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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.47 Ciudad de México ene./abr. 2015

 

Reseñas

 

Migración transfronteriza y autonomía indígena: cómo se relacionan

 

Transborder Migration and Indigenous Autonomy: How they Are Related

 

Lynn Stephen

 

De las luchas indias al sueño americano. Experiencias migratorias de jóvenes zapotecos y tojolabales en Estados Unidos. Alejandra Aquino Moreschi, 2012. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, 350 pp.

 

University of Oregon. Oregon, Estados Unidos. stephenl@uoregon.edu

 

 

De las luchas indias al sueño americano. Experiencias migratorias de jóvenes zapotecos y tojolabales en Estados Unidos es un libro original, creativo y necesario en el que la autora logra sintetizar de manera novedosa dos hilos de la literatura antropológica y de los estudios indígenas: los movimientos sociales indígenas por la autonomía y la migración transnacional. La obra está muy bien escrita, reflexivamente pensada y trata a todos los/las participantes y compañeros/as de su estudio con alto niveles de respeto y dignidad. Contar historias y experiencias difíciles es uno de los retos más grandes para los etnógrafos. Aquino lo logra, evita narrativas de victimización y honra la dignidad de cada persona. El libro da mucho espacio a los relatos individuales, pero también ofrece un panorama del contexto de la política económica en la que viven los migrantes en México y en Estados Unidos (EUA). En pocas palabras, la autora logra tejer experiencias particulares, personales y emocionales con un análisis global del neoliberalismo y sus políticas de inmigración, de mercado y de consumo.

Los primeros dos capítulos del libro documentan procesos distintos y paralelos que se abocan a la emergencia de movimientos sociales de autonomía indígena, uno de ellos en la comunidad de Yalalag, Sierra de Juárez de Oaxaca, y el otro en María Trinidad, comunidad tojolabal ubicada en la Selva Lacandona, Chiapas. En los dos casos la autora apoya su análisis con testimonios orales. Las experiencias individuales narradas, como la trayectoria de líderes y participantes, pueden servirnos como un espejo para entender la experiencia de la militancia indígena, sus complejidades y contradicciones.

Los capítulos 3 y 4 analizan la historia de la inmigración más contemporánea en Yalalag y en María Trinidad y sus efectos en estas comunidades. En los dos lugares se sufren las consecuencias de reformas neoliberales y, sobre todo, el fin de los apoyos a los productores de café y la competencia de la importación de maíz que terminó con la posibilidad de que muchos campesinos sembraran para su propia subsistencia. En Yalalag, la así denominada por Aquino "emergencia indígena" trata de convencer a los jóvenes para seguir con los proyectos de la autonomía, pero a pesar de eso desde los 16, 17 o 18 años muchos de ellos deciden migrar a Los Ángeles, California. Alejandra Aquino advierte que no sólo una lógica económica anima la decisión de muchos jóvenes de ir al norte, pues para algunos su traslado representa la búsqueda de más libertad en su vida, en especial en el caso de las mujeres.

En María Trinidad, después de la falta de legislación federal de los Acuerdos de San Andrés, algunos Zapatistas empezaron a salir. Alejandra Aquino distingue dos generaciones de Zapatistas: la generación "de cuna", que nace dentro del zapatismo —entre finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990— y la generación 1.5, es decir, las personas que no son fundadoras del movimiento pero que se incorporaron a éste hacia finales de la década de 1980 siendo todavía muy jóvenes en el levantamiento de 1994 y con una perspectiva distinta a los zapatistas "de cuna". Aunque en un principio el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) prohibió la migración, los jóvenes comenzaron a salir de sus comunidades, siguiendo el ejemplo de pares suyos de pueblos cercanos no zapatistas cuya migración data de finales de la década de 1990. Así dio inicio el flujo constante de chiapanecos de la Selva Lacandona a EUA, principalmente a California —en poblaciones como Kern County, Lamont, Stockton y Arvin—, la costa atlántica y el sur estadounidense. La migración produjo tensiones en la comunidad de María Trinidad, no sólo entre generaciones, sino también entre la cultura igualitaria que se había instalado en las comunidades zapatistas y las diferencias tanto materiales como ideológicas producto de la experiencia migratoria.

