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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.2 Ciudad de México  1999

 

Saberes y razones

 

Familias y generaciones

 

por Pier Paolo Donati*

 

* Universidad de Bologna.

 

Repensar las generaciones

Las generaciones, así como las ha pensado, representado y vivido la tradición moderna, han desaparecido. Los jóvenes, particularmente sensibles a este tema, sienten ser una no-generación, hablan de sentimientos que no los unen a alguna generación. Talking about no generation: este es el slogan donde se manifiesta el malestar de quien hoy quisiera encontrar en el sentimiento generacional un punto de referencia simbólico y existencial.

Frente a la desaparición de las generaciones, especialmente juveniles (pero sucede lo mismo en las otras fases del ciclo de vida) tenemos la necesidad de repensar las generaciones, o sea, habría que pensar en lo que hace a una generación y, aún más, que pensar "por generaciones", ex novo; de pensar lo generacional como un fenómeno que caracteriza, por un lado, a la sociedad y, por otro, a la familia en modos distintos, pero ligados estrechamente.

¿Cómo hemos llegado a este punto? En los años cincuenta el conflicto generacional fue descrito como enfrentamiento entre padres anticuados y juventud turbulenta, "quemada".1

El discurso intergeneracional fue referido principalmente al conflicto estructural entre grupos de edad, conflicto que desde lo privado-familiar se proyectaba sobre la sociedad entera.2 A partir de los años sesenta, el malestar generacional fue referido cada vez más a la esfera pública. Se ha hablado de la generación de los jóvenes como "clase social" y como "movimiento social".3 Parecía que la familia no importaba ya para nada; y más aún, que la familia era precisamente aquel "lugar represivo regresivo" por reacción al cual las generaciones juveniles se estaban formando. En los años setenta, esta visión recibió un impulso ulterior por una concepción de las generaciones que podemos definir como "comunicativa" (o "comunicacional"):4 la generación se convirtió en modo de comunicar, un lenguaje, un estilo de vida (a menudo por analogía con las modas musicales). En los años ochenta, apareció claro que estos modos de entender las generaciones nos habían llevado fuera del camino, o al menos a un concepto de generación equívoco. Tomado superficialmente, es decir, como grupo de edad que muestra ciertos signos y marcas externas, este concepto se torna autodestructivo. Se vuelve un instrumento de cálculo para los especialistas en estadística y economía cuando se trata de razonar sobre los consumos o sobre los gastos de seguridad social.

A través de las tres fases apenas indicadas (1. generación como contraposición estructural entre jóvenes y adultos, que se proyecta de la familia a la sociedad; 2. generación como clase o como movimiento social; 3. generación como problema de comunicación y estilo comunicativo), se ha afirmado una pérdida progresiva de especificidad en el concepto generación, que ha estado acompañado de una disminución en la importancia del sentido de "generatividad", que el concepto incluye e implica.

Nos percatamos de que el concepto que se utiliza normalmente para generación ya es obsoleto. Nacido en el siglo pasado, en nuestra realidad no tiene más la correspondencia que se supone tenía. Bastaría para convencernos de su obsolescencia el hecho de que las generaciones no son más "innovadoras y progresivas" como se les ha querido pensar en el siglo pasado. Quizás ha llegado el momento de repensar el sentido de aquello que hace a una generación.

 

Las dos grandes líneas interpretativas "clásicas" de las generaciones

Para simplificar, en los estudios modernos y contemporáneos sobre las generaciones se encuentran dos grandes líneas interpretativas.

a) Generación como "grupo de edad"

La primera interpretación de las generaciones remite a Comte y llega hasta nuestros días pasando por W. Dilthey, J. Ortega y Gasset, K. Mannheim, P. Sorokin y muchos otros.5

El siglo pasado tuvo la necesidad de contar con un instrumento conceptual e ideológico para dar cuenta del gran cambio social ocurrido con las revoluciones modernas, la industrial y las sociales y políticas, y con este fin elaboró una versión suya de las generaciones. La idea moderna de generación es aquella de un colectivo de individuos que "hace la historia".

W. Dilthey (1875)6 proporcionó una definición historicista emblemática, que fue retomada por muchísimos autores. Define la generación como una entidad constituida por un conjunto de individuos que han vivido en el mismo momento una experiencia histórica determinante e irrepetible, obteniendo ella la propia orientación moral y el sentido de compartir un destino común. Dilthey restringe fuertemente su definición, limitando su composición a quienes experimentan, especialmente en sus años mayor receptividad, las mismas influencias directrices. En este sentido, se puede hablar de una "generación de la Resistencia", de una "generación de Vietnam", de una "generación del 68", de una "generación de la caída del Muro de Berlín". Como observa L. Gallino,7 es evidente que, si se acepta dicho significado, cada individuo pertenece a una sola generación para toda la vida, sea joven o anciano, porque la generación es caracterizada por ciertos eventos históricos experimentados en un momento determinado, aunque el número de generaciones es indeterminado; pero lo que aquí es más importante para nosotros es el hecho de que en este enfoque la estructura demográfica es irrelevante, como lo es también todo el discurso sobre la familia.

También José Ortega y Gasset (1923) retoma la misma definición, equiparando la generación al conjunto de los coetáneos que tienen experiencias comunes fuertes: para él, la generación es una comunidad de edad, en un mismo contexto sociogeográfico, que implica un destino en común.

Karl Mannheim (1928)8 ha retomado el sentido del concepto de generación en los mismos términos, agregándole además una similitud con el concepto marxista de clase social. Su enfoque a la noción de generación procede por niveles sucesivos. Define cuatro conjuntos que se incluyen en sucesión: desde la "generación potencial" hasta la constitución de un movimiento que representa su actualización en "generación efectiva", la cual produce "unidades de generación" en las cuales existen "grupos concretos". El paso de unos a otros está condicionado por procesos que hacen intervenir el cambio social y las interacciones sociales.

Mannheim observa que, en sentido general, la generación no es un "grupo concreto" cuyos miembros están ligados por vínculos recíprocos como la familia, la tribu, las asociaciones y otros. La pertenencia a una generación "potencial" está fundada en el ritmo biológico de la existencia, con su duración limitada y sus procesos de envejecimiento. Pero el carácter biológico no dice nada de los fenómenos sociológicos: para un individuo, haber nacido en una cierta fecha no implica de por sí una pertenencia colectiva, sino más bien una de orden demográfico. Lo que el año de nacimiento hace es asignar al individuo una "colocación" (o "posición", Lagerung) en el proceso histórico. Mannheim establece aquí una analogía con el concepto marxista de clase social, precisando que son realidades distintas, las cuales no obstante tienen cierta semejanza estructural. Lo que asemeja a los dos conceptos (generación y clase social) es el concepto de "colocación social", que condiciona el acceso a los productos culturales de la sociedad de acuerdo con ciertas limitaciones y modos específicos de apropiación (la unidad de las generaciones está constituida esencialmente por una colocación afín de los individuos dentro de un sistema social). Como el proletariado tiene un acceso parcial a la herencia cultural de la sociedad, y de acuerdo con modalidades que le son propias, de esta manera, la posición en el proceso histórico —a lo largo de las generaciones— predispone a los individuos a vivir experiencias y modos de pensar particulares. Se trata de potencialidades que pueden ser actualizadas o no (en el mismo modo en que la posición de clase puede generar o no una "conciencia de clase"). Se puede hablar de "generación efectiva" sólo en la medida en que se crea un vínculo entre los miembros de una generación, y tal vínculo resulta, de acuerdo con Mannheim, de una exposición común a los síntomas sociales e intelectuales del proceso dinámico de cambio, lo que significa que el advenimiento de cambios es necesario para que se establezcan vínculos creadores de una "generación efectiva".

En cada generación efectiva existe un cierto número de unidades diferenciadas antagónicas entre sí: las "unidades de generación". Los miembros de estas unidades están ligados por actitudes fundamentales que los integran y por principios formadores que son fuerzas de socialización en esa sociedad. Forman una especie de comunidad espiritual aunque estén dispersos en el espacio. Presentan afinidades respecto a la manera en que son formados por las experiencias comunes. Mannheim ofrece ejemplos de la Alemania del siglo XIX, en la que, al interior de una misma generación, los jóvenes "románticos conservadores" y otros "liberales nacionalistas" representaban dos formas opuestas de reacción a las mismas condiciones históricas, formando, por lo tanto, dos "unidades de generación" distintas.

