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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.22 Ciudad de México sep./dic. 2006

 

Introducción y comentario

 

El estudio de los códices

 

Luz María Mohar Betancourt*, Rita Fernández Díaz**

 

* Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Distrito Federal. luzma@ciesas.edu.mx

** Universidad Iberoamericana y Universidad del Valle de México, México-Distrito Federal. ritafernandez88@yahoo.com.mx

 

Desacatando la costumbre generalizada sobre el estudio de códices, que todavía camina hacia la interpretación de estos manuscritos indígenas entendiéndolos como mera iconografía que ilustra la glosa española —postura iniciada a principios del siglo XVI y en gran medida vigente al inicio de este tercer milenio—, un conjunto de investigadores se reúne para confrontar esta posición, conformando este número de Desacatos en torno a lo que el enfoque etnográfico teórico-metodológico galarziano propone: considerar el conjunto de glifos o pictografías como textos escritos con base en la imagen codificada como un complejo sistema plástico lingüístico que, antes de interpretarse, debe ser leído.

La mayoría de las colaboraciones exponen resultados de análisis de investigaciones anteriores que se han extendido durante varios años y que se circunscriben, generalmente, en proyectos mayores. El artículo "Las escrituras que privilegian la imagen: cuatro casos", de Anne-Marie Vié-Wohrer, provee al lector de un panorama sobre los principios de cuatro sistemas de escritura basados en la imagen: el cuneiforme, el jeroglífico egipcio, el chino y el de tradición azteca náhuatl. "Estilo y escritura nahua-tolteca en la Historia tolteca chichimeca" de Cecilia Rossell, presenta algunas características de la cultura y lengua nahuas y su ejemplificación en varios glifos. "Than-Uooh. Experiencias con la escritura maya yucateca prehispánica", de Edmundo López de la Rosa y Patricia Martel, nos permite ver, a partir de un ejemplo lexicográfico (u than u uooh) en maya yucateco y su correspondiente plástico, la relación  que existe entre la oralidad y la escritura tomadas como dos dimensiones indisolubles. "El método de Galarza aplicado al Mapa de Otumba, un documento pictográfico poco conocido del México colonial', de Jean-François Genotte, ofrece los resultados del análisis de un documento cartográfico del siglo XVI en el que el autor, a partir de su lectura, presenta una visión general de la organización sociopolítica de los pueblos indígenas en la época colonial temprana. Por último, Perla Valle, en su colaboración "Glifos de cargos, títulos y oficios en códices nahuas del siglo XVI", retoma, al igual que el resto de los autores, la propuesta de Joaquín Galarza de análisis fonético-fonológico y semántico-morfológico que permite la transcripción y lectura de los glifos, en este caso de los nombres propios de la jerarquía novohispana y de los lugares que gobernaban, escritos en una compleja amalgama de náhualt y castellano. En la sección de Legados, Miguel Ángel Recillas recupera las principales aportaciones que Joaquín Galarza realiza al estudio de las escrituras mesoamericanas y a las diferentes disciplinas que tienen como objeto de estudio un códice.

Con la lectura de este número, el esfuerzo de los autores y su aplicación del legado galarziano, pretendemos ofrecer un homenaje póstumo al iniciador de la contemporánea Teoría de la escritura mesoamericana.

 

ANTECEDENTES

Su mayordomo mayor era un cacique
al que le pusimos por nombre Tapia,
y tenía cuenta de todas las rentas que
le traían a Moctezuma, con sus libros,
hechos de papel, que se dice amal, y
tenían de estos libros una gran casa
de ellos.

Bernal Díaz del Castillo

 

Desde el primer momento en que los españoles conquistadores del territorio mesoamericano se enfrentaron a los habitantes de esas nuevas tierras, algunos de ellos quedaron sorprendidos ante la majestuosidad y complejidad de los centros urbanos, de su organización y de la especialización lograda entre sus habitantes.1 Cuando las flamas de la conquista y el humo de las batallas disminuyeron, la convivencia de los conquistadores y de los frailes con la vida y las costumbres de las sociedades originarias fue mostrándoles la sabiduría de los dominados. Desafortunadamente, pocos fueron los que se percataron de estos elementos que mucho después los estudiosos definirían como de alta cultura o propios de sociedades complejas, estratificadas.2

La descalificación de lo que veían que hicieron varios europeos, el cuestionamiento acerca de su capacidad para registrar su historia, así como los argumentos y los debates sobre la inteligencia y la condición humana de los pueblos conquistados, su racionalidad y su civilización, fueron objeto de apasionadas discusiones (Boone, 2000: 3). Al respecto, Joseph de Acosta (1963:89) menciona en su libro, escrito probablemente entre 1581 y 1590, que su intención es "deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos [de los indios] como gente bruta y bestial y sin entendimiento, o tan corto que apenas merece ese nombre".

En consecuencia, el reconocimiento de la existencia de la escritura en las culturas indígenas, tema central del presente texto, fue cuestionada. Algunos conquistadores y funcionarios no podían aceptar que existiese una forma de registro distinta a la escritura alfabética. Esta posición perduró durante varios siglos y todavía hoy es fuente de debate con la postura opuesta. Ejemplos de esta percepción son lo dicho por Hans Prem: "La escritura azteca debe considerarse como un sistema ampliamente defectuoso e inferior al europeo en casi todos los aspectos" (1992:69) o las propuestas con fines de discusión que se presentaron en el I Coloquio de Documentos Pictográficos de Tradición Náhuatl celebrado en la ciudad de México en 1989: "La ausencia de un orden preciso de lectura nos indica que no es ésta una escritura propiamente dicha y los trabajos sobre ella ratifican su carácter" (Manrique, 1989:164).

Quienes sí la reconocieron como escritura quedaron impactados ante esa tradición que registraba por medio de imágenes una gran variedad de temas. Estos registros localizaban, por ejemplo, la ubicación de caminos, ríos y montañas en mapas pintados sobre lienzos de algodón: baste recordar aquí las menciones del propio Cortés al respecto (fig. 1, en pliego de color, p. I). También se anotaban, usando distintos colores, los diferentes tipos de tierras, como da cuenta de ello fray Juan de Torquemada (fig. 2, también en pliego de color, p. II):

Para excusar confusión en el conocimiento de estas tierras, las tenían pintadas en grandes lienzos, de tal manera que las tierras de los calpules estaban pintadas de color amarillo claro y las de los principales con un color encarnado, y las tierras de la recámara del rey en color colorado (Torquemada, 1969:547).

Sobre la anotación exacta de cantidades y medidas, y de los tributos que debían pagar, Alonso de Zorita anota que: "tributaban en sementeras casi todos en general, porque todos estaban escritos en sus pinturas en cada pueblo y barrio"(1963:37). Frailes y conquistadores mencionan la existencia de "pinturas" sobre las historias de sus batallas y conquistas, así como de conocimientos astronómicos y religiosos anotados en documentos que eran elaborados por especialistas o pintores-escritores llamados tlacuilos y que se resguardaban en palacios denominados amoxcalli o casa de los libros:

[...] tenían ayos maestros que les enseñaban y ejercitaban en todo género de artes militares, eclesiásticas y mecánicas y de astrología por el conocimiento de las estrellas, de todo lo cual tenían grandes y hermosos libros de pinturas y caracteres de todas estas artes por donde enseñaban. También tenían libros de su ley y doctrina a su modo, por donde los enseñaban, donde hasta que doctos y hábiles no los dejasen salir sino ya hombres (Fray Diego Durán, cit. por León Portilla, 2003: 125).

Numerosas son las descripciones en que se habla de la existencia de estos registros, de cómo se pintaban con diversos colores y sobre un tipo de papel desconocido para los europeos. La manufactura de este papel, que se plegaba a manera de un biombo en cuyos extremos se colocaban tapas de madera, fue detalladamente descrita por Francisco Hernández, protomédico de Felipe II (Hernández, 1959) (fig. 3, en pliego de color, p. III).3 También servían de soporte pieles de animales, especialmente de venado, finamente trabajadas, a las cuales se les cubría de una imprimatura que permitía el deslizamiento del pincel.

Fueron los militares y los frailes quienes primero se percataron de la existencia de estos libros, a los cuales denominaron generalmente como "pinturas". Algunos de ellos consideraron desde los primeros años de la conquista estos manuscritos como verdaderos libros. Destacan en ese sentido las crónicas de Pedro Mártir de Anglería (1965), cronista de la corte, quien describió con detalle todo aquello procedente de los nuevos territorios que llegaba ante la nobleza europea:

Pero vayamos a sus libros, por dondequiera que el libro se abra aparecen dos caras escritas, o sea dos páginas, debajo de las cuales quedan otras tantas ocultas, a menos que se les extienda a lo largo, ya que debajo de un folio hay otros muchos unidos [...] los caracteres que usan son muy diferentes a los nuestros y consisten en dados, ganchos, lazos, limas y otros objetos dispuestos en línea como entre nosotros y casi semejantes a la escritura egipcia. Entre las líneas dibujan figuras de hombres y animales, sobre todo de reyes y magnates, por lo que es de creer que en esos escritos se contienen las gestas de los antepasados de cada rey [...] también disponen con mucho arte las tapas de madera. Sus libros cuando están cerrados son como los nuestros, y contienen según se cree sus leyes, el orden de sus sacrificios y ceremonias, sus cuentas, anotaciones astronómicas y los modos y tiempos de sembrar (Anglería, 1965,1.1.: 425-426).

