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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.9 Ciudad de México  2002

 

Saberes y razones

 

De las bandas a las tribus urbanas. De la transgresión a la nueva identidad social

 

From Gangs to Urban Tribes. From Transgression to New Social Identity

 

Héctor Castillo Berthier

 

Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

 

Resumen

Ahí, en donde las contradicciones de la modernidad y la marginación afloran a cada tramo, los problemas sociales se convierten en asuntos irresolubles que, de tan cotidianos, parecen ser ya parte de un paisaje lúgubre y sombrío. Es en este sentido y dentro de esta magnitud en donde el estudio de la juventud popular agrupada en "bandas" adquirió una dimensión que forzosamente se entrelazaba con el resto del espectro social urbano. Al hablar de "bandas" se hace referencia a los jóvenes de sectores populares que durante la década de los ochenta y parte del principio de los noventa se autonombraron como tales a fin de buscar una forma propia de identidad. Sin embargo, el fenómeno tomó diversos caminos al paso de los años. El presente trabajo intenta profundizar en el conocimiento de uno de los fenómenos urbanos recientes de mayor trascendencia social: la presencia masiva de jóvenes de las clases populares que habitan en la ciudad de México. El trabajo presentado es un resultado parcial de un trabajo de campo directo iniciado desde hace trece años, el proyecto "Circo Volador: cultura y juventud popular en la Ciudad de México", con dos libros y más de una docena de artículos publicados, la creación de un foro cultural que recibe cada semana cerca de 3 500 jóvenes, ocho años de producción radiofónica, más la conformación de extensos archivos sobre la cultura juvenil.

 

Abstract

Where the contradictions ofmodernity and marginalization are patent at every turn, social problems become unsolvable issues which, as they are such a daily occurrence, seem to have already become part of the dark and gloomy landscape. It is in this sense and as part and parcel ofit that the study ofworking-class youth, grouped together in "gangs", has taken on a dimension which is necessarily inserted in the rest of the urban social spectrum. When we speak of "gangs" we mean working-class youths who, during the 1980s and early 1990s, referred to themselves as such and were seeking an identity of their own. However, the phenomenon took different paths over the years. The aim of this text is to deepen our knowledge in a recent urban phenomena with the greatest social impact: the massive presence of working-class youths living in Mexico City. This paper is the partial result of a direct field study which began 13 years ago, the project "Circo Volador: cultura y juventud trabajadora en la ciudad de México" (Flying Circus: Culture and Working-class Youth in Mexico City) has published two books and over a dozen articles, created a cultural forum which hosts some 3 500 youths per week and has broadcast on the radio for the past eight years. It has also created a wide variety of files on youth culture.

 

INTRODUCCIÓN

La ciudad de México, una extensa unidad en la que viven alrededor de 19 millones de personas asentadas sobre una superficie territorial de poco más de 3 000 km2 de los que cerca de 1 115 km2 corresponden a la llamada área urbana, se presenta, por sus mismas dimensiones físicas y humanas, como un enorme "laboratorio social" con una vida intensa y contrastante.

En la capital mexicana conviven la humillante opulencia de algunos sectores, cargados de recursos y bienes, frente a barrios miserables, sin agua ni servicios, empotrados en cuevas y casas de cartón; ciudad con una abrumadora presencia de corrupción pública y privada en todos los estratos sociales; en donde una deficiente planeación urbana ha traído como consecuencia el permanente ensanchamiento de innumerables "cinturones de miseria" tanto en su interior como en la Zona Metropolitana de la ciudad que, además de su crecimiento natural, continúa recibiendo cotidianamente a los recién llegados migrantes de las zonas rurales.

La ciudad de México podría ser vista como una sola unidad; sin embargo, tanto política como geográficamente esta "unidad" se encuentra dividida en dos secciones: el Distrito Federal (D.F., conformado por 16 delegaciones políticas) y la Zona Metropolitana (ZM, que corresponde a 17 municipios conurbados del Estado de México), en cada una de las cuales se asienta aproximadamente un 50 por ciento de la población de la ciudad (9.5 millones de personas).

A pesar de la diferenciación política y geográfica que se hace de la ciudad, ésta vive interconectada entre sí, para la vida cotidiana no hay fronteras que valgan; sin embargo, hay contrastes claros: el D.F., incluso con sus múltiples barrios bajos y "ciudades perdidas", está mejor equipado y su infraestructura resulta apabullante frente a cualquier otra ciudad del país; ahí se concentra el poder económico, el político, el comercio, el empleo; "de hecho, el país vive a través de la ciudad", comentan algunos intelectuales. En el otro extremo tenemos una Zona Metropolitana desigual, algunas áreas plenamente urbanizadas, modernas, "al estilo gringo", dirían algunos; otras, asentamientos irregulares, ciudades proletarias sobrepobladas, falta de servicios, calles sin pavimento, zonas enteras sin agua potable, delincuencia, hacinamiento, desnutrición, niños semidesnudos que deambulan entre calles polvosas de un lago desecado que hoy es un desierto, telarañas de cables que buscan robarle algo de luz a la ciudad. Eso es México.

Ahí, en donde las contradicciones de la modernidad y la marginación afloran a cada tramo, los problemas sociales se convierten en asuntos irresolubles que, de tan cotidianos, parecen ser ya parte de un paisaje lúgubre y sombrío.

Es en este sentido y dentro de esta magnitud, en donde el estudio de la juventud popular agrupada en "bandas"* adquirió una dimensión que forzosamente se entrelazaba con el resto del espectro social urbano. El presente trabajo intenta profundizar en el conocimiento de uno de los fenómenos urbanos recientes de mayor trascendencia social: la presencia masiva de jóvenes de las clases populares que habitan en la ciudad de México.

No es poco lo que se ha escrito sobre el comportamiento de estos jóvenes desde muy distintas perspectivas, sin embargo, para contextualizar al grupo, suponemos, en un principio, que en el interior del universo social y territorial de las clases populares, su juventud ha adquirido nuevos modos de vida y nuevas expresiones en varios niveles. La escuela, institución que con anterioridad generaba expectativas de movilidad social ascendente demuestra hoy, en los hechos, una limitada capacidad para lograr este objetivo. El mundo del trabajo por su parte, no ofrece ya un amplio abanico de opciones ocupacionales sino que, por el contrario, presenta fuertes barreras para que un joven con escasa o nula calificación manual u ocupacional dispute un lugar en un mercado que se ha estrechado con las crisis recurrentes. Por su parte la cultura, los valores, los comportamientos tradicionales de la sociedad ya no son los suyos, ya no los incorporan tal como lo hicieron las generaciones anteriores. La familia parece debilitarse frente a la imposibilidad de ofrecer a sus miembros jóvenes un espacio de socialización primaria fuerte, contenedor, capaz de orientar, como lo hizo tradicionalmente, una de las etapas más difíciles del ser humano: la juventud.

