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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.34 Ciudad de México sep./dic. 2010

 

Testimonios

 

Mezcala: la isla indómita

 

Mezcala: the Indomitable Island

 

Vicente Paredes Perales1 y Rocío Moreno2

 

Comuneros de Mezcala

 

1LAS LUCHAS DE LOS INSURGENTES EN MEZCALA/THE STRIVING OF INSURGENTS IN MEZCALA

 

Como comunero de Mezcala he estudiado las luchas de nuestros padres nativos, originarios de Mezcala de la Asunción, Jalisco*. En la lucha por la independencia, nuestros ancestros, comandados por nuestro compatriota indígena José Santana, originario de Mezcala, se enfrentaron muchas veces contra las fuerzas del gobierno español. Hay que resaltar que las fuerzas insurgentes de Mezcala salieron victoriosas en más de 25 enfrentamientos y que sólo perdieron una batalla, en la que murieron 100 mezcaltecos. Estas batallas se llevaron a cabo en el corazón de Mezcala —sus islas, donde los insurgentes mantuvieron una victoriosa resistencia durante cuatro años (de 1812 a 1816)— y en el lago y sus alrededores; en el pueblo y el campo de Mezcala; en los cerros del Divisadero y San Miguel; en la Angostura y el paso de Cuitzeo; en los puertos La Peña y La Vigía; en la ensenada de Santa Columba; en las haciendas de Atequiza, Buenavista, La Palma y San Agustín; en los pueblos de San Pedro Itzicán, Poncitlán, Ixtlán, Palo Alto, Jamay, Ocotlán, Los Reyes, Tizapán el Alto Tuxcueca, Jocotepec y Chapala. A nuestros valientes mezcaltecos, los españoles y la población que no estaba a favor de la independencia los llamaban indios, rebeldes, revolucionarios e insurgentes revoltosos. Desde Los Reyes, los insurgentes llevaron a la isla 13 cañones. Allí hicieron oficinas o talleres de pólvora y acondicionaron el territorio con lo necesario para subsistir.

Sería muy largo describir cada uno de esos enfrentamientos. Pero vale la pena recordar algunas batallas. En Poncitlán, las fuerzas insurgentes de Mezcala tuvieron que luchar contra 100 esclavos. Con la pérdida de sólo dos insurgentes, dieron muerte al contingente de esclavos. De inmediato se fueron contra el Ejército Realista atrincherado en Poncitlán, al que le mataron 120 soldados y le hicieron prisioneros a 14 más. Ahí los insurgentes obtuvieron armas y parque para proseguir su lucha. Para defenderse mejor de las fuerzas realistas, los insurgentes de Mezcala se fortificaron en la isla. Cuando llegaron los españoles a asediarlos, volvieron a triunfar sin perder ninguna vida e hicieron prisionero al coronel Ángel Linares y a 18 soldados. En esta batalla, muchas armas del Ejército Realista se fueron al fondo del lago, pero los mezcaltecos pudieron rescatar algunas. Los insurgentes fusilaron a 14 soldados realistas y enviaron a Linares a Tizapán el Alto, donde un día antes había hecho una masacre. Los lugareños lo juzgaron y el coronel, donde mató, murió.

En junio de 1813, el periódico El Mentor de Nueva Galicia informó sobre 15 acciones de guerra comandadas por el realista José de la Cruz, destacando en junio de 1813 una en contra de los revolucionarios de Mezcala. La batalla perdida ocurrió cuando el ejército español quemó el pueblo. Perdieron la vida 100 indígenas y se hundieron dos canoas con sus ocupantes. Los insurgentes mataron a un soldado del batallón de Guadalajara y dejaron a nueve soldados realistas con graves contusiones por piedras. Aunque el gobierno virreinal golpeó a la comunidad donde más le dolía, eso no la desanimó sino que avivó la fuerza de la defensa del territorio de Mezcala. Hubo un segundo enfrentamiento en Poncitlán, donde los insurgentes mataron a cinco realistas e hirieron a muchos. Ahí se hicieron de dos fusiles, una cartuchera con municiones, un machete y 11 caballos, y liberaron a dos prisioneros. Una 168 3 persona clave en la comunicación de esta guerra en la isla fue José María Santana, originario de Mezcala, quien hacía las escuelas. Así se le llamaba a las cartas escritas en la isla para comunicarse con diferentes pueblos. Santana fue capturado por el Ejército Realista para sacarle información de los isleños.

