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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.17 Ciudad de México ene./abr. 2005

 

Reseñas

 

Una lectura antropológica de la revista Espiral

 

Andrés Fábregas Puig

 

Revista Espiral. Universidad de Guadalajara, México.

 

Universidad de Guadalajara. fapuig@hotmail.com

 

El primer número de la revista Espiral, editada por el Departamento de Estudios de Estado y Sociedad del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, apareció en el mes de septiembre de 1994, hace exactamente diez años. Los primeros artículos están firmados por Claus Offe, Carlos Barba, María Lorena Cook, Jorge Regalado, Miguel Hernández, Guadalupe Rodríguez y Gabriel Torres, Verónica Munier y Sergio Sánchez. La preocupación general de este primer número es el análisis de la modernización y el paso al neoliberalismo que efectúa el Estado nacional mexicano. Precisamente, acerca de la pretendida modernización agropecuaria escriben los antropólogos Guadalupe Rodríguez y Gabriel Torres, que inauguran el análisis antropológico en las páginas de la revista. El texto toca los bordes de la frontera del análisis político y el análisis económico. Su afirmación principal es que la modernización de la producción agrícola en México no es tanto el resultado de una cerebral planeación estatal, sino de los conflictos entre diferentes sectores de la sociedad: políticos, banqueros, tecnócratas y los propios productores agrícolas. Los autores muestran su afinidad con el tipo de análisis antropológico propuesto por Max Gluckman, primero; y Victor Turner, después.

El número 2 de la revista Espiral está copado por los antropólogos o por autores que tocan temas que tradicionalmente los antropólogos consideran propios: la globalización y la integración cultural (Carlos M. Vilas), la integración y las convergencias en la política (Jorge Alonso), la cultura y la identidad en el contexto de la modernización (Gilberto Giménez), por supuesto, el levantamiento armado del primero de enero de 1994 en Chiapas (Xóchitl Leyva Solano), las dimensiones de la ciudadanía (Juan Manuel Ramírez), los vecindarios (Patricia Safa), la cuestión alimentaria, en este caso, en los países del Pacífico (Roberto Hernández) y la ideología del progreso, ilustrada con el análisis de un caso brasileño (Eugenio Rezende de Carvalho). La etnografía misma y los puntos teóricos divergentes muestran la complejidad adquirida por el análisis antropológico en México, pero también ciertos titubeos derivados de la crisis por las que la antropología transitó en la década de 1980, con el rechazo a los varios marxismos y sus excesos y el retorno de los estructuralismos.

En el número 3 de Espiral, los antropólogos están representados con dos ensayos. Uno, de Guillermo de la Peña, dedicado a discutir el individualismo en oposición a la cultura comunitaria, y el otro, de Susan Street, que versa sobre el tema del movimiento magisterial federal en Chiapas. De la Peña analiza con ojo crítico la noción de una historia unilineal para examinar enseguida a la cultura individualista y los efectos de la globalización sobre las culturas locales que, al decir del autor, han resistido, además de ser la fuente de gestación de una nueva cultura comunitaria justo al fin del milenio. El trabajo de Susan Street es un análisis con las visiones de la antropología política, que examina los movimientos del magisterio federal en un Estado como el de Chiapas, en donde han sido recurrentes. El lapso que le interesa a la autora es el de 1979 a 1992. Susan Street concluye que estos movimientos forman parte del proceso de democratización en México.

En el número 4 de Espiral sólo encontré un trabajo con orientación antropológica, el de Ulrik Vangstrup acerca de la pequeña industria en Moroleón, donde argumenta que la industria es viable en el contexto local, como lo demuestra el caso analizado.

No hay una conclusión mayor más allá de la expresada.