Otros textos escritos en esos años hacen referencia continua a la existencia de una escritura que podía ser leída por los propios indígenas. Los funcionarios coloniales recurrieron en múltiples ocasiones a esos libros y a quienes los sabían leer para obtener información.4 En algunos escritos generados por los evangelizadores o por los mismos conquistadores se señala cómo les pedían a los sabios o tlacuiloque y a los ancianos que les leyeran y explicaran las pinturas que habían sobrevivido a la destrucción. Personajes como fray Bernardino de Sahagún (1969) o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1985), entre los más citados, trabajaron de manera muy cercana con estos sabios preguntándoles, cuestionando y anotando sus explicaciones. Así, fray Bernardino escribió:

Habiéndolos juntado propúseles lo que pretendía hacer y les pedí me diesen personas hábiles y experimentadas, con quien pudiese platicar y me supieran dar razón de lo que les preguntase [...] Estaban también allí hasta cuatro latinos, a los cuales yo pocos años antes había enseñado la gramática en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Todas las cosas que conferimos me las dieron por pinturas, que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban y los gramáticos las declararon en su lengua, escribiendo la declaración al pie de la pintura (1969,1.1: 105).

Cuando el virrey don Martín Enríquez ordenó que se hiciera una historia de los pueblos indígenas y nombró a Juan de Tovar encargado de esta tarea, este último describió cómo había necesitado de la ayuda de los sabios indígenas:

[...] ví entonces toda esta historia y hieroglíficas que yo no entendía, y así fue necesario que los sabios de México, Tezcuco y Tulla se viesen conmigo por mandato del mismo Virrey, y con ellos yéndome diciendo y narrando las cosas en particular, hize una historia (Jacques Lafaye, Manuscrit Tovar, 1972, cit. por Galarza, 1990: 32).

Es muy frecuente encontrar en la documentación generada en los primeros años de la conquista y en fechas posteriores descripciones en que se menciona, en casos de conflictos de tierras o tributos, cómo "llegaron los indios con sus pinturas" para argumentar y defender sus derechos o privilegios (Galarza, 1992b: 45).5

Se puede decir, sin temor a error, que una de las grandes pérdidas a raíz del nuevo orden colonial fue la desaparición del conocimiento generado por aquellos personajes, cuya especialidad era leer en esos lienzos o pliegos de papel amate todo lo que se consideraba necesario registrar. La importancia de las imágenes en la vida indígena fue percibida claramente por algunos frailes. Un ejemplo de ello fue la generación de catecismos indígenas para su evangelización (fig. 4, en pliego de color, p. IV), en los que se anotaron las oraciones cristianas mediante el uso de imágenes, forma que a los indios les resultaba más familiar.6

Sin embargo, gran parte del conocimiento acumulado durante generaciones perdió sentido y significado conforme el tiempo y los caracteres latinos fueron ganando terreno e invadiendo los espacios que originalmente ocupaban las imágenes multicolores. La dispersión y pérdida de estos testimonios fue devastadora. Ante la incomprensión y el interés por terminar con la religión indígena, los europeos, especialmente los religiosos pertenecientes a la alta jerarquía, organizaron la quema de estos libros generados por las sociedades indígenas. Al creer que todos ellos contenían elementos religiosos, los veían como una amenaza. Esta destrucción masiva —las quemas duraban a veces varios días— provocó la pérdida de gran parte de los testimonios escritos por los propios indios sobre su cultura. Por ello, los documentos prehispánicos con los que contamos adquieren un valor excepcional.

En la etapa posterior a la conquista se produjo otra gran cantidad de documentos. Se incorporó el uso del papel europeo como otro tipo de soporte y el formato en forma de libro desplazó a las tradicionales tiras plegadas a manera de biombo. Las glosas con caracteres latinos, escritas en castellano o en alguna lengua indígena, se añadieron a las imágenes lo que produjo documentos conocidos como códices mixtos7 (fig. 5, también en pliego de color, p. V). Los más tardíos fueron hechos en el siglo XVIII y se han identificado como Códices Techialoyan. En ellos los textos escritos en caracteres latinos desempeñan un papel predominante (fig. 6 y 6A, en pliego de color, pp. VI-VII).

En estos nuevos formatos y materiales se plasmaron muchas de las preocupaciones de las sociedades indígenas coloniales. Temas como el derecho a sus tierras, sus genealogías y su historia antigua; los reclamos de la nobleza para conservar sus privilegios de recibir tributos y los de las comunidades sobre las tasaciones tributarias excesivas impuestas por encomenderos o autoridades españolas, se convirtieron, entre otros, en los asuntos dominantes de los nuevos libros pintados. Es por ello que este conjunto de fuentes de primera mano, escritas-pintadas por los propios protagonistas, constituyen un valioso patrimonio para el conocimiento de las sociedades indígenas.

 

Los códices en el mundo europeo

El interés de personajes europeos por el estudio de estos libros o amoxtli contribuyó, en gran parte, a la dispersión de la documentación que había sobrevivido a la conquista. En el siglo XIX se les denominó códices a estos documentos pictográficos, palabra erróneamente atribuida a los libros del México Antiguo. Diversas definiciones se le han aplicado a este término usado en Europa a partir del siglo XI. Se ha dicho que es un nombre que procede del vocablo codex, cuyo significado derivó en "las tablillas donde se escribe" (León Portilla, 2003:11). Más tarde se les llamó así a los manuscritos pintados o escritos dentro de la tradición de manufactura indígena (Aguilera, 2001: 15). En este texto entendemos por códice "los manuscritos de los indígenas mesoamericanos que fijaron sus lenguas por medio de un sistema básico del empleo de la imagen codificada, derivada de sus convenciones artísticas" (Galarza, 1990: 15).

Estos libros salieron del continente por diversas razones. Fueron botín de guerra, regalo a personajes o nobles europeos o piezas de coleccionistas llevadas a Europa de manera poco legal. Así, no pueden dejarse de mencionar a personajes como Lorenzo Boturini Benaducci, de origen italiano, quien logró reunir entre 1736 y 1744 una extensa colección de códices originales. Su interés por la aparición de la Virgen de Guadalupe provocó la molestia de las autoridades virreinales, quienes le confiscaron su colección de manuscritos y lo deportaron. Este hecho trajo como resultado la dispersión de un rico acervo, una colección de documentos que su dueño original había llamado "Museo Indiano", y que posteriormente quedó repartida entre México y diversos países.

Alexander von Humboldt, otro relevante personaje europeo que también se interesó por estos materiales, forma ya parte de la historia de los mismos. El estudio de los manuscritos que emprendió y la publicación de sus trabajos en varias lenguas—inglés, alemán y español— contribuyó a despertar el interés europeo por los documentos pictográficos mexicanos (León Portilla, 2003:178).

En Europa destaca el papel desempeñado por lord Kingsborough quien, interesado por la publicación de un conjunto de códices, muere en prisión a causa de las deudas contraídas por este empeño. Joseph Alexis Aubin, por su parte, saca del país, de manera no muy legal, un valiosísimo acervo que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia. Sus trabajos de acercamiento a las imágenes y de traducción de las glosas en náhuatl quedaron anotados en algunos de los códices de su propia colección (Aubin, 1885).

Hubo otros americanistas importantes, como Eduard Seler, quien entre 1893 y 1922 publicó numerosos trabajos, cuyo interés no sólo se centra en la historia, sino también en la lingüística, la arqueología y la etnología. Estudió códices como el Tonalamatl de Aubin, el Fejervary Mayer, el Vaticano B y el Borgia, entre otros (León Portilla, 2003: 190). Destaca también Kart Anton Novotny, investigador alemán, cuyas aportaciones metodológicas influyeron en los estudiosos mexicanos y europeos con la publicación de su obra Tlacuilolli (1961).

Aportaciones de gran interés han sido también las de los historiadores del arte, quienes han demostrado la habilidad de los tlacuilos y la importancia de la línea, el color, las formas, las técnicas y los estilos. En ese sentido, una lectura obligada es el trabajo pionero de Donald Robertson, Mexican Manuscrit Painting ofthe Early Colonial Period, publicado inicialmente en 1959, así como los estudios de Constantino Reyes Valerio (1989: 71-77).8

Todos estos estudiosos han emprendido un valioso trabajo en busca de la comprensión de las páginas multicolores de estos libros. La consulta de sus textos es obligatoria para todos aquellos interesados en la historia de México.9 Sin embargo, poco se hizo en relación con la búsqueda y la definición de un sistema de escritura indígena alejado de interpretaciones y orientaciones basadas en parámetros europeos.

