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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.7 Ciudad de México  2001

 

Reseñas

 

Mirando... ¿hacia afuera?

 

Servando Ortoll

 

GABRIELA VARGAS CETINA (coord.) CIESAS, México, 1999.

 

Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de Colima.

 

Pocos de los que hemos seguido con interés la historia y desarrollo de la antropología mexicana podemos dudar de la importancia del libro que reseño. Es un libro que, como buen rompecabezas, puede llevar, a quien pretenda armarlo, a callejones sin salida, o recompensarlo permitiéndole construir un todo con el conjunto de sus partes. En mi caso particular quiero pensar que obtuve un panorama general de su contenido, incluso antes de leer la última de sus páginas. El libro que coordinó Gabriela Vargas Cetina trae consigo nuevas interesantes, entre ellas, la que nos marca el rumbo que en los últimos años ha tomado "eso que llamamos antropología mexicana". El libro de nueve capítulos con tomas fotográficas realizadas por casi todos sus autores, una bibliografía general además de una introducción, incorpora la labor en el extranjero de nueve antropólogos que, aunque no son todos mexicanos, sí pertenecen en su totalidad a una de las instituciones de trabajo y entrenamiento antropológico más importantes de toda América Latina. He mencionado al CIESAS y a sus centros repartidos por los cuatro puntos cardinales mexicanos.

Para que se entienda mejor qué quiero decir por "cambio de rumbo de la antropología mexicana", será necesario que bosqueje lo que hasta ahora yo entendía por antropología en nuestro país, en particular a partir del siglo XX, y que subraye en qué puntos se distancia de la antropología anglosajona tradicional. En lo que sigue reseñaré de manera breve aspectos de la historia de la antropología mexicana; mencionaré los elementos básicos de la antropología anglosajona y compararé ambas perspectivas con las que emergen de los ensayos que aparecen en este volumen.

 

Antropologia "moderna"

Fue a partir del siglo XX que se dio lo que Ralph L. Beais llama la "antropología moderna", aquella que dejó de depender en la palabra escrita para dedicar sus esfuerzos a obtener información directa del trabajo de campo. Pero hay un elemento adicional: la antropología moderna mexicana recibió en 1911 una inyección vitalizadora a través de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnografía Americanas en la Ciudad de México, financiada y sancionada en parte por instituciones y gobiernos extranjeros. Cito a Beais:

Oficialmente, la idea para esta institución fue expresada, por primera vez en 1904, por el doctor Nicholas Murray Butier, entonces presidente de la Universidad de Columbia. En esta idea estaba influido por Franz Boas, frecuentemente considerado como el fundador de la antropología moderna en Estados Unidos. Boas concibió la idea de un gran centro internacional de antropología [...]. La escuela fue aprobada oficialmente por el gobierno mexicano en 1909, cuando Justo Sierra, entonces secretario de Instrucción Pública, autorizó un subsidio anual de 6 000 pesos y el uso de las instalaciones del Museo Nacional de Arqueología e Historia. Los estatutos de la escuela fueron aprobados el 14 de septiembre de 1910 por representantes de los gobiernos de Prusia, Francia y México y por las universidades de Harvard, Columbia y Pennsylvania. Estos estatutos convocaban a la investigación en arqueología, etnología y antropología de México y de los países vecinos. También hacían un llamado a la publicación de resultados de investigación y a la formación de estudiantes para que fueran investigadores competentes. En su corta vida, antes de la primera guerra mundial, los directores de la escuela incluyeron a Edward Seler, Franz Boas, Alfred M. Tozzer, George Engerrand y Manuel Gamio.1

Es significativo que la idea de esta Escuela Internacional de Arqueología y Etnografía Americanas se originara en la Universidad de Columbia y que fuera el polifacético Manuel Gamio, primer egresado mexicano de antropología en esa universidad, quien la dirigiera durante parte de su efímera existencia. Gamio fue fundamental en más de un sentido: concibió, como se le critica con frecuencia, una antropología mexicana que trabajara con el Estado mexicano y bajo su influencia directa. "Para Gamio -afirma el antropólogo Arturo Warman-, la ubicación de la antropología como servidora del Estado era no sólo lógica y natural, sino deseable. Para él, la función del antropólogo era la de gobierno. Creía que el ejercicio de esta disciplina daría un carácter científico al quehacer político. No podía, no debía existir brecha entre ciencia y Estado, sino maridaje estrecho."2