En fin, hay, de acuerdo con este autor, grupos concretos en los que se ejercen influencias directas y recíprocas, las "minorías activas", que producen actitudes cohesivas, verdaderas y propias ideologías que en seguida se separan de ellos para convertirse en fuerzas constituyentes de una unidad social más amplia (es evidente que el autor piensa aquí en los círculos culturales del siglo pasado, en las pequeñas asociaciones intelectuales de los que después nacieron movimientos sociales, culturales y políticos más amplios; se podrían hacer analogías con este siglo pensando, por ejemplo, en las generaciones de los "jóvenes hippies" de los años sesenta y en la de los kmer rojos en Camboya).

El proceso de cambio, y ésta es la idea central de Mannheim, resulta del surgimiento continuo de nuevos grupos de edad, de su nuevo contacto con la herencia cultural acumulada. Desde su punto de vista, las ideas, los valores, los comportamientos cambian a través de la cadena sucesiva de las generaciones entendidas de este modo, con la llegada de nuevos participantes y la salida de los ancianos.

Cada generación, en cuanto que participa sólo en una secuencia limitada del proceso histórico, presenta una "estratificación de experiencia": las primeras impresiones recibidas en la juventud tienden a cristalizarse en una visión del mundo que orientará los significados de las experiencias sucesivas. Mannheim atribuye una gran importancia a la fase de la juventud en la formación de las ideas y los modos de pensar. Este autor minimiza la fuerza de las influencias ulteriores, recibidas durante el resto de la vida, que pueden actuar sobre las primeras impresiones. Además, no dice que las generaciones copresentes sean antagónicas entre sí, o que estén polarizadas sobre la inclusión/exclusión en el propio grupo: generalmente la tensión entre generaciones se resuelve en compensaciones recíprocas entre visiones diferentes, al interior de una especie de dialéctica entre las generaciones.

Sobre una línea no muy distante, P. Sorokin9 estudiará en seguida las generaciones como factor de cambio cultural y de movilidad social. No obstante que el enfoque de Mannheim es muy sugerente y que ha sido ampliamente utilizado desde los años sesenta, a tal punto que hoy es quizás el más difundido, vale la pena subrayar cómo presenta fuertes ambigüedades y, en todo caso, se ha vuelto obsoleto.

El enfoque de Mannheim se basa en el supuesto sociológico de que las generaciones existen si, y en cuanto que, la sociedad coloca a los individuos en posiciones sociales precisas con base en la edad. "El vínculo de generación —dice Mannheim— es un tipo particular de colocación social", referido precisamente al espacio-tiempo de las experiencias históricas que se vuelven accesibles según la edad (pertenencia por años de nacimiento afines). Pero este supuesto de carácter estructural es al mismo tiempo demasiado fuerte y demasiado vago. Presupone la existencia de una cultura que determina en modo vinculante la colocación social de suceder sólo en ciertas sociedades extremadamente "ordenadas". Esto no parece ser más el caso para nuestra sociedad. Además de ello, los conceptos de "edad social" y de "colocación social" son demasiado vagos, como también lo es su correlación normativa.

El enfoque de Mannheim se vuelve obsoleto en el momento en que

ya no es un criterio unívoco o cierto del orden social o, en todo caso, se vuelve menos importante en la colocación social de los individuos. El concepto mannheimiano encuentra la misma obsolescencia que el concepto marxista de clase social. Para Marx hay una estructura económica que determina la estructura de las clases sociales. Para Mannheim hay una estructura del orden social que coloca socialmente a las personas con base en la edad. Esta analogía, con los determinismos que implica, se ha derrumbado.

Es necesario destacar que la definición de generación dada por Mannheim ha contribuido a que la sociología dé un paso hacia adelante, sobre todo en tanto que ha alimentado un discurso sociológico sobre el tiempo, sobre la relación entre lo biológico y lo social, y sobre las conexiones psicológicas entre lenguaje y conocimiento.10 Pero es necesario admitir que se ha tratado sólo de una contribución inicial, que además ha sido utilizada y aplicada posteriormente en forma errónea.

En suma, el enfoque de Mannheim identifica una generación más en un sentido histórico que sociológico. Una generación en el sentido de Mannheim debería más bien ser llamada un "grupo de edad", dentro del cual se colocan eventualmente particulares "unidades generacionales" en sentido más específico (por ejemplo, grupos juveniles, en el mismo rango de edad, con orientaciones ideológicas y un estilo de vida opuestos). Este modo de considerar las cosas puede servir para "traducir" el concepto demográfico "cohorte" (es decir, el agregado estadístico de los individuos nacidos en un cierto año o en un cierto intervalo de años) en un concepto histórico, mediante la asignación de particulares rasgos históricos, culturales y de experiencia a individuos de una cohorte en su conjunto, o a algunos segmentos de ésta.11 Sin embargo, estamos todavía muy lejos de una conceptualización propiamente sociológica.

Gill Jones,12 razonando sobre la investigación empírica que periódicamente estudia a las cohortes longitudinales de jóvenes escoceses (Scottish Young People's Survey), ha observado que el uso del concepto de generación en el sentido de Mannheim comete el gran error de asimilar el sentido del tiempo de los individuos al de sus familias, y también al de las instituciones sociales, en donde, en cambio, estas realidades funcionan con distintos registros y escalas de tiempo. Esta autora advierte que un concepto sociológico de generación, para ser verdaderamente longitudinal, no puede hacer referencia a los individuos (o agregados de individuos) como tales, sino que debe tener en cuenta su contexto familiar, esto es, debe considerar el tiempo individual en relación con el cuadro del tiempo de los otros miembros de la familia. De esta forma, se toman en consideración los efectos de las variables familiares sobre el tiempo individual. Jones termina su trabajo preguntándose:

¿Qué tan longitudinal puede ser un estudio de las cohortes cuando el énfasis está puesto en los individuos y el estudio es incapaz de asimilar el contexto del tiempo de las instituciones sociales, en las que los miembros individuales de las cohortes viven y con las cuales ellos negocian sus cursos de vida?

Desde mi modesto punto de vista, sólo una sociología relacional puede dar respuesta a esta interrogante, mediante la observación de que las generaciones implican relaciones sociales, o mejor, son relaciones sociales, y que se necesita comprenderlas a través del tiempo de las relaciones (éstas últimas tienen su propio tiempo y sus propios registros del mismo).13

El hecho es que el concepto de generación que normalmente se usa en la actualidad tiene un carácter más histórico que sociológico. Ese sirve para referirse a grupos sociales que, por la cercanía de edad, comparten una misma experiencia histórica significativa desde el punto de vista particular del observador. Este último atribuye la experiencia a los individuos que participan en esa situación. Este enfoque revela límites insuperables.

 

Generación como "descendencia parental-familiar"

En los primeros años de la década de los ochenta, inicia una profunda revisión del concepto de generación (especialmente del enfoque de Mannheim).14 No es posible entrar aquí en los detalles del argumento. La sustancia de este cambio está en el hecho de que el concepto de generación es referido al de descendencia familiar-parental.

Philippe Aries15 ha proporcionado una puntualización importante. En primer lugar, señala que no podemos hablar de generaciones en sentido estricto en las sociedades primitivas y tradicionales (en las que, en cambio, se puede hablar de cohortes y de "grupos de edad"). En segundo lugar, observa que, desde un punto de vista histórico, ya con la generación nacida en el decenio de 1940-1950, la transmisión cultural, en particular aquella actuada a través de la familia y la escuela, no ocurre más o se da de manera insuficiente; esto dependió también del hecho de que el mecanismo de la transmisión generacional había sido ya cuestionado por la generación precedente (nacida entre 1910 y 1920) que se había encontrado al mismo tiempo sometida a la herencia de la tradición y en rebelión contra ella. En tercer lugar, el autor hace patente que el concepto de generación está estrechamente relacionado con la importancia de la familia nuclear moderna en la socialización de los hijos. Aries observa que hasta el siglo XVIII el niño era socializado en la comunidad de hábitat y en el linaje, un mundo estático, poco sensible a las influencias externas, en las que la transmisión cultural era de largo término y de larga duración: aquí la generación no es una medida del cambio. En los siglos XIX y XX, el grupo social que más influencia el desarrollo del niño es la familia nuclear y poco numerosa y, por esta razón, el ritmo del cambio coincide con el de la familia y el de su reproducción; Aries concluye afirmando que

la parte desempeñada por las generaciones en la transmisión y en el cambio está ligada al lugar ocupado por la familia en la sociedad. Cuanto más relevante es, tanto más importante es la función de las generaciones; cuanto más insignificante es, como en las sociedades tradicionales, tanto más modesto es el papel de las generaciones.

Contra la idea difundida entre muchos estudiosos, de que la generación, como curso de vida de un agregado de individuos afines, es una categoría, en cierto sentido, sustitutiva de la de familia para efectos de la socialización y de la innovación cultural, las consideraciones de Aries llevan a sostener lo contrario, es decir: 1) que no hay generación sin familia nuclear, y 2) que la importancia de una crece o cae con el crecimiento o disminución de la importancia de la otra.