Otro enfrentamiento victorioso de nuestros valientes e indómitos indígenas fue en la hacienda de Atequiza, en el cual obtuvieron ocho fusiles y un par de pistolas. De ahí pasaron al campo de Mezcala, donde acampaban 100 soldados del Ejército Realista, a quienes los insurgentes les dieron muerte; allí consiguieron muchas armas y cajas de parque. Cuando un jefe realista mandó quemar el barrio del Sapo, los insurgentes hicieron retroceder a las fuerzas realistas y les mataron a seis soldados. Un hecho heroico más de nuestros indígenas se dio en la costa de Mezcala, donde derrotaron a un contingente de soldados virreinales. Sólo se pudieron escapar seis soldados. El fruto de esta batalla fue una gran cantidad de armas, una carga de parque y varias monturas de caballos. En la hacienda de Buenavista, los insurgentes mataron a todos los soldados realistas y tomaron 50 fusiles y otras armas. En Ocotlán, los insurgentes mataron a muchos soldados, hicieron que otro se refugiara en el templo y obtuvieron 12 fusiles y otras armas. En Ixtlán, dispersaron a las tropas realistas, mataron a 20 soldados y tomaron ocho fusiles.

Los insurgentes mezcaltecos no sólo defendían la isla, sino que incursionaban en el lago y en la región. Se enfrentaron con buques españoles en Columba y los derrotaron. También arrasaron con el Ejército Realista acampado en Tuxcueca. En esta batalla sólo perdieron una canoa y tres hombres. En el enfrentamiento en Jocotepec sólo sobrevivieron los soldados que se refugiaron en la torre del templo. La muerte les habría alcanzado a todos si José Santana no hubiera respetado religiosamente la iglesia. Aun así, ahí murió el cura Pablo Márquez. De Jocotepec, los insurgentes siguieron hacia Chapala, donde dieron otra batalla que ganaron y de la cual obtuvieron armas y un crucifijo procedente de Jucumatlán, llamado el Señor del Camichín.

Hubo una segunda batalla en Ocotlán. De nueva cuenta los insurgentes salieron victoriosos. De aquí se llevaron gran cantidad de maíz para el sustento de los insurgentes de las islas. Cuando regresaban allí, se dio una batalla memorable: se encontraron con las tropas realistas comandadas por Pedro Celestino Negrete, las cuales también fueron derrotadas. En una ocasión en que los insurgentes iban por leña, se tuvieron que enfrentar en la ensenada de Santa Columba a 14 embarcaciones realistas. Esta batalla duró todo el día, hasta que lograron hacer huir a las embarcaciones enemigas hacia el campamento realista ubicado en el campo de Mezcala. Una de las batallas estratégicas ocurrió en el lago, cerca de las islas. Una noche, José Santana se propuso escarmentar a la tripulación de la embarcación Falúa Teresa, la cual salía de la costa a diario y se acercaba a la isla. Se organizó una expedición con diez canoas: lograron capturar la embarcación realista luego de matar a varios soldados y herir a muchos más. Después de tantas derrotas, el jefe del Ejército Realista, José de la Cruz, evaluando que la guerra se tornaba muy difícil para él, optó por tratar de impedir que llegaran los recursos y víveres necesarios para sobrevivir en la isla, e incrementó el cerco de las islas. No obstante, los insurgentes no sólo se mantuvieron sino que siguieron obteniendo victorias.

