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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.17 Ciudad de México ene./abr. 2005

 

Esquinas

 

Mujeres frente a los espejos de la maternidad: las que eligen no ser madres

 

Yanina Ávila González

 

 

Doctorante en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. yaavila@yahoo.com.mx

 

Recepción: 18 de noviembre de 2003
Aceptación: 4 de mayo de 2003

 

Resumen

El propósito de este trabajo es repensar el binomio mujer = madre desde una óptica analítica no naturalizada. Para ello se le da la voz a las mujeres que han "elegido" voluntariamente no ser madres, a fin de conocer los procesos que las llevaron a tomar esta elección, así como las experiencias y presiones sociales a las que han estado sujetas por no cumplir con el destino materno asignado teleológicamente a sus vidas. Destaca la necesidad de contextualizar el momento histórico bajo el cual fue posible que las mujeres pudieran tener acceso a este derecho reproductivo, que ha sido un eje de lucha del movimiento feminista, al exigir la autonomía de controlar sus cuerpos para decidir libremente la maternidad. Plantea, asimismo, que la maternidad es un tema complejo, que no puede ser reducido solamente a lo cultural o, en su defecto, a lo biológico, sino que se entreteje con el nivel del inconsciente y por tanto del deseo.

Palabras claves: Maternidad, elección, derechos sexuales, derechos reproductivos, presiones sociales.

 

Abstract

The purpose of this article is to rethink the woman-mother binomial from a non-naturalized analytical viewpoint. To do so voice is given to the women who have willingly "chosen" not to be mothers, with the aim of knowing the processes which led them to this decision, as well as the experiences and social pressures to which they were subjected for not fulfilling the teleo-logically assigned maternal destiny of their lives.What is outstanding is the need to contextualize the historical moment in which it was possible for women to accede to this reproductive right, which has been the axis of the struggle of the feminist movement, by demanding autonomy to control their bodies to decide maternity freely. Likewise, the article states that maternity is a complex subject that cannot be reduced merely to cultural or, otherwise, biological aspects, but rather it is interwoven with the level of subconscience and, hence, desire.

Keywords: Maternity, election, sexual rights, reproductive rights, social pressure.

 

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

Mi intención en este trabajo1 es prestar atención a lo que tiene que decir un grupo de mujeres que no cumple con el modelo ideal de feminidad esperado para ellas, el cual asocia el ser mujer con el ser madre, y define a la maternidad como el núcleo natural y fundante de la identidad femenina. Mi función ha sido mediar entre los testimonios de estas mujeres y lo que algunos teóricos han dicho y reflexionado respecto de este fenómeno contemporáneo, que se presenta con mayor claridad en algunos países como Italia, España, Alemania, Hong Kong y Rusia. Las entrevistadas son mujeres que con capacidad de reproducirse en la medida en que sus cuerpos biológicos contaban o cuentan con esa capacidad potencial, han optado por no hacerlo, por no procrear, por posponer los hijos, por no ser madres y, algunas de ellas (incluso la mayoría) por no ser ni esposas ni amas de casa tradicionales.

Son en cierta forma mujeres pioneras que por primera vez en la historia están hablando abiertamente acerca de su elección de permanecer sin hijos con sus familiares, amigos y parejas varones o mujeres, en caso de sostener relaciones lésbicas. Pero también lo discuten y plantean en los foros nacionales e internacionales, como parte de los derechos de las mujeres a la autodeterminación de sus cuerpos y a la libertad de elegir reproducirse o no hacerlo.2 ¿Quiénes son estas mujeres que no cumplen con las "funciones asignadas" a sus cuerpos y a sus vidas, que separan de facto la sexualidad de la reproducción y eligen un proyecto de vida sin hijos? ¿Qué factores o qué condiciones socioculturales han determinado o posibilitado este hecho social, numéricamente tal vez irrelevante en nuestro país,3 pero simbólicamente significativo,4 en la medida en que expresa la heterogeneidad intrínseca de la categoría mujer, y la resistencia a la representación unívoca y esencialista de la misma? O dicho en otras palabras: son mujeres que expresan "la tercera mujer" de acuerdo con la tipología que establece Gilles Lipovetsky (1999), en su libro con ese mismo título, o que expresan el fin de la categoría mujer como algo natural, estable y dependiente del varón.

Por otra parte, ¿cómo experimentan estas mujeres liminales la condición de no ser o no querer ser madres en una sociedad como la mexicana, que se ha caracterizado hasta hace muy pocos años por la vigencia del mito de la madre "santa" y "abnegada" (y del padre ausente y viril, que afirma su hombría con el número de hijos que engendra)?5 (Castellanos, 1971; Poniatowska, 1980;Lamas, 1995). De acuerdo con el investigador Carlos Welti,6 alrededor de 8% de las mujeres mexicanas no tiene hijos en toda su vida. Es decir, que en un 92% las mexicanas sí son o han sido madres. De hecho, en promedio, nueve de cada 10 mexicanas optan por la concepción.

 

¿QUIÉNES SON LAS "SIN HIJOS" O COMO DICEN LAS ESPAÑOLAS:"HIJAS SIN HIJAS"?7

Dicho de manera general, las mujeres que conforman el corpus o la muestra de esta investigación8 pertenecen a una élite de la población de clase media ilustrada y profesional que radica en la ciudad de México. Mujeres que nacieron en la década de 1950 y que en los inicios de su vida sexual y reproductiva —a finales de la década de 1960 y mediados de la de 1970— les tocó vivir bajo un contexto de cambios políticos y culturales que trastocaron las costumbres y el orden patriarcal reinante, como fue el hecho del acceso al uso irrestricto de los métodos anticonceptivos por parte de las mujeres, al modificarse la política de población del Estado.9 Pero sobre todo, recibieron y experimentaron la influencia de los movimientos y los discursos políticos culturales contestatarios, provenientes de las izquierdas nacionales e internacionales, así como de la lucha sexual de los jóvenes y de las feministas de la segunda ola.

Se trata de mujeres que a diferencia de muchas de sus madres realizaron estudios universitarios, no para estudiar mientras me caso (mmc)10 como algunas de sus ancestras y/o contemporáneas, sino para tener algo que les diera sentido e independencia a sus vidas. La mayoría estudió en universidades públicas,11 las cuales, todavía sin elaborar el duelo de la matanza de los estudiantes de 1968 y del 10 de junio de 1971, recibían en sus centros a los exiliados y refugiados del Cono Sur, en ese entonces ensangrentado por los gobiernos militares golpistas. Muchas de las mujeres entrevistadas simpatizaron y fueron militantes de las organizaciones políticas de izquierda y del movimiento feminista, si bien no en sus inicios como protagonistas del mismo, sí en sus etapas posteriores.

Cabe decir que un factor que contribuyó de manera relevante a acelerar los cambios en las relaciones de género fue la presión de la economía y la política mundial para liberalizar el mercado, posibilitando con ello el ingreso de las mujeres al trabajo remunerado y, consecuentemente, provocando la adquisición de nuevas identidades para las mujeres y nuevas formas de relación en la pareja y la familia. Formas que demandaban nuevos pactos y arreglos en el ámbito de lo doméstico y nuevos "equilibrios" en las relaciones de poder, tanto en el plano simbólico como en el social.

En este entorno, muchas de las mujeres, al escuchar sus voces interiores sin la interferencia del ruido social proveniente de los mandatos de género, al saberse sin pareja o sin el apoyo real y efectivo de los hombres en las labores domésticas y maternales, al saberse y vivirse sin las redes familiares y tradicionales de antaño, y al percibir un panorama económico, social y mundial incierto y deprimente, desistieron de traer hijos al mundo.

Algunas no tuvieron hijos, simple y sencillamente porque no lo desearon: era su deseo no ser madres. Hubo quienes se asustaron al ver reflejada la parte más oscura e invasora de ese poder omnipotente y oculto que conlleva el ejercicio de la maternidad; mientras que para otras, la maternidad era percibida como una atadura y el no tener hijos, al contrario, significaba la libertad para emprender nuevas rutas en sus vidas:

Para una sociedad basada en los "valores de la familia", este cambio hacia un mundo centrado en los adultos es histórico. La emergencia de las personas sin hijos significa que las mujeres están buscando oportunidades, para sentirse completamente realizadas y auto determinadas sin prestar atención a lo que la sociedad piense de ellas. Estas mujeres están cumpliendo la promesa del movimiento de mujeres, aunque el movimiento feminista no las reconozca ni las apoye en su causa (Cain, 2001: XI, traducción mía).

Este hecho de "elegir" y conducir sus vidas sin prestar atención a los mandatos o a las creencias externas forma parte del cambio histórico que se vive en las sociedades contemporáneas, cambio que autores como Inglehart y otros12 denominan la "posmodernidad". Estos autores señalan que la posmodernidad —como una nueva etapa histórica que se vive desde hace muy pocas décadas en las sociedades de los países altamente industrializados y en los centros urbanos o metropolitanos de los países tercermundistas más "modernos"— trae consigo un cambio más permisivo en la orientación de los valores, al incrementarse el énfasis en las elecciones humanas en todos los aspectos de la vida de las personas, incluyendo la selección de la pareja, los roles de género, los propósitos en la educación de los hijos, los hábitos de trabajo, la orientación religiosa, los patrones de consumo, las acciones cívicas y el comportamiento del voto. Señalan, asimismo, que en "el corazón del cambio a la posmodernidad está un cambio en la orientación de los valores, el cual se halla vinculado con la amplitud de las elecciones humanas y la expresión propia" (Inglehart et al., 2004: 7).

