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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.24 Ciudad de México may./ago. 2007

 

Saberes y razones

 

Entre la volatilidad y el afianzamiento del PAN. Cambios en la dinámica electoral en Querétaro

 

Ana Díaz Aldret

 

Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro, México. adiaz@uaq.mx

 

Recepción: 9 de enero de 2007
Aceptación: 5 de marzo de 2007

 

Resumen

El 2 de julio de 2006 se llevaron a cabo distintos procesos electorales en Querétaro. Sin duda, la elección presidencial fue la que atrajo más atención e imprimió su lógica al resto, abriendo espacios para que se suscitaran movimientos sugerentes, como la manifestación de una tendencia centro-izquierda en el estado, a la vez que una consolidación del panismo. En este artículo se identifican los principales cambios en la distribución del voto en función de las tendencias establecidas entre 1997 y 2003. Se ofrece una lectura sustentada en la elección concurrente y se analizan los resultados de los diferentes tipos y niveles de procesos celebrados.

Palabras clave: Querétaro, sistema de partidos, elecciones concurrentes, participación, volatilidad.

 

Abstract

On July the 2nd 2006, different electoral processes were held in Querétaro.Without a doubt, the presidential election drew most of the attention and imposed its logic on the rest of the races, opening spaces for the emergence of attractive movements, such as a statewide center-left trend, as well as the consolidation of the PAN (Partido Acción Nacional).This paper identifies the main changes in the voting patterns that altered the trends established in 1997 and 2003. It also offers an analysis based in the concurrent election and studies the results of the different types and levels of elections that took place.

Keywords: Querétaro, party system, concurrent elections, participation, volatility.

 

INTRODUCCIÓN

Los comicios de 1997 en Querétaro se distinguieron por haber dado lugar a una nueva distribución del poder político. El paso de un sistema de partido hegemónico a uno competitivo fue el resultado de un desplazamiento masivo del voto, de un modo en apariencia permanente, hacia el Partido de Acción Nacional (PAN), lo que dio lugar a lo que se conoce como un realineamiento1. Al cabo de casi una década, las elecciones del año 2006 constituyen la consolidación de Querétaro como un bastión del panismo y, a pesar de que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) (solo o en alianza) registró un importante crecimiento en la entidad, es posible observar que asistimos a una estabilización del sistema bipartidista PAN-Partido Revolucionario Institucional (PR!) que se configuró a raíz de la elección crítica de 1997.

Un debate importante que ha suscitado la democratización en América Latina versa en torno al grado en el que los sistemas de partidos —ahora competitivos— han conseguido institucionalizarse2. El proceso de institucionalización implica el reconocimiento de los partidos y las elecciones como las instituciones legítimas para definir gobiernos y, por lo tanto, supone la estabilidad de la competencia interpartidaria, la existencia de partidos fuertes que compiten regularmente y tienen presencia a lo largo del territorio y, en consecuencia, que mantienen bases estables de apoyo social (Mainwaring y Scully, 1995). Los procesos de democratización y la competencia abierta representan nuevos retos y oportunidades para los partidos pues, por un lado, abren incentivos para su desarrollo organizativo y, por otro, los obligan a ser eficientes ya mantener su legitimidad y sus vínculos con el electorado.

El equilibrio en el sistema de partidos refleja una relativa estabilidad en el patrón de distribución de los votos entre las diferentes fuerzas electorales. Para determinar el grado en que esta nueva estabilidad se ha instaurado, postulamos explorar la forma que adopta su presencia no sólo en la escala nacional, sino también en los ámbitos regionales. En el caso de Querétaro interesa observar si después de 1997 las alianzas que se han celebrado entre los partidos, el surgimiento de nuevos partidos o la incorporación de nuevos votantes han modificado sensiblemente la competencia o el comportamiento de los electores. La consolidación del formato bipartidista PAN-PRI en el ámbito local forma parte de la transformación del mapa electoral en el país. Aunque a nivel nacional el sistema político exhibe de manera estable la presencia de tres partidos políticos importantes (PAN, PRI y PRD), lo cierto es que, en una escala más fina, la distribución de las preferencias electorales muestra que el tripartidismo nacional está conformado por bipartidismos regionales con una clara distribución espacial: en el norte, centro-norte y occidente predomina el formato PAN-PRI, mientras que en el centro-sur y sur del país la competencia tiende a establecerse principalmente entre el PRI y el PRD.

Si bien los pasados comicios confirmaron el predominio del PAN en Querétaro, también pusieron en evidencia cambios en las tendencias que se habían venido configurando a partir de 1997. Como intentaré mostrar, esto obedece a que Querétaro es una entidad en la que, más que en otras, convergen circunstancias nacionales y locales en la orientación de las preferencias electorales. En esta entidad todas las elecciones locales se realizan de manera simultánea y son concurrentes con los procesos federales: las elecciones intermedias a nivel federal coinciden con la elección de gobernador, y las intermedias locales con la elección de presidente de la República.

En una elección son muchas las variables que interactúan y están en juego: las campañas, los candidatos, las estructuras de los partidos o los determinantes que provienen del propio diseño institucional (sistema electoral), entre otros. Existe un debate teórico acerca de los factores que explican el comportamiento electoral: los determinantes o clivajes de carácter social; las lealtades y la identificación partidaria, o aspectos de más corto plazo, como la evaluación que los electores hacen de los gobiernos, las agendas y los candidatos. En todo caso, cada elección tiene sus particularidades y sus resultados expresan condiciones y dimensiones específicas. Las elecciones presidenciales son muy diferentes a las demás, aun cuando sean concurrentes. En ellas, el peso de los candidatos, el impacto mediático y las estrategias de los actores tienden a adquirir un papel determinante; además, los intereses y temas que se ponen en juego en una elección presidencial engloban dilemas de gran relevancia, que suelen estar lejos de las preocupaciones que atrapan la atención de los ciudadanos en los escenarios regionales: la disyuntiva entre la continuidad o el fin del régimen priísta en el año 2000; o el laicismo juarista versus el fin de la separación Iglesia-Estado; la soberanía nacional versus la globalización o el Estado versus el mercado (en 2006).

Las elecciones legislativas, por su parte, reflejan de manera más nítida la correlación de fuerzas que existe en un sistema político y las bases de apoyo electoral con que cuentan los partidos, sobre todo en un sistema como el nuestro, en el que los vínculos entre los legisladores y los electores en sus distritos son débiles. Es decir, una elección legislativa parece reflejar más la preferencia por un partido que por candidatos en específico. Finalmente, las elecciones locales muestran aspectos de la política y de su operación muy diferentes a los que se expresan en las elecciones nacionales. En Querétaro, por ejemplo, las alianzas de los partidos de centro-izquierda que han operado en el plano nacional no se han producido en el ámbito local, en el cual el PRD ha competido solo. En suma, cada elección requiere de estrategias de investigación específicas para captar los elementos que las impactan, ya que suelen no ser los mismos (López, 2002). Sin embargo, el hecho de que en Querétaro las elecciones sean concurrentes permite examinar si las alineaciones electorales son similares en el plano local y en el nacional, pues los electores se enfrentan en un mismo momento a la evaluación de temas, escenarios políticos y agendas diferentes.

En este sentido, cabe diferenciar entre los análisis que buscan explicar los determinantes del comportamiento electoral y los que examinan los resultados de las elecciones y el mandato que expresan. Para los primeros es necesario incorporar bases de datos de corte cualitativo, usualmente encuestas, que permitan aproximarse al conocimiento de las preferencias, las opiniones, las lealtades partidarias y las evaluaciones que los electores hacen de los partidos gobernantes a fin de sopesar la existencia de un voto retrospectivo. Dado que carecemos de ese tipo de información, en este artículo nos proponemos realizar un análisis de los resultados de las elecciones de 2006 en Querétaro, poniendo énfasis en los cambios que se experimentaron sobre la distribución del voto y en aspectos como la volatilidad, la fragmentación del voto y la variable participación/abstención. De alguna manera, estos datos nos remiten a la forma que asume el sistema de partidos, a su estabilidad y, de manera indirecta, a las relaciones que se establecen entre los ciudadanos y los partidos.

