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Desacatos

On-line version ISSN 2448-5144Print version ISSN 1607-050X

Desacatos  n.37 Ciudad de México Sep./Dec. 2011

 

Reseñas

 

La historiografía arqueológica toma la delantera

 

The Archeological Historiography Takes the Lead

 

Luis Vázquez León *

 

Margarita Díaz–Andreu, 2007. A World History of Nineteenth–Century Archaeology. Nationalism, Colonialism, and the Past. Oxford University Press, Oxford Studies in the History of Archaeology, Oxford, 486 pp.

 

* Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social–Occidente, Guadalajara, Jalisco, México Universidad de Tel Aviv, Ramat Aviv, Tel Aviv, Israel lvleon@prodigy.net.mx

 

 

Que varios autores elaboren una enciclopedia no sorprende. Que lo haga una sola autora provoca asombro. Aunque en rigor ésta no es una enciclopedia, viene al caso decirlo porque Margarita Díaz–Andreu, catedrática de la Universidad de Durham, ha emprendido un esfuerzo que supondría el trabajo de todo un equipo cooperativo. Los rasgos enciclopédicos de esta historia mundial de la arqueología decimonónica son muchos como para no reconocer los largos años de dedicación de su autora, ahora compensados por un resultado en verdad admirable. Y descomunal. Catorce capítulos empotrados en cuatro apartados. Imposible no apreciar que se están haciendo honores a la historia mundial cuando la autora se ocupa de Europa, Asia, África y América toda, con comparaciones nunca vistas entre naciones, pero sin dar cuartel a la tradicional visión eurocéntrica tan arraigada en las "historias universales". Quizá la mejor prevención contra dicho sesgo neocolonial venga no tanto de los estudios poscoloniales, en los que de todos modos recala, sino en el mismo estudio del orientalismo por Edward Said y su petición insistente de exhibir la manera en que la cultura posibilitó el dominio imperialista en el Medio Oriente.

De igual modo, es factible que el notable giro historiográfico de Díaz–Andreu desde la historia disciplinaria autista hacia la historia social — ella la llama contextual o externalista— se relacione con el hecho de que fue el sociólogo Anthony Smith quien la incitó a emprender una empresa alejada de otras aproximaciones internalistas, incluidas las paradigmáticas. De por sí, ella venía estudiando la conexión de arqueología y nacionalismo, y el papel de las mujeres en la disciplina. De este sustrato deriva una definida indagación de la arqueología del siglo XIX apelando a las nociones —léanse mejor como modos de interpretación— de imperialismo, imperialismo informal o cultural, colonialismo, colonialismo interno, nacionalismo, y aun nacionalismo étnico. El fruto no podía ser más iluminador, ya que hasta las ideas evolucionistas y positivistas —paradigmas en otras aproximaciones— adquieren más sentido en su horizonte social y época, sin mencionar que sientan las bases de la arqueología académica del siglo XX. Estamos, pues, ante un "enfoque alternativo", que por primera vez en la historiografía arqueológica se propone analizar el desarrollo de la arqueología como una totalidad. De paso, hay que asentar que el usual cometido pretérito de la disciplina es poco afecto a innovaciones como ésta, simplemente porque elige abstraer su producción de conocimiento positivo del contexto presente. Contra este desapego "epistemológico", la convicción de Said de que "nadie ha inventado aún un método para separar al estudioso de las circunstancias de su vida" sigue pesando. Podemos estar en desacuerdo con él, pero no dejar de soslayarlo racionalmente. Convendría recomendar desde ahora que el libro quede inscrito en los estudios disciplinarios de la propia arqueología y más ampliamente en los de la historia de la ciencia, entre otros. Gracias a sus rasgos enciclopédicos es obvio que también tiene que ser consultado por estudiantes y estudiosos dedicados a este campo de conocimiento y práctica.

