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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.36 Ciudad de México may./ago. 2011

 

Reseñas

 

Pervivencia cultural de un modo de vida mesoamericano

 

The Cultural Survival of a Mesoamerican Way of Life

 

Eduardo Williams*

 

Magdalena A. García Sánchez, 2008, Petates, peces y patos: pervivencia cultural y comercio entre México y Toluca, El Colegio de Michoacán, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Zamora, México, 320 pp.

 

* Centro de Estudios Arqueológicos, El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán williams2129@gmail.com

 

 

El tema central de este libro es la obtención de productos lacustres y el comercio entre los valles de Toluca y México hacia finales del siglo XIX y principios del XX. La hipótesis central sostiene que la desecación paulatina de los lagos del Valle de México y la imposición de un nuevo modo de vida a partir de la Conquista española privaron de los recursos lacustres —principalmente de alimentos como peces y aves silvestres, y de tule— a buena parte de la población del valle, especialmente a los indígenas. La manera en que se satisfacieron estas necesidades fue a través de un intenso comercio con el cercano valle de Toluca, que conservaba sus características de zona lacustre.

La autora utiliza una perspectiva etnohistórica que conjunta los enfoques de la antropología sociocultural y de la historia. Por medio de esta herramienta heurística se logra definir el proceso de pervivencia cultural de un "modo de vida lacustre" a lo largo de los periodos prehispánico, colonial y moderno. Hay que resaltar que en esta obra se da un giro particular al uso de la etnohistoria. Señala la autora que muchas veces se piensa que no se puede hacer etnohistoria sin documentos. Según la perspectiva seguida por la investigación que comentamos aquí, la información documental proveniente de los archivos debe combinarse con otras fuentes de información y con el trabajo de campo antropológico. Entre estas fuentes de información destaca la historia oral. Según la opinión de Magdalena García Sánchez, el rescate de la historia oral de una sociedad nos permite establecer una relación complementaria entre la antropología y la historia como uno de los nexos entre las disciplinas que conforman la etnohistoria.

Para la mejor comprensión del aprovechamiento de los recursos lacustres en el Valle de México y el de Toluca mediante la pesca, la caza y la recolección, así como de los bienes estratégicos —minerales, animales y vegetales— en las zonas de bosques circundantes, se agruparon los recursos desde una perspectiva metodológica en petates, peces y patos. Entre los peces se mencionan tanto las especies nativas —descritas por fray Bernardino de Sahagún y otros autores en el siglo XVI—, como las introducidas en periodos históricos recientes. Aparte de los peces, se contaba con una gran abundancia de ranas, acociles —camarones de agua dulce— y otras especies lacustres que contribuían a la dieta nativa. Sobre las aves acuáticas —especialmente patos— hay que mencionar que había algunas que eran residentes y otras especies eran migratorias y llegaban a los lagos del centro de México durante el otoño-invierno en cantidades prodigiosas.

No menos importantes fueron las plantas lacustres como el tule, utilizado en la antigüedad para elaborar todo género de artesanías, sobre todo petates, "aventadores" y canastos. El tule y el carrizo se usaron también en la fabricación de las casas porque era duradero y se obtenía con facilidad. Hay que añadir una infinidad de plantas silvestres y de insectos comestibles, así como huevos de aves, de peces y de insectos, al igual que reptiles y un largo etcétera —magistralmente registrados para la posteridad por Sahagún a principios del siglo XVI—, que en su conjunto hacían de la dieta prehispánica una de las más completas del mundo antiguo, a pesar de que no se contó con ganado hasta que los españoles lo introdujeron en el siglo XVI. Sobre esto volveremos más adelante.

Una de las principales virtudes de esta obra es la perspectiva holística de la autora. Antes de realizar la presente investigación, Magdalena García escribió —con su esposo, Alberto Aguirre— la tesis de licenciatura "El modo de vida lacustre en la cuenca del Alto Lerma: un estudio etnoarqueológico" (García y Aguirre, 1994). Este acercamiento previo al tema y área de estudio permite a la autora tener una perspectiva tanto diacrónica como interdisciplinaria que se nutre de la arqueología, la etnohistoria, la antropología social y la historia oral. De esta manera se pueden entender las principales transformaciones del área de estudio a través de los siglos.