Según Aquino, el EZLN no tiene una política global sobre migración y ha preferido dejar las decisiones a este respecto a cada comunidad. En María Trinidad al principio se trató de prohibir la migración, ahora hay una política de negociación. Si una persona quiere migrar, se negocia un periodo explícito de tiempo —uno a tres años, por ejemplo— y la cantidad de dinero que tiene que pagar para cubrir su tequio —trabajo gratuito a favor de la comunidad con el que contribuyen todos sus integrantes— y su cargo. Aquino estima que en la actualidad casi todas las familias de María Trinidad tienen uno de sus miembros trabajando o residiendo en EUA.

La segunda parte del libro se enfoca en las experiencias de zapotecas y tojolabales en EUA. La autora dedica un capítulo completo a las experiencias de un grupo de jóvenes, mayormente a través de la "voz" de Oliverio en Lamont y otras ciudades del condado de Kern, California. Este capítulo muestra la estructura laboral de la agricultura comercial, el papel y las experiencias de los trabajadores tojolabales dentro de este marco, así como su vulnerabilidad. Después de recorrer brevemente la historia de los jornaleros agrícolas en California, seguimos las experiencias de Oliverio y otros compañeros que trabajan en la cosecha del espárrago: tratan de sobrevivir circunstancias difíciles, negocian con mayordomos y pierden hasta siete automóviles y camionetas a causa de encuentros con la policía, porque en California si no tienes licencia y seguro la policía confisca tu carro. Para mejorar su situación económica, Oliverio y sus amigos intentan salir de esa región de California y buscar otros trabajos fuera de la agricultura, por ejemplo en empacadoras o fábricas, pero debido al control policiaco de la zona una y otra vez ocurre algo con su auto y no pueden escapar de la región donde la mayor parte del trabajo es agrícola.

Una de las preguntas que uno se hace al leer esta parte del libro es si el hecho de haber vivido un movimiento como el del EZLN o el de Yalalag dota a una persona de habilidades y experiencias personales que le ayudan a tener más éxito en la migración. ¿Le da más posibilidades para seguir adelante? ¿Más esperanza? ¿Le proporciona habilidades sociales y lingüísticas para conectarse mejor con otras personas y relacionarse de mejor manera para conseguir mejores oportunidades laborales? Creo que sí. Y aunque Aquino no comenta sobre estas cuestiones hasta las últimas páginas del libro, realmente éstas representan uno de los principales ejes de su análisis.

Uno de los capítulos más poderosos del libro es el que trata del grupo de jóvenes de María Trinidad que está en Biloxi, Mississippi, que trabajó allá después del daño que produjo el huracán Katrina. A pesar de que algunos fueron víctimas del huracán, rápidamente se les contrató como mano de obra para limpiar y reparar todo lo que se pudiese y después pasaron a laborar en la limpieza de los casinos del lugar. El capítulo pone al descubierto muchas de las ironías del sistema de trabajo indocumentado y la supresión de las reglas cuando se necesita mano de obra, sobre todo barata. Una vez contratados como trabajadores de limpieza en los casinos, quedan bajo el control de las empresas contratistas, que les exigen altas muestras de flexibilidad, es decir, disposición de tiempo incondicional.

El capítulo sobre las experiencias de migrantes zapotecas en el servicio doméstico de Los Ángeles pone énfasis en el trato que reciben las mujeres y describe sus estrategias para avanzar en el sistema del servicio doméstico y para contradecir directa o indirectamente a sus patronas. Es otro capítulo muy rico en su etnografía y capta el trato maternalista, así como las prácticas de infantilización, invisibilización, dominación y explotación. En los testimonios hay muchas historias de maltrato, pero también muchos ejemplos de cómo las trabajadoras establecen sus derechos —se hacen "visibles" al estar "ausentes", contradicen y usan maneras sutiles de afirmar sus derechos a veces hasta desafiando abiertamente a sus patronas cuando cometen actos injustos—. Las yalaltecas, al igual que los jóvenes tojolabales, tienen a su vez estrategias para avanzar en el mercado de trabajo, por ejemplo aprender inglés y a manejar, comprar un auto, así como obtener certificados en cuidado de ancianos y niños y en tareas de auxilio.