"Dueñas de nuestros cuerpos, dueñas de nuestras vidas" era la consigna de las mujeres feministas a principios de la década de 1960 y durante la de 1980, cuando exigían la liberación de los métodos anticonceptivos y la despenalización del aborto. Consignas traducidas en propuestas y políticas públicas en la década de 1990, por medio de los conceptos de salud sexual y salud reproductiva, y su correlato en los "derechos sexuales y derechos reproductivos"; derechos establecidos a nivel internacional en la IV Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD), celebrada en El Cairo en 1994, y la V Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing en 1995. Ambas conferencias fueron auspiciadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y contó con la participación de las organizaciones no gubernamentales de mujeres y feministas.

Para evitar que la cercanía con el feminismo resulte un sesgo que descalifique de antemano este estudio, si tomamos en cuenta la representación típica que se hace de las feministas como un grupo de mujeres "locas" que odian a los hombres y aún más a los niños y a la familia, en la muestra se incluyeron testimonios de mujeres alejadas o no simpatizantes con el feminismo, pero que cumplieran con los mismos requisitos: nacer en la década de 1950, realizar estudios universitarios y desempeñar un trabajo profesional.

 

EL LARGO Y SINUOSO CAMINO DE LA ELECCIÓN

El concepto de elección no es muy afortunado, ya que tiene la desventaja de ser problemático en tanto que nos remite a la idea del sujeto cartesiano, a la idea del agente intelectual, libre y centrado. Es un concepto que no da cuenta de la ambigüedad, de lo contradictorio, de lo inestable y de lo procesual que es en sí mismo el sujeto. Tampoco da cuenta de las relaciones de poder que coaccionan y limitan el campo de "elecciones" posibles; e incluso, es un concepto con el que no se identificaron explícitamente algunas mujeres a quienes entrevisté en mi trabajo de campo. Sin embargo, decidí utilizarlo porque da cuenta de la autonomía y autodeterminación que ejercen los sujetos sobre sus vidas y el entorno social que los envuelve. Además, porque el concepto de "elección" es una idea muy arraigada en el ethos liberal y en la agenda democrática de los derechos humanos de las sociedades actuales, en las que se inscriben los derechos sexuales y reproductivos. Éstos establecen el derecho de las personas a decidir de manera libre y responsable el número de hijos y a disponer de la información y de los medios para ello, así como el derecho a adoptar decisiones sin sufrir discriminación, coacciones ni violencia.13

A pesar de que el derecho a elegir procrear o no hacerlo se encuentra legislado en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos desde 1974, año en que se reformó el artículo 4° constitucional, a nivel cultural y social las personas (y aún más las mujeres) que eligen no tener hijos siguen estando sujetas a presiones sutiles y en cierta forma agresivas. "Me metes en aguas muy hondas", fue la respuesta de Araceli cuando le propuse una entrevista para conocer sus opiniones y sentimientos respecto del hecho de permanecer sin hijos. La maternidad es un tópico mayúsculo, adherido culturalmente a la subjetividad y a la vida de las mujeres de manera casi epidérmica: una segunda piel.

Yo no sé muy bien qué me ha condicionado a la antimaternidad. Creo que yo desde muy niña sentí que eso no era para mí: mientras mis primas jugaban a la mamá, yo jugaba a ser doctora.

Para mí la decisión de no ser madre fue muy visceral, como todas mis decisiones, es como por olfato. Después, muchas de esas cosas, me doy cuenta que las puedo inscribir perfectamente en un marco teórico... Pero no lo pensé antes... Era que yo no sentía ganas de ser mamá, simplemente nunca sentí ganas de ser mamá. No tengo estructurada esta situación, para mí se dio de manera fluida y natural. ¡No quise!

Para mí el no tener hijos no ha sido una especie de elaboración racional; yo te digo que para mí era una cosa visceral, en cada confrontación me reafirmaba: "yo no quiero esa vida", y cuando digo no quiero esa vida (la postal de Kodak), parte de esa vida que no quería eran también los hijos. (Araceli)

Me encantan los niños, pero la maternidad no ha sido algo importante en mi vida para ser yo. Creo que mi búsqueda personal iba más por cuestiones, ni siquiera profesionales, sino más por cuestiones de principios, de querer cambiar y transformar el mundo, por querer aprender cada vez más de lo que yo estaba leyendo o de lo que yo estaba viviendo. Como que mi vida ha estado más ligada al aprendizaje de muchas cosas y al amor. O sea, la búsqueda de relaciones sólidas, amistosas o amorosas, es más importante en mi vida, más que un hijo.

Ni siquiera fueron razones ideológicas, así como de que el mundo heterosexual o el mundo se está viniendo abajo. Fue algo que me nació. Ésa fue mi relación con la maternidad. (Regina)

Cuando vivía con Santiago llegó un momento en el que yo quería tener un hijo y él se opuso rotundamente. Empezamos a vivir juntos a los 21 años; un ratito antes de que yo cumpliera 30 años empecé a soñar con bebés, empecé a sentir una necesidad muy violenta de embarazarme, de tener un hijo. Yo le rogaba, te juro, casi me hincaba. Yo quería ser mamá en ese momento, era como una obsesión de mi vida, y algo que nunca he vuelto a sentir. Fue un deseo impresionante, porque me generó mucho sufrimiento, no entendía por qué no teníamos un hijo como todas las demás parejas, para qué teníamos que ser tan distintos. Finalmente, el deseo nunca fue tan grande como para haberme embarazado con trampa, que hubiera sido lo más sencillo. Y lo más curioso es que a partir de mi separación de Santiago, lo que se volvió claro es que yo no quería tener hijos.

De repente empezó a haber una discusión muy intensa con mi madre, porque mi madre siempre había dicho que yo ya me estaba tardando. En esa confrontación con mi mamá creo que es cuando se me hizo más clara la idea, porque es cuando logré verbalizar que yo no quería tener un hijo, así de fácil.

Yo quería tener un hijo porque Santiago no me estaba queriendo como yo quería que me quisiera. Entonces yo quería un amor que fuera un amor perfecto, un amor absoluto, un amor que no me pueda fallar jamás. Yo no quería un hijo para él, quería un hijo para mí. Yo ya tenía planeado todo, cómo se iba a llamar, qué iba a estudiar, cómo lo iba a educar. Y de repente, todo esto me empezó a dar mucho horror, de repente me empecé a ver precisamente como una madre devoradora.

Ahorita, a mis 45 años, empiezo a ver que el problema de la maternidad no es un problema de la relación del hijo con la madre, sino de la madre con el hijo. O sea, es cuánto necesita una mujer tener un hijo: ése es todo el problema. Yo ahorita ya no lo necesito, es decir, ya no es una de mis fantasías, sino como el horror de ver qué chinga se paran las madres en esta vida. (Virginia)

De chava no recuerdo haber sentido así como que me muero de ganas de tener pareja para tener hijos, o quiero tener hijos con... Yo siento que no me nacía. Como a los 25 años, mi hermana tuvo su primer hijo, el primer bebito en la familia, me produjo mucha ternura, mucha inquietud. Como que dije: "¡Sí quiero, sí me aviento!" Fue el único momento que dije sí quiero y sobrevino la ruptura con esa pareja.

A los 30 años se presentó de nuevo la idea de pensar en la maternidad. Estaba yo en psicoanálisis, quería realmente escarbar para ver si había algún deseo que yo estuviera ocultando o no. Le escarbé mucho y no encontré ningún deseo. Lo que sí me di cuenta por mi experiencia y por la experiencia que empezaba a tener, a esa edad en que mis amigas se empezaban a embarazar, es que la única posibilidad para que una feminista consciente se embarace es tener un fuerte deseo, punto. O sea, olvídate de condiciones económicas, de pareja, efectivas o lo que sea, ¡nada que ver! Yo empecé a ver en mis amigas que las condiciones económicas les valían madre, las parejas también. El deseo era lo que privaba. (Marta)

Yo no lo veo muy racionalmente, no creo que yo haya decidido no tener hijos. O sea, lo que ha sucedido en mí es que no he tenido ganas de tener hijos, o por lo menos, eso es lo que me explico a nivel del consciente. Siento que en el fondo tu propia trayectoria de vida te va llevando a que en ciertos momentos se vuelva imposible el tener hijos y en ciertos momentos, aunque se vuelva posible, haya sensaciones de que no hay coincidencia, que no quieres en ese momento.