 

Los códices en México

En México, el estudio de estos materiales fue motivo de interés para personajes mestizos como Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Alvarado Tezozómoc o Chimalpain, herederos de las nobleza indígena, quienes percibieron la importancia de tales libros e intentaron entenderlos recurriendo a la ayuda de ancianos y sobrevivientes que podían leer estas pictografías.

Los trabajos posteriores con que contamos son esfuerzos muy valiosos por comprender las imágenes. Las aportaciones en México de Alfonso Caso relativas a los códices mixtecos marcaron el camino a partir del siglo XX y se han convertido en una referencia obligada (Caso, 1979). En años recientes se han dado interesantes discusiones en México y en otros países en torno a la metodología adecuada para el estudio de los códices. El interés por estas fuentes primarias ha estimulado de manera creciente la reproducción facsimilar de las mismas y en fechas recientes los formatos informáticos han facilitado su consulta.10

Entre los estudiosos están aquellos que consideran las glosas o anotaciones en caracteres latinos como parte fundamental del análisis. Otros opinamos que si bien las glosas o los expedientes que en ocasiones acompañan a las imágenes pueden ser de gran utilidad para entender la pictografía, también es cierto que en múltiples ocasiones esos textos no coinciden con la imagen y con frecuencia están incompletos o llegan a ser erróneos. De ahí nace la consideración de que la imagen no es una ilustración del texto, sino un texto en sí, que debe ser analizado de manera independiente y posteriormente comparado con la glosa con el fin de sacar conclusiones. Es por ello que planteamos que la imagen debe ser el punto central del análisis para entender una pictografía.

 

PROPUESTA TEÓRICO-METODOLÓGICA PARA EL ANÁLISIS Y ESTUDIO CONTEMPORÁNEO DE LOS CÓDICES11

Los investigadores de los documentos pictográficos indígenas tradicionales o códices mesoamericanos legaron, sin duda alguna, un importantísimo acervo de conocimiento construido durante más de 500 años, que ahora es cimiento de nuevas propuestas y enfoques interdisciplinarios. Desde entonces, uno de los principales y más polémicos cuestionamientos fue el de atribuirles o no a los manuscritos indígenas el estatuto de escritura. Los congresos nacionales e internacionales en esta especialidad invirtieron buena parte del siglo pasado en apasionadas discusiones al respecto.

La escritura carece, hasta el momento, de una disciplina científica que la tome como objeto de estudio. De hecho, la lingüística ha privilegiado el estudio de la lengua oral sobre la lengua escrita. Saussure afirma que lengua y escritura son dos sistemas de signos diferentes y que la única razón de la escritura es la de representar a la lengua oral; por lo tanto, el objeto de la lingüística no es la combinación de la palabra escrita y la hablada, sino exclusivamente la lengua oral. A decir de algunos especialistas, ya es momento de que surja una ciencia que tenga como objeto de estudio la escritura y sus aspectos antropológicos, sociológicos, psicológicos, entre otros. De hecho, se habla ya de una semiología de la escritura, cuya principal tarea deberá ser la de "esclarecer las interpretaciones del signo escritorio propuesto por Saussure y evidenciar la falacia del fonetismo y la escritura alfabética" (Harris, 1993: 21-23).

Si el estudio de la escritura no se ha realizado con profundidad, los estudios sobre la escritura mesoamericana, al menos hasta la primera mitad del siglo XX, son incipientes, sin fundamentos científicos y, casi siempre, llenos de interpretaciones despectivas. Las opiniones que de ella se vierten están teñidas de numerosos prejuicios. El primero de ellos, y el más común, está sustentado en la teoría evolucionista de la escritura, la cual afirma, de manera general, que las diferentes escrituras pasan por un proceso "evolutivo" que empieza por la copia "real" de la imagen y se va "perfeccionando" poco a poco hasta llegar a la escritura alfabética. De este modo, las diferentes escrituras se ubican como menos o más evolucionadas, como primitivas o desarrolladas; o bien se les niega el estatuto de escritura, minimizándolas a una expresión gráfica, exclusivamente mnemotécnica, insuficiente o imperfecta. Esta idea parece bastante etnocéntrica o "alfabetocéntrica"; no obstante, la han manejado sin dificultad lingüistas, historiadores, antropólogos y otros especialistas, quienes sólo difieren en la fase en la que ubican a la escritura mesoamericana en el supuesto camino de una evolución que va de lo figurativo o pictográfico a lo alfabético.

Tomando en cuenta que el objeto de la escritura es la producción y el uso de sistemas gráficos con fines comunicativos, entre otros, no consideramos pertinente hablar de formas más o menos evolucionadas, sino de maneras que reflejan diferentes modalidades comunicativas según las necesidades y convenciones de las culturas que las producen. Algunos teóricos (Emilia Ferreiro, 1984; Émile Benveniste, 1987; Raimondo Cardona, 1991) han encaminado sus investigaciones hacia el estudio de las escrituras en este sentido.

A partir de 1960, y hasta la fecha, se realiza una serie de estudios sistemáticos que han gestado lo que hoy se conoce como Teoría de la escritura mesoamericana. Esta corriente afirma que los códices son manuscritos pictográficos indígenas tradicionales, que conforman una compleja escritura a partir de la imagen codificada. Los investigadores a ella adscritos han desarrollado un método cuyo análisis sistemático, exhaustivo y científico trata de dar cuenta de la totalidad de los elementos en los códices. Este método está creado de tal manera que puede ser aplicable a los diferentes grupos de manuscritos indígenas tradicionales. Joaquín Galarza, iniciador de esta línea de estudios, elabora y desarrolla las bases de la teoría de la escritura mesoamericana y propone este procedimiento, cuyo propósito es efectuar un verdadero descentramiento del ojo occidental para descubrir leyes y reglas, a distintos niveles, así como funciones variadas en los signos que conforman el complejo sistema de escritura (Galarza, 1979). A partir de esta propuesta teórico-metodológica, el análisis de los documentos pictográficos indígenas da un vuelco en esa dirección. Su aplicación ha permitido obtener resultados importantes en lo relativo a leyes y convenciones del sistema.

 

Sobre el método galarziano12

Al iniciar una investigación con documentos pictóricos indígenas tradicionales, comúnmente conocidos como códices, es necesario establecer con claridad la metodología que se ha de utilizar como herramienta para su estudio. El investigador debe considerar, por un lado, la disciplina en la que se especializó y, por el otro, de manera indispensable, tomar en cuenta también que la riqueza textual que tales documentos ofrecen no puede abordarse desde una sola perspectiva. El estudio interdisciplinario se convierte en un imperativo que busca, si bien no agotar las posibilidades textuales, sí trabajar buena parte de su estructura, función y significación. Numerosas publicaciones sobre códices carecen del rigor de un método científico y con frecuencia encontramos una tendencia hacia la especulación acientífica con gran apego al enfoque occidentalista, en su mayoría fundado en las crónicas hispánicas que no han pasado por el tamiz de la crítica, sino que, al contrario, han sido tratadas en un sentido dogmático.

El método galarziano ha dotado a los investigadores de múltiples disciplinas de un instrumento idóneo para el estudio de los códices mesoamericanos. Éste se caracteriza por hacer una lectura de los códices fundamentada en la etnología, área de conocimiento que sigue las bases propuestas por Marcel Mauss.13 El método propuesto por Joaquín Galarza, de quien toma el nombre, apunta al análisis sistemático, exhaustivo y científico de la totalidad de los elementos en los códices y está creado de tal manera que puede ser aplicable a los diferentes grupos de manuscritos pictográficos indígenas tradicionales.

El método ha sido utilizado por diferentes investigadores adscritos a instituciones nacionales e internacionales. Entre los ejemplos más sobresalientes podemos mencionar los siguientes: en Francia, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), la Universidad de París IV, la Biblioteca Nacional de París14 y la École de Hautes Études en Siences Sociales (EHESS); en Italia, la Sociétá Americanista (Perugia), la Universitá de la Sapienza (Roma) y la Universitad de Boloña; en México, la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia,15 el Archivo General de la Nación (AGN), con su investigación de varios lustros que culmina con la publicación de Códices y pinturas tradicionales indígenas en el Archivo General de la Nación. Catálogo gráfico comparativo de los códices y pinturas tradicionales indígenas en el Archivo General de la Nación, cuyo estudio y catalogación corrieron a cargo de Joaquín Galarza (1997). Con esta obra se emprendió y concluyó la clasificación temática, de lugar de procedencia y la fotografía de 1 200 documentos, entre otros resultados.

El método, aplicado por su creador y sus discípulos, floreció también en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS,16 antes CISINAH) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).En esta última se enseñó por más de diez años, en la materia denominada "Fuentes para la historia de México I: Códices", para la cual Galarza escribió cuatro libros de texto como apoyo y en el "Taller-proyecto de investigación formativa (PIF) sobre escritura indígena tradicional". Ambas —la asignatura de Fuentes I y el Taller Formativo— siguen vigentes hoy en día bajo la dirección de discípulos suyos que continúan la aplicación de este método. Actualmente, los que entonces eran sus alumnos y otros nuevos investigadores coordinan y forman a su vez equipos interdisciplinarios de trabajo apegados a esta teoría para el estudio de los códices.

