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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.33 Ciudad de México may./ago. 2010

 

Saberes y Razones

 

La antropología aplicada y la administración indígena en los Estados Unidos: 1934–1945*

 

Applied Anthropology and Indigenous Administration in the United States: 1934–1945

 

Thaddeus Blanchette

 

Centro Universitario Augusto Motta (UNISUAM), Río de Janeiro, Brasil macunaima30@yahoo.com.br

 

Recepción: 9 de marzo de 2009
Aceptación: 5 de octubre de 2009

 

Resumen

La antropología aplicada moderna en los Estados Unidos de América nació en el contexto de una reforma liderada por la Office of Indian Affairs (OIA). Nuestro propósito aquí es ofrecer un examen de las relaciones entre los agentes e instituciones involucrados con la antropología aplicada en la OIA durante la administración de John Collier. Fue entonces que nació una aproximación a la noción moderna de "indigenismo", una época que marcó el primer uso sistematizado de antropólogos por parte de una institución gubernamental en los Estados Unidos. El asunto tiene relevancia especial para los estudiosos del indigenismo en América Latina, pues el Instituto Indigenista Interamericano fue concebido originalmente por Collier como un clearinghouse (literalmente un "almacén de distribución") de saberes y prácticas antropológicas referentes a los indios de las Américas.

Palabras clave: indigenismo, Estados Unidos, John Collier, antropología aplicada, Instituto Indígenista Interamericano.

 

Abstract

Modern applied anthropology in the United States was born in the context of a reform leaded by the Office of Indian Affairs (OIA). Our aim here is to offer an examination of the relationships between agents and institutions that were involved with applied anthropology in the OIA, during the John Collier administration. It was then, that an approximation to the modern notion of "indigenism" was born, a phase that represented the first systematic employment of anthropologists by a governmental institution in the United States. This matter is especially relevant for those scholars devoted to indigenism in Latin America, since the Inter–American Indian Institute was first conceived by Collier, as a clearinghouse for anthropological knowledge and practices regarding indigenous peoples of the Americas.

Keywords: indigenism, United States, John Collier, applied anthropology, Inter–American Indian Institute.

 

INTRODUCCIÓN

La antropología aplicada moderna en los Estados Unidos de América nació en el contexto de una reforma liderada por el servicio indígena de este país, la Office of Indian Affairs (OIA) 1 —oficina de Asuntos Indígenas—. La reforma suponía la fundación de gobiernos tribales, constituidos con la ayuda de una pretendida División de Antropología Aplicada de la OIA, cuya tarea era garantizar que no se violasen las estructuras sociales fundamentales de los pueblos en cuestión. La División fue abolida más tarde, pero sus cuadros fueron reaprovechados por la OIA, que inauguró una década de experiencias con la antropología aplicada, condensada en el Indian Personality Study de 1941–1945. En este periodo se dio el primer uso amplio y sistematizado de antropólogos por parte de una institución gubernamental en los Estados Unidos.

Nuestro propósito es ofrecer un examen de las relaciones entre los agentes e instituciones involucrados con la antropología aplicada en la OIA, mostrando la manera en que dichas relaciones aparecen en otros momentos y lugares, como en los llamados "estudios de desarrollo" realizados en las décadas de 1940 y 1950. El asunto tiene especial relevancia para los estudiosos del indigenismo en América Latina, pues el Instituto Indigenista Interamericano fue concebido originalmente por el titular de la OIA, John Collier, como un clearinghouse (literalmente un "almacén de distribución") de saberes y prácticas antropológicas referentes a los indios de las Américas.

La discusión sobre cuándo comenzó a desarrollarse la antropología aplicada en los Estados Unidos es una tarea casi imposible, pues, como Partridge y Eddy afirman, el diálogo entre teoría y aplicación se ubica en el corazón de cualquier disciplina con pretensiones científicas (Partridge y Eddy, 1978: 4–9). La aplicación del conocimiento adquirido por medio de métodos antropológicos es tan antigua como los propios métodos, cuestión vinculada a un hecho básico subyacente a la empresa antropológica, ya que la antropología, como discurso, está relacionada con la necesidad de entender lo extranjero de manera tal que puedan ejecutarse políticas públicas efectivas relacionadas con el tema (Borneman, 1995).

No obstante, parece haber un acuerdo general en que la antropología aplicada estadounidense, en el sentido moderno de la palabra, alcanzó su apogeo antes y durante la Segunda Guerra Mundial, periodo en que fue ampliamente establecida y reconocida como un campo de desempeño profesional de la disciplina en los Estados Unidos. Su desarrollo es paralelo al de la antropología aplicada en el imperio británico (Foster, 1969: 196–197; Partridge y Eddy, 1978: 20–27; MacGregor, 1955: 421–422; Kennard y MacGregor, 1953: 932–839; Mead, 1979: 145154; Stocking, 1976: 30–37). Partridge y Eddy, así como George Stocking, vinculan este desarrollo a la maduración de la antropología como disciplina y a su establecimiento como una ciencia social en la academia científica.

Con su emergencia, proveniente de "los museos y de las principales corrientes de las ciencias sociales" (Linton y Wagley, 1971, apud Partridge y Eddy, 1978: 22), entre las décadas de 1920 y 1950, la antropología estadounidense se volvió progresivamente más sensible a las influencias políticas. Melville Herskovits, comentando sobre este estado de cosas en la mitad de la década de 1930, afirmaba que "hoy, cuando [...] la curiosidad natural ha sido reforzada por la filosofía pragmática de nuestro tiempo, se ha hecho más difícil para los estudiantes del género humano mantener la neutralidad de los científicos que trabajan con materiales no humanos" (Herskovits, 1936: 215).

El análisis de Herskovits expresa la implicación y suposición subyacente del campo que luego sería definido. Su artículo de 1936 fue una de las primeras y mayores disecciones de la antropología aplicada publicada en los estados unidos. La principal observación del autor fue que la disciplina estaba relacionada con la administración de los pueblos nativos conquistados. Aunque Herskovits aclara que no hay impedimentos para usar la antropología aplicada para el estudio de "nuestra propia cultura"2, siguiendo a Malinowski (1929) y otros antropólogos sociales británicos, describió la antropología aplicada del momento como "principalmente [...] esas aplicaciones de la antropología que pueden ser realizadas sobre problemas de educación que preocupan a los agentes estatales, y otros, que deben lidiar con los pueblos primitivos a su cargo", y agrega que " [...] la tensión de la aplicación de la antropología a problemas prácticos de la administración de pueblos primitivos, que ha sido corriente actualmente, es un problema pragmático en extremo, y el antropólogo debe ser suficientemente realista para ver esto como tal" (Herskovits, 1936: 216).

Las mesas de los congresistas. Primer Congreso Indigenista
Interamericano, Pátzcuaro, Michoacán, 1940 (Imagen)

Como Herskovits observaba, en las décadas de 1930 y 1940, la antropología fue solicitada por una extensa variedad de agentes, tanto dentro como fuera del gobierno, para producir datos "objetivos" respecto de poblaciones consideradas (para usar una terminología de la época) no asimiladas o dependientes. El propósito específico de esta recolección de datos fue asesorar a los agentes productores de políticas públicas vinculados al control de esas poblaciones y, más aún, utilizar los insights provistos por el trabajo de campo antropológico para formular políticas públicas específicas para alcanzar fines políticamente definidos.

En la década de 1930, el centro del discurso antropológico aplicado, como en el caso del imperio británico, fue el control político de las sociedades sometidas. Los antropólogos de la época se ocuparon del gobierno indirecto o dependiente (indirect o dependent rule), definido por Malinowski como "el control de los nativos por medio de su propia organización" y la eliminación de todos los elementos de la sociedad nativa "que puedan ofender la sensibilidad europea o ser una amenaza para las buenas relaciones" (Malinowski, 1929: 23–25). Como Herskovits señaló, el principal dinamismo de la antropología aplicada en esa década provino "lógicamente de los países europeos que tenían grandes imperios, que abarcaban poblaciones de costumbres primitivas" (Herskovits, 1936: 216).

