativas creativas tendientes a conseguir el propio sustento y la inserción creativa en el mundo de los adultos, los jóvenes traspasan el último límite de tolerancia posible ante la frustración y, o luchan por sobrevivir y atenuar el hambre y el dolor a través de cualquier vía al alcance de su mano (actos delictivos, agrupaciones criminales, drogadicción, etc.), o se autodestruyen en el intento (incremento de la tasa de suicidios juveniles, de muertes por drogadicción o enfermedades producto de la desnutrición, la promiscuidad, etcétera).

En síntesis, los jóvenes se enfrentan a un mundo más inseguro, con más riesgos y más competitivo, en donde la escasa oferta de trabajo incide en su identidad laboral o profesional, que se ha vuelto más difusa y fragmentaria. Los jóvenes mejor preparados buscan oportunidades en el ámbito local y si no las encuentran tienden a emigrar, con los efectos que esto trae en su identidad, por una parte, y en la comunidad de la que se ausentan, por otra (tópicos ambos que caen fuera de nuestro objeto actual de investigación). Los menos preparados luchan como les es posible por sobrevivir y muchos lo único que esperan es poder mantenerse en "la cuerda floja", otros han traspasado su límite último de tolerancia posible y caen en las drogas o en la criminalidad.

 

Jóvenes, formación y trabajo

El historiador Georges Duby nos habla del camino recorrido en su formación profesional y en el despertar de su pasión por su trabajo en la primera mitad del siglo XX:

Fui alimentado copiosamente con humanismo [...] El respeto que sentían mi padre y mi abuelo, artesanos, por los objetos bien hechos, su ardor por superar a sus rivales en la emulación del taller, su convicción de que un trabajo perseverante permite ir escalando niveles en la vida, todas esas exigencias se trasladaron en mí de lo manual a lo intelectual (Duby: 1999, 25).

Y más adelante: "En aquella época, una pedagogía discreta hacía a los jóvenes el honor de tratarlos como adultos, como los hombres y las mujeres que eran, y de considerarlos perfectamente capaces de formarse solos, organizando su trabajo como quisieran" (Duby, 1999: 26). Cito un último fragmento: "Era un gozo para mí [...] recorrer los campos, los caminos, los pueblos, estar entre las gentes, tratando de discernir las relaciones entre su modo de trabajar, sus herramientas, sus costumbres y las improntas con que habían marcado y se aprestaban a seguir marcando la faz de la tierra" (Duby, 1999: 27).

La formación de los jóvenes para el trabajo, la forma como se integran al campo laboral y el papel que el trabajo juega en la consolidación de su identidad, dependen de las circunstancias histórico-culturales en que viven, de la solidez o precariedad de las instituciones que prevalecen en la comunidad, de las cosmovisiones que rigen la vida, de las condiciones materiales que sustentan la producción, del desarrollo de las comunicaciones y las tecnologías y de las formas de interacción humana dominantes en el contexto social en cuestión.

Zygmunt Bauman se cuestiona sobre las tendencias que marcan los cambios en la identidad en el paso de las sociedades modernas a las posmodernas y considera que la delimitación más definida de identidades individuales es una característica de la modernidad, por la disminución de la influencia directa de las instituciones y espacios colectivos sobre los sujetos.

Si las cofradías y gremios destacaban la identificación del sujeto con su grupo, el énfasis en el rendimiento individual, producto de la revolución industrial, promovió la percepción de los individuos ligada a su realidad separada de otros y a sus logros personales acumulados en un área predominante de desempeño. Todavía en los años setenta del siglo XX, los estudiantes eran formados para una carrera a partir de la cual se esperaba que tomaran un lugar social duradero, y la mayoría de los obreros y burócratas trabajaban en un puesto u oficio hasta jubilarse; para todos ellos el trabajo era un núcleo organizador de identidades laborales estables; los campesinos, por su parte, se plegaban a los ritmos de las estaciones y se identificaban con un oficio que, al permitirles "imprimir su huella en la faz de la tierra", no sólo les garantizaba subsistencia, sino seguridad y orgullo. En la actualidad nos vemos frente a una realidad de cambios vertiginosos y menores oportunidades de trabajo, que generan muchas veces identidades fragmentarias, provisorias, dependientes de las ofertas de trabajo que la sociedad presenta para sobrevivir y hacerlo de la mejor manera posible. Bauman subraya la tendencia a la privatización, al "hazlo tú mismo" que deja a los individuos más solos que nunca en la estructuración de su identidad: "La antigua angustia de inadaptación como desvío de las normas sociales claras y estables, ha dado paso a una angustia ante la incertidumbre que sume al individuo en un vértigo de esfuerzos propios por encontrarse y asegurarse a sí mismo" (Bauman, 1995: 20).

Pero a pesar de que el empleo se ha convertido en un bien escaso en muchas sociedades en este siglo que comienza, y que las condiciones para desarrollar una labor por cuenta propia son en muchos casos muy adversas, el trabajo sigue teniendo una función integradora clave para la subjetividad de las personas. A través del trabajo el sujeto puede generar transformaciones en la realidad que, en el mejor de los casos, tienen un sentido y un valor perceptible para él y le permiten conquistar un lugar apreciado en su comunidad. El campesino que siembra y cosecha constata a través de su trabajo que es capaz no sólo de autoabastecerse de productos alimenticios que le son necesarios, sino de proveer de ellos a su familia y a su comunidad. Igualmente, el sujeto que teje produce un bien importante para la protección de sí mismo y/o de otros frente a las inclemencias del clima. Quien realiza su trabajo como cocinero se reconoce capaz no sólo de alimentar, sino de hacerlo generando un disfrute con su comida (en caso de ser buen cocinero).

El sujeto trabajador en condiciones óptimas conquista sustento, pertenencia a un grupo, aprobación y afecto y esto le posibilita experimentar un sentimiento de armonía consigo mismo, acercarse a las expectativas de su imagen ideal, reconocerse útil y estar en mejores condiciones de manejar eventuales sentimientos de culpa por sus impulsos destructivos, por sus defectos y límites humanos. Esto es más cierto mientras más se trate de un trabajo elegido por la propia persona, a través del cual ponga en juego y satisfaga sus pasiones y al cual puedan fluir sus fantasías de grandeza, y es menos cierto en la medida en que el sujeto sea obligado a realizar actividades que le desagradan o con las que no se identifica (el caso extremo son los trabajos forzados o la esclavitud).

Los jóvenes que se educan para la vida buscan formas de integrarse a la sociedad de adultos y el camino más viable para lograrlo es la asunción de una actividad productiva, de un trabajo. Al realizar un trabajo a través del cual modifica la realidad y aporta un bien valorado a su comunidad, el joven se reconoce en sus posibilidades, pero también en sus límites, pone freno a sus ensoñaciones y utopías respecto a sí mismo, acepta cerrar la puerta a innumerables posibilidades antes fantaseadas para ubicarse en un campo de acción determinado. Al respecto, afirma Erdheim:

El término de la adolescencia es un proceso que está estrechamente encadenado a la contradicción entre las fantasías de grandeza y omnipotencia por una parte, y el trabajo por la otra. Dichas fantasías constituyen ciertamente la fuerza de la adolescencia, pero son al mismo tiempo su talón de Aquiles [...] Enredado en la omnipotencia de los pensamientos, la inserción de éstos en la realidad a través del trabajo es una de las heridas narcisistas que ocupa al adolescente (Erdheim, 2003: 281).

El joven puede ir avanzando en la elección de un camino hacia el trabajo, pero puede hacerlo en la medida en que el medio social sea rico en posibilidades. Es necesario preguntarnos: ¿Qué ofertas de desarrollo, qué modelos a seguir, qué oportunidades de trabajo encuentra el joven en su comunidad? Porque el contexto social en el que un adolescente se desarrolla va a ser determinante para el curso de su adolescencia y también para la cristalización de su identidad de adulto, y como parte de ella su identidad laboral o profesional y sus fantasías de grandeza encontrarán el mejor cauce posible si el joven encuentra un trabajo elegido por él al cual pueda hacerlas fluir para sentirse satisfecho y útil, ya que como dice Kaplan:

La manera como una joven transforme el poder mítico en poder real depende de las convenciones sociales y las características morales del mundo real que espera para recibirla. En la zona de transición tal vez ella ha encontrado algunas soluciones, pero si no hay maíz para las tortillas de maíz sagradas, si no hay papel para escribir sus poesías, tribunas para sus danzas, escuelas donde pueda enseñar, recintos sagrados en los que valga la pena orar, áreas inexploradas que pueda descubrir, ¿qué hace ella pues? (Kaplan, 1993: 29).