Con mi pareja (Ernesto) hemos platicado muy poco al respecto. Cuando entré a estudiar la maestría dijimos: "Bueno, por ahora no se pueden las dos cosas". Luego terminé y entré al doctorado. Claro, llegó un momento en el que me di cuenta que verdaderamente nunca me iban a dar ganas. Hay algo también que me pasa con la maternidad. A mí el significado y todo lo que rodea a las mamás no me gusta. Y he llegado a pensar: "Capaz lo que no he tenido ganas es de ser mamá", y tal vez sí me hubiera gustado tener un hijo. Pero el rol de mamá, ni el de tener todas las responsabilidades me gusta. (Edith)

Mi evaluación acerca de la maternidad es que está muy poco resuelta en mi vida. Hay una serie de obstáculos objetivos que puede tener toda mujer, pero ante los cuales yo he escogido no ser madre. Pero no porque haya hecho una decisión consciente de nunca tener hijos. No es que conscientemente yo haya dicho: "Nunca voy a tener hijos por tal o cual razón', ¡no! En ese sentido es una decisión que no es una decisión. Son una serie de decisiones inmediatas. (Ángela)

Siempre he tenido temor de tener un hijo y temor de no tenerlo. Mira, yo dije muchas veces: "¡Cuácatelas un hijo!" Pero, digamos, dentro de mi análisis siempre estaba el temor y la duda. Yo pensaba al hijo como una expectativa de más adelante y como un dolor de no tenerlo. Dolor que tampoco se vuelve así como para que digas "híjole". Sin embargo, si alguien me preguntara si regreso mi vida: "¿Tendrías hijos?", yo diría, si es la misma vida, "¡no, no los tengo!" Porque me gusta mucho, fui irresponsable mucho tiempo, me gustó ser irresponsable, me gustaban las fiestas, el desmadre, eso de la militancia. Me encantaba, fue muy divertido. A lo mejor me perdí de cambiar pañales y de ver un niño crecer. Pues, me lo perdí. (Pilar)

Yo siempre viví la ambivalencia total en relación a la maternidad. Si a mí me dijeran actualmente: "escoge", diría "no hijos". Yo sí estoy por un fortalecimiento del individualismo, que aquí en México es muy pobre. (Verónica)

Es algo que siempre he tenido claro, no tenerlos. Pero, a la vez, me ha permitido jugar con la idea de tenerlos con los compañeros, con ellos se juega. Pero hay una convicción muy clara de no tenerlos. Las razones van cambiando, más integral, racional, políticamente... lo que quieras.

De susto, de castigo que yo no merecía, no tenía la capacidad. Son diferentes etapas. (Valeria)

Lo que pasa es que, ¡híjole mana!, con el tiempo como que se va matizando la reflexión sobre el asunto. Pero yo lo que siempre he dicho es que, para empezar, yo nunca he deseado la maternidad. Nunca fui de las chavas que soñara con eso. (Laura)

Yo sí pensé mucho la decisión de no tener hijos, pero como que le damos mil justificaciones. No queríamos plantearnos la verdad de que no queríamos tener hijos, incluso eso no lo queríamos decir. (Alejandra)

Creo que lo cuestioné tanto y lo pensé tanto, que ahora que me sentiría más tranquila ya no es el momento, porque, bueno, con respecto al embarazo después de los 40, pues no es que esté en contra, pero no se me antoja como opción, en el sentido que siento que me hubiera gustado haber sido ante todo... una mamá joven. (Camila)

Al principio, mi pareja y yo no lo decidimos, sino que al principio dijimos: "Vamos a dejar pasar un tiempo". Pasó ese tiempo y tomamos la decisión, conforme íbamos viendo lo que se espera en un futuro para los niños; conforme vas viendo tu propio crecimiento es cuando tomas la decisión. O sea, mi decisión de que no iba a tener hijos, de que tener hijos es una gran responsabilidad, y era al mismo tiempo una atadura. Yo lo siento como una atadura. Entonces decidí que no, que no iba a tener hijos y él también. (Carolina)

Yo fui de hecho la primera persona de mi familia que tomó esta decisión de no tener hijos, y ante todo ahorita, así presentándome, me gustaría muchísimo decir que me siento muy contenta con esa decisión. No sé de hecho cuándo empezó o cuándo lo decidí, quizá precisamente en el hecho sí te puedo decir que lo decidí en vísperas de mi matrimonio con mi esposo; bueno, es importante también que te mencione que mi esposo está casado conmigo por segundas nupcias. Él era divorciado, tiene dos hijas y es trece años mayor que yo, y bueno, nosotros hemos tenido una relación muy padre y como que en este acuerdo de no tener hijos siempre estuvimos muy conformes los dos.

Yo casi siempre, la sensación que vivo cuando veo una mujer embarazada es una sensación gacha, digo "¡ay pobre, que incómoda debe de estar!, y el trabajo que se le viene a esta mujer". No te puedo decir cuándo tomé la decisión, quizá en el hecho fue previo a casarme. A mí siempre me ha dado, aunque me da un poquito de pena decirlo, mucha flojera tener un hijo. Es más la flojera que la ilusión que pudiera esto generar. Entonces, te digo, no sé exactamente cuándo tomé la decisión, pero sí te puedo decir que siempre la maternidad a mí me ha causado más que gusto, rechazo. mucho; no sé por qué.

También te quiero decir, que aunque yo no soy una persona muy católica, pertenezco a una familia cristiana y pienso muchísimo en Dios y una cosa que yo he pensado mucho es: "Yo por mi voluntad propia no quiero tener hijos [acentuando], pero si Dios decide que yo tenga un hijo, lo voy a tener". Vaya, ahí sí, yo hago todo lo que está de mi parte para de veras que no, pero si en una de esas se me chispotea y quedara embarazada, y es algo que también lo he platicado con mi esposo, que fuera algo fuera de nuestra voluntad, habría que acatarlo... (Teresa)

Debo decirte que yo nunca me visualicé con hijos. En un principio, cuando me casé, pues como que sentía yo muy violenta la idea de decir "no quiero tener hijos". A los dos o tres años de casada tenía ya mucha presión social, porque eso influye mucho, me deprimí mucho de pensar que chin, a lo mejor el año que entra ya estoy con un bebé que me va a quitar muchas cosas que todavía quiero hacer. Y entonces le pregunté a mi marido y me dijo que no, que él estaba muy harto de cuidar niños y que no quería tampoco. O sea, me di cuenta que ni me visualizaba, ni se me antojaba cuando veía a mis amigas con hijos. Me di cuenta de que mi decisión era clarísima porque se me retrasó mi regla y entonces entré yo en el terror de estar embarazada, y pues estando casada dices, "bueno, ya ni modo". Y ¡no! Yo tenía clarísimo que si quedaba embarazada lo iba a abortar. (Emma)

La verdad, no sé si era temor, no sé si sería terror, no sé si era conciencia, no sé si era todo junto, y no era, pero así que yo tuviera ganas desbordantes por tener un hijo, ¡no! Yo creo que por el tipo de infancia, por el tipo de familia, por el tipo de dualidad que siempre viví. De los rollos con mi padre, con mi madre, de esta situación de amor desbordante y de mucha violencia también. Y la verdad, así que haya tenido una duda de decir quiero, ¡no! Dudé muchas veces por mis cuates, de que tanto me exigían que yo dije: "Bueno, pos tal vez con éste podría tenerlo", pero así como diciendo, a lo mejor, y bueno, nunca se dio. (Lucía)

Cuando conocí al que es ahora mi esposo yo tenía otro novio, pero me gustó Antonio, amor a primera vista, me enamoré de su voz. Ya de novios, le decía que era muy difícil vivir juntos, porque si nos íbamos a vivir juntos yo tenía que dejar mi consultorio, que estaba en casa de mis papás, y si lo dejaba no había entrada económica, porque él es extranjero y no tenía permiso de trabajo, éramos estudiantes los dos. Entonces ese mismo día decidimos casarnos. Pero yo le dije: "No quiero tener hijos", y entonces él me dijo: "Yo nunca he pensado tener hijos". "¡Ah!, pues hecho. Pero de veras que yo no quiero." Me dijo: "Yo tampoco", entonces perfecto. Tenemos dieciséis años de vivir juntos, y ahí la llevamos. (Graciela)

 

LA INFANCIA Y LA MATERNIDAD

Muchas de estas mujeres tuvieron una infancia típica (de los años del Porfiriato y de la Colonia) marcada por los roles de género tradicionales, de prepararlas para que fueran futuras madres y esposas. Algunas de ellas estudiaron en colegios de monjas o sólo para mujeres. Y si bien había quienes daban por hecho que ése sería su futuro, otras no se ilusionaban con esta idea y se juraban que no se casarían o lo harían hasta que tuvieran mucha edad.

Una influencia que marcó el no deseo de ser madres fueron las vivencias experimentadas en la historia personal de sus propias constelaciones familiares, principalmente en la relación sostenida con sus madres o sus familiares femeninos más cercanos, pero también con el padre o los hermanos.

Yo no sé si sea también aprendido de mi madre este rollo de no tener hijos, porque mi mamá fue siempre una persona que de algún modo se lamentó de tenerlos. Como que ha sufrido mucho con sus hijos: "¡Ay, yo te di todo y entonces no sé qué!". (el chantaje).

Creo que yo no aprendí la maternidad como algo demasiado gozoso. En parte sí, no digo que haya sido mala madre, pero ella por ejemplo es muy religiosa, entonces muchas veces me ha dicho que debió haber sido monja. Imagínate decirle eso a un hijo tuyo, mejor no lo hubiera tenido. (Camila)

Yo soy hija única, a mí me educa mi madre, mis padres se divorciaron cuando yo era muy chica, por lo que tengo una relación muy ausente de varones, con una madre con una maternidad muy especial, muy conflictuada. Ella nunca quiso tener más hijos, y estoy segura de que si hubiera vivido treinta años después, no los hubiera tenido.