El traslape o yuxtaposición de los procesos locales y federales produce un fenómeno de oscurecimiento: ¿a cuál atribuir el mayor influjo en los resultados? En las siguientes páginas procuraré mostrar que el análisis de las estadísticas electorales debe acompañarse de un examen de los arreglos que hacen los agentes locales para orientar las oportunidades abiertas por los procesos nacionales en su propio beneficio (alianzas, desprendimientos, fracturas). Este acercamiento es necesario para dimensionar el cambio observado en la orientación del voto.

Nuestra reflexión sigue el siguiente orden. En primer lugar se examinan las tendencias electorales establecidas entre 1997 y 2003, que marcan un antecedente de la contienda electoral del año 2006; luego se presentan los resultados electorales de esta última contienda, considerando por separado el nivel federal, el estatal y el municipal. A continuación se analizan los principales rasgos que adoptan los resultados electorales desde la perspectiva de la concurrencia de los procesos federales y locales. Por último, se ofrecen una recapitulación y posibles líneas de interpretación de lo que ha implicado esta contienda para las distintas fuerzas políticas y para el desarrollo de la democracia electoral en el ámbito regional.

 

TENDENCIAS DEL COMPORTAMIENTO ELECTORAL 1997-2003

Participación electoral

Como se puede observar en el cuadro 1, aunque en Querétaro la participación de la ciudadanía en los procesos electorales federales ha estado siempre por encima de la media nacional, sigue claramente la misma tendencia.

La tasa de participación muestra su nivel más bajo en 1988. Esto puede explicarse, en parte, por la falta de credibilidad y legitimidad de las elecciones. A partir de 1991, la participación de los ciudadanos en los procesos electorales empieza a recuperarse y repunta siempre en los años que coinciden con la elección presidencial. El crecimiento de la participación electoral registrada entre 1988 y 1994 muestra el interés de una ciudadanía que vio en las elecciones una forma de manifestarse políticamente. En 2003 la abstención creció hasta 58.3%, rebasando incluso el nivel de la etapa inmediata anterior a la pluralización del sistema de partidos. Un fenómeno como la abstención tiene muchas variables en juego, pero aunado a que se trataba de elecciones intermedias y que ya no estaba en juego la hegemonía del PRI, habría que considerar el desencanto de la ciudadanía en relación con las expectativas generadas por la alternancia en la presidencia de la República. En Querétaro, tanto el PAN como el PRD recibieron ese año menos votos en términos absolutos que en 2000, y aunque el PRI incrementó su votación en alrededor de 4 000 votos, es preciso recordar que fue en alianza, por primera vez, con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), de modo que el significativo crecimiento del abstencionismo en 2003 indica también un desgaste del sistema de partidos, o de los partidos tradicionales, si además se confirma que la votación por "otros" partidos fue la que creció más notablemente (véase cuadro 3).

Al analizar las tasas de participación en elecciones federales, Querétaro resulta siempre ubicado en los primeros tres lugares en el conjunto de los estados del país. Sin embargo, el estado no escapa de la tendencia general a la baja en la tasa de participación electoral, que ha pasado de 83% en 1994 a 64% en 2006. Es decir, a partir de la pluralización del sistema de partidos y en poco más de veinte años, la participación ha caído veinte puntos porcentuales, a pesar del crecimiento sostenido y estable de la lista nominal (véase cuadro 2, p. 139). Si la incorporación masiva de nuevos electores, como la que se registra entre 1988 y 1994, es característica de las primeras etapas de los procesos de democratización, el crecimiento de la abstención da cuenta de una crisis de representación que se expresa en la desafección de los ciudadanos hacia los procesos electorales.

De acuerdo con las tendencias previas, en una elección especialmente competitiva como la que se presentaba en 2006, en Querétaro la participación fue alta en relación con la media nacional, como es típico, evidenciando un rasgo de la cultura política local: la alta estima en que se tiene a las elecciones como mecanismo privilegiado de legitimación y de integración sociopolítica. La tasa de participación remontó respecto de 2003, pero no alcanzó los niveles del año 2000.

 

Estabilización de las bases de apoyo electoral de los partidos

Al analizar los resultados de las elecciones para diputados federales entre 1991 y 2003, podemos advertir dos periodos que muestran tendencias diferenciadas. El primero abarca de 1991 a 1997 y se caracteriza por cambios que expresan un marcado crecimiento de la lista nominal de electores (1991-1994), la captación de esos nuevos votos por parte de los tres principales partidos y un fuerte crecimiento electoral del PAN, combinado con el declive sostenido y acelerado de la votación a favor del PRI (véase cuadro 4). Un segundo periodo se perfila entre 1997 y 2003, cuando las tendencias electorales adquieren una relativa estabilidad que concluye en el proceso electoral más reciente.

Entre 1991 y 1994 la lista nominal de electores se incrementó en 40%, de lo cual los tres principales partidos se beneficiaron, pues en todos los casos incrementaron el número de votos a su favor. Sin embargo, desde entonces es posible apreciar que el PAN se muestra como el partido con mayor capacidad para atraer a nuevos votantes, estableciéndose así la tendencia que dominará y definirá el escenario político electoral en los años siguientes.

En términos llanos, en el periodo que va de 1994 a 2003 el PAN atrajo alrededor de 170 mil nuevos votos, cifra que equivale a la tercera parte del crecimiento que registró la lista nominal en el mismo tiempo. Al igual que el PAN, el PRD muestra una tendencia creciente en su captación de nuevos votantes entre 1991 y 1997. Sin embargo, y a pesar de que prácticamente quintuplicó sus votos en ese periodo, alcanzó su porcentaje más alto en 1997 (equivalente a 9% de la votación total).

El PRI consiguió sus márgenes más altos de votación en 1994, año de elección presidencial, en el que logró captar 57% del electorado, cifra muy cercana al promedio que alcanzó a nivel nacional. Aunque en Querétaro ya se venía presentando una tendencia a la baja en las votaciones a favor del PRI, todavía en 1994 los resultados de las elecciones para diputados federales estuvieron por arriba de la media lograda por ese partido a nivel nacional y, de hecho, la entidad ocupó el sexto lugar entre las que presentaron los mejores resultados en términos relativos. En este contexto no dejó de ser sorprendente la alternancia en la gubernatura, pero sobre todo la caída de más de veinte puntos porcentuales en las votaciones para el PRI en tan sólo tres años y teniendo en cuenta que el gobierno saliente gozaba de una buena aceptación por parte de la ciudadanía. En 1997 la caída del PRI fue monumental (perdió 40% del electorado que había logrado captar) y, si bien en 2000 y en 2003 logró recuperar votos, nunca recobró los niveles que había alcanzado en 1994. Es decir, si se tiene en cuenta el aumento natural del electorado, es posible concluir que el desempeño del PRI para revertir las tendencias de desalineamiento de los electores no ha sido el mejor. Como puede observarse en el cuadro 4, el PRD ha tenido también un pobre desempeño en la captación de nuevos electores y para aprovechar las oportunidades abiertas por la pluralización del sistema político. De hecho, en esta etapa ninguno de los tres principales partidos superó las tasas de crecimiento del electorado, pero el que mejor se desempeñó fue el PAN, al incrementar los votos a su favor en 15%.

Como se puede observar en los cuadros 3 y 4 (pp. 139 y 140), en la segunda etapa —que va de 1997 a 2003— se estabilizan los votos para el PRI y para el PRD. En las elecciones de 2000 y de 2003 ambos partidos mantuvieron una base estable de alrededor de 190 mil votos para el primero y de 40 mil para el segundo. Este hecho refleja la incapacidad de ambos para atraer a nuevos votantes, sobre todo si se toma en cuenta que el padrón creció en cerca de 100 mil electores en ese mismo lapso. En términos generales, durante el periodo que va de 1994 a 2003 el PRI perdió casi 84 mil votos en Querétaro, que equivalen a la cuarta parte del crecimiento de la lista nominal en esos años.

En esta fase los votos registrados a favor del PAN oscilaron entre 200 mil y 270 mil votos equivalentes a 43 y 49% de la votación total. En cambio, la participación relativa que el PRI alcanzó en el conjunto de la votación fue de entre 33 y 39.5%, y la del PRD fluctuó entre 4 y 8%.