Viene al cuento Gamio porque, de manera un tanto indirecta, fue también antecesor del grupo que participó en el libro que reseño: cuando su apuesta de colaborar de manera estrecha con el gobierno no funcionó, decidió investigar mexicanos fuera de México. Lo pudo hacer porque, como ocurrió con muchos de los autores reseñados, Gamio estudió en el extranjero y esto le permitió establecer redes con antropólogos e instituciones filantrópicas más allá de nuestras fronteras. Además, su nombre, dada su energía inagotable, había despertado interés entre varios observadores extranjeros. En un memorándum que encontré en el Rockefeller Archive Center, se dice lo que sigue sobre Gamio, quien había decidido para entonces adentrarse en el campo de la educación:

Hay en la Ciudad de México un antropólogo con el nombre de M. Gamio. Gamio estudió antropología en Harvard [sic] y regresó a la Ciudad de México impresionado por el hecho de que cualquier política nacional de educación debería estar basada en un estudio antropológico y etnológico muy cuidadoso de las gentes de México.3

Según la misma fuente, Gamio había persuadido al gobierno mexicano de que se realizara una encuesta antropológica, misma que él dirigió durante cinco o seis años, durante los cuales dos "revoluciones" habían ocurrido sin que interfirieran en su estudio.4 Gamio demostró que la "cultura subyacente" en la región que había analizado -al parecer cercana a la Ciudad de México- era predominantemente india, y que por lo tanto, "el sistema educacional derivado de antecedentes occidentales europeos tendría valor dudoso".5 El entusiasmo del reseñador del trabajo de Gamio no fue compartido por las autoridades gubernamentales, y en menos de dos años el antropólogo mexicano por excelencia estaba desempleado. Aunque no por ello había perdido por completo sus contactos con el Estado mexicano.

De todas formas y para entonces, su suerte lo favorecía: tenía contactos importantes en Estados Unidos y se había propuesto analizar un problema de gran envergadura: las condiciones de la población de origen mexicano en nuestro vecino del norte. El 7 de diciembre de 1925, en excelente inglés, Gamio escribió desde el Cosmos Club en Washington una carta acompañada por un proyecto para investigar "los antecedentes y condiciones presentes de la población mexicana extranjera [alien]" en Estados Unidos. Y añadió:

Tras haber dedicado los últimos 15 años de mi vida a la investigación de problemas sociológicos análogos en mi propio país, sería muy gratificante para mí colaborar con ustedes durante el año próximo en el estudio de este problema particular, con el entendimiento por supuesto, que yo tendría todas las facilidades necesarias para tal estudio de las autoridades gubernamentales e instituciones científicas de México, que poseen datos que yo tendría que consultar.6

Su proyecto fue aprobado. En carta fechada el 20 de enero de 1926, Gamio escribió:

El doctor Charles E. Merrian, director de la Social [Science] Research Council, me escribió hace tres días indicándome que los Comités respectivos habían aprobado definitivamente el proyecto que presenté sobre la población mexicana inmigrante en Estados Unidos y me decía que el asunto había sido turnado a la Spel[l]man Rockefeller Memorial con el fin de obtener los fondos correspondientes.7

Dije que Manuel Gamio fue el antecesor de varios de los autores que forman parte de este libro y que su trabajo tuvo, entre otras cosas, el mérito de ser reconocido en suelo estadounidense. Retorno a la obra que reseño.

 

El "campo" antropológico y sus derivados

Desde sus inicios anglosajones, la antropología ha utilizado la metáfora agraria de "campo" en, al menos, dos sentidos diferentes: se hace trabajo "de campo" cuando se parte hacia un lugar alejado y en extrema pobreza, en donde también se habla una lengua extraña, y dentro de su propio hábitat se estudia a una tribu primitiva.8 La noción de "campo" aquí tiene que ser diferenciada de la de '"ciudad": al inicio de la investigación antropológica se iba de la ciudad al campo; del centro a la periferia; del primer al tercer mundo. La otra idea de campo, también metafórica, tiene que ver con un "espacio virtual" dentro del cual se realiza, idealmente, el trabajo antropológico.9

Estas y otras nociones se ven aplastadas o destruidas parcialmente en el libro que reseño. Me explico. En al menos cinco de los trabajos que aquí aparecen, los antropólogos van literalmente del tercer al primer mundo: Roberto Melville (Estados Unidos), Lourdes de León Pasquel (Estados Unidos), Gabriela Vargas Cetina (Canadá), Steffan Igor Ayora Díaz (Italia) y John B. Haviland (Australia). Dos más van del tercer al otrora llamado segundo mundo: Daniela Spenser (Rusia) y Witold Jacorzynski (Polonia).