No tengo recuerdos de los embarazos de mis tías, de las alegrías de los nuevos bebés nacidos, ni nada de eso. Un recuerdo que me hubiera influido de la maravilla de la maternidad. Es más, mi madre siempre dijo que los hijos eran un trabajo del demonio, que eran una dificultad, una especie de pérdida de la libertad. Y a pesar que decía que los hijos eran un trabajo, yo me sentía muy responsable de mi madre. Sentía a mi madre demasiado dependiente de mí. Sentía que yo estaba solventando la propia soledad de mi madre y era algo que seguramente no me gustaba. (Julieta)

Yo pienso que la idea de no tener hijos comenzó muy temprano para mí, porque aunque yo no viví en una casa donde hubiera violencia doméstica, sí vivía en un ambiente en el que tenía oportunidad de ver mucho de esto. Tenía unos vecinos, no sé cuántos años tendría, ocho quizás, y había una muchacha joven, recién casada, embarazada —y ya ves los niños, pinches curiosos, nos íbamos hasta la azotea y se veía el patio de la casa vecina— y su marido la golpeaba, la tiraba al suelo. Y una vez que estaba tirada en el suelo, la pateaba, a pesar de que ella estaba con la barriga muy grande.

Y eso fue muy impactante para mí, en términos visuales. Yo decía: "Yo nunca voy a estar en una situación así". Yo pensaba, y nadie me echaba rollos sobre esto, "¿por qué las mujeres pueden ser golpeadas?, ¿por qué las mujeres tienen una situación de sujeción?", aunque no lo pensara en esos términos. Yo pensaba: "Es por los hijos", y asociaba a la mujer embarazada como indefensa ante la violencia masculina. Y pensaba para mis adentros que nunca me iba a casar, "porque si me caso me va a pasar como a esa mujer y me van a golpear y no quiero".

Bueno, todo eso ocurrió en Michoacán, en un pueblo que está como a diez horas de aquí... (María Eugenia)

Imagen 4

Para otras mujeres, la separación o el divorcio de sus padres o la enfermedad de sus madres las obligó a desempeñar tempranamente las labores maternales de cuidado y atención a sus hermanos. Esta experiencia las marcó para alejarse de esta responsabilidad:

Mis padres se separaron cuando yo tenía 11 años. Yo me quedé a cargo de mi hermano tres años menor que yo y de las dos niñas más chavitas. Siento que viví forzadamente una maternidad muy temprana. Viví cosas riquísimas... pero hubo experiencias terribles, muy angustiosas por mis hermanos, que hicieron que yo me quedara con una sensación de que tener hijos es algo muy cabrón, algo que te consume, algo que te atrapa completamente. Que la preocupación por la vida de otra persona no es algo que puedas tomar y dejar, sino que es algo con lo que cargas y duermes y vives todo el tiempo. (Marta)

 

EN DESEO HOSTIL O NO DESEO MATERNO

Si bien es cierto que la maternidad es un mandato cultural de género, es a la vez un hecho más complejo que no puede reducirse sólo a lo cultural. Varias autoras han enfatizado la importancia de considerar el aspecto psíquico (Adams, 1992; Burín, 1996; Lamas, 1995; Tubert, 1996) en la medida que el deseo o no de ser madre o de tener un hijo se juega en un nivel psicológico que tiene que ver con la triangulación edípica y con la identificación especular de la niña con la madre (Tubert, 1996). Esto es, con la historia psíquica y familiar de la persona en particular:

La mujer es un sujeto y no un mero sustrato corporal de la reproducción ni el brazo —o el útero— ejecutor de un mandato social o la encarnación de un ideal cultural. Las representaciones que configuran el imaginario social tienen un enorme poder reductor —todos los posibles deseos de las mujeres son sustituidos por uno: el de tener un hijo— y uniformador —en tanto la maternidad crearía una identidad homogénea de todas mujeres. El psicoanálisis ha mostrado que el deseo del hijo no corresponde, de ninguna manera, a la realización de una supuesta esencia femenina, sino que es propio de una posición a la que se llega después de una larga y compleja historia, en la que el papel fundamental corresponde a las relaciones que la mujer ha establecido en su infancia con sus padres tanto en el plano de la triangulación edípica como en el de la identificación especular con la madre (Tubert, 1996: 9).

En este mismo marco de reflexión psicoanalítica, Mabel Burín hace referencia al tipo de mujeres cuyo posicionamiento psíquico no se inscribe en el deseo de ser madre o de tener un hijo. Denomina a este tipo de deseo como "deseo hostil" y explica que éste es un deseo diferenciador cuya constitución y despliegue permiten la gestación de nuevos deseos, por ejemplo, el de saber y el de poder. Burín explica que

el deseo hostil surge en la temprana infancia y se trata de un deseo que, para las mujeres de nuestra cultura, ha tenido predominantemente un destino de represión ¿Por qué? Porque al enfatizar las diferencias y al propiciar la ruptura de los vínculos identificatorios constituye un deseo que atenta contra el vínculo fusional. El desarrollo del deseo hostil implicaría entonces un peligro para nuestros ordenamientos culturales que identifican a las mujeres con las madres (Burín, 1996: 89).

Por otra parte, Nora García Colomé encuentra que este posicionamiento psíquico de algunas mujeres se debe a una identificación con el ideal del yo paterno o con los atributos fálicos del mismo, o también a lo que el padre en su función le puede dar como "don" a la hija:

Es por esto que algunas mujeres de hoy cuyo padre y/o padre simbólico les dio la oportunidad de recibir los dones de múltiples formas serán capaces de cuestionar esta cultura que les ha dicho que tenían que ser madres para ser reconocidas, valoradas, definidas, y así obtener el falo de otras formas. Se podría suponer, siguiendo a Bourdieu, que sus cuerpos no fueron del todo permeados por la cultura, que se ha logrado hacer un trabajo de deshistorización importante (García Colomé, 2004: 72).

 

LAS PRESIONES SOCIALES HACIA LAS MUJERES QUE NO SON MADRES

Una forma de documentar las presiones que las mujeres reciben para verse obligadas a seguir la vía materna la podemos apreciar en los comentarios o representaciones que se dirigen a conductas consideradas como transgresoras del patrón cultural.

Vale la pena recordar que si la maternidad fuera una vocación natural e instintiva, no harían falta los mecanismos de presión para "meter en cintura" a las mujeres que voluntariamente eligen abortar y/o no querer ser definitivamente madres, y que ponen en cuestión los estereotipos referidos a unos roles sexuales que se convierten en garantes de una supuesta "identidad sexual femenina" (Tubert, 1993: 354). Me refiero en este caso a las presiones que han experimentado en carne propia las mujeres que integran la muestra de mi investigación.

Estas presiones o coacciones las encontramos en expresiones cotidianas de la vida social. Por ejemplo:

a) Desde el lenguaje

El hecho de carecer de un concepto positivo específico para definir a las mujeres que eligen voluntariamente no ser madres, y tener que describirlas desde el prefijo adjetivado, que enfatiza la falta, la ausencia o la negación, al referirse a las mismas como "mujeres sin hijos", "mujeres no madres", nos habla del nulo lugar que ocupan (Morell, 1994). Es decir, existe un concepto para definir a las solteras, a las viudas, a las divorciadas, a las lesbianas, pero las mujeres sin hijos no tienen un nombre y un lugar propio, existen desde lo que no son o no tienen, son por tanto algo incompleto, liminal, ambiguo o raro (Lagarde, 1993).

Por otro lado, por lo común se dice que una mujer que no quiere tener hijos es incompleta, egoísta, inmadura, fría, que no le gustan los niños, que se está perdiendo del amor más grande de la vida, que se va a arrepentir, que se va a quedar sola, que sufre el típico síndrome de la mujer profesional moderna, o que es víctima de las propuestas del feminismo radical, en la medida en que quiere parecerse a los hombres, etcétera.14

Este tipo de presiones, suscitado por el hecho de no cumplir con el estereotipo ideal de feminidad/maternidad, se expresa tanto en las opiniones del común denominador de la gente, como en las opiniones profesionales "objetivas" y "científicas" de los expertos, léase los médicos, los psicólogos o los demás prestadores de los servicios de salud, por no ahondar en las grandes formulaciones provenientes de los campos discursivos del orden de lo religioso, lo filosófico y lo literario, que juntos contribuyen a construir la figura del eterno femenino, expresado en el binomio mujer = madre.

b) Desde la clínica

Judith C. Daniluk se refirió a las coacciones y dificultades que enfrentan las mujeres sin hijos cuando asisten a los servicios de atención médica. Ella dice cómo:

Los miembros de la comunidad médica siguen promoviendo el embarazo y el amamantamiento como curas para una multitud de malestares, como los trastornos menstruales, la apoplejía, varias formas de cáncer y de enfermedades cardiacas... [los médicos] persuaden a las mujeres "infértiles" para que dejen que sus cuerpos sean sometidos durante años a experimentaciones y pruebas médicas, con la esperanza de alcanzar algún día al hijo esperado. [...] de acuerdo con los teóricos del campo de la psicología, las mujeres sin hijos son caracterizadas como egoístas, narcisistas y proclives a sufrir por una "incompletud de su feminización" (Daniluk, 1996, traducción mía).