A partir de la apertura del sistema político, el realineamiento del electorado queretano se dio alrededor del PAN, con lo que se configuró un sistema de dos partidos y medio (o bipartidismo plural), en el cual la izquierda tiene una presencia menor. Hasta 1997 el crecimiento del PAN y de los otros partidos se explicaba por la pérdida de votos del PRI. A partir de ese año, el PAN creció fundamentalmente por su capacidad de incorporar nuevos votantes y en función de los reacomodos del electorado entre el propio PAN y los demás partidos (véase cuadro 4), aunque las fluctuaciones no son muy grandes. A partir de 1997 el retroceso del PRI dejó de serla variable fundamental para explicar el avance de los demás partidos.

En la gráfica 1 (p. 141) también es posible observar cómo la competencia entre el PAN y el PRI se abre en los años que coinciden con elecciones presidenciales, mientras que tiende a cerrarse cuando los procesos coinciden con elección de gobernador. De alguna manera, en Querétaro la polarización que origina la contienda presidencial tiende a beneficiar al PAN.

 

LAS ELECCIONES FEDERALES DE 2006 EN QUERÉTARO

Elección presidencial

Los resultados electorales de la contienda presidencial mostraron el mismo formato que a nivel nacional: el triunfo para el PAN, en segundo lugar la Coalición por el Bien de Todos (en adelante CPBT) y en tercero la Alianza PRI-PVEM (Alianza por México, APM). Un hecho notable fue la cantidad de votos que logró en la entidad el candidato de la coalición de izquierda, si tomamos en cuenta los resultados expuestos en el apartado anterior, que ilustran la escasa fuerza que el PRD había alcanzado en el estado hasta 2003. Con todo, en Querétaro la competencia entre el PAN y la CPBT fue mucho menos cerrada que en el conjunto del país. Felipe Calderón ganó con 49% de la votación total, es decir, obtuvo 13 puntos más que los que logró a nivel nacional. De hecho, Querétaro fue la cuarta entidad con mayor proporción de votos a favor del PAN en la elección presidencial, sólo detrás de Guanajuato (59%), Sonora (50%) y Jalisco (49.3%), estados en los que, con excepción de Sonora, ese partido gobierna. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador, candidato de la CPBT, quedó en segundo lugar con 24.3% de los votos y poco menos de la mitad de los sufragios que obtuvo Calderón. Finalmente, Roberto Madrazo sólo captó 20% de la votación total emitida. López Obrador y Roberto Madrazo obtuvieron menor proporción de votos en Querétaro que la que lograron a nivel nacional; para el primero, el porcentaje fue menor en 11 puntos, mientras que para el segundo, la votación recibida estuvo sólo dos puntos por debajo de su media nacional.

El candidato del PAN triunfó en los cuatro distritos electorales federales en los que está dividido el estado. Sin embargo, para apreciar mejor la distribución de las preferencias electorales, considero más productivo adoptar una perspectiva que observe el nivel municipal. Calderón triunfó en 14 de los 18 municipios que hay en el estado; López Obrador y Roberto Madrazo ganaron en dos cada uno. Calderón resultó vencedor en los cinco municipios que estaban gobernados por el PAN, pero también ganó en ocho gobernados por el PRI y en el único presidido por una administración perredista, mientras que Roberto Madrazo y López Obrador ganaron en municipios gobernados por el PRI. Al analizar los resultados en términos relativos, se aprecia que Calderón rebasó la línea de 50% en los municipios de Huimilpan, Querétaro, Corregidora y Colón4; mientras que López Obrador y Roberto Madrazo no obtuvieron la mayoría absoluta en ninguno.

La gráfica 2 compara los resultados electorales para presidente de la República en 2000 y en 2006. En los últimos comicios, Calderón conquistó 31 998 votos más que Fox en 2000. Roberto Madrazo se quedó a 59 434 de la votación de Labastida, y López Obrador obtuvo 120 754 votos adicionales a los obtenidos por la Alianza por México seis años atrás. El PAN no logró la mayoría absoluta que consiguió en el año 2000 (52%), mientras que la coalición de izquierda incrementó sensiblemente su votación tanto en términos absolutos como relativos, pues su participación en 2000 había llegado a sólo 7% y en 2006 ascendió a 24%. El PRI vio considerablemente disminuido su apoyo electoral, ya que éste se redujo de 34 a 20%.

 

Elecciones del Congreso

Lo primero que hay que mencionar es que el segundo lugar que López Obrador logró en las elecciones presidenciales no se repitió en los resultados de las elecciones de representantes al Congreso de la Unión. En este sentido, es posible ver un voto diferenciado, pues la APM se colocó en segundo lugar con siete puntos de ventaja respecto de la votación obtenida por los candidatos de la CPBT.

Por lo que toca a la elección de diputados federales, los resultados de 2006 modificaron la tendencia a la estabilización de las votaciones obtenidas por los principales partidos entre 1997y2003.Enun contexto en el que la lista nominal mantuvo la tasa de crecimiento que había venido registrando (equivalente a poco más de 100 mil nuevos electores), el PAN captó 89 000 nuevos votos, el PRI en alianza con el PVEM perdió alrededor de 32 500, y la CPBT atrajo 74 500 nuevos sufragios respecto de los que había logrado el PRD en 2003. En términos relativos, esto significa que el PAN se recuperó de la caída que había experimentado y elevó su participación en la votación global a 48% (apenas un punto abajo de lo alcanzado en 2000), y que las votaciones para el PRI y para el PRD, que se habían estabilizado en 38 y 8%, respectivamente, variaron sensiblemente, pues el PRD creció hasta 18%, mientras que el PRI cayó a niveles inéditos de 25%. Es decir, como se puede apreciar en el cuadro 6 (p. 143), en esta ocasión —y al igual que había sucedido hasta 1997—, es el retroceso de la votación del PRI lo que explica el crecimiento, sobre todo, del PRD y, en menor medida, el del PAN.

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Nuevamente el PAN superó, en términos relativos, la votación que obtuvo en el país en su conjunto. Tanto en la elección de diputados federales como en la de senadores, los resultados se situaron 15 puntos porcentuales por arriba de los resultados electorales nacionales. En el caso de la votación a favor de los candidatos de la APM, tanto en la elección de diputados como en la de senadores las votaciones se situaron tres puntos porcentuales por debajo de lo que logró a nivel nacional. Finalmente, los candidatos a diputados federales y a senadores de la CPBT lograron una votación que representa 11 y 12 puntos porcentuales menos que la obtenida en todo el país.

Con base en estos datos, es posible dilucidar el tipo de comportamiento electoral en Querétaro. Los votos por el PAN observan un movimiento bastante homogéneo en las tres elecciones. Calderón obtuvo 1 795 votos más que los senadores de su partido y 8 694 más que los diputados federales, pero en buena medida estas diferencias están relacionadas con los diferentes índices de participación en las tres elecciones. En resumen, 97% de la votación que obtuvo Felipe Calderón en Querétaro provino de votantes que se inclinaron por el PAN en las tres elecciones federales.

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Los resultados de la votación a favor de la APM y de la CPBT muestran un comportamiento más diferenciado. Aproximadamente 71% de los ciudadanos que votaron a favor de López Obrador prefirieron también a los candidatos para senadores y diputados postulados por la Coalición por el Bien de Todos. Este candidato a la presidencia obtuvo 43 091 votos más que los primeros y 45 330 más que los segundos.

En sentido inverso, en el caso de la APM, los electores prefirieron a los senadores y a los diputados federales de dicha coalición, por sobre su candidato a la presidencia de la República. Sólo 82% de los votantes que sufragaron a favor de los candidatos al Congreso de la APM lo hizo también por su candidato presidencial Roberto Madrazo.

 

LAS ELECCIONES LOCALES DE 2006

Como introducción al apartado en el que examinaremos los resultados de los más recientes comicios de diputados locales y ayuntamientos, es preciso señalar que las tendencias en la distribución de las votaciones entre los partidos observadas en el plano de las elecciones federales se repiten o conservan al analizar el plano local (gráfica 3). Esto significa que, quizás como efecto de las elecciones concurrentes, lo que tiende a predominar en Querétaro es el voto en cascada y que, en consecuencia, las votaciones para los partidos en los procesos locales también tendieron a estabilizarse entre 1997 y 2003. En teoría, las elecciones concurrentes favorecen el "arrastre" de votos, es decir, que la elección más significativa —en el caso que analizamos, las presidenciales— opaque y, en cierta medida, determine a las demás. Esto es así porque la agenda política que se pone en juego en una elección presidencial disminuye la posibilidad de que los partidos traten distintos temas para las diversas elecciones, lo que a su vez inhibe las posibilidades de que un mismo elector pueda optar por partidos distintos en las diferentes elecciones (Colomer, 1999).