Dolto, por su parte, habla de la importancia de la progresiva independencia económica de los jóvenes para conquistar su autonomía: "Resulta algo capital a esa edad [...] escapar a la tutela económica y acceder al derecho a la propia expansión personal" (Dolto, 1990: 23). Y un poco más adelante afirma:

Es sobre todo la falta de dinero lo que impide a los adolescentes adquirir su autonomía. Los padres no pueden ya mantener a sus hijos: las necesidades sí, pero nada de sus deseos. Es entonces cuando [algunos] se tornan violentos. Tratan de encontrar una solución de delincuencia o de droga, fuera de la ley (Dolto, 1990: 166).

Teóricamente, se forma a los jóvenes para que puedan ganarse la vida y encontrar un trabajo con sentido que les satisfaga, resuelva sus necesidades económicas y aporte beneficios a su comunidad, pero las condiciones actuales ponen a muchos en situación de permanecer débiles, asistidos, o de buscar escapar de una realidad que no les ofrece alternativas.

 

Impacto de la precarización laboral en los jóvenes

La progresiva desaparición de fuentes de empleo que se registra en la actualidad sobre todo en países pobres, así como la precariedad de las condiciones de muchos de los trabajos disponibles, que no permiten el uso de la creatividad y son además mal pagados, inestables, etc., han hecho, pues, más escasas las posibilidades de un desarrollo juvenil que desemboque en la consecución de un quehacer laboral acorde a la formación, que sea satisfactorio para el sujeto y confluya en la consolidación de su identidad profesional. Hoy en día, ante infinidad de jóvenes se tiende un panorama sombrío que para algunos implica desempleo o subempleo, para otros sobreexplotación y sueldos raquíticos, para otros tantos actividades a presión y poco estimulantes, para algunos más despido por recorte de personal o traslado de la fábrica a otro país y para muchos de los que estudian, la lucha por prepararse a pesar del riesgo de titularse para salir a engrosar la fila de los desocupados. Me remito a Sennett cuando comenta: "Tienes que ponerte a prueba a ti mismo cada día, tienes que estar permanentemente expuesto al riesgo, y eso destruye la comprensión que el sujeto tiene de sí mismo" (Sennett, 2000: 110).

En países con relativo bienestar económico, como Alemania, se escucha hablar de un nuevo fenómeno llamado "el hotel de mamá", que alude a la tendencia de muchos jóvenes a permanecer aun después de los 30 años en el seno de la familia sin responsabilizarse de sus gastos y frecuentemente sin participar en el trabajo de mantenimiento de la casa que habitan.

En países pobres, y sobre todo en sus grandes ciudades, hemos sido testigos del crecimiento del subempleo entre los jóvenes. Por otra parte, el sentimiento de vacío que les genera un mundo de carencias en el que las perspectivas de un mejor futuro parecen muy escasas, es callado por muchos jóvenes con soluciones que en un primer momento parecen fáciles y prometedoras: las drogas y la criminalidad, y que con el paso del tiempo se vuelven trampas generadoras de una mayor destructividad.

Otro fenómeno observable hoy en día es el resurgimiento de grupos religiosos fundamentalistas. En ellos son captados jóvenes que no encuentran sentido para su vida al no poder desarrollar actividades creativas y retributivas y que se entregan a las exigencias fanáticas que se les imponen. Dichas exigencias implican algunas veces actos destructivos y/o autodestructivos. Igualmente observable es el surgimiento de "nuevas" religiones que ofrecen alternativas de desarrollo a los jóvenes a costa del abandono de su cosmovisión y propiciando muchas veces el surgimiento de serios conflictos en sus familias y comunidades.

Aunque coincidimos con Erdheim en que "las relaciones enajenadas bajo las cuales se tiene que trabajar en nuestra sociedad hacen en extremo difícil que las fantasías de grandeza y omnipotencia fluyan hacia el trabajo" (Erdheim, 2003: 281), no queremos sin embargo, dejar de mencionar la posibilidad, que algunos jóvenes vuelven realidad, de convertir la creciente adversidad en el campo del trabajo en reto para duplicar esfuerzos, de poner a trabajar más activamente la imaginación y de someter a prueba proyectos que permitan mejorar las perspectivas y expectativas de futuro para los jóvenes del siglo XXI. Dolto afirmaba, con razón: "Si el adolescente tiene un proyecto, incluso a largo plazo, está salvado. Hace cosas para alimentar ese proyecto" (Dolto, 1990: 82).

Dejemos que sean ahora los propios jóvenes quienes nos hablen de sus experiencias y percepciones en el campo del trabajo.

 

Entrevistas con jóvenes trabajadores

Diana, 23 años.

Conozco a Diana desde hace dos años, en su lugar de trabajo: un restaurante en el que es capitana de meseros. Le pregunto si le gustaría platicar conmigo acerca de su experiencia de trabajo y acepta gustosa.

Me dice que lleva ya cinco años trabajando en ese lugar, empezó como cajera, luego pasó a ser mesera, pero por su responsabilidad y entusiasmo en el trabajo le ofrecieron el puesto de capitana de meseros.

Me platica que ella empezó muy chica a hacerse independiente, pues sus padres se divorciaron cuando ella tenía 10 años. Su madre vino a visitar a su abuela en esta ciudad, trayendo a todos los hijos con ella, y Diana le pidió que la dejara quedarse por un tiempo. La madre se resistía, al igual que el padre, a dejar a Diana en la ciudad, pero Diana argumentó que la escuela era mejor que en su pueblo y así le permitieron quedarse a terminar la primaria. Luego los plazos del permiso se fueron alargando a la secundaria, a la preparatoria, al inicio de la carrera profesional y:

[...] ahora ya ni sueñan con que regrese, ya todos nos hemos acostumbrado a que yo vivo aparte de ellos. Tengo tres hermanos menores que yo, soy la más grande y la única mujer, por lo que les costó trabajo soltarme, pero ahora ya se convencieron de que puedo salir adelante por mi cuenta. Hace dos años mi abuela se fue a vivir a Estados Unidos, pues ella tiene otros hijos allá; mis papás me decían que no podría arreglármelas sin ella, pues tendría que pagar renta y a partir de ese momento la totalidad de mis gastos, pero renté un departamento pequeño y he podido organizar mi vida sin dificultades; mis padres no hubieran podido apoyarme económicamente, ninguno de los dos gana suficiente.

Le pregunto si trabaja tiempo completo y me dice que sí, pero que sus horarios le han permitido seguir estudiando, además de que cuenta con el apoyo de sus jefes y cuando necesita algún permiso por estar en periodo de exámenes o tener algún evento especial en la universidad, se lo conceden. Estudia la licenciatura en Turismo. Comenta: "El primer semestre de la carrera sí tuve que dejar de trabajar un breve tiempo, no sabía cómo organizarme, pero ya que me di cuenta cómo era el programa y las exigencias en la universidad, regresé y me recibieron de muy buen grado. Ahora estoy a punto de terminar mis estudios, me falta sólo un semestre". Continúa:

Tengo ganas de trabajar en otro ramo, hasta ahora he estado siempre en restaurante. Me gustaría que me contrataran en algún crucero, pues tengo ganas de ver mundo, de ampliar mi panorama. Por otra parte, a veces pienso que sería mejor hacer primero una maestría. Esto aparentemente retrasaría mis planes dos años, pero en realidad me permitiría titularme sin hacer tesis y además ya tendría un grado más, lo que tal vez me ayudaría a conseguir un mejor puesto de trabajo.