El número 5 de Espiral no contiene trabajos antropológicos. El texto que destaca en esa entrega es el de Zygmund Baumann, "Teoría sociológica de la posmodernidad" que desde su primera lectura me impresionó por su claridad y penetración. El texto de Baumann revela problemas nuevos en la teoría, no sólo sociológica como él apunta, sino también en la antropología, por los cambios culturales que implica la llegada de la posmodernidad. El pluralismo cultural y la propia interculturalidad deberán, ahora, teorizarse desde una perspectiva que no sólo sea la del análisis del colonialismo, aunque éste persista. La búsqueda de la integración en sociedades fragmentadas representa un reto teórico para la antropología de nuestro tiempo.

El número siguiente, el 6, que apareció en mayo de 1996, contiene tres textos escritos por antropólogos. Juan Castaigns Tellery, antropólogo y economista, sostiene que la economía mexicana conlleva procesos simbólicos que la sustentan y éstos están en crisis. El neoliberalismo, dice Castaings, es culturalmente extraño a los mexicanos y, por lo tanto, su adopción como modelo económico ha perturbado los fundamentos simbólicos de la economía. El estructuralismo es el apoyo conceptual de este ensayo. Por su parte, Patricia Arias y Jorge Durand, que han incursionado en una extensa variedad de temas antropológicos, analizan en esta ocasión las modalidades del desarrollo industrial no agropecuario en el campo mexicano. Un modelo de gran industria, ejemplificado en la fábrica textil de El Salto (abandonada, por cierto), en Jalisco, y una pequeña industria, la manufactura de sombreros en San Francisco del Rincón, Guanajuato, forman el respaldo etnográfico del análisis. Estos modelos, afirman los autores, apoyan el surgimiento de "micro culturas" con consecuencias varias. Aquí, a diferencia de la opinión de Castaigns, se usa la ecología cultural como enfoque general. Finalmente, Santiago Bastos toca el problema de la relación entre pueblos indios y nación, a un año de la insurrección zapatista. Se trata de un análisis que busca situar estructuralmente a la etnicidad dentro del contexto de los Estados nacionales en Latinoamérica.

Al llegar al número 7, Espiral sigue manteniendo la presencia de los antropólogos en forma destacada. En este número, Jorge Alonso escribe sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) en la coyuntura electoral estadounidense de 1996, proponiendo una visión crítica del mismo. En otro texto, Gloria Caudillo escribe sobre la Primera Cumbre de Pueblos Indios, tratando de mostrarnos, a través del análisis del discurso, las peculiaridades de una visión del mundo diferente a la de Occidente. Esta tesis es recurrente en los trabajos posteriores de Caudillo publicados en Espiral, como lo veremos más adelante.

Guillermo de la Peña aborda el análisis de la llamada "economía informal" en Guadalajara, tal como ésta se presentaba en 1980. Este tipo de economía, afirma De la Peña, tiene como contexto la desigualdad social, el autoritarismo de un sistema político corporativo y las crisis económicas recurrentes en el caso mexicano. En otro ensayo, de tema diferente, Enrique Marroquín sostiene que la rebelión del EZLN tiene un importante componente religioso, necesario de entender si se busca una comprensión cabal de ese movimiento armado. En este contexto se entrecruzan los conflictos de la propia Iglesia católica, los que existen entre religiosidades diferentes y los que tienen origen propiamente político.

En el número 8, Espiral alberga dos trabajos con perspectiva antropológica: en uno de ellos, Luis Fernando Botero describe a las ciudades como ámbitos socioculturales y comunidades imaginadas, acusando la obvia influencia de Benedict Anderson. Lleva su análisis hasta el examen de las formas de micro poder opuestas al orden instituido. Pero también se preocupa de analizar los mecanismos de integración de la población de las ciudades, a través de múltiples manifestaciones. En el otro texto de reflexión antropológica, Manuela Camus, también bajo la influencia del mismo Anderson —hecho indicativo, al menos— se preocupa por mostrar cómo, dentro de contextos colonialistas o simplemente estatales, actúa la inteligencia indígena para moverse en ámbitos culturales diferentes: el propio y el de la sociedad mayor. Son, pues, estos intelectuales indios los clásicos intermediarios culturales, que usan esta condición para romper los roles que el Estado les asigna.