Si desarrollamos esta línea interpretativa, llegamos a la observación de que las generaciones, en sentido propio, no pueden ser definidas prescindiendo de la familia, sino que encuentran en las relaciones familiares (de filiación y parentela) su criterio distintivo respecto al concepto más extensivo de generación como grupo de edad, en sentido demográfico (cohorte) o histórico (que puede incluir hasta padres e hijos, en cuanto testimonios o actores de eventos históricos vividos conjuntamente).

Recientemente, Claudine Attias-Donfut resumió el debate mediante la individuación de cuatro definiciones de generación: genealógica, histórica, demográfica, sociológica.16 Ella observa que persiste una confusión en el uso del término que mezcla el sentido de cohorte y el de filiación. Siguiendo otros autores (como N. Ryder y D. Kertzer), esta autora se inclina a la solución de limitar el uso del término generación a su sentido de filiación y utilizar el término de cohorte para designar un conjunto de personas de la misma edad.

En una contribución reciente, también V. L. Bengtson y W. A. Achenbaum llegan a la conclusión de que deberíamos usar los términos de cohorte y de grupo de edad para referirnos a aquellos individuos que han nacido aproximadamente en el mismo periodo y que, por lo tanto, experimentan eventos ambientales o históricos específicos en un momento común en su curso de vida individual. En tanto, deberíamos usar el término generación primordialmente para identificar el orden de descendencia de acuerdo con el rango de los individuos dentro de las familias.17

No obstante, esta línea resulta, desde mi punto de vista, no del todo satisfactoria. Ésta limita excesivamente el concepto de generación al interior de la descendencia familiar y, de esta manera, al interior del sistema parental con sus usos y costumbres subculturales. En una sociedad que interviene cada vez más en los vínculos familiares intergeneracionales, la generación es progresivamente influenciada por cuanto ocurre en la esfera pública, en particular por el welfare state, en la definición de lo que es propio de cada edad del ciclo vital. Es necesario revisar el concepto de generación a la luz de estas "interferencias".

En concreto, con los dos grandes enfoques apenas mencionados se llega a aclarar que el concepto de generación en sentido propio (generation) no puede ser confundido con los conceptos de cohorte (cohort), grupo de edad (age group) y "unidad generacional" (en el sentido específico de Mannheim). Estos términos son distintos en cuanto que, aunque se refieren a los mismos individuos, los ven desde puntos de vista diferentes (véase figura 1). Si queremos comprender sus conexiones y distinciones, y así acceder a un concepto de generación sociológicamente más adecuado, debemos dar un paso adelante.

Debemos disolver una ambigüedad de fondo, presente en el concepto de generación usado en el lenguaje común, una ambigüedad que ha crecido en lugar de clarificarse en los últimos decenios. Una generación es entendida ya sea como descendencia (en sentido antropológico) ya sea como grupo de edad (en sentido histórico).

La mayor parte de las investigaciones de la literatura más reciente han privilegiado decididamente el segundo polo (hablan de los jóvenes, de los adultos, de los ancianos, o subgrupos de ellos), remitiendo de manera indirecta, a veces sólo implícita o incluso nula, al primero (el familiar) Pero si nos quedamos solamente con esta acepción, terminamos por reducir el concepto de generación al ámbito estrictamente histórico (correspondiente en la figura 1 al grupo de edad y, en particulares condiciones, al de unidad generacional en el sentido que propone Mannheim).

Para decirlo brevemente, se ha producido una literatura de corte histórico y literario sobre las generaciones, que ha hecho "corto circuito" con la familia. Se comprenden bien las razones de ello considerando también el cuadro demográfico cambiado, caracterizado por una bajísima fecundidad (pocos o ningún hermano, pocos o ningún primo). El resultado ha sido el de no ver más las generaciones en sentido sociológico-antropológico. En su lugar, han subentrado generaciones concebidas como colectividades de individuos que experimentan uno o varios eventos históricos significativos.

Con dificultad y gran fatiga, las revistas de los últimos años han hablado de los "muchachos del 89" o de los "muchachos del 92", y todavía hoy buscan a toda costa alguna señal simbólica de su existencia. Han creído o creen identificarlos en el hecho de que organizan alguna manifestación de protesta en la escuela, o porque adoptan un nuevo tipo de consumo, o nuevos juegos, o porque recurren a alguna nueva forma considerada de desviación o de violencia. En realidad, quien observa las generaciones en este modo permanece en el interior del cuadro de la modernidad, del que he hablado. La generación, más que "reconocida", es "construida" por los medios masivos a través de la producción de un imaginario colectivo. Quien todavía adopta este punto de vista no comprende que, entendidas en el sentido de "sujetos históricos" (o sea, de acuerdo con una acepción de origen decimonónico), las generaciones simplemente han desaparecido. ¿Qué hacer entonces con este concepto?

Muchos reconocen que tenemos necesidad de un término que sea algo más sustancial que el demográfico (cohorte) y algo menos exigente que el de clase o movimiento social, pero no van más allá en la formulación de un nuevo enfoque. ¿Podemos preguntarnos algo más preciso y, sobre todo, adecuado, de cuanto está ocurriendo a las generaciones en nuestra sociedad?

 

Hacia un enfoque relacional

Mi propuesta es pasar a una tercera y distinta línea interpretativa. Propongo releer las generaciones, más bien pensar por generaciones en sentido relacional. ¿Qué quiere decir ésto? Para comprenderlo, primero debemos tener claro el cuadro del proceso histórico, y después analizar cómo cambia el sentido sociológico de lo que hace a una generación.

En las sociedades primitivas y antiguas, las generaciones están como contenidas unas en otras, en círculos concéntricos que reproducen la memoria histórica sin cambios relevantes en el paso de una a otra. Hay, en efecto, ritos de paso muy rígidos. Una generación toma literalmente el puesto de la otra porque entra por debajo de ella en todo y por todo, reproduciendo un orden social en el cual las generaciones son equivalentes a los grupos de edad. Este orden hace coincidir las generaciones intrafamiliares con los grupos de edad en las estructuras sociales. Con el cristianismo, en Occidente se rompe la identificación de la familia con la parentela, y entre ésta y el orden social. La expresión "los dos serán una sola carne" se convierte en un modelo generacional que prevé la separación respecto a la familia-parentela. Eso no quiere decir que las nuevas generaciones reproducirán el orden societal preexistente. En la sociedad medieval, con el concepto del amor cortés (nacido alrededor del siglo XIV), inicia un proceso que la sociedad moderna llevará a su máximo desarrollo: las generaciones comienzan a identificarse ya no más con la parentela, sino con su posición al interior de la familia nuclear y se separan con el alejamiento de las parejas respecto a las familias de origen. Obviamente, estas parejas están todavía dentro de la parentela, porque la costumbre social persiste durante bastante tiempo, pero el modelo cultural ya ha cambiado. Las generaciones nacen ahora dentro de la parentela nuclear. Las distintas familias nucleares, de origen y de procreación, mantienen relaciones significativas de intercambio y solidaridad entre ellas. Pero el punto que quiero subrayar es que estas relaciones externas, "a distancia", entre familias nucleares de la misma parentela, son objeto del creciente interés y regulación por parte de la esfera política (el Soberano, el Estado). Al inicio de esta regulación —inspirada en la voluntad y prácticas de un difundido control social— se mantiene un referente normativo fuerte, el modelo tradicional de la familia como parentela extendida, en la cual precisamente son definidas las generaciones. Pero después las cosas cambian. Desde el momento en que las familias se han "nuclearizado", las generaciones que en ellas nacen se vuelven cada vez más subsumibles al control público, más que al control privado de la parentela. El proceso crecerá de manera cada vez más rápida desde el siglo XVIII hasta hoy, y particularmente en el último siglo con el welfare state. Las generaciones, como se ha dicho, son cada vez más definidas también desde y en la esfera pública.

Con la sociedad posindustrial, o mejor, posmoderna, el proceso experimenta un nuevo salto de calidad. Para decirlo brevemente, crece la mediación que la sociedad ejercita sobre las relaciones generacionales, y esta mediación introduce una mezcla de control y de puesta en fluctuación de las mismas relaciones generacionales.

Nuestra sociedad introduce caos y fluctuación, tanto en transmisión generacional intrafamiliar como en la esfera pública donde es definido el status social ligado a la edad. Por un lado, la familia se vuelve el "campo disturbado" en el que las generaciones pueden nacer y morir según el estilo de vida familiar. Por el otro, las relaciones entre generaciones están —también por el fenómeno apenas mencionado—, cada vez más sujetas a la intervención pública. El Estado y todas las otras agencias colectivas buscan controlar el ámbito privado de las relaciones generacionales. Pero, por el modo en que operan, terminan por acrecentar lo que podemos llamar una suerte de "confusión generacional", inevitable aun cuando se quiera humanizar el ámbito familiar.