Indago acerca de su percepción sobre las oportunidades de trabajo para los jóvenes mexicanos, me comenta que si ve las cosas desde su experiencia me diría que hay trabajo, pues a ella no se le ha hecho difícil salir adelante, pero sabe que hay mucha gente desocupada. Se pregunta si eso no tiene que ver también con las actitudes de las personas, que a veces no se atreven a empezar trabajando en puestos sencillos o en los que no pagan muy bien. Pregunto si ella considera que gana bien, a lo que responde:

Yo cubro todas mis necesidades económicas. Claro que para eso trabajo horas extra cuando puedo, o sea, cumplo con mis tareas de capitana, pero cuando hay necesidad de atender como mesera porque hay muchos clientes, coopero también sirviendo en las mesas. Tenemos un sueldo base, que en mi caso son como $2,600.00 mensuales, pero además los meseros y garroteros aportan una cierta cantidad de sus propinas para todos los que no trabajamos directamente atendiendo a los clientes, y a eso le sumo lo que gano trabajando horas extras y realmente tengo dinero suficiente para todo lo que necesito.

Pregunto a Diana qué piensa de las posibilidades de conseguir trabajo una vez que sea profesionista titulada, dice que no sabe si será fácil obtener un buen puesto:

[... ] pero en todo caso yo tengo una ventaja, estoy dispuesta a irme al lugar en donde surja una buena oferta, me entusiasma la idea de conocer nuevos lugares y de hacer nuevas experiencias. Si me sale un trabajo en otro estado del país, pues allá voy; si de viajar se trata, todavía mejor, pues como ya dije, sueño con trabajar en un crucero y conocer mundo. Si me quedo aquí, pienso que podría trabajar en un hotel y ganar relativamente bien, de lo que no estoy segura es de que hubiera buenas posibilidades de ascenso; pero por lo pronto tengo trabajo, me han salido bien las cosas y tengo que ocuparme de mis estudios hasta el final.

Le agradezco a Diana su cooperación y nos despedimos.

 

Octavio, 23 años

Conozco a Octavio desde hace varios años. Lo invito a platicar conmigo sobre su experiencia de trabajo en ocasión de una visita suya a la ciudad de Guadalajara.

Octavio obtuvo hace unos meses el título de Ingeniero en Sistemas, es un joven brillante que se distinguió como el segundo mejor estudiante de su generación. En la ciudad en la que realizó sus estudios trabajó por un corto periodo en varias empresas, de las que me comenta:

No me gustó el ambiente de trabajo, no lo soporté, se sentían dueños de nosotros, por ejemplo, sin preguntarnos si podíamos o estábamos dispuestos, nos decían que el fin de semana había que realizar tales o cuales tareas, claro que nos pagaban extra, pero no daban opción a decir no. Y a fin de cuentas, yo pensaba que en esta etapa de mi vida no tengo tanta urgencia de ganar dinero, y sí ganas de hacer amigos, de tener novia, de contar con tiempo libre para lo que yo decida, así que renuncié; en todos los lugares en los que trabajé la situación fue parecida y los sueldos raquíticos, muy raquíticos.

Tras las experiencias de trabajo aludidas, Octavio decidió probar suerte regresando a una pequeña ciudad aledaña a su pueblo natal, donde obtuvo un trabajo temporal en el IFE. De esta experiencia comenta:

En el IFE me ha ido muy bien, muy a gusto, no es mucha la presión en comparación con mis otros empleos. Bueno, creo que ya los últimos días, acercándose las elecciones, sí va a estar medio pesado, pero en general ha estado tranquilo, es más, con decirle que hasta tiempo tuvimos de hacer un torneo de ajedrez en horario de trabajo y gané [risas]. El ambiente de trabajo es muy agradable, yo creo que es por lo mismo, como no hay muchísima presión, la gente está tranquila en comparación con las otras empresas en que estuve, donde todo mundo anda a mil por hora exigiendo hasta lo imposible, claro, eso ayuda muchas veces a ser más eficiente, pero a la larga cansa y acá como saben que el empleo La precarización del campo laboral y sus efectos en la subjetividad de los jóvenes en el IFE es temporal, no tiene caso portarse mala onda. Aunque, usted sabe, las relaciones entre personas siempre son dificilonas. Al principio lo que me costó más trabajo era que todos mis subordinados, capacitadores en procesos del IFE, son personas mayores: un maestro, otros ingenieros, un contador y una doctora, ¿usted cree? Esto es un reflejo muy claro de la situación económica que vivimos en el país, y me daba pena ordenarles, pero con el tiempo les fui agarrando el modo y ahorita hemos hecho buen equipo de trabajo. Y sobre todo estoy a gusto en mi casa, disfrutando a mis papás, muy buena onda, aunque en el "pueblo" no es lo mismo que en la ciudad, no son los mismos intereses. Por ejemplo, en una ocasión estuvieron unos coros padrísimos en ocasión de la inauguración de un edificio —que, por cierto, está muy bonito— y estuvo hasta el Coro de Viena y otros coros de todo el país y por más que se invitaba a la gente nadie quería ir. Aquí la distracción es pistear dando la vuelta por la calle principal y hasta cierto punto creo que es comprensible, pues no hay nada que hacer y hay mucho desempleo, lo que desanima a la gente, pero es paradójico, pues mucha gente tira el poco dinero que tiene en alcohol; aunque en realidad en muchas partes es lo mismo, lo único que no me gusta es que aquí el objetivo principal es ir a pistear y en otras partes se va a un bar, un café o algo así a platicar y convivir con los cuates y lo secundario es la tomadera. Bueno, pero eso es lo de menos, al fin y al cabo mi estancia aquí será muy corta, tengo que empezar a buscar otros horizontes y otras perspectivas de trabajo. Ya recibí una invitación para Estados Unidos, me voy a ir a finales de agosto a una ciudad pequeña, pero con la suerte de que invitaron a dos de mis mejores amigos de la universidad, así que espero que sea a great experience, como lo maneja el programa por medio del que hicimos los trámites. Fíjese que también recibí otra invitación al estado de Maine, pero como ya había aceptado la primera invitación que recibí, respondí negativamente. Además que me dijeron que Maine, aunque está al este y hay ciudades muy bonitas cerca, no tiene al parecer universidad y cerca del pueblo en el que voy a estar sí hay y es probable que tenga la oportunidad de tomar ahí los cursos de inglés y lo chido es que me tocó con mis cuates, eso también le da más tranquilidad a mi mamá porque sabe que no voy a estar totalmente solo y ella es muy preocupona. Ahora lo que tengo que hacer es estudiar y buscar material como cuentos, música, postales, artesanías, libros, etc., que tengan que ver con la cultura mexicana para las clases de español que voy a dar, los voy a poner a bailar el corrido de Chihuahua [risas]. Vamos a dar clases en una escuela primaria y yo voy a tomar dos cursos, uno de inglés y otro creo que de algo de lo que yo quiera, ojalá que podamos tomarlos en la universidad.

En este punto de la conversación, Octavio me señaló que tenía un compromiso, por lo que tenía que retirarse ya. Le agradecí su cooperación.

 

Alonso, 18 años

Circulaba por las calles de Guadalajara y al detenerme en un cruce con semáforo, un muchacho que me pareció muy vivaz me ofreció limpiarme el parabrisas de mi automóvil. Le dije que le cambiaba la tarea y lo invitaba a platicar conmigo sobre su trabajo y otras cuestiones que para él como joven fueran de interés, lo que aceptó sin dudar. Estacioné el carro y nos buscamos un lugar con un poco de sombra y una pequeña barda que nos sirvió de asiento. Llegó acompañado de un amigo de su misma edad y preguntó: "¿éste también puede estar en la plática?", le dije que no tenía inconveniente si él así lo deseaba y que también su amigo podía después hablar conmigo si tenía interés. En la práctica resultó que Alonso es un buen conversador y su amigo cumplía más bien la función de certificar sus testimonios.