Hacia mayo-agosto de 1997, Espiral, en su número 9, publica un texto de Luis Rodolfo Morán que contiene una problemática antropológica muy actual: la discusión sobre la migración y la formación de comunidades transterritoriales, en un contexto de oposición entre cultura global y cultura local. Luis Rodolfo Morán advierte que transterritorialidad no significa transnacionalidad, sino más bien la formación de un carácter cosmopolita en algunos núcleos de migrantes.

El número 10 de la revista es otra entrega dominada por los textos de orientación antropológica. De ocho artículos, siete están escritos por antropólogos o contienen una perspectiva antropológica. El número abre con un trabajo de Fernando Giobellina sobre el saber antropológico, un tema que también le preocupa a Enrique Luque, que ha escrito un libro a propósito. El texto de Giobellina, a diferencia del libro de Luque, es más bien filosófico, es decir, empata con una "antropología filosófica" más que con una percepción etnográfica.

En otro texto, reflexivo, Mario Erdheim y Maya Nadig hablan de la destrucción de la experiencia científica por el propio ámbito académico. Ellos mismos llaman "etnopsicoanálisis" a la perspectiva teórica que proponen. Propugnan por una etnología que no excluya a la propia cultura del investigador del análisis antropológico. María Alicia Peredo, también en otro texto de reflexión, analiza el alfabetismo desde una triple perspectiva: culturalista, fenomenológica y social. Cuestiona la función del alfabetismo en una sociedad industrializada y altamente desarrollada. Siguen los textos de reflexión con el de Luis Ibarra, que trata de responder, desde una perspectiva histórico-genética, a la pregunta de cómo reconstruyeron su pasado las sociedades prehispánicas. Le preocupa descubrir las estructuras cognitivas desde las que este pasado fue establecido. Se concreta al mundo mexica y a la revisión de fuentes de ese origen.

David Robichaux, el estudioso más destacado del parentesco en México, reflexiona sobre la nupcialidad entre los nahuas de Tlaxcala (tema de gran actualidad política en estos días), una región que ha trabajado desde hace varios años. Le preocupa indagar las ligas entre estructuras, prácticas sociales e ideologías. Por su parte, Patricia Arias prosigue con uno de los temas que la identifican en la antropología mexicana: el análisis de las culturas en ámbitos regionales. Arias trata de mostrar cómo existen identidades que se van imponiendo a los paisajes urbanos y regionales. Su análisis privilegia el punto de vista funcional en un contexto original de reflexión antropológica. Finalmente, Elizabeth Rohr analiza los roles femenino y masculino en el proceso de investigación antropológica. Concluye que las antropólogas le ponen más emoción a su trabajo mientras que los antropólogos tienden a ser insensibles o, por lo menos, indiferentes. Quién sabe.

En contraste notable con el número anterior, el número 11 de Espiral no da cabida a ningún trabajo de orientación antropológica. En cambio, en el 12 se publican textos que bien podemos clasificar dentro de la antropología política. En efecto, Jorge Alonso analiza las elecciones en Jalisco en 1997, concluyendo que tenemos un electorado con indeterminación en sus preferencias electorales. Por lo tanto, ningún partido tiene ganado el voto de antemano, que dependerá, más bien, de cada coyuntura específica. En otro texto, Alberto Aziz Nassif analiza la sincronización de tres escenarios en el sindicalismo mexicano: el corporativismo rebasado, pero con un bienestar que no llega; el sistema político en cambio, incluyendo las relaciones entre el Estado y los sindicatos; el surgimiento de una nueva central obrera, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), como posibilidad de instalar nuevos rumbos en un sindicalismo mexicano del que ha desaparecido la figura del líder charro por excelencia: Fidel Velásquez.

El número 13 de Espiral sólo contiene un trabajo que los antropólogos reconocerían como propio: el análisis del discurso que porta Rigoberta Menchú hecho por Gloria Alicia Caudillo, que sostendrá la tesis que apuntamos con anterioridad. Es decir, Rigoberta Menchú piensa como los mayas y desde esa perspectiva intenta un proyecto de sociedad armónica.

