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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.11 no.32 Guadalajara ene./abr. 2005

 

Sociedad

 

Corredores y circuitos que estructuran la región de Los Altos de Jalisco1

 

Margarita Camarena Luhrs* Andrés Valdez Zepeda* César Gilabert Juárez** Mario Salgado Viveros***

 

*Profesores e investigadores del CUCEA, Universidad de Guadalajara México.

** Investigador de El Colegio de Jalisco.

*** Subgerente de Logística y Transporte de Diconsa México.

 

Fecha de recepción: 21 de mayo de 2004.
Fecha de aceptación: 30 de mayo de 2004.

 

Resumen

Los corredores y circuitos que estructuran la región de los Altos de Jalisco, regionalizándola de acuerdo con las nuevas directrices de la globalización, están arrebatando su orden espacial a los pueblos alteños, reorganizándolos en nueve microrregiones delimitadas por ejes con sentidos Norte-Sur y Este-Oeste; 4,013 localidades que forman una red de 7 corredores y un circuito, articulando 362 zonas rurales a través de 215 nodos de diversos niveles de conectividad entre los que destacan 54 nodos básicos que, por su mayor capacidad de cohesión, estructuran la región en una acelerada tendencia de urbanización e industrialización.

Palabras clave: Los Altos de Jalisco, regionalización, estructura regional, corredores, circuitos.

 

Naturaleza y cultura

Los Altos son un espacio geográfico con clima semiseco; las temperaturas medias anuales van de los 17 a los 21 grados centígrados; es árido de temporal cárstico. Este territorio empezó a construirse como región a partir del trazo inicial derivado de la ruta colonial de la plata, en donde espacialmente se articuló la producción ganadera del triángulo formado por Lagos de Moreno —en la actualidad, el mayor centro económico de la región—, San Juan de los Lagos —la segunda capital eclesiástica del país, si se atiende al número peregrinos que la visitan anualmente— y Tepatitlán de Morelos —el punto sureño delimitador de la identidad alteña no sólo en la geografía, sino en las tradiciones culturales y en la política, lo que ha permitido construir una identidad resistente al esfuerzo homogeneizador del centralismo federal.1

Los Altos conforman un región unitaria por compartir una identidad cultural más que por su integración geográfica, la cual es muy diversa y cuando menos comprende tres áreas físico-climáticas distintivas y una gran variedad de microclimas. Son alteños por estar en una altitud sobre el nivel del mar entre los 1,800 y los 2,400 metros. Este espacio alto, escarpado y con lomeríos, cuenta con planicies que recuerdan el paisaje de las mesetas castellanas de donde vinieron la mayoría de los inmigrantes que poblaron Los Altos desde el siglo XVI.2 El suelo orgánicamente pobre, la dependencia de las aguas de temporal y el clima extremoso son dificultades que el trabajo agrícola debe superar; por lo que la estrategia adaptativa de los alteños se centró en la ganadería, alrededor de la que desde antaño crearon formas de intercambio y mecanismos de complementariedad exitosos.3 En todo caso, las condiciones materiales y las costumbres rancheras no fueron favorables para la proliferación de grandes latifundios; además, la forma de heredar la tierra, igual que en la nación española, de donde eran originarios sus primeros colonos, contribuyó a que las propiedades se sumaran o dividieran en la medida en que los propietarios se asociaban por parentesco; de este modo, los dueños de medianas a pequeñas porciones de propiedades individuales dieron lugar a una economía ranchera que alimentó las áreas mineras vecinas, confiriéndole a la región un alto grado de cohesión económica y territorial.

Con anterioridad al reparto agrario de principios del siglo XX, el doble proceso de concentración de la tierra y atomización implicó un cambio particular en la estructura y en el modelo de la producción alteños, que subordinó la producción agrícola a la ganadera; sin embargo, a la caída de la productividad agrícola, tanto por razones físicas como por la tendencia económica de caída de precios a nivel mundial y la nula competitividad de las regiones poco desarrolladas, Los Altos se convirtió en un eje de expulsión de mano de obra, exaltando la vocación viajera de sus habitantes al tiempo que consolidaba un patrón de migración a distintos destinos en los Estados Unidos. Y también dentro de las fronteras nacionales hacia Guadalajara, León, Aguascalientes y el Distrito Federal; aunque, simultáneamente, la región alteña ha sido capaz de generar procesos culturales para el retorno, de allí la reinversión en tierras, ganado y construcción sostenida por las remesas que envían los migrantes, conservándose buena parte de las pautas adaptativas que habían caracterizado la supervivencia de la cultura ecológica que los alteños fueron construyendo a lo largo de más de cuatrocientos años.

Si "la producción del espacio se lleva a cabo a partir de la cultura propia del grupo que ordena determinado espacio",4 cabe destacar los elementos más característicos del patrón cultural alteño: su capacidad social y política para adaptarse a los cambios económicos. Cualidad que destaca después de las dos guerras cristeras. En la década de 1940, el fortalecimiento de las funciones de centralidad histórica consolidó el carácter nacional del Estado mexicano en consonancia con la determinación de factores económicos internacionales que alentaron la inversión de capital extranjero en este país. Las influencias sobre Los Altos tuvieron un carácter completamente distinto del que habían tenido hasta entonces los factores políticos "externos", fueran nacionales o mundiales. En este marco se explican las tendencias desintegradoras, la cultura disruptiva y el surgimiento de nuevos hábitos de consumo que identifican sucesivas transiciones a partir de la urbanización, la llegada de empresas transnacionales y el intercambio cultural constante provocado por la migración: en la actualidad, los alteños no terminan de abandonar sus referentes tradicionales y sustituirlos por lo nuevo que trae la globalización.

La mundialización, que como una tendencia globalizadora en el plano de la economía, sustituye conceptual y políticamente a las relaciones internacionales para construir economías-mundo, ha determinado el rumbo y el ritmo de la economía alteña, propiciando una colisión cultural (que no debe verse como un colapso definitivo, ya que la identidad es una experiencia viva en constante transformación) que motiva diversos esfuerzos adaptativos en los componentes de la vida social local. El influjo de los "norteños" —migrantes de regreso de los Estados Unidos— y cualquier influencia proveniente del exterior provocan cambios de la norma social de consumo y en la estructura económica alteña, tanto de los patrones de producción y mercado como de los valores y hábitos culturales, convirtiéndose en un factor reestructurante de las actividades locales. Las costumbres alteñas están expuestas a una tensión constante entre las costumbres y las novedades, pero la adaptación puede hacer una refuncionalización exitosa en muchos aspectos, como pasar de una cultura parroquial a una cultura de ciudadanos participantes, aunque también hay elementos de identidad que se pierden irremediablemente o que no dan para romper relaciones clientelares en el ámbito laboral, ni afectan al machismo como oriente de la organización familiar e inhabilitan el tipo de vigilancia social que la Iglesia ofrecía anteriormente como factor de cohesión que incidía en la integración familiar y en la estabilidad política.

 

Geografía y política

El cambio de patrones culturales promovido por la extensión de las relaciones económicas de mercado a gran escala —mundial y global— alteró el curso evolutivo de la organización espacial de Los Altos que, en la política local y en lo religioso, se sostenía con base en una idea muy sólida de región, a partir de la cual se construía el orden y la estabilidad con un poder distinto del Federal y que era aceptado desde el centro como un costo de transacción menor a lo que hubiera significado la presencia y mantenimiento de los agentes e instituciones de la Federación, una variante de la "indirect rule" aplicada por el imperio británico para mantener el orden en sus colonias sin costo para sus arcas.