La gráfica 3 (p. 144) muestra un comparativo entre los resultados agregados de algunas de las elecciones que se llevan a cabo de manera simultánea. En ella es posible advertir una fuerte estabilidad en la distribución del voto para los tres principales partidos y poca fragmentación del mismo en el periodo que va de 1997 a 2003. Estos datos abonan a la hipótesis de que se produjo un realineamiento del electorado en torno al PAN a raíz de 1997. La imagen también nos muestra que las votaciones son bastante homogéneas, a excepción del impacto que tienen las elecciones presidenciales sobre el crecimiento de votos a favor del PRD (2000 y 2006), que es menor en el plano local que en el federal. Ello, sin embargo, está asociado a que el PRD no participa en alianza en las elecciones locales, como sí lo hace en las federales.

Una vez asentadas las principales tendencias, podemos describir el sentido de los resultados de los comicios más recientes. Querétaro está dividido en 15 distritos electorales locales; además de estar en juego las respectivas diputaciones, se disputaron también 18 ayuntamientos. Una respuesta rápida a la pregunta "¿quién ganó en Querétaro?" iría en el sentido de que el PAN arrasó, y el PRD y Convergencia se abrieron nuevos espacios. Sin embargo, debido a circunstancias ligadas al ambiente político próximo a la elección y a que, como ya se ha apuntado, la polarización de la elección presidencial tiende a beneficiar al PAN, el avance del PRD no se tradujo en una apertura o pluralización del sistema de partidos. Los resultados electorales arrojan un formato de bipartidismo puro en buena medida porque el crecimiento del PRD se dio a costa del PRI y, en consecuencia, el margen de victoria se abrió considerablemente para el PAN.

Tal y como sucedió a nivel nacional, en el PRI estatal se vivieron divisiones y rupturas internas a causa de la disputa por las candidaturas. No hay espacio para detallar la manera en la que los personajes queretanos y priístas que han alcanzado notoriedad en el país mantienen al PRI estatal dividido6. Sin embargo, en esta ocasión baste con mencionar que los sectores —Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) y Confederación Nacional Campesina (CNC)—, así como algunas organizaciones afines —Organismo Estatal de Mujeres, Movimiento Territorial, Federación de Trabajadores del Estado de Querétaro (FTEQ) y Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC)— llegaron a pedir la destitución del presidente del Comité Directivo Estatal. El mes de enero y el arranque de la campaña de Roberto Madrazo en la entidad encontraron al PRI estatal dividido; el Comité Directivo Estatal publicó la convocatoria oficial para el registro de los aspirantes a las candidaturas sin consensarla con los disidentes y sin recurrir a la mediación del delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en el estado. Esta fractura tuvo efectos sobre los procesos de elección de candidatos para las presidencias municipales y, como se verá, entrañó altos costos en términos de los resultados electorales para ese partido7.

El resumen de los resultados de las elecciones locales de 2006 se muestra en el cuadro 8.

 

Diputados locales

Al examinar los resultados de las elecciones para diputados por el principio de mayoría, se advierte que el PAN aventajó con mucho a la APM, su más cercano competidor. De la misma manera que sucedió en la elección para diputados federales, en esta ocasión el PAN recuperó 85 893 votos de los que había perdido en 2003 y, aunque superó en números absolutos la votación que había logrado en 2000, no alcanzó los 49 puntos porcentuales que consiguió en esa ocasión. El PRI, por su parte, sufrió un serio descalabro, pues recibió poco más de 170 mil sufragios, equivalentes a 27% de la votación total, lo que constituye la votación más baja que este partido haya registrado.

En 1997, año de la alternancia en la gubernatura del estado, el PRD logró 8.5% de la votación total, pero en las siguientes elecciones perdió casi la mitad de sus votantes, para recuperarse en 2003 y seguir con una tendencia creciente, que lo lleva a duplicar el número de sus electores y a alcanzar un porcentaje de 13% en la elección de 2006. De modo que el efecto López Obrador alcanzó a beneficiar al PRD en las elecciones locales para diputados, pero este partido solo, sin el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia, se quedó cinco puntos porcentuales por debajo del promedio que logró la CPBT en las elecciones federales.

El PAN ganó en doce de los quince distritos electorales locales en los que está dividida la entidad, mientras que la APM aventajó en los tres restantes. Aunque en términos relativos el PAN obtuvo apenas cinco puntos más que en 2003, el declive del PRI (que iba en alianza con el PVEM) y la distribución de los votos en el territorio produjeron un cambio significativo en la composición del Congreso del Estado. Si en la LIV Legislatura (2003-2006) el PAN obtuvo ocho diputados por el principio de mayoría y logró cuatro por el de representación proporcional, es decir, contó con doce legisladores (48% del total), en la Legislatura actual suma 16 escaños (el máximo permitido por la ley), que representan 64% del total, lo cual posibilita que ese partido logre una mayoría calificada con sólo conseguir el acuerdo de un diputado más. La LV Legislatura está conformada por cinco diputados de la Alianza por México, 16 del PAN, dos del PRD, uno de Convergencia y uno de Nueva Alianza (los diputados del PRD, C y NA son todos por representación proporcional).

Aunque la APM ganó en tres distritos, esto ocurrió con márgenes verdaderamente cerrados frente a la segunda fuerza que en todos los casos fue el PAN: en el distrito VIII fueron 806 los votos de diferencia; en el XIII, 40, y en el XV, 437. Es decir, respecto de 2003, la alianza PRI-PVEM perdió más de 34 mil votos y cuatro distritos: el III, el IX, el X y el XI, que corresponden a los municipios de San Juan del Río, Pedro Escobedo y Tequisquiapan, todos ellos situados en la región de los Valles. En estos últimos cuatro casos el desplome de la APM está asociado con un crecimiento significativo de los votos a favor del PAN. En particular en los dos distritos correspondientes a San Juan del Río resulta notable la recuperación de ese partido —que obtuvo nueve puntos porcentuales más respecto de la elección anterior—, así como el repunte significativo experimentado por el PRD, que pasó de 2% de los votos en 2003 a 12% en 2006. En los otros dos distritos el avance del PAN se acompaña de un desplazamiento de votos hacia partidos pequeños: en Pedro Escobedo hacia Nueva Alianza y en Tequisquiapan a Convergencia.

Estos resultados pueden explicarse, en parte, por las tendencias que se habían venido estableciendo en elecciones anteriores. En 2003, como es posible apreciar en el cuadro 9 (p. 148), en todos los distritos, menos en el XV, la Alianza para Todos (PRI-PVEM) ganó con márgenes muy estrechos, es decir, con niveles de competitividad muy elevados, lo cual indica que el partido ganador puede cambiar en la siguiente elección8. En contraste, el PAN parece ir consolidando su dominio en los distritos en los que ganó en 2003, no sólo por el hecho de que los conservó, sino porque en todos ellos —salvo en los distritos XII y XIV, que corresponden a los municipios de El Marqués y Cadereyta— se amplió el margen de victoria. De modo que en 2006, de los doce distritos en los que el PAN resultó vencedor, siete presentan un nivel de competencia medio, tres bajo, y sólo dos se revelan como espacios muy competidos.

 

Elecciones municipales de 2006

En las elecciones de 2003 el PRI (solo o en alianza con el PVEM) ganó en 12 de los 18 municipios existentes en la entidad, el PAN en cinco y el PRD en uno. Los más recientes comicios representan un importante quiebre pues Acción Nacional duplicó el número de ayuntamientos que preside y obtuvo el triunfo en municipios que hasta hace muy poco eran auténticos bastiones del priísmo, como es el caso de los municipios serranos.