La juventud mexicana, la juventud popular que habita tanto en las precarias y deterioradas vecindades céntricas como en las colonias populares y en la zona metropolitana de la ciudad de México (normalmente en condiciones de extrema pobreza), ha ido construyendo "modos de vida" y formas de sobrevivencia económica y social con rasgos muy distintivos. La vestimenta, el lenguaje, el consumo de inhalantes y otras drogas, el gusto por el rock en vivo, sus intentos de organizarse en bandas y en agrupaciones más globales, son noticias que recogen diariamente los medios de comunicación en la ciudad.

Ante esto, las clases medias de lo que podría llamarse la sociedad integrada expresan inseguridad y tienden a equiparar su existencia como una versión corregida y aumentada de las temidas "pandillas" de décadas anteriores. La presencia de estos jóvenes es vista como transgresora y amenazadora para los sectores medios de la sociedad. La cuestión se reduce entonces a solicitar mayor protección pública y privada para garantizar el control y penalización de los delitos que cometen, o que supuestamente cometen los "chavos". Pero las causas que generan esta realidad, la situación de injusticia social y extrema pobreza en la que vive esta juventud pocas veces son recordadas. En cierta medida para los mismos habitantes de las colonias y de los espacios urbanos habitados por las clases populares, estos jóvenes y sus bandas, han sido un problema. En el interior de estos territorios hay miedo, inseguridad, altos índices de delincuencia. Pero también sus hijos, muy probablemente, forman parte de estos grupos juveniles y es en este espacio particular donde las contradicciones afloran de manera más cruda.

La banda ha ofrecido la pertenencia a un grupo, y el "aislamiento" y la "desprotección" en que se encuentran estos jóvenes se ven contrarrestados en el interior de un medio social hostil. Pero también la banda fue un espacio de socialización tal vez alternativo o en continuidad con la familia tradicional. Creó nuevas conductas, algunas socialmente ilícitas, que para muchos ha sido la forma de acceder a bienes o ingresos que permiten incrementar el magro ingreso familiar.

Diferentes instituciones sociales se han vinculado a estos grupos. Algunas de corte asistencialista ofrecen apoyos económicos y sociales (búsqueda de empleos y capacitación, resolución de conflictos legales, organización de espectáculos de recreación y deportivos, etcétera). La policía es una institución muy peculiar para estos jóvenes; aun con los diferentes programas de corte asistencialista realizados, hacen de ellos sujetos de represión policial y de extorsión económica. Los organismos sindicales, inexplicablemente, ignoran a esta importante "parcela" de la fuerza de trabajo la cual se dilapida sin lograr insertarla en actividades productivas. En general, puede decirse que las instituciones que ejercen el gobierno de la ciudad o bien no han dado la suficiente importancia al problema real, o toman tibias decisiones a fin de continuar administrando sin mayores conflictos su territorio.

En este artículo intentaré sintetizar las principales características de estos grupos y su evolución, para que puedan ser incorporados a una discusión más amplia sobre el tema de la juventud en el medio urbano.

 

LA JUVENTUD: UN CONCEPTO POLISÉMICO

Decía Jesús Reyes Heroles, uno de los últimos ideólogos del PRI (Partido Revolucionario Institucional), cuando se le preguntaba qué significaba para él la juventud: "se pueden tener mil años y ser joven". La respuesta era clara y definía también nítidamente la imagen milenaria de los políticos vinculados desde finales de los años treinta a las políticas de atención a la juventud y cuyo sentido genérico podría resumirse en una frase: han navegado siempre "entre el control social y la cooptación política" —por supuesto, mucho más orientados hacia esta última.

Al hacer referencia a la noción de "juventud", resulta común observar que se pretende entender tal concepto de una manera unívoca y completamente acabada, cuando en verdad lo que se hace es incluir dentro de un mismo criterio realidades totalmente distintas que en muchas ocasiones resultan incluso contradictorias entre sí.

El concepto juventud tiene un carácter polisémico partiendo de la idea de que éste se construye histórica y socialmente, es decir, la idea de "ser joven" varía en tiempo y espacio dependiendo de las características que asume cada sociedad.

La juventud en nuestra sociedad está segmentada en grupos con muy distintas posibilidades de desarrollo y acceso a oportunidades educativas, de empleo, culturales y de entretenimiento que llegan a ser, en algunas ocasiones, diametralmente opuestas. Las escuelas, modas, costumbres, barrios, gustos, símbolos y por supuesto su poder adquisitivo los separan del colectivo y a la vez los reúne en pequeños grupos con afinidades comunes. En suma, los jóvenes en México parecen traer marcada en la frente la cruz de su origen y de su posible destino; nacen y crecen en medios muy diferentes, con posibilidades de éxito o fracaso señalados de antemano casi desde el momento de nacer.

Los efectos de la crisis, en los niveles de vida de los sectores medios y populares desde mediados de los setenta, comienzan a aparecer al cerrar las posibilidades de acenso social tal como se tuvieron en las décadas anteriores; crece la necesidad de incorporar a más miembros de la familia al mercado laboral, mientras que el desempleo afecta directamente a los jóvenes. En este contexto, el poder ser estudiante únicamente posterga la confrontación directa del estudiante con la realidad ocupacional.

Ya no es tan claro admitir qué es la juventud en una mera situación existencial: con quién se vive, qué se espera de la vida, qué se acepta, qué se permite, qué se prohibe, cómo se vive, cuáles son las condiciones sociales y económicas de los otros con los que se convive, y otras relaciones más servirían para establecer una definición simbólica del devenir de la vida.