Había, pues, la conciencia de un orden regional consolidado desde antes de la Reforma juarista y que se mantuvo vigente incluso durante la Revolución. Por ello, es relativamente fácil detectar las características de la región alteña y de su organización funcional, destacando el peso que ha tenido y sigue teniendo el orden espacial en la formación y cambio evolutivo de su identidad, al grado de aspirar a ser una entidad federativa en el último tercio del siglo XIX; sentimiento local que no pudo concretarse, pero que alimentó una actitud de autonomía que explotó en la resistencia cristera en el primer tercio del siglo XX. Consideramos que el factor eficiente de este proceso fundamentalmente político fue la conciencia de haber construido una región, que en sus orígenes era una frontera civilizatoria, cuya preservación implicó una gesta laboriosa, creativa e incluso heroica.5

De algún modo, los alteños de hoy se saben creadores de un sistema de redes espaciales, que al principio les permitió sobrevivir y prosperar en un territorio físicamente adverso. De allí, los grupos locales y regionales de poder han promovido su relato de legitimidad, exaltando su preeminencia como el mejor modo de adaptar y conservar las redes alteñas.

En Los Altos, la conciencia del dominio y la percepción espacial han sufrido un drástico cambio. La conversión del espacio propio por otro ajeno es una sensación de desarraigo que se manifiesta en la idea de que el mundo alteño está en peligro de desaparecer o cuando menos ya no les pertenece. La identidad, incluso la inspirada en criterios topográficos, tan constitutiva de la cultura alteña, es objeto de nuevas determinaciones que afectan severamente la autonomía de los individuos de las sociedades de Los Altos. Tal percepción de los lugareños es una manera de comprender el proceso global; o sea, la expresión local de la transición hacia la mundialización;6 es también el efecto de un proceso particular de alienación social que complementa las transformaciones de la economía mundial. Estos procesos nos ofrecen la posibilidad de pensar en forma sistemática la lógica del desarrollo histórico de la humanidad.7 La evolución de la tecnología moderna tiene su impacto en la producción del espacio: el flujo vertiginoso de la producción y el mercado moderno cambian las relaciones territoriales y crean espacios distintos a los tradicionales. Lo interesante en Los Altos de hoy en día es detectar las particularidades históricas que determinan los cambios en el manejo del medio natural, y que permiten a los distintos grupos sociales apropiarse del territorio, de modo que el medio geográfico natural, incluso sin haber sido tocado, se convierte en un recurso y, por lo tanto, en una fuente de poder, económico y político.8

 

Espacios de poder

Aquí analizamos los espacios tomando en cuenta la manera en que los perciben quienes los habitan, para apreciar así la experiencia colectiva que le da sentido, forma y función al conjunto de los espacios de poder que la geografía contiene una vez que se la apropia como territorio. La construcción de Los Altos, como la de otros espacios vastos en el país, pasa por numerosas etapas que afianzan los mecanismos sociales de apropiación, de donde resulta un orden específico para asegurar la comunicación y la ejecución de las decisiones sobre el uso del espacio.9 Pero el relato de legitimidad tiene que irradiar el ámbito de la delimitación política y el usufructo económico. En particular, el espacio geográfico se produce al ritmo en que la sociedad alteña se apropia del territorio y lo explota. La memoria que las colectividades tienen de los espacios en que viven es mudable porque los procesos económicos inducen cambios en el paisaje incesantemente, a través de obras hidráulicas, redes carreteras, puentes, urbanización, cambios en las técnicas agrícolas, introducción de nuevos cultivos, etcétera. Semejante reordenación es una expresión de las relaciones de poder en su forma espacial, a través de la materialidad que adoptan las inversiones y la infraestructura. Las personas y grupos que toman las decisiones sobre dónde y en qué invertir fundan un tipo de dominio sobre el espacio geográfico, al imponer un orden y un sentido donde antes había vacío desde el punto de vista productivo.

El orden de los ranchos alteños transformó vastos espacios naturales, empezando con la estrategia colonial de que "poblar es reinar". El poder político del centro y estructuras de alcance nacional como la Iglesia, construyeron un orden territorial que en la región de Los Altos se tradujo en elementos identitarios para formar una región. Una memoria colectiva fue dotando a los grupos locales más fuertes de una referencia histórica y un conjunto de tradiciones que explicaban el curso general de adaptación que dio lugar a la sociedad alteña; precisamente por eso, la globalización se empeña en adulterar los procesos de construcción social de las localidades, a fin de facilitar el desprendimiento de las costumbres ancestrales e introducir los nuevos valores.10

La relación intrínseca entre lugares y personas genera un tipo particular de cultura del espacio, la cual es embestida por la visión homogeneizadora de la globalización, bajo el supuesto de que así se destruyen los obstáculos que impiden el creciente y acelerado flujo de personas, mercancías e información. Semejante labor desestructura material y culturalmente la composición diversa del espacio con el propósito de crear una percepción de "mundo total", que subordina, niega y borra las singularidades locales: "un mundo globalizado en el que los demás sistemas técnicos se supediten y ordenen según las necesidades que vayan apareciendo".11 Así, la enorme concentración del poder económico y político en determinados lugares del planeta se complementa con la canalización del espacio al negar la riqueza singular de las localidades. Dicho de otro modo: el poder de las decisiones sobre el uso del territorio ya no está sujeto a las barreras espaciotemporales de antaño, sino que surge de la simultaneidad de los procesos, que aparece como causa y efecto de la nueva estructura espacial, y que se caracteriza por su flexibilidad para permitir que los flujos económicos se desplacen en sistemas de redes que vulneren y hagan dependientes a todos los lugares y regiones del planeta, de manera que cualquier evento local repercuta en cualquier otro espacio si eso sirve para incrementar las utilidades.

Las representaciones totalizadoras del espacio que corresponden a esta nueva percepción son expresiones del dominio que tienen los centros desterritorializados del poder para influir en los comportamientos económicos de todo el planeta. Sin embargo, las nuevas formas de poder político y económico no surgen ni operan homogéneamente, pues siempre hay variadas formas de resistencia o resignificación local. En todo caso:

en el nuevo tipo de Estado, el territorio no tiene límites marcados con mojoneras o alambrados, sino por el alcance de sus flujos financieros y de información [...] Estos nuevos Estados sin patria tendrán la capacidad de sincronizarse y acoplarse para aprovechar mejor el territorio de los antiguos países en vías de extinción.12

Los espacios del poder en el mundo globalizado de la actualidad están marcados por una fuente de identidad inédita venida de fuera de las localidades, pero en ellas siempre existe la posibilidad de organizarse políticamente, por eso se dice que "el arraigo territorial o la democracia llegan a estorbar los planes de largo plazo de los sistemas técnicos hegemónicos [...] Sistemas que desean un mundo de Estados transnacionales en competencia [...] y que arrebatan a los pueblos una de sus características fundamentales: su orden espacial".13

Frente a la globalización y su tendencia homogeneizante han surgido diversas formas de rechazo; de este modo, muchos grupos humanos han encontrado un poderoso elemento común: la resistencia para conservar la cultura y el orden de sus espacios, procurando una alternativa a la determinación global común: enfoca "toda esa ciencia, toda esa técnica, toda esa especialidad, a la supervivencia de una pluralidad deseable y enriquecedora".14 La identidad alteña está en el máximo de tensión, para conservar su cultura y el orden de sus espacios ante un proyecto globalizador que intenta borrar cada signo de particularismo.