Al discutir el medio lacustre del centro de México antes de la llegada de los españoles, la autora menciona que desde el periodo Preclásico o Formativo —ca. 1500 a. C.-0— el agua siempre tuvo un papel fundamental en el desarrollo cultural de las sociedades asentadas alrededor o cerca de ella. Cabe señalar que desde hace unos 8 000 años existieron grupos humanos en la cuenca de México que alcanzaron un alto nivel de vida —llegando incluso al sedentarismo— mucho antes de la aparición de la agricultura, gracias a la explotación de los abundantes recursos lacustres (Niederberger, 1981).

Siglos después, los aztecas lograron diseñar, construir y mantener una red de obras de ingeniería hidráulica que les permitió no sólo convivir con el agua, sino interactuar con ella. También hubo desgracias provocadas por el agua en la época prehispánica, como la inundación de 1502 que causó indirectamente la muerte del tlatoani Ahuízotl (Davies, 1973: 206). Hay que remarcar que la autora no cae en la trampa de suponer que en el pasado prehispánico su área de estudio estuvo en una condición prístina o de "equilibrio ecológico" y que fue la Conquista española la que dio al traste con esta relación. La situación fue mucho más compleja, como veremos a continuación.

Cuando los españoles fundaron la capital de la Nueva España sobre las ruinas de Tenochtitlan intentaron hacer desaparecer la cabeza del imperio e ignoraron, de momento, el problema del control de las aguas del lago. Las inundaciones no se hicieron esperar, pues gran parte de las obras hidráulicas mexicas fueron destruidas durante la guerra de conquista. Las obras de ingeniería hidráulica prehispánica estaban destinadas a mantener el equilibrio de las aguas para obtener el máximo beneficio de ellas, fueron testimonio del conocimiento que la sociedad tenía de su medio ambiente y de la utilización que supieron hacer de él. En la época del primer contacto, los españoles dejaron mucha información sobre el modo de vida lacustre, lo que nos permite entender la manera de vivir de una sociedad relacionada con su entorno, a diferencia de lo que significó para los españoles fundar una ciudad en medio del lago: enfrentarse a un ambiente acuático al que no estaban acostumbrados.

Este modo de vida lacustre queda registrado con todo detalle en el libro que nos ocupa: por ejemplo, la pesca —no sólo de peces, también de ranas
y acociles—. Se describen las especies aprovechadas en la antigüedad, los lugares y las técnicas de captura, así como la cultura material: redes, canoas, remos, garrochas, fisgas, chinchorros, achones —lámparas o teas de ocote para la pesca nocturna—, anzuelos, mazos, piedras arrastradas por cuerdas, así como la elaboración de presas, de trampas, etc. La caza no fue menos importante, sobre todo de especies como aves acuáticas, tanto migratorias como residentes. La caza de patos implicaba un conocimiento preciso sobre cada especie aprovechada: su hábitat, sus hábitos y la manera en que debía cazarse. Con base en los datos proporcionados por los informantes y sus observaciones entre los cazadores del valle de Toluca, la autora sostiene que hay comportamientos bien identificados para algunas especies en particular, aquí es donde la experiencia de un cazador se pone de manifiesto. La lista de especies de aves acuáticas conocidas por los habitantes de la cuenca de México en el siglo XVI —recabada de la obra de Sahagún— no es nada despreciable. En la tabla 3 (p. 128)se presentan no menos de 40 especies con sus nombres nativos y sus características.

La actividad de recolección de tules, como la de la pesca y la caza de patos, era sancionada por la estructura hegemónica-religiosa del aparato de poder en la sociedad mexica. El tule era un elemento muy importante dentro de las prácticas culturales de la sociedad. De todos los recursos del agua, era el único que tenía como característica una mayor duración en su ciclo de vida, por lo que podían elaborarse múltiples productos que conformaban parte del ámbito cotidiano de señores y macehuales. Ejemplo de ello son los muebles, como el famoso icpalli, reservado para los nobles, y otros tipos de asientos de uso más común, así como los petates o esteras que sirvieron de lecho a incontables generaciones de indígenas. Otros usos para estos tejidos de tule fueron el embalaje de todo tipo de bienes y como elementos constructivos de las casas. Entre otros productos de tule que hacen su aparición en este libro podemos citar el "aventador" o soplador, cuya función principal es la de avivar el fuego del fogón o tlecuil. Éste fue y sigue siendo un instrumento indispensable en la cocina tradicional mexicana. Finalmente, hay que mencionar los ornamentos de distinta forma y tamaño, por ejemplo los arcos de tule usados en ocasiones especiales.