Me preguntó por dónde empezaba, le dije que por donde quisiera, que además de contarme de su trabajo podía hablarme de otras cuestiones importantes en su vida. Inició diciendo que tenía ya muchos años trabajando en este punto de la ciudad:

Empecé como a los 9 años, lo que pasa es que yo no tengo jefe y mi jefa trabajaba mucho para mantenernos a mí y a mis dos hermanas y ni así alcanzaba para comer bien. Yo quería ayudar y empecé a trabajar cuando salía de la escuela, pero luego empecé a faltar a las clases, empezó a ser difícil para mí estar en la chamba y hacer las tareas, además no me ajustaba para comprar cuadernos ni otras cosas que nos pedían y cada vez me fui retirando más hasta que ya de plano no fui, llegué hasta 5° de primaria. Después he querido seguir estudiando la primaria abierta, he hecho varios intentos, pero termino siempre en el hoyo, no resulta y aquí sigo trabajando. Lo malo de no tener escuela es que ya para todo piden estudios. He ido a pedir trabajo a varias fábricas y en todas me dicen que no porque ni la primaria tengo. Una vez hasta para que me dieran trabajo para limpiar me preguntaron si sabía algo de computadoras y pos' no, qué voy a saber de eso, si ni la primaria acabé.

Es muy duro pasar hambre, andar siempre mal comido, así que es mejor chambear y cuidar lo que se gana, yo prefiero malcomer diario que comer un día muy bien y al día siguiente no tener ni para tortillas, lo que pasa es que es la "realidá", no se tiene nada seguro, así es la vida para nosotros los pobres, y no veo cómo se pueda cambiar esto, ni para qué hacerme las ilusiones, si ya he intentado varias veces y vuelvo a lo mismo. La gente dice que todo está cada día peor.

Le pregunto qué dice él, a lo que responde: "Para mí es lo mismo, siempre luchando para tener qué comer". Indago sobre lo que come y dice: "Uh, pues casi puro frijol y tortilla, algún blanquillo y alguna vez por semana carne, leche o pollo". Yo intervengo: "¿Y qué te gustaría comer?" —"Pues fruta, algún melón, manzanas, se antoja". —"¿Y no alcanza para eso?" —vuelvo a preguntar.

Sí, puede alcanzar, pero el dinero nunca se tiene seguro y si hoy lo gasto y mañana me va mal, pues entonces tendría que pasar hambre y por eso mejor me aguanto y no como muchas cosas, por lo menos sé que al día siguiente habrá frijoles y tortillas. El gobierno dice que nos ayuda, pero qué nos va a ayudar, no ayuda en nada.

—¿Y en tu trabajo cómo te va, qué te gusta?

—Pos ganar dinero, y además es bonito trabajar y hacer algo que sirva en lugar de andar pensando en otras cosas, en las drogas o en hacer maldades.

—¿Qué maldades?

—Pos como las que hacen otros por los que perdemos todos, que se acercan dizque para limpiar el vidrio y se jalan una bolsa o lo que pueden cuando la ventanilla está abierta. Yo a eso no le entro, a mí aquí ya me conocen de años y hay gente que hasta me dice que si alguna vez puede me acomoda en algún trabajo, pero no se ha dado nada.

—¿Cuánto ganas cuando te va bien?

—Pos algunos cien pesos y cuando me va mal algunos cincuenta, como ahora que llegan las lluvias, es mala temporada, luego pasa y otra vez me va mejor. Lo malo es que ya la mayoría de la gente no quiere que uno le limpie el vidrio, de unos 30 carros quedrán unos tres.

—¿Alguna vez te ha dado tentación drogarte?

—Una vez un amigo me regaló un cigarro de marihuana y la probé, pero me fue re' mal, me sentí todo mareado y ya que se me pasó tenía un hambre de la patada y dije, pos no, si cuando no tengo tanta hambre apenas me lleno, esto está peor, y ya no le volví a entrar.

—¿Y si pudieras escoger, en qué te gustaría trabajar?

—Pos de supervisor o en alguna empresa, también me gustaría trabajar de mecánico, es algo que siempre he querido, pero tampoco en un taller me dan chamba, o dicen que ya tienen los puestos ocupados o no me reciben porque no tengo escuela. Y no crea, sí me gustaría llegar a ser alguien, mejorar, pero la veo canija y pienso que ni pa' qué me hago ilusiones, no hay salida.

—¿Y qué haces para divertirte, qué otras cosas te gustan además de trabajar?

—Jugar futbol, eso sirve mucho, también la compañía, estar con mi familia, con mis amigos, con éste me llevo muy bien [señala al joven que lo acompaña y con el que comparte el trabajo cotidiano], nos ayudamos, si ahora le hace falta algo a él y yo lo tengo, le doy y otras veces él me da a mí. Los amigos son buenos, pero hay de amigos a amigos, unos te dan y otros te quitan, unos te dan ideas buenas y otros sólo quieren jalarte a las drogas o al vino... y no le entro. Dice mi jefa que mi papá tomaba mucho, pero yo ni idea tengo de quién es mi padre, si me encontrara a alguien en la calle y me dijera que es mi papá, se lo podía creer, pos no me acuerdo de nada, yo tenía 6 meses cuando él se fue. Luego mi mamá se volvió a juntar con otro hombre y tuvo a mi hermana, la que ahora tiene unos 13 años, y ese señor nos trataba bien, vivió más de dos años con nosotros, trabajaba en un taller, era mecánico, pero los fines de semana se llevaba a la casa algún coche prestado para llevarnos a pasear y luego lo cacharon y acabó en el bote. Ya de ahí mi jefa no quiso juntarse con ningún otro hombre, prefirió estar sola con nosotros. A mí de lo que más me gusta es la convivencia, estar con mi familia y me siento bien de estar apoyando a mi jefa, mi hermana la grande ya se casó y la chiquilla ahora puede ir a la escuela, porque entre mi mamá y yo ganamos el dinero y ella sí tiene para los útiles y lo que necesita. Otra cosa que me gusta es leer la Biblia, un tiempo fui con unos "hermanos" y me gustó cómo pensaban, porque ellos le hablan a Dios a pecho abierto, no como los católicos, además se ayudan más, porque hay católicos que van a misa y luego salen y se están comiendo entre ellos. Yo estaba contento de ir con los "hermanos", me regalaron una Biblia, pero luego mi jefa se apuró mucho de que estuviera yendo con ellos y empecé a ir a escondidas, pero después lo dejé porque no quería problemas con ella, pero le digo a éste [señala de nuevo a su amigo] que la Biblia es la misma, yo ya la he comparado con otras y a mí me gusta leerla.

Le pregunto si hay alguna otra cosa importante para él que quiera compartirme. Dice que su trabajo es puro ir y venir en la calle, caminar mucho, y es pesado cuando el sol está muy duro.

Se queda muy pensativo y luego me comenta que le gusta no tener nada que ocultar, que en esta zona la gente lo conoce, que puede platicar —como conmigo— y eso es bonito, que sí le gustaría, por ejemplo, tener mejor ropa, no una camiseta raída como la que trae, que aunque está limpia alguna gente la ve mala y piensa que él puede ser un drogadicto. (En efecto, tanto la camiseta de Alonso como la de su amigo están desgastadas, deshiladas del cuello, pero limpias y planchadas). "Pero la realidá es así para nosotros y al menos podemos chambear."

Doy las gracias a Alonso por su cooperación, le digo que ha sido valioso su apoyo y le doy una compensación económica por su trabajo conmigo, pidiéndole que comparta el dinero con su amigo, que aunque ha estado en silencio nos ha apoyado con su presencia. Dice: "Sí, lo que pasa es que éste es más tímido". Se pone muy feliz y siento que no es sólo por el dinero, para él parece ser una experiencia muy nueva ser escuchado con interés verdadero. Nos despedimos y me dice que siempre que desee puedo venir a platicar, que en ellos tengo unos amigos. Le agradezco.

 

Marisol, 23 años

Entré en contacto con Marisol en el cruce de dos avenidas de una ciudad grande, en donde ella se dedica a ofrecer aguas frescas a los automovilistas cuyos carros forman filas enormes detenidos por la luz roja del semáforo, sobre todo durante las horas llamadas "pico", aquéllas en las que el tránsito se congestiona por corresponder a la entrada o salida del trabajo de muchas personas.