 

Jerarquía regional

La red tradicional de Los Altos ha vuelto funcional varias veces el trazo colonial que comunicaba la capital novohispana con centros mineros importantes: Guadalajara, Zacatecas y San Luis Potosí; pero si la finalidad extractiva de esas redes durante la colonia se volvió trazo geoestratégico para los intentos de integración nacional del porfiriato, después del gobierno de Plutarco Elías Calles y sobre todo con el de Lázaro Cárdenas, el propósito de comunicación de Los Altos fue dotado de otra intención de control y apertura de las tierras alteñas, que bien conectadas entre sí para los propósitos de los mercados de sus economías rancheras habían resultado agresivamente inaccesibles e incomunicadas, a tal grado que la primera guerra cristera —de 1935 a 1938— no pudo ser resuelta reduciendo a los cristeros por las armas, sino mediante un pacto entre las autoridades eclesiásticas y de la federación.

Las sociedades rancheras crearon una red de comunicación eficiente para su modelo: veredas, caminos reales, posteriores terracerías y caminos asfaltados coincidieron o se superpusieron con distintos propósitos integradores. Si las rutas de diligencias fueron reemplazadas por las de los incipientes "transportes foráneos", algunos rancheros pasaron de arrieros a "troqueros", y la red interna de caminos de tierra fue actualizada intensamente cuando los recolectores de leche para la Nestlé, en la década de 1940, comenzaron a surcar esos caminos ya no por carreta y a caballo sino con las camionetas pick-up. Las redes federales interregionales, algunas de ellas de carácter troncal, fueron alimentadas y combinadas por las redes interregionales, abriendo el paso otras pautas sociales de consumo.

Al sucesivo acortamiento de tiempos y distancias correspondió, al menos durante el primer impulso de la compañía Nestlé y durante los inicios del proceso manufacturero industrializador de la región, una progresiva actualización de las redes camineras del interior, de tal manera que nuevos trazos y asfalto infundieron otra dinámica a algunas poblaciones beneficiadas y dejaron fuera de estas dinámicas a localidades que permanecieron alejadas de las nuevas comunicaciones y de la dotación de servicios públicos que éstas permitían.

Desde 1926, cuando empezaron a asfaltarse los antiguos caminos de herradura, las rutas de diligencias superpuestas sobre los caminos coloniales y prehispánicos actualizaron con su nuevo trazo el orden de los espacios de México. Sin duda, la intención de integración nacional lograda a partir de los 20,000 kilómetros básicos de ferrocarriles durante el porfiriato fue repetida en gran medida por los esfuerzos federales de modernización de la infraestructura carretera, pero ya entrados los años sesenta. En Los Altos, los grupos de interés no siempre coincidieron con las prioridades federales; hubo desacuerdo con las prioridades y el trazo que se daba a los caminos que se incorporaban a la nueva red, centralizadora de las comunicaciones, trazada con propósitos geoestratégicos del control territorial federal.

Cincuenta años más tarde, la maxipista que comunica a las ciudades de México y Guadalajara en seis horas demuestra cuánto habrían cambiado la estructura y la jerarquía regional del centro occidente del país. Si antes fueron rechazados los proyectos de autonomía centralizados desde la perspectiva de la federalización triunfante después de la Revolución mexicana, en los años noventa, al aproximar la capital de occidente, Guadalajara, al centro, reduciendo a la mitad el tiempo de su recorrido, comparando la década de 1960 con la de 1990, ya es evidente la tendencia y la magnitud de la reorganización espacial iniciada con la introducción de los vehículos automotores y el auge del proceso de industrialización.

La densificación de las áreas bien comunicadas del centro, reversión de las tendencias aislacionistas de las grandes periferias y regiones con respecto del centro nacional, surgimiento de sistemas de contrapesos regionales a partir de los nuevos grandes ejes de la interacción comercial, mayor intensidad del crecimiento del tráfico de las rutas del TLCAN, de las cuales Los Altos participan en sus orientaciones transversales de Guadalajara a Monterrey y longitudinales, mediando el paso de la ciudad de México, por Zacatecas o la ruta costera del Pacífico, hacia los más importantes puntos de la frontera norte: Nuevo Laredo, Ciudad Juárez y Tijuana. Son procesos testigos de la transformación y paulatino abandono de los afanes de preservación de las autonomías regionales que actualizaron sus territorios en aras de una mejor combinación entre las fuerzas del mercado y las decisiones de gobierno.

La primera periferia amplia del centro mexicano, con un radio promedio de 600 kilómetros, bordeada por Guadalajara, Zacatecas, Monterrey, en los territorios ya francamente abiertos al norte del país; y hacia las salidas tradicionales por mar al este y oeste, en Veracruz y Acapulco, así como hacia Oaxaca, cambia su posición en el balance territorial interno, aproximándose al centro. El impacto de este proceso de repliegue que concentra el centro restándole su fuerza tradicional, modifica su peso en la dinámica territorial regional, abandona su preferente apertura hacia el Golfo de México, prolongándola hacia el sur y sureste, por un lado, y, por otro, hacia el Pacífico norte del país. Si este proceso densificador que repliega la periferia con el centro no puede ser ajeno a los cambios en la interacción con los Estados Unidos y al interior de sus territorios, de ninguna manera escapa de las singularidades locales que, por ejemplo, en términos de la red tradicional de los altos se significan por al aumento impresionante en los ritmos de la circulación de sus espacios interiores.

El Bajío, como el occidente de México, corrige el trazo y asfalta sus ejes principales incluyendo a Los Altos, que a partir de la década de 1940 empiezan a incorporar sucesivamente los ramales de su red interior cuando adquieren prioridad en la agenda federal. De tal modo que hacia 1950 el trazo principal está hecho y hacia 1963 todos los municipios alteños se encuentran intercomunicados. La red tradicional de Los Altos, después de la Cristiada, se actualizó para permitir el tránsito de los vehículos motorizados, base de las operaciones militares que siguieron a los episodios de guerra y persecución de los alzados. Los cambios en los patrones migratorios y la salida forzosa de numerosas familias alteñas hacen posible considerar nuevos asentamientos forzosos para esos grupos que, como consecuencia, también desarrollaron lugares forzadamente. La expulsión forzada y la atracción de nuevos contingentes humanos también contribuyeron a redibujar la estructura de la propiedad de las tierras y en las ciudades de Los Altos.

En comparación con el orden espacial que correspondía a la red tradicional de Los Altos antes y después de la Cristiada, en los años de 1930 y 1950, y el orden que ofrecen los resultados del análisis espacial elaborado en este trabajo, cincuenta años después, la estructura y la jerarquía regional han cambiado de múltiples formas. Si a nivel nacional sucesivos pactos territoriales constituyeron el nuevo Estado-nación mexicano, Los Altos se fueron imponiendo como entidades territoriales de derecho público que contribuyeron a dar forma a las bases de ese Estado. Si al principio en este proceso fueron contrarios los intereses regionales, pudieron llegar a distintos acuerdos políticos-territoriales que aseguraron la conservación de su orden espacial, sus libertades públicas y los derechos individuales.

El proceso de redemocratización que vivó el país después de la II Guerra Mundial impulsó la eclosión modernizadora de las prerrogativas municipales y, con ello, otra relación de poder entre las regiones y el centro. El centro se fortaleció y las funciones de centralidad del Estado lo constituyeron como tal en pleno uso de sus prerrogativas. Pero en Los Altos las reivindicaciones modernizadoras, como modernización capitalista, aceleraron la acumulación con sus consecuencias en la concentración de los recursos e incorporación de mano de obra "libre", desarraigada de sus tierras, acentuando las desigualdades que el intercambio había promovido originalmente como necesarias para lograr cierta complementariedad al interior de Los Altos.