Quisiera recordar cómo concluyó esta lucha de resistencia que duró cuatro largos, hambrientos, desesperantes e inclementes años en el corazón de la comunidad indígena de Mezcala. El realista José de la Cruz, al ver que no conseguía derrotar a los indígenas mezcaltecos y de otros pueblos asentados en las orillas del lago, que había gastado mucho dinero y perdido muchas vidas del ejército español, y presionado por la Iglesia a causa de las pestes y epidemias en las islas, ofreció un armisticio a los insurgentes. Primero trató este asunto con José Santana y luego con Marcos Castellanos. Ambos optaron por aceptar el armisticio, que implicaba varios puntos. El gobierno español se comprometió a reconstruir el pueblo de Mezcala (y otros más), a devolverle sus tierras, darles semillas, yuntas y bueyes; a sepultar a los muertos, bautizar y casar sin cobrar por estos servicios. Tampoco cobraría impuesto alguno por tierras y aguas.

Esta información fue proporcionada por la narración de José Santana, originario nativo de Mezcala de la Asunción, quien una vez terminada la Guerra de Independencia fue nombrado teniente coronel y gobernador de los pueblos indígenas de Mezcala y San Pedro Itzicán. La información le fue solicitada por el primer gobernador de Jalisco, Prisciliano Sánchez, el cual le mandó un manuscrito en el que decía:

Guadalajara, febrero 17 de 1825.

C. José Santana:

Mi apreciable conciudadano y amigo. Deseo cumplir con las órdenes que tengo de los supremos poderes de la Federación, relativas a detallar con eficacia los hechos memorables que acontecieron en la isla de Mezcala en el tiempo de su vigorosa resistencia, y siendo Ud. el héroe principal de aquella época, le he de merecer se acerque a esta capital para que me auxilie en lo particular con sus conocimientos. Queda de Ud. Afino. conciudadano y amigo que le desea salud y libertad.

Cada 25 de noviembre, los indígenas mezcaltecos recordamos y festejamos la gesta de los insurgentes de las islas de Mezcala como una lucha única en todo el país, porque no fueron vencidos. Los comuneros de Mezcala vemos esta lucha como una parte de la actual defensa de nuestro territorio y de nuestra isla, que siempre hemos defendido y por la cual seguiremos luchando como lo hicieron nuestros antepasados.

 

2 LAS LUCHAS POR LA TIERRA Y LA ISLA EN MEZCALA HOY/THE STRUGGLES FOR LAND AND THE ISLAND IN MEZCALA TODAY

 

 

Cuando se defiende la tierra, viven nuestros muertos

Ya casi eran las ocho de la mañana del 25 de noviembre de 2009. Daría inicio el desfile en nuestro pueblo de Mezcala para celebrar la lucha de nuestros padres en la isla de Mezcala. Niños, ancianos, jóvenes, hombres y mujeres nos reunimos para recordar y fortalecer nuestra memoria, nuestra historia, nuestra lucha.

Don Agapo, don Casiano, don Natividad estaban en la casa comunal, apurados colocando las sillas para recibir a los comuneros, pobladores de Mezcala, para celebrar a nuestros insurgentes. Don Nati, el más bajito y gordito, ya con unas gotas de sudor en su frente por la fatiga, volteaba a la plaza buscando el desfile. Encontró a su nieto entre las decenas de niños que se preparaban para desfilar. Don Casiano llegó con su acostumbrada risa, abrazó a don Natividad y le dijo: "Ya están listos los nuevos." Nati contestó: "Sí, ya están bien puestos" Comenzaron a reír entre gusto, esperanza y confianza. Don Agapo corrió a la puerta, ya veía a los niños y jóvenes del pueblo marchar, se paró afuera de la casa comunal y se quitó el sombrero hasta que pasaran todos los participantes. Cuando terminó, suspiró, colocó su sombrero en su cabeza, metió sus manos en las bolsas, se dio la media vuelta y entró de nuevo a la casa comunal. Ya sentado Agapo, les comenzó a platicar a don Nati y a don Casiano sobre la vida de José Santana y Encarnación Rosas, los jefes insurgentes de Mezcala. La gente comenzaba a llegar y se sentaba para oír a don Agapito. Atentos y curiosos, estaban por escuchar la historia que siempre recuerdan los comuneros a nuestro pueblo, pues con esta historia hemos nacido, crecido y fallecido.

