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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.38 Ciudad de México ene./abr. 2012

 

Presentación

 

Narcoviolencia y ciencias sociales: lo que miramos, lo que interpretamos

 

Narco-Violence and Social Sciences: What we Look, what we Interpret

 

María Eugenia de la O

 

Hemos reunido diferentes miradas antropológicas y sociológicas en un intento de entender y conceptualizar la violencia en el contexto del crimen organizado y las consecuencias para la investigación en territorios violentos. Procuramos atisbar sobre el futuro de las ciencias sociales frente al desarrollo de campos emergentes, como el de una antropología de la violencia. El estudio de este fenómeno corresponde no sólo a la criminología, también a la antropología en su afán por entender por qué la violencia representa muertes, miedo, cambios culturales y sufrimiento social. Los científicos sociales asistimos a un proceso de fragmentación social, apatía política y desilusión de la población —especialmente entre los jóvenes—, lo que nos obliga a replantear nuestro quehacer y evaluar el papel de la violencia en este contexto.

En este número de Desacatos se convocó a antropólogos, sociólogos y literatos, quienes se toparon con el fenómeno de la violencia asociada al crimen organizado en el ejercicio de sus profesiones, lo que tuvo efectos en su reflexión, registros y estrategias de campo, además de permitirles identificar fenómenos asociados con la construcción de identidades, desplazamientos forzados de poblaciones en situaciones de riesgo, el funcionamiento de la economía del narcotráfico en el comercio informal y la afectación en comunidades campesinas e indígenas. Cada colaborador de este número de Desacatos añadió una serie de reflexiones sobre el oficio de la antropología en tiempos violentos a partir de sus propios procesos de investigación. No es casual que varios de los trabajos que se presentan tuvieran lugar en las zonas más conflictivas de México, como sus fronteras. En el corredor norte están Tamaulipas y Nuevo León, donde Alma Leticia Flores Ávila, María Eugenia de la O, Séverine Durin y Efrén Sandoval enfocan diferentes ángulos de la supervivencia a la violencia, ya sea como comerciante en los márgenes de la ilegalidad, como migrante forzado o como joven vulnerable. En el corredor sur, en la frontera de México con Guatemala, Manuela Camus realiza un minucioso estudio de las comunidades campesinas de este país, afectadas por el narcotráfico, el despojo de tierras y el contrabando humano y de drogas entre ambas naciones, lo que genera un panorama de acumulación de violencias. Edith Carrillo Hernández muestra el otro lado de la moneda: mujeres juzgadas por razones de narcotráfico. Más allá de su victimización, la autora nos ofrece un fino análisis de las razones y compromisos de género en las redes de esta actividad. Finalmente, se cuenta con una reflexión profunda sobre la narcoviolencia y las ciencias sociales en México a cargo de José Manuel Valenzuela, quien no sólo cuestiona el papel del Estado, sino de varios actores sociales involucrados en el conflicto armado contra el narcotráfico en México.

El conjunto de artículos pone de manifiesto por qué la violencia es un objeto de estudio no ausente de complicaciones. Asumir su registro y significados conlleva entender la desesperanza colectiva y dotar de sentido las experiencias personales contradictorias por medio de un diario de campo. El fenómeno de la violencia en contextos en donde el narcotráfico está presente ha generado también formas de ejercicio político, religioso y cultural bajo nuevas lógicas, lo que nos obliga —como investigadores e investigadoras— a reflexionar sobre hechos como las desapariciones forzadas, los secuestros y las torturas, que forman parte de la vida cotidiana de miles de ciudadanos. El tema de la violencia ha estado presente en varias investigaciones antropológicas y sociológicas frente a diversos dilemas: si bien han predominado estudios sobre las víctimas y menos sobre victimarios, hay elementos comunes de preocupación sobre los límites de la observación participante en procesos violentos, el papel restringido de los investigadores en estas condiciones, los posibles sesgos críticos hacia quienes practican la violencia, además de los límites que implican los métodos no participativos. Dennis Rodgers (2004) escribe un excelente ensayo sobre estos dilemas éticos en "Haciendo del peligro una vocación: la antropología, la violencia y los dilemas de la observación participante" (Revista Española de Investigación Criminológica, núm. 2). Para él la antropología debe abordar estas preocupaciones en el nivel metodológico, teórico y ético.