 

Organización espacial

La organización espacial es la producción de un orden y un funcionamiento territorial que, en Los Altos, ha ido adquiriendo distintos grados de coherencia y sistematicidad; desde luego, hay una serie de elementos dinámicos para enfrentar los problemas que generan los cambios, pero no toda la novedad es negativa. La identidad es un criterio para determinar lo que debe conservarse de la tradición y qué es más conveniente cambiar; no se trata de aplicar valores éticos, sino de detectar estrategias adaptativas sustentables, unas veces reforzando y otras transformando los equilibrios de los ecosistemas y las formas sociales de vida. Por eso, las dinámicas espaciales en la región alteña han presentado una gran continuidad hasta ahora, cuando sus potencialidades corren peligro, amenazadas por el embate de las tendencias internacionales globalizadoras de corte neoliberal.

Nos referimos a la organización espacial alteña como una jerarquía entre sus componentes básicos: rutas de comunicación y ciudades. Para su análisis, utilizamos modelos convencionales de accesibilidad y demanda de transporte —aprovechando los avances del modelado de demanda para la transportación aérea, que consideramos la más adecuada—; observamos la fluidez de las redes y el poder atractivo o repulsivo de los centros de fuerza alteños utilizando los criterios de la geografía y de la ingeniería del transporte, para definir zonas, áreas y redes, con base en la infraestructura carretera, a fin de determinar: centros, centroides, nodos, corredores y circuitos. De este modo, estableceremos cómo se estructuran espacialmente Los Altos.

Determinar los corredores y circuitos que estructuran la región no es ajeno al propósito de entender la identidad alteña en su perspectiva de inserción a la economía mundial. El sentido de la pertenencia a un lugar se replantea cuando las condiciones de existencia de la comunidad cambian; a eso se refiere Cornelius Castoriadis cuando habla del autocuestionamiento de la sociedad en la búsqueda de un mejor futuro frente a la globalización neoliberal y su economía de la pobreza.15

En el mismo sentido, consideramos que para profundizar el estudio espacial de la región alteña, posteriormente, sería muy conveniente examinar otras redes sociales paralelas y superpuestas que atraviesan Los Altos, pero que no están coordinadas desde la región. Por ejemplo, las redes asistenciales o de educación federales. Consideramos que conocer la estructura regional es útil para desarrollar propuestas de manejo de los recursos y una eficiente gestión de las redes existentes. Para ello sería posible relacionar entre sí todas las redes (cruzándolas con las redes de agua, electricidad, riego, telefonía y otros modos de comunicación como las escuelas, el comercio, las ferias y las peregrinaciones), para evaluar su coherencia y proponer nuevos encadenamientos: hacia el futuro, para extraer proyectos productivos; y hacia atrás, para inducir efectos multiplicadores con base en la reducción de tiempos y costos en la circulación de insumos y productos.

Por ahora, avanzamos el análisis de las redes básicas formadas por rutas carreteras y localidades. El trazo de caminos nuevos y la introducción de los distintos modos de transporte desencadenaron diversas transiciones espaciales de Los Altos, como sucedió primero, desde el siglo XVI al XVIII, con la ruta de la plata, a base de postas y diligencias; luego, con el ferrocarril, a fines del siglo XIX, para acelerar la circulación capitalista (aunque en la región no alcanzó una maduración, pues sus rutas fueron marginales, de carácter secundario y meramente alimentador); y después con la red de carreteras asfaltadas en el siglo XX, provocando ahorros sociales que se han vuelto parte de las estrategias logísticas de multiplicación de la ganancia. En este largo plazo, hemos analizado qué se conserva de aquellas estrategias, para comprobar las diferencias de los escalones que hay en los niveles definidos por las magnitudes de demanda de insumos y productos de la región, lo cuales, vale señalar, son básicamente productos del campo, pero que han evolucionado hasta alcanzar la especialización, ya sea con monocultivos, con el mejoramiento de los animales y con el crecimiento de la agroindustria.

Desde el punto de vista metodológico, el primer problema es ubicar los espacios de confluencia, es decir espacio sin obstáculos, accesible, redituable en tiempo, para lo cual es necesario definir los elementos de densidad de las localidades —no confundir con la densidad de población—. De este modo, determinamos las zonas rurales como agrupamientos espaciales, circunscribiéndolas en un espacio geométrico a partir de sus condiciones de accesibilidad. El resultado es un trazo poligonal en un mapa, las formas que puede tomar son las de un cuadrado, un círculo, un rectángulo o figurar un corredor. A partir de allí establecimos el agrupamiento de las microrregiones, que reconoce la diversa gestión del espacio que estamos estudiando y, además, es útil para evaluar la congruencia de la administración territorial.

La revisión de los límites y de la cantidad de unidades espaciales comprendidas en cada región o territorio, que no ha sido terminante en México, tampoco lo ha sido en Jalisco ni en Los Altos, como se sigue del establecimiento de las jurisdicciones eclesiásticas, las cuales se impusieron entre los siglos XVI y XVIII sobre los límites territoriales prehispánicos; también la división en distritos y cantones fragmentó políticamente el territorio mexicano en siglo XIX y, finalmente, el Congreso Constituyente de 1917 que en general no cambió los límites estatales y municipales, y después de tres intentos, en prolongadas discusiones, terminó por conservar casi la misma división que existía entonces. A falta de qué repartir, las nuevas divisiones territoriales se fueron acuñando en el nivel municipal y así fueron surgiendo otros municipios.

El problema del aprovechamiento de los recursos sociales, institucionales y naturales distribuidos en el territorio nacional recoge la cuestión de una nueva federalización, bajo un procesamiento democrático de las demandas sociales. Sin embargo, aquí nos interesa insistir en que diversos órdenes sociales confluyen espacialmente y se superponen obedeciendo a una lógica distinta de integración territorial. La redefinición de lo espacial arrastra consigo tradiciones, identidades, representaciones, discursos y poderes político-económicos expresados en redes espaciales, dándose el caso de que muchas conexiones tradicionales han dejado de existir o se han modificado como resultado de los cambios en la infraestructura de comunicaciones y transportes.

En lo que se refiere a la determinación de unidades de gestión más eficientes a partir de su ubicación, es necesario replantear la federalización y las posibilidades de lograrla sin que se diluyan en el tiempo los cambios en la gestión de la base del poder territorial. La historia regional es un catálogo de diferentes estrategias de apropiación de los recursos, incluido entre ellos el espacio. En este sentido, el cambio en la gestión del espacio no sólo es una discusión sobre la eficiencia de la administración del espacio, sino que involucra la reconstitución misma del poder. De allí la importancia estratégica de avanzar hacia un nuevo tipo de regionalización como base de una refederalización del territorio nacional, que por supuesto incluiría a Los Altos y, en otra etapa del estudio, a sus zonas de interacción e influencia. La factibilidad política y económica podría ponderarse a partir de la creación de nuevas poligonales —es decir, ubicar lugares, centros, nodos, por la velocidad y el costo de transporte asociados con los movimientos de entrada o salida de productos, considerando tanto las condiciones físicas (por ejemplo, la topografía), como los flujos intangibles: información diversa asociada a la telefonía, servicios bancarios de los cajeros automáticos, y por el tipo de productos que tienen acceso a cada comunidad.