Mi primera impresión de Marisol fue la de una chica guapa, agradable y sencilla, de la que supuse tendría un puesto callejero de donde traía las aguas frescas para su venta. Estacioné mi auto para acercarme a ella y preguntarle si quería participar conmigo en una investigación sobre las actitudes de los jóvenes ante el trabajo. Me saludó amablemente y me pidió esperar un momento para no dejar ir a un cliente que desde un coche la llamaba para comprarle un vaso de las aguas que ofrecía, luego volvió hacia mí y me concedió una cita, pero para el día siguiente antes de la hora de inicio de su trabajo. Me señaló el local en el que nos encontraríamos, que es donde se elaboran las aguas frescas. La combinación de formalidad y trato afable con el que respondía a mi invitación me impresionó muy gratamente y me pareció un tanto fuera de lo común por la responsabilidad e inteligencia de que daba cuenta. Ella mostró mucho interés por participar en un trabajo que clarificara la situación de los jóvenes y las expectativas laborales, pero sus respuestas no mostraban asomo alguno de servilismo ni de oportunismo y sí dejaban ver el alto grado de seguridad en sí misma y de autoestima de Marisol, así como la alta valoración de su trabajo.

Al día siguiente me presenté puntualmente a la cita y ahí estaba Marisol esperándome, pareció alegrarse de que mi formalidad y puntualidad correspondieran a la suya. Me ofreció un banco para que me sentara frente a la barra en la que se sirven aguas frescas y me preguntó si no iba a tomar nota de sus aportaciones, le dije que mi sistema era escuchar y terminando la entrevista elaborar de inmediato un protocolo por escrito de lo ocurrido en la sesión. Quedó satisfecha con mi explicación y me preguntó por dónde empezaba. Le dije que por cualquier cosa que para ella como joven fuere de suma importancia.

Comenzó con la historia del negocio en que trabaja:

Hace unos meses empecé a ayudarle a mi novio en este local, ambos estudiamos mercadotecnia. Buscando un local para poner un negocio, encontramos éste, se decía que estaba salado, pero como nuestra idea era vender aguas frescas, pensamos que la larga fila de carros, que bloqueaba el estacionamiento externo podía ser una ventaja si salíamos a ofrecer nuestro producto a los automovilistas, ellos van especialmente acalorados y así muchas veces se antoja tomar un vaso de agua de frutas. Sondeamos las opiniones de la gente preguntando si comprarían un vaso de agua fresca mientras esperaban el "siga", indagamos también de que sabores les gustaría, etc. Y como además el calor empezaba a aumentar notablemente, creímos que era el momento de poner en práctica nuestra idea, además como esto es un "proyecto", consideramos que no sería grave si las cosas en algún momento dejaran de funcionar. Hasta ahora nos ha ido muy bien, pero no sabemos si cuando llueva mucho o en invierno también estarán buenas las ventas. Vamos a meter algún producto diferente en esas épocas. Nuestro negocio es del tipo de "oferta de servicios no buscados" y podemos rastrear otras necesidades de la gente en otras temporadas. Pero pase lo que pase no habrá problema, pues éste es un proyecto.

Le pregunté a qué se refería cuando decía que su actividad era un proyecto y entonces me explicó:

Es un trabajo que nos piden en la universidad como parte de nuestros estudios de mercadotecnia. A mí la mercadotecnia me apasiona y yo pienso que sí hay futuro y trabajo para los jóvenes que se preparan bien. La cuestión es abrir los negocios adecuados con base en estudios de mercado. Yo pienso que todavía hay muchas áreas no explotadas en las que se pueden crear negocios que sean fuente de ocupación para los jóvenes.

Le pido un ejemplo de un área no explotada y me dice:

Por ejemplo, en México nos alimentamos a base de maíz y sin embargo hay muchas zonas de esta ciudad en las que no se ve por ningún lado una tortillería, eso pasa por donde yo vivo y aquí mismo, por lo menos en la parte que yo he explorado. También hacen falta en algunas colonias tiendas pequeñas, que son algo nuestro, más familiar, donde se ofrecen productos caseros que no se encuentran en negocios como Walmart o Gigante. Si yo me pusiera a vender ropa por ahora en México, estaría condenada al fracaso, porque no puedo competir. Lo importante es no poner un negocio a tontas y a locas, sino valorar las posibilidades de éxito.

Le voy a contar un cuento que me solía contar mi papá cuando yo era chica. Es la historia de un hombre que se hizo rico por no saber leer y escribir:

Un hombre que no tenía empleo supo que en el pueblo vecino el cura de la iglesia buscaba un sacristán. Temprano por la mañana se puso en camino y llegó a ofrecer sus servicios. El sacerdote le preguntó si sabía leer y escribir, a lo que el hombre respondió diciendo que no era el caso y fue así que no obtuvo el empleo. Un tanto triste, el hombre emprendió el regreso a casa, pero mientras tanto era ya mediodía y el calor era intenso, por lo que buscó a su alrededor un lugar donde poder beber un refresco, lo que no encontró por ningún lado, de ahí le vino la idea de poner un pequeño puesto de bebidas y ya al día siguiente estaba rústicamente instalado, pero vendiendo sus bebidas. Nada le sobró y los subsecuentes días, dado que se corría la voz de esa posibilidad de refrescarse gratamente, aumentó el número de demandantes, por lo que él a su vez fue proveyéndose en mayores cantidades de su producto; el incremento en las ventas le exigía mayor tiempo de trabajo y así fue que un día se llevó un lonche para saciar su hambre y poder quedarse hasta tarde. Al ver el lonche, uno de sus clientes lo felicitó porque ahora también vendería tortas y el hombre vendió su provisión para dejarlo satisfecho, introduciendo a partir de entonces la venta de alimentos. El negocio prosperó más y más, siendo después ya no un pequeño puesto, sino un local bien abastecido, que permitió al hombre no sólo enriquecerse, sino aprender a leer y a escribir y a ampliar sus horizontes de visión y de vida. Ocurrió de acuerdo al dicho que reza: "Fortuna te dé Dios, que el saber poco te vale". Sin embargo, esto ya no es tan cierto hoy en día: ahora se requiere casi siempre de una buena preparación para tener un empleo o poner un negocio.

Y continúa:

Yo tuve la suerte de crecer en una familia en la que tanto mi mamá como mi papá nos acercaban libros sin obligarnos a leer, más bien nos seducían a hacerlo, pues ambos nos contaban muchas historias y nos hacían saber que en los libros encontraríamos otras muchas la mar de interesantes; mis padres despertaron mi curiosidad al grado de que a los 9 años yo ya estaba leyendo El Padrino de Mario Puzo. Yo tengo dos hermanas, la más grande es como yo, una apasionada de la lectura, pero la más chica ya está más influenciada por la forma de ser de muchos niños y jóvenes actuales, no le gusta hacer la tarea, no le apasiona aprender; los muchachos de estos tiempos no quieren hacer la tarea, no se apasionan por aprender, ven demasiada televisión y pasan excesivo tiempo con sus juegos electrónicos, son más superficiales. A mí además de leer siempre me ha fascinado hacer las tareas escolares, resolver problemas, estudiar, adelantarme en el desarrollo de los programas de cada materia, los que solicito en la secretaría. Todos los estudiantes tenemos derecho de hacerlo, pero muchos no saben o no les interesa. Yo pienso que las clases son para utilizarlas en discusiones con el profesor que tiene experiencia en la materia que imparte, en sacarle jugo haciendo preguntas interesantes y eso supone ir a la clase con preparación y no a esperar que el maestro te explique como si fueras una niña del Jardín de Niños aprendiendo a aprender. Me impresiona que haya actualmente tantos jóvenes sin motivación para estudiar, incluso entre los que están inscritos en la universidad y parecen ir solamente a chacotear o a matar el tiempo. Habría que buscar la manera de entusiasmarlos a aprender, de involucrarlos más activamente en las clases.