Como categoría simbólica, la juventud es fácilmente acotable a lo que sea. De hecho, en cada cultura se pueden encontrar diferencias entre las edades en que se permiten las relaciones heterosexuales, el pago de impuestos, el matrimonio (sin permiso de los padres), el derecho a firmar contratos, el consumo de bebidas alcohólicas, los apoyos financieros, el subsidio al empleo, las becas, el voto, etcétera. Como categoría socio-política su definición es más compleja ya que, en este terreno, la juventud no es algo que dependa sólo de los jóvenes sino de las relaciones societales en su conjunto, o sea de su relación institucional. Habría una tercera categoría ligada directamente a los aspectos psico-sociales, en la cual la construcción o formación de la juventud se estudia vía la infancia, ya que está demostrado que muchos de los rasgos de los individuos conformados en la niñez y la adolescencia perduran muchas veces hasta la tercera edad.

En los amplios estudios desarrollados por más de treinta años por el doctor Manuel Martín Serrano sobre la Historia de los cambios de mentalidades de los jóvenes entre 1960-1990, se pueden encontrar datos importantes sobre la conducta de los jóvenes, como sería saber que los comportamientos de racismo y xenofobia se conforman en el individuo entre los once y los catorce años y que persisten cuando el joven deja de serlo. O sea, la experiencia española ha demostrado que se puede predecir el comportamiento de los hombres y mujeres de 45 años (por mencionar una edad adulta) si se sabe qué pensaban a los 16 años.

La juventud en la sociedad moderna no puede ser entendida como un simple periodo de transición, sino como uno propio del ciclo vital, de capacitación, de formación, de decisión, ya que las determinaciones que se tomen durante este lapso serán importantes y definitivas para lo que ocurra después. No se puede dejar de lado la influencia directa que tienen las condiciones estructurales que rodean a cada individuo y que en forma directa o indirecta acercan las posibilidades de éxito o fracaso en la vida, por lo que la fase juvenil de formación es aún más importante.

Los jóvenes de los sectores rurales se integran en la misma forma que lo hacen los jóvenes urbanos. Los jóvenes de los sectores populares, muchas veces hijos de familias migrantes, van caminando lentamente hacia la integración de una forma determinada de juventud, y a pesar del tiempo y de los obstáculos que tienen (igual que todos los jóvenes) un periodo de preparación que en su caso se da más bien en la calle que con la familia, se da con los amigos y en la contracultura, es decir, en lo que Foote White denominó "la sociedad de las esquinas" (White, 1971).

 

"LA BANDA" COMO FORMA DE ASOCIACIÓN JUVENIL

Si consideramos algunos criterios socioeconómicos de las familias podemos inferir que el nivel de vida prevaleciente en esta juventud es producto de las condiciones en que se insertan los diferentes miembros del grupo familiar en la economía de la ciudad. Un dato relevante indica que la población entre 15 y 24 años en un 60 por ciento es inactiva. Esto podría indicar que son estudiantes. Sin embargo, los rasgos más distintivos de los jóvenes son los siguientes:

1. El insertarse en el mercado de trabajo de manera inestable y soportar las más elevadas tasas de desocupación.

2. Asistir a la escuela para adquirir los elementos básicos de la escolarización, pero, con frecuencia, abandonar los estudios para ingresar en alguna actividad remunerada. Con ello sólo se logra acceder a trabajos temporales e ingresos muy bajos.

3. Que la sobrevivencia en la ciudad depende en gran medida del jefe de la familia (muchas veces la madre). La otra opción son las conductas delictivas entre las cuales el robo es la más frecuente y constituye la principal causa en los juicios penales de la ciudad de México. Estos comportamientos se agudizan en la coyuntura de las crisis económicas donde prevalecen elevadas tasas de desempleo y una caída sustancial del salario real para el conjunto de los trabajadores. Desde una perspectiva sociológica, para la juventud popular de la ciudad de México la familia compuesta y extensa —que constituía antes una defensa contra la pobreza— deja de cumplir este rol tradicional. Actualmente los jóvenes, en una situación de crisis económica profunda, no cuentan con aquel apoyo familiar de manera sostenida. Los escasos recursos se destinan preferentemente a los miembros más débiles: los niños y los adultos mayores. Por ello, los jóvenes encontraron en "la banda" una forma de asociación defensiva para enfrentar las diferentes condiciones críticas de su vida cotidiana. La banda también les permite compartir el ocio, la recreación y los entretenimientos indispensables para la socialización de estos jóvenes.

En este sentido partimos de que la banda ha sido una forma de asociación voluntaria, colectiva y territorial creada por jóvenes de las clases populares en la ciudad de México. Entre los principales elementos de esta "nueva identidad" juvenil popular, que se agregan a los rasgos socioeconómicos señalados, los más distintivos son su sentido de pertenencia al grupo, su vestimenta, su lenguaje, su gusto por el rock, el consumo de drogas (inhalantes, especialmente) y distintas formas de violencia y rechazo a lo establecido por la sociedad. Conviene entonces detenernos en el análisis de algunas de estas características particulares que permiten identificar a este conjunto social.

1. Las bandas son agrupamientos constituidos por jóvenes de entre doce y 24 años de edad. Aunque existen miembros femeninos e inclusive bandas formadas sólo por mujeres, la banda inicialmente está formada predominantemente por jóvenes varones.

2. La identidad que se construye alrededor de la banda es inicialmente una identidad territorial y hoy, aunque el perfil de este tipo de bandas ha cambiado, los grupos de jóvenes que se reúnen en las calles como único espacio de socialización entre sí no sólo se han mantenido sino que han aumentado, aunque ya no se autoproclamen "bandas" como tal.

3. La principal actividad de la banda es compartir el tiempo libre y platicar. El "coto"(cotorreo) como ellos lo llaman, es el principal motivo de reunión expresado verbalmente; por esto, la banda desarrolla un lenguaje original, extravagante, con códigos propios, difíciles de captar por un observador externo.

4. La banda es un espacio de contención social, fortalece individualmente al joven que enfrenta un cotidiano y una sociedad complejos y difíciles, con muy pocos recursos económicos, sociales, o hasta morales. La banda implica el no estar solo, sentimiento que constituye una dificultad propia en los adolescentes. Ser miembro de una banda no impone obligaciones ni compromisos formales para su pertenencia; pero la banda sí impone conocer y compartir códigos de conducta muchas veces muy costosos para sus miembros (por ejemplo: conductas delictivas, machistas, adictivas, etcétera).

5. La banda crea liderazgos territoriales entre grupos. La disputa por el territorio muchas veces se traduce en peleas, pleitos callejeros, sin más causa que la de demostrar poderío, fortaleza y/o infundir miedo.