Para el número 14 continúa la escasa o nula presencia de los antropólogos. Sólo se publica un artículo de Adriana López Monjardín acerca de los Acuerdos de San Andrés y los gobiernos autónomos en Chiapas. Huelga decir que la autora no oculta sus simpatías por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) enfatizando el fracaso de los proyectos gubernamentales de remunicipalización.

En el número 15, Espiral sigue escasa de la presencia antropológica que es salvada por un ensayo de Mary Louise Pratt, crítica literaria, dedicado a repensar la modernidad. Desde el artículo de Baumann en el número 5 de Espiral, el tema no se tocaba en las páginas de la revista. Pratt plantea la existencia de "otros" en el análisis de la modernidad. El primer otro es la mujer y el segundo son los pueblos no europeos. Concluye Marie Pratt que la modernidad, desde la perspectiva del análisis de los "otros" mencionados, es estructural a la globalidad y que son las contradicciones de las modernidades las que explican la problemática que enfrentan las identidades y las ciudadanías en Latinoamérica. El ensayo apunta la importancia, en ese contexto, de los proyectos estéticos fuera del ámbito urbano.

El otro ensayo con cierto desliz antropológico que contiene este número es el de Enrique Amayo, que escribe para convencernos de la importancia de estudiar a la Amazonía como una macro región que necesita preservarse y que ello no se logrará a menos que se construya una conciencia universalista democrática e igualitaria.

El número 16 de Espiral no requirió del concurso de los antropólogos. Éstos aparecen de nueva cuenta en el número 17 con dos trabajos. El primero, de Alberto Hernández, se precia de demostrar que el desarrollo en Latinoamérica está condicionado a la creación de bases culturales propias. En el segundo trabajo, Xóchitl Leyva y Willibald Sonnleither explican qué es el neozapatismo diciéndonos que no es más que la lucha por la democracia, la justicia y la libertad.

Espiral sigue manteniendo la sequía antropológica en el número 18, correspondiente a mayo-agosto de 2000,en donde se publica solamente un ensayo con tema antropológico de Alfonso Ibáñez. El autor discute las contradicciones culturales de la globalización y la posibilidad de construir una verdadera alternativa que respete la diversidad. Es decir, llegar a un ámbito democrático radical y pluricultural. Más o menos ésta es la temática que continúa Gilberto Jiménez en el número 19 de Espiral, de septiembre-diciembre de 2000, con un ensayo titulado "Identidades en globalización". Niega Jiménez la formación de una "cultura global" y afirma que las identidades están operando en el marco de los Estados nacionales.

Carlos Silva Moreno interviene en este número con un texto de antropología política que analiza la cultura política —tema clásico de Esteban Krotz— y los partidos en Jalisco. No queda claro cuál es la cultura política de los partidos jaliscienses, aunque existe una interesante reflexión sobre los nexos entre las formas de competencia por los cargos de dirección en los partidos y el carácter del liderato de los mismos. En el mismo sendero de la antropología política, Jorge Alonso analiza lo que él llama la consolidación del panismo a través de las elecciones de 2000. Quién sabe si a estas alturas Jorge Alonso sostenga la misma opinión. Pero es muy interesante su método de trabajo que le permite hacer una balance de las fuerzas electorales en Jalisco.

En otro canal, aparentemente diferente al del análisis político, Patricia Fortuny nos acerca a la Luz del Mundo a través de su relación con los políticos católicos. Continuamos, según mi entender, en los marcos de la antropología política. Fortuiny discute con eficacia los conflictos que se generan por la visión de los panistas católicos en contra de una Iglesia que cada día gana más adeptos, no sólo en México sino en el mundo. Cierra la presencia antropológica en este número un ensayo de José de Jesús Torres sobre el sistema productivo de los huicholes de Santa Catarina. Buena etnografía que muestra la optimización en el uso de los recursos naturales lograda por este pueblo cultivador del maíz que es el wixárika.