Los comuneros, en palabras de Felipa González, conocida como "la Rica", son las joyas arqueológicas de nuestro pueblo. Ellos nos enseñan a escuchar, aprender, recordar, vivir, defender nuestra historia y nuestra tierra. Desde el año 1971, con la Retribución de Bienes Comunales que el Estado mexicano entregó a nuestro pueblo, se obtuvo el reconocimiento de más de 3 600 hectáreas, la posesión de la isla y la certificación de 406 comuneros encargados del cuidado y manejo del territorio. Los comuneros han jugado un papel importante en la comunidad, su único trabajo es cuidar los bienes comunales, todo lo que es del pueblo, su tierra, su isla, su historia. Los comuneros son ancianos, padres, abuelos, tíos, hermanos de nosotros; son chayoteros, pescadores, campesinos; son, pues, hombres de la tierra, que nacieron y viven para cuidar de ella.

Estos comuneros son los que nos han enseñado a defender la tierra con lo que dicen es nuestra arma: la verdad de nuestra historia. Sin embargo, dicen que el mundo ha cambiado, el hombre ya no es hombre, ya es algo como sin control, sin memoria, sin historia, sin camino. Ellos nos dicen que no debemos perdernos en este descontrol del hombre, porque es parejo este mal, a quien sea le puede pegar esta enfermedad y ahí sí que ya no hay curación alguna. Asustados, los asambleístas comenzaron a preguntar a los comuneros los síntomas de esta nueva enfermedad y pues ellos no lograban explicarla, así que para terminar con el argüende y los murmullos que dominaban la casa comunal, se paró don Manuel Jacobo y pidió orden y silencio para que se escuchara su palabra. Nos preguntó: "¿En verdad quieren conocer esa enfermedad?" Los asambleístas inmediatamente respondimos con un grito fuerte y corto: "¡Sí!" Él arrastró su pierna vieja y nos indicó que fuéramos a la isla.

Llegamos a la isla, corazón de la comunidad (pues en ella pulsa la sangre de la rebeldía de nuestro pueblo), don Manuel nos sentó debajo de los ciruelos y ya ahí comenzó a nombrar los linderos de la comunidad, nos explicó que estas tierras se tienen de tiempo atrás y que además la gente antigua, nuestros antepasados, la pelearon, la defendieron, la ganaron, y que si no hacíamos lo mismo que ellos, de nada habría valido la sangre que derramaron. El cierre de los linderos del territorio, dicen, es a medias aguas, o sea, atrasito de la isla; quiere decir que la isla está dentro de nuestra tierra, así que por eso es necesario ir a la isla, para ahí, al igual que en 1534, en 1812 o en cualquier otra fecha, cerrar y hacer el reconocimiento de la tierra, de la vida, de la historia del pueblo.