6. La banda permite la defensa y unificación de territorios en donde conviven regularmente los sectores sociales excluidos de muchos derechos ciudadanos. Hay territorios donde la policía tiene muchas dificultades para ingresar o bien simplemente no puede hacerlo. Pese a esto, las calles laterales de las colonias populares son parte de los recorridos policiales y es ahí cuando los jóvenes son detenidos y extorsionados económicamente para garantizar su libertad.

7. La banda es también una escuela, la escuela de los "muchachos de la esquina", la escuela que enseña a buscar formas de sobrevivencia a cualquier precio (legales o ilegales).

8. Las bandas no sólo crean un lenguaje hablado sino también corporal. Las vestimentas, los peinados, la forma de caminar y de bailar también son rasgos de esta identidad.

9. El rock es la música preferida por las bandas de los estratos populares de menores ingresos, las "tocadas" constituyen un mundo de socialización cultural popular, de evasión, de catarsis y reforzamiento de esa identidad propia, agresiva, hostil. Para las bandas de mejores ingresos, los "sonideros", "raves" y hasta las "discoteques" son otras opciones de recreación musical.

10. Tradicionalmente los jóvenes se agrupan en las esquinas. La calle es el espacio privilegiado de encuentro para la juventud en México: los "tarzanes" en los treinta y los cuarenta, los "pachucos" en los cincuenta, los "rebeldes sin causa" en los sesenta, las "flotas" en los setenta, las bandas en los ochenta y las tribus urbanas a finales de los noventa. Sin embargo, la pertenencia a estos grupos juveniles anteriormente se extendía durante un periodo más corto y limitado de vida, aquél comprendido entre los años en que culminaban la educación básica (cualquiera que ésta fuera) y la incorporación al mercado de trabajo. Hoy, ese lapso se amplía marcadamente y es estudiado sociológicamente como el fenómeno de "la moratoria".

11. Otra particularidad notable en el comportamiento de estos jóvenes es la falta de esperanza en el futuro; la apatía que crea el sobrevivir en una situación de penuria económica; el refugio individual escudado en el espacio colectivo de la banda que no evita la introversión; la crisis personal, el consumo de drogas y la creación de conductas delictivas que, muchas veces, hacen de ellos mismos sus propias víctimas.

12. Un último dato, pero muy revelador, se halla en la inclinación del joven de la banda por darse nombres y allegarse atributos autodevaluatorios que, a la vez que los diferencian de la sociedad, del mundo de la integración, desafían los valores de ésta y los convierte en "transgresores" reales o potenciales: Mierdas Punk, Mugrosos, Sátiros, Vagos, Verdugos, Picudos, Nazis, Virginidad Sacudida, Ratas Punk, Malditos Punk, Defectuosos, Anfetaminas, Niños Idos, Sex Leprosos, Apestosos, Gusanos, Reos, Cuatreros, Patanes, Vascas, Chemos, Mocos, Sapos, Cerdos, Bastardos, Amibas, Funerales, Sex Capadoras, Manchados, Solitos Punk... Cada banda acompañada de sus "pañales", algo semejante a una "liga menor" para los niños menores de doce años.

Frente a esta realidad es difícil evaluar a los jóvenes de los sectores populares de la ciudad. Esta juventud prácticamente no puede acceder al mercado de trabajo urbano formal o adquirir escolaridad más allá de la primaria y, ocasionalmente, la secundaria. Ni como trabajadores, ni como estudiantes y, mucho menos, como ciudadanos de la gran metrópoli se constituye su identidad social. Estos jóvenes son y quieren ser visualizados e identificados como "banda" y desarrollan entonces un fuerte sentimiento de pertenencia a estos grupos. Por ello el nombre de la banda (tal vez más que el de la colonia) es el que lo identifica frente a los otros, frente a los de "afuera", en un afán por sobresalir de los demás.

La banda actúa también como espacio de socialización primaria dentro de la colonia y fuera, es parte de lo cotidiano y de sus actividades de recreación (espectáculos musicales o deportivos).

 

¿TODAVÍA HAY BANDAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO?

Es importante hacernos esta pregunta porque se trata de un proceso social aparecido a fines del decenio de los setenta (1979-1981). Surgió originalmente como un problema de pandillerismo real (acciones violentas, delincuencia colectiva, drogadicción, alcoholismo, etcétera) con algunos referentes muy precisos:

a) Agrupaciones fuertemente comunitarias.

b) Con base en una presencia territorial bien definida.

c) Con liderazgos establecidos de manera informal.

d) Con identidades ambiguas al interior de los grupos pero claramente diferenciadas entre los mismos.

e) Con una posición de grupo hermética hacia el exterior.

f) Con una visión (en su origen) profundamente autodestructiva y autodevaluatoria de sí mismos y de la vida social en su conjunto.

Ciudad de México, 2001 / Ricardo Ramírez Arriola

Las primeras bandas (pandillas) son los Panchitos (Observatorio) y los BUK (Bandas Unidas Kiss de Tacubaya) que a través de su vecindad y enfrentamientos violentos cotidianos empiezan a ocupar un lugar en los noticieros televisivos que los bautizan inmediatamente como "chavos banda".

Posteriormente a la aparición de las bandas en la prensa y la televisión el fenómeno se multiplica en diversos sitios de la ciudad los "Mierdas"(en Neza), PND (Punk Not Dead) en la colonia San Felipe, la banda del Molinito en Naucalpan, etcétera.

Un elemento decisivo en la proliferación del fenómeno (1981-1983) fue la exhibición de la película Los guerreros, que introdujo en el ámbito popular juvenil el uso de los "sprays" para pintar paredes y con ello "marcar" sus territorios. A partir de este momento se puede hablar de dos tipos de bandas:

- los pandilleros (que ya existían desde antes más ligados a la delincuencia y a formas antisociales de comportamiento).

- los "chavos banda" (ligados a esta moda y a la repetición de patrones de comportamiento común).

A partir de 1984 se puede observar una progresiva organización de grupos juveniles que tratan afanosamente de adquirir alguna forma de identidad visible (el pelo, el vestido, los tatuajes, los aretes, etcétera).

Pese a que las primeras bandas juveniles tenían sus referentes de organización muy claramente definidos (territorio, símbolos, pintas, etcétera), cuando el fenómeno se propaga en la ciudad, las "nuevas bandas" resultan ser más de nombre o por moda temporal que estar organizadas realmente hacia el exterior.