Además de sugerir alternativas de uso para los resultados que aquí presentamos, como sería un criterio sustantivo para la refederalización del país, consideramos un hecho que apunta a las modificaciones en la gestión federal de la interacción del espacio nacional. En el caso de la región alteña, las rutas y las ciudades quedan inscritas en poligonales, lo cual facilita la planeación estratégica:

[...] articulada a través del eje formado por sus ciudades medias más importantes (tanto por su número de habitantes como por su dinamismo económico) Lagos de Moreno, San Juan de los Lagos y Tepatitlán de Morelos, y se encuentra tensionada en forma de cruz por las grandes ciudades del centro-occidente, Guadalajara (Jalisco), Aguascalientes (Aguascalientes), San Luis Potosí (San Luis Potosí) y León (Guanajuato). Esta situación ha coadyuvado a la formación de una identidad y difusión culturales.16

Desde la perspectiva administrativa del territorio alteño sólo se consideran 19 municipios, pero atendiendo a la autoidentificación de los pobladores nosotros cubrimos 24 municipios, para presentarlos en términos de su estructura espacial (véase cuadro 1). Los resultados son contrastantes:

1. Cerca de 60% de la población se asienta en seis municipios, la mayoría de ellos a lo largo del corredor Guadalajara-Aguascalientes: Lagos de Moreno (15.5%), Tepatitlán de Morelos (14.5%), Arandas (9.3%), San Juan de los Lagos (6.7%), Atotonilco el Alto (6.3%) y Encarnación de Díaz (5.6%).

2. La población que vive en localidades rurales y urbanas tiene dimensiones que son similares: los grados de los índices de ruralidad17 y de urbanización son semejantes (41.9% contra 42.1%,18 respectivamente); y sin embargo, al analizar la concentración de la población en términos del tamaño de la localidad resulta mayor el índice de ruralidad que el de urbanización: 0.32 contra 0.17.

3. La región cuenta con 3,990 localidades rurales con una población rural típica de mil 86 habitantes y con 9 localidades urbanas con una población típica de 52 mil 475 habitantes. La marginalidad19 de la zona puede calificarse de muy baja en términos generales, no obstante que suele aceptarse una correlación directa entre el índice de marginalidad y el índice de ruralidad.

En síntesis, todos los municipios alteños cuentan con un buen número de poblaciones rurales, pero cada uno cuenta con rasgos singulares que pueden agruparse en cuatro clases.

1. Los municipios urbanos presentan al menos una localidad con más de 20 mil habitantes.

2. Los mixtos presentan cuentan con alrededor de 280 localidades rurales, combinado con una localidad urbana grande de 20 mil habitantes.

3. Los rurales presentan básicamente alrededor de 85 localidades con población rural por una localidad urbana pequeña.

4. Los muy rurales presentan 130 localidades de población rural.

Ahora bien, de las cinco calificaciones de grados de marginalidad la zona de Los Altos presenta un grado bajo nivel de marginalidad: -1.5516, lo que significa que en general existen condiciones socioeconómicas adecuadas para la población.

La población que habita en condiciones de marginalidad promedio muy baja y baja, representa el mayor porcentaje de la población de Los Altos, es decir 87.9%; en tanto que 12.1% tiene condiciones promedio de marginalidad intermedias. Aunque la mayoría de los habitantes vive en municipios netamente urbanos, los municipios con características dominantemente rurales representa 30.7%, casi un tercio de los alteños. Si bien la marginalidad no es representativa en Los Altos de Jalisco, debe considerarse que en 2000 se registraban 2 mil 260 localidades en los niveles intermedios, altos y muy altos de marginalidad. Adicionalmente, es posible destacar que a nivel municipal se observa cierta correlación entre el índice de ruralidad y el índice de marginalidad (véase gráfica I).

Considerando las características de ruralidad y de marginalidad, resulta evidente que le imprimen un carácter mixto a la región alteña, lo que significa que hay condiciones mínimas aceptables, pero con problemas asociados a un menor desarrollo: limitaciones en el acceso a satisfactores básicos, niveles de bienestar bajos, sin llegar a ser catastróficos, que nos hablan de fenómenos inestables como movimientos pendulares de fin de semana entre zonas urbanas y rurales (desplazamiento de mano de obra), migración por falta de empleo que luego se convierte en ingresos por remesa de dólares, entre otros.

Por otra parte, la integración de algunos municipios a la región no es completa. En términos de su integración territorial, la ubicación excéntrica y de baja conectividad coloca a Cuquío e Ixtlahuacán del Río con bajos potenciales de interacción con el resto de los municipios de la región; de hecho, están territorialmente supeditados a la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Se considera que no es realista definir la característica de "ruralidad" de una zona o localidad únicamente con base en la magnitud de la población. La importancia de una localidad está definida tanto por sus características propias como por el grado de interacción con otras localidades. El grado de interacción está representado tanto por la magnitud de los intercambios físicos (económicos) como de información (social y políticos), y está en función del grado de desarrollo de cada localidad y de la accesibilidad existente entre ellas.

Otros municipios de los que se requiere evaluar su integración regional son Atotonilco el Alto, Ayotlán y Degollado. La relativa cercanía de los dos primeros con el municipio emblemático de Arandas, permite presuponer algún nivel de interacción. Pero Degollado, por su cercanía a La Piedad, presenta un bajo nivel de interacción con Los Altos. Ojuelos de Jalisco se caracteriza por una ubicación excéntrica pero equidistante de Lagos de Moreno, Aguascalientes y San Luis Potosí. Al igual que en los casos anteriores, puede presuponerse un muy bajo nivel de interacción con la región.

 

Definición de subsistemas espaciales

El análisis espacial20 muestra los subsistemas que componen la organización espacial en su conjunto. Para ello, definimos zonas como el límite máximo de desagregación o espacios irreductibles del análisis, combinamos la definición de red de infraestructura de caminos con base en el patrón de nodos y arcos y lo relacionamos con los estándares establecidos de cobertura y accesibilidad definidos a partir de la interacción entre centros y subcentros geográficos, lo cual nos indica las características del desarrollo espacial y de la accesibilidad existente entre las localidades.

Asimismo, el análisis de la dispersión de la población se basa en la definición de zonas rurales en el espacio. Consideramos zonas de aproximadamente 25 km2 de área (rectángulos de 4.7 x 5.4 km) dado que se estima que es el límite máximo de desagregación y de homogeneización del espacio.21 Luego agrupamos la población de las localidades ubicadas en esas zonas, lo que implica abarcar las 4 mil 13 localidades pertenecientes a cada una 362 zonas rurales que identificamos. Cada zona tiene un centroide (nodo) definido con la población existente en las localidades agrupadas, el índice de marginación, las coordenadas geográficas y su altura sobre el nivel del mar22 (véase figura 1).