Todos tranquilos y con orgullo de lo que somos y de donde venimos, pensamos regresar al pueblo, pero Salvador de la Rosa, con su voz y mirada firme y sin gesto alguno, nos regresó a la mente el porqué habíamos ido al islote. Nos preguntó: "¿Ya miraron lo que está haciendo el hombre sin control?" Y nosotros le decíamos que no, que veíamos la tierra, la sangre, la historia de nuestros insurgentes. Don Chava se rió y dijo: "Si yo tampoco veo nada más que lo que ustedes ven". Pero la verdad es que sí hay algo diferente, y eso es lo que el hombre enfermo ve, piensa y hace, que nosotros no. El enfermo dice que aquí es de él y de muchos más, pero ninguno es de Mezcala, ni tampoco es hijo o nieto de alguien del pueblo. La verdad, no sé de donde han venido, pero lo que sí se ve es que todos tienen la misma enfermedad. Llegan, caminan, observan, hablan entre ellos, hacen como que no nos ven, o a lo mejor por la misma enfermedad ni saben pues que ahí estamos, pero son pues muy raros. El problema de esta enfermedad es que también hacen como que de veras es cierto lo que creen y hasta a los que no están enfermos les hacen creer su pensamiento. Pero ése no es el único problema, pues un día me animé a hablar con uno de ellos, arriesgando a que me contagiaran, y pues me animé a sacarle la verdad. Llegué y le saludé, no me contestaba, hasta que con gritos logré su atención y por fin me contestó. Le dije: "Verdad que está bonito", asentó con su cabeza. Le seguí la plática y le comenté pues que aquí estaba la sangre de nuestra gente, de nuestro pueblo, que aún después de tanto tiempo se veía. Volteó ese hombre extraño y me dijo que ahí no había nada y mucho menos sangre. Él me explicó, y me contaba cómo veía un lugar diferente en nuestra isla; mencionaba nombres que no conozco, muros que antes no existían, y muchas más cosas. Al final, yo le decía que en nuestra isla está nuestra tierra y de la tierra vive el corazón de Mezcala. Él como que se reía y me contestaba que ahí sólo había muros; yo le decía que aquí se refugia nuestra memoria, nuestra victoria; pero él me contestó de nuevo que ahí no pasó nada. Bueno, nunca le entendí cómo es que se imagina que es ahí en la isla.

Estas gentes y su enfermedad como que no sabemos qué andan haciendo por ahí, pero nosotros, ustedes, deben ver cómo el hombre sin su memoria, su historia y su camino ronda, camina y vuelve a rondar por el mismo lado sin saber que está perdido. Los comuneros nos han pedido que ayudemos a esos hombres a encontrar su camino o por lo menos a evitar que expandan su enfermedad. La comunidad indígena de Mezcala, Jalisco, ha sido afectada por estos preparativos del festejo del Bicentenario de la Independencia de México. La entrada de sus organizadores, los hombres enfermos que han ignorado a nuestro gobierno tradicional, la Asamblea General de Comuneros, e invadido nuestro territorio, ha provocado confusión a nuestros pobladores. Queremos decir a estos festejos y sus enfermos que la comunidad también tiene fiesta, que es cada 25 de noviembre para celebrar a nuestros insurgentes. No entendemos la fiesta de los de arriba ni su enfermedad, pero a nosotros como comuneros, como pobladores, nos inquietan estas nuevas enfermedades, pero como nos lo han encomendado, no podemos terminar con la historia de nuestro pueblo, tendremos que encontrar alguna cura a esta enfermedad.

 

Declaratoria de la comunidad indígena coca de Mezcala, Jalisco

La comunidad indígena coca de Mezcala, Jalisco, cuenta con 3 600 hectáreas de territorio comunal y la posesión de la isla de Mezcala, según el Título Primordial de 1534 por la Corona Española, que después ratifica el Estado mexicano con la Retribución de Bienes Comunales en el año de 1971, donde además reconoce a 406 comuneros como los encargados del territorio comunal. Por esta razón, los comuneros de la comunidad indígena coca de Mezcala no son un "grupito", sino un GOBIERNO TRADICIONAL, por las facultades y la personalidad jurídica que le han reconocido el Estado mexicano.

Este gobierno tradicional está representado por su máxima autoridad, la Asamblea General de Comuneros. CUALQUIER AUTORIZACIÓN DE TRABAJO DENTRO DE LA COMUNIDAD, QUE SE RELACIONE DIRECTAMENTE CON EL TERRITORIO, TIENE QUE ESTAR AUTORIZADO POR ESTA ASAMBLEA, no por el representante de Bienes Comunales o mucho menos por el delegado de Mezcala.