Visto desde una perspectiva contemporánea, los Estados Unidos no poseían tanto poder colonial en la década de 19303, de manera que uno podría preguntarse qué uso le pudieron dar los diseñadores estadounidenses de políticas públicas (policy makers) a la antropología aplicada. De hecho, muchos historiadores de la antropología pasan por alto el periodo pre Segunda Guerra Mundial en su recorrido por la genealogía de la rama estadounidense de la antropología aplicada, y se van directamente al periodo de la Segunda Guerra y la antropología de la guerra. Partridge y Eddy adoptan esta posición: llaman a los desarrollos disciplinarios del periodo 1930–1941 los "precursores de la antropología aplicada" (Partridge y Eddy, 1978: 20–26). Mead asume una postura similar, al reconocer apenas los desarrollos de este campo antes de la guerra y lanzarse a una discusión sobre los usos de la disciplina durante el conflicto (Mead, 1978).

Herskovits, sin embargo, es categórico al considerar a la Oficina de Asuntos Indígenas como el principal foco del interés estadounidense en la antropología aplicada durante el periodo de entreguerras. La mayoría de los historiadores de la antropología se apegan a su análisis, aunque algunos también citan al Servicio de Conservación de Suelos (Soil Conservation Service, SCS) como una de las agencias gubernamentales que comenzaron a utilizar la antropología aplicada junto con la OIA en la década de 1930 (Herskovits, 1936: 216). Stocking señala que "el temprano New Deal [asistió] dos proyectos para la 'aplicación' de la antropología por el gobierno federal: uno en el Servicio de Conservación de Suelos del Departamento de Agricultura, el otro en la División de Antropología Aplicada de la Oficina de Asuntos Indígenas" (Stocking, 1976: 33).

En un artículo anterior Foster (1969: 200) hizo evidente que el uso de antropólogos por parte del SCS estuvo en intensa conexión con el de la OIA. De hecho, el secretario de Agricultura Henry A. Wallace dio el discurso de apertura del primer encuentro masivo que conjuntó a la OIA y los antropólogos en diciembre de 1934 (Anónimo, 1935: 170). Más aún, al contrario de su órgano antecesor, el Servicio de Erosión de Suelos —que utilizó pocos científicos sociales en los estudios piloto sobre el cultivo y la erosión—, la trayectoria histórica del SCS muestra el primer y mayor uso de antropólogos por parte de una agencia gubernamental, el cual se dio en el contexto del proyecto conjunto OIA–SCS (Davis, 1997: 7–27). Cuando el SCS fue creado, en 1935, la OIA, bajo la dirección del comisionado John Collier, recurría a antropólogos en programas aplicados desde hacía más o menos un año. El proyecto del SCS se realizó con base en el legado de la OIA.

Un tercer grupo de observadores contemporáneos —formado por exfuncionarios de la OIA— es firme al declarar que el comienzo "oficial" de la antropología aplicada en los Estados Unidos estuvo vinculado a la OIA que dirigía Collier. Por ejemplo, Kennard y MacGregor señalan que "la primera aplicación intensiva de conceptos y técnicas antropológico–culturales modernos en problemas administrativos del gobierno federal fue introducida por John Collier, titular de la Oficina de Asuntos Indígenas". Aunque mencionan al SCS, sitúan sus iniciativas antropológicas como iniciativas de trabajo para la OIA: "En el mismo periodo, a mediados de la década de 1930, fue empleado un gran número de antropólogos, así como de otros científicos sociales, economistas y especialistas en recursos naturales, para el planeamiento de programas de desarrollo para las reservas indígenas [...] [en] una unidad conocida como Cooperación Técnica —Agencia de Asuntos Indígenas del Servicio de Conservación de Suelos, Departamento de Agricultura de los Estados Unidos—" (Kennard y MacGregor, 1953: 832–833; MacGregor, 1955).

Sólo cuando revisamos los estudios sobre las iniciativas antropológicas de la OIA podemos ver el panorama de los esfuerzos de esta agencia en el campo de la antropología aplicada entre la década de 1930 y la de 1940, así como cuán originales y sui generis fueron (al menos en el contexto estadounidense). D'Arcy McNickle fue uno de los primeros estudiosos en explorar la historia de la antropología aplicada en la OIA, usando fuentes de la propia Oficina. La descripción que hace de las iniciativas de la OIA contiene muchos errores, pero tiene el mérito de presentar una cronología relativamente completa de la forma en que el conocimiento antropológico fue usado en este organismo (McNickle, 1979: 51–60).

El historiador Graham D. Taylor también realizó un minucioso estudio de la National Archives and Research Administration. Un resultado de su investigación puede leerse en su artículo "Anthropologists, Reformers and the Indian New Deal" (Taylor, 1975: 151–162). El trabajo de este autor se ha complementado con estudios más generales de la OIA durante la administración de Collier, que con frecuencia tratan de manera superficial el uso de la antropología por parte de la agencia. Tomado en su conjunto, este corpus, por desconectado que pueda parecer, forma un mapa de ruta indispensable para aquellos que buscan profundizar en las raíces del origen de la moderna antropología aplicada en los Estados Unidos4.

Debe admitirse, por lo tanto, que pocos historiadores dedicados a la relación entre antropología e indios se han referido al periodo de la administración de Collier en la OIA. Cuando Vine Deloria Jr. Presentó su observación, citada con frecuencia, de que bajo cualquier política pública de la OIA está un antropólogo (Deloria, 1988 [1970]: 81), muchos estudiosos, como Nancy Lurie, por ejemplo, entendieron sus palabras como una hipérbole. Es interesante notar cómo el artículo de Lurie para el Smithsonian Handbook of North American Indians, "Relations Between Indians and Anthropologists", se refiere sólo de manera superficial al programa antropológico de la OIA, un hecho notable porque, como la autora explica en otro lugar, H. Scudder Mekeel, el director del programa, fue su primer profesor en antropología (Lurie, 1988: 552, 572–574).

Actitudes como las de Lurie nos hacen pensar que la antropología estadounidense está comprometida en un proceso de "recordar para olvidar" cuando mira hacia su pasado, en un intento de reformular su identidad como disciplina5. Después de todo, la antropología aplicada ha sido un éxito como subcampo de la disciplina y el apoyo de la OIA para establecerla en los Estados Unidos ha sido reconocido durante casi setenta años, como lo deja claro el artículo de Herskovits. No obstante, por alguna razón, prácticamente no se ha realizado ningún estudio sistemático de sus orígenes.

Podríamos argumentar que los programas de la OIA fueron eclipsados por los usos de la antropología durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, dichos programas alcanzaron respetables resultados. En 1943, la División de Antropología y Psicología del Consejo Nacional de Investigación realizó un informe que mostraba que de los cuarenta antropólogos que trabajaban en programas gubernamentales, siete eran de la OIA. Ellos representaban sólo una parte del extenso personal de tiempos de paz del organismo, cedidos a otras agencias (particularmente a la War Relocation Agency, WRA). En los informes de las agencias gubernamentales que consideraban su propia experiencia en el empleo de antropólogos, los profesionales de la OIA eran, de lejos, los más entusiastas. También se señalaba en el informe que la experiencia de la OIA era, sin duda, aplicable a situaciones en diversas partes del mundo, en particular en el reasentamiento de refugiados de la guerra6.