Un ejemplo que ilustra de manera concreta la forma en que los discursos de los(as) expertos(as) en el campo de la salud mental15 imponen sus propios prejuicios o lentes culturales, lo encontramos en la idea generalizada que sostiene que la maternidad para las mujeres significa un deseo natural y universal, un estado de maduración o un estado de desarrollo psicosexual "normal", en el cual la niña repara el deseo del pene por el deseo de un hijo (Badinter, 1981; Daniluk, 1996). A. Woolet, por su parte, señala que:

La vida de mujeres sin hijos, ya sea por elección o por problemas de fertilidad, es percibida a los ojos de ciertos psicoterapeutas como una vida vacía, carente de la satisfacción y el calor que trae consigo la Maternidad (1991: 59).

También explica que esta visión negativa de las mujeres que permanecen sin hijos está basada en una serie de creencias acerca de la inadecuación psicológica, como la falta de habilidad para comprometerse en relaciones cercanas e íntimas.

Aún cuando las teorías tradicionales en psicología han sido criticadas por su visión ortodoxa, la mayoría de las tesis sobre el desarrollo de la feminidad todavía refuerzan la visión de la inclinación "natural" de las mujeres a cuidar a otros. En síntesis, desde una visión dominante se considera que "las mujeres tienen mayor oportunidad de lograr su madurez psíquica y emocional cuando aceptan la maternidad que cuando la rechazan" (Benedek, 1978: 60).

c) Desde las leyes

Un campo en el que tal vez uno desearía no sólo estar libre de estas presiones culturales, sino protegida(o) de las mismas, es el jurídico o legal. Sin embargo, aún ahí encontramos mecanismos e impedimentos que obstruyen el derecho legítimo que "deberíamos" tener las personas, y cuanto más las mujeres, por razones obvias de nuestra corporalidad reproductiva, para elegir libre y de manera autónoma en materia de procreación, sin sufrir discriminaciones, coacciones ni violencias, incluyendo el derecho al aborto como un derecho sobre el cuerpo y de privacidad personal.

Alicia Elena Pérez Duarte (1996) nos advierte sobre las imprecisiones e inconsistencias en que cae la propia estructura legislativa mexicana en el tema de la libertad reproductiva, ya que los principios planteados en la Constitución son contradecidos por los códigos civiles.

d) Desde cualquier espacio

La pregunta "¿por qué tienes hijos?" es raramente formulada; hay una suposición de que la maternidad/reproducción es inevitable, "natural" y como tal no está sujeta a ponerse en duda. De hecho, es una pregunta común que surge en una conversación casual: "¿Eres casada?, ¿cuántos hijos tienes? "Y cuando se expresa que no se tuvo ningún hijo, surge un silencio y un esfuerzo por reencausar el diálogo. Quiérase o no, las mujeres que no tienen hijos o que no quieren ser madres son todavía etiquetadas como raras. Estas ideas estigmatizadoras se vuelven anacrónicas e injustificadas en los tiempos posmodernos que corren, ya no digamos por el desarrollo de las nuevas tecnologías reproductivas, que ponen en cuestión los esquemas de parentesco y filiación, sino por el sistema económico neoliberal que acompaña a la globalización, el cual va arrasando con las instituciones y las formas tradicionales, dejando a su paso "instituciones concha": "Seguimos hablando de la nación, la familia, la naturaleza, como si todos fueran iguales que en el pasado. No lo son. La concha exterior permanece, pero por dentro han cambiado" (Giddens, 1999: 31).

Las mujeres, ya no son simplemente mujeres, sino que tienen que decidir qué quieren ser, evidenciando el hecho de que ya la identidad de género no es algo que se asume como dado, como prescrito, sino algo que debemos y podemos definir (Giddens, cit. por Vargas, 1998).

Para los grupos conservadores y la jerarquía de la Iglesia católica, los responsables de atentar en contra de la familia son las políticas económicas neoliberales, pero sobre todo las feministas radicales.16 Para las feministas, en cambio, queda claro el porqué ciertos grupos privilegiados se aferran a que no cambie el orden establecido:

La normativización de la sexualidad de las mujeres tiene que ver sobre todo con su obligación social de encargarse de una muy importante porción del trabajo (doméstico o de maternaje), porque las mujeres lo realizan gratis y sin cuestionarse esa obligación; lo llevan a cabo por el amor que le tienen a sus hijos, porque son mujeres, porque ni siquiera se detienen a pensar en la libertad. Por eso la liberación de su sexualidad es tan peligrosa: las mujeres desatadas de su sexualidad pueden elegir la autonomía, la soledad, la libertad, la aventura.

Creo que la represión de la sexualidad se basa en el miedo a ese peligro, un miedo compartido por todo el conjunto social de hombres y mujeres. La reflexión es muy simple: si las mujeres dejan de ocuparse del trabajo sucio, ¿quién lo va a hacer? (Moreno, 1995).

Judith Butler, en esta línea de reflexión, advierte que

[Al] actuar mal el propio género inicia un conjunto de castigos a la vez obvios e indirectos, y representarlo bien otorga la confirmación de que a fin de cuentas hay un esencialismo en la identidad de género. Que esta confirmación sea tan fácilmente descolocada por la ansiedad, que la cultura castigue o margine tan fácilmente a quien falle en representar la ilusión de un género esencialista, debería ser señal suficiente de que, a cierto nivel, existe el conocimiento social de que la verdad o la falsedad del género son sólo socialmente forzadas, y en ningún sentido ontológicamente necesitadas (Butler, 1998).

La función que cumplen estos discursos censuradores o estigmatizadores es política, en la medida que sirven como espejos para que las mujeres se culpabilicen, o se vean o imaginen en la condición subalterna en que son "colocadas":

Estos discursos, que definen a las mujeres sin hijos como inferiores a las madres nutrientes, o como mujeres inacabadas, tienen una función política, en tanto cumplen el rol de influir en la decisión de las mujeres para tener un hijo, ya que construyen una imagen negativa de las mujeres que no son madres (Morell, 1994: 147).

Para Morell no se trata de anteponer la superioridad de un estilo de vida u otro, de mujeres con hijos o de mujeres sin hijos, o de la falsa disyuntiva que impone la idea de la creación o producción vs. la procreación o reproducción. Se trata más bien de problematizar la propia noción de un significado único, acabado y estable de la categoría mujer como madre (Alcoff, 1989; Morelll, 1994; Zerilli, 1996).

 

LAS PIEDRAS EN EL CAMINO

Hay una fuerte presión todo el tiempo y de muchas formas. Desde la presión agresiva de desconfiarte, porque no eres madre, hasta la otra presión que no podría definirla. Por ejemplo, los comentarios lastimosos de "¡estás solita!, ¡pobrecita, no tiene hijos!" Todos los fantasmas del miedo, de que "te vas a quedar sola", de que "estás equivocada", de que "quién te va a ayudar", etcétera. Que además, si pueden, te lo hacen vivenciar.

De todos lados te llegan discursos e imágenes, el cine, la tele, ni se digan las telenovelas. Todo el discurso está una y otra vez reiterando y machacando la idea del amor heterosexual y la completud femenina maternal. Inclusive, yo te diría que la mayor presión y descalificación que he recibido al respecto es por parte de las propias mujeres. Inclusive, hasta el grado de sentirte como potencialmente peligrosa. Que has hecho algo que ellas no hicieron y, además, no estás mal.

También se me ha acusado de cobardía, de falta de responsabilidad, de no querer asumir una vida completa, madura, organizada. Repitiendo las palabras de la abuela: de "no querer sentar cabeza". (Araceli)

Me choca que me digan: "pero mira, que si te cuidas y no sé qué". Sé que me puedo embarazar de la manera más sencilla. Sin embargo, ¡no!

En el mundo psicoanalítico no deja de haber esto hacia mí. No soy la única que no tiene hijos, pero sí te puedo decir que casi la única, por lo menos de mi edad, que no tiene hijos. Casi todas tienen. La presión social por tener hijos sigue siendo muy fuerte. Sea de feministas, de no feministas. Creo que he sentido más respeto a veces de gente que no tiene nada que ver con el feminismo. Que cuando dices que no, te dice: "Oye, pues qué buena onda, está bien". ¿Sí me explico? A veces, dentro del feminismo sí recuerdo compañeras que me han presionado de por qué no, y que no sé qué. ¡Siempre hay esta idea de la incompletud por no tener hijos! (Pilar)

[En las discusiones con los amigos y amigas feministas sobre tu decisión de no tener hijo, sale que eres muy egoísta, ¿no?]

Yo creo que sí es una presión muy fuerte, muy interiorizada la que recibimos para tener hijos. Tus propias amigas feministas, también, como que las sientes muy realizadas. No sé, como que despiden un rollo así de realización y te chingan también por esa parte. Bueno, el caso es que ya se llegan los 40 años y que todavía te siguen presionando. Que "¿sabes qué?, las europeas a los 40 empiezan a tener el primero", y que sabe qué. Y que "es muy de moda, hasta han salido artículos en el Cosmopolitan" y todo eso de que "es lo máximo tener un hijo a los 40, porque ya lo decides conscientemente, que ya estás realizada en otros aspectos" y sabe qué tanta cosa.