Ahora, mucho más que ayer, las generaciones se definen tanto dentro como fuera de la familia. Incluso se constituyen precisamente en las relaciones entre estos dos ámbitos, con sus respectivos sistemas de valores, normas, regulaciones de distinto tipo. Un tiempo se era hijo o padre en la familia, y se era —en estrecha analogía— también en la sociedad. Hoy, esta correspondencia se ha roto. Pero, ¿se puede ser padre (o hijo) en la familia y no en la sociedad? ¿Se puede ser padre (o hijo) en familia cuando en la sociedad éste término ya no tiene algún sentido, o cambia de tal manera su significado que se vuelve irreconocible en el ámbito de la familia? Esto es lo que ocurre hoy, cuando el símbolo de padre y de hijo es traducido en el de un supuesto adulto y de un supuesto joven. ¿Qué decir entonces de quien es padre a los 18 o 20 años, o bien de quien es hijo teniendo 50, 60 o 70 años?

Son estos desplazamientos los que obligan a definir una generación en relación con vínculos familiares y con la posición en la sociedad con base en la edad. He aquí, por tanto, cómo cambia el sentido sociológico de una generación.

 

Generación, en sentido relacional, es la descendencia/ ascendencia familiar, mediada por las relaciones sociales externas a la familia

Generación, en sentido antropológico, es el conjunto de quienes comparten una posición respecto a las relaciones de descendencia (o de ascendencia), esto, es de acuerdo con la sucesión biológica y cultural (véase figura 1). Pero dado que, desde el punto de vista sociológico, crece la mediación de la esfera público-colectiva sobre tales relaciones, las generaciones adquieren hoy un significado distinto.

En la perspectiva de la sociología relacional, la generación es el conjunto de personas que comparten una relación, aquella que liga su colocación en la descendencia propia de la esfera familiar-parental (esto es: hijo, padre, abuelo, etc.) con la posición definida en la esfera societal con base en la "edad social" (es decir: de acuerdo con los grupos de edad: jóvenes, adultos, ancianos, etc.). Debemos hablar de hijos jóvenes, de hijos adultos, de hijos ancianos, lo mismo que de padres jóvenes, de padres adultos, de padres ancianos. Debemos hablar de abuelos jóvenes, de abuelos adultos, de abuelos ancianos. Estas son las "nuevas generaciones", que se esconden detrás del "complicado entramado" de generaciones que ha sido creado por nuestra sociedad por primera vez en la historia.18

El entramado de generaciones se vuelve problemático cuando el status familiar, ligado a la descendencia fluctúa y así también lo hace el status social atribuido a los individuos en cuanto miembros de un grupo de edad en la sociedad (véase figura 2).

Una generación de jóvenes no es una generación si no se la considera por los padres que tiene. Del mismo modo, una generación de hijos no es una generación si no se observa con relación a cómo la sociedad define y trata la condición de los jóvenes, en cuanto fase específica del curso de vida al cual se atribuyen determinados modelos socioculturales. Las dos cosas deben estar correlacionadas, porque la constitución de una generación depende de la interacción entre el status-rol que es asignado en la familia con base en las relaciones procreativas y el status-rol que es atribuido por la sociedad con base en la edad.

Las generaciones se definen mirándose una a otra, tanto en la familia como a través de ella, tanto en la sociedad como a través de ella. Para decirlo brevemente, una generación tiene un sentimiento fuerte o débil de la propia identidad dependiendo del grado de fortaleza o debilidad de su identidad familiar. Pero ello ya no puede suceder más si no es a través de una mediación potente de la sociedad externa, económica, política y cultural. Los entramados familiares llevan a generaciones a ser más o menos significativas, también a desaparecer, pero esto ocurre cada vez más dependiendo de cómo la sociedad estratifica las posiciones sociales con base en la edad.

 

Para comprender el nuevo malestar generacional se necesita verlo tanto desde el lado interno de la familia como desde el lado externo

Sobre todo, la generación vuelve a manifestarse en la familia, por ella, mediante ella. Si dos personas, una de 20 años y otra de 40, se relacionan a su edad biológica e histórica, se encuentran muchas diferencias. La distancia es inalcanzable, porque el cuerpo, las experiencias y las vivencias a los 20 y 40 años son necesariamente diversas. Sus vicisitudes históricas no son comparables (y aquí tiene fortuna el concepto de Mannheim). Digamos entonces que son dos generaciones distintas. Pero, ¿lo decimos porque tienen respectivamente 20 y 40 años o porque son padre e hijo?, y en el caso que fueran hermanos ¿qué cambia?

No hay duda de que en las investigaciones de los últimos decenios, y aún hoy, prevalece la simple referencia a la edad biológica y social. La relación que liga a las dos personas es vista del todo como irrelevante. Se habla comúnmente de "los muchachos de 20 años" o de "los adultos de 40 años" y se conforma así una generalización que prescinde del hecho de que tengan alguna relación familiar, de padre/ hijo o de hermandad, etc. Precisamente el hecho de olvidar las relaciones que los individuos tienen entre sí, en cuanto se considera sólo su edad (biológica y social), vuelve del todo insatisfactorio el concepto actual de generación. No podemos entender qué sucede en sus relaciones sociales y culturales si ignoramos la mediación familiar que cada uno de ellos tiene en cuanto generado/generante. Si se la ignora, se vuelve más apropiado hablar de generaciones como meros grupos de edad.

Pero cuando hablamos de la generación de los jóvenes de 20 años o de los adultos de 40 ¿a quién nos referimos? Hoy se puede ser o padre tanto a los 20 años como a los 40 de manera más difundida, y sobre todo culturalmente más indiferente, que ayer. Ayer era aceptado socialmente (y legítimo jurídicamente) generar hijos en un cierto intervalo temporal, que hoy ha cambiado. En algunos sentidos se ha vuelto más vinculante (por ejemplo, la edad legal para poder contraer matrimonio ha sido elevada a los 18 años) y en otros menos vinculante (no nos sorprende ya tanto el hecho de que una persona sea padre a los 60). Este fenómeno no era frecuente en las sociedades pasadas, en las cuales la edad para el matrimonio y para el nacimiento del primer hijo era prevista en un intervalo más definido, más rígido, menos variable. La irrelevancia de la edad para convertirse en padre —salvo los límites biológicos reproductivos de la mujer— ha crecido en forma desmedida. ¿Qué sentido tiene hablar de "una" generación de padres cuando se puede serlo desde los 18 hasta los 70 años? Evidentemente no tiene ya sentido. Para ser más precisos, en la identificación de una generación necesitamos más criterios: el de la edad biológica debe ser conjugado con el de la edad social, ello en referencia tanto a la posición en la familia como a la que se ocupa en la sociedad.

Un padre de 20 años no es como uno de 60, aunque ambos sean padres, porque su colocación en los grupos de edad en la sociedad es totalmente distinta. La generación es la relación, el nexo entre descendencia familiar y edad social. Eliminar una u otra de estas connotaciones lleva a modificar el sentido de generación quiérase sólo como "unidad histórica" (si es definida sólo por la edad) quiérase sólo como grupo de descendencia (si se define sólo por la relación de filiación, en el caso de que venga a menos el criterio de la edad). Para tener una generación en sentido sociológico se requiere combinar (¡relacionar!) la edad histórica (incluyente de la biológica, por ejemplo 20 años, pero contextualizada por la referencia a la fecha del nacimiento, por ejemplo, los nacidos en 1950 o en 1975) y la relación de descendencia. No basta una u otra. Es ahí, en su nexo, que yace el sentido sociológico de esa generación.

Necesitamos aquí hacer una consideración que puede resultar un poco extraña, pero que es muy instructiva. El concepto en cuestión tiene, desde su origen, un carácter de híbrido: en efecto una generación nace dentro y fuera de la familia, tiene "dos padres" que son de especie distinta. Lo que es una generación, y ello con base en lo que es identificada, tiene vínculos y referencias que están en dos lugares generadores diferentes: la familia y la sociedad "externa" a la familia. Este carácter de híbrido, actualmente aparece acentuado. La producción generacional, más que dar vida a una formación genética estable y reproductiva, permanece en una tensión carente de capacidad regenerativa. Si uno de los dos polos generadores fuese eliminado, una generación sería definida sólo por uno de los dos lugares (o lados) de los cuales toma su consistencia. Pero este hecho nos remitiría a la sociedad premoderna (en la que la generación sólo es familiar, porque la sociedad coincide en gran parte con la tribu o el clan), o a aquella típicamente moderna del pasado (en la que la generación es un hecho público, en cuanto que coincide con un grupo de edad visto como categoría, clase social o movimiento social).