Debe señalarse que en el Código Penal se establece el término "pandilla" como símil de grupo de amigos y, por el contrario, el de "banda", como grupo organizado para delinquir, lo cual ha sido motivo para una infinidad de "malos entendidos" que generalmente disfrazan diversas formas de corrupción policiaca.

Los estudios sociológicos y antropológicos, así como los reportajes y libros periodísticos que iniciaron la descripción y el estudio de las bandas juveniles, las mitificaron inmediatamente, idealizaron sus formas de reunión, el sentido de su agrupamiento, y de hecho crearon la imagen de un "nuevo actor social", que realmente es inexistente como grupo. Podríamos decir que el "chavo banda" existe, "la banda" no, por supuesto en términos generales y con algunas excepciones que confirman la regla. Sin embargo, el término "banda" ha quedado arraigado ya en el imaginario popular, en el lenguaje de los medios de comunicación y entre los jóvenes que llaman "banda" a su grupo de amigos, o bien, a "la banda" que en los conciertos musicales es sinónimo de auditorio.

Sin embargo, la "imagen" del "chavo banda" es muy socorrida y cuando aparece en grupo, "con su banda", en "el cotorreo" adquiere una dimensión que fue capitalizada no sólo por las oficinas de desarrollo social de las delegaciones políticas, sino también por el PRI, el INSOL (Instituto Nacional de la Solidaridad), la Conade (Comisión Nacional del Deporte), el IMJ (Instituto Mexicano de la Juventud, que suplió al viejo CREA y a Causa Joven), la Iglesia y por supuesto por algunos de los "líderes" de los "chavos banda".

Dichas agrupaciones semi-políticas han contado, en nuestra perspectiva, con una representación pequeña en general y de alcances sociales (sobre todo en cuanto a la imagen pública con los grupos juveniles no organizados) muy limitados.

A manera de ejemplo del discurso utilizado por los Consejos Juveniles y otros grupos similares para presentarse y acercarse a las autoridades gubernamentales (Solidaridad, Sedesol, Conade, Desarrollo Social, etcétera) se encuentra el siguiente escrito aparecido en un pasquín editado en 1993 por "Solidaridad de Ciudad Juárez" titulado "Sociedad de la esquina" (núm. 10,p. 5):

En cada época, en cada momento de manera distinta, la radio, la prensa, la televisión nos ha devaluado.

Han mostrado a los jóvenes como amenaza, como representación del mal, como el diablo.

Se intimida a la sociedad con nuestra presencia, se le amenaza, se le aterroriza.

Con nosotros la sociedad expía sus culpas, encuentra culpables, incapaz de asumir una crítica a sus diferencias.

Es justamente este tipo de discurso el que les permitió su incorporación a las filas de las políticas partidistas locales del PRI y posteriormente a las de PAN, luego al PRD y a otros partidos políticos.

Pero la mera revisión del fenómeno de las bandas da una visión demasiado parcializada de los jóvenes. Las "bandas" deberían ser vistas en contraposición con los otros grupos de jóvenes: los populares que no son bandas, los estudiantes, los jóvenes de clases medias y altas, los trabajadores, los subempleados, etcétera, para poder tener una perspectiva objetiva de la juventud en la ciudad de México y ahí aparecería una primera gran conclusión: la banda, actualmente es más una conformación social semántica, arraigada por su mención sistemática y permanente; pero al interior de los grupos juveniles, dejó de ser ya esa forma típica de asociacionismo que permitía encontrar, con base en sus hábitos y costumbres particulares, a un "nuevo actor social".

 

LAS TRIBUS URBANAS (SIGNIFICADOS, PERTENENCIA,APARIENCIA)

Si bien es cierto que las bandas, como tales, desaparecieron casi totalmente del ámbito cotidiano de la ciudad, los grupos de "chavos de la esquina" persisten y, curiosamente, en la actualidad han establecido nuevas formas de asociación horizontal, ligadas directamente a ciertos rasgos distintivos de sus culturas o subculturas urbanas.

Por ejemplo, hoy es fácil observar cómo, dentro de un mismo evento de reunión, se juntan y comparten el mismo espacio, jóvenes de distintos estratos sociales, niveles escolares, capacidad de consumo, etcétera, con un fin común: compartir el tiempo libre y el entretenimiento, principalmente musical, dentro de patrones formados por una globalización que surge desde abajo y que permite nuevos códigos de convivencia, en general pacífica y tolerante.

A continuación presentamos algunas de estas "nuevas" formas de agrupación juvenil y sus características principales, catalogadas, desde hace algunos años, como "tribus urbanas" por diversos autores y que son fácilmente ubicables en el ámbito urbano de la ciudad de México:

Punketas: Desprecian lo establecido, comulgan con el anarquismo, lo subversivo, lo revolucionario; se preocupan por el ecocidio, están en contra del maltrato a los animales y de los alimentos transgénicos y del feroz capitalismo; simpatizan con la globalifobia, participan en marchas por causas populares o estudiantiles, gustan de formar colectivos; en su mayoría provienen de estratos marginales, visten con ropas rasgadas, cadenas, estoperoles, cabellos parados, se hacen tatuar, llevan pins y parches de tela con consignas anarquistas o de protesta, al igual que en sus playeras. Se perciben agresivos, gustan de usar botas tipo militar, escuchan música del género: desde Ramones, Sex Pistols, Exploited, Dead Kennedys, punk francés, italiano y sobre todo en español.

Darquetos: Se sienten seducidos por la literatura de vampirismo, el cine gore; visten de color negro, se pintan uñas, labios y párpados, llevan grotescamente maquillaje blanco en el rostro, usan botas de piel, ropa con olanes y encajes, guantes de color negro, rojo y violeta; gustan de perforaciones y de tatuajes, escuchan música del género, en la que predomina la melodía melancólica; gustan de performances; les atraen grupos como Bauhaus, The Cure, London After Midnight, Lacrimosa, Christian Death.

Metaleros: Usan ropa de cuero y el cabello muy largo; tatuajes de diseños elaborados, playeras negras con logos de sus grupos o imágenes de calaveras y diablos, escuchan más música en inglés que en español y tratan de mantenerse muy al tanto de las novedades discográficas del género; puede afirmarse que provienen de clase media en su mayoría. Son apolíticos, individualistas, asisten a conciertos (para bailar slam y hacer headbangin), donde muchas veces ocupan los lugares de precios de boletos más altos. Escuchan a grupos intensos como Metallica, Sepultura, Helloween, Motorhead, Iron Maiden, Black Sabbath, cuyas temáticas son fantásticas (magos, espadas y dragones).