Son muchas las presiones. La presión social sí la tenemos muy interiorizada. Sin duda, nos ha costado trabajo decir desde un principio que no. También está la otra parte: de que no hay respeto a la diferencia. En mi familia, por ejemplo, aparte de la presión sobre si me caso, cuando se enferma mi padre, la que tiene que cuidarlo es la que no tuvo hijos, la que no tiene marido. Porque, ¿qué chingados hago aquí [en el D.F.]? si yo debería estar cuidando a mi padre allá en Ciudad Madero. No dan crédito que yo tenga otro tipo de vida. (Ana)

Lo que pasa es que toda esta discusión del hijo se mantiene con toda la gente que está alrededor de una mujer que decide que no va a tener un hijo. Porque toda la gente te habla de su maternidad o de su paternidad. Y siempre hay un sentido común muy amplio, muy claro, de que las personas deben de tener hijos. No sólo las mujeres, que sería como la idea normal. Yo tengo un amigo muy querido, que un día me dijo: "¡No cometas ese error, ten un hijo!, porque la paternidad, esa relación que tú estableces con un ser humano que es tu hijo, es el privilegio más grande de la vida. Es importantísimo, ¡no te prives de eso!"

En toda esta discusión con mucha gente que siempre te está diciendo: "¡No'mbre, no! ¿Cómo no vas a tener un hijo?" Mis amigas feministas, mis amigos anarcos. Todo mundo, todo mundo. De que sí hay que tenerlo, porque es terrible no tenerlo, "te vas a sentir muy mal, te vas a arrepentir". (Virginia)

¿Respecto a las presiones? Ahhh, eso es gruesísimo. Ayer simplemente, mi instructor de medicina chakrática. Estábamos platicando y me preguntó: "¿Cuántos años tienes?" Le digo: "45." Se queda como sorprendido. "Te ves muy joven", me dice. "Sí —le digo—, bajé de peso, además, no tengo hijos." Y entramos a una discusión por ahí. Y él me dijo: "¿No tienes hijooos?" "No." Me dijo: "Yo no puedo comprender una pareja sin hijos." "Sí —le dije—, mucha gente no lo puede concebir, y es otra onda, muy diferente. Es distinta."

Otras experiencias de ese tipo las viví cuando fui a Nicaragua en 86. Toda la gente me preguntaba que cuántos hijos tenía. Las abuelas que me preguntaban esto pensaban que yo no podía tener hijos. O sea, muy chistoso. En ningún otro lugar me pasó lo que en Nicaragua, la gente decía: "¿Cuántos hijos tienes vos? ¿No han encargado todavía?" (ni siquiera en singular). (Magali)

Cuando me relaciono con gente más bien afín no siento las presiones, pero es obvio que sí es un peso muy fuerte. Lo sentí una vez muy fuerte, por ejemplo, cuando me encontré con mis amigas de la secundaria, que cuando les dije que no tenía hijos abren los ojos, porque siempre dicen lo clásico: "¿Quién te va a dar un vaso de agua cuando estés vieja y enferma?"

Ha habido, yo creo que a veces, discusiones fuertes en ese sentido, para defender lo que tú piensas y mantener tu punto de vista, porque casi siempre, como mamás, hay una cierta alianza. Y sí, hay gente que sí difiere, hay cierta agresión.

A mí me parece muy despectivo que se trate de decir que las mujeres que no tenemos hijos tratamos de sustituir, a través de nuestro interés por los libros, por una profesión y demás. No sé por qué trabajamos así tan esquemáticamente. De todos modos tenemos metida la idea de madre: "Si no tuviste un hijo, entonces tienes tal reacción... agarras un libro, una profesión, los sobrinos", tal, tal, tal. Yo creo que no, cuando menos, ésa es mi manera de pensar. (Alejandra)

Dentro de todo lo que te voy a platicar, todos los días están las presiones sociales. Desde las secres: "¡Ay, ¿cómo, no tiene hijo?! Que mire de lo que se está perdiendo, no sé que, no sé cuanto". Mi madre y mi padre, cada quien por su lado, se tardaron hasta que yo cumplí como 30. Se cansaron de estarme insistiendo de que cómo que me iba a perder de esa oportunidad. Bueno, mi mamá, mi papá simplemente decía que estaba loca. (Marta)

Siento que en muchos casos la maternidad se ve como darle un sentido implacable, incuestionable a cualquier vida. Como que una mujer que tiene hijos ya se siente plenamente justificada en el mundo, y socialmente, sobre todo, muy reconocida. En ese sentido también la parte contraria, el estigma que sí se sufre a veces, del hecho de no tener hijos, y que genera sospechas sobre todo si es por opción, porque bueno, si es por incapacidad hasta te ven con lástima: "¡Pobre, no puede tener hijos!" (Camila)

Me gustaría agregar algo, hay otro mito paralelo a esto de la maternidad y es el mito de que "las mujeres sufren depresiones si no tienen hijos", o "viven en la añoranza de los hijos", o "tienen inconclusa cierta parte de su ser, porque su naturaleza no se ve realizada". Desde mi punto de vista eso es una falacia total. O sea, realmente creo que esas son presiones sociales y muy culturales, que autolimitan la concepción que una mujer pueda tener de sí misma. No encuentro motivo para que una mujer pase una depresión más aguda por no tener hijos.

Hasta hace muy poco, me volví a confrontar con este México machista, con el hecho de que a mis 41 años, un hombre (divorciado y con dos hijos) se cuestionaba si entrar en relación conmigo o no, porque ya no le podía dar hijos sanos. Inclusive creo que a veces alcanzan un tenor machista muy fuerte esos rasgos. Un hombre que concibe que una mujer sólo vale la pena si te da hijos o no. (Irene)

Como a los tres o cuatro años de casadas todas mis amigas empezaron a tener hijos. Ellas presionaban mucho a que "yo me animara". Y yo sentía que no, que si tenía un hijo no iba a ser una buena madre, porque estaba yo muy clavada en mis estudios. Quería yo hacer otras cosas, y tenía la sensación de que un hijo me iba a atar. Cuando yo veía a mis amigas o a las demás mujeres, me parecía que no tenían vida propia. Eso es lo que pasa, y eso era lo que a mí me asustaba: no tener vida propia.

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Mis amigas me decían que yo era muy egoísta. Entonces, yo les decía que egoísta de mi parte sería tener un hijo por tenerlo. Que realmente yo consideraba que yo quería hacer mis cosas. No quería sacrificar cosas que quería hacer.

He sentido mucha agresión de las mujeres que sí tienen hijos hacia una mujer que no tiene hijos. Porque primero te ven con cara de lástima: "¿No tienes hijos?" Y les dices: "No"; y piensan que es porque "pobrecita, porque no pudo, por alguna enfermedad". Y cuando les ves la cara y dices: "No, no, es que decidí no", entonces notas como mucha agresión.

En mi caso, el hecho de no haber querido tener hijos tuvo finalmente consecuencias, y esa es una parte de la psicología masculina. Finalmente mi ahora ex marido tuvo un hijo por otro lado, tuvo un hijo por fuera del matrimonio, del cual me enteré cinco años después. Y fue cuando dije: "Sabes qué, pos hasta aquí llegamos". No, no se vale. Aún en ese momento no dije "hijos". Si yo hubiera sido la única que no quería hijos en la pareja, porque además fue hablado. Y que él no haya podido volver a hablar conmigo para decirme que él sí quería, pos otro rollo, ¿no?

[La verdad es que los hombres también experimentan mucha presión porque la masculinidad no deja de estar fincada en la paternidad (comentario de la entrevistadora).]

Sí, porque además a él los amigos y parientes le decían: "¿Qué, no puedes?, yo te enseño cómo", etcétera. (Emma)

Al principio no hubo presiones, la presión de "ya tengan hijos". Pero obviamente, después de como cinco o seis años [de ser pareja], pues ya la gente nos decía: "¡Yaaa!, ¿qué les pasa?, ya tengan un hijo". Los amigos, este... sobre todo mis amigas, que empezaban a tener hijos y el entorno era: "¡Ya, anímate, ya, para que tu hijo juegue con mi hijo, para salir juntas, para platicar de lo mismo".

No estoy tan convencida que ser mamá me gustara. De entrada no me gusta la idea. O sea, yo creo que nos falta mucho como personas hacernos caso. Entonces, cuando la gente me dice: "Bueno, pero date chance", espérate: "¿Qué estás entendiendo tú por darte chance?"

Yo digo que hasta nuestra generación no hubo elección a no ser madre. Las parejas no decían: "Yo quiero un hijo", los tenían y punto. A lo mejor ahorita sí hay esa libertad. Ahora yo tengo amigas que dicen: "No te lances, si yo que quería tener un hijo, no lo estoy viviendo nada bien". Te digo, depende mucho del espacio donde estés. Las chavas sí te dicen: "No está fácil". De repente sí es rico oír esos discursos.