El número 20 de Espiral vuelve a enfatizar la presencia antropológica a través de varios artículos. Comienza Jorge Aceves con una discusión sobre la importancia de las biografías en el estudio de las identidades emergentes. Se propone la combinación de una perspectiva histórica con otra, estructural, para abordar la configuración de identidades vía las biografías. Enseguida leemos un ensayo en el que Yuri Guirin se pregunta qué hay más allá de las nociones de Oriente y Occidente. Se trata de un análisis del vanguardismo como un paradigma de cultura individual en el primer tercio del siglo XX. Es un ensayo cargado hacia la historia, que descubre contextos regionales y su inserción en contextos mundiales. De aquí, la orientación antropológica se presenta nuevamente en el texto de Emma Ruiz Martín del Campo que discute la adolescencia femenina. Es un artículo original que trata de relacionar esta etapa del crecimiento humano con las exigencias de la comunidad. Se ejemplifica a través de un análisis de las fiestas de 15 años.

En el número 21 de Espiral no hay presencia antropológica. En el 22, Gloria Caudillo analiza el discurso de Natalio Hernández, uno de los intelectuales nahuas más destacados. Usa la misma técnica analítica que en su texto sobre Rigoberta Menchú, publicado números atrás. Según Caudillo, Natalio Hernández es un intermediario cultural que, aún así, escribe desde una perspectiva cultural nahua. Se destaca el valor de la oralidad y el uso de símbolos integradores en el discurso de este intelectual mexicano.

En su entrega 23, de enero-abril de 2002, Espiral abre con un texto antropológico de Fred Judson que explora a la sociedad canadiense, más que pos-moderna, globalizada y capitalista. Concluye lo que muchos reiteran: presentar a la democracia como vía para resolver los problemas del mundo actual. Más acucioso resulta el texto de Jorge Durand sobre la distribución geográfica de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Durand analiza los patrones de concentración de la población migrante y su posterior dispersión en un texto que resulta de actualidad.

El número 24 de Espiral pasa por alto a los antropólogos, pero éstos regresan en el 25. Estamos ya en septiembre-diciembre de 2002. Victoria Novelo, en solitario texto antropológico, reflexiona sobre la situación de ser indio, artista y artesano en México. Recordemos que Victoria Novelo es pionera en los análisis de cultura obrera en el país y en los dedicados a los artesanos. Uno de sus libros es un clásico de nuestro medio antropológico: Artesanías y capitalismo en México. Novelo demuestra en su artículo de Espiral la parcialidad y discriminación que existen en las concepciones predominantes sobre los artesanos y las artesanías en México. En contraste, afirma que las artesanías son resultados multidimensionales con orígenes diversos e implicaciones antropológicas, económicas y sociales, además de artísticas y económicas. En suma, las artesanías son un complejo resultado sociocultural.

En el número 26, Espiral da cabida a varios artículos con orientación antropológica. En un texto de Renée de la Torre se analiza el devenir de la defensa de los derechos humanos en la ciudad de Guadalajara. En este análisis, la autora establece la relación entre la Iglesia católica —tan importante en Jalisco—, el gobierno y la llamada sociedad civil. De los grupos que tradicionalmente se implicaban en la defensa de los derechos humanos, se ha pasado a un espacio de conflictos al interior de la propia Iglesia católica además de entre empresarios, las ONG y el gobierno. Renée de la Torre trata de explicar estos cambios analizando los contextos amplios en los que se dan y las consecuencias del involucramiento de los círculos de poder en la defensa de los derechos humanos.

Emma Ruíz Martín del Campo continúa con su preocupación acerca de los cambios en la adolescencia femenina y la llegada del estatus de mujer. La cultura en la que la mujer es socializada deja su huella en ella y en su visión del mundo. En un ambiente globalizado y de pluralidad cultural, los adolescentes necesitan de una referencia, de una comunidad humana que confiera sentido a sus vidas.