La misma autora confiesa la dificultad que tuvo para reunir y hacer coherente semejante masa de datos. A ello se debe que considere su obra como un primer intento de parte de una historiadora de su disciplina para analizar su desarrollo como una totalidad. Pero al mismo tiempo ya representa un esfuerzo por superar las limitaciones de comprender las historias en sí y para sí mismas. Merece reflexión la pretensión que deriva de este enfoque, ya que implica decir que sin desdeñar el nacionalismo —y el imperialismo y colonialismo ligados a él— la clave de su nueva comprensión precisa de otro "internacionalismo" —o "cosmopolitismo", como prefieren llamarlo los sociólogos cuando hablan de su articulación disciplinaria global—, que permite hacer comparaciones y ordenamientos que de otro modo serían imposibles. Arranca así de la arqueología en la Revolución Francesa, pasa de Europa al imperio Otomano, de ahí a Latinoamérica, China y Japón, para adentrarse enseguida en el sudeste de Asia, el Imperio Ruso, el África francesa y culminar en las revoluciones liberales.

Cubrir tan grande espectro de conocimientos —y asimismo dar paso a novedosas interpretaciones— tiene sus aciertos, pero también sus dificultades. Hasta ahora las aproximaciones disponibles habían ignorado —no digamos ya su condición sociocultural de producción— incluso que otras ideologías previas al nacionalismo confluyeron también en la arqueología. Es el caso de su interesante sexto capítulo dedicado a la arqueología bíblica. Desde luego, en el siglo XIX no se encuentran arqueólogos musulmanes o judaicos —ellos vendrán luego—, pero sí queda documentado que la totalidad de los anticuarios que llegaron a la "Tierra Santa" (Egipto, Palestina, Líbano, Turquía y Persia) lo hicieron movidos por su fervor, en ese sentido muy moderno —aunque hay una vena en la hermenéutica protestante—, de comprobar que la Biblia no era un texto mitológico, sino en verdad histórico, y que la Verdad Revelada es consistente con las antigüedades descubiertas o por descubrir. Aunque Díaz–Andreu concluye diciendo que se trata de un caso único de imperialismo cultural, y que esconde un antisemitismo rampante, uno no puede meno que preguntarse si la arqueología bíblica posterior a 1948 ha dejado de ser religiosa desde que quedó en manos de los arqueólogos judíos y de que su agresivo nacionalismo no tiene peores efectos que los de sus antecedentes decimonónicos. Hoy, como si no bastara el impresionante Museo de Israel, se ha establecido el Museo Jerusalem de las Tierras Bíblicas, que se ocupa de exaltar los nuevos descubrimientos de la arqueología bíblica en su versión judaica. Es más, dada la composición étnica de la actual población de Israel, en que los ashkenazi monopolizan a la clase dirigente —con el empuje ascendente de los judíos rusos, cuya judería es cuestionada una y otra vez—, queda la fuerte sospecha de que el jüdischen volkes tiene una deuda profunda con la arqueología bíblica antisemita que desde mediados del siglo XIX postuló al volkes Israel, esto es, mucho antes de que Herzl imaginara el Judenstaat.

Pero así como las arqueologías del orbe decimonónico proveyeron de genealogías monumentales de las que habrían de enorgullecerse todos sus herederos modernos, también se registra el caso opuesto, de desprecio y relegamiento, si no es que de exterminio, en lo que Díaz–Andreu llama la "arqueología de lo primitivo", que no sólo remite a sus expresiones imperiales o coloniales, sino también al colonialismo interno de los Estados–nación que florecían. Al racismo general vino a sumarse la ideología cientifista del darwinismo social y aun las propias ideas evolucionistas, que de inmediato colocaron a las sociedades cazadoras–recolectoras antiguas y contemporáneas en las etapas idas de la progresiva trayectoria civilizatoria —los pueblos sin historia—, luego lo mejor que podían hacer los salvajes era ceder amablemente sus tierras a los pujantes agentes de la modernidad capitalista. Es preocupante que en este apartado Díaz–Andreu no encuentre para el caso de México interés alguno sobre las sociedades sin Estado, y tampoco ningún análisis sobre cómo el motivo civilizatorio–agrícola–monumental ha afectado en lo más íntimo a otros tipos de investigación arqueológica. Con precisión, ella apenas le dedica una nota a pie de página de tres líneas. Tan grave deficiencia recién ha comenzado a ser corregida por Francisco Mendiola para la arqueología de Chihuahua —una región desértica y montañosa donde coexistieron sociedades agrícolas y nomádicas— entre los siglos XVI y XX. La coincidencia de ideas de Mendiola y Díaz–Andreu deriva de una referencia común al orientalismo de Said, pero en el caso de Mendiola es mayor la influencia ejercida por Martín Bernal y su "modelo ario de civilización", que en él se transforma en una crítica al mesoamericanismo refuncionalizado como "modelo Casas Grandes–Paquimé", pero con un efecto similar al descrito por Díaz–Andreu: desprecio por la arqueología de los cazadores–recolectores y el recio predominio de la sucursal norteña de la civilización mesoamericana.