El método se encuentra esparcido en varias de sus obras; por ejemplo, en los cuatro volúmenes editados por Tava en la colección "Códices mesoamericanos": Amatl, amoxtli. El papel, el libro (1990); In amoxtli, in tlacatl. El libro, el hombre. Códices y vivencias (1992a); Tlacuiloa. Escribir pintando (1996) y Códices Testerianos. Catecismos indígenas: El Pater Noster (1992b). Esta editorial fue fundada en 1989, como un homenaje de los alumnos al creador del método. Escribe Joaquín Galarza:

Las notas personales de apoyo para las clases se fueron arreglando progresivamente en forma de redacciones divididas en capítulos, según los temas que nos fueran pareciendo cuestiones que respondieran a problemas que se presentaban en las lecciones. El motivo principal es el de reunir toda una serie de lecturas en las que se puedan fundar los estudiantes, primero para facilitarles el pensamiento de lo que pensamos son los códices en general, como una guía para conducirlos a consultar y conocer los trabajos publicados por diferentes especialistas; pero principalmente para explicarles y comunicarles las etapas de la investigación y los resultados de la aplicación de nuestro método (Galarza, 1990: 25).

Efectivamente, a partir de los resultados de su aplicación se han realizado numerosas publicaciones, tesis de licenciatura, maestría y doctorado —la mayoría de ellas acreedoras a menciones honoríficas, con recomendación para su publicación y/o premiadas—. El método galarziano también se utilizó para la realización de audiovisuales y abundante material microfilmado. La película Tlacuilo —producida por Enrique Escalona y basada en los estudios y publicaciones de Joaquín Galarza sobre la lectura del Códice Mendocino— mereció un Ariel especial en México, el premio Espátula de Oro en Burdeos, Francia, en 1991, y el primer premio en el Filme Arqueológico en Forli, Italia, en 1992 (Escalona, 1989a, 1989b). La película, exhibida en la televisión italiana durante seis meses, da cuenta de parte de la metodología y sigue siendo vista en los numerosos homenajes póstumos que se han realizado después del deceso de Galarza.

Uno de los aportes fundamentales al estudio de los códices que el método galarziano propone alude a la inmanencia de texto; es decir, que el análisis debe considerar principalmente la cosmovisión e idiosincrasia que subyace a la escritura indígena y tomar al texto como un todo con autonomía significante:

Para nosotros, un manuscrito mexicano forma parte de un todo que escapa a la división europea dicotómica de la imagen independiente del texto. Es la consideración de esta totalidad como una unidad la que debe fundar un nuevo método de análisis de los manuscritos mexicanos (Galarza, 1990: 15).

El método y su aplicación constituyen el cimiento para la creación de la actual teoría de la escritura mesoamericana: [...] no es un conjunto de reglas rígidas, aplicables en forma idéntica en todos los casos, pero sí una línea que se profundiza y modifica con relación a su objeto, un manuscrito particular que hace surgir problemas particulares. El método debe ser considerado como al servicio del manuscrito estudiado y no una aplicación mecánica que utiliza al documento. No está aún definitivamente constituido y no puede serlo para el caso presente más que cuando todo un grupo de investigadores y de especialistas se dedique al estudio de todo un grupo de manuscritos. Estamos muy lejos de esta etapa (Galarza, 1990: 15).

Estas reflexiones fueron hechas hace veintisiete años, tiempo durante el cual se ha podido aplicar en al menos uno de los manuscritos pictóricos indígenas representativo de cada grupo de códices.

Otras características del método galarziano son la flexibilidad de su aplicación, lo que permite el análisis y estudio de la enorme variedad de manuscritos indígenas; y la apertura hacia las diferentes disciplinas científicas y tecnológicas, lo que ha posibilitado que un grupo interdisciplinario de investigadores, asesorados por el propio doctor Galarza, o en coautoría con él, haya producido lecturas de códices desde la perspectiva de áreas como la arquitectura, la botánica, la historia, la etnología, la literatura, la medicina, la lingüística, la economía, la jurisprudencia, la percepción visual, la informática, la pedagogía y, más recientemente, desde la semiótica, entre otras disciplinas.

 

Algunas consideraciones sobre el método galarziano

En esta exposición del método de estudio de Joaquín Galarza partimos del pensamiento de Mario Bunge cuando afirma que:

[...] lo que hoy se llama método científico no es una lista de recetas para dar con respuestas correctas a las preguntas científicas, sino el conjunto de procedimientos por los cuales: a) se plantean los problemas científicos y b) se ponen a prueba las hipótesis. El estudio del método científico es, en una palabra, la teoría de la investigación. Esta teoría es descriptiva, en la medida en que descubre pautas en la investigación científica (Bunge, 1980: 50).

El método galarziano propuesto para el análisis de la escritura tradicional indígena considera la complejidad y la riqueza del texto, en virtud de la composición plástica y espacial que posee. Dicho análisis debe ser múltiple y conducir al conocimiento gradual del texto. En términos generales abarca las siguientes fases:

1. Segmentación sistemática de los grupos gráficos o plásticos siguiendo el orden de composición del texto expuesta por el tlacuilo mismo.

2. Una segunda segmentación,17 en la cual se separan los elementos mínimos del sistema, para examinarlos sintagmática y paradigmáticamente en relación con otros elementos del texto; primero por comparación visual.

3. Extracción del valor fonológico revelado por el análisis estilístico, que esclarece el contenido temático del que están cargados los elementos plásticos. Relacionar los elementos mínimos directamente con la lengua, con base en el significado y la lectura, tomando en cuenta la polivalencia y polifunción de cada elemento.

4. Elaboración de una primera lectura fonológica-denotativa y sintáctica de cada grupo para reconstruir oraciones y/o párrafos del texto en náhuatl —y establecer su traducción al español— que corresponden a las asociaciones plásticas de los elementos mínimos.

5. Elaboración de una segunda lectura connotativa y metafórica de cada grupo, de los conjuntos, tomando en cuenta su polivalencia y polifuncionalidad.

6. Elaboración de una tercera lectura global del relato (síntesis de las lecturas parciales, siguiendo las reglas del idioma náhuatl).

Para empezar este análisis se elabora el registro de elementos en fichas de trabajo, que corresponden a cada grupo plástico segmentado, más una ficha por cada elemento mínimo constituyente, tomando en cuenta los siguientes puntos:

Función plástica: Para localizar formas, tamaños y contrastes de los glifos en relación con los demás, en la composición artística, y encontrar las principales oposiciones productoras del sentido.

Función fonológica: Descripción de sílabas, fonemas y/o la palabra completa que transcribe. Confirmar por comparación si estas transcripciones son recurrentes.

Función gramatical: En relación con las dos funciones anteriores, deducir el papel que ocupa cada elemento como parte de la oración o frases transcritas; es decir, si son sustantivos, adjetivos o verbos; si se trata de antropónimos, topónimos o gentilicios; si son sujetos o predicados. En cuanto a afijos, ver si son iniciales, intermedios o finales (prefijos, infijos, sufijos). En las oraciones o frases, si se trata de metáforas u otras figuras del lenguaje. En términos generales, se registran los niveles morfológico, fonético, fonológico, sintáctico, semántico y pragmático, que transcribe la escritura y que pudieron ser localizados en el corpus.

Asociaciones: Descripción de las técnicas plásticas o gráficas con que se aglutinaron los elementos. Se enfatizan las principales oposiciones y se menciona si su condición es de contenido o de recipiente, si su contacto es por superposición (primero, segundo o tercer plano); y cuál es su distribución espacial (arriba/abajo, izquierda/derecha, diagonal, circular, etc.) para dar preferencia al orden de la lectura inscrito, señalado por el tlacuilo.

- Lectura: En este paso se registran:

a) Los elementos leídos en la primera lectura denotativa y fonética.

b) Los elementos que no se leen en la primera lectura, por estar implícitos, y que forman parte de una lectura complementaria.

c) Las relaciones de lectura, con el sentido y orden obtenidos.

 

Sobre la metodología galarziana

Respecto a la metodología nos adscribimos nuevamente a lo considerado por Bunge:

La metodología es normativa en la medida en que muestra cuáles son las reglas del procedimiento que pueden aumentar la probabilidad de que el trabajo sea fecundo. Pero las reglas discernibles en la práctica científica exitosa son perfectibles: no son cánones intocables porque no garantizan la verdad: pero, en cambio, facilitan la detección de errores (Bunge, 1980: 51).