En el devenir histórico de las regiones tratadas en la presente obra, y de hecho en toda Mesoamérica, el mayor parteaguas fue sin duda la Conquista española. En su concepción del Nuevo Mundo los conquistadores no tenían cabida para la práctica de un modo de vida —el lacustre— ajeno a su experiencia y que no les causaba interés. Por esta razón se dio inicio a las transformaciones del paisaje, muchas de ellas irreversibles. Principalmente dos de estos cambios motivaron el incremento del comercio de productos lacustres en el contexto de una pervivencia cultural: la desecación de los lagos y las condiciones económicas que impulsaron a la población indígena del Valle de México a participar en un nuevo modo de vida. Esta relación continuó estable durante años, pero la compra-venta de productos lacustres fue menor hasta que prácticamente llegó a realizarse durante sólo una época del año. La explicación de la disminución del comercio no es sólo de índole económica, sino también cultural. En el Valle de México se fue gestando un proceso paulatino e irreversible de "desindigenización" de la población, que a su vez dio lugar a otro de urbanización.

Para la década de los años setenta la desecación de los lagos y el entubamiento de los ríos estaban casi concluidos. Quedaron sentadas las bases para el establecimiento del sistema de drenaje profundo, de pozos de extracción de agua potable y de sistemas de conducción, lo que terminó con las últimas imágenes de una ciudad que fue fundada sobre el agua. Uno de los méritos del libro es que pone sobre la mesa de discusión un problema de historia cultural relevante para toda Mesoamérica y también para nuestra experiencia en el mundo actual. Después de leer esta obra podemos preguntarnos cuál fue el elemento que dio lugar a la transformación en el modo de vida y el paisaje cultural, que todavía vemos en varias cuencas lacustres de México. Me refiero a la desecación parcial o total de los lagos de Chapala, Zacapu y Cuitzeo, entre otros. Para dar respuesta a esta pregunta desde una perspectiva procesal debemos entender las adaptaciones que subyacen por una parte al modo de vida lacustre —mesoamericano—, y al modo de vida impuesto por los españoles por la otra.

La domesticación del ganado desde el Neolítico (ca. 7000-2000 a. C.) en el Viejo Mundo permitió al ser humano ampliar de manera considerable su rango de explotación del medio ambiente, ya que la adaptación anatómica y fisiológica de los ungulados —principalmente los rumiantes, o sea ganado, borrego, cabra y camello, entre otros— a una dieta alta en celulosa y baja en proteínas dio al ser humano una forma indirecta de explotar plantas ricas en celulosa, en particular pastos, ramas y hojas de arbustos (Harris, 1977: 220). Este complejo de animales domesticados —que aparte de carne proporcionaron lana, leche y energía para trabajar en el campo— nunca se dio en la Mesoamérica prehispánica, lo cual tuvo muchas repercusiones en la tecnología y cultura, pero sobre todo en la dieta. ¿Cómo pudieron los antiguos mesoamericanos, con su capacidad aparentemente más limitada de generar y manipular energía, alcanzar un nivel de densidad de población y de complejidad organizativa similar al de los Andes centrales y de regiones del Viejo Mundo, donde el pastoreo y la agricultura se combinaron desde la antigüedad? Jeffrey Parsons sugiere que algunos grupos mesoamericanos antiguos compensaron la falta de animales domésticos herbívoros desarrollando una utilización intensiva de dos tipos de recursos que complementaban a la agricultura basada en semillas: el maguey domesticado y los recursos acuáticos "silvestres". En la Mesoamérica prehispánica estos recursos fueron los equivalentes funcionales del pastoreo (Parsons, 2008). De hecho, se ha dicho que:

es probable que la dieta mesoamericana dominada por plantas pero con complementos adecuados fuera la mejor del mundo antiguo. Por lo tanto, es posible que no se sintiera la necesidad dietética de fuentes confiables de proteína animal mediante la domesticación (Weigand, 2000: 50).

En tanto, la introducción de ungulados de origen europeo fue un aspecto del "imperialismo ecológico" que prácticamente transformó a varias regiones del Nuevo Mundo en copias de ecosistemas europeos (Alves, 1995: 1).