Así, por los derechos (voz y voto sobre el territorio de la comunidad) y obligaciones (cuidado del territorio) que tiene nuestro gobierno tradicional, considera conveniente discutir los siguientes puntos:

 

Isla

La isla como parte de nuestro territorio, historia y memoria, el corazón de la comunidad, consideramos que la primera obligación del gobierno federal, estatal y municipal es INFORMAR, CONSULTAR, TRABAJAR con nuestro gobierno tradicional, encargado del cuidado de nuestras tierras. Desde el año de 2005, cuando se iniciaron los trabajos de restauración de la isla, ninguna institución se ha presentado a solicitar algún permiso, consultar a la población o informar a la Asamblea.

El ayuntamiento de Poncitlán ha pisoteado los derechos históricos y agrarios que la comunidad posee, por lo que nos parece una tontería que estén usando la heroica lucha de nuestros padres insurgentes para cambiar el sentido de este espacio comunal. Por esta razón, nuestra propuesta única y determinante en cuestión con el corazón de la comunidad, es la siguiente:

En la isla de Mezcala no se instalará ninguna caseta o mecanismo donde se cobre a las personas que visitan nuestra isla, esto porque consideramos que significa el inicio de la privatización de un espacio comunal y la mercantilización de nuestro corazón como pueblo.

Sabemos que deben crearse fondos para darle mantenimiento a la isla, por esta razón estamos en la mejor disposición de prestar trabajo comunitario para al igual que los linderos de la comunidad, estar al pendiente de su cuidado. Por otra parte, también sabemos que hay sitios arqueológicos como los Guachimontones, donde no se tiene ninguna caseta de cobro, por esta razón invitamos al Ayuntamiento de Poncitlán, al Instituto Nacional de Antropología e Historia y a la Secretaría de Cultura, que en lugar de ver la manera de cobrar en la isla y restringir el acceso a sólo un sector de la sociedad (aquel que puede pagar), mejor se enfoque en buscar el beneficio y el acercamiento de la historia y cultura a la sociedad en general, hacer accesible el acceso a nuestro territorio, símbolo de la liberación.

Estas obras de restauración en la isla no sólo han violado nuestro territorio y gobierno tradicional, sino también se han reconstruido con errores técnicos, históricos y arqueológicos por parte de la arquitecta Liza Noemí Tapia y, por supuesto, su aval del INAH, donde creemos han modificado el sentido propio de la historia de nuestra comunidad. En numerosas ocasiones hemos manifestado nuestra inconformidad por su trabajo. Ellos han sido los responsables del inventario de las piezas arqueológicas existentes en la comunidad, por lo que EXIGIMOS se nos informe sobre el paradero de todas estas piezas.

 

Recursos naturales, forestales, minerales, turísticos de la comunidad

La comunidad es rica en su tierra y lo existente en ella, por esta razón el extranjero ve en ella la ambición y avaricia. La comunidad ha decidido que comenzará a impulsar algunos proyectos comunitarios como:

• Manejo sobre los bancos de material de balastre, ubicados en los parajes de ojo de Agua y Zalatita. Actualmente se tiene una denuncia al Ayuntamiento de Poncitlán por el robo y explotación que ha realizado en los bancos de material de nuestra comunidad, sin ninguna autorización por la Asamblea General de Comuneros, encargada del manejo y cuidado de nuestros recursos naturales. Por esta razón, la Asamblea General de Comuneros no permitirá ninguna extracción de material (balastre, arena, piedras o cualquier otro) sin la autorización de la Asamblea General de Comuneros.

• Instalación de pozos de agua en la parte superior de la comunidad para poder habilitar los terrenos que se encuentran en los costados de la carretera como áreas de cultivo. Lo único que se necesita es la construcción de pozos de agua, para que así gran parte de nuestros pobladores se beneficien directamente con esta obra.