Uno de los objetivos de la investigación, y paso fundamental en la metodología al iniciar el análisis del hábeas, es la elaboración del catálogo diccionario, que se hace con varias finalidades:

1. Mostrar el texto en su totalidad (imagen-texto).

2. Mostrar la segmentación por grupos sugeridos de lectura.

3. Mostrar la codificación de estos grupos, así como la clave de clasificación de cada uno de los elementos del documento, con la intención de separarlos, permitiendo así la comparación y el contraste, y a la vez situarlos en su contexto original en el momento en que se requiera.

4. Mostrar las láminas, diagramas, croquis, dibujos y clasificaciones necesarias para el análisis y las explicaciones del mismo.

Los dibujos son los glifos y sus elementos, presentados individualmente y en grupos: primero dispuestos según sus números de orden en el código de clasificación general y luego en sus clasificaciones temáticas. El objetivo de todas estas láminas es registrar exhaustivamente los elementos mínimos del manuscrito y sus asociaciones gráficas al ofrecer comparaciones rápidas que reúnan las variantes gráficas de un mismo elemento, de un mismo glifo, así como de todas sus constantes y variaciones.

Los diagramas tienen la finalidad de mostrar gráficamente la distribución de los glifos y de los elementos en el espacio, en la superficie del documento. Primero, en la totalidad; después en cada tema, con las variaciones y las repeticiones en el interior de cada división temática. Permiten localizar en cada grupo e individualmente todos los elementos de cada sección.

La maqueta permite la explicación de los conceptos de tridimensionalidad, volumen, espacialidad, horizonte y perspectiva.

Los cuadros permiten la presentación de los resultados, ordenados alfabéticamente y/o por lugar de aparición, así como las lecturas propuestas en topónimos y personajes.

El desplegado es la reproducción total del documento, que permite ir siguiendo progresivamente análisis y resultados.

El recorrido de campo es la identificación geográfica del lugar o de los espacios que son aludidos en el documento con la finalidad de obtener mayor información.

El catálogo-diccionario facilita el acceso rápido a los grupos y figuras citadas a lo largo del análisis y proporciona, simultáneamente, la inmediata contextualización de los glifos, para no perder de vista su relación con los demás elementos que los rodean. El catálogo-diccionario permite que el mismo investigador, o cualquier otro estudioso del tema, pueda continuar, ampliar, corregir o profundizar el análisis propuesto, de acuerdo con lo obtenido en el trabajo en curso.

 

El discurso mesoamericano

Entendemos como discurso un conjunto en el que la significación no resulta de la sola adición o combinación de la significación de sus partes, sino de la forma sintáctica en la que los signos toman lugar y de la orientación predicativa del acto de enunciación que toma a su cargo esta forma sintáctica. En este sentido, el discurso es una instancia del análisis en la que su producción, la enunciación, no podría ser disociada de su producto, el enunciado; de este modo, interesarse por el producto es interesarse por sus unidades y esforzarse por generalizarlas para hacer de ellas un sistema (Fontanille, 2001).

El discurso mesoamericano, y por tanto su escritura, se basa en un sistema de convenciones plásticas a partir de la imagen codificada para transcribir la lengua natural en la que fue escrita. Esta naturaleza nos dará como resultado una multiplicidad de elementos que se actualizarán como la expresión o el significante de sus signos lingüísticos.18 Como cualquier otra escritura tiene como función principal comunicar y, al mismo tiempo, representar de manera plástica elementos del mundo real, simbolizar y aludir a su cosmovisión cultural. Cumple también una función social, religiosa, política, científica, artística, filosófica; es decir, una función pragmática. Los elementos de esta escritura son varios; entre los más importantes podemos mencionar el tamaño, los colores, el uso del espacio, las posiciones, las figuras, los colores, la orientación y la perspectiva indígenas (Galarza, 1979).

Cada uno de los investigadores ha utilizado la orientación galarziana para el estudio de distintos documentos y desde sus propias áreas disciplinares, lo que ha conducido a un notable enriquecimiento de su estudio. Nos referimos, principalmente, a las aportaciones antropológicas de Aguirre Beltrán (2000), Mohar (1987,1994a, 1994b, 1999,2001,2003 y 2004) y Rossell (1997); semióticas de Galarza y Zemsz (1986), Perri (1989,1994), Finis, Galarza y Perri (1996), Cid (1998) y Fernández (1999, 2001, 2002, 2003, 2004a, 2004b, 2005a, 2005b); cartográficas de Genotte (1994); hacendarias y contables de Mohar (1990) y Cruz López (1989); arquitectónicas de Galarza y González Aragón (1996); de percepción visual y metaimagen de Galarza y Yankelevich (1996); histórico-etnológicas de Galarza y Yoneda (1979), Thouvenot (1987) y Vié-Wohrer (1999); estudio de los documentos Techia loyan de Báez y Recillas (2000), Recillas (2003, 2004) y Crespo (1996,1997), y de la escritura maya de López de la Rosa y Martel (2001).

Varios de estos estudiosos han planteado la necesidad de relacionar los resultados de las investigaciones con los recientes y modernos medios electrónicos. Esta corriente, que propone la aplicación del método galarziano y el uso de programas ex profeso para vaciar los resultados del análisis, está encabezada actualmente por Luz María Mohar, quien abre así el acceso a un amplio espectro de herramientas tecnológicas para el estudio de los códices y la divulgación sistemática de los resultados. Prueba de ello son los proyectos Machiyotl (1998) y Amoxcalli (20002005), este último llevado a cabo con la participación de más de cincuenta investigadores mexicanos, franceses, italianos, austríacos, estadounidenses y polacos. La finalidad es crear diccionarios cibernéticos que permitan observar simultáneamente el microfilm del documento original y su análisis histórico, plástico y lingüístico.

 

APLICACIÓN DEL MÉTODO Y LA METODOLOGÍA GALARZIANAS

Presentamos ahora una propuesta de estudio: la aplicación del método galarziano al análisis de un documento indígena pictórico tradicional que recibe el nombre oficial de Tira de la peregrinación o Códice Boturini.19 Los métodos y las metodologías lingüístico-estructural, semiótico-greimasiano y etnográfico-galarziano inician con la segmentación del texto a estudiar:

El análisis lingüístico estructural realiza la división de un todo en sus partes, de tal manera que permite dar cuenta de la interdependencia de las partes que hace posible la existencia de éstas y la del todo. La totalidad está constituida, más que por las partes, por la interrelación dada entre las partes, y el todo. [...] Según Greimas el análisis consiste en un "conjunto de procedimientos utilizados para describir un objeto semiótico", en reconocer y registrar las relaciones dadas entre los términos, dar cuenta de ellas, de qué tipo de relación son. Las partes de un todo se definen como puntos terminales de intersección de haces de líneas de dependencia dada, tanto entre las mismas partes, como entre éstas y el todo. El procedimiento de análisis se basa en dos operaciones que se gobiernan recíprocamente y que subordinan a todas las demás, que son la segmentación y la sustitución. Las partes, segmentadas cada vez en porciones más reducidas, hasta llegar a los elementos no susceptibles de segmentación, paralelamente se identifican según las sustituciones que admiten. Así cada elemento se define tanto por el contexto en que se presenta dentro del enunciado (por su relación sintagmática y distribucional) como por su relación (paradigmática) con los demás elementos sustituibles, entre los cuales cumple una función integrativa (Beristáin, 1988: 54).

La finalidad del análisis apunta hacia la lectura del texto en su totalidad y a su manifestación como un discurso significante autónomo. Dada la complejidad y extensión del códice (aproximadamente cinco metros de largo), realizamos una propuesta de estudio para este documento, con el propósito de probar el método galarziano, a partir de la ejemplificación de varios niveles de lectura (denotativo, connotativo), la identificación de elementos mínimos y algunas funciones gramaticales dentro de su polivalencia y polifuncionalidad, obtenidas a partir del catálogo-diccionario, instrumento de trabajo indispensable para el análisis y el conocimiento de este tipo de documentos. En el caso particular del Códice Boturini o Tira de la peregrinación, el catálogo lo elaboramos con las finalidades señaladas en el apartado anterior "Algunas consideraciones sobre el método galarziano". Para la codificación de los grupos de lectura y su clasificación utilizamos una combinación de números romanos (grupos), números arábigos (figuras) y letras (para los componentes de las figuras). Obtuvimos en total 408 figuras.

 

Segmentación del códice por grupos

Para emprender el análisis del texto debe establecerse un código basado en la segmentación que permita identificar el elemento analizado dentro de su posición original en el códice. Es decir, que cada elemento pueda ser separado y analizado individualmente para su primera lectura y, siguiendo el código de la clasificación, ubicarse en el contexto que lo rodea sin ninguna dificultad. El criterio utilizado para la segmentación de los probables grupos de lectura fue, en primer lugar, sintáctico; en total realizamos 26 cortes, a los que les asignamos un número romano que permite reconocer el grupo al que pertenece cada uno de los elementos una vez que están aislados (figs. 7, 8 y 9).