La relación de los jóvenes con el empleo no parece mucho mejor que la que tienen con los estudios, parecen desmotivados, queriendo hacer lo mínimo indispensable o ni eso. Yo creo que los empresarios tendrían que hacer a sus trabajadores participar mayormente de sus ganancias, de tal forma que les interesara lo que hacen y se pusieran la camiseta de la empresa. Por ejemplo, aquí podría pasar que si no está mi novio —que es el dueño del negocio—, o en todo caso yo, que estoy interesada en que todo marche muy bien, llegara algún cliente cuando no hay aguas preparadas y simplemente lo despacharan diciéndole que no hay, en lugar de ofrecerle que enseguida se la preparan, de preguntarle por su sabor preferido, etc. Ahora que si mi novio diera a sus empleados una comisión o un aliciente, un estímulo económico extra si se alcanzara determinado número de ventas, ellos probablemente harían hasta lo imposible por vender más.

En México hay mucho conformismo, a mucha gente le falta motivación y eso nos perjudica a todos los mexicanos. Tendríamos que cambiar muchos aspectos de nuestra forma de ser para mejorar como país. Pero por otra parte es una realidad que no hay suficiente empleos y a mí me duele mucho ver a otros mexicanos, que siento como mis hermanos, tan amolados. Muchas empresas han cerrado, otras tantas se fueron a China. Ahora con el SARS se nos volvió a componer un poco la situación, pero eso pasará pronto y probablemente aumentará nuevamente el desempleo. Yo veo que en términos generales la situación del país es mala y pienso que desgraciadamente en el futuro va a seguir igual o se va a poner peor: mucho desempleo, poco trabajo, y para los que lo tengan, muy mal pagado y con mucha sobreexplotación. Los más desprotegidos son los que no tienen preparación, sus puestos son intercambiables y cada vez tienen peores condiciones de trabajo.

Lo que necesitamos en México es una Revolución Cultural como en China: ¡Todos a aprender! Los chinos son muchos y con buen nivel de escolaridad. Los mexicanos también somos muchos y listos, pero conformistas. Necesitamos una educación que sea buena desde el Jardín de Niños. El problema es que en realidad no es buena ni en la universidad, me refiero a la universidad pública, donde se sabe que los maestros van sólo cuando se les antoja, el ausentismo es tremendo, pero eso sí: a cobrar sus cheques llegan muy puntuales. Las oportunidades de aprender tendrían que ser buenas tanto para los que pueden pagar la escuela privada como para los que sólo pueden asistir a la pública, y además la enseñanza tendría que ser de calidad en todos los niveles y no sólo en las maestrías y los doctorados, a los que llega una proporción minúscula de la población.

Mi mamá me dice que me van a matar por mis opiniones, pero yo pienso que vale la pena hablar y ser crítica y lo voy a seguir haciendo.

En este punto digo a Marisol que sus datos serán manejados con discreción y su nombre será cambiado a fin de preservar su anonimato.

Es que el problema de la corrupción es enorme en México y es otro de los talones de Aquiles de nuestro país. Hay una irresponsabilidad increíble por parte de muchos políticos, el país no les importa, sólo llenar sus bolsillos. Los impuestos son altos y los ciudadanos nos resistimos a pagarlos sobre todo porque sabemos que no son bien empleados, en buena medida se los roban.

Desde mi punto de vista un presidente suficientemente bueno fue Zedillo, porque recibió al país en una grave crisis y mal que bien lo estabilizó, no hizo maravillas, pero tampoco era posible. Lo que me gustó de su gestión fue que gobernó para todos los mexicanos sin tratar de publicitar especialmente a su partido, incluso fue quien dio acceso verdadero al PAN, que por otra parte podía haber jugado desde antes un papel efectivo en el gobierno si se lo hubieran permitido. Yo creo que un presidente tiene que defender la igualdad de posibilidades para todos los partidos en juego. Tal vez Colosio hubiera sido incluso mejor presidente que Zedillo, pero abrió la boca demasiado pronto y ya ve lo que pasó. Yo querría ser presidenta de México algún día, ese ha sido un sueño mío desde que era niña, pero es un sueño en un futuro más lejano, uno más cercano es abrir una empresa de asesoría mercadotécnica cuando termine mi carrera y así ayudar a orientar a los jóvenes en su camino hacia negocios útiles y necesarios en los que puedan trabajar y triunfar.

Agradezco a Marisol su colaboración.

 

Francisco, 24 años

Francisco me es conocido de hace tiempo, porque vive en un barrio que atravieso con frecuencia camino a mi trabajo. Nos hemos cruzado tantas veces en el camino que eso nos despertó simpatía mutua y empezamos a intercambiar un saludo. En uno de estos encuentros ocasionales me detuve y me acerqué a él para preguntarle si aceptaría platicar conmigo acerca del trabajo, sus experiencias, sus opiniones como joven acerca del panorama de empleo que ve para los jóvenes y todo lo que para él como joven resultara de especial importancia en este terreno. Aceptó mi propuesta con muy buena disposición y buscamos un lugar cómodo para entrevistarnos sin interferencias.

Francisco empezó contándome que él trabaja todavía poco tiempo, dado que estudia Ingeniería Electrónica. Lo que hace además de sus estudios son trabajos por encargo como programador. Empezó a cumplir dichos encargos a partir de que terminó su bachillerato técnico en el que aprendió a programar. "No puedo trabajar más porque mi carrera es muy celosa, se dice que de las Ingenierías la Electrónica es la más pesada y en verdad hay muchas exigencias."

Mis contactos con personas que me encargan hacerles programaciones se dieron a través de mis padres, quienes a su vez tienen una pequeña empresa familiar. Para mí resulta importante trabajar porque ya llegué a una edad en la que hasta pena da pedir dinero a los padres y como entré a estudiar a una universidad privada que cobra muy caro, yo llegué a un acuerdo con los míos: ellos pagan la universidad y yo cubro todos mis demás gastos de mantenimiento, incluso la renta, pues mis padres no viven aquí.

Durante mucho tiempo fui muy caótico en la escuela, no me interesaba demasiado, iba pasando los años a tiros y tirones, tal vez era por la edad, me gustaba mucho la pachanga y los amigos; terminé la preparatoria e ingresé a la universidad pública de la ciudad en que viven mis padres, a la misma carrera que ahora llevo, pero no me gustó el ambiente ni me interesé suficientemente por las clases y decidí salirme y venirme a estudiar acá y entonces empecé a echarle ganas a la carrera. Yo cambié, de pronto me pareció que ya estaba bueno de pachanga y sentí que lo que tocaba era cumplir en el estudio y en el trabajo. Creo que también influyeron las altas colegiaturas que hay que pagar en mi nueva universidad, sentí la obligación de aprovechar los estudios. Me atrasé con relación a otros jóvenes, por eso es que tengo ya 24 años y apenas en un año saldré de la carrera, pero ahora sí yo soy de los que quedan y van bien. Conmigo entraron en total unos setenta a Ingeniería Electrónica y de esos quedamos unos quince, hay mucha deserción, muchos dicen que ya no pueden con el tren de actividades y que cuando menos van a tomarse un tiempo de descanso, otros siguen en la universidad, pero ya se atrasaron mucho y van a un ritmo muy lento. Otro problema para los que estudiamos Ingeniería es que en México han disminuido drásticamente las posibilidades de empleo en los últimos dos o tres años; todavía cuando yo llegué acá, había un montón de empresas en las que uno podía pensar en trabajar al terminar, ahora la mayoría se han ido a China y las pocas que quedan en México están en Tijuana. Yo creo que entre otras cosas las empresas se van a China porque allá la gente es mucho más disciplinada que acá y la mano de obra es mucho más barata, los chinos son demasiados y trabajan por muy poco dinero.