Si pensamos en lo opuesto al trayecto del "campo" a la "ciudad", debemos incluir a Victoria Novelo, quien en realidad, al hacer su trabajo "de urbe" radicó en La Habana; Daniela Spenser, quien residió en Moscú, y Witold Jacorzynski, en Varsovia. Sí hubo, claro, quien fuera al "campo", tras salir de México. Hablo de Steffan Igor Ayora Díaz, quien trabajó en Cerdeña; Mauricio Sánchez Álvarez, quien presentó "estampas etnológicas" a todo color con explicaciones al calce que reseñan la vida cotidiana de serranos y vallenatos en su nativa Colombia, y de Vargas Cetina, quien visitó varios lugares en Canadá y Estados Unidos -durante varios veranos- para entender mejor el Powwow: supuesta invención estival de profesores nórdicos, interesados en fortalecer la identidad de miembros de diversas tribus canadienses y norteamericanas, a través de celebraciones rituales, danza y muchas actividades recreativas.

En cuanto al "campo antropológico", en su pesquisa prácticamente todos los colaboradores del libro brincaron las empalizadas de su "terreno" profesional: Roberto Melville, por ejemplo, acudió a fuentes históricas para redondear la información que obtuvo para su trabajo; Victoria Novelo hizo otro tanto en Mérida y La Habana, aunque se fundamentó también en sus recursos de pesquisa antropológicos; Daniela Spenser trabajó únicamente en archivos históricos rusos y Witold Jacorzynski desmenuzó tres importantes mitos polacos, y analizó a la vez sus repercusiones políticas para Polonia y sus habitantes de siglos: judíos y católicos.

Otro elemento importante que diferencia a la antropología mexicana actual de la anglosajona, según se practica en el CIESAS, toca la "objetividad" y "distanciamiento" que tradicionalmente se espera que los antropólogos asuman al realizar sus tareas. Cito a Clyde Kluckhohn, antropólogo de Harvard:

[...] el investigador debe asegurarse de mantener cierto grado de imparcialidad [detachment]. De lo contrario arriesgará la pérdida de su propia perspectiva al precio de obtener la cooperación completa del informante e intérprete. En el trabajo de campo general la regla usual es evitar conocer cualquier individuo demasiado bien (esto es, demasiado personal e íntimamente).10

En otras palabras y según Kluckhohn, el estudioso debe "preservar una emancipación básica del nexo emocional de la vida que trata de estudiar".11 Esto era al menos lo que se esperaba del antropólogo estadounidense en 1945. Medio siglo después y según lo testimonia el libro reseñado, los antropólogos del CIESAS han roto esta "regla de oro". La norma es que, lejos de mantenerse objetivos, distantes o imparciales, como se espera -o se esperaba-, participan directamente y cambian la vida de los individuos bajo estudio. Esto lo hicieron varios de los autores del libro, quizá más de manera espontánea que planeada.

Considérese el caso de Lourdes de León Pasquel quien, según relata su experiencia, trabajó del lado de un mixteco acusado injustamente de homicidio en Estados Unidos, para rescatarlo de la cárcel. En este inquietante lance, De León Pasquel puso su experiencia como lingüista al servicio de una causa legítima (y también legal).12 Otro tanto aconteció con John B. Haviland, quien no sólo contribuyó con su obra publicada al esclarecimiento de ciertas prácticas culturales en el estado australiano de Queensland, sino que actuó como "experto" en beneficio de los indígenas de esa zona y áreas aledañas. Victoria Novelo fue una antropóloga más que rompió la regla de oro. En un cándido pie de página y muy de pasada, reconoce que la señora que la albergó mientras realizaba su trabajo "de campo" en la "ciudad" de La Habana, ¡se convirtió, "con el tiempo", en su suegra!

¿Cuáles pueden ser las implicaciones de estos cambios que percibo y que comparto con ustedes? Para empezar y como lo mencioné al inicio, aunque no todos los colaboradores de este libro son mexicanos, sí son profesores del CIESAS (o lo eran en el momento en que se editó este libro). Esto significa que, como catedráticos, influyen en la manera de hacer y pensar la antropología en sus alumnos y estudiantes.