• Construcción de comedores–restaurantes comunitarios para el visitante a nuestra comunidad. La finalidad de estos comedores es construir por lo menos nueve en el malecón de la comunidad, para que le corresponda uno a cada barrio y de ahí cada barrio asigne a una familia como encargada de trabajar este negocio por tres años. Terminando su periodo, le entregue a otra familia para que se ayude. Este mecanismo evitará las constantes corrupciones que el Ayuntamiento de Poncitlán ha estado inyectando en nuestros pobladores por preferencias políticas, provocando la fragmentación interna.

• Construcción de un área de campamento en la zona boscosa de la comunidad, mejor conocido como El Comal, donde con la instalación de unas cisternas para almacenar agua, algunos asadores, áreas recreativas y fosas sépticas, se reciba a los visitantes.

• Construcción de un auditorio–teatro y biblioteca comunitaria, donde logremos preservar, expresar y trasmitir a las nuevas generaciones la rica herencia histórica cultural que tiene nuestro pueblo.

• Consolidación de la Comisión de Recaudación de Fondos de las Fiestas Patronales de la Comunidad. Esta Comisión, según el Estatuto Interno de la Asamblea General de Comuneros, debe de estar integrada por dos representantes de comuneros, pobladores originarios de la comunidad, delegación municipal y el club de Mezcala. Estas ocho personas serán las encargadas de recaudar los fondos y con recibos sellados oficiales de Bienes Comunales, los presentarán en la Asamblea del primer domingo del mes de septiembre. Esta asamblea será convocada para el pueblo en general, se realizará en la plaza pública y ahí todos votaremos, mujeres, jóvenes, adultos, ancianos, decidiremos sobre en qué se invertirán estos recursos que generamos nosotros como pueblo en nuestras fiestas patronales.

• Recorrido, cuidado y limpieza de los linderos de la comunidad. Este trabajo lo está realizando un grupo de nuevos comuneros, los cuales han recorrido ya casi la mitad de nuestro territorio. Se cree que pueden crearse caminatas donde se enseñen al visitante los linderos, los diferentes ecosistemas, la fauna y flora con las que cuenta nuestro territorio, para así, al mismo tiempo que cuidamos el territorio, se puedan emplear algunos jóvenes de nuestro pueblo.

• Fortalecimiento de nuestras danzas tradicionales.

Todos estos puntos son los trabajos que ha venido haciendo la Asamblea General de Comuneros desde sus asambleas. Ahora es el inicio de la construcción de este sueño que se llama: AUTONOMÍA; quiere decir que tenemos que realizarlo con nuestros propios hechos, recursos y fuerzas como pueblo, no debemos de estar ligados a ningún partido político o algún interés personal, pues este trabajo es sólo para el beneficio del pueblo y el cuidado de nuestro territorio, historia y gobierno tradicional.

Por la reconstrucción de la autonomía de nuestro pueblo, Comunidad Indígena Coca de Mezcala, Jalisco, noviembre de 2009.

 

Nota

* Información obtenida de archivos y libros que hablan de la historia de la Guerra de Independencia de 1810 a 1816, y de las propias palabras de los habitantes de la comunidad indígena de Mezcala de la Asunción, Jalisco.

** Agradecemos el apoyo de Israel Rodríguez Rodríguez y Martín R. Sandoval Cortés del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Información sobre el fotógrafo

Jerónimo Palomares es egresado de la licenciatura en Etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha expuesto de manera colectiva en el Museo de la Ciudad de México (2006), en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (2006–2007), en la Escuela de Gastronomía (2008) y en la 13ra. Bienal Guadalupana De Centenario en Centenario y Lupita avanzando en el Centro Cultural San Ángel (2009). Su trabajo ha sido publicado en Ojarasca de La Jornada, Milenio, Tierra adentro, Cuartoscuro, Punto de Partida, Seedling y Biodiversidad, sustento y culturas —revista trimestral independiente distribuida en Uruguay, Chile, Argentina, Ecuador, Costa Rica, Colombia y México—. En 2006 obtuvo el tercer lugar en el Concurso Nacional de Fotografía Antropológica. Trabaja en un proyecto fotográfico intitulado "Peregrinaciones ambulantes".

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