La influencia de los antropólogos de la OIA fue mayor de lo que indican las cifras. Muchos de los investigadores que habían pasado por sus programas desde 1934 terminaron trabajando para otras agencias gubernamentales durante la guerra. Entre los fundadores de la SfAA en la posguerra, había un número significativo de veteranos de la OIA. Cerca de 15% de los artículos publicados por la revista de la SfAA en sus primeros siete años fueron escritos teniendo en cuenta la investigación llevada a cabo en programas relacionados con la Oficina de Asuntos Indígenas. Más aún, el último proyecto de investigación conducido por antropólogos para la administración de Collier produjo una docena de libros y artículos, muchos de los cuales aún son considerados monografías clásicas. Finalmente, varios de los antropólogos de la OIA —así como el mismo John Collier— se involucraron de cerca en la discusión sobre el colonialismo en el periodo de posguerra7. El más notable entre ellos, Gordon MacGregor, fue reclutado para participar en iniciativas de antropología aplicada en el exterior, incorporado al Programa de los Cuatro Puntos del gobierno de Elsenhower, la primera iniciativa estadounidense de desarrollo para el "Tercer Mundo". En este sentido, la antropología aplicada de la OIA se ubica en el origen de la moderna antropología del desarrollo.

 

ANTROPOLOGÍA EN LA OFICINA DE ASUNTOS INDÍGENAS

El compromiso de Collier con la antropología comenzó antes de que asumiera su puesto como comisionado indígena. Collier fue un asiduo visitante del salón de Mabel Dodge Luhan8 en Nueva York, un círculo social al que Stocking llama "un medio boasiano importante". Su contacto con antropólogos vinculados a este grupo se intensificó con la relocalización de Luhan en Nuevo México y su consiguiente compromiso con el tema indígena en Taos Pueblo. Fue Luhan el primero en vincular a Collier con la problemática indígena y su viaje a Taos coincidió con el de una vieja compañera de escuela, Ruth Benedict. Collier se encontró también con Boas en 1922 (Collier, 1963: 216). En su papel de líder del movimiento de reforma de los asuntos indígenas estadounidenses en la década de 1920, Collier atrajo a varios antropólogos para defender las manifestaciones culturales de los nativos norteamericanos, entre ellos a Frederick Webb Hodge, John L. Harrington, Father John M. Cooper y Alfred Kroeber (Collier, 1963: 216–217; Lawrence Kelly, 1983: 323–326). En una visita a México en la década de 1930, Collier se familiarizó con el uso mexicano de la antropología en la administración indígena y conoció al educador Moisés Sáenz Garza y al arqueólogo y alumno de Boas, Manuel Gamio9. Collier juró como comisionado indígena el 21 de abril de 1933. Uno de sus primeros proyectos fue ayudar a organizar una "Exhibición gráfica de las razas nativas americanas" con la ayuda del Smithsonian Institute (Instituto Smithsoniano)10, para la Tercera Conferencia Internacional sobre Eugenesia. Esta presentación fue internacional en audiencia y en alcance. Moisés Sáenz fue invitado a participar en el comité de organización, al igual que el titular del Servicio Indígena de Canadá. En cartas a Sáenz, Collier explica que a la Conferencia podrían asistir representantes de varios países, para quienes la exhibición podría ser útil. Expresaba su esperanza de que, a través de los mexicanos, la OIA pudiera contactar "autoridades competentes en materias indígenas en países de América Central y del Sur". Uno de los mayores objetivos de la exhibición fue mostrar cómo México, Canadá y Estados Unidos estaban —en palabras del presidente del Comité, el antropólogo físico Ernest Huber— utilizando "en la administración de las razas nativas, datos de la antropología social y física"11.

La Conferencia fue un golpe duro para los aliados tradicionales de la OIA, las sociedades misioneras cristianas en los Estados Unidos. El plan de Collier parece haber sido reemplazar a los misioneros por los antropólogos como las voces expertas y dominantes dentro de la OIA (Philp, 1981: 161). Rápidamente estableció lazos con la Agencia de Etnografía Americana (Bureau of American Ethnology, BAE) del Smithsoniano, una organización fundada en 1879 con el objeto de orientar al gobierno en políticas públicas referidas a los indígenas, pero que había sido silenciada al respecto desde, al menos, finales de 188012. En noviembre de 1933, Collier hizo circular entre los antropólogos un cuestionario en el que se preguntaban datos relacionados con la organización de los grupos nativos. Llegaron más de cincuenta respuestas. Éstas fueron usadas en la Conferencia, realizada en enero de 1934, a la que asistieron funcionarios del Departamento del Interior y de Agricultura que planeaban una home rule (legislación indirecta) para los nativos estadounidenses. Moisés Sáenz también asistió a esta Conferencia invitado por Collier para observar las prácticas y enseñanzas de la OIA y hablar acerca de las recientes innovaciones de México. Las reformas examinadas en esta Conferencia fueron codificadas en la Ley de Reforma Indígena (Indian Reorganization Act, IRA), y las discusiones generadas contribuyeron al establecimiento de gobiernos y corporaciones tribales. La antropología aplicada mexicana y la antropología estadounidense fueron participantes directas en la formulación de conceptos que se incluyeron en el IRA.

En 1934, los funcionarios de la OIA se reunían con frecuencia con los principales antropólogos estadounidenses y emplearon a varios profesionales jóvenes para asesorarlos en la estructuración de los gobiernos tribales bajo la orientación del IRA. Al principio, estos especialistas fueron empleados de manera casual. Muchos aparecen contratados por un dólar al año, "más gastos" (generalmente cuatro dólares al día mientras estaban en el campo). En 1935, las discusiones entre la OIA y el BAE del Instituto Smithsoniano llevaron a la designación del doctor William Duncan Strong como asesor en antropología de la Oficina. Strong, por su parte, contrató a H. Scudder Mekeel, un estudiante de Clark Wissler13 y pionero de la investigación en temas vinculados con la aculturación. En enero de 1936, Mekeel se convirtió en el titular de la División de Antropología Aplicada (Applied Anthropology Unit, AAU) de la OIA, una posición que ocupó dos años, hasta que la unidad fue retirada de manera sumaria del presupuesto por el Congreso. Por su parte, William Strong ocupó el cargo de asesor en antropología hasta 1937, cuando fue reemplazado por Julian Steward.

La AAU empleaba formalmente a tres profesionales para el trabajo de campo antropológico y a muchos asesores "de a dólar–por–año" para "proveer datos que asistieran en la configuración de las constituciones [tribales] indígenas, de manera que el marco de la constitución se correspondiera con la organización social contemporánea de las tribus indígenas en particular. De esta manera, la constitución se convertiría en una parte funcional del pueblo"14. Los antropólogos se encargaron de asesorar a la OIA sobre cómo construir una indirect rule, al estilo de los gobiernos coloniales, inaugurando así una larga tradición estadounidense de participación de científicos sociales en el nation building (construcción del Estado–nación) de pueblos dependientes o subdesarrollados. Como era previsible, el resultado de estas primeras intervenciones fue más exitoso en el establecimiento de gobiernos constitucionales de estilo anglosajón que en la (re)creación de formas nativas de gubernamentalidad15. Lo anterior ocurrió, en parte, porque a los miembros de la AAU no se les permitía estar más que un mes entre los grupos que intentaban "organizar". El error de esta División, en su afán de creación de gobiernos nativos que fueran vistos como legítimos por la mayoría de sus constituyentes, se deriva del hecho de que sólo fueron transferidos pequeños poderes a los nativos, sin incluir funciones de compensación y aun de presupuesto, que continuaban reservadas a la OIA. El secretario del Interior podía vetar de manera unilateral cualquier acción decidida por los nuevos gobiernos, cuya estructura constitucional quedaba difusa y generaba desconfianza en los indios.

El comisionado John Collier en conferencia con
líderes de la tribu Seminole en Florida, 1978.(Imagen)

La AAU se involucró en otras iniciativas: organizó estudios de antropología física entre los tuscaroras de Carolina del Norte para determinar "científicamente" si eran "indios reales"; recolectó información entre los antropólogos para defender el uso del peyote por parte de la Iglesia Americana Nativa en rituales religiosos; promovió la enseñanza del navajo escrito; organizó un servicio interno de entrenamiento en antropología para los empleados de la OIA. Los antropólogos implicados, en mayor o menor grado, en la AAU y las demás iniciativas antropológicas de la OIA durante este periodo fueron: Louis Balsam, Oliver La Farge, Morris E. Oppler, David Rodnick, Charles Wisdom, Margaret Fisher, Sophie Aberle, Oscar Lewis, John Harrington, Fred Eggan, Edward Sapir, William N. Fenton, Abraham Halpern, Ella Deloria, C. E. Schaeffer y C. C. Seltzer, entre otros.