El PAN, PRD y Convergencia participaron en todos los municipios; el PRI y PVEM participaron en alianza en 15 y por separado en Ezequiel Montes y en los municipios serranos de Jalpan y Landa. El PT no presentó planillas en los municipios de Arroyo Seco, Corregidora, Ezequiel Montes y Landa; Nueva Alianza no participó en El Marqués, Huimilpan, Landa, Pedro Escobedo, Peñamiller y Pinal de Amoles; Alternativa Socialdemócrata y Campesina únicamente participó en Colón. La capacidad de cobertura territorial está evidentemente relacionada con la institucionalización de los partidos y con la capacidad de los mismos para tener bases en el tejido social.

En el cuadro 10 (p. 149) se muestran los resultados de las elecciones de ayuntamientos. El PRI tuvo un fuerte retroceso respecto de las elecciones de 2003, en las que ganó en 12 municipios, pues como resultado de los comicios de 2006 hoy preside únicamente cinco ayuntamientos (Amealco, Cadereyta, Ezequiel Montes, Peñamiller y San Joaquín). El quebranto resalta aún más si se toma en cuenta la magnitud de la población gobernada, equivalente a 11% del total de la entidad. Ello obedece a que la incapacidad de atraer nuevos votantes que había venido mostrando el PRI tiene también una clara dimensión espacial. Mientras que el dominio del PAN se instaló y avanzó desde la región de los valles —la más industrializada y próspera de la entidad—, el PRI mantuvo su dominio en municipios con bajos índices de crecimiento y en contextos de poca integración social por la baja densidad de población y la dispersión de los lugares de residencia (el semidesierto, la Sierra Gorda y los municipios rurales del sur de los valles). Como se puede apreciar en la gráfica 4 (p. 150), los municipios en los que el PRI ganó en 2006 tienen poco peso en términos del número de electores. A raíz de este proceso electoral, el PRI conserva el poder predominantemente en la zona del semidesierto, mientras que la fuerza del PAN se ha extendido a la región serrana.

La conquista del territorio por parte del PAN ha seguido una trayectoria paulatina y creciente en el transcurso de la última década. Hasta el año 2003 contaba con un importante voto duro en los dos principales centros urbanos y había logrado incrementar las votaciones a su favor en el resto de los municipios. En 2006 obtuvo por primera vez el triunfo en municipios donde el PRI conservaba el control, como es el caso de Colón, Huimilpan y en la zona serrana (Jalpan, Landa y Pinal de Amoles); conservó Querétaro, Corregidora y El Marqués; recuperó Pedro Escobedo y San Juan del Río; y perdió los municipios de Cadereyta y Ezequiel Montes. En conjunto, el PAN gobierna en la actualidad a 83% de la población del estado. Por su parte, el PRD retuvo Tequisquiapan y ganó por primera ocasión en Arroyo Seco.

En ocho de los doce casos en los que los resultados de 2003 advertían la posibilidad de un cambio, éste se cumplió: dos a favor del PRI o la APT, cinco a favor del PAN y uno a favor de Convergencia (véase cuadro 10, p. 149). Salvo en Landa, Tolimán y Ezequiel Montes, que han mostrado consistentemente una alta volatilidad, el partido o alianza que había sido el principal contrincante en la anterior elección resultó triunfador o triunfadora en esta ocasión.

Como se ha mostrado, en Querétaro es posible hablar de un realineamiento electoral a favor del PAN y de un proceso de institucionalización del sistema bipartidista. Sin embargo, en las elecciones de 2006 fue posible observar una volatilidad alta que se tradujo en alternancias y cambios en la configuración del poder municipal. En principio, la volatilidad puede ser leída como un signo democrático de la competencia entre partidos y la existencia de opciones para el elector; sin embargo, la persistencia de una alta volatilidad por periodos prolongados o a lo largo de varios procesos electorales consecutivos sugiere que muchos ciudadanos están en busca de alternativas de representación y, en consecuencia, indica insatisfacción con la forma en la que están siendo representados (Mainwaring, 2006). En los apartados siguientes se exploran las particularidades de los procesos locales y el movimiento masivo de votos del PRI hacia el PRD y otros partidos como Convergencia.

Difícilmente podríamos vincular una explicación del nivel de volatilidad con las condiciones de modernización o de desarrollo socioeconómico, ni con factores regionales pues, como se muestra en el cuadro 11 (p. 151), ya que se observan comportamientos similares en municipios con perfiles muy diferentes entre sí. Es posible entonces pensar que los patrones o marcos que definen la forma de votar de las poblaciones desempeñan un papel sustancial. Vemos también que hay municipios que presentan niveles altos de volatilidad electoral a lo largo de todo o la mayor parte del periodo de vigencia de un sistema de partidos plural (Arroyo Seco, Cadereyta, Ezequiel Montes y Pinal de Amoles). En todos ellos un segmento importante del electorado cambia frecuentemente el sentido de su voto y no mantiene vínculos más perdurables de lealtad con ningún partido. En Cadereyta y Ezequiel Montes la política anti-partido gobernante (o voto de protesta) parece ser una constante; en Pinal de Amoles (municipio serrano) tienden a prevalecer las fracturas y fragmentaciones de los partidos y la política de "seguir al líder". En los dos últimos, los partidos pequeños han desempeñado un papel coyuntural. En Arroyo Seco se ha configurado poco a poco un tripartidismo.

Más allá de estos casos en los que la volatilidad alta es una constante, el incremento de la volatilidad registrado en muchos de los municipios en las pasadas elecciones parece estar asociado con una falla del PRI para representar adecuadamente los intereses de la población y para dar cabida a algunos sectores (el PRI cayó 13 puntos porcentuales respecto de la elección anterior, mientras que el PAN y el PRD tuvieron un incremento de cinco y seis puntos respectivamente). Como veremos, el despliegue nacional que tuvo el PRD en ocasión de la disputa por la presidencia representó una oportunidad para que los actores a nivel local evidenciaran esa crisis de representación.

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El retroceso del PRI

El PRI (solo o en alianza con el PVEM) perdió nueve de los doce municipios que había gobernado en el trienio 2003-2006, cuatro de ellos pertenecientes ala región serrana, en la que tradicionalmente había dominado; recuperó Cadereyta y Ezequiel Montes (en este último caso el PRI fue solo) y conservó Amealco, Peñamiller y San Joaquín. En siete de los municipios que el PRI perdió, los resultados se inclinaron a favor del PAN; Arroyo Seco actualmente es gobernado por el PRD, y en Tolimán, la APM cayó frente a Convergencia, un partido pequeño que antes de 2006 no había tenido una presencia importante en dicho municipio10.

Además de que las tendencias electorales ya anunciaban al PRI que siete de sus municipios probablemente cambiarían de manos, la crisis que vivió ese partido en el mes de enero tuvo efectos innegables sobre los resultados electorales. La oposición de algunos sectores al dirigente estatal tuvo eco en los municipios. Las contiendas internas por las candidaturas a las presidencias municipales con frecuencia fueron impugnadas y ocasionaron una desbandada de los aspirantes no beneficiados y sus bases hacia otros partidos que les abrieron la oportunidad de contender bajo sus siglas, principalmente el PRD y Convergencia.

En cada municipio operan fuerzas distintas. En nueve de ellos, los aspirantes que salieron del PRI se presentaron como candidatos de otros partidos; en siete el PRD fue el partido que los cobijó, y en dos fue Convergencia11. Se presentaron también por lo menos dos casos en los que las fracturas fueron más fragmentadas, es decir, más de un priísta abandonó ese partido y contendió por otro. Así sucedió en Pedro Escobedo y en San Juan del Río, donde, además de los aspirantes inconformes que emigraron al PRD, otros ex priístas compitieron por Convergencia en el primer caso, y por el Partido Nueva Alianza en el segundo. En cualquier caso, el PRD logró votaciones importantes en algunos municipios en los que anteriormente no había mostrado ninguna fuerza12.

Además de los municipios en los que líderes priístas abiertamente compitieron por otros partidos, por lo menos en otros tres casos los disgustos asociados con la contienda interna no derivaron en candidaturas alternas o en rupturas visibles, pero sí en un desplazamiento de los votos hacia otros partidos: en Arroyo Seco hacia el PRD, y en Ezequiel Montes y Landa hacia el PAN. De esta forma, sólo en cinco municipios los candidatos del PRI parecen no haber tenido problemas de legitimidad y apoyo entre sus bases: Cadereyta, San Joaquín, Tequisquiapan, Tolimán y Huimilpan. Ninguno de los ex priístas inconformes que compitió bajo otras siglas logró el triunfo, pero en todos los casos fragmentaron el voto duro del PRI y beneficiaron indirectamente a otros partidos.