Más allá de Europa, el imperialismo informal o cultural se ocupó de las grandes civilizaciones de América Latina, China y Japón. En estos lugares se formaron elites capaces de repetir y desarrollar los discursos del pasado, siguiendo los patrones occidentales. En nuestro subcontinente los brotes civilizatorios tuvieron características culturales inéditas para los estudios clásicos y bíblicos, aunque no faltaron anticuarios difusionistas que trazaron conexiones con la Atlántida —lo que lleva a Grecia— o las Diez Tribus de Israel —lo que lleva a Palestina—. Una nota final es puesta en la International School of Archaeology and Ethnology de México (1911–1920). No obstante pertenecer a las primeras décadas del siglo XX, la escuela surgió bajo la dictadura porfirista previa y con un ímpetu nacionalista que continuó después de la Revolución, cambiando de sentido. La mención de Díaz–Andreu rebasa los límites del estudio, pero no deja de ser algo parcial. Recientemente, Mechthild Rutsch se ha ocupado de esta conjugación de nacionales y extranjeros en la constitución académica de la antropología mexicana. Su pormenorizado estudio denota una diferencia obvia con la aproximación holística de Díaz–Andreu, que es el estudio de archivos históricos en México, Estados Unidos y Alemania. Sin duda este último estudio gana en interpretación puntual del momento en cuanto a método histórico, por lo que recuerda los estudios de caso de la etnografía, mas no admite, como ellos, las comparaciones de gran escala, como en el abordaje de la historia social.

Muchos de los desarrollos locales o de campos de estudio del siglo XIX tuvieron un impacto imborrable en lo que sería la arqueología del siglo XX. Para entonces la arqueología fue nacionalizada, aunque un nuevo juego de interacciones hubo de establecerse con el colonialismo declinante y el neoimperialismo ascendente —y con el interregno del comunismo—, más adelante convertido en orbe global bajo un poder estructural muy concentrado en Estados Unidos luego del derrumbe del socialismo realmente existente, donde la arqueología tuvo su propio desarrollo. ¿Se puede hacer una historia universal de la arqueología del siglo XX? Eso hay que preguntárselo directamente a Margarita Díaz–Andreu después de esta aportación. Hasta donde sé, ya encara el reto. Habrá que verlo.

 

Bibliografía

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Información del autor

Luis Vázquez León es investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)–Occidente. Se ha ocupado recientemente del estudio de los conflictos agrario–territoriales en su libro Multitud y distopía. Ensayos sobre la nueva condición étnica en Michoacán (Universidad Nacional Autónoma de México, 2010). Antes, había abordado la eclosión étnica en sus etapas tempranas en Ser indio otra vez. La purepechización de los tarascos serranos (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1992). Aparte de su interés en los estudios étnicos, ha incursionado en la antropología de la ciencia en El Leviatán arqueológico. Antropología de una tradición científica en México (CIESAS, 2003).

Información sobre los fotógrafos

Colectivo Sacco y Vanzetti es un grupo de apoyo a presos y contra la represión surgido en la ciudad de Guadalajara en 2004. Publicó el boletín pro–presos Libertad (en 2004) y la Revista Verbo Libertario (entre 2007 y 2009). <http://saccoyvanzetti.wordpress.com>

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