La AAU participó en el mencionado acuerdo con el Servicio de Suelos (Technical Cooperation–Office of Indian Affairs, TC–OIA) a comienzos de 1936. Entre los antropólogos contratados para este proyecto estaban Solon Kimball, John Provinse, Willard W. Hill y Frederica de Laguna. Algunos, como Gordon MacGregor y Ruth Underhill, trabajaron tanto para la AAU como para el TC–OIA. Los antropólogos del SCS formaron parte de equipos multidisciplinarios que examinaron las reservas y determinaron la forma en que debían ser usadas por los indios. El objetivo de este proyecto era establecer lo que hoy llamaríamos "estrategias de desarrollo sustentable" para la economía de los grupos en cuestión. En apariencia, los administradores de la OIA debían luchar contra Mekeel y otros antropólogos para que se cumplieran los objetivos del proyecto en lugar de la tradicional "etnografía salvaje" (Taylor, 1975: 159).

En 1938, el Congreso de los Estados Unidos cortó los fondos para el trabajo de antropología aplicada en la OIA, aunque el TC–OIA se mantuvo bajo la dirección del SCS hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Collier intentó salvar una mínima actividad antropológica empleando antropólogos como administradores. Sophie Aberle ya había sido nombrada en 1935 como superintendente de la Agencia de los Pueblos Unidos. Teniendo en cuenta la necesidad de asesoramiento en antropología, Gordon MacGregor, Ruth Underhill y Louis Balsam también fueron contratados por la OIA en varias capacitaciones después de 1938.

Durante la guerra, la OIA empleó antropólogos en diversos proyectos de pequeña envergadura, incluido el estudio de la medicina tradicional navajo, llamado Navajo Door, realizado por Dorothea y Alexander Leighton. Antropólogos, nutricionistas y médicos llevaron a cabo estudios sobre la alimentación de los indios de América, que incluían investigación de campo en comunidades indígenas o americano–españolas. El coordinador de este proyecto fue Fred Eggan, de la Universidad de Chicago, y también participaron John Provinse y Solon Kimball.

Otros proyectos importantes que recurrían al trabajo de los antropólogos se iniciaron en la OIA entre 1939 y 1945. El más conocido fue el proyecto de investigación "La personalidad indígena y la administración". Creado como una iniciativa directa de Collier en 1941, su objetivo era descubrir los fundamentos que operaban bajo la reproducción cultural indígena, y se concentraba en el desarrollo de las personalidades individuales a través del tiempo. Los datos recolectados debían ser analizados y transformados en recomendaciones de políticas públicas para que los administradores de la OIA ordenaran la dirección de los grupos en cuestión. La universidad de Chicago 42 3 supervisó la metodología del proyecto; sin embargo, la guerra obstaculizó su realización. Los fondos fueron reducidos al mínimo, así como el personal y los indios disponibles para el estudio (muchos adultos dejaron las reservas para trabajar). La antropóloga laura Thompson llevó adelante el proyecto con relativo éxito reduciendo su alcance y objetivos, y fundando, junto con Collier, lo que ahora se llama antropología de la acción, es decir, la utilización de miembros de la comunidad estudiada para la obtención de datos antropológicos (Cooke, 2002). Collier y Thompson contrataron a la recién formada Sociedad para la Antropología Aplicada con el objeto de supervisar la escritura y la publicación del proyecto en 1944. De nueva cuenta, como en los últimos proyectos de investigación de la OIA, los antropólogos trabajaron como parte de equipos multidisciplinarios. Entre los antropólogos que intervinieron en este proyecto estaban Uoyd Warner, laura Thompson, Sophie Aberle, Edward A. Kennard, Solon Kimball, Clyde Kluckhohn, Gordon MacGregor y Ruth Underhill.

Una inesperada rama (off–shoot) del Proyecto de Personalidad surgió con la participación de la OIA en estudios de comunidad en los campos de concentración construidos para los ciudadanos americano–japoneses durante la Segunda Guerra. La Oficina administró dos de estos campos en la reserva de Pápago y en Poston. Varios investigadores, entre ellos Solon Kimball, fueron trasladados rápidamente del Proyecto de Personalidad a la WRA que funcionaba en Poston. Este estudio se convirtió en el modelo de la investigación hecha en otras colonias WRA, magistralmente descritos por Peter Suzuki (1999a, 1999b)16.

Indios de las Américas

No obstante, el proyecto de la OIA que tuvo efectos más amplios fue el intento de diseminar el Indian New Deal a través del hemisferio por medio de la fundación, en 1940, del Instituto Indigenista Interamericano. Se ha escrito muy poco sobre la influencia de la OIA en este Instituto. La mayoría de los autores brasileños que discuten el tema tienden a ver este organismo como una creación mexicana. Esto es sólo parcialmente correcto. El Instituto fue el fruto de las conexiones forjadas a comienzos de la década de 1930 por John Collier, Manuel Gamio y Moisés Sáenz. Documentos disponibles en el NARA17 indican que, desde 1935, y probablemente antes18, Sáenz y Collier habían hablado acerca de la creación de una organización internacional que sirviera como una "distribuidora" (clearinghouse) de datos antropológicos y administrativos, que abarcara a los indígenas del hemisferio.

En el verano de 1934, la OIA discutía la manera de organizar una conferencia internacional sobre la vida indígena e hizo circular un cuestionario entre varios antropólogos en el que pedía sugerencias sobre temas a incluir en la agenda. Cuando la idea fue retomada en 1938, la OIA envió otra circular en la cual resumía las ideas de 1934 y solicitaba nuevas sugerencias para la agenda. Entre los que respondieron la circular podemos nombrar a Uoyd Warner, Carl Sauer, Robert Redfield, Vicenzo Petrullo, Roy Nash, H. S. Mekeel, J. Alden Mason, Gordon MacGregor, Oliver la Farge, Weston LaBarre, A. L. Kroeber, A.V. Kidder, Alan Harper, John M. Cooper, Donald Collier y Ralph L. Beals19.

El presidente Lázaro Cárdenas comparte un palco con los indigenistas de América.
John Collier, jefe de la OIA aparece a la derecha de la foto.
Atrás de Cárdenas, el doctor Roquette–Pinto, representante de Brasil
y miembro del Consejo Nacional de Protección a los Indios de su país, 1940.

Como mencionamos antes, la idea de una clearinghouse interamericana para datos indigenistas y antropológicos parece haber sido anterior a la ascensión de Collier al puesto de comisionado de la OIA y ése fue uno de los primeros proyectos para los cuales buscó reclutar antropólogos estadounidenses. A principios de 1934, Collier ya había empezado a organizar planes para una "conferencia interamericana de especialistas de la vida indígena en las Américas", y en el verano de ese año hizo circular un cuestionario en el que pedía sugerencias a antropólogos estadounidenses para una agenda del encuentro (Lloyd Warner, de la Universidad de Chicago, envió quince páginas de sugerencias a la OIA). El plan se canceló debido a "circunstancias" inexplicables. Sin embargo, sería retomado tanto en la Tercera Conferencia Internacional de Educación en la ciudad de México (agosto de 1937) como en la Octava Conferencia Internacional de Estados Americanos en Lima (diciembre de 1938), donde los delegados establecieron resoluciones con el propósito de invitar a una Conferencia Panamericana de la Vida Indígena en La Paz, Bolivia, en 1939. Cartas confidenciales entre Collier y Sáenz indican que esa resolución era, de hecho, planea–44 3 da por ellos conforme a sus metas de largo plazo20.