Con el total de localidades, su población y los índices de ruralidad y urbanización, resumimos el grado de desarrollo espacial de las localidades de cada municipio, considerando que el índice de marginación representa una medida de acceso a bienes satisfactores de origen público o privado: por ejemplo, escuelas, centros de salud y oficinas administrativas, en el primer caso; y mercados, servicios de transporte y empleo, en el segundo. La accesibilidad entre las localidades se aprecia mediante el uso y el trazo que toma la configuración de la red de infraestructura de caminos (carreteras, caminos rurales y terracerías):

Con base en los datos anteriores, se puede afirmar que, por su grado de desarrollo, las primeras localidades en Los Altos son: Jalostotitlán, San Juan de los Lagos, San Miguel el Alto, Tepatitlán de Morelos; seguidas por Lagos de Moreno, y posteriormente por Arandas, Atotonilco el Alto, Encarnación de Díaz, San Julián, Teocaltiche, Valle de Guadalupe, Villa Hidalgo y Yahualica de González Gallo. El resto de las localidades presenta menores grados de desarrollo espacial. Por otra parte, considerando ahora la conectividad de la red de caminos, la región de Los Altos está estructurada por el eje nororiental Tepatitlán-Lagos de Moreno, con algunos ramales que en todos los casos forman circuitos.

 

Modelado de centros articuladores

Con base en un modelo de múltiples centros de gravedad en el que la población (entendida como el número de habitantes) representa la fuerza de atracción; y la distancia, los costos de transporte asociados ($/pasajero-kilómetro), se muestran como elementos "repulsivos" de las zonas, llevamos a cabo la identificación de los centros articuladores de la estructura espacial de Los Altos.

Según las características de la región, es posible hacer un análisis desde un centro articulador hasta veinte de ellos y de este modo cubrir todos los municipios alteños. Como se puede observar enseguida, los resultados del modelo permiten identificar las diferentes medidas de eficiencia obtenidas a partir de la accesibilidad desde esos centros hacia las zonas inmediatas (véanse cuadro 2 y gráfica II).

La determinación del número de centros idóneo para la estructuración de una región estaría establecida por los sumatoria de los costos de "acceso" (calculados) y los costos de "gestión" (por determinar) de las localidades. Este costo de "gestión" se basa en la determinación de las economías de escala que es posible obtener a partir del tamaño de las localidades. En cierto rango, entre mayor es la población de una localidad se obtienen más economías de escala en los diferentes servicios urbanos y en el suministro de los recursos necesarios para su desarrollo. Pero la eficiencia del tamaño estará acotada por las deseconomías generadas por el sobredimensionamiento de la infraestructura y por la saturación de capacidades, entre otras causas.

Para el caso de Los Altos, entre los puntos extremos de uno y veinte centros articuladores, se encuentra una variada gama de costos de acceso, expresados en pesos por habitante.

La primera inflexión de la curva de costos se obtiene entre nueve y diez centros; de hecho, la reducción de costos de uno a diez centros es de 72%. Para un mayor número de centros, la siguiente inflexión de la curva se encuentra en los 16 centros, con una reducción de uno a 16 centros, de 81%. Por lo tanto, en este último caso, la reducción de costos es considerablemente menor.

La jerarquización espacial de los municipios considera al desarrollo espacial como su principal elemento que, a su vez, contempla la frecuencia en los resultados del modelo de estructuración del espacio y la estructura nodal. De este modo, con base en una clasificación en categorías definidas por la frecuencia y la conectividad23 de cada uno de ellos, en el cuadro 3 apreciamos las siguientes evidencias de la accesibilidad:

Para los 24 municipios alteños se encontraron diversos niveles de conectividad, desde el nivel 1 hasta el 4, como se puede ver en el cuadro 4.

 

Por la accesibilidad potencial que presentan los nodos (especialmente con nivel de conectividad 3 o superior), son fundamentales para definir un patrón sustentable a partir de la ubicación de los subsistemas rurales. De este modo, detectamos 11 nodos básicos, a partir de los cuales se genera la estructura del espacio rural de Los Altos, misma que habría que enfocar desde otra nueva perspectiva que haga posible reorientar el patrón espacial dominante a partir de una planeación estratégica.

 

Corredores y circuitos que estructura la región de Los Altos

Como todo en la vida social, los límites administrativos o funcionales de los espacios en donde ésta sucede son dinámicos. En Los Altos se tiene a favor del orden espacial, la tradición, pero ni así escapa a la regla. Los niveles territoriales de la acción pública y privada que documentan el deslinde progresivo de municipios corresponden a una distribución de las tierras y sus recursos que modificó a varias distribuciones anteriores, a condición de realizar los objetivos de la sociedad alteña como un todo. Los cambios en los límites y funcionamiento de la región alteña han ido cambiando con el surgimiento de otros objetivos sociales. Ni las sociedades ni sus espacios pueden ser rígidos, por el contrario, han de cambiar para que puedan atender a las nuevas necesidades.

La regionalización vigente de Los Altos supone que se han abierto a todos sus habitantes ciertos derechos territoriales y culturales entre los que se encuentra el derecho al entorno, que habría que reconocer como una dirección de cambio tanto en el marco estrictamente interno, entendiendo la región alteña en su acepción cultural-territorial como conjunto de lugares, como en la dinámica nacional frente a la cual adquieren el carácter de un conjunto de localizaciones. Hasta aquí hemos examinado Los Altos como región a su interior. Para apreciar cabalmente su dinámica, será útil apreciar su comportamiento desde el contraste que acabamos de describir producido por el re-arreglo constante de los valores atribuidos a cada lugar y a las actividades y grupos humanos que de ellas participan en el balance de lo nacional-regional y de lo global-local. Con base en los elementos anteriores, definimos 7 corredores y un circuito, que por ahora estructuran la región alteña (véase cuadro 5).

En la estructuración de los corredores y circuitos arriba descrita, se confirma que el gran eje estructurador de Los Altos es el corredor Guadalajara-Ojuelos, ya que sobre este eje se encuentra asentada la mayor proporción de la población (43%), con un grado de marginalidad de -1.6858 puntos, muy bajo. Como se puede apreciar en el mapa 1, desde este corredor se estructura casi la totalidad de los demás corredores, con excepción del Guadalajara-Degollado, que tiene una conectividad secundaria con el resto de los municipios que conforman la región. Por otra parte, destaca que Cuquío e Ixtlahuacán del Río carecen de conexión con la red de Los Altos.

Existe una tendencia general a que el grado de marginalidad, como indicador del grado de desarrollo, esté relacionado con la población que se asienta en corredores bien definidos. Las excepciones del circuito Jalostotitlán-Lagos de Moreno y Jalostotitlán-Villa Hidalgo se deben más que nada a la influencia espacial que los relaciona con León, en el primer caso, y con Aguascalientes, en el segundo. Asimismo, a partir del corredor Guadalajara-Ojuelos se observa una mayor conectividad y desarrollo en la zona suroriental (conectividad entre 3 y 4) que en la zona norponiente (conectividad entre 1 y 2).

 

Escalas regionales de Los Altos

Aunque dependa de consideraciones económicas y estratégicas en cada circunstancia particular, el valor de los circuitos frente al de los corredores es superior en el sentido de su capacidad articuladora y cohesionadora del espacio. En Los Altos sólo se forma un circuito interno, el que denominamos Jalostotitlán-Lagos de Moreno que efectivamente demuestra su potencial concentrador y distribuidor hacia todas las direcciones de la región; demuestra así que la región descompone sus ejes funcionales a partir del área central que forma este circuito.

Salta a la vista que los otros siete corredores que comparten la función articuladora de su único circuito central, se convierten, a su vez, en circuitos de mayor amplitud. Sin atender a los límites de las entidades federativas colindantes de Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato y de cierta forma, también de San Luis Potosí y Michoacán, conviene destacar que el trazo este-oeste —de Guadalajara a Ojuelos— del corredor dominante de Los Altos, se recompone como un sistema de balances norte-sur basculando entre Guanajuato y Aguascalientes, reconcentrándose en diferentes centros de fuerza de los que económicamente destacan las capitales estatales, pero por su función organizadora espacial, más bien ponen de relieve a las ciudades de León y de Aguascalientes.