El siguiente paso de segmentación necesario para la preparación del catálogo-diccionario es el de establecer los subgrupos de lectura, tratando de seguir las oposiciones o reglas sintácticas propias del idioma náhuatl y la escritura azteca. A cada subgrupo le asignamos una letra mayúscula y a cada uno de los glifos que los integran los codificamos con números arábigos. Si estos últimos contaban con varios componentes, se les codificó con letras minúsculas. Incluimos en el diagrama de codificación la clasificación de los elementos mínimos (hasta los números arábigos). En el ejemplo podemos ver cómo se obtuvo el número de código del primer personaje de la Tira y el de su antropónimo, peinado, cara y pies (fig. 10, p. 24).

Este último paso de codificación con elementos mínimos fue realizado en fichas de trabajo, en las que los glifos20 fueron desglosados con su primera lectura y algunas lecturas de otros niveles, como el metafórico o el descriptivo. En las fichas de trabajo anotamos, de un lado, en el ángulo superior derecho, el código de la clasificación general; en el lado izquierdo, centrado, el glifo que se analiza; y en el ángulo superior izquierdo, el número progresivo por orden de aparición. En el centro de la ficha señalamos los datos léxicográficos, etimológicos e históricos del glifo,21 con el objetivo de confirmar o no si la información estaba realmente reflejada en la escritura tradicional indígena. Por ejemplo, si un glifo ha sido leído tradicionalmente como Chapultepec, debe tener un chapulín;22 en el caso que nos ocupa, la escritura azteca no sólo indica el nombre del lugar, sino también las características de éste: Huey Chapoltepec Ameyalco, 'Gran Cerro donde abundan los chapulines y abunda o nace el agua'. Las referencias históricas tomadas de los diccionarios confirman parte del origen etimológico (fig. 11).

En el reverso de la ficha de trabajo desglosamos el glifo en elementos más pequeños, pero significantes. Para cada elemento se estableció su lectura en mexicano y su traducción al español. Por último, anotamos también la lectura (hipotética) global propuesta en mexicano para el glifo en cuestión (topononímico en el ejemplo presentado) y la traducción al español (fig. 12).

Como podemos ver en los ejemplos anteriores (figs. 11 y 12), aunque no es nuevo que el glifo toponímico sea leído como 'Chapultepec', casi ninguna de las interpretaciones antes propuestas hace alusión al glifo del manantial, con lo cual el nombre quedaba incompleto. En este caso, las fuentes de los cronistas dieron indicios sobre el nombre que sí se reflejan en la escritura azteca.

En el segundo caso, en la ficha del personaje (figs. 13 y 14), se dan tres indicios: Coxcox, Cocoxtli y Cuauhtix, de los cuales eliminamos el tercero porque tiene el prefijo cuauh- que significa águila o árbol, y la escritura azteca no refleja ninguno de los dos. El primero ('plumas de faisán') sí lo vemos escrito como antropónimo, al cual se le agrega el reverencial -tzin, que está implícito por ser el nombre de una persona importante (figs. 13, 14 y 15).

El paso siguiente fue vaciar la codificación en láminas para identificar fácilmente el contexto de cada glifo. Con el objetivo de no "cubrir" con códigos y signos nuestras láminas, la codificación se realizó de manera independiente, en acetatos que se superponen, para poder dar la libertad al lector de ver la escritura azteca y su organización plástica sola o bien con el número de código.

 

Clasificación por grandes temas

El siguiente paso de la segmentación mostrada en el catálogo es registrar los elementos del texto por temas generales: topónimos (nombres de lugares); personajes y sus antropónimos (nombres de personas; dentro de este grupo se contemplaron los gentilicios, que son los nombres del lugar de procedencia) (figs. 16,17,18 y 19); los teónimos (nombres de divinidades); las escenas y acciones, hechos y acontecimientos; y, finalmente, los registros de la cronología (fechas calendáricas) (figs. 20, 21 y 22). Cada uno de estos temas fue aislado, agrupado y presentado por orden de aparición.

Elaboramos cuadros con propuestas de lectura en los que señalamos el número progresivo, según el orden de aparición del topónimo; el código de identificación; la escritura azteca o pictografía indígena y la hipótesis de lectura (figs. 23 y 24, p. 28). Posteriormente, a partir de las semejanzas y/o diferencias que aparecen entre ellos, realizamos la clasificación temática, basada precisamente en los elementos comunes —como en la lámina de topónimos clasificados por tepetl (cerro) (fig. 26, p. 28)— donde se agrupan todos los glifos en los que se observan recurrencias gráficas y/o morfológicas (figs. 25, 26 y 27, pp. 28 y 29). Esta información y sus resultados fue vaciada en cuadros que permiten observar los elementos lingüísticos localizados. Otro tipo de resultados lo organizamos en cuadros, por ejemplo, el de afijos explícitos (fig. 28, p. 29), en el que se puede hacer una comparación rápida de glifos recurrentes con diferentes funciones y en diversas asociaciones plásticas.

Del mismo modo procedimos con los personajes, elaborando láminas en las que presentamos sólo a este grupo de la siguiente manera: en escenas y grupos humanos, personajes por orden de aparición, teónimos, antropónimos, gentilicios y construcciones.

Respecto a la cronología, presentamos tres láminas en forma de tiras: una con el total de cuadretes (sin topónimos ni personajes) y con los glifos del Fuego Nuevo, en orden de aparición; otra, con la cuenta progresiva de este grupo de fechas (en total 188), y una tercera con el sentido de lectura, indicado por el lazo gráfico que el tlacuilo señala. Posteriormente elaboramos las láminas de la cronología por trecenas (encontramos 14 trecenas y tres años); y otras sólo con las ataduras de años ligadas con la fecha del acontecimiento, el año que le precede y el que le sigue, así como el topónimo o la acción humana relacionados con él. También hicimos láminas de la escritura del Fuego Nuevo; de elementos comunes por año tecpatl 'pedernal', calli 'casa', tochtli 'conejo' y acatl 'carrizo'; por signos numerales, del ce 'uno' al matlactli yei 'trece'; y, por último, exclusivamente de las cifras. Cada uno de estos grupos de láminas, realizadas elemento por elemento como lo hemos enlistado, pretende agotar las comparaciones plásticas en su contexto y de manera aislada para realizar inferencias que, de otra manera, sería muy poco probable encontrar. Cada uno de los glifos va acompañado invariablemente de su código de clasificación, por los motivos mencionados anteriormente.

Después de este estudio podemos inferir, en relación con el sistema de escritura y con el documento, que:

1. Es un documento susceptible de análisis desde la perspectiva de las ciencias del lenguaje, sin detrimento del uso de otras metodologías provenientes de disciplinas afines, como la etnología.

2. Los documentos pictográficos indígenas tradicionales deben ser estudiados y analizados mediante un método riguroso y exhaustivo que permita al investigador inferir las reglas que subyacen en el complejo sistema de escritura azteca, basado en la imagen codificada.

3. Este documento se encuentra apegado a la tradición plástica y a las convenciones prehispánicas de la escritura azteca en cuanto a la distribución del espacio, los personajes, el tiempo, la toponimia, entre otros.

4. El catálogo-diccionario, y el método galarziano en general, son herramientas fundamentales para el análisis de estos documentos, fuentes de primera mano para la reconstrucción del imaginario histórico mexicano.

5. La elaboración de catálogos, que permite vaciar los resultados de las investigaciones, debe continuar cuando se realice el análisis de cada documento con la finalidad de confirmar o disconfirmar el valor de los glifos leídos, así como sus funciones y campos semánticos respectivos.

6. Para el estudio de los manuscritos pictográficos indígenas tradicionales es necesario efectuar un análisis inmanente; es decir, partir de lo que el texto dice y no forzarlo para que coincida con otra fuente, especialmente con fuentes hispanas, y abordar al mismo tiempo enfoques intertextuales respecto con otros discursos semejantes o análogos.

Finalmente, proponemos que todas estas láminas, clasificaciones y códigos que nos permitieron obtener algunos resultados continúen siendo un soporte para posteriores análisis interdisciplinarios, individuales o grupales, que nos ayuden a explorar el sentido del documento. Uno de los objetivos de la investigación y paso fundamental para el análisis es la elaboración del catálogo diccionario del Códice Boturini o Tira de la peregrinación, que ahora ponemos a su consideración como un instrumento básico para trabajos futuros.

 

LOS ESTUDIOS DE CÓDICES Y LA INFORMÁTICA

Para lograr un conocimiento del sistema de escritura plasmado en los manuscritos pictográficos o códices es necesaria la elaboración de numerosos dibujos de cada una de las imágenes. Esto ha traído como consecuencia que la publicación de las investigaciones requiera de un amplio financiamiento a causa del imperativo de la impresión a color de gran parte de los resultados, ya que éste es un elemento muy importante para la definición de la lectura de un glifo. Lo anterior ha obstaculizado durante muchos años la difusión y el acceso a este tipo de material y estudios de públicos amplios no especializados.

Actualmente, gracias a los avances de la informática es posible digitalizar las imágenes de los códices originales y elaborar los materiales de estudio valiéndose de este manejo. En fechas recientes, la utilización de esta herramienta se aplicó en el proyecto Machiyotl,23 cuyo resultado ha sido la reproducción digitalizada de unos de los documentos de la Biblioteca Nacional de Francia, el Mapa Quinatzin.