En algunos casos, como el de Corregidora y El Marqués, las fracturas perjudicaron al PRI y cancelaron para este partido la oportunidad de recuperar alcaldías que el PAN había ganado con márgenes muy estrechos en 2003 y que se distinguieron por administraciones municipales muy cuestionadas por la ciudadanía y por rompimientos al interior del propio PAN13.

 

Partido Acción Nacional

Si analizamos los resultados desde la perspectiva del PAN, sus triunfos en los municipios de Colón, Huimilpan y Jalpan son producto de un trabajo sostenido para atraer a nuevos votantes, sobre todo en el caso de Jalpan, donde el PAN se ha empeñado en atraer a los campesinos y donde la pasada elección obtuvo apenas 61 votos menos que el PRI14. En Jalpan y Colón la creciente competitividad del PAN se combinó con fracturas al interior del PRI.

Las alternancias en los municipios serranos de Landa y Pinal de Amoles se explican más por la coyuntura. En el caso de Pinal, a pesar de que a partir de las elecciones de 2000 se había venido configurando un bipartidismo y de que el PAN incrementaba su número de votos elección tras elección, todavía estaba 20 puntos porcentuales por debajo de la Alianza PRI-PVEM, y hasta las elecciones de 2003 el crecimiento sostenido del PAN no se había acompañado de un declive del PRI15. En Landa el comportamiento electoral ha sido más errático y dependiente de los candidatos. Hasta 2003 el tradicional competidor del PRI había sido el PAN. En ese año, el PRD se colocó en un cercanísimo segundo lugar y en esta elección fue el PAN el partido que abanderó al candidato preferido por el electorado16.

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El PAN perdió los municipios de Cadereyta y de Ezequiel Montes. En el primero, el candidato priísta evitó las rupturas presentes en otros casos y las fracturas se vivieron por el lado del PAN, ya que su candidato no fue bien visto ni por la militancia ni por la ciudadanía, que también estaba descontenta con la saliente administración panista.

Ezequiel Montes es un caso único, pues a partir de 1997 el PAN y el PRI se han alternado el poder en cada elección. Si en 1994 el margen de triunfo del PRI fue de 81%, tres años después el PAN, que había obtenido la gubernatura, triunfa con un 20% de diferencia. A partir de entonces la competitividad ha ido creciendo, hasta llegar a una diferencia de 6% entre la primera y la segunda fuerza en la reciente elección. Sin embargo, en 2003, de manera sorpresiva el PVEM se colocó como la segunda fuerza, con 26% de los votos por arriba del PRI. En el año 2000, este partido prácticamente no existía en el municipio pues apenas tenía 0.5% de la votación total. Como resultado del reciente proceso electoral, el PVEM descendió a 13%. Se trata de un electorado muy volátil, que vota más por candidatos que por partidos. Una investigación reciente (Arroy, 2005) registra la extensión hacia el ámbito electoral de una cultura de la apuesta, cultura muy generalizada en esta sociedad ranchera, en la que las oligarquías locales se alternan el poder. En esta ocasión, las tendencias oscilantes que se han venido presentando como una constante coincidieron, al igual que en Cadereyta, con rupturas al interior del PAN, originadas en cuestionamientos a la legitimidad con la que se seleccionó al candidato y ante una administración saliente que dejó descontenta a la ciudadanía por su nepotismo. Aunque en el PRI hubo inconformidades por la selección del candidato, éstas no se tradujeron en abiertas rupturas.

Las constantes en los casos en los que el PAN pierde municipios son la combinación de un voto de castigo y rompimientos al interior del propio PAN. En estos casos, el descontento encontró a un PRI unido (o por lo menos no tan fracturado) que pudo capitalizar ambas cosas.

 

Los triunfos del PRD, más allá de la coyuntura

Veamos ahora los triunfos del PRD. En Tequisquiapan, desde 1997 se venía configurando un tripartidismo que finalmente cristalizó en las elecciones de 2003 con la aparición de Convergencia y de Fuerza Ciudadana. Hasta entonces, en cada elección, crecían los votos a favor del PAN y del PRD. En 2000 el PAN pierde frente al PRI por tan sólo 279 votos, un punto porcentual de diferencia; y el PRD se queda en un no muy lejano tercer lugar, siete puntos por debajo del PAN. En 2003 el PRI pierde tres mil votos que equivalen a 40% de lo conseguido en 2000; el voto duro del PRI se divide entre Convergencia y Fuerza Ciudadana, que acumulan entre los dos 3 850 votos, equivalentes a 18.5% de la votación total. El PRI no es el único que pierde votos; también el PAN cae en 1645 votos, es decir, 23% de su votación anterior. El PRD es el único que logra mantener su votación, con lo que se configura un escenario en el que los tres principales partidos logran votaciones muy parejas: en términos relativos la alianza PRI-PVEM consigue 21%, el PAN 27% y el PRD logra el triunfo con apenas 28% de la votación total. Convergencia logra una votación significativa equivalente a 12%, y Fuerza Ciudadana se queda con 7%. En las elecciones de 2006 se repite casi el mismo escenario de 2003; el porcentaje obtenido por partido es el siguiente: PRD, 28%, PAN, 26%, y PRI-PVEM, 24%; Convergencia sube a 13%.

El PRD tiene en Arroyo Seco una larga historia. La presencia de partidos diferentes al PRI en la región serrana ocurre, de manera incipiente, a través del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en 1982. En 1988 la oposición crece como consecuencia de fracturas al interior del PRI, y aunque en ese año no logra articularse a través de ningún partido, da pie al surgimiento del PRD en 1991. En 1997 la votación a favor del PRD llega a representar 25%, lo mismo que en 2003. Así, este partido logra estabilizar un voto duro equivalente a mil votos aproximadamente; hasta ese momento, el PRD tenía una presencia estable pero todavía no ponía en aprietos al PRI. En las elecciones de 2006 el PRD fue el único partido que incrementó los votos a su favor y, en consecuencia, obtuvo el triunfo con 49% de la votación. En este caso, algunas bases del PRI promovieron el voto a favor del PRD.

En ambos casos podemos observar cómo más allá de los rompimientos del PRI, el PRD logra el triunfo en municipios en los que la construcción de una base de apoyo y el desarrollo organizativo del partido se han tejido paso a paso, de manera constante y paulatina.

 

ELECCIONES CONCURRENTES

En Querétaro las elecciones concurrentes tienen un efecto en diversos planos. La evidencia empírica apoya esta afirmación. Por lo que toca a la variable participación/abstención, tal y como demuestra el examen de los datos es posible apreciar que en Querétaro la participación electoral siempre es alta y se encuentra por encima de la media nacional. Esto puede deberse a que en cada proceso se elige un cargo ejecutivo, o la presidencia o la gubernatura. Además, la información presentada indica que no se identifican grados muy diferentes de participación en las distintas elecciones.

Asimismo, es posible comprobar que en el periodo comprendido entre 1991 y 2006 y a nivel nacional, por lo menos la mitad de los estados con elecciones concurrentes se encuentran entre los primeros diez lugares de participación. En este último año Querétaro tuvo el quinto lugar en participación con 63.9%, sólo por debajo de Tabasco (68.2%), el Distrito Federal (68%), Yucatán (67%) y Campeche (65%).