Muy cerca de 2004, en el número 27 que corresponde a mayo-agosto de 2003, Espiral publica un texto de Jean François Lessard que afirma la formación de una identidad global, justo en el tenor contrario a lo afirmado por Gilberto Jiménez en números anteriores. Lessard plantea que sí existe una sociedad global con su correspondiente cultura, apoyada en la fuerza de la industria cultural. Quizá ni lo uno ni lo otro —digo—, sino un proceso de afirmación y de negación mutuas entre lo global y lo local es lo que vivimos en la actualidad. Por lo menos es una conclusión posible si se leen comparativamente los textos de Lessard y de Giménez. Por el sendero de la antropología política nuevamente Alberto Aziz Nassif nos conduce a reflexionar sobre el hecho de que los problemas de la democracia son diferentes para la primera generación que los vivenció en México que para esta segunda que los está enfrentando ahora. Si el primer problema era alcanzar la pluralidad y la alternancia, ahora nos enfrentamos a la dificultad de no contar con buenos gobiernos. Y continuando con la antropología política, Jorge Alonso analiza las elecciones en Guadalajara con una perspectiva histórica. Distingue el voto rutinario del voto emotivo y habla también de un voto de protesta y otro de esperanza. Este voto señala otra alternativa en formación más allá del bipartidismo imperante. Alonso no omite escribir de quienes votan con el sentido de utilidad y del deterioro de la confianza ciudadana en los partidos políticos. Esta última conclusión adquiere vigencia en las circunstancias actuales. La gente vota por personas y no por proyectos.

Nada de antropología en el número 28 de Espiral y sólo un artículo en el 29 correspondiente a enero-abril de 2004. Se trata de un texto del antropólogo chiapaneco Carlos Uriel del Carpio sobre los conflictos entre Chiapas y Oaxaca por la posesión de la selva de las Chimalapas. Es ésta un área que no está claramente delimitada además de que ha sido objeto de un largo proceso de colonización que ha dado lugar a una lucha agraria que aún no finaliza. Se trata de un proceso de gran complejidad que lleva aparejado la formación de identidades en relación con el territorio. La teoría de la frontera es claramente pertinente en este caso, junto con el uso del concepto de "apropiación social" que maneja el autor.

No hablo sobre el número 30 porque lo desconozco. Espiral cumple diez años ininterrumpidos de publicarse. Eso por sí mismo merece celebración en un país en donde las revistas nacen, llegan a la adolescencia y se mueren. Espiral alcanzó la madurez y está convertida en una gran tribuna de expresión académica, no solo de los científicos sociales de Jalisco, sino del país y aún del extranjero. A lo largo de los últimos diez años la revista ha logrado conservar un grado de alta calidad desde su aparición. Es un logro nada fácil que habla bien de su dirección, de su consejo editorial y del cuidado que han mantenido los evaluadores de textos. También, la revista transmite el alto grado de complejidad que ha alcanzado el análisis social en México en estos tiempos turbulentos. Es importante recalcar eso en el ambiente de hostilidad al pensamiento crítico y, sobre todo, de excepticismno ante la ciencia. La mercadotecnia lo invade todo, como varios textos de Espiral lo demuestran. Hemos de desearle larga vida a esta revista y hacer votos porque sus páginas continúen abiertas a la reflexión del valor de las ciencias sociales para lograr un ámbito social más cercano a los propósitos de contar con un país viable y equitativo.

 

Información sobre el autor

Andrés Fábregas Puig: Licenciado en etnología con especialidad en etnohistoria y doctor en antropología social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Hizo una estancia previa al doctorado en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana y en el Departamento de Antropología Social de la Universidad del Estado de Nueva York. Fue alumno de Guillermo Bonfil y Ángel Palerm. Ha publicado varios libros sobre las sociedades rancheras en Jalisco y sobre la variedad cultural de Chiapas; también acerca de la etnología de la Gran Chichimeca, de cuyo Seminario Permanente es fundador. Participó en la fundación del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa en 1974 y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social–Sureste en 1984. En 1989 fundó el Insituto Chiapaneco de Cultura y en 1995 la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Ha sido profesor en universidades del país y europeas. Actualmente se desempeña como docente e ivestigador en la Universidad de Guadalajara.

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