El último capítulo habla de cómo los yalaltecos entretejen lo político por medio de la cultura y de cómo fue que participaron en las protestas masivas en favor de la inmigración en 2006. En la primera parte Aquino argumenta que la falta de reconocimiento jurídico y su condición de deportables, así como la inestabilidad económica son obstáculos para que los inmigrantes expresen su voz a través de los canales políticos convencionales. Documenta la creación de espacios alternativos para hacer política en relación con cuestiones culturales y religiosas. Los migrantes se organizan y se expresan en torno a celebraciones y kermeses para recaudar fondos para realizar sus fiestas patronales.

Aquino expone la indignación moral que sintieron muchos inmigrantes en 2006 con la Ley Sensenbrenner, que literalmente etiquetaba a los inmigrantes indocumentados como "delincuentes" y proponía castigarlos y deportarlos, así como a quienes les ofrecían ayuda. Participaron más de 5 millones de personas en protestas de muchos sectores de la sociedad estadounidense, incluyendo organizaciones y entidades de derechos humanos, religiosas, de inmigrantes y de muchas comunidades étnicas y nacionales. El debate sobre la inmigración se hizo presente en todos los ámbitos: radio, televisión, hogares, barrios, fiestas, trabajo. La radio y la televisión en español fueron fundamentales en la difusión de la información y en la construcción de la protesta. Mucha gente habló en la radio y también hubo foros de debate y discusión sobre los riesgos, las ventajas y la simbología, como ir vestidos de blanco en señal de que era una marcha pacífica. Aquino indica cómo las redes comunitarias, de familias, de organizaciones y de clubes de migrantes se convirtieron en espacios de discursos colectivos y de organización de la protesta, y de esta forma se eliminaron los obstáculos para dar voz a los inmigrantes indocumentados.

El gran reto de 2006 es entender que durante un año no hubo más protestas y que todavía no hay una reforma migratoria estable para todos —aunque Obama presentó un nuevo programa para los indocumentados que tengan hijos que son ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes—. Apenas nos estamos recuperando de la crisis económica que acalló el movimiento por los derechos de los inmigrantes. Por último, Aquino refiere que después de las marchas masivas de 2006 las representaciones que las mujeres yalaltecas en Los Ángeles tenían sobre sí mismas se transformaron. Ya no podrán volverse a mirar de la misma manera porque ya no son las mismas. Ésta es una observación y es la esperanza que tenemos después de muchos movimientos, sobre todo cuando no se han logrado los resultados estructurales o legales que quisiéramos tener al momento presente.

En la conclusión Aquino señala que en el contexto estadounidense el capital militante de los jóvenes zapatistas se utiliza no para una lucha colectiva, sino de forma individual para solucionar problemas concretos de la vida cotidiana. Ellos no se quedan callados, quieren saber sus derechos y ven el mundo a través de una óptica zapatista — por ejemplo, hacen notar a los patrones que "ellos mandan, pero no saben obedecer"—. Los jóvenes zapatistas se apropian con facilidad del discurso de los derechos del migrante, pero también del de Yalalag. Otros optan por organizarse a través de las asociaciones de apoyo de sus pueblos de origen, que tienen una lógica comunitaria. Aquino menciona también que la migración no ha mejorado la vida económica en comunidades zapatistas y en cambio ha empeorado la situación de algunas mujeres que se han vuelto más dependientes de su marido y han perdido una parte de la autonomía ganada en los años de la lucha. Queda para futuras investigaciones saber si los zapatistas que regresaron de Estados Unidos se incorporarán al proyecto colectivo o si seguirán trabajando para mejorar su propia situación y la de su familia.

 

Información sobre la autora

Lynn Stephen es licenciada en antropología por el Carleton College (Northfield, Minnesota) y doctora en antropología cultural por la Brandeis University (Waltham, Massachusetts). Actualmente es Profesora Distinguida de Antropología en la Universidad de Oregon, fundadora y directora del Centro de Estudios Latinos y Latinoamericanos en la Universidad de Oregon. Es autora de 11 libros y más de 80 artículos académicos enfocados en migración, movimientos indígenas, comunidades transfronterizas, genero, desarollo, y globalización. Sus libros más recientes son We are the Face of Oaxaca: Testimony and Social Movements (Duke University Press, 2013); Otros saberes: Collaborative Research on Indigenous and Afro-Descendent Cultural Politics (Santa Fe: School of American Research Press, 2013); Transborder Lives: Indigenous Oaxacans in Mexico, California, and Oregon (Duke University Press, 2007).

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