Por lo que toca al fenómeno de arrastre, hemos visto cómo las votaciones suelen ser muy uniformes y, en consecuencia, se mantienen los patrones de distribución en las diversas elecciones. Sin embargo, en 2006 sí es posible registrar un voto diferenciado en las elecciones federales, aunque el voto panista se mostró bastante más homogéneo que el del resto de los partidos. Calderón obtuvo alrededor de 7 800 votos más que los candidatos a senadores de su partido, y casi 10 500 votos más que los diputados federales. Entre el electorado del PRI y del PRD, una parte importante de los ciudadanos diferenció su voto en las elecciones presidenciales. En el conjunto del estado, López Obrador recibió un promedio de 45 000 votos más que la votación obtenida por los candidatos a senadores y a diputados federales de la CPBT. Como ya se ha mencionado, la alianza entre el PRD, el PT y Convergencia no se repitió en las elecciones locales, en las que cada uno de estos partidos presentó candidatos por separado y, por lo tanto, no son comparables los diferentes ámbitos electorales. Por su parte, la APM obtuvo también votaciones muy similares en las diferentes elecciones celebradas, si se deja de lado la elección presidencial. Es posible apreciar que la alianza PRI-PVEM logró mejores votaciones en las elecciones locales que en las federales. Sin embargo, el diferencial más importante se observa en la votación obtenida por su candidato presidencial: Roberto Madrazo obtuvo casi 30 000 votos menos que los candidatos a senadores y a diputados federales de la APM; alrededor de 37 000 votos menos que los diputados locales y 45 741 votos menos que los que obtuvo el PRI en las elecciones municipales, ya fuera solo o en alianza con el PVEM17. Resulta claro que los votos que perdió la APM y el voto útil del Partido Nueva Alianza (alrededor de 20 000 sufragios) fueron capitalizados en mayor medida por López Obrador que por Calderón.

 

RECAPITULACIÓN

En este análisis he trabajado siguiendo tres pistas centrales: el posicionamiento de las diferentes fuerzas políticas, la estabilidad en los patrones de distribución del voto entre ellas y el impacto que sobre los resultados puede tener la concurrencia de los procesos. ¿Qué conclusiones podemos extraer del análisis que hasta aquí hemos presentado? En un primer momento quiero puntualizar los principales resultados, considerando el conjunto de la participación lograda por los diferentes partidos y alianzas:

1. El gran triunfador de las elecciones de 2006 en Querétaro fue, sin lugar a dudas, Acción Nacional, pues obtuvo la mayoría relativa en las elecciones presidenciales, las cuatro diputaciones federales por el principio de mayoría relativa que se disputan en el estado, las dos senadurías por el principio de mayoría, el mayor número de curules (16) que es posible tener en el congreso estatal y diez alcaldías.

Otro ganador, sin duda, fue la izquierda, que hasta ahora no había logrado una presencia importante en el estado; en esta ocasión el PRD consiguió, sin alianza con otros partidos, dos diputaciones locales por el principio de representación proporcional y dos alcaldías, pero incrementó sensiblemente su votación en varios municipios. En las elecciones presidenciales, la CPBT obtuvo el segundo lugar, aunque esta posición no se sostuvo con los resultados obtenidos en las otras elecciones realizadas de manera simultánea en el estado.

En términos relativos, en las elecciones federales el PRI, en alianza con el PVEM, ganó cinco puntos porcentuales más respecto de los que había obtenido en las presidenciales, mientras que la CPBT disminuyó de 24 a 18%. Es decir, la APM obtuvo la curul en el Senado correspondiente a la primera minoría, y en las elecciones locales le sigue al PAN en número de curules y presidencias municipales ganadas: se adjudicó tres diputaciones locales por mayoría, dos por representación proporcional y el PRI, solo o en alianza con el PVEM, cinco alcaldías en municipios electoralmente pequeños.

Por una parte, estos resultados nos hablan de los importantes recursos políticos que el PAN tiene en el estado, pero también de la mayor penetración que el PRI posee, tanto en el tejido social como en el territorio, en relación con la que ha acumulado el PRD. A pesar de ello, el apoyo electoral a favor del PRI disminuyó considerablemente. Las votaciones a su favor fueron muy uniformes en todas las elecciones, salvo en la presidencial, pero se pueden apreciar votaciones ligeramente mejores en los ámbitos más cercanos al electorado, es decir, en los comicios locales.

Al PRD le sucede lo contrario y esto se debe, en buena medida, a que en el ámbito local este partido compite sin alianzas. Este hecho, a su vez, no puede entenderse sin hacer referencia a los incentivos que tiene la dirigencia de Convergencia para intentar capitalizar para sí los rompimientos que se suceden al interior del PRI, debido al conocimiento y las redes que mantiene con la militancia de ese partido en los municipios.

2 . Los datos revelan también, en mayor grado, que a nivel nacional, el avance en el deterioro electoral del PRI es debido a su propia desarticulación. Este partido participó en todas las elecciones y obtuvo un escuálido resultado gracias a una clara disminución de votantes y a un grave problema de representación. Entre 1997 y 2003 el retroceso del PRI dejó de ser el factor principal para explicar el crecimiento de los otros partidos, pero en los pasados comicios, el crecimiento del PRD y de Convergencia se da a costa del apoyo electoral del tricolor. Por una parte, esto nos indica un nuevo desalineamiento del electorado priísta; por otra, si asociamos este punto con el análisis del voto diferenciado que hemos presentado, es posible inferir algunas apreciaciones alentadoras para las tendencias de centro-izquierda, sin llegar a exageraciones que distorsionen o despisten. Las elecciones de 2006 demuestran que ha crecido el reclamo popular sobre ese poder fragmentado que se manifestó en los procesos de selección interna de los candidatos del PRI, tanto a nivel nacional como estatal, y que puede indicar la existencia de una reserva de votantes potenciales de centro-izquierda disponible para un realineamiento.

3 . Un resultado destacable es que en el proceso electoral de 2006 se evidenció la existencia de una tendencia de centro-izquierda en el estado que ha quedado registrada electoralmente y que es mayor de la que se había expresado de acuerdo con los datos de procesos electorales anteriores. Aunque vale preguntarse si el PRD hubiera logrado ese avance sin el peso de la candidatura de López Obrador, también debe resaltarse el hecho de que, a pesar de la débil institucionalización del PRD en el estado, este partido logró capitalizar el papel central que la tendencia de izquierda adquirió en la disputa electoral a nivel nacional. A pesar de ello, el relativo éxito de la CPBT y del PRD a nivel local no debe ser juzgado sólo en el corto plazo como una drástica reorganización del "mapa político" de Querétaro. Por un lado, es claro que el PRD creció a costa del PRI y no del PAN, que mantuvo sus niveles de votación y abrió su margen de victoria; por otro, es preciso recordar, como sugiere Pacheco (2003), que los procesos de desalineamiento pueden manifestarse a veces por medio de una alta volatilidad, pero sólo una relativa estabilidad en el tiempo muestra si hay un cambio perdurable de las preferencias.

4 . En ese sentido, considero que es un error de carácter metodológico no diferenciar entre los fenómenos y procesos cuantitativos y cualitativos. Este error impide distinguir entre el avance en términos electorales del PAN y la novedad que implica la presencia significativa del PRD respecto de la evidencia cualitativa que revela que las rupturas en el PRI resultaron provechosas para el emplazamiento electoral regional de esos dos partidos. Es decir, una cosa son las tendencias ideológicas y la representación, y otra la fuerza de los liderazgos locales que distorsiona la medición real de la penetración de los partidos o de su institucionalización. Puede ser que las cifras reflejen la aglutinación de los candidatos "extraviados" y sus bases más que la penetración real de los partidos en el tejido social. Hemos visto cómo los partidos que crecieron en las elecciones locales acudieron en buena medida a la atracción de mediadores políticos locales, cuya base es inestable, y sólo en algunos casos dicho crecimiento puede atribuirse a una acumulación de bases de apoyo electoral que trasciende la actual coyuntura.

5 . A nivel estatal es más o menos claro el avance del proceso de institucionalización del sistema bipartidista PAN-PRI. A nivel municipal algunos subsistemas muestran todavía un desarrollo incipiente y en otros (los menos, como Tequisquiapan) parecen estabilizarse formatos más plurales. Como han señalado Mainwaring y Scully (1995), ahí donde los sistemas de partidos están poco institucionalizados, hay más espacio para el desarrollo de una política personalista y menos oportunidades para la rendición de cuentas y la legitimación de las instituciones de la democracia. En esta lógica, los resultados electorales nos aportan pistas para dimensionar los procesos de desarrollo político a nivel municipal, así como los distintos ritmos y direccionalidades del cambio en las regiones.