En la correspondencia que circuló entre la OIA y varias oficinas y gabinetes diplomáticos estadounidenses interesados en la Conferencia Panamericana de la Vida Indígena, el contexto diplomático del evento se tornó evidente. Mientras que Collier y Sáenz estaban interesados en el proyecto desde, por lo menos, principios de 1930, los burócratas del gobierno federal, que eran responsables de asegurar la participación estadounidense en el evento, daban cuenta de forma bastante clara de que el principal valor de la conferencia para los estados unidos era la adopción de una iniciativa diplomática en la dirección de "buena vecindad" con América Latina, como respuesta al creciente ascenso del fascismo en Europa.

Ernest Gruening, director de la División de Territorios y Posesiones Insulares del Departamento del Interior, destacó que la conferencia tenía una cualidad particular, ya que trabajaba en un campo en que las contribuciones latinoamericanas podrían ser caracterizadas como extremadamente valiosas. "Es un hecho evidente que en la mayoría de los intercambios de visiones y de servicios, los Estados Unidos están en la posición de donador", escribió Gruening. "Ésa es una relación unilateral y, a largo plazo, indeseable. Amistades reales y mejor comprensión, si se dan para ser valorizadas, son promovidas por relaciones recíprocas", advertía. En este contexto, las discusiones sobre la vida y la administración indígena podían ser privilegiadas, porque "muchos de los países latinoamericanos, notoriamente México, [...] poseen contribuciones definitivas para dar. Ellos pueden darnos algo'.

Pero lo más importante es que esas discusiones pretendían promover la aproximación de lazos diplomáticos entre los Estados Unidos y las demás repúblicas americanas. "Sería deseable que se mantuvieran contactos definitivos entre la Oficina de Asuntos Indígenas y las agencias [indigenistas] apropiadas" de los países de América Latina, escribió Gruening y proseguía "[T]ales contactos permanentes, aparte de su utilidad para la Oficina de Asuntos Indígenas, establecerían lazos entre los pueblos de los Estados Unidos y los Estados latinoamericanos [...] que ninguna potencia europea podría establecer". De esta forma, los indios debían servir como un recurso nacional estratégico y diplomático. La discusión sobre la forma en que debían ser administrados los pueblos indígenas de las Américas podría promover una amistad más estrecha entre los Estados Unidos y América Latina, pues se trataba de una cuestión exclusivamente americana, en el sentido más amplio del término. En cierta forma, el indio serviría para la creación de una identidad panamericana, de la misma forma en que ya había servido para crear las diversas identidades nacionales de las Américas: como marca diacrítica que señalizaba lo no europeo21.

Vale la pena recordar que la Segunda Guerra Mundial estaba en el horizonte y sólo en ese contexto es que el plan de largo plazo de Collier y Sáenz a favor de una clearinghouse interamericana de datos indigenistas y antropológicos pudo volverse repentinamente popular entre los oficiales del Departamento de estado y del Interior de los estados Unidos, en la forma de una iniciativa diplomática viable para América Latina, y recibir un apoyo considerable del gobierno federal y del cuerpo diplomático de los Estados Unidos. Después de la Conferencia de Lima, la Unión Panamericana invitó a la OIA a contribuir en la organización de la agenda de la Conferencia de La Paz (Collier le reclamó a Sáenz que la agenda proporcionada por el gobierno boliviano un año antes era, desgraciadamente, inadecuada). Muy rápido Collier reenvió en 1934 el cuestionario realizado en la OIA a los antropólogos correspondientes (y a algunas otras personas), junto con las respuestas reunidas, preguntándoles si tenían algo que agregar a sus sugerencias anteriores. Las respuestas que recibió no sólo informaron a la OIA sobre las preocupaciones excepcionales de las naciones latinoamericanas en relación con el problema indígena, sino que contenían consejos consistentes para tratar con los gobiernos involucrados.

A. L. Kroeber advirtió que "algunos de los países de las cordilleras andinas, con grandes contingentes de indígenas entre su población, están definitivamente preocupados por evitar que éstos se vuelvan racialmente conscientes y económicamente desafiantes, o que sigan el camino de México. Si mis consideraciones a este respecto son válidas, las conferencias internacionales sobre esta materia podrían ser saboteadas por los gobiernos renuentes". El hijo de Collier, Donald (antropólogo con experiencia en el Perú), también advertía que "si México llegara a tener una posición excesivamente preeminente o pareciera dominar el [imaginado] instituto, algunos de los países suramericanos se sentirían resentidos y sospecharían, y retirarían su apoyo". Con críticas como éstas en mente, Collier comenzó a buscar a otros aliados entre las naciones de América Latina con los cuales formar un frente común en pro del proyecto del Instituto Interamericano, que él consideraba la internacionalización del Indian New Deal22.

Un aliado posible parecía ser el Brasil de Getúlio Vargas. A inicios de 1938, el jefe del Servicio de Protección a los Indios de este país (O Serviço de Proteçao aos Índios, SPI), Vicente de Paulo Teixeira Vasconcelos, ya había pedido información a la embajada estadounidense en Río de Janeiro acerca de la organización de la OIA 23. En 1939, el canciller brasileño Oswaldo Aranha lideró una delegación que viajó a Washington para reunirse con el presidente Roosevelt y su gabinete. üno de los miembros del equipo de Aranha fue Luiz Simão Lopes, presidente del Departamento Administrativo del Servicio Público (DASP). Lopes se reunió varias veces con Collier en Washington para discutir el Indian New Deal y los planes del gobierno brasileño para la reforma del SPI. El administrador brasileño retornó a Brasil cargado de publicaciones de la OIA y de sus proyectos. Poco después de su regreso, en noviembre de 1939, el gobierno de Vargas emitió el decreto ley 1794, que establecía el Consejo Nacional de Protección a los Indios y habilitaba (por lo menos legalmente) el establecimiento de una repartición antropológica para el "estudio de todas las cuestiones relacionadas con la asistencia y la protección a los indios, sus lenguas y costumbres". Lopes envió inmediatamente una copia de la nueva ley a Collier, destacando el hecho de que los miembros del nuevo Consejo estaban "ampliamente interesados en el desarrollo del problema indígena en los Estados Unidos", y solicitaba ejemplares de todas las publicaciones de la OIA, "particularmente de aquellas que tratasen de los indios en las reservas". üna segunda serie de declaraciones, libros, panfletos y revistas fue enviada a Brasil por medio de la embajada de los Estados Unidos, y buena parte de ese material fue traducido posteriormente por un miembro del Consejo (y directora del Museo Nacional), la antropóloga Heloísa Alberto Torres24.

Collier tenía grandes expectativas de que Brasil enviara una delegación fuerte a la Conferencia de La Paz, conformando así la tercera base de la alianza panamericana de indigenistas, la cual difundiría los cánones básicos del indigenismo mexicano y del Indian New Deal, y trabajaría en conjunto con antropólogos para transformar esos cánones en políticas concretas que pudiesen ser reproducidas por todo el hemisferio. En su correspondencia con Lopes, después de su visita a Washington, Collier junto con los miembros de su círculo expresaron su deseo de que los brasileños tuviesen la posibilidad de juntarse con los mexicanos y los estadounidenses para presentar items adicionales para la agenda del encuentro en Bolivia. Esto sería importante ya que, en palabras de Collier, "Brasil es uno de los pocos, entre una minoría de países, capaz actualmente de presentar experiencias específicas en la administración de los indios como una raza aparte". Gracias a una financiación de la Rockefeller Foundation, Collier envió una representante personal, Mary Louise Doherty, a América del Sur con el objetivo de acrecentar el interés por la Conferencia y hacer contacto directo con los indigenistas del continente25.