En la elaboración de este disco compacto se aplicaron los pasos metodológicos propuestos por el doctor Joaquín Galarza para el análisis de los glifos. En él se puede consultar el códice original a color y cada uno de los desglosamientos de los compuestos glíficos, así como el diccionario de glifos. La elaboración de los diferentes catálogos permitió un acercamiento a cada uno de los personajes y a los cambios que marcó el tlacuilo en el atuendo de hombres y mujeres (fig. 29, también en pliego de color,p. VIII). Se desglosaron los elementos de topónimos y de antropónimos. El catálogo de plantas permitió conocer la vegetación característica de la zona (fig. 30, en pliego de color,p. VIII). Las construcciones también fueron objeto de un catálogo, en el que se pudo observar las diferentes perspectivas de la construcción. Además, se incluyó el sonido de la lectura correcta en náhuatl de cada una de las propuestas.

Posteriormente a este trabajo, cuarenta códices del Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia han sido analizados de manera informática, siguiendo la metodología galarziana, en el marco del proyecto Amoxcalli. Como resultado se han obtenido cuarenta diccionarios individuales, que se han conjuntado en un diccionario general. La variedad de temas —genealogías, tributos, pleitos de tierras, anales, catecismos indígenas, antecedentes históricos— aporta un valioso panorama de las preocupaciones y la vida indígena, así como del sistema de escritura, sus cambios, adaptaciones y permanencia.

 

Metodología

Para acercarnos al estudio de estos códices se partió del nivel más general, que es la lámina del códice, en un recorrido hacia lo más particular, que es el glifo. Se analizó cada una de las imágenes y se trabajó con base en la demarcación entre los glifos y los compuestos glíficos. La consideración básica es la de los glifos como las unidades mínimas para la lectura, formados por los compuestos glíficos, mientras que los dibujos compuestos, formados por varios glifos, forman palabras más complejas. Con los glifos se formó un diccionario, cuyo objetivo fue acercarnos al sistema plasmado por los antiguos tlacuilos. Sobre la base de la comparación y repetición de estas imágenes se pretende llegar a un acercamiento de los usos constantes, las repeticiones y la polivalencia de estas imágenes en un sistema.

Las bondades de la informática actual permitieron un análisis eficiente de las imágenes con registros y comparaciones. Por ello en Amoxcalli se creó un programa24 que permitió la captura de la información necesaria para el análisis, por medio de los pasos que pasamos a describir.

Comenzamos por registrar en la primera pantalla la clave del códice, o sea, el número de clasificación de acuerdo con el catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia. Enseguida anotamos el nombre del códice que se pretende analizar. En la ventana "Descripción", el investigador escribió un texto corto sobre el documento. En la entrada siguiente registramos la institución de adscripción del investigador. En la pantalla titulada "Catálogo de láminas" se insertaron las láminas facsimilares del códice en cuestión, la codificación de cada lámina y la copia del documento. En esta pantalla se pueden obtener acercamientos de la lámina del original, de su copia y de su codificación.

La codificación es el punto de arranque de la investigación y consiste en la división arbitraria que hace cada investigador de las láminas de un códice. En cada documento las láminas se dividieron en zonas, clasificadas con una letra. A las imágenes (glifos y compuestos glíficos) contenidas en cada zona se les asignó, a su vez, un número. La adjudicación de cada número se inicia de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha. En esta pantalla se pueden consultar todas las láminas del códice, ir hacia delante, hacia atrás y hacer acercamientos, como ya se dijo, en cada zona o glifo.

En la pantalla siguiente, "Catálogo de zona", se vaciaron cada una de las zonas con su codificación. Allí se puede ir de la lámina a la codificación o a la copia del documento, siempre con el interés de no perder el contexto.

En una nueva pantalla aparecen los compuestos glíficos. En ella se puede consultar la lámina, la zona en la que se encuentra y la copia, así como escuchar el sonido de la palabra o propuesta de lectura (fig. 31, p. 31). Cada uno de los glifos y compuestos glíficos cuenta con una ficha en la que se analizan cada una de las imágenes. Este análisis se dividió en dos: el análisis formal y el análisis fonético. En esta ficha siempre se cuenta con la imagen de la lámina, la zona a la que pertenece, y existe la opción de comparar con una imagen de la realidad relacionada con el glifo que se analiza. Cada uno de los glifos, de acuerdo con sus características, se adscribe a una clasificación temática: humanos, animales, vegetales, minerales, fenómenos naturales, seres sobrenaturales y objetos culturales.25

En la ventana que prosigue, el investigador escribió una breve descripción del glifo en cuestión. Se trata de una descripción gráfica, de su color y de su forma. Se considera si tiene textura o no y en caso de peral también se anota. Resultó importante registrar el tipo de proyección del glifo, si estaba alzado o si era de planta, mixta o dudosa. En el caso de alzado se registra si es de frente, perfil, tres cuartos o transversal. Respecto a la dimensión se señala si es grande, pequeño o normal. También si hay repetición del glifo y cuántas veces; si su forma es completa o parcial, si está aislado o en combinación, y el tipo de compuesto en este último caso (calendárico, antropónimo, topónimo, disfrasismo, personaje, augurio u otro).

Aspectos relevantes de señalar fueron la composición (vertical, horizontal diagonal o mixta), así como la posición (arriba-abajo, derecha-izquierda, afuera-adentro u otro). También resultó interesante registrar la asociación del glifo (por contacto, superposición, lazo gráfico, proximidad espacial, contexto de color u otro). La asociación del glifo con otros glifos también se tomó en cuenta. Finalmente, en el espacio llamado "Comentarios" se anotó la información pertinente sobre la imagen analizada, su propuesta de lectura en náhuatl y su traducción.

Se considera que con el análisis formal se pueden encontrar las constantes o variantes en el diseño y la ubicación de las imágenes; la importancia del color, del uso de la línea, del tamaño para resaltar ciertos temas, así como la constante de la temática registrada en la documentación, entre otros aspectos.

 

El análisis fonético

La parte de la ficha que trata el análisis fonético se concentró en la importancia de la lengua y su relación con la escritura mesoamericana (fig. 32). En ella se anotaron los tipos de lectura de los glifos: descriptiva o convencional, simbólica u otro. De esta tipificación se derivan las diferentes lecturas, relacionadas con la descripción del objeto, o de su forma, del material, de alguna propiedad, de la acción que realiza o del color.

También se discierne la función gramatical del glifo (sustantivo, adjetivo, verbo, metáfora, difrasismo, marcador fonético, indicador semántico u otro) y se anota si está solo o en combinación. En el caso de glifos que forman parte de un compuesto glífico se registró si están colocados al inicio de la palabra, en la parte media o al final. En esta parte de la ficha se hizo un análisis de cada una de las propuestas de lectura del compuesto glífico o del glifo en náhuatl.

Finalmente, la información de cada códice se vació en un diccionario general (figs. 33, 34, 35 y 36 en pliego de color, pp. IX-XII), que contiene más de dos mil glifos organizados de acuerdo con la clasificación temática. En este diccionario se registran la clave y el nombre de cada glifo, su traducción, el nombre del códice y el comentario del investigador. Se puede consultar la imagen por orden temático, por códice, por orden alfabético en náhuatl o en español. De cada glifo se ha hecho una propuesta de lectura en náhuatl. Todo se emprendió con el propósito de conocer cada vez más las convenciones, las variantes y las modificaciones que hicieron los tlacuilos en la escritura pictográfica indígena tradicional a partir de los códices o amoxtli. Consideramos que los resultados de todas estas investigaciones, reunidas y organizadas como hemos venido explicando, constituyen una herramienta que permitirá un acercamiento a la escritura de tradición azteca-náhuatl —y por extensión a la escritura mesoamericana— que será de utilidad para otras miradas interdisciplinarias interesadas en inferir, además, las constantes estéticas, literarias, plásticas, entre otras tantas.

Acercarnos a los libros y a la escritura de los antiguos mexicanos no es más que una ventana a través de la cual podemos apreciar el refinamiento y la sofisticación de la civilización que los produjo. El camino es largo y sólo se han iniciado los primeros pasos para su comprensión. Esperamos que lo aquí mostrado sea una invitación para construir ese camino que, como bien dijo el poeta, "se hace al andar".

 

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Notas

1 Véase Cortés, 1993, y Díaz del Castillo, 1969.

2 Véase Kirchhoff, 1985; Lombardo y Nalda, 1996; Marcus, 1992; Carrasco, 1976,1979,1996; Carrasco y Broda, 1976,1978; Carrasco, Broda et al., 1976.

3 Véase también el número sobre "Códices prehispánicos" en Arqueología Mexicana, vol. IV, núm. 23,1997.

4 En relación con la importancia de la tradición oral para la lectura de los códices en la época prehispánica, véase León Portilla, 2003, y Johansson, 2004.