La observación instructiva que se puede hacer es que el proceso de hibridación va paralelo con un carácter reticular emergente de las generaciones más recientes. Quizás esta naturaleza de híbrido cada vez más reticular explique cómo y por qué las generaciones se han vuelto cada vez más inasibles y, cómo los híbridos en general, muestran reducidas o nulas capacidades de reproducirse.

Para que una generación no sea más un híbrido, y sí un tejido de relaciones significativas que dé consistencia a una experiencia histórica generadora, se requiere que la trama de relaciones tenga un orden simbólico específico.

En línea general, las generaciones pueden ser definidas horizontal o verticalmente, de acuerdo con los códigos simbólicos públicos o privados, en relación con los ciclos de vida individuales o familiares. Vemos aquí cómo el debate actual se encuentra todavía polarizado en la elección de una de estas alternativas. Comúnmente la elección es: una generación es un grupo horizontal, según los códigos simbólicos públicos, en referencia a los ciclos de vida individuales. De ello resulta claro de dónde viene el concepto típico moderno de generación. En la perspectiva sociológica relacional, en cambio, se necesita mantener unidas estas distintas alternativas, y observar que las generaciones son una combinación relacional de todas estas dimensiones o aspectos, no una contraposición de ellas o exclusión recíproca. Pueden también excluirse, pero sólo desde puntos de vista particulares y solamente en ciertas condiciones. Normalmente, estas dimensiones "están en relación" entre sí.

Según la perspectiva relacional, las generaciones se convierten en una matriz de relaciones latentes,19 más que en una matriz preestructurada, en cuanto que se forman, si se forman, sobre la base de un entramado —hoy cada vez más contingente— de relaciones familiares-parentales sobre las que inciden eventos, fuerzas, causas tanto internas como externas al sistema familiar-parental y que están en relación entre sí.

El entramado generacional se vuelve fecundo si y sólo si mantiene conexiones significativas entre el tiempo de la familia (con su contexto) y el tiempo de la sociedad (con sus ámbitos variados y diferenciados). De otra forma, realidad familiar y generaciones históricas (entendidas como grupos de edad) van por su cuenta, volviéndose la trama menos gestionable, más conflictual, incapaz de combinar continuidad y discontinuidad.

 

Podemos hoy pensar la sociedad y la familia por generaciones en un modo que ninguna otra época histórica lo ha hecho.

La sociedad está hecha de generaciones que se confrontan entre sí, y cambian su identidad a través de la familia y redefiniéndola.

Por un lado, cambia la dimensión de la transmisión cultural en sentido vertical, o sea, el balance entre factores de la continuidad y de la discontinuidad en la cultura familiar. La transmisión familiar permanece —como principio y de hecho— esencial, pero se vuelve necesariamente más problemática y más interactiva en todas las direcciones. ¡También los hijos interpretan!, y reaccionan respecto a los padres. Si bien es verdad que los padres procrean a los hijos, es igualmente cierto que los hijos vuelven (para no decir, hacen) a su vez padres a quienes los procrearon, o los "crían" a través de interacciones cotidianas y la experiencia humana vital que ellos vehiculan. Se puede generar o ser generado en modos distintos, pero ningún ser humano puede volverse tal si no tiene esta experiencia. Por el otro lado, cambian los parámetros con base en los cuales es definida la edad social, es decir; las expectativas, las normas, las representaciones, los estilos de comportamiento atribuidos por la sociedad al individuo sobre la base de un criterio temporal, cuándo debe entrar o salir de los papeles sociales extrafamiliares. Los cambios de estos parámetros tienen evidentes repercusiones sobre las posiciones y, por lo tanto, sobre los sistemas de valores, las expectativas, las normas que regulan la vida de las generaciones dentro de la familia.

Entre los dos polos en que se despliega el sentido de una generación se pone el problema de algún tipo de correspondencia. Se habla, a este respecto, de un nuevo "pacto generacional". La literatura sobre el argumento está retornando como moda, sin que se sepa bien en qué consistió el "viejo pacto" (¿la deuda filial tradicional?, ¿el viejo orden jurídico de las relaciones entre padres e hijos?, ¿qué otro?). Prescindiendo de ello, nos debemos preguntar: ¿en qué sentido podemos hablar de un "pacto entre las generaciones"?

Es cierto, los padres no piden permiso a los hijos para generarlos y los hijos no eligen a los padres, al menos los naturales. En la esfera familiar, un pacto —también implícito— puede hacerse sólo cuando los hijos hayan alcanzado cierta madurez. Es en este sentido que surgen hoy un nuevo espíritu público y una legislación correspondiente, para delinear nuevas posibilidades gracias a los desarrollos de estas relaciones en el curso de vida de las generaciones. Pero, ¿quién decide en mérito a qué y de acuerdo a cuáles criterios? Parece que todos quieren tener voz sobre este punto, mientras las grandes ausentes son precisamente las generaciones interesadas.

En la esfera pública, extra-familiar, se puede hablar de un pacto entre generaciones, pero en otro sentido, no ya interpersonal sino impersonal: con referencia justo a los grupos de edad (jóvenes, ancianos, etc.) que negocian sus expectativas recíprocas y eventualmente distribuyen y redistribuyen entre sí los recursos materiales e inmateriales. Pero aquí se necesitan los "representantes" de estas generaciones, que no están; entonces se ven los límites de la teoría del contrato entre generaciones, que también se remonta al siglo XIX.

Podemos hablar de un pacto generacional sólo dentro de ciertos límites y de condiciones no fáciles de satisfacer. En primer lugar, tanto para el pacto intrafamiliar como para el extra-familiar, y por lo tanto, en modos del todo distintos, hay premisas no contractuales del contrato que deben ser explicitadas. Estas premisas tienen que ver con la confianza y atención recíprocas. En segundo lugar, la teoría contractual debería diferenciar los dos ámbitos, el societal (en el que, como ejemplo en las relaciones entre empleador y trabajadores, los contrayentes son actores colectivos, en principio anónimos), y el familiar (en el que, por la peculiaridad de la relación padres-hijos y, más en general, entre ascendientes y descendientes, la figura del contrato tiene una naturaleza distinta y por ello es bastante delicado su manejo).

Hoy, la idea de un pacto generacional está relacionado sobre todo al proceso de pubblicizzazione de las relaciones intergeneracionales, en la familia y en la sociedad. Aquí está lo delicado del problema, en la óptica de las reglas que deben introducirse. El contrato entre generaciones debe tener cuenta el hecho de que los sujetos contrayentes tienen entre ellos particulares relaciones de mundo vital (vínculos recíprocos directos) que no son fácilmente sujetables a reglas artificiales y abstractas. Es necesario especificar bien el sentido, los actores y los contenidos de este pacto, de otra forma, alguno paga los costos o es engañado. Es lo que hoy ocurre, especialmente en lo que concierne a los hijos en la esfera familiar, y en cuanto a los niños y los jóvenes en la esfera pública.

Puede ser útil, para tal fin, tener una imagen del problema en juego. El problema consiste en el hecho de que la reciprocidad intergeneracional ya no está limitada al interior de la familia-parentela, como sucedía en las sociedades más simples, sino que se convierte en un complejo de relaciones que se juegan a) en la línea familiar-parental, b) en las relaciones entre nuevas generaciones y sociedad (con sus distintos ámbitos extra-familiares), y c) en las relaciones entre las generaciones así como son definidas en el sistema familiar y las generaciones así como son definidas en la sociedad (véase figura 3).

En las sociedades más simples la reciprocidad intergeneracional está, en gran parte, limitada dentro de los confines de la familia-parentela de la comunidad que la rodea. Los hijos reciben poco de la sociedad más amplia y poco le dan a cambio, también porque la sociedad, que está más allá de la familia-parentela mantiene escasas relaciones con esta última.

En las sociedades más complejas, la organización social externa a la familia-parentela se desarrolla y promueve nuevos intercambios con los hijos, los cuales, por lo tanto, reciben y deben dar cada vez más fuera del ámbito familiar.

Al inicio, la familia constituye el paradigma del intercambio también en la esfera pública (se habla, en efecto, de "familia pública"), de acuerdo con el criterio "cada uno de acuerdo a sus capacidades, a cada uno según sus capacidades". Pero conforme los intercambios se desarrollan, ya no sucede así. Se incorporan otros principios de intercambio. En general, se trata de principios de mercado o de solidaridad social, que pueden tomar diferentes formas. La sociedad, de hecho, se diferencia a su vez en tantas esferas: mercados de distinto tipo, asociaciones, comunidades secundarias, formas de lo privado social.