6. Finalmente, la cultura política es también un componente importante para explicar el comportamiento electoral. Vale la pena volver al argumento de que la volatilidad electoral puede estar asociada a un desalineamiento producto del desarrollo de un electorado más sofisticado e independiente (y por lo tanto "disponible" para el mercado electoral) (Molina y Pérez, 2004). Un rápido examen de lo sucedido en los municipios nos lleva a pensar que dicha volatilidad puede ser ilustrativa de la permanencia de ciertos patrones premodernos más que de la asimilación de una cultura de la pluralidad y de la valoración de la potencia del voto como instrumento para la eficiencia ciudadana. Es cierto que una parte importante del voto duro priísta hoy se encuentra "disponible" para la oferta electoral; sin embargo, es posible referirnos a un proceso de institucionalización que tiene diversos ritmos: el comportamiento electoral de amplios sectores de la población parece no estar motivado por la cultura política institucional de las democracias modernas, sino por una más asociada a viejos patrones clientelares o paternalistas. Esta cultura política, con todo, acepta, incorpora e incluso demanda instancias de representación 160 4 e instituciones democráticas (elecciones, partidos). En este sentido, se puede decir que los procesos electorales despliegan y expresan una composición de experiencias, concepciones y tradiciones, provenientes tanto del desarrollo político autoritario como de la institucionalidad democrática. Más que un conflicto entre dos modelos o tipos de cultura política, me inclino a pensar que nos hallamos ante un proceso de yuxtaposición, no sin tensiones, que finalmente beneficia a los partidos que se nutren de esas relaciones clientelares, más que ante una auténtica representación de la diversidad de intereses.

 

Fuentes bibliográficas y documentales

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Notas

1 A la disminución de la proporción de ciudadanos que se identifica de manera estable con un partido político se le conoce como desalineamiento. Este proceso se traduce en movimientos o traslados masivos de votos o bien en un aumento significativo de la abstención. El realineamiento alude a un reacomodo estable de las lealtades que se han desprendido con anterioridad y hace referencia a un cambio duradero en la distribución de votos entre los partidos.

2 En los últimos años, en países de la región como Venezuela, Perú y Ecuador, sistemas de partidos o partidos que tradicionalmente habían sido fuertes han cedido lugar a movimientos antisistema o a una política personalista. Este hecho refleja una importante crisis de representación y supone retos importantes para la legitimidad, la estabilidad y la eficacia de las instituciones y la política democráticas (Mainwaring, 2006).

3 Las cifras de la participación en elecciones federales se establecen con base en elecciones para presidente de la República (1994,2000 y 2006) y de diputados por representación proporcional (1991,1997 y 2003).

4 Es importante mencionar que Corregidora es un municipio conurbado a la ciudad capital, por lo que en realidad Calderón obtuvo la mayoría en el conjunto de la zona metropolitana .

5 En los cálculos se incluyen las votaciones de todos los partidos que han contendido en cada proceso electoral, pero para mayor claridad sólo se separan las cifras de aquellos que han participado en más de un proceso y que actualmente cuentan con registro. Aunque el Partido del Trabajo (PT) perdió su registro desde 2003, se le incluye porque los márgenes de votación que obtuvo hasta ese año podrían distorsionar el resultado del agregado de "otros". Para el cálculo del número de partidos significativos (NP), se aplica el índice de Molinar que "cuenta" al partido ganador de modo diferente al resto (como uno solo). Esto resulta útil en el caso mexicano por el amplio margen de victoria que frecuentemente se presenta. La debilidad es que conforme crece la competencia, el índice pierde fuerza aunque sigue siendo útil. En el caso de las elecciones recientes, refleja con mayor fidelidad la situación queretana si tenemos en cuenta que el margen de victoria se abrió hasta alcanzar 21 puntos porcentuales. Los rangos del índice NP se establecen de la siguiente manera: sistema hegemónico (un partido domina), NP = 1.0 a 1.5; bipartidismo puro,NP = 1.5 a 2.0; bipartidismo plural (o sistema de dos partidos y medio en el que la competencia se establece entre dos pero hay un tercero más débil), NP = 2.0 a 2.5; tripartidismo o multipartidismo (tres o más partidos), NP > 2.5 (Molinar, 1991).

6 Mariano Palacios Alcocer, Fernando Ortiz Arana, Enrique Burgos García y Silvia Hernández.

7 La disputa empezó por la candidatura a la presidencia municipal de la capital del estado, que fue otorgada a la ex rectora de la Universidad Autónoma de Querétaro como candidata externa. Las organizaciones y sectores rebeldes argumentaron que dicha candidatura violaba los estatutos del partido. Las candidaturas para cargos federales fueron distribuidas por el grupo de Mariano Palacios Alcocer, dirigente nacional. Las candidaturas locales fueron decididas por el grupo que controla la estructura a nivel estatal, el grupo del ex gobernador y ex secretario del Trabajo, Enrique Burgos García.

8 Becerra (2001: 311) define los niveles de competitividad de acuerdo con los siguientes criterios, en función del margen de victoria: a) competencia muy elevada: entre 0.01% y 5%; b) alta competencia: entre 5.01% y 15%; c) mediana competencia: entre 15.01% y 30%; yd) baja competencia: más de 30%.

9 El índice de volatilidad o índice de Pedersen registra el cambio neto en los votos (o sillas en el congreso) entre partidos de una elección a otra: IV= suma de las variaciones absolutas/2. Los rangos se establecen de la siguiente manera: Baja: IV entre 1 y 10; Media: IV entre 10 y 20; Alta: IV mayor a 20.

10 En las elecciones municipales de 2003, Convergencia obtuvo en Tolimán 2.5% de la votación.

11 En Amealco, Corregidora, El Marqués, Pedro Escobedo, Peñamiller, Pinal de Amoles y San Juan del Río compitieron por el PRD. En Colón y Jalpan, por Convergencia.

12 Tal es el caso de Amealco, donde el PRI ganó por apenas 184 votos de diferencia, es decir, con un margen de apenas un punto porcentual. En este caso, la fractura del PRI derivó en la candidatura, por el PRD, del ex oficial mayor de la presidencia municipal que contaba con influencia en numerosos barrios de la zona indígena. Anteriormente, el PRD no había tenido presencia electoral en el municipio: obtuvo alrededor de 800 votos en 1997; en 2000 no presentó planilla, y en 2003 logró apenas 472 votos, que equivalieron en su momento a un tres por ciento de la votación total.

13 En El Marqués, por ejemplo, el PRI perdió porque el PRD, que no contaba con estructura en el municipio ycuyo candidato fue un aspirante inconforme del propio PRI, logró atrapar más de seis mil votos equivalentes a 20% de la votación total. Esto no deja de ser sorpresivo si se considera que el PRD logró apenas 3% de la votación en 2003, con 676 votos, y que en 2000 ni siquiera compitió.

14 Huimilpan se ha caracterizado por un bipartidismo y una tradición sinarquista favorable al PAN. Este partido había ganado ya en seis de las catorce secciones electorales en los pasados comicios y presentó en 2006 a un candidato que logró una buena penetración en las comunidades.

15 En las recientes elecciones el aspirante inconforme del PRI se presentó como candidato del PRD, partido que obtuvo 1 585 votos más que en la elección anterior, ycon ello logró 18%, distante del 2% que había obtenido en 2003. El declive de la votación del PRI y el crecimiento en las votaciones a favor del PAN y del PRD explican el cambio en las tendencias.

16 Hasta 2003 el PRD no había tenido una presencia significativa (5% de la votación en 1997 y 3% en 2000); a pesar de ello, en esa elección logró atraer 2 253 votos (273 menos de los que sumó el PRI). Detrás de este resultado se encuentra el liderazgo natural del entonces candidato perredista que contaba con un número importante de seguidores y con el apoyo absoluto del Comité Estatal del partido. La relación de los resultados con los candidatos en específico se torna aún más visible en las recientes elecciones, pues el PRD pierde casi la mitad de los votos que había logrado porque en esta ocasión se impone la figura del candidato del PAN, una persona con prestigio en el municipio, que ya había sido candidato en las elecciones de 2000 y que logra aglutinar en torno suyo a perredistas y priístas resentidos por las elecciones internas de sus respectivos partidos.

17 Cabe recordar que el PRI se presentó al margen del PVEM en las elecciones municipales en Ezequiel Montes, Jalpan de Serra y Landa de Matamoros.

 

Información sobre la autora:

Ana Díaz Aldret. Doctora en ciencias sociales por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como jefa de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, en la cual ha sido docente e investigadora desde 1997. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

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