Para Rodrigo Laguarda, este libro es la conclusión de una agenda de investigación, es el cierre de una "trilogía" centrada en el estudio de la homosexualidad masculina en la Ciudad de México.¹ Es un libro que desde el título deja al descubierto una geopolítica de la cultura al marcar una posición -de sur a norte- que le permite situar el caso de varones homosexuales de sectores medios que emigraron de México a Canadá por su identidad sexual. Es decir, de un país de "tercer mundo" y habla hispana, a un país de "primer mundo" en el que, como muestra el autor, la multiculturalidad es puesta a prueba, no por la garantía de libertades y derechos para vivir la identidad sexual, sino por la condición migrante "de sur a norte".

A lo largo de seis capítulos, Laguarda presenta un panorama poco explorado de la migración por identidad sexual y de género en sectores medios, pero también sobre el método etnográfico. Toma como punto de partida seis casos de varones homosexuales, que se asumen como gays y chilangos, que tenían una situación económica relativamente desahogada en México y cierto prestigio social en los sectores "acomodados", pero que por el machismo y la homofobia que caracteriza al sector empresarial en México decidieron emigrar a Toronto en busca de un lugar en el que pudieran vivir su identidad gay de manera más abierta:

Para los hombres gays hispanos, salir del clóset puede ser un proceso doloroso que muchas veces significa el aislamiento en una sociedad que valora la masculinidad construida en oposición a la homosexualidad, y que exige la constante reafirmación de aquélla frente a los demás (^{Laguarda, 2014: 55}).

Sin embargo, Laguarda documenta una paradoja importante que deja al descubierto que, si bien es cierto que en una ciudad de "primer mundo" como Toronto existe mucha mayor libertad para los gays, "los informantes expresan que la condición de inmigrante de quien es originalmente ajeno al mundo de habla inglesa es más difícil de lo que suele pensarse en una ciudad que se precia de la diversidad de los orígenes de sus habitantes" (^{Laguarda, 2014: 61}). Su propio acercamiento etnográfico lo confirmó:

Lo que me pareció más evidente, desde un principio, fue la división que existía entre "canadienses" y los distintos grupos de inmigrantes que pueblan una ciudad que se asume orgullosamente como "multicultural" [...] en Toronto no eran otra cosa más que "extranjeros", así tuvieran la ciudadanía canadiense, como tantos inmigrantes (^{Laguarda, 2014: 45-46}).

Su aproximación, cuando indaga sobre la migración por identidad sexual y de género, le permite trazar una crítica a las presunciones de multiculturalidad en una ciudad de primer mundo como Toronto y a las fronteras simbólicas y corporales que establecen las identidades dominantes -definidas por la identidad nacional de los canadienses- con la alteridad, es decir, los migrantes de países del "tercer mundo". Sin embargo, como señala Marc Augé, "siempre es una reflexión sobre la alteridad lo que precede y permite toda definición de identidad" (1995: 83), por lo que los chilangos gays, desde su identidad nacional, así como desde su identidad sexual y de género, también resignifican su identidad como migrantes en relación con los canadienses.

La diferencia que ^{Renato Ortiz (1995)} establece entre globalización² y mundialización de la cultura³ para "evitar el falso problema de la 'homogeneización' de la cultura", permite plantear que la dinámica de un mundo globalizado con sus posibilidades de movilidad y de visibilización de la otredad no se traduce en una mayor aceptación de la alteridad para hacer válido uno de los principales derechos del mundo contemporáneo: la igualdad en la diversidad.

En una ciudad como Toronto, queda claro que política y legalmente la igualdad está garantizada, pero desde la subjetividad, desde el embodiment cultural, la igualdad y la diferencia pasan por otras lógicas de sentido. Por lo tanto, la mundialización de la cultura nos ayuda a poner en perspectiva que a partir de las posiciones en el sistema mundo también se generan identidades individuales y nacionales, significados sobre lo propio y lo ajeno, que juegan un papel elemental en las maneras como nos relacionamos con los otros. Laguarda subraya: "el Sur y el Norte implican no sólo la posición geográfica de dos ciudades, sino la pertenencia a mundos distintos" (2014: 17).