Ahora la presión social es muy fuerte porque mi mamá, obviamente, no es abuela y tú sabes que eso socialmente pesa mucho. Porque ni mi hermana; mi hermana se separó de su pareja, y no tiene ahorita planes de tener hijos, ni volverse a reunir con nadie, o sea, nada. Y yo tampoco, entonces para mi mamá ahorita la presión es así como: "Ya tengan un hijo, yo quiero tener un nieto, yo se los cuido".

La presión del lado de Emilio no es fuerte, porque él tiene 21 sobrinos, la presión va en sentido contrario [risas]. Y Emilio es como el papá en su familia, entonces es difícil que le digan lo que tiene que hacer, nadie se atrevería a decirle algo. (Irma)

En la familia política de mi esposo nos ven como bichos raros, que no se meten directamente, pero tú sabes lo que andan diciendo por detrás, que ya me da mucha risa. Pero eres muy atacada por no tener hijos. La gente te ve como una persona egoísta, cuando más egoísmo es traer al mundo a alguien al que no le vas a poder dar lo que se merece. Eso es más egoísmo.

Nos ven como personas muy materialistas. Sobre todo a la mujer, que es la que tiene la decisión: "¿Cómo es posible que esta mujer no haya querido tener hijos? O lo que pasa es que es estéril y no lo quiere decir", o sea, sí te ven rara.

En una ocasión, fíjate, fuimos a una convención del trabajo de mi marido a Ixtapa-Zihuatanejo. En el desayuno una señora, que se enteró que yo no tenía hijos, se me acercó con un librito de misa a decirme que lo leyera a ver qué mensaje Dios me daba, o para ver cómo Dios me daba resignación. "¿Resignación?, ¿de qué?", le dije. "De no tener hijos", me dijo: "¡Ah, caray!", ya no quise discutir. La gente no respeta y te dice: "Debes ir a ver a tal doctor, ¿no has pensado en adoptar?" Y tú: "¿Adoptar?, no, para nada. ¿Por qué voy a adoptar?" "Pos porque no puedes tener hijos." "No, es que yo sí puedo, lo que pasa es que no quiero" (Guadalupe).

 

ÚTERO QUE NO DA HIJOS DA TUMORES

El otro tipo de presiones que me parece importante señalar son las ejercidas indistintamente por parte de algunos(as) prestadores(as) de servicios de salud, cuyo discurso es absolutamente pronatalista y amenazante en tanto que infunde angustia en las "pacientes" de contraer cánceres o miomas, al dar cuenta de discursos como el "reloj biológico":

A mí una sola vez un ginecólogo, al que yo quise muchísimo, me dijo que era necesario biológicamente tener familia, porque yo estaba teniendo quistes en los senos, quistes de grasa y decía que eran provocados psicológicamente por el rechazo a la maternidad. Entonces, hizo esa recomendación, y no lo volví a ver. Cambié de médico, porque defnitivamente yo no creo eso. Yo conozco muchísmas mujeres, con cinco hijos, que les tienen que quitar la matriz. Yo creo que ya genéticamente traes tus enfermedades. (Carolina)

Yo empecé con una enfermedad que se llama "endometriosis". No sé si has oído de esto, se supone que reglas, además de la regla para afuera, tu menstruación es para adentro y se te van formando costras, y empiezas con unos dolores, cólicos y unos problemas terribles. Ahora, te tengo que decir que además yo empecé a menstruar a los nueve años.

Cuando finalmente me diagnostica un médico endometriosis y me abre y me limpia, me dijo que la única cura para la endometriosis era que yo tuviera hijos. Entonces yo le dije que no iba a tener hijos por receta médica, que no, que definitivamente no. Incluso no me creyó, o sea, de esos médicos machistas, y me dijo: "Es que quiero hablar con tu marido para ver si él está de acuerdo con esto", y le dije: "No tiene que hablar con nadie, pero pos si quiere se lo traigo." Total, que esta enfermedad me llevó eventualmente a que a los 33 me tuviera el doctor que quitar la matriz, después de dos cirugías. Y entonces me quitaron la matriz. Nunca me he cuestionado, realmente, "¡chin. este, quiero un hijo, que mala decisión!" Nunca me he arrepentido, es más, siento que sí me hubiera fastidiado la vida en muchos sentidos tener un hijo. Yo revisé mucho esta decisión en mi [psico]análisis, y ahí me topé con posturas muy raras, porque igual tuve una analista mujer que me dijo: "Es mejor, es mucho más maduro decidir que no vas a tener hijos, que ser una mala madre", que con un analista varón que hasta de lesbiana me tachó porque yo no quería tener hijos, y entonces yo tenía chueca mi identidad femenina. (Emma)

Muchas veces, cuando oigo a los ginecólogos, a mí se me hacen absolutamente ignorantes: ignorantes de la sexualidad, ignorantes de los procesos sociales. La forma que yo tengo de enfrentarme a los ginecólogos es muy utilitarista. Voy con ellos, me hacen el papanicolau, me revisan y ya. Pero no los escucho mucho, porque tienen una visión muy tradicional y limitada de la vida, por lo menos los que yo he conocido, a lo mejor hay gente mucho más preparada. Pero te puedo decir que de los que yo he conocido, por todos he pasado por la experiencia de "ya te diste cuenta que la posibilidad de que tengas cáncer es más elevada". O sea, no has tenido hijos, por lo tanto... cáncer en el seno.

Creo que los médicos también tienen una actitud muy de "yo tengo el poder del conocimiento y tú vas a tener que tomar la decisión de hacer lo que yo digo". Pero cuando tú llegas con un médico y le dices que eres socióloga y no aceptando su actitud, ya no te echan el otro rollo. Sí, porque yo siento que asumes el poder cuando te pones a un cierto nivel ya de información, lo que dicen es otra cosa, la verdad. (Irma)

Yo sí me he encontrado con algunas bronquillas con los doctores. Antes de casarnos Rogelio y yo pensamos en la posibilidad de que él se operara o yo me operara, para de veras no tener hijos. En ese entonces visitamos a un doctor para ver si yo me podía operar, o él se podía hacer la vasectomía. Bueno, el rechazo del doctor fue enorme, fue terrible, así de que "¡¿cómo se les ocurre pensar en eso?!" Incluso, dijo Rogelio, "bueno, pues que Teresa no se haga nada, yo me puedo operar, estoy dispuesto". "Es que tú no puedes tomar una decisión así por ella, tiene 29 años, dale por lo menos a los 40 que decida bien si deveras no va a tener hijos, porque esto es algo pues de decisión total, y es irreversible"

Yo te puedo platicar que quizá he visitado cuatro o cinco ginecólogos diferentes hasta encontrar uno que no se meta con mi vida, hasta encontrar uno que no me abra los ojos de plato y diga: "Pero, ¿por qué no quieres tener hijos?" Pero todo esto te lo platico, vaya, nunca me he sentido mal. O sea, digo: "Este señor no le cae bien que yo no quiera tener hijos, ay pos con la pena", ¿no? O sea, tengo que buscar otro, que me dé los medicamentos que me ayuden a que no me dé cáncer, a que no me salgan bolas. Tengo bolas por supuesto y tengo veinte mil broncas con el "aparato reproductor", llámese tumores y de todo lo que gustes y mandes. A mí me han repetido mil veces que la matriz que no da hijos da tumores. Y eso ya lo tengo super asumido. Es, vaya, uno de los pagos que yo tengo que hacer por mi decisión, porque yo le tengo respeto a la naturaleza. Bueno, por algo las mujeres tenemos un aparato reproductor que está hecho para eso. (Teresa)

Esta idea del peso del cuerpo (de la naturaleza) como algo específico que se impone a la persona de forma teleológica, la expresaron de manera matizada otras dos mujeres:

Yo no creo, por ejemplo, que la realización de la mujer pase por la maternidad; pero si la naturaleza te da una estructura de ovarios y de matriz, quizás el aparato si existe tiene que funcionar por algo. No estoy convencida de que hay que "castigar" este aparato. Tampoco hay que vivir dependiendo de su actividad. (Berta)

Yo creo que sí, que al final [la maternidad] es una cosa naturai.. [silencio] no natural, pero... sí, debe ser también una cosa natural, no puede ser exclusivamente cultural. Cultural, no sé, la realización de la mujer a través de la maternidad, pero debe de haber un hecho biológico, porque además estamos hechos de cuerpos. (Freda)

El criterio de incluir testimonios diferenciados de dos subgrupos de mujeres (feministas y no feministas) resultó ser una estrategia infructuosa, por los trasvases culturales que se dan en ambos grupos. Sin embargo, hubo momentos en los que esta distinción se manifiestó de forma muy clara, como pudo apreciarse en el caso de Teresa,17 cuando señala que prioriza la religión en última instancia, como definitoria en su vida, cuando las otras mujeres por el contrario priorizan antes que nada sus decisiones personales. También se escucha en el relato de Teresa una especie de deuda que tiene que pagar su cuerpo por su proceder "contra natura", cuando dice que es el precio que tiene que pagar por su decisión.

 

REFLEXIONES FINALES

La relación de las mujeres con la maternidad es un proceso tan naturalizado y mitificado que "elegir" no ejercerla, sobre todo de manera voluntaria, se convierte en un factor de tensión, que se expresa en la estigmatización y la presión social, como he intentado documentar en este estudio.