En mayo de 1939, el gobierno boliviano informó que no sería capaz de organizar la Conferencia en ese año y que tal vez tuviese que suspenderla indefinidamente. México intervino y se ofreció para realizar la Conferencia en Pátzcuaro. Fue justamente allí donde los indigenistas y los amigos de los indios de todo el hemisferio americano se encontraron entre el 14 y el 24 de abril de 1940. Desde el inicio de la Conferencia, sin embargo, fue obvio que México y los Estados Unidos eran los mayores proponentes del indigenismo panamericano. Las delegaciones estadounidense y mexicana fueron, de lejos, mayores que todas las otras delegaciones juntas. La primera tenía diez delegados oficiales (entre ellos dos antropólogos: John Cooper y Mathew Stirling) y docenas de delegados no oficiales, incluyendo a muchos indios norteamericanos y antropólogos de la OIA (como Sophie Aberle). La OIA dedicó a Pátzcuaro un número de su boletín, titulado Indians of the United States, detallando las reformas instituidas por la administración de Collier al frente de la Oficina. Nueve de los 31 artículos presentados eran antropológicos.

Brasil envió apenas un delegado: el doctor Edgard Roquette–Pinto. Aunque sus contribuciones fueron ovacionadas por las autoridades civiles y científicas mexicanas, y el antropólogo brasileño inclusive coordinó una de las comisiones de la Conferencia, Brasil no desempeñaría en el futuro un papel activo en el Instituto Indígena Interamericano, fundado en Pátzcuaro. El representante del cuerpo diplomático brasileño en la Conferencia, Carlos de Lima Cavalcanti, destacó aquello que consideró el tono ideológico y político del evento y advirtió sobre la presencia de numerosos comunistas en la delegación mexicana en su informe oficial al gobierno de Vargas. Especialmente ofensivo para la sensibilidad de Lima Cavalcanti fue la presentación del indigenismo mexicano como la solución para el problema indígena en todas las naciones de las Américas:

La peculiaridad indiscutible del problema indígena existente en cada país fue englobada por la tesis indígena mexicana, como si los principios que la deben regir debiesen presidir la masa indígena de las otras naciones. Así es que Brasil, por ejemplo, que posee, en realidad, un problema circunscrito, el problema silvícola, pues se trata de una parcela mínima de su población, enteramente aislada como una minoría dentro de la demografía nacional, tendría que pautar su política indigenista por las normas mexicanas, donde la población es, casi por entero, de formación india26.

Lima Cavalcanti no pareció comprender que esas políticas también eran recomendadas por el servicio indígena de los Estados Unidos. No obstante, rechazó la Conferencia como un "centro tendencioso" formado "bajo la apariencia panamericana y científica", advirtiendo inclusive que, al firmar el tratado promulgado por la Conferencia para formar el Instituto Indígena Interamericano (la ya imaginada clearinghouse de Sáenz y Collier), el Brasil pagaría por el funcionamiento de una institución que iría contra lo que Lima Cavalcanti consideraba los intereses brasileños. Por causa de este informe y del miedo al comunismo mexicano, Vargas bloqueó la entrada del Brasil en el Instituto Indígena Interamericano. La OIA de Collier continuaría la correspondencia con miembros del Consejo Nacional de Protección de los Indios (Conselho Nacional de Proteçao aos Índios, CNPI) —particularmente con Vicente de Paulo Teixeira Vasconcelos, jefe del SPI—. Antropólogos e indigenistas brasileños contribuyeron con material para la revista del Instituto, pero Brasil se hizo miembro hasta 1953, a pesar de los repetidos intentos, tanto de oficiales mexicanos como estadounidenses, para que el país ratificase el tratado27.

En los dos años siguientes, Collier y Sáenz lucharon —con el apoyo financiero de la Rockefeller Foundation— para conseguir que el mayor número de países firmase y ratificase el tratado propuesto por la Conferencia de Pátzcuaro, con el cual establecería el Instituto Indígena Interamericano. Con la muerte de Sáenz en octubre de 1941, Manuel Gamio tomó su lugar como principal representante mexicano del proyecto. Al inicio de 1942, el sueño finalmente se volvió realidad y el Instituto Indígena Interamericano abrió sus puertas en la ciudad de México, con John Collier como su presidente. La presencia de antropólogos estadounidenses que trabajaron para la OIA en ocasiones anteriores fue notable en América Indígena, la revista oficial del Instituto. En los primeros cinco años de existencia de la publicación, incluyó en sus páginas artículos de Julian Steward, Vicenzo Petrullo, Fred Eggan, Miguel Pijoan, Robert Redfield, Dorothea Leighton, Frank Speck, J. Alden Mason, Ralph Beals, Donald Collier, Oscar Lewis y Edward Spicer.

La fundación del Instituto ofreció a Collier un camino para eludir las limitaciones del Congreso en sus actividades en la esfera de la antropología aplicada. El Decreto de Apropiaciones del Congreso de 1938, que cortó todos los financiamientos de la División de Antropología Aplicada de la OIA, también prohibía que los recursos de la institución fuesen usados "para viajes de estudios u observaciones de cualquier práctica o sistema educativo fuera de los Estados Unidos y Alaska"28. Esa prohibición forzaba a Collier a buscar fuentes alternativas de financiamiento toda vez que quería traer indigenistas mexicanos a los Estados Unidos o enviar a su personal a México.

El tratado que estableció el Instituto determinaba, sin embargo, que los países miembros formasen sus propios institutos de estudios indígenas con el propósito de estudiar los problemas nativos y de orientar las actividades indigenistas y administrativas oficiales. Collier rápidamente formó el Instituto Nacional Indígena de los Estados Unidos (National Indian Institute, NII) y, con el respaldo del presidente Roosevelt, consiguió obtener apoyo de la Rockefeller Foundation para sustentarlo. El NII se convirtió en una organización a través de la cual podían circular los recursos y las personas entre los Estados Unidos y México. El Instituto Nacional Indígena estadounidense era responsable de organizar y financiar parcialmente la sección de Robert Redfield en el Proyecto de Personalidad en México y ofrecía recursos financieros y físicos para apoyar al Instituto Interamericano —en un primer momento, adquiriendo provisiones de papel durante los años de la guerra, para poder publicar la revista del Instituto—. El NII mantuvo personal en la ciudad de México por un periodo de dos años, entre 1941 y 1942. También envió a otro funcionario, Ernest E. Maes, en un viaje por América del Sur. Maes desglosó la configuración de los servicios indígenas del continente en voluminosos informes, detallando las estructuras administrativas indígenas y los principales actores del campo de los Indian Affairs en todos los países por donde pasó29.

En la playa de Copacabana, 2009. (Imagen)

Entre tanto, la iniciativa diplomática personal de Collier para América Latina fue rápidamente superada por los acontecimientos. Con el aumento de la tensión internacional y la probabilidad de que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial en cualquier momento, la administración Roosevelt decidió crear una oficina especial para centralizar las diversas iniciativas diplomáticas, culturales, científicas, económicas y militares de la nación en América Latina. La Oficina para la Coordinación de las Relaciones Comerciales y Culturales entre las Repúblicas Americanas (más tarde conocida como la Oficina de Coordinación de Asuntos Interamericanos, OCIAA) fue fundada en agosto de 1940, bajo la dirección de Nelson Rockefeller.

Con el liderazgo de la Rockefeller Foundation, ahora francamente dirigida y sancionada por el gobierno de los estados Unidos para coordinar la diplomacia con América Latina, iniciativas como las del Instituto Indígena Interamericano comenzaron a fallar. Como Colby y Dennet documentaron ampliamente, Rockefeller pensaba en la expansión del capital estadounidense en general y en sus intereses particulares relativos a los negocios en la región durante la posguerra. Aunque no consideraba que los planes sobre la internacionalización del Indian New Deal debían ser condenados, simplemente no eran de interés para él. Así, a mediados de 1944, cuando los financiamientos originales de la Rockefeller Foundation comenzaron a extinguirse, Collier descubrió que estaba teniendo algunas dificultades en conseguir fondos para el NII30.