Yo estoy pensando en irme a vivir y a buscar trabajo a Tijuana cuando termine de estudiar, allá las empresas tal vez se queden, pues por ser ciudad fronteriza los dirigentes son en su mayoría estadounidenses y los trabajadores menos calificados son mexicanos, pero tal vez también haya oportunidades para mexicanos en alguno que otro puesto de responsabilidad. Lo que pasa es que los mexicanos también tenemos que ver con que se nos pierda la confianza, nuestra idiosincrasia "valemadrista", el "ahí se va", el "da igual", la manera improvisada y conformista de muchos mexicanos no es buena carta de presentación. Le voy a contar un ejemplo que deja ver un defecto muy frecuente entre nosotros: En una transnacional muy importante que tenía planta aquí en México, quienes se encargaban del ensamblaje de ciertas máquinas, que eran mexicanos, empezaron a poner en una parte interna del aparato sólo dos tornillos en vez de los cuatro requeridos, "al cabo que quién se va a enterar, si ni se ve"; pasado un tiempo las máquinas empezaron a producir una rebaba que las dañaba, esto por no tener la estabilidad necesaria, experimentaban vibraciones perjudiciales por la falta de los dos tornillos restantes, estaban, por decir así, vengándose por el maltrato. Hubo quejas de los clientes y pérdidas millonarias; ahora la empresa a la que me refiero ya no tiene planta en nuestro país, se fue a China.

Yo pienso que, o nos disciplinamos o nos vamos al hoyo, necesitamos tener nivel de competitividad y eso es muy difícil en este mundo globalizado.

Cuando yo pienso en mis alternativas a futuro planeo, como ya dije, irme a Tijuana, aunque a veces creo que es mejor emigrar a Canadá, estudiar una maestría y tal vez quedarme allá.

Le agradezco a Francisco su cooperación.

 

Un campo de trabajo precario: denuncias y propuestas de los jóvenes

Si para comprender a fondo el sentido y la función de una institución es necesario revisar los efectos que ella produce en las conciencias individuales, podemos invertir el significado de la frase para asegurar que toda práctica y expresión individual se inscriben en unas condiciones socioculturales que las determinan y dan cuenta de ellas.

Ante la crisis del trabajo y de las instituciones que lo sostienen en este siglo XXI que se inicia, los jóvenes tienen manifestaciones que no han de ser miradas como expresiones meramente individuales de su malestar, sino entendidas como formas diversas de crítica a una sociedad que les cierra drásticamente la entrada a la participación creativa en la producción cultural. Las expresiones de protesta juvenil van de las no articuladas en palabras, pero dolorosamente elocuentes, como el uso de drogas y la entrada al mundo de la ilegalidad y de la criminalidad, hasta las voces expresamente enunciadas, como las de los jóvenes entrevistados, que nos permiten seguir paso a paso sus cuestionamientos y propuestas, que van desde la denuncia de la exclusión de muchos jóvenes del campo de trabajo por la escasez de empleo, hasta la constatación de condiciones de trabajo que dificultan el desarrollo personal y social, la solidificación de una identidad profesional y la consecución de la independencia económica.

La crisis del trabajo nos remite al abandono en el que muchos jóvenes son dejados por estructuras sociales que en parte se han resquebrajado y en parte han agotado su sentido, y no pueden ya más ser generadoras de motivaciones de vida para la juventud.

¿Qué significados alusivos a la vida individual y la sociedad en que han crecido los jóvenes entrevistados pueden extraerse de la lectura manifiesta y entre líneas de los mensajes que ellos han comunicado?

Varios de nuestros entrevistados, jóvenes en los inicios del siglo XXI, parecen estar a la espera de un trabajo que capte su pasión e incite su creatividad, que les despierte el orgullo de ser ingenieros, licenciados o profesionistas de otras áreas, que les ofrezca la calma y los medios para aprender y adquirir experiencia, para hacer aportaciones al quehacer cultural. Los empleos en los que la mayoría de ellos labora son actividades provisorias que, si bien les permiten ganar dinero para subsistir y conquistar un poco de autonomía, no enriquecen suficientemente su autocomprensión de profesionistas ni les permiten esperar encontrar a través de ellos seguridad en el futuro, estabilidad, ascenso a puestos de mayor responsabilidad, como tampoco un sentido de trascendencia o aportación social significativa. Al parecer, muchos de los empleos existentes hoy día para nuestros jóvenes no dan cabida a que ellos experimenten la importancia de marcar la faz de la Tierra, ni a que gesten proyectos a largo plazo. El tiempo, circular en sociedades tradicionales en donde el curso de vida de los nietos imitaba el de los abuelos, no nos permite ya tampoco sostener la ilusión del progreso lineal y se nos ha fragmentado. Nuestros jóvenes, muchos de ellos, difícilmente pueden prever lo que será su vida laboral el mes que entra, incluso, en caso extremo, el día de mañana.

Diana ha alcanzado ya el tope del progreso posible en el restaurante en que labora y su sueldo alcanza apenas para satisfacer sus necesidades de joven soltera. Encerrada entre las paredes de un local, Diana realiza una tarea rutinaria y repetitiva que no la coloca ante retos ni le permite innovar. Jóvenes son todos sus compañeros de trabajo y no es casualidad, el empleo que tienen es provisorio y el sueldo insuficiente para quien tiene responsabilidad de mantener a otros, su contrato es temporal y renovable a criterio de los jefes de personal, las prestaciones no existen y todo esto supone para la empresa una responsabilidad menor que el tener empleados en otras condiciones, supone también incremento de la ganancia, que parece ser un eje rector de una importancia desmedida en la economía de mercado actual.

Octavio dejó varios empleos en el ámbito de su profesión porque se sentía explotado y muy limitado en sus iniciativas, sometido a una excesiva presión de rendimiento, privado del tiempo libre necesario para el ocio creativo, para hacer amistades, para diversión. Tomó otro empleo que le significaba un rodeo en la consolidación de su identidad de ingeniero, pero que le permitió poner a prueba su capacidad de liderazgo y su imaginación para crear ambientes de trabajo en el que las relaciones interhumanas cuenten y en donde no haya un divorcio entre lo lúdico y la productividad. Si el tiempo se nos ha fracturado, la exigencia de rendimiento impide en muchos casos ver al otro, el individualismo y la competencia extrema son en muchos empleos consigna que resquebraja nuestra sociabilidad, que destruye el potencial de solidaridad, que nos separa del otro, que en muchos casos se pretende suplir, con graves perjuicios, por alguna adicción.

Algunos jóvenes se van más pronto de un empleo insatisfactorio, otros lo mantienen porque requieren del sueldo para subsistir. Parece que la ecuación fundamental de nuestro tiempo en torno al trabajo es la de empleo/desocupación y no tanto ya la de trabajo explotado/trabajo interesante y con prestaciones. Pero aludiendo a jóvenes que tienen empleo podemos plantear la cuestión: ¿Aman ellos su trabajo actual? Es decir, ¿sienten que hacen algo más allá de ganar un poco de dinero y con ello cubrir lo necesario para subsistir?

Alonso, el joven cuyo oficio consiste en limpiar parabrisas, hace patente una realidad sin salidas para muchos que, como él, subsisten de las monedas que les entrega la gente por la realización de un subempleo y su única esperanza real es que la comunidad siga tolerando su trabajo. Su lucidez permite a Alonso denunciar las trampas que rodean a la gratuidad de la educación en México. ¿Quién puede terminar siquiera la escuela primaria sin tener el alimento necesario, sin saber si mañana el hambre será mayor, sin tener la energía mínima requerida para atender, sin encontrar el sentido de aprender cuando en su medio se constata día a día que para muchos, cada vez más, los grados concluidos no significan garantía alguna de encontrar un empleo digno y seguridad?

La precariedad del campo de trabajo en nuestro país, las escasas perspectivas de empleo, las pocas tribunas para su creatividad y expresión, llevan a algunos de nuestros jóvenes a buscar alternativas en el logro de una mayor formación, la adquisición de más diplomas. La formación prolongada opera como moratoria para la integración al trabajo y a la vida adulta en muchos casos, pero el título "bajo el brazo", así sea doctoral, no es ya tampoco necesariamente una puerta de acceso a un trabajo creativo y seguro.