El propósito de mi investigación no es simplemente el de exponer esta situación como un llamado a la tolerancia y al respeto de las personas que deciden no ser madres aun cuando pueden serlo. Se trata más bien de ubicar a la figura y función de la maternidad (la madre amorosa y solícita con el niño) como un producto histórico cultural "inventado", que puede ser fechado a partir del siglo XIX. Dicho modelo ha servido, entre otras cosas, para legitimar el orden de la heterosexualidad obligatoria y el de una supuesta división natural del trabajo, que asigna a los varones el espacio privilegiado del mundo público ciudadano y a las mujeres el de lo privado o lo doméstico, o en su defecto, quedar a cargo de la responsabilidad "natural" de las labores maternas o domésticas. Las feministas son quienes han cuestionado este orden natural, al desafiar el axioma que sostiene que la "biología es destino".

En este contexto, muchas mujeres (madres o no) han derribado las prohibiciones que les impedían participar en los espacios y actividades masculinas, fueran éstas referentes al campo de la ciencia, la política, el arte, el deporte o la tecnología. Esta incursión en el mundo público las ratifica en su condición de ciudadanas, misma que se extiende a todos los espacios, incluyendo la familia y la identidad, ámbitos que también resultan afectados por esta nueva condición, misma que las separa del otrora lugar naturalizado por el sistema de género.

Estos cambios inéditos en la historia son desafíos que llaman a la reflexión y al diálogo interdisciplinario, en busca no sólo de describir la realidad, sino principalmente de transformarla. La pregunta que plantea María de Jesús Izquierdo (2000) nos convoca a repensar la maternidad, desde una óptica no etnocentrista ni esencialista. Ella dice: "¿Tiene sentido hablar de una asignación de la función materna a la madre y de la paterna al padre? o ¿es más correcto hablar genéricamente del ejercicio de la parentalidad sin establecer diferencias entre el papel de las mujeres y el de los hombres?"

 

Bibliografía

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Notas

1 Este artículo es un extracto de una investigación doctoral que estoy por concluir y cuyo título es Mujeres sin hijos: el derecho a elegir.

2 Como ejemplo de estos foros y luchas internacionales consúltese a Nitzia Berkovitch (1999), Louise Lassonde (1997), Dora Cardaci (2002) y Soledad González (1999).

3 Según cifras del Consejo Nacional de Población (Conapo) con base en la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enanid), 1997: "El 1.4% de las mujeres unidas en edad fértil declaró que su ideal era no tener descendencia." Cuadernos Salud Reproductiva, Conapo.

4 Significativo porque muestra la tendencia mundial ascendente demostrada por muchas mujeres, que en determinados países (España, Italia, Alemania, Rusia, Japón) están decidiendo permanecer sin hijos. Madelyn Cain (2001) señala lo siguiente: "Por varias razones muchas mujeres que cuentan con altos niveles de educación, con un control efectivo de la natalidad, y que postergan cada vez más el matrimonio, han incrementado dramáticamente el número de las mujeres mayores de 30 años que no tienen hijos. La proyección de los números ha sido asombrosa. De acuerdo con un artículo de American Demographic, para el año 2010 habrá un incremento de 44% en el número de las parejas sin hijos. El no tener hijos es un asunto que ha salido del 'closet'." (Traducción mía.)

5 La inclusión de la mirada y acción masculina no ha sido considerada en mi trabajo. Los varones aparecen "desdibujados", en cierta forma "periféricos"; aparecen conforme son referidos por las mujeres a lo largo de sus testimonios. Esto es, como compañeros partícipes de la "decisión", cuando se trata de una decisión de mutuo consentimiento; como los compañeros con quienes la "decisión" es negociada, poco hablada, complicada; o como los compañeros "faltantes", que sin su presencia o permanencia el proyecto de hijo es poco viable. Un dato que revela el alto valor otorgado a la paternidad o a tener hijos por parte de los hombres nos es proporcionado por Juan Guillermo Figueroa y Eduardo Liendro (1994) quienes señalan: "Cuando se le pregunta a los hombres qué haría si su mujer no tiene hijos porque no quiere, la mayoría dice que la dejaría, la convencería o la obligaría."

6 Declaraciones del doctor Carlos Welti Chanes, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, en el reportaje de Leticia Olvera "Ser madre, esencial para tener reconocimiento social", publicado en Gaceta UNAM, 8 de mayo de 2003.

7 Alicia Framis (1998).

8 Los criterios para conformar la muestra del estudio fueron los siguientes: Mujeres que: 1) permanecen de manera "voluntaria" sin hijos; 2) radican en la ciudad de México; 3) hayan nacido en la década de 1950; 4) tienen un nivel de estudios universitarios y/o superiores; 5) desempeñan un trabajo extradoméstico. Los requisitos de pertenencia a la nacionalidad mexicana, de estar casada y de ser heterosexuales o no, no fueron considerados como criterios selectivos. Empero, sí se buscó establecer un contraste entre dos subgrupos de mujeres; por un lado, mujeres cercanas y militantes del movimiento o pensamiento feminista; y por el otro, mujeres ajenas o distantes al mismo, aunque no necesariamente declaradas como antifeministas. El propósito de esta diferenciación fue el de evaluar si el discurso feminista empodera y afirma a las mujeres en sus elecciones y prácticas sexuales y reproductivas, o no necesariamente es así.

9 En el año de 1973 se derogó en el Nuevo Código Sanitario el artículo que prohibía la propaganda y venta de anticonceptivos y ese mismo año se instituyó una nueva Ley General de Población. Para 1974 se reformó el Artículo 4° constitucional, con lo cual se estableció el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número de hijos a tener y el momento de tenerlos. Igualmente se creó el Consejo Nacional de Población (Conapo) y en los años posteriores se desarrollaron los Programas Nacionales de Planificación Familiar.

10 Estas siglas son usadas para definir un tipo de mujeres que ingresan a la universidad con el afán de conquistar un futuro marido y no porque les interesen los estudios. Lo más dramático del caso es que ocupan un lugar que podría ser utilizado por otra mujer.

11 La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) experimentó un crecimiento no sólo en la matrícula, sino en las sedes y oferta educativa (ENEPs Acatlán, Zaragoza, Aragón) y bachilleratos (CCHs), y surgió la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

12 Ronald Inglehart, Miguel Basañez, Jaime Díez-Medrano, Loek Halman y Ruud Luijkx (2004).

13 Para este punto véase el Programa de Acción de la IV Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), principios 8, 7.2, 7.3 en Acción para el siglo XXI. Salud y derechos reproductivos para todos, Family Care Internacional, Nueva York, 1994.

14 Respecto a la exaltación esencialista de la capacidad maternal de las mujeres, encontramos que ésta no sólo se limita a las producciones discursivas conservadoras o antifeministas de la nueva derecha, sino que se expresa en una extensa producción feminista agrupada en la corriente culturalista, o del feminismo social que integran autoras como Sara Ruddick y Jean Bethke Elshtain. Estas autoras acusan al feminismo de una actitud matrifóbica y proponen "fomentar la identidad de las 'mujeres como madres, en aras de restablecer la primacía moral de la familia" Véase Mary G. Dietz (1990, 1994). Autoras como Susan Faludi (1992) y Ann Snitow (1992) dan cuenta de esta atmósfera neoconservadora. Un ejemplo de estas posturas se puede consultar en internet en el artículo de la Dra. Laura Schlessinger (15 de septiembre de 2000) en el que se hace referencia al "castigo" que Germaine Greer, una destacada feminista de la segunda ola, ha tenido que pagar por haber ayudado a fabricar el mito feminista de que la familia y los hijos eran una trampa del patriarcado, para mantener a las mujeres esclavizadas. Al paso de los años —según la Dra. Schlessinger— Greer se encuentra en una situación lastimosa, llena de angustia por el vacío de no haber querido tener hijos cuando podía, y ahora que los desea es muy tarde para ella <http://www.jsonline.com>.

15 Las propuestas teóricas provenientes del psicoanálisis y del propio discurso freudiano son muy controversiales y complejas respecto a la diferencia sexual y a la sexualidad femenina; son teorías que no pueden ser interpretadas literalmente como la "envidia del pene", y la compensación de la falta de pene por el hecho potencial de tener un hijo, en tanto que esto conduciría a un determinismo biológico que varios autores han señalado como incorrecto (Tubert, 1993).

16 Consúltese las declaraciones del secretario del trabajo mexicano, Carlos Abascal Carranza, en el mensaje "Qué espera México de las mujeres", Reforma, 14 de marzo de 2001; o la carta del papa Juan Pablo II a los obispos católicos, en donde condena al feminismo radical y señala a autoras como Judith Butler, La Jornada, 30 de julio de 2004.

17 Véase testimonio p. 114.

 

Información sobre la autora

Yanina Ávila González: Licenciada y maestra en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Curso la maestría y es candidata a doctora en antropología social en la Escuela Nacional de Antroplogía e Historia. Ha trabajado como docente en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad de Quintana Roo y en el programa de la Especialidad de Estudios de Género en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Cuenta con una amplia experiencia y participación en eventos, congresos y seminarios de estudios de género y estudios femninistas. Ha colaborado como evaluadora y asesora en temas de salud reproductiva y génro en instituciones como Mexfam y el Instituo Internacional de Educación.

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