Sin embargo, la misma distinción entre globalización y mundialización de la cultura arroja luces y hace visible la posición de los chilangos gays en Toronto y de otros inmigrantes latinoamericanos, la cual sigue la línea geopolítica planteada por el autor, que se puede definir como de centro a sur. Si bien se mantiene un sentimiento de unidad con todos los latinoamericanos en su condición de migrantes, ajenos a la mayoría de las personas que los rodean, e incluso entre ellos existe mayor afinidad para establecer relaciones de amistad o de pareja, existen prácticas de racismo y discriminación hacia los mexicanos de una posición menos favorecida y hacia los latinoamericanos que tienen una apariencia que califican de "indios":

Algunos se preciaban de ser distintos de la mayor parte de quienes se han visto orillados a dejar México en las últimas décadas [...], es notable que los chilangos provenientes de familias "acomodadas", en mayor o menor grado, no se habían liberado -o al menos no del todo- de los prejuicios con los que habían sido educados, expresados en comentarios excluyentes, racistas y clasistas (^{Laguarda, 2014: 43-44}).

Este trabajo es resultado de una ruta metodológica que va de la historia oral a la etnografía, con fases de trabajo de campo realizadas durante 2011 en Toronto. Sin duda, en términos metodológicos, el aporte principal se encuentra en las reflexiones del autor sobre su experiencia como etnógrafo, sobre "estar allí", ya que ante la objetividad pretendida en las ciencias sociales para legitimar un estatus científico, suele silenciarse o (auto)censurarse el papel que el investigador, en este caso el etnógrafo, asume en la producción de conocimiento.

La reflexividad e introspección que Laguarda plasma en este libro es imprescindible si recordamos que con esta obra cierra una agenda de investigación sobre la homosexualidad masculina en la Ciudad de México y concluye un eslabón importante de su trayectoria como historiador, antropólogo y autor. Dicho ejercicio de reflexividad también responde a la objetivación participante, con la que ^{Pierre Bourdieu (2006)} destacó la importancia de objetivar el origen, la posición y la trayectoria del investigador en el espacio social, pero también su posición en el campo o en la intersección de campos de conocimiento en los que se sitúa. En el año 2000, durante la entrega de la medalla Huxley en el Royal Anthropological Institute de Londres,⁴ Bourdieu señaló:

La objetivación del sujeto de la objetivación no es un simple divertimento narcisista, ni tampoco un puro efecto de una suerte de pundonor epistemológico completamente gratuito, sino que tiene efectos científicos bien reales [...]. Pero, más profundamente, ella permite someter a una vigilancia crítica de todos los instantes, todos los "primeros movimientos" (como decían los estoicos) del pensamiento a través de los cuales lo impensado asociado a una época, una sociedad, un estado de un campo antropológico (nacional) [...]. Yo he dicho que, contra la ortodoxia metodológica que se resguarda bajo la autoridad de Max Weber y de su principio de "neutralidad axiológica" (Wertfreiheit), yo creo profundamente que el investigador puede y debe movilizar su experiencia, es decir, ese pasado en todos sus actos de investigación. Pero él no está en el derecho de hacerlo más que a condición de someter todas esas vueltas del pasado a un riguroso examen crítico (2006: 93, 100).

En esta sintonía, el propio Laguarda reconoce que las reflexiones autoetnográficas unidas a los registros etnográficos "tienen la intención de iluminar mejor el objeto de estudio" (2014: 37), ya que "mostrar al observador es, sin duda, la vía más honesta para evidenciar lo que un texto puede ofrecer" (2014: 14).

Ciertamente, este texto constituye un punto de partida y una invitación importante a profundizar en las maneras en que opera el machismo en la cultura empresarial para generar procesos de exclusión de las identidades sexuales y de género que salen de la norma, no sólo las homosexuales. También es una invitación para seguir indagando cómo interactúan los discursos, los sentidos, las prácticas y las políticas sobre la igualdad y la diferencia en un contexto de migración en claves geopolíticas como el que revela Laguarda en De sur a norte.