Urbanos: Visten ropa de mezclilla, los tenis de lona y/o de bota; a diferencia de otras tribus, ellos no gustan de decorar su cuerpo con perforaciones y sus tatuajes son de poca calidad; se peinan de "pájaro loco"; llevan a cuestas la cruz de Avándaro (aunque no hayan asistido a dicho festival de música), cargan con el estigma del ser nacos, ñeros, jodidos, provienen en su mayoría del "barrio" y no de la colonia, asisten los fines de semana a las tocadas maratónicas de diez o quince agrupaciones a las cuales van en plan familiar más que social, es decir, con su chava, su esposa, novia, "carnales" (hermanos) e hijo(s) aunque sean menores de edad; adoran la música de Doors, ZZTop, Credence, El Tri (de ahí viene otro de los calificativos que les dan: trisoleros), tratan de saber qué dicen las rolas en inglés. Han visto pasar muchas corrientes y modas musicales, y bien saben que los dos discos del grupo mexicano Molotov, su millón de copias vendidas, sus giras al extranjero y cuatro años de éxitos en los medios nunca superarán la trayectoria de roqueros "netos" como Dug Dugs, Javier "el Brujo" Bátiz, el Tri de Alex Lora o Charly "el Bolillo" Montana . Crecieron acostumbrados a ver dos tipos de rock: el comercial, el popular, el que suena en radio, el que aparece en televisión y el otro rock, "su rock nacional", su rock de barrio, "de la banda y para la banda". Entre el subempleo y el largo ocio aún no saben si es un honor o una maldición el tener que perpetuar el gusto por el rock nacional durante al menos dos o tres generaciones en su casa o en su familia (así se los enseñó su padre y su abuelo).

Raztecas: Son la versión mexicana de los fanáticos del reggae. Se caracterizan por los dreadlocks o rastas. Ropa de colores alegres, muy suelta, guanga, holgada; es como un jipi moderno, actualizado, que defiende a la naturaleza, las causas justas y está en contra del racismo; oye música del género, sobre todo a Marley, Tosh (a quienes consideran Dios y Jesucristo, respectivamente), Miky Dread, Alpha Blondy, Bujú Banton; respeta a los eskatos porque mucho del reggae viene del ska y afortunadamente cuenta ya con muchos grupos nacionales del estilo. Sin hacer mucho alarde han ido cimentando su cohesión como tribu con base en festivales musicales llamados "Raztecas" de diez a doce grupos de 1993 a la fecha, incrementándose cada vez la asistencia hasta de 10 mil personas. Realizan tocadas con sus dj's denominándolas sound system, a imitación de lo que ocurre en Jamaica. Buscan mucho la colectividad. Su relación social es bastante amistosa, son alegres. Tratan de llevársela bien con las demás tribus.

Eskatos: El inicio de esta tribu data del año 1994 aproximadamente. A su movimiento se le critica la falta de contenido social en sus temas: están más por el relajo, el desmadre, la fiesta, la pachanga. Son los seguidores del ritmo que está de moda. Creen que el ska surgió del skate y de las patinetas. Gustan de rayar vidrios del transporte público y graffitear tags. Consideran como identidad el vestirse guango, flojo, simulando ser patineto o cholo; muchos traen el cabello de color amarillo, naranja, verde, rojo. Usan gorra beisbolera. Se perforan en demasía. Utilizan playeras de colores muy vivos, ropa deportiva Adidas, Puma, Airwalk. La comunidad rockera en general los ha visto como seguidores que sólo conocen música del género ska posterior a grupos como Maldita Vecindad, Los Estrambóticos, Los de Abajo y Santísima Trinidad, y no del tradicional ska inglés, latinoamericano o español (considerando que el ska es música surgida desde 1943-1944).

Hip Hoperos-cholos: Desde 1993 existen registros de raperos en el Estado de México, concretamente en Neza (Municipio de Ciudad Nezahualcóyotl). En el 95 ya hay un flujo de chavos, de ida y vuelta a ciudades fronterizas, roqueros que iban a Tijuana, por ejemplo, y se volvían cholos. Y así también cholos fronterizos que llegaban al DF y permanecían siendo cholos tratando de pregonar-difundir-convencer a otros de sus ideas. Gustan de música del género, desde Cypress Hill, A Tribe Called Quest, Wu Tang Clan, Public Enemy, D.M.C., hasta Dr. Dre, Kid Frost, Notorius BIG, Snoopy Doggie Dog, 2 Pac, Capone, Ice Cube, y de ahí a los españoles como Mala Rodríguez, Hechos contra el Decoro, 7 Notas 7 Colores. Gustan de bailar breakdance, o sea "brequiar", autodenominándose "B-Boys". Son afectos a realizar pintas de graffiti pero sobre todo de murales. Su vestimenta común es pantalones de mezclilla, holgados, overoles, guayaberas, paliacates, camisetas de tirantes, tenis, jerseys y sudaderas deportivas, gorras beisboleras, anteojos, muy emparentados con la onda de los cholos, con cabello muy corto, peinado hacia atrás o bien, rapados; siendo aficionados a la modificación de modelos en sus autos y bicicletas.

Pese a todo, este tipo de referencias identitarias, sólo son posibles de observar al interior de los grupos, en su contacto diario y cotidiano, ya que para la población en general, igual que para los medios de comunicación, estos jóvenes no dejan de ser todos juntos "bandas", transgresoras reales o en potencia de las "buenas costumbres".

 

LOS "ESTIGMAS" DE SER JOVEN

Entre los aspectos referenciales más comunes que "identifican" y han estigmatizado a la juventud popular con sus usos y costumbres cotidianas (desde la perspectiva de los estratos medios y altos así como de las imágenes más difundidas por los medios de comunicación), están los estereotipos que ligan directamente a los "chavos" con la violencia, las drogas, el sexo, el rock, los excesos, los ritos ocultos y hasta el satanismo.

Si pudiera resumirse esta fotografía podría enmarcarse en el título de una canción popular compuesta por el Tri: "Violencia, drogas y sexo", que no dice nada nuevo sobre la imagen que se ha querido asignar a las bandas, ni tampoco sobre la imagen que muchos jóvenes han tratado de proyectar de sí mismos, pero que ha servido para formar un "cliché" al respecto.