En el punto "Jerarquía regional" de este artículo ya nos referimos a los contextos regionales, estatales e interestatales —incluso al nacional— de Los Altos, desde la perspectiva geoestratégica. Ahora destacamos cómo la búsqueda de vías para la modernización capitalista estimula la creación de distintas coherencias espaciales que fortalecen la vida local, haciéndola más duradera en la medida que sus órdenes espaciales se vuelven de cierta manera perdurables en medida semejante a la duración de las nuevas infraestructuras que, como bienes públicos regionales, no sólo sirven a los mercados sino que restauran ciertas facultades de los estados y amplían prerrogativas municipales.

La construcción del corredor y los circuitos de Los Altos no es obra de una intención premeditada. La racionalidad que en ellos se constata está determinada por los costos de accesibilidad, por los costos sociales y políticos, evaluados con criterios de rentabilidad muy distintos de los que miden las ganancias. Pero es indudable que sobre el espacio construido por esos trazos puede hacerse tanto una lectura de funcionalidad implícita como de predicción de sus tendencias. La apreciación de la dirección de los cambios que tienen estos trazos no puede dejar de ser histórica y geoestratégica. De tal manera que no podemos evitar señalar la continuidad de los ritmos espaciales que abren a Jalisco desde Guadalajara, a través de la vasta región alteña al centro norte del país, particularmente hacia el norte de Guanajuato y todo Aguascalientes, pero también hacia el otrora centro regional de México, situado en San Luis Potosí, y hacia el gran centro minero mundial de la plata: Zacatecas.

El cambio en los órdenes rurales, de menos a más tecnificados hasta prolongarse como dominios extensos de los procesos urbanizadores que han ido convirtiendo a lo rural en ámbito de lo urbano mixto o extenso —como se ve en este trabajo—, ha promovido una inversión en las participaciones económicas de las unidades espaciales del campo a favor de las ciudades, como ha sucedido de distintas maneras en todo el país. La red tradicional se adapta a las nuevas necesidades de los mercados transformando el orden de los espacios hasta que la actualidad de la jerarquía regional nos obliga a insistir en que se sujeta por la porción norte de la región alteña favoreciendo la conexión hacia León y Aguascalientes. Puede suponerse que así contrarresta, en la porción que le corresponde, el repliegue hacia el centro de las periferias extensas —Guadalajara, Zacatecas, San Luis Potosí, Tampico, y Oaxaca— ya que el movimiento de la región alteña parecería multiplicarse hacia el norte.

El dilema Guadalajara-León-Aguascalientes de dar accesos múltiples a las grandes regiones económicas no sólo de México sino del mundo, se demuestra en el crecimiento de las vías de transporte que han multiplicado la accesibilidad, pero no necesariamente logrando una mayor eficiencia en la comunicación. Se nota un reemplazo en las orientaciones de la comunicación interior, primero hacia los puntos nodales que articulan la comunicación de los centros alteños hacia el exterior de la región y, enseguida de estos puntos de fuerza formados por tres grandes ciudades, Lagos de Moreno, Jalostotitlán y Tepatitlán, hacia la comunicación con las regiones aledañas, el centro de México y las vertientes de los Estados Unidos hacia las que se han volcado tradicionalmente Los Altos, la alta California y el corredor megalopolitano de su costa este.

En particular, el corredor Guadalajara-Ojuelos hace bascular e integra Guanajuato con Aguascalientes y probablemente, por su intermediación, con el resto del México central del norte. La ciudad de Lagos de Moreno aparece como centro geométrico de la macrorregión limitada por San Juan del Río, Celaya-Irapuato, Guadalajara, Zacatecas y San Luis Potosí. Liga particularmente las ciudades de Aguascalientes y León, y así establece el sistema de fuerzas que articulan los esfuerzos productivos que inducen el crecimiento económico de las distintas escalas de los sistemas, que podrían suponerse, de centros-y-periferias.

Si las escalas de la articulación regional de Los Altos tienen la capacidad de reemplazar el alcance y orientación de las comunicaciones internas por externas, y si en su conjunto lo que predomina es su articulación sobre-regional, rebasando los linderos territoriales federales, es decir, si se significan por su apertura, es importante notar que esto no se ha traducido en una mayor accesibilidad, que debería surgir a partir del cambio en la cultura ecológica y en los derechos ambientales de sus pobladores. Los cambios en el orden espacial no han favorecido una mayor racionalidad en el aprovechamiento de los recursos y en la redistribución de los beneficios de su crecimiento económico; masificación y medianía no han racionalizado las operaciones de gobierno ni las actividades de mercado. La conformación de nuevas estructuras regionales modifica su trazo histórico, banalizándolo, abrevian su conexión y lo articulan en las escalas de grandes distancias para la importación-exportación, que excluyen su conexión con las tradicionales redes alimentadoras, trascienden y transforman la región de Los Altos.24

 

Conclusiones

En Los Altos, los corredores y circuitos que identificamos definen modernos subsistemas rurales; su capacidad articuladora del espacio geográfico que los rodea se explica por las características administrativas, económicas y de infraestructura que en ellas confluyen. En el análisis, identificamos municipios con niveles de interacción con mucho potencial, en el sentido de que su vocación histórica aún no cristaliza como nuevo potencial que aproveche los beneficios que les dan sus posiciones en el nuevo ordenamiento espacial. A primera vista podrían parecer rurales, pero por la magnitud de la población, el índice de marginalidad de su zona de influencia y la conectividad, actual o potencial, ponen en duda el calificativo de rural, ya que la interacción que existe entre las zonas conforman una categoría de subsistemas intermedios entre rurales y urbanos.

De todos los subsistemas espaciales identificados, es posible jerarquizar la prioridad de atención en términos del índice de marginalidad. El verdadero funcionamiento como subsistemas se definirá cuando sea posible llevar a cabo un estudio sobre intercambio e interacción, tiempos de traslado y costos asociados. Es posible que la dispersión de la población y los niveles de dependencia entre los lugares provoquen "vacíos espaciales" y nulifiquen interacciones entre localidades anexas.

Las redes de solidaridades y conflictos que se levantan, sin embargo, en un siguiente nivel de análisis, son importantes estratégicamente si se parte de los subsistemas que tienen como límite máximo de desagregación a las zonas rurales. Entre estos dos niveles, subsistemas y zonas, es posible optimizar el diseño de redes y sus aplicaciones para lograr los beneficios de una buena gestión espacial a partir del manejo coherente de las redes que lo surcan. Una lectura atenta de nuestros resultados da claves para ubicar dónde y en qué se puede iniciar un plan de reordenamiento para mejorar el abasto y la circulación de bienes y reducir distancias, tiempos y costos.

Una vertiente del atraso en los indicadores de desarrollo socioeconómico alude a la limitación en la accesibilidad, eso reduce la capacidad de interacción y obstruye las posibilidades de desarrollo. Frente a ello tiene un sentido especial explorar el costo generalizado asociado con los niveles de accesibilidad encontrados en los diversos subsistemas rurales de Los Altos, para determinar la inversión mínima necesaria para la dotación de infraestructura y que inmediatamente redituaría en el desarrollo de las comunidades alteñas, que quedarían mejor integradas a la dinámica regional y/o extrarregional, con efectos multiplicadores que permitirían aumentar la inversión o definir proyectos de integración entre regiones a través de programas interestatales de infraestructura de comunicaciones o de grandes proyectos de desarrollo agropecuario, turístico, minero, etcétera.