Con la renuncia de Collier como comisionado indígena, la responsabilidad sobre el NII pasó al Departamento del Interior, bajo el control del recién surgido Instituto para Asuntos Étnicos, donde estuvo cinco años. Durante ese periodo, el NII, que siguió bajo la dirección de Collier, participó en un proyecto que envió a Miguel Pijoan a Nicaragua con el fin de establecer clínicas para los indígenas de ese país y colaborar en la realización de un survey lingüístico de la población nativa de Guatemala. A pesar de estas iniciativas, el Instituto permaneció en un letargo. En 1949, el Congreso finalmente destinó aportes, a través de la OIA, para la administración del NII y el Instituto retornó al control federal total a tiempo para participar en la Segunda Conferencia Indígena Interamericana, en Cuzco, Perú. No obstante, poco después el Instituto fue desactivado por causa de conservadoras reducciones de gastos en el campo político de los asuntos indígenas.

La desaparición del NII del campo político de los asuntos indígenas en los Estados Unidos fue tan completa que un miembro del CNPI brasileño, al visitar las oficinas de la BIA en Washington, en 1953 —antes de la firma de los protocolos de Pátzcuaro por parte de Brasil— y preguntar acerca del Instituto Nacional Indígena estadounidense, no obtuvo información sobre la existencia de ninguna institución como ésa31.

CONCLUSIONES

En 1945, con la renuncia de Collier a su cargo de comisionado de Asuntos Indígenas, llegó a su fin la antropología aplicada en la OIA. Laura Thompson, con mucho esfuerzo, fue capaz de realizar el Proyecto sobre Personalidad Indígena, pero demoró muchos años en publicar todas las monografías que se produjeron en el contexto del mismo. El análisis administrativo de los datos sólo fue realizado parcialmente mientras Collier seguía en su cargo, y con su renuncia fue abandonado. No hay indicios de que la OIA haya dado un uso sistemático a estos datos. John Provinse, titular de la Sociedad para la Antropología Aplicada, fue nombrado comisionado asistente de Asuntos Indígenas poco después de la renuncia de Collier, pero no he encontrado ningún indicio de que Provinse haya recurrido, en su nueva posición, a su formación antropológica de alguna manera sistemática.

Los efectos de los programas de la OIA se extendieron más allá del ámbito de la Oficina. En primer lugar, actuó como un espacio para dar uso práctico a la antropología. Muchas de las técnicas creadas en las reservas estadounidenses en la década de 1930 fueron incorporadas más tarde en otros proyectos antropológicos aplicados del gobierno, particularmente el uso de antropólogos para educar a administradores de programas desarrollados en el extranjero. Los antropólogos de la OIA también fueron ocupados en otros ámbitos. Gordon MacGregor, por ejemplo, fue contratado, con base en sus primeros trabajos en la OIA, para administrar una serie de proyectos antropológicos del Programa del Punto Cuatro de Truman. Este trabajo consistía en la preparación de manuales y en clases dictadas por antropólogos para sensibilizar a los trabajadores de los programas gubernamentales desarrollados en el extranjero sobre la forma en que debían tratar las diferencias culturales en los países donde se desempeñarían. Muchas de las ideas sobre el intercambio cultural que contenían estos manuales fueron tomadas de la experiencia antropológica y administrativa con los indígenas.

Esta influencia puede percibirse en lo que expresa Gordon R. Wiley, director del Instituto para la Antropología social fundado por Julian Stewart. Según Wiley, el objetivo principal del Programa del Punto Cuatro "es la difusión de conocimientos industriales, técnicos y científicos de los Estados Unidos y del mundo occidental para aquellas áreas subdesarrolladas de la Tierra" con el propósito de ayudar "a los pueblos libres" a abastecerse y vestirse ellos mismos. Wiley reconoce que estos objetivos tenían un interés universal pero que "su implementación específica es, no obstante, limitada por la resistencia y desconfianza de la gente que tratamos de ayudar". Wiley complementa:

El programa es, por su misma definición, un serio trastorno a pesar de que la ruptura que causará será el antecedente necesario para la eventual formación de sociedades sanas y ricas. Mucha de la resistencia que el Programa del Punto Cuatro suscita será pasiva y encubierta más que abiertamente agresiva; será subconsciente. El "paciente" sufrirá lo que los antropólogos llaman "golpe cultural". Este golpe es provocado por la rápida desorganización de viejas costumbres y valores quebrados por la implantación relativamente rápida de métodos y mecanismos de una civilización extraña. Esto no quiere decir que los cambios no puedan o no sean realizados. La historia de los pasados cuatro siglos es en gran medida la explicación del impacto de la sociedad industrial occidental sobre pueblos no industrializados del este y de la América nativa. El contacto y el cambio son inevitables. Debemos buscar la manera apropiada para que los efectos sobre estos pueblos sean lo más pacíficos y eficientes posibles. Y la eficiencia se refiere no sólo a los aspectos de economía financiera sino que se refiere también a la conservación humana32.

Aquí podemos ver claramente las líneas de continuidad con las ideologías elaboradas por las nociones de aculturación y progreso cultural sostenidas por la antropología aplicada de la OIA. La cultura debe ser respetada, pero el "inevitable" progreso debe ser implantado, aun a costa de la resistencia nativa33. La inevitabilidad de este progreso es, de hecho, confirmada por la historia de la América nativa en su interacción con los Estados Unidos: los grupos nativos también fueron transformados en "sanas y ricas" sociedades a través de la aculturación, y el Tercer Mundo debía seguir el ejemplo. La capacitación en antropología, según esta visión del mundo, es útil en el sentido de que ayuda a los trabajadores de los programas oficiales a entender mejor la mentalidad nativa, para reducir las resistencias hacia las políticas implementadas, permitiendo que el cambio se genere de una "manera pacífica y eficiente". Estas palabras son la réplica exacta de la opinión del director de la AAU, Mekeel, sobre el rol de la antropología en las modernas reservas indígenas: "Con objeto de planificar programas y venderlos [...] podemos ponernos nosotros mismos en los zapatos de nuestros socios y aún usar sus cerebros, por un momento" (Mekeel, 1936: 24–26).

Obviamente, la antropología aplicada proyectada por la OIA no es la única influencia sobre la antropología del Tercer Mundo desarrollada luego de la Segunda Guerra Mundial. Como hemos mostrado aquí, no obstante, la OIA suministró un campo crucial para los conocimientos y las técnicas que fueron luego desplegadas en la embestida sobre el Tercer Mundo "subdesarrollado". En este sentido, el trabajo de los antropólogos sobre las reservas indígenas en los Estados Unidos prefiguró en gran medida, tanto en perspectiva filosófica como técnica, la actual antropología del desarrollo.

 

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Notas

* Traducción: Rafael Gutiérrez

1 La office of Indian Affairs (Oficina de Asuntos Indígenas, OIA) fue fundada en los Estados Unidos en 1824 para reunir, bajo el control federal, las funciones de varias organizaciones gubernamentales que negociaban con o trataban asuntos de la administración de los pueblos indígenas de Estados Unidos. Originalmente, la Oficina estaba bajo el control del Departamento de Guerra. Sin embargo, en 1849, la OIA fue transferida al Departamento del Interior, donde ha permanecido desde entonces. En 1947 cambió su nombre por el de Bureau of Indian Affairs (Buró de Asuntos Indígenas, BIA), aunque ya era conocido como el Indian Bureau décadas antes. El concepto Indian Affairs muestra ciertas desarmonías con el de "indigenismo", pues "asuntos indígenas" englobaba una serie de actitudes y prácticas frente a los pueblos indígenas que contemplaban tanto la guerra como el comercio y la administración de pueblos conquistados y presos en reservas. La época Collier —como mostraremos más adelante en este artículo— fue un periodo en el que surgió en la OIA una aproximación a la noción moderna de "indigenismo".