La consecuencia de esto es que cada nueva generación, tanto de hijos como de padres, tiene más problemas que antes, porque se encuentra en un sistema de intercambios cada vez más complejo. Existe el riesgo de no entender qué es lo que se debe dar, a quién, y cuánto. No se sabe qué es justo recibir, de quién, y cuánto. En la ausencia de un claro sistema de relaciones cooperativas entre familia y sociedad, es decir, de un cuadro común de referencia entre familia, mercado y Estado, la posición de los jóvenes puede volverse dramática. Ya hoy vemos sus síntomas de debilidad y de esquizofrenia.

Necesitamos, además, considerar el hecho de que los tiempos de sustitución generacional en la familia y en la sociedad (en sus distintas esferas, desde los sectores industriales hasta de servicios) son cada vez más distintos: la familia tiene necesidad de tiempos largos (plurigeneracionales), precisamente cuando la sociedad abrevia, como hoy ocurre, la sustitución generacional en un cierto sector productivo, de intercambio o de servicios. En el mundo del trabajo, las generaciones se desgastan en tiempos más breves. Por el contrario, hay esferas sociales en las cuales ocurre lo contrario: por ejemplo, en la escuela; los tiempos de sustitución generacional de los alumnos (y de sus familias siguen ritmos mucho más acelerados que aquellos que tocan la sustitución generacional del cuerpo docente. Se ponen aquí problemas enormes de una cierta armonización o, cuando menos, de vinculación.

 

¿Las generaciones tienen un ciclo de vida propio?

En el último decenio se ha desarrollado mucho una sociología de los cursos de vida individuales, que ha sustituido la sociología del curso de vida familiar, en cuanto ha hecho prevalecer la idea de que la fragmentación y la explosión (el "pluralismo") de las formas familiares eran tales (y son todavía hoy), que se hacía cada vez más impracticable el concepto de ciclo de vida de la familia como tal.

Tal vez ha llegado el tiempo de revisar esta premisa. Se puede hacer poniendo en relieve que, por cuanto sea del todo legítimo hablar de cursos de vida individuales, una sociología de las generaciones no puede prescindir de una sociología del curso de vida de la familia, no obstante que esta última necesite revisarse.

Iniciemos viendo cómo se modifican hoy los ciclos de vida individuales y familiares, para después enfrentar la cuestión del ciclo de vida generacional.

El ciclo de vida individual. El ciclo de vida personal ha sufrido profundas modificaciones, tanto por el alargamiento de la vida media, como por las nuevas modalidades con las que la sociedad "trata" las fases o estados particulares del ciclo de vida.

La fase infantil se ha vuelto más rígida, porque se ha vuelto más normal para el niño entrar a la escuela desde temprana edad. La esco-larización de la adolescencia se ha prolongado ulteriormente. Las modalidades de socialización hasta la segunda adolescencia reflejan cada vez menos los cánones de una cultura tradicional, y cada vez más se asemejan a los de una realidad virtual.

El aprendizaje en las primeras fases de la vida es más rápido, pero también más superficial. Es un aprendizaje siempre abierto a revisiones. La familia, en estas fases, se siente impotente respecto a la influencia de las agencias externas (la televisión, la escuela, los grupo de pares). La estructura de los diarios de los muchachos (tanto los íntimos como los de escuela) revela enormes alteraciones en sus mapas cognitivos y simbólicos. En efecto, tales diarios no tienen ya una connotación narrativa de tipo histórico, no son el desarrollo de hechos y relaciones que cambian en el tiempo y tienen sus historias; sino que la escritura del diario se vuelve como la del video, hecho de imágenes y de spots, o como la de una computadora, cuyos archivos se mueven hacia adelante y hacia atrás y así anulan el tiempo. Cada vez más, para la gran parte de los muchachos, los eventos de su vida no están en una conexión narrativa e histórica, sino que aparecen y desaparecen aquí y allá como las imágenes de una película sin trama. Deberíamos decir: precisamente como una generación carente de argumento, o donde la trama, como en muchos cartoons japoneses, está dada precisamente por el conflicto entre padres e hijos.

Al llegar a la primera adolescencia, no hay ritos de paso a la edad adulta. La edad "modal" a la cual el individuo deba casarse ha desaparecido. Encontrar un trabajo es cada vez más problemático. Es necesario adaptarse a una sociedad competitiva y agresiva. El ingreso a la edad adulta se retrasa.

La permanencia en las fases adultas se prolonga a su vez más que en el pasado y no es claro cuándo se pasa a la edad anciana. Las mismas edades para la pensión son extremadamente variables. Suponiendo que se haya formado una familia, en ella se encuentran ayudas que no obstante son cargas generacionales y viceversa.

También la edad anciana es más variable. Se comienza a distinguirla como primera, segunda y tercera vejez. La tendencia es a establecer parcelas y a especializar las subfases del ciclo de vida, como para la infancia y la edad adulta. El proceso de diferenciación va en camino, pero no ocurre lo mismo con los aspectos de integración entre estas fases y subfases del ciclo de vida, que no encuentran puntos de contacto ni conexiones significativas. Las transiciones son cada vez más difíciles, también porque en la sociedad hay poco que ayude a elaborarlas. La sociedad moderna impulsa a cada generación, en particular a los jóvenes,20 a "hacerse" o a "arreglárselas solos" en el paso de una fase de vida a la otra.

La familia debería desempeñar aquí algún papel, pero no puede hacerlo, porque no se dispone de un sistema cultural que en alguna forma "sincronice" lo cultura familiar con cuanto sucede en la sociedad. La sociedad ofrece más obstáculos, barreras e interferencias que ayudas.

El ciclo de vida familiar. La familia tiene su propio ciclo vital si se considera que nace, crece y muere como familia.

La familia nace con la pareja y se concreta cuando decide casarse. Las convivencias o uniones libres pueden ser transitorias, pensadas precisamente como fases experimentales hacia esa meta. Cuando una pareja decide no casarse, permaneciendo en unión libre, decide anteponer la individualidad al vínculo común.

La pareja estable y, por lo tanto, la familia, se forma hoy después de un periodo de "aprendizaje", en promedio, más largo que en el pasado. En parte, esto refleja la incertidumbre de las condiciones de vida del ciclo de vida individual, en parte nuevos modelos culturales en las relaciones entre los sexos y, más en general, en los estilos de vida. Es muy difícil decir en qué medida han sido elegidos y en qué medida forzados. Los mismos individuos tienen una escasísima conciencia de esta diversidad, ya que el sentimiento común es una mezcla de uno y del otro.

La familia crece ya sea por el número de sus componentes o por las exigencias de relativa funcionalidad que encuentra en su desarrollo.

Bajo el aspecto de la pareja, la familia vive hoy menos tiempo que antes. Esta es una contradicción aparente. Los individuos aumentan la amplitud del ciclo de vida, pero la familia lo reduce, por el hecho de que el fin de una familia está —hoy más que ayer— marcado por la separación y por el divorcio. Por lo tanto, las familias se multiplican, y lo hacen reproduciendo una red intrincada de relaciones, en las cuales, en apariencia, no hay más "un modelo" de familia. La realidad es diversa, especialmente cuando hay hijos. En este caso, si la familia puede romper la unión conyugal, difícilmente puede romper la relación parental. O mejor, hoy la sociedad presiona para que la segunda sobreviva, incluso cuando la primera ha terminado. Por ello, las generaciones persisten, incluso acrecentan su importancia bajo este aspecto, no obstante la fragmentación de las parejas, cualquiera que sea el motivo. Cuando no es así, es decir, cuando se rompe también la relación parental, por ejemplo con la fuga o ausencia del padre, se difunde la familia con uno solo de los padres, que es generalmente la madre (en Italia, sin embargo, no hay que exagerar la importancia de estas formas familiares, en las cuales viven sólo el 4.5% de los hijos de entre 0-14 años).21 El número de hijos que no conocen al padre o que después de la separación o divorcio no lo ven más o sólo raramente, está en aumento. Pero en Italia no se llega aún a las dramáticas cifras de otros países europeos, como Dinamarca, el Reino Unido y Francia.22 La familia, en todo caso, tiene una fase descendente de su ciclo de vida mucho más complicada y conflictual que antes, cuando cesaba con la muerte de uno o de ambos cónyuges.

Persiste en todo caso, la tendencia, después de la separación o el divorcio, a reconstituir una familia y, por lo tanto, a retomar el ciclo familiar en otra fase del curso de vida individual. Esto sigue siendo cierto, no obstante que en Italia los separados y divorciados muestren una cierta reticencia para comenzar otro ciclo familiar, es decir, para reintegrar una familia.