Por último, consideramos que los corredores y circuitos que estructuran la región de Los Altos en la actualidad conservan sus trazos autónomos ancestrales. Parecería que su historia podría insistir en demandar el fortalecimiento de esos órdenes espaciales, pero hemos encontrado que su vida social, modernizada a veces por iniciativa propia, a veces por la fuerza de las armas y el dinero, determinada por nuevas tendencias mundializadoras, insiste en transformar el sentido tradicional de las localidades por otro múltiple abierto a una pluralidad enriquecedora que, paradójicamente, también se encuentra en las raíces propias del ser alteño. La proverbial adaptación al cambio que pregona el lema de Arandas de "Tierra pobre y gente laboriosa", sugiere también el sentimiento de grupo que ha instrumentado y puede cambiar tanto como sea necesario los límites de su orden espacial, siempre y cuando les pertenezca.

 

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Notas

1. "En la historia mexicana, Los Altos de Jalisco representan una región que ha protagonizado capítulos singulares en la construcción de la nación y sus símbolos. No deja de ser paradójico que un territorio marginal en términos de centros de poder, tenga al mismo tiempo un peso singular en el devenir nacional. En efecto, tanto en el país como fuera de él se toman como representativos de México rasgos culturales alteños" (González Pérez, Cándido, Los Altos de Jalisco a fin de siglo. Memorias, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1999, p. 36).

2. Cf. Fábregas, Andrés y Pedro Tomé, Entre mundos, México, El Colegio de Jalisco-Diputación Provincial de Ávila, 2000.

3. Arias, Patricia, "Microhistoria del trabajo en una región de frontera (Los Altos-El Bajío)", en EstudiosJaliscienses, Guadalajara, núm. 6, 1991, pp. 55-56.

4. Fernández Christlieb, Federico, La mundialización, los espacios y las técnicas en la obra reciente de Milton Santos, México, Instituto de Geografía-UNAM, 1996, serie Varia, núm. 14, p. 9.

5. Si bien Los Altos constituyen un caso peculiar, comparten con otras regiones su autonomía regional en cuanto depositarias de la soberanía popular que se contraponía a la creación de un poder central, federal. De esa tensión entre libertad y poder de las distintas etapas de integración del nuevo orden liberal, progresivamente fue adoptando las funciones de centralidad el Estado federal, más que como Estado como "conjunto de personas electas en cuanto representantes de los poderes regionales". Bertola, Elisabetta, Marcello Carmagnani y Paolo Riguzzi, "Federación y estados: espacios políticos y relaciones de poder en México (siglo XIX)", en Pérez Herrero, Pedro (compilador), Región e historia en México (1700-1850), México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, col. Antologías Universitarias, p. 242.

6. Implica una mayor conciencia de la existencia de las naciones, cuyas economías inciden sobre el estado actual de los flujos locales; es una manera de entender la mundialización a partir de los flujos de información que constituyen su base, pero además, y fundamentalmente, son flujos de productos y de materias (Fernández Christlieb, Federico, op. cit.).

7. Véase, Gilabert, César, Clave y misterio de la conciencia social alienada. Reflexiones sobre la alienación y el fetichismo, Colotlán, Universidad de Guadalajara, 2003, p. 45.

8. Fernández Christlieb, op. cit, p. 8.

9. En una primera estancia, "la religión abre generalmente el camino a esas construcciones nuevas: hace admitir la subordinación del mundo al cosmos y la de los hombres a los representantes del cielo sobre la tierra; los jefes son en primer lugar intermediarios útiles entre los hombres y los poderes sobrenaturales [...] El poder que ejercen se vuelve legítimo; se ejerce sin dificultades sobre espacios vastos y puede aplicarse a multitudes innumerables sin perder nada de su vigor" (Claval, Paul, Espacio y poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 226).

10. Fernández Christlieb, Federico, op. cit., p. 10, ápud Berman (1989).

11. Ibídem, p. 12

12. Ibídem, pp. 17 y 18

13. Ibídem, citando a Milton Santos, pp. 18 y 19.

14. Ibídem, p. 19.

15. Cansino César, "Visiones sobre el México finisecular. Conversación inédita con Cornelius Castoriadis", en Metapolítica, México, 2001, vol. 5, abril/junio, p. 12.

16. Alonso, Jorge y Juan García de Quevedo (coords.), Política y región. Los Altos I de Jalisco, México, Ciesas, 1990, p. 2.

17. El índice de ruralidad que calculamos es una medida de dispersión de la población; contempla 4 estratos de acuerdo con los tamaños de las localidades que se definen por INEGI como rurales: estrato 1 de 0 a 499 habitantes, estrato 2, de 500 a 999 habitantes, estrato 3, de 1,000 a 2,499 habitantes, y estrato 4, de 2,500 a 4,999 habitantes. Índice de ruralidad = (Suma de la población del estrato 1 / Población total + Suma de los estratos 1 y 2 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3, 4 / Población total) / 4.

18. El índice de urbanización que empleamos es una medida de concentración de la población: contempla 6 estratos de acuerdo con los tamaños de las localidades definidas por INEGI como urbanas: estrato 1, 15 mil a 19,999 habitantes, estrato 2, 20 mil a 49,999 habitantes, estrato 3, 50 mil a 99,999 habitantes, estrato 4, 100 mil a 499,999 habitantes, estrato 5, 500 mil a 999,999 habitantes, y estrato 6, de 1 millón de habitantes en adelante. Índice de urbanización = (Suma del estrato 1 / Población total + Suma de los estratos 1, 2 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3, 4 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3, 4, 5 / Población total + Suma de los estratos 1, 2, 3, 4, 5, 6 / Población total) / 6.

19. La marginalidad es una escala de pobreza. El índice de marginalidad que empleamos aquí es generado por INEGI con base en una ponderación de factores como: alimentación, educación, empleo, esperanza de vida y condiciones de vida. Se entiende que estos factores son negativos y positivos: existe más pobreza cuando el índice de marginalidad es mayor a 1; y, por el contrario, la marginalidad es menor cuando el índice de marginalidad es menor de 1.

20. Cuyos primeros resultados publicamos con el título: "Centros urbanos, zonas rurales y espacios flexibles de transición: el espacio producido en Los Altos de Jalisco", en Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, CUCSH, mayo-agosto de 2003, vol. IX, núm. 27, pp. 155-178.

21. Esta distancia es adecuada para efectuar desplazamientos cotidianos en los modos de transporte disponibles en las áreas rurales. Recorrer 10 km implicaría: entre 01:00 h y 01:30 h en caminata; entre 00:30 h y 01:00 h en tracción animal; entre 00:15 h y 00:30 h en automotores.

22. El índice de marginación, las coordenadas geográficas y la altura sobre el nivel del mar se ponderaron con la población.

23. Se entiende por frecuencia, la repetición del número de centroides articuladores en cada municipio; y como conectividad a la cantidad de conexiones (arcos) que presenta un nodo. Así se observan nodos terminales, con nivel de conectividad 1; nodos de ruta, con nivel de conectividad 2; nodos de bifurcación, con nivel de conectividad 3 o mayor.

24. Tal como se pone de relieve en las agendas de trabajo con base en las interacciones existentes entre Los Altos de Jalisco con las zonas aledañas de Guanajuato, San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas y, en parte, Michoacán. Ejemplos de estos proyectos son los llamados de gran visón, sobre programas de inversión con plazo de 25 años.

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