En las próximas generaciones veremos antropólogos mexicanos sui generis, que se diferenciarán de la escuela antropológica anglosajona por un sentido del compromiso mucho más firme y solidario con las personas que estudien; continuarán seguramente con la corriente iniciada alguna vez por Gamio y reforzada como hemos visto por quienes son ahora sus profesores; aprenderán idiomas extranjeros aparte del inglés, evitando así el uso -tan generalizado por cierto entre antropólogos norteamericanos- de intérpretes que alteren la información rescatada o inhiban a los informantes; no temerán asociarse de manera afectiva con parientes de sus estudiados; cruzarán sin temor las fronteras visibles o invisibles entre el primer y el tercer mundo, entre el campo y la ciudad, o entre la antropología y otras ramas afines, y obtendrán para sus estudios importantes becas de instituciones como el CIESAS para realizar sus investigaciones de doctorado. Su trabajo será reconocido, en buena medida, en el extranjero.

Todo esto mirando hacia fuera, diseñando pesquisas que se realicen más allá de las fronteras nacionales, y que les den cierto grado de "libertad" o "distancia" del Estado mexicano que alguna vez pensó trabajarían para él, y de los burócratas de las agencias gubernamentales que los habrán becado.

 

Palabras finales

No puedo cerrar esta reseña sin mencionar dos artículos que a mí, como historiador, me parecieron particularmente valiosos: el de Victoria Novelo, porque desarrolla con gran amenidad, fino humor y atinada didáctica las etapas por las que pasó la formulación del problema que deseaba investigar -la presencia de meridanos en La Habana- y todas las dificultades prácticas que tuvo que enfrentar (lo que permite a los lectores tener una idea de cómo se vive y la celeridad -nótese la ironía- con que se realizan pesquisas en esa isla caribeña, en donde tener acceso a un teléfono o a una fotocopiadora es un verdadero lujo); y el de Daniela Spenser, estudiosa de los comunistas mexicanos en los archivos del Comintern, quien, mutatis mutandis, enfrentó frustraciones parecidas: un archivo desorganizado con poca capacidad y menos personal para atender usuarios, y equipos obsoletos (o inexistentes) para fotocopiar o microfilmar documentos.

La interpretación de ambas antropólogas de su experiencia en el extranjero nos habla no sólo de su gran trayectoria de investigadoras, sino también de la profundidad de sus reflexiones que, más allá de pertenecer al campo de la antropología, incumben al psicoanálisis: una rama del conocimiento que seguramente aparecerá cada vez con más frecuencia en los escritos de sus estudiantes.

 

Notas

1 Ralph L. Beais, Antropología en el México contemporáneo, traducción de Rubén Páez y Rosa H. Yáñez Rosales.         [ Links ]

2 Arturo Warman, 1970, "Todos santos y todos difuntos: crítica histórica a la antropología mexicana", en De eso que llaman antropología mexicana, Arturo Warman (coord.) et al., Nuestro Tiempo, México.         [ Links ]

3 Rockefeller Archive Center (en adelante RAC), Col. Laura Speliman Rockefeller Memorial (en adelante LSRM). Series III, subseries 6, caja 56, folder 603; memorándum de P.R.a R.B.F. ¿Nueva York?, Pocantico Hilis, Nueva York, 27 de mayo de 1924.

4 Ibid.

5 Ibid.

6 RAC, Col. LSRM, series III, subseries 6, caja 56, folder 603; carta de Gamio y propuesta al señor Lawrence K. Frank; Cosmos Club, Washington, 7 de diciembre de 1925.

7 RAC, col. LSRM, series III, subseries 6, caja 56, folder 306; carta de Manuel Gamio al señor Lawrence K. Frank; México, 20 de enero de 1926.

8 Algunas de las ideas que presento en esta sección provienen de mi relectura de Clyde Kluckhohn, "The Personal Document in Anthropologcal Science", en Louis Gottschalk, Clyde Kluckhohn y Robert Angell, 1945, The Use of Personal Documents in History, Anthropolopy and Sociology, Social Science Research Council, Nueva York, pp. 77-173.         [ Links ]

9 Esta segunda metáfora, como se sabe, no es privativa de la antropología. Los interesados en una discusión sobre el tema que propone abatir las "empalizadas" entre disciplinas pueden consultar el siguiente artículo, al cual me suscribo por completo: Sigmund Diamond, 1995, "¿Producen las buenas vallas distinguidos académicos?", en Estudios del Hombre, 2: 13-26.         [ Links ]

10 Klyde Kluckhohn, "The Personal Document in Anthropological Science", p. 118.

11 Ibid.

12 Este tipo de labor de "campo", dicho sea de paso, se diferencia de la postura tradicional y pro-gobiernista de la lingüística oficial que profesa la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Véase Carlos García Mora, "Y también existe la lingüística mexicana...", comunicado de García Mora a H-México, 13 de octubre de 2000.

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