Si el panorama laboral se percibe cerrado en su comunidad, algunos jóvenes tienden entonces a llevar la mirada al exterior y buscan la emigración. Octavio trabaja actualmente como maestro de español en los Estados Unidos, Diana piensa en ampliar su panorama, Francisco contempla como una posibilidad para el futuro el emigrar a Canadá y quedarse allá. Nuestros jóvenes emigran, lo hacen tanto los muy pobres y escasamente escolarizados como los que han realizado estudios universitarios y los que han destacado en ellos; la emigración tiene rostros distintos para unos y otros, efectos positivos y negativos en los sujetos migrantes, pero todos los que se van y no regresan se desarraigan de su comunidad y tienen que abrir brecha en una cultura distinta a la de su socialización, corriendo algunos de ellos muchos riesgos. El panorama no es fácil para los que se van a causa de no encontrar trabajo, tampoco para los que se quedan. Las comunidades resienten la pérdida de sus jóvenes, los jóvenes resienten la pérdida de su localidad. En muchas comunidades se nos ha resquebrajado la vida colectiva y a muchos jóvenes les pesa la falta de arraigo en un lugar social.

Los jóvenes aquí entrevistados no son los que se han desintegrado por haber traspasado su límite extremo de tolerancia a la frustración. Todos ellos —incluyendo Alonso, a pesar de lo extremadamente limitado de sus ingresos, de las ocasiones en que tiene hambre que no puede saciar— están en la lucha por la vida, todos cumplen tareas laborales, pero todos también dejan sentir su crítica a la sociedad y su temor ante un futuro incierto y de escasez de empleo, lo que hacen en grados diversos es generar utopías. Alonso quiere forjar sueños, pero se le resquebrajan ante una realidad en extremo adversa. Diana, Octavio y Francisco aluden a los aspectos sociales ligados al trabajo y al desempleo, la primera muy someramente, los otros señalando aspectos muy concretos del malestar: desánimo, alcoholismo, falta de disciplina en el trabajo que nos dificulta competir en el mundo globalizado, pero se abocan muy pronto a la tarea de hacer planes y buscar soluciones individuales para su futuro laboral. Marisol, la joven que hasta ahora ha podido poner en práctica iniciativas, ser creativa y tener éxito en su desarrollo profesional, es la que enuncia con más detalle críticas y propuestas para la sociedad. Su historia de vida, su creatividad, su esfuerzo y tal vez hasta un azar para ella afortunado, le han permitido diseñar y organizar sus actividades laborales, apasionarse por ellas, ganar seguridad e ir afirmando su identidad profesional, administrar su tiempo de acuerdo a sus posibilidades, imaginar un futuro exitoso en su localidad y formular ideas de cómo podría mejorarse el campo de trabajo. Vemos palpable en ella la función de un trabajo creativo como organizador de la subjetividad, como estímulo para la planeación, como medio de incrementar la autoestima y como forma de insertarse en su comunidad.

 

Conclusiones

1. Las transformaciones en las circunstancias laborales que implican contratos incidentales, de medio tiempo, por un lapso en extremo breve, etc., ponen a los jóvenes ante un tiempo fragmentado, que dificulta o cancela el pensamiento a largo plazo y la generación de utopías y planes para el futuro.

2. El desarrollo del trabajo en condiciones de competitividad extrema y con exigencias de rendimiento que no respetan los tiempos libres y necesidades de descanso y esparcimiento de los jóvenes, tienden a producir un divorcio entre lo lúdico y el trabajo y eventualmente también sometimiento a costa del bienestar y salud del sujeto, o conducen a sucesivas búsquedas de empleo, lo que dificulta la profundización y acumulación de experiencia en el área laboral elegida.

3. Actividades laborales rutinarias o realizadas bajo una dirección rígida, inhiben la creatividad aplicada al trabajo así como la tendencia a la experimentación de los jóvenes, que puede ser germen de innovaciones y de aportación con sentido a la obra cultural.

4. Condiciones de trabajo en las que hay excesiva rotación y sustitución de los trabajadores dificultan la gestación de relaciones interpersonales sólidas. Si los trabajadores son tratados como meras piezas intercambiables de una maquinaria productora de ganancia, se promueven la superficialidad y los quiebres en los contactos entre los trabajadores y se dificulta la continuidad emocional, el sentido de pertenencia a un grupo y la comprensión de sí mismos de los jóvenes.

5. El alargamiento de la formación profesional de muchos jóvenes, si bien tiene aspectos positivos, parece ser también una moratoria demasiado prolongada para la integración de muchos de ellos a un trabajo en su área profesional, es una forma de mantener a un porcentaje de jóvenes ocupados ante la estrechez del campo laboral; en caso extremo puede ser síntoma de identidades profesionales una y otra vez postergadas en su consolidación a través de la experiencia o truncadas cuando, tras una larga formación, los jóvenes caen en el vacío del desempleo y la desocupación.

6. El desempleo entre los jóvenes tiene consecuencias diversas. Aquellos que poseen la fortaleza personal, la formación o la ilusión de encontrar trabajo fuera de su comunidad, así como los medios mínimos para emprender un viaje en busca de trabajo en otras sociedades, entran de lleno en la dialéctica entre lo global y lo local; se genera en ellos una tensión subjetiva entre el deseo de integrarse creativamente a su comunidad y la necesidad de desprendimiento y movilidad en busca de otros horizontes. Otros, menos preparados para buscar otras latitudes, se defienden de la desintegración subjetiva a través de subempleos y de la búsqueda de sentido en la pertenencia a la familia a agrupaciones religiosas o de otra índole, pero sufren los efectos del quiebre de sus sueños, de una baja autoestima y de la precariedad de sus recursos financieros para una adecuada manutención. Finalmente, aquellos que no encuentran trabajo ni forma de desempeñarse en alguna actividad informal y han traspasado el límite de su tolerancia a la frustración, caen en actividades destructivas y/o de autodestrucción (es alarmante el aumento de los índices de drogadicción, delincuencia y suicidio entre los jóvenes).

7. Los jóvenes que emigran ante la precarización del campo laboral pasan por una experiencia que puede ser enriquecedora, pero también difícil e incluso traumática, ello dependerá tanto de las condiciones sociales que rodeen a su experiencia migratoria, como de las características de su subjetividad. Para la comunidad de la que parten los jóvenes la migración es también un arma de doble filo: aunque a través de ellos fluyen recursos financieros e innovaciones culturales, se sufre su ausencia en la colectividad. Las familias de los migrantes y otras estructuras sociales se debilitan. Por otra parte, los lazos de algunos jóvenes con su comunidad de origen se van volviendo más laxos al paso del tiempo, y ellos tienen que pasar por un complejo proceso de transculturación en el nuevo país.

8. Podemos decir que la precarización del campo laboral produce inseguridad en la mayoría de los jóvenes. Una sociedad que no ofrece espacios de trabajo a sus nacientes adultos tiende a generar en ellos identidades provisorias, cambiantes, dependientes de las circunstancias y ocupadas en la implementación de estrategias para asegurarse a sí mismas. Los jóvenes han sido dejados más solos que en otras épocas en la tarea de reconocerse a sí mismos y comprenderse en su relación con la sociedad.

9. La precarización del campo de trabajo dificulta la generación de subjetividades enriquecidas por los progresos tecnológicos y los efectivos medios de comunicación del mundo globalizado. El aprovechamiento de recursos técnicos como la red electrónica, que es puerta a un mundo de información, a nuevas formas de comunicación y a la continuidad emocional, es muy difícilmente accesible para jóvenes sin formación, sin empleo, marginados de la así llamada "sociedad del conocimiento"

10. El trabajo sigue siendo fundamental para la integración de la subjetividad de los jóvenes. Es urgente imaginar e implementar soluciones que ataquen la progresiva reducción de puestos de trabajo. La utopía es generar oportunidades de trabajo, de desarrollo y puesta en práctica de su creatividad para los jóvenes del siglo XXI, que les permita estructurar subjetividades plurales pero orientadas, en contacto con una realidad a la que tienen algo que aportar y con relaciones interhumanas sólidas que propicien su desarrollo, subjetividades que tengan inserción en las sociedades presentes y posibilidad de imaginar e ir gestando un mejor mundo en el futuro.

 

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