Para terminar, quisiera señalar algunas cualidades de este libro que son especialmente dignas de mención. La autora logra la difícil tarea de capturar y plasmar en una narrativa fluida y bastante legible la memoria colectiva de una población con tradiciones remanentes de un modo de vida mesoamericano de gran antigüedad. Esta documentación de lo que ella llama "pervivencia cultural" es un verdadero rescate etnográfico basado en 65 informantes, algunos de ellos de una centuria o más de edad. La gran sensibilidad de la autora hacia el tema, la región y la gente objeto de su investigación queda de manifiesto a lo largo de la obra. Magdalena García ha hecho una excelente aportación a la literatura sobre Mesoamérica.

 

Bibliografía

Alves, Abel, 1995, "Review of Elinor G. K. Melville, A plague of sheep. Environmental Consequences of the Conquest of Mexico", en Humanities and Social Sciences, en línea: <http://www.h-net.org/reviews/showrev.php?id=54>         [ Links ].

Davies, Nigel, 1973, The Aztecs: a History, Macmillan, Londres.         [ Links ]

García Sánchez, Magdalena y Alberto Aguirre, 1994, "El modo de vida lacustre en la cuenca del Alto Lerma: un estudio etnoarqueológico", tesis de licenciatura, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.         [ Links ]

Harris, David R., 1977, "Alternative Pathways toward Agriculture", en C. A. Reed (ed.), Origins of Agriculture, Mouton, La Haya.         [ Links ]

Niederberger, Christine, 1981, "Early Sedentary Economy in the Basin of Mexico", en John Graham (ed.), Ancient Mesoamerica: Selected Readings, Peek Publications, Palo Alto.         [ Links ]

Parsons, Jeffrey, 2008, "El 'nicho pastoral' en la Mesoamérica prehispánica: ¿cómo funcionó una civilización sin ganado domesticado?", en Eduardo Williams, Magdalena García Sánchez, Phil C. Weigand y Manuel Gándara (eds.), Mesoamérica: debates y perspectivas, El Colegio de Michoacán, Zamora.         [ Links ]

Weigand, Phil C., 2000, "La antigua ecumene mesoamericana: ¿un ejemplo de sobre-especialización?", en Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, vol. XXI, núm. 82, pp. 39-58.         [ Links ]

 

Información sobre el autor

Eduardo Williams es arqueólogo, investigador del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán. Obtuvo el doctorado en el Instituto de Arqueología del University College (Londres, 1989). Sus principales áreas de interés son la etnoarqueología, la cultura material y la producción e intercambio de recursos estratégicos en la época prehispánica y colonial. Ha sido becario Fulbright en el Departamento de Antropología de la Universidad de California (Los Ángeles, 1988) y en el Middle American Research Institute de la Universidad de Tulane (Nueva Orleáns, 1997). En 1993 fue galardonado por el Consejo Consultivo Honorario Estatal de Ciencia y Tecnología de Michoacán con el Premio de Ciencia, Tecnología y Humanidades. En 2005 recibió el Premio Alfonso Caso, otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia al libro La sal de la tierra: etnoarqueología de la producción salinera en el occidente de México, por ser la mejor investigación en el área de arqueología. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y de la Academia Mexicana de Ciencias.

Información sobre el fotógrafo

Octavio Hoyos estudia periodismo en la Universidad del Distrito Federal. Ingresó a la agencia Imagenlatina en 2000 como fotógrafo, bajo la dirección de Marco Antonio Cruz. Su trabajo ha sido publicado en medios nacionales como La Crónica, Reforma, La Tempestad, Bleu & Blanc y Milenio Diario, donde es fotógrafo desde 2004. Ha colaborado para Time Magazine en Estados Unidos y la revista especializada en fotografía Black and White. Ha expuesto en México, Argentina, Canadá, Italia y Colombia, y en páginas web alrededor del mundo. Fue seleccionado para el concurso "Día a Día" de la VII edición de FotoGrafia Festival Internazionale di Roma, Italia 2008. Obtuvo mención de honor por su trabajo "Playas de Tijuana", en la categoría de Trabajo migrante dentro del XIV Concurso Latinoamericano de Fotografía Documental "Los Trabajos y los Días", Colombia 2008. Es miembro del sitio www.panorama-gallery.com, especializado en fotografía panorámica. www.octaviohoyosphoto.com / www.octaviohoyos.blogspot.com

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