Una parte del trabajo de investigación de Circo Volador se centró en conocer cuál era la opinión que tenían las autoridades delegacionales sobre los chavos, lo que reportó el siguiente perfil: "Los chavos banda son violentos, se drogan, son promiscuos, se emborrachan, destruyen, amedrentan, matan, roban, violan y dan miedo" (Diagnóstico, 1988), que es una significativa muestra de la imagen que tenían los funcionarios públicos de buena parte de la juventud popular de la ciudad. A su vez, los chavos respondían a esto: "Les damos miedo por feos, por mugrosos, por jodidos. y la neta sí es cierto, pero andamos así porque la principal droga que nos chinga es la pinche sociedad" (Diagnóstico, 1988).

Muchos elementos valorativos están inmersos en estas imágenes: odio, olvido, ignorancia, pobreza, rechazo, insatisfacción, resentimiento social, revancha, venganza y lo más significativo es que muchas de estas imágenes negativas (tanto de los chavos para la sociedad como de la sociedad para los chavos) se mantengan e incluso, en algunas ocasiones, puedan ser aún más decadentes y contrapuestas.

Llama la atención que en el resumen de la opinión de las autoridades delegacionales sobre los jóvenes se diga de entrada que los jóvenes "son violentos" y no delincuentes; sin embargo, después se afirma: "matan, roban, violan y dan miedo". Y esto requiere de cierta reflexión ya que durante los últimos años todas las formas conocidas de delincuencia (y por ende también las de violencia) se han multiplicado y recrudecido en todos los espacios de la ciudad, al punto de que en los análisis públicos y privados el primer problema que aparece en la lista es el de la seguridad pública. Actualmente, los estereotipos existentes mezclan indiscriminadamente: violencia, criminalidad, delincuencia y hasta se llega a hablar específicamente de una "delincuencia juvenil". Y en este terreno habría que ser cautelosos para no mezclar estos términos en forma ambigua y dejar establecido que son distintos y que deben ser analizados cada uno en su justa importancia y dimensión.

Mientras que la delincuencia se refiere al conjunto de actos delictivos que implican necesariamente la comisión de un delito, la violencia se refiere a un modo de actuar específico: con ímpetu, contestatario, tener que hacer algo en contra de su propia voluntad, o bien que se deja llevar por la ira, pero que no necesariamente implica delinquir.

Parece oportuno señalar la clara diferencia que existe entre la "violencia delincuencial" (presente de una u otra forma en todas las sociedades y en todos los estratos sociales) y la "violencia social" (contestataria) que se genera al exigir un cambio de rumbo económico y de estructuras políticas y administrativas que permitan el surgimiento de un sistema político democrático después de 70 años de existencia de autoritarismo gubernamental sustentado en un "partido oficial".

En México no sólo ha crecido la delincuencia sino que uno de sus peores engendros, la impunidad, deambula libremente entre juzgados, tribunales, cárceles y viaja en primera clase alrededor del mundo. Ahí está una larga lista de banqueros, industriales, políticos, funcionarios y mafiosos, que andan prófugos de la justicia sin que exista el poder o el empeño de traerlos a pagar sus robos, asesinatos, enriquecimientos ilícitos, fraudes, engaños, abusos de poder, sobornos y demás fechorías.

Sí, actualmente hay un cambio valorativo, una real decisión de cambiar esos llamados "valores" que bajo las banderas de "la tradición", "la costumbre" y los juicios a priori han tratado de calificar sistemáticamente a los jóvenes como "rebeldes", "violentos", "irrespetuosos", "valemadristas"** o "irresponsables". ¿Cómo pedirles cordura a los jóvenes?, ¿cómo decirles que esa sensación que tienen de vivir en una sociedad injusta es un sentimiento equivocado?, ¿cómo decirles que generales sobresalientes del ejército (uno de los principales valores de la nación mexicana) están en contubernio con el narcotráfico?, ¿cómo explicarles que la ambición desmedida de las élites económicas y políticas no sólo les ha robado su futuro sino hipotecado el futuro de sus hijos?, ¿cómo rescatar a los jóvenes de este enorme aparato social en el cual se sienten aplastados?

Cada día mueren cientos y miles de personas en riñas callejeras, asaltos y violencia entre los más diversos grupos sociales y esto, de ser tan cotidiano, pasa inadvertido muchas veces, como si estuviera siempre lo suficientemente "lejos", como para no preocuparnos de verdad hasta que nos toca de cerca con un familiar o un conocido. El hambre provoca ira y la miseria de los pueblos exacerba esta situación.

Se dice comúnmente que es lógico que las situaciones de violencia se agraven con la pobreza y que los padres de familia que no pudieron terminar la educación básica, que son desempleados o que sobreviven "de milagro" en los sectores informales, están predispuestos a tener hijos delincuentes, pero ésta es sólo una de las caras hipotéticas del problema. ¿Qué pasa con los delincuentes de "cuello blanco"?, ¿los numerosos fraudes inmobiliarios y bancarios?, ¿la corrupción administrativa?, ¿la corrupción policiaca?, ¿quiénes deben juzgar estos delitos?

Hasta aquí llegamos en esta primera versión para introducirnos en el ámbito de los jóvenes de los sectores populares de la ciudad de México, sin embargo, llama la atención que en muchas otras ciudades y estados de la República, el fenómeno haya aparecido con diferentes rasgos, matices e identidades, para pasar a ser uno más de los temas cotidianos en los medios y en las reflexiones académicas que buscan encontrar la génesis y el destino de dichos movimientos.

 

CONCLUSIONES

De acuerdo con los recientes análisis demográficos, durante las próximas dos décadas será cuando México tenga más jóvenes en toda la historia del país y a partir de ese momento su población empezará e envejecer paulatinamente.

Pese a esto, la imagen de los jóvenes frente a la sociedad —o sea, su percepción social identitaria— sigue apareciendo, en una buena parte de la población, como "negativa", confusa, incierta o, en el mejor de los casos, de "duda" ante su futuro desarrollo generacional.

Una parte de esta imagen está relacionada con lo que llamamos comúnmente "la brecha generacional", que sostiene como ideas centrales y recurrentes en una parte adulta de la población, frases como: "todo tiempo pasado fue mejor"; "los jóvenes de hoy confunden la libertad con el libertinaje"; "en mi tiempo las cosas eran distintas"; o bien, "ésas no son horas para que una señorita ande en la calle".