Otro tema relevante son las formas narrativas de la etnografía. A decir de varios antropólogos no se trata exclusivamente del registro de la violencia, sino también de su representación (Valentine, Keppley y Bourgois): es necesario ser cautos para no caer en una antropología que muestre sólo el sufrimiento íntimo de la gente. Phillippe Bourgois, que ha estudiado el fenómeno de la violencia en diferentes contextos durante más de 20 años, plantea dilemas y responsabilidades relativas a una antropología de la violencia al señalar la necesidad de estudiarla como no evidente, estructural, simbólica y normalizada. El libro Guatemala, violencias desbordadas (2009) de Julián López, Santiago Bastos y Manuela Camus constituye un buen ejemplo de equilibrio entre investigación, representación y escritura etnográfica en contextos de violencia. En dicha obra se incluye el texto de Phillippe Bourgois: "Treinta años de retrospectiva etnográfica sobre la violencia en las Américas", que resulta pertinente para la comprensión de fenómenos profundos enlazados con la violencia, como las pandillas, los excombatientes, los grupos paramilitares, los consumidores de crack y los desamparados urbanos.

La estrategia armada que emprendió el gobierno mexicano para enfrentar al narcotráfico ha tenido como consecuencia la fractura del tejido social del país. En la violencia de hoy se entreteje la imposición de la autoridad en las relaciones familiares, laborales y sociales. No se trata de una sola violencia, sino de violencias acumuladas y densamente articuladas. No obstante, varias de las muertes violentas han tenido que ver con la desigualdad social, la falta de políticas sociales eficientes y la ambigua acción del Estado en la defensa de sus ciudadanos. En este momento, la sociedad vive la amenaza a su integridad física en un escenario marcado por el desamparo gubernamental, la humillación de ser pobre y la amenaza de desafiliación de una sociedad que representa el extremo de la vulnerabilidad. Poco a poco se ha conformado una geografía del narcotráfico, del contrabando, de las adicciones y de las acciones violentas. La imagen de una "guerra contra el narcotráfico" ha tendido a borrar otros fenómenos de importancia, como los pueblos secuestrados en su identidad y en las formas de ejercer su cultura. Como las comunidades rarámuris, secuestradas en sus propios territorios por grupos armados que franquean la sierra, los mineros que ya no pueden serlo porque es difícil subir a los yacimientos, los comerciantes mixtecos y ñhañhús que son extorsionados por organizaciones delictivas en grandes urbes como Monterrey, las personas que ya no pueden migrar por miedo a ser secuestradas, los pueblos en cuyas calles no se puede caminar con seguridad, como San Fernando, Valle Hermoso y Miguel Alemán, entre otros. Aún no sabemos lo suficiente sobre el incremento de las adicciones en los pueblos originarios a raíz del narcotráfico ni hemos evaluado lo suficiente sobre el sufrimiento social, especialmente de los niños.

Se habla de "los cárteles" como si fuesen una misma cosa y con ello se diluyen las diferencias sustantivas entre La Familia, Los Zetas, los contrabandistas, las pandillas y el ejército, los jóvenes. ¿Quiénes son víctimas? ¿Quiénes son victimarios? En el mediano plazo habrá una generación de jóvenes desaparecidos y torturados, pueblos desplazados y una gran fractura social en el país. Hoy más que nunca es necesario reflexionar sobre el trabajo de los científicos sociales y el riesgo de su ejercicio, en particular en la tarea etnográfica, eje esencial de la antropología. ¿Qué deben y pueden hacer los antropólogos hoy? ¿Cómo explicar la violencia de este país a las futuras generaciones desde la antropología?

 

Información sobre la autora

María Eugenia de la O es profesora-investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)-Occidente. Es doctora en sociología por El Colegio de México, premiada en 1997 por la Academia Mexicana de Ciencias por la mejor tesis de doctorado en la categoría de sociología. Sus temas de investigación son mercados laborales, género y trabajo, cultura laboral y sociología de la frontera. Actualmente desarrolla el proyecto "Los hombres de la maquila: entre la desfeminización y masculinización del trabajo", financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Fue coordinadora del doctorado en ciencias sociales de El Colegio de la Frontera Norte en Tijuana, Baja California, donde también dirigió el Departamento de Estudios Culturales. Ha colaborado en Desacatos, Revista Mexicana de Sociología y Revista Sociológica. Es coautora de Historia regional de Baja California. Perfil Socioeconómico con Ana Claudia Coutignio (Secretaría de Educación Pública, Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, Limusa Noriega, 2000), y del libro Innovación tecnológica y clase obrera. Estudio de caso de la industria maquiladora electrónica rca, (Universidad Autónoma Metropolitana, Miguel Angel Porrúa, 1994). Ha compilado Mujeres y diversidad laboral en México. Una mirada multidimensional (Universidad de Guadalajara, en prensa), Globalización, trabajo y maquilas: las nuevas y viejas fronteras en México, con Cirila Quintero (CIESAS, Plaza y Valdés, Fundación F. Ebert, Federación Estadounidense de Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales, 2002), Los estudios sobre la cultura obrera en México: enfoques, balance y perspectivas, con Enrique de la Garza, María y Javier Melgoza (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1998), El sindicalismo regional en los noventa, con Víctor Alejandro Espinoza (El Colegio de la Frontera Norte, 1996). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II.

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