El aspecto más nuevo, consiste aquí en el carácter particularmente problemático de las relaciones generacionales. No tenemos siquiera los términos lingüísticos para designar a las nuevas situaciones, las nuevas relaciones, que se determinan en los casos de ruptura y reconstitución de las familias.

El ciclo de vida de las generaciones. ¿Tienen las generaciones su propio ciclo de vida? La pregunta puede parecer bastante aventurada y hasta sin sentido. Pienso, en cambio, que la pregunta tiene sentido y tiene un contenido instructivo. Tiene sentido porque el ciclo de vida generacional, aunque refleje en algún modo los desarrollos de los ciclos individuales y familiares, por analogía con la secuencia orgánica crecimiento-estabilización-declinamiento", presenta también una dinámica propia y autónoma. La pregunta es instructiva porque ayuda a entender en qué sentido y medida nuestra sociedad favorece o inhibe el surgimiento de las generaciones como "generaciones evolutivas", las cuales no están ya estrechamente ligadas a la idea de una secuencia más o menos fija de crecimiento-estabilización-declino, sino que adquieren un paquete diverso de grados de libertad en cada fase de su proceder y se definen relacionalmente porque hacen nuevas elecciones, y deben encontrar nuevos modos de adaptación, además de otro estilo de vida mediante compensaciones y adquisiciones. Tales elecciones, en particular como adquisiciones, ya no son relegadas a una sola fase determinante, la de la infancia-juventud, sino que se vuelven significativas a lo largo de la existencia, aun cuando ya se ha tenido una experiencia laboral o familiar. Al punto que también las generaciones ancianas se diversifican año con año, en cuanto a sus capacidades para adoptar nuevos estilos de vida más activos.23 Al final, esta nueva visión de las generaciones implica y conduce a una nueva antropología humana, que se aleja de las formulaciones rígidas del pasado (en particular de la tayloriana).

Si vemos a la generación definida como grupo de edad según sus relaciones de ascendencia/ descendencia, vemos notables modificaciones respecto al pasado.

La generación de los hijos menores de edad hoy aprende mucho más rápido que las precedentes, por el mayor "bombardeo informativo" a que está sometida. Pero es también más probable que pierda los valores o las actitudes adquiridas en una cierta fase mucho más rápido que antes. Ello porque, si en el pasado la socialización era lenta y repetitiva, hoy es más rápida pero también está más sujeta a la obsolescencia. La transmisión socializadora por parte de los padres, en general, todavía es buena, pero más en el aspecto de la transmisión de las "actitudes" que de los "valores".24

La fase temporal en la que una generación transmite su influencia cultural a otra sucesiva se contrae. Un tiempo duraba prácticamente toda la vida. Hoy, una generación puede transmitir su influencia a la sucesiva sólo por un tiempo cada vez limitado. De aquí también el sentido de su precariedad.

De manera diversa a la de un tiempo, cuando el declinamiento físico y motivacional era dado por descontado, era visto como "natural"; la sociedad de hoy propone, en cambio, otro "modelo generacional": las generaciones pueden no sólo "declinar menos rápidamente", sino también hasta reaprender —sobre la marcha— un modo de vida en una edad biológica más avanzada. De aquí la mayor precariedad, pero también el mayor dinamismo de las generaciones.

Las generaciones se contraen respecto al tiempo medio de la era industrial (entre el siglo XVIII y la segunda posguerra). Su ciclo de vida temporal sufre turbaciones debido al hecho de que las necesidades, como las tecnologías y los medios para satisfacerlas, cambian no sólo cuantitativamente sino también cualitativamente en intervalos temporales cada vez más breves. Los sistemas económicos ya no están organizados sobre un "tiempo plurigeneracional", como en las economías agrícolas tradicionales, y tampoco sobre el "tiempo de una generación", como en la sociedad industrial moderna, sino sobre un "tiempo infrageneracional", es decir, inferior al de una generación en sentido antropológico (esto es, como pura descendencia familiar).25

¿Cómo reacciona la familia a todo esto? La familia sigue siendo un factor importantísimo de mediación. En efecto, es crucial ya sea para el aprendizaje en las primeras fases del ciclo de vida generación (una generación no puede formarse y crecer si no tiene, en los padres, un punto de confrontación), ya sea como contexto y carga funcional que da el imprinting a la fase adulta de una generación, tanto como "colchón" para retardar, calmar o en todo caso hacer menos penoso y difícil el declinamiento.

En suma, si en el pasado el ciclo de vida de una generación estaba fijado por la sociedad a ritmos más lentos y a bajo contenido informativo, con la sociedad avanzada el ritmo se vuelve más acelerado (las generaciones se forman más rápido y "antes" de cuanto sucedía en otro tiempo), pero también más provisorio, sin señales de paso (cada fase del ciclo de vida se vuelve obsoleta "antes" de lo que ocurría en otro tiempo) y, por lo tanto, más proclive hacia la crisis y a la regresión cultural. ¿Puede la familia modificar esta tendencia? Ella sola evidentemente no. No puede poner remedio a los riesgos de que una generación se precipite en la regresión cultural, cuando los contenidos transmitidos por la sociedad han sido más hábiles, inciertos, y abiertos a un número más amplio y variable de opciones. Sin embargo, sin la familia, la regresión es más fácil. En todo caso, en donde disminuye la importancia de la familia, la regresión cultural es mucho más probable.

De aquí la posibilidad de estudiar la propensión a ciertos comportamientos (como el deseo de tener hijos o la propensión al suicidio) en una generación respecto a otra, y respecto a las distintas fases del ciclo de vida de cada una de ellas.

La familia, tanto por estructura como por estilo de vida, permanece como un factor evolutivo discriminante de la capacidad de innovación y de adaptación cultural de una generación respecto a otra. Es precisamente por esto que, sociológicamente, no se puede hablar de una generación sin referencia a la familia.

Lo anterior se ve claramente si se hace un análisis del ciclo generacional distinto con base en el contexto familiar en la sociedad actual. Los hijos de familias muy pobres o marginales, por ejemplo, tienen un perfil del ciclo de vida generacional que se asemeja mucho al de las generaciones de hijos de incluso ricas, propias de una sociedad tradicional precedente a la nuestra: una gran estabilidad en los ritmos y lentitud en los cambios. En el opuesto, las familias más dotadas económicamente y culturalmente, producen generaciones que —en la medida— tienen un ciclo de vida bastante más articulado, diferenciado, rico en cambios y oportunidades (por lo tanto, aquí hay también mayor capacidad de sustitución de las elites de la sociedad). En medio hay una cantidad diferenciada de generaciones, cuyo ciclo de vida refleja la diversa capacidad de adaptación de las familias en las que los individuos han crecido o viven. Por ejemplo, las familias con uno solo de los padres producen generaciones particulares bajo el aspecto de los comportamientos y del sistema de valores y actitudes de los hijos, los cuales presentarán signos más marcados de incerteza en sus orientaciones (el grado de estas variaciones depende del hecho de haber encontrado más o menos otros referentes significativos además de la madre). No es una casualidad que hoy se observe un fenómeno nuevo: la tendencia de los hijos de padres divorciados, generalmente criados con la madre, a reconocerse como una generación "particular" y a reunirse "en grupo" cuando llegan a la edad adolescente o de la primera juventud. Ellos sienten con una particular sensibilidad su condición "generacional" de hijos de padres divorciados.

Para sintetizar. i) Las generaciones tienen un ciclo de vida propio que es diverso según la condición familiar experimentada por quienes la componen y la hacen un sujeto social. Vemos cómo lo "vertical" de la generación (la descendencia) condiciona lo horizontal (la experiencia histórica común de una simple cohorte o grupo de edad). ii) A su vez, las diversas formas familiares producidas por una generación han influenciado la capacidad de adaptación cultural de las generaciones descendentes (de filiación sucesiva). En el paso de una generación a otra se puede generar progresividad o regresividad en las "capacidades generacionales".

No se pueden comprender los cambios generacionales sin tener en cuenta la mediación familiar que influye sobre el ciclo de vida de una generación. La familia es uno de los más potentes mediadores de las diferencias generacionales, si no es que el más importante, aunque no veamos cómo se ejercitan estas influencias.

No se pueden comprender los cambios actuales si no los vemos a través de los que se dan en los ciclos de vida individuales, familiares y generacionales. ¡Pero es cierto también lo contrario! Los tres ciclos están interrelacionados entre sí, y se condicionan mutuamente. Pongamos el ejemplo de la etapa posadolescencia. Algunos se preguntan: ¿es una nueva fase del ciclo de vida individual, familiar o generacional? Evidentemente es una nueva fase de los tres tipos de ciclos, aunque en modos distintos.