2 En efecto, Herskovits reconoce que los antropólogos aplicados estadounidenses, en particular, tienen una inclinación para aplicar la disciplina a la sociedad "civilizada".

3 Con la excepción de Puerto Rico, Alaska, Hawai y un grupo de islas del Pacífico, los Estados Unidos no contaban con posesiones coloniales en 1936. Las Filipinas habían alcanzado su independencia un poco antes.

4 Para trabajos que tratan sobre la antropología en la OIA en el periodo de Collier, véase Boyce, 1974; Biolsi, 1997; Collier, 1944; Hauptmann, 1981, 1982; Kelly, Lawrence, 1968, 1975, 1983; Kelly, William, 1953, 1954; Kluckhon, 1943, 1954; La Farge, 1942; Mekeel, 1944; Parman, 1976; Philp, 1977, 1979; Provinse, 1943; Stewart, 1969; Taylor, 1980; Thompson, 1950; Thompson y Collier, 1946.

5 La frase es de Homi Bhabha y se refiere a la construcción de la etnicidad como un proceso en el cual las identidades pasadas son recordadas para ser inmediatamente negadas y subsumidas en una identidad más moderna (Bhabha, 1990: 311).

6 NAA, Documentos del Handbook of South American Indians, caja 7, carpeta NRC, Committee on War Service of Anthropologists, 1945.

7 Collier, por ejemplo, serviría como representante de los Estados Unidos en las discusiones de la ONU sobre la administración de colonias en la posguerra.

8 Mujer de la alta sociedad de Nueva York, amiga de infancia de la antropóloga Ruth Benedict y una de las principales agentes responsables del fomento del movimiento de reforma en los asuntos indígenas estadounidenses, que llevará posteriormente a Collier a la posición de comisionado. Para más detalles véase Blanchette, 2006: cap. 7.

9 Dónde y cuándo Collier contactó por primera vez a indigenistas mexicanos es un misterio. Viajó a la ciudad de México en 1930, donde es probable que se haya encontrado por primera vez con Sáenz y Gamio (Collier, 1963: 326). Laura Thompson menciona sus contactos con Gamio como una posible consecuencia de sus visitas a México a comienzos de 1930 (NAA, LTP, caja 41, Correspondencia profesional Kelly, Lawrence [1971–1977]) y, ciertamente, en 1933 él conocía tanto a Sáenz como a Gamio, pues los invitó a participar en la Tercera Conferencia Internacional sobre Eugenesia, en mayo de ese año vía carta personal (JCP, carrete 4).

10 El museo nacional de los Estados Unidos.

11 JCP, carrete 4.

12 IAW, 1 de julio de 1934, pp. 11–12.

13 Clark Wissler era un antropólogo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, colega de Franz Boas, orientador de Margaret Mead y uno de los primeros antropólogos estadounidenses que se preocupó por la cuestión de la asimilación y el cambio cultural.

14 Memorándum de Mekeel, 13 de febrero de 1936, en NAA, WDSP, caja 47, Oficina de Asuntos Indígenas, 1934–1937.

15 El modelo "democrático" adoptado, por ejemplo, seguía al pie de la letra nociones angloamericanas sobre votación (que debía ser secreta) y representatividad (los representantes tribales sólo podrían ser elegidos en elecciones generales y no podrían ser retirados o reemplazados, a no ser por acusaciones de corrupción). En fin, la democracia tribal era concebida como un proceso competitivo determinado por el ethos: winner takes all ("todo al vencedor"). Para una discusión más profunda sobre el papel de la AAU en la formulación de los gobiernos tribales, véase Blanchette, 2006: caps. 7 y 8.

16 Documentos relacionados con esta cuestión pueden encontrarse en NAA, LTP, caja 41, Correspondencia profesional Lawrence Kelly [1971–1977]; NAA, RHP, caja 28, Material administrativo.

17 NARA, RG75, Inter–American Program e195a.

18 Carta a Josephus Daniels y Genaro Vásquez, 11 de noviembre de 1935, JCP carrete 21.

19 Circular de Collier, 18/1/39 y documentos relacionados. NARA, RG75, Inter–American Program E195a, Archivo del Comisionado, Agenda, Inter–American Conference on Indian life, la Paz, 1939.

20 NARA, RG75, E195a, Commissioner's File, Agenda, Inter–American Conference on Indian Life, La Paz, 1939; Collier a Ickes, 8 de noviembre de 1939; JCP carrete 23, Collier a Sáenz, 14 de noviembre de 1938.

21 NARA, RG75, E195a, Commissioner's File, Agenda, Inter–American Conference on Indian Life, La Paz, 1939, Gruening a Ickes, 11 de enero de 1939.

22 NARA, RG75, E195a, Commissioner's File, Agenda, Inter–American Conference on Indian Life, La Paz, 1939, JCP carrete 23, Collier a Sáenz, 13 de febrero de 1939.

23 NARA, RG84, caja 30, Brazil, Río de Janeiro Embassy Classified and Unclassified Records, 1061, 9 de diciembre de 1938.

24 NARA, RG75, E195a, Commissioner's File, Agenda, Inter–American Conference on Indian Life, La Paz, 1939; Brazil folder; Rocha Freire, 1990; IAW, mayo de 1939.

25 NARA, RG75, E195a, caja 7, (Miss) Mary Louis Doherty, La Paz Conference and Previous, 8 de marzo de 1939; First Inter–American Conference on Indian Life, La Paz, 2 de diciembre de 1939, 23 de febrero de 1939.

26 ABL, Arquivos Roquette–Pinto, Cx23 Doc76, 9 de mayo de 1940.

27 NARA, RG75, E195a, Brazil folder, rocha Freire, 1990: 53–69.

28 JCP carrete 22, Collier a Ickes, 23 de abril de 1938.

29 NARA, RG75, E195a, caja 6, Division of Inter–American Cooperation.

30 NARA, RG 229, Office of the Coordinator of Inter–American Affairs, E2, cajas 1 y 2, "A History of the OCIAA"; Colby & Dennet, 1995.

31 NARA, RG75, E195 caja 4, Memo of origin and function of NII and III, 1950; Philp, 1977: 223–224; Funai, Atas do CNPI, 1953.

32 NAA, Documentos de la AAA, caja 38, Archivos Generales, Committee Point IV Manual 1949–1951 "Anthropology and the Point IV Program", 22 de septiembre, 1949.

33 Este punto puede no estar claro para aquellas personas que piensan en el periodo boasiano de la antropología estadounidense como una época de cambio absoluto de paradigma en que la cultura tomó, por completo, el lugar de la escala de evolución social en el análisis antropológico del Otro. Sin embargo, como destaco en mi tesis de doctorado (de la cual es parte el presente artículo), la incorporación de la noción de cultura de ninguna manera eliminó la noción de progreso en la antropología estadounidense (Blanchette, 2006). Varios alumnos de Boas continuaban incorporando las nociones de "civilización" y "primitivismo" en sus análisis de los pueblos indígenas, situando estos conceptos como antagónicos y presumiendo que la asimilación de un conjunto de valores (los de la "civilización") necesariamente implicaba la eliminación del otro. Véase Thomas Biolsi (1997) para una discusión más profunda de este síntoma en el trabajo de campo de H. Scudder Mekeel, futuro jefe de la División de Antropología Aplicada de la OIA.

 

Información de autor(a)

Thaddeus Blanchette. Es profesor de antropología cultural en la Universidad Federal de Río de Janeiro (Campus Macaé). Se graduó en sociología, portugués y estudios de América Latina en la Universidad de Wisconsin, Madison. Obtuvo su doctorado en antropología social por el Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Su tesis doctoral, Cidadãos e Selvagens, explora la incorporación de la antropología a la administración indígena en los Estados Unidos entre 1870–1940. Blanchette es ciudadano de los Estados Unidos pero reside en Río de Janeiro con su esposa y compañera de investigación, la doctora Ana Paula da Silva.

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