5 Véanse los expedientes en el Archivo General de la Nación, en el Archivo de Indias en Sevilla y en los expedientes del Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia, entre otros.

6 Véase el libro de Galarza, Códices Testerianos: catecismos indígenas. El Pater Noster (1992b). En este trabajo Galarza analiza en detalle cada una de las imágenes como "la expresión pictórica tardía y su manejo en relación con la lengua náhuatl que nos acerca al conjunto de la expresión azteca".

7 Galarza, 1990: 50.

8 Al respecto, véanse también los trabajos de Boone y Mignolo (1994) y Bonne (2000).

9 Véase el capítulo 4 del libro Códices del doctor León Portilla (2003), titulado "Momentos en la investigación de los códices", en el que se hace un recuento de las investigaciones emprendidas desde el siglo XVIII a nuestros días.

10 El Fondo de Cultura Económica ha publicado, con motivo del quinto centenario del descubrimiento de Américo, catorce facsimilares en colaboración con la editorial Gratz. Igualmente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) publicó en 1994 la serie Códices Mesoamericanos. Por su parte, el Colegio Mexiquense se ha distinguido por la publicación de códices pertenecientes al actual Estado de México. Debido al alto costo que significa la reproducción de códices en facsimilar se han comenzado a utilizar nuevos formatos.

11 La mayoría de los temas y ejemplos utilizados han sido expuestos por la autora como resultados parciales de investigación en diversos foros y/o publicados (Fernández, 1999,2001,2002,2003,2004a, 2004b, 2005).

12 Escribimos método galarziano con 'z' para guardar la semejanza con el apellido.

13 Sociólogo y antropólogo francés (Épinal, 1872-París, 1950). Fue discípulo de E. Durkheim. Colaboró en la revista L'Année Sociologique, fue catedrático de historia de las religiones de los pueblos no civilizados e inspiró la escuela estructuralista francesa. Entre sus obras cabe citar: Sobre historia de las religiones (1909, con H. Hubert), Ensayo sobre el don, la forma y la razón del intercambio en las sociedades arcaicas (1925) y Sociología y antropología (1950).

14 En 1974, la Société des Américanistes publica Codexs Mexicains, catálogo de los códices existentes en la Biblioteca Nacional de París (BNP) —hoy Biblioteca Nacional de Francia (BNF)— y el Centre National de la Recherche Scientifique. Este catálogo está vigente y es el más completo con el que la institución cuenta para la consulta del Fondo Mexicano. Cada entrada cuenta con seis subíndices por documento, que refieren la siguiente información: a) presentación y nombre del manuscrito según el catálogo de Boban (1891);b) cualidad del manuscrito: si es original o una copia; c) descripción sumaria del manuscrito: formato, dimensiones, soporte; d) notas, descripción complementaria de las particularidades del documento: notas o marcas, etiquetas, sellos de colecciones, etc.; e) orígenes: fondos o nombres de los coleccionistas o instituciones que poseyeron el manuscrito, y f) referencias: catálogos o publicaciones en los que el manuscrito está citado o descrito. Este tipo de descripción, minuciosa y exhaustiva de cada manuscrito, amplía y complementa la información proporcionada por las referencias clásicas, como las de Glass y Roberston (1975) y de Cline, Gibson y Nicholson (1975).

15 En 1975, el Archivo General de la Nación (AGN) publica el Índice de manuscritos pictográficos mexicanos: colección de códices del Museo Nacional de Antropología de México en el número 44 de su colección denominada "Serie: Guías y catálogos".

16 Las aportaciones galarzianas —además de las realizadas en particular al campo de la escritura azteca y en general a la escritura mesoamericana— se extendieron a otras áreas de su especialidad, como la biblioteconomía, la etnografía, la divulgación científica para niños y la enseñanza del náhuatl (véase Galarza y López Ávila, 1983).

17 Esta segmentación es meramente analítica y se hace con el propósito de facilitar el análisis, ya que en la escritura tradicional indígena, como en cualquier otra escritura, las funciones son inseparables y se presuponen mutuamente.

18 "Para F. de Saussure, que instauró la problemática del signo lingüístico, éste resulta de la reunión del significante y el significado [...] El término signo ha sido comúnmente identificado durante mucho tiempo —e incluso hoy en día— con el signo mínimo, es decir, 'la palabra, o más rigurosamente, el morfema (o monema para Martinet)" (Greimas, 1990: 376).

19 Un tlacuilo lo escribió en idioma náhuatl en Tenochtitlan durante la primera mitad del siglo XVI. Está hecho en papel amate, doblado como biombo en 21 láminas y media, y mide 19.8 cm de ancho y 549 cm de largo. Se ignora si fue elaborado antes o después de la llegada de los españoles. El original tiene glosas de escritura española sobre la imagen azteca. No se sabe quién lo guardó durante mucho tiempo, protegiéndolo de la destrucción que sufrieron los manuscritos indígenas en los primeros años de la Colonia. La Tira llegó a manos de Lorenzo Boturini, personaje italiano que vino a México en el siglo XVIII y recorrió ciudades y pueblos buscando manuscritos indígenas para formar su valiosisíma colección llamada "Museo Histórico Indiano". Posteriormente, esta colección —incluida la Tira— fue trasladada a los Archivos del Gobierno Virreinal. Después de la Independencia, este códice fue entregado a la Secretaría de Relaciones de México. En 1823, el señor William Bullock, fascinado por las antigüedades mexicanas, lo llevó a Londres. Más adelante, en 1928, regresó a México. Actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (Galarza y Libura, 1999).

20 Trabajamos todos los topónimos con este tipo de fichas, así como los personajes y algunas fechas calendáricas. De estos ficheros partimos para la elaboración de cuadros de lectura que conforman parte de nuestros resultados.

21 Particularmente con el apoyo del Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana de Rémi Simeón (1988) y el Vocabulario en lengua castellana y mexicana de Alonso de Molina (1977).

22 Caso contrario es el del glifo que muchos estudiosos marcan como Aztlán, que literalmente significa lugar de garzas, pero el glifo no refiere plásticamente ningún elemento de la garza, lo cual nos permite inferir dos premisas: a) el glifo no transcribe el nombre de Aztlán, y b) la historia que narra este documento no inicia en este mítico lugar.

23 Machiyotl, proyecto del CIESAS y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

24 Amoxcalli, proyecto auspiciado por el CIESAS y Conacyt en el que han participado 45 investigadores de distintas instituciones de México y el extranjero. El objetivo del mismo se centró en la digitalización del Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia. El programa fue elaborado, por un lado, con el equipo técnico del proyecto y, por el otro, con el Cenedic de la Universidad de Colima, con base en las propuestas de los investigadores del proyecto.

25 Las claves temáticas son retomadas de las propuestas elaboradas por Galarza (1979, 1997,1990,1992a), Thouvenot (1989) y en el proyecto Machiyotl, así como del resultado de varias discusiones en el seminario de Amoxcalli: 1) hombre: parte superior, parte media, parte inferior; 2) fauna: animales aéreos, terrestres, acuáticos; 3) flora: árboles, plantas, flores, frutas; 4) cosmos: aire, fuego, tierra, productos de la tierra, agua; 5) artefactos: construcciones, mobiliario, recipientes, comida, textiles, ornamentos, instrumentos y herramientas, armas, transportes, varios; 6) numerales; 7) formas; 8) colores; 9) indeterminados.

 

Información sobre las autoras:

Luz María Mohar. Doctora en ciencias sociales por la Universidad Iberoamericana. Profesora investigadora titular del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social a partir de 1974. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Especializada en el estudio de la documentación pictográfica. Entre sus publicaciones se encuentran: La escritura en el México Antiguo (1991), libro que obtuvo el Premio Quinto Centenario (Universidad Autónoma Metropolitana-Plaza Valdés); Manos artesanas del México Antiguo, el cual fue distinguido con el Premio Casa Chata en 1998, y El Mapa Quinatzin (2004). Es responsable de los proyectos Machiyotl y Amoxcalli, para la digitalización de códices que cuentan con el apoyo de Conacyt. Autora de diversos artículos nacionales e internacionales. Profesora responsable de la línea de documentos pictográficos del siglo XVI en el posgrado de etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología
e Historia.

Rita Fernández Díaz. Licenciada en lingüística y literatura hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; maestra en ciencias del lenguaje por la misma universidad; postulante al doctorado en ciencias del lenguaje por la Escuela Nacional de Antropología e Historia; cursó seminarios de especialización en escritura mesoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México. Los resultados de su trabajo han sido divulgados en diversos foros internacionales, como en la Universidad de Viena, Museo del Hombre en París, Universidad de La Habana, Casa de las Américas en Cuba y el Congreso de Americanistica en Perugia, Italia. Ha ejercido la docencia durante veinte años en el medio rural, escuelas públicas y privadas de nivel medio superior, superior y posgrado: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad de las Américas-Puebla, Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico,Universidad del Valle de México, Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es autora de varios artículos.

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