Es individual en cuanto chicos y chicas experimentan una condición existencial que no tiene precedentes en las generaciones adultas y ancianas, es esta una fase de la vida en la que la madurez física y sexual, junto a la legal, no es acompañada del sentido de seguridad y de autonomía, que debería caracterizar su papel en la familia y fuera de ella. Es familiar en cuanto que el grupo familiar debe elaborar normas ad hoc para un individuo que ya no es adolescente, pero todavía no es un joven plenamente responsable, aunque legalmente es mayor de edad. Es generacional en cuanto que muchos (aunque no todos) hijos de ciertas familias comparten esa condición, derivable de una semejanza de contextos y de experiencias de vida y tienen su visibilidad en la sociedad.

La posadolescencia no puede ser comprendida sino como una construcción altamente compleja de factores que remiten a estos tres tipos de ciclos de vida. Vemos entonces por qué fenómenos como la "familia del posadolescente" o bien la familia en otras fases del ciclo de vida, como la "familia de los abuelos jóvenes", son una novedad histórica.

 

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Youth in Europe between Modern and Post modern Society, en L. Tomasi, I giova le religioni in Europa, Trento, Riverdito edizioni, 31-40.         [ Links ]

 

Notas

El presente es un trabajo inédito cedido para su traducción y publicación a la doctora Rosario Esteinou. Esta contribución es parte del trabajo desarrollado en el ámbito de la investigación financiada por el CRN sobre la igualdad generacional en Italia y fue dirigida por el autor.

1 (Nota de la traductora) Se le llama así a la generación turbulenta y carente de fundamentos morales, crecida en los años inmediatos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Diccionario Il nuovo zingarelli Zanichelli, Bolonia, voz: bruciato.

2 Véanse las investigaciones clásicas de aquel tiempo, por ejemplo, S.N. Eisenstadt, Da generazione a generazione (1956), trad. it. Etas Kompass, Milán, 1971. El mismo autor ha regresado recientemente al tema: cfr. S.N. Eisenstadt, Youth in europe between modern and post modern society, en L. Tomasi (ed.), I giovani e le religioni in Europa, Riverdito edizioni, Trento, 1993, pp. 31-40.

3 Cfr. F. Alberoni, Classi e generazioni, Il Mulino, Bolonia, 1972.

4 La referencia se dirige claramente a N. Luhmann: cfr. C. Baraldi, Suoni nel silenzio. Adolescenze difficili e intervento sociale, Angeli, Milán, 1994.

5 Cfr. A. Cavalli, Generazione, voz de la Enciclopedia Treccanti de Ciencias Sociales, Roma, 1995.

6 Cfr. W. Dilthey, Le monde de l'esprit (1875), t. 1, Histoire des ciences humaines, Aubier-Montaigne, París, 1947.

7 Cfr. L. Gallino, Generazione, en Dizionario di Sociologia, Utet, Turín, 1993, pp. 318-320.

8 Cfr. K. Mannheim, The problem of generations (1928), en Essays on the sociology of knowledge, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1952.

9 Cfr. P. Sorokin, La dinamica sociale e culturale (1937), tr. it. Utet, Turín, 1975.

10 Cfr. J. Pilcher, "Mannheim's Sociology of Generations: An Undervalued Legacy", en The British Journal of Sociology, vol. 45, núm. 3, septiembre, 1994, pp. 481-496.

11 Cfr. N.B. Ryder, "The Cohort as a Concept in the Study of Social Change", in American Sociological Review, vol. 30, núm. 6, diciembre, 1965, pp. 843-861. Para otras críticas al enfoque de Mannheim es relevante el ensayo de H. Schuman y J. Scott, "Generations and Collective Memories", en American Sociological Review, vol. 54, núm. 3, 1989, pp. 359-381.

12 Cfr. G. Jones, "The Cohort in Time and Space: Conceptual Issues and Practical Considerations", in Bulletin de Méthologie Sociologique, núm. 30, marzo 1991, pp. 44-54.

13 Cfr. P. Donati, "Tempo sociale e transizioni", en E. Scabini y P. Donati (comps.) Tempo e transizione familiari. Studi interdisciplinari sulla famiglia, núm. 13, Vita e pensiero, Milán, 1994.

14 Cfr. D.I. Kertzer, "Generation as a Sociological Problem", en Annual Review of Sociology, vol. 9, 1983, pp. 125-149.

15 Cfr. Ph. Aries, "Generaciones", voz de la Enciclopedia Einaudi, Turín, 1989, vol. 4, pp. 557-563.

16 Brevemente delineamos las definiciones de generación: a) genealógica: una relación de filiación y un conjunto de personas clasificadas de acuerdo con esta relación; b) histórica: un periodo histórico correspondiente a la duración de la renovación de los hombres en la vida pública y medida por el espacio del tiempo que separa la edad del padre de la del hijo; c) demográfica: un conjunto de personas que tienen aproximadamente la misma edad, o sea una cohorte en sentido demográfico; d) sociológica: un conjunto de personas que tienen aproximadamente la misma edad cuyo principal criterio de identificación reside en las experiencias históricas comunes de las que deriva una visión común del mundo (según el uso heredado de Mannheim) (cfr. C. Attias-Donfut, Générations et ages de la vie, PUF, París, 1991).

17 Cfr. V.L. Bengtson, W.A. Achenbaum (eds.), The changing contract between generations, Aldine-de Gruyter, Hawthorne N.Y. 1993; para la operacionalización véase: D.J. Mangen, V.L. Bengtson (eds.), The measurement of intergenerational relations, Sage, Newbury Park, CA, 1988.

18 Para una visión más precisa de dicho entramado, cfr. P. Donati, "Il malessere generazionale della famiglia: dove va 1'intreccio fra le generazioni?, en P. Donati (comp.) Quarto rapporto Cisf sulla famiglia in Italia, Edizioni S. Paolo, Cinisello Balsamo, 1995.

19 Cfr. M.W. Riley, "The family in an aging society: a matrix of latent relationships", in Journal of Family Issues, 4, 1984, pp. 439-454.

20 Véase la hermosa investigación histórica de J. Modell, Into one's from youth to adulthood in the U.S. 1920-1975, University of California Press, Berkeley-Los Ángeles, 1989. Cfr. F. Cribier, "Les générations se suivent et ne se rassemblent pas: deux cohortes de nouveaux retraités parisiens de 1972 et 1984", en Annales deVaucresson, núm. 30-31, 1991, pp. 181-197.

21 Cfr. Istat, Il mondo dei bambini, Indagine multiscopo sulle famiglie, núm. 9, Roma, Istat, 1994, cap. 1.

22 Cfr. Conseil de L'Europe, Evolution démographique récente en Europe, 1993, Estrasburgo, 1993.

23 Cfr. F. Cribier, "Les générations se suivent et ne se rassemblent pas: deux cohortes de nouveaux retraités parisiens de 1972 et 1984", en Annales de Vaucresson, núm. 30-31, 1991, pp. 181-197.

24 Algunas investigaciones, también en Italia, avanza en la tesis según la cual el paso (passaggio) de los valores de los padres a los hijos es más alto de lo que comúnmente se cree. Esta tesis es, desde mi punto de vista, problemática. Los datos de la investigación empírica son contradictorios. Es necesario ponerles atención. El paso "cultural" de padres a hijos se refiere más a las "atteggiamenti" que a los valores (cfr. por ejemplo L.E. Thomas, "Generational discontinuity in beliefs: an exploration of the generation gap", en The Journal of Social Issues, vol. 30, núm. 3, 1974, pp. 1-22; V.L. Bengtson, "The generation and family effects in value socialization", en American Sociological Review, vol. 40, núm. 3, 1975, pp. 358-371). Pongo un ejemplo para entendernos: la fidelidad sexual en las relaciones de pareja es un valor pero si se pregunta a los padres-adultos y a los hijos-jóvenes en qué medida creen en la fidelidad sexual probablemente se encontrará una semejanza en los porcentajes de respuesta; eso nos puede llevar a una inferencia errada: esto es, se puede confundir la "atteggiamento" positiva hacia la fidelidad sexual, pero efectivamente "pasa" de padres a hijos, con el "valor" de la fidelidad sexual, que puede tener un sentido del todo distinto para las diversas generaciones. Por ejemplo, puede significar estabilidad monogámica para toda la vida conyugal, o bien fidelidad sólo hasta que una relación (ya entendido como provisorio") que perdura (el primero es prevalente en las generaciones más ancianas, el segundo entre las más jóvenes). Evidentemente una cosa es la "ateggiamento" hacia la fidelidad, otra cosa es el "valor". Es necesario verificarlo uno y otro o "distintamento" y no confundirlos.

25 Cfr. Martini, La famiglia e i tempi brevi lunghi dell

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