Y a reserva de la necesidad de analizar estos conceptos desde la perspectiva de la psicología social o la antropología, lo cierto es que dichas "imágenes" o percepciones sociales tienen un impacto mayor de lo que se podría creer, tanto por parte de lo que los gobiernos e instituciones sociales piensan sobre los jóvenes —y que impactan directamente sobre el "tipo" de políticas que diseñan para su atención— hasta las percepciones colectivas reforzadas con los mensajes e imágenes que proyectan los medios masivos de comunicación, que transforman a los jóvenes, en general, en seres de "dudosa identidad".

Un ejemplo claro de esto es que, durante los últimos años, los jóvenes han sido considerados como "grupos vulnerables" o también como "grupos de atención prioritaria". Podríamos preguntarnos: ¿vulnerables de qué o para quiénes?

Tan sólo en la perspectiva numérica que asegura una población del 60 por ciento menor a los 30 años durante los siguientes 20 años, la juventud debería ser vista más bien como un actor estratégico, como un nicho en donde lo que sembremos hoy será definitivo para el futuro desarrollo del país.

Los conflictos que pueden surgir al interior de los hogares entre padres e hijos son múltiples; desde aquellos que intentan imponer "normas de conducta" a la fuerza —"no te peines así", "no te vistas así", "no te pongas aretes, ni tatuajes", etcétera— hasta los que van un poco más allá de esto: "en mi casa está prohibido...", "si lo haces... no te quiero ver más aquí", "¡fuera!, ningún hijo mío va a hacer esto.". Si a esto añadimos el hecho de que la institucionalidad pública está diseñada por adultos y con una larga historia en la cual los jóvenes no aparecen sino como simples "beneficiarios" del trabajo asistencial que se ha diseñado desde las diferentes oficinas públicas, entonces tenemos definido un marco de referencia de la realidad actual de los jóvenes y de sus posibles cauces de acción.

En el proyecto de investigación que hemos desarrollado en el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IISUNAM) desde fines de 1987, partió de su diagnóstico para identificar sus principales características estructurales e individuales. Sin embargo, a partir de 1988 nuestra perspectiva de trabajo cambió y en lugar de buscar sus principales problemáticas, nos dimos a la tarea de acercarnos a estudiar y comprender su "cultura común" (Willis, 1990) con el fin de tomarla como punto de partida para iniciar un trabajo práctico que nos permitiera su difusión, promoción, profesionalización y en buena medida la capacitación formal e informal para los jóvenes participantes en el proyecto.

De este trabajo surgió en 1990 una ONG, Circo Volador, con el proyecto "Juventud y cultura popular en la ciudad de México", dedicado a trabajar con jóvenes urbanos de los sectores populares y dividido en diferentes etapas y proyectos: radio, conciertos, concursos, talleres, cine, videos, cursos, exposiciones, teatro, performance, ferias, publicaciones y demás, cuyos ejemplos pueden ser consultados en la página Web: www.circovolador.org La propuesta metodológica, en conjunto, apunta a revalorar sus habilidades y sus potencialidades de acción e interacción social más que de enfocarse a la búsqueda de sus problemáticas, trabajo que aparece detallado en el libro Juventud, cultura y política social (Castillo Berthier, 2000).

Los jóvenes de los años ochenta y noventa bien podrían catalogarse como "los jóvenes de la exclusión". Antes que ellos, los "jóvenes de la modernización" de las décadas de los cuarenta hasta mediados de los setenta tuvieron una vida mejor. Vivieron en periodos con una gran expansión educativa, y muchos de ellos se incorporaron de una forma positiva a la sociedad, en general con niveles educativos superiores a los de sus padres.

Para los jóvenes de los ochenta y noventa, esto se redujo, se limitó y se afectó con ello su inserción a los mercados locales de trabajo, además de los efectos nocivos que tuvieron las continuas crisis económicas en su desarrollo generacional.

Sin embargo, hoy los jóvenes retoman la palabra y frente a la exclusión y estigmatización que padecen, buscan su reencuentro con nuevas propuestas surgidas desde la base popular a la que pertenecen pero, curiosamente, con un nuevo sentido que fortalezca su identidad individual y colectiva, demostrando que la "transgresión" social no es sino una forma más de sobrevivencia en un medio hostil y muchas veces adverso.

La propuesta de la investigación social no puede enfrentar todas las relaciones adversas que existen en la vida cotidiana de los jóvenes, pero sí aspira a su reconstrucción valorativa, a la reducción de las estigmatizaciones fáciles para fortalecer una imagen propositiva, sólida, que transforme la transgresión en nuevas formas de identidad social.

 

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Notas

* Al hablar de "bandas" se hace referencia a los jóvenes de sectores populares que durante la década de los ochenta y parte del principio de los noventa se autonombraron como tales a fin de buscar una forma propia de identidad, sin embargo, el fenómeno tomó diversos caminos al paso de los años y una discusión sobre la situación actual de estos grupos se presenta en partes posteriores de este artículo.

** Valemadristas: que nada les importa. [N. de la E.]

 

Información sobre el autor

Héctor Castillo Berthier es doctor en sociología, investigador, especialista en problemas urbanos en las áreas de desechos sólidos, abasto alimentario, caciquismo, desarrollo social comunitario, cultura y juventud. Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. En 1993 obtuvo el Premio Universidad Nacional para Jóvenes Académicos, donde el rector comentó que: "El trabajo de investigación del maestro Héctor Castillo Berthier, que desde 1984 realiza en el Instituto de Investigaciones Sociales, se ha caracterizado por el desarrollo metodológico de las técnicas de investigación participantes y de intervención sociológica en temas no abordados o escasamente tratados por la investigación social tradicional [...] Su trabajo no se inserta en lo que podría identificarse como los cánones tradicionales de la academia, pues desde el inicio de su trayectoria se ha preocupado por hacer una sociología aplicada, útil para los grupos con los que trabaja. Él le llama una labor de ingeniería social, mediante la cual pretende construir puentes de comunicación entre la sociedad integrada y los grupos marginados a los que ha estudiado" Como investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM ha escrito los siguientes libros: La sociedad de la basura: caciquismo en la Ciudad de México, El basurero: antropología de la miseria, La Merced: enigma alimentario, Estructura del poder del comercio mayorista de abarrotes en la Ciudad de México,y publicó en septiembre del año 2000 su último trabajo de investigación: Juventud, cultura y política social.

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