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Archivos de cardiología de México

versión On-line ISSN 1665-1731versión impresa ISSN 1405-9940

Arch. Cardiol. Méx. vol.74 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2004

 

IN MEMORIAM

 

Semblanza del Dr. José Miguel Torre López

 

José Luis Leiva Garza

 

Las nuevas generaciones de cardiólogos deben conocer aspectos relevantes de médicos extraordinarios dentro de la cardiología; uno de ellos fue el Dr. José Miguel Torre López. Es un honor hacer una breve semblanza de este Maestro de excepción quien mucho enseñó de la vida, la cardiología y de humanismo; de ahí la admiración y respeto que le profesamos sus alumnos cardiólogos. Nació el 29 de septiembre de 1919 en la ciudad de San Luis Potosí. Sus estudios primarios los hizo en el Colegio de San Luis al que siempre dispensó gran veneración y fidelidad; posteriormente el bachillerato en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí e inició la carrera profesional, los tres primeros años, en la Escuela de Medicina de la misma Universidad. En aquel entonces era común a partir del tercer año de la carrera emigrar a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de México donde se recibió de médico cirujano en 1939. Ahí conoció en sus primeras relaciones maestro-alumno al Dr. Ignacio Chávez que iniciaba la especialidad de la cardiología en México, posteriormente sería fundador del Instituto Nacional de Cardiología y de la Sociedad Mexicana de Cardiología. Desde entonces, nació admiración, respeto y cariño al maestro Chávez con quien se identificó plenamente, le siguió con lealtad hasta su muerte en 1979. Reconociendo siempre la influencia en su formación que tuvo este eminente médico mexicano. De la misma manera el sacerdote potosino Ricardo B. Anaya, humanista, intelectual honorable y servicial, quien fue su guía, su amigo y consejero en la gran obra educacional que habría de realizar. Encontró apoyo irrestricto en la virtuosa mujer a quien desposó en la ciudad de México el 10 de junio de 1950, la señorita Lidia Medina Mora, dama con quien procreó una honorable familia integrada por Lidia, José Miguel, Pilar, Fernando, Magdalena Sofía, Alejandro, María y José Antonio. Unidos superaron con resignación cristiana el trágico fallecimiento del segundo de ellos.

Hombre con sólida educación, amplias bases morales y excelentes guías humanísticos, supo desarrollar con gran visión de servicio y generosidad sus amplias cualidades y capacidad de manera que su espíritu organizativo y emprendedor culminaron en éxito las acciones que emprendió en su vida.

Cuando inició su servicio social en Santa María del Río, por un año estableció un compromiso profesional con sus habitantes a quienes sirvió con cariño y dedicación, que fueron correspondidos. Después adquiriría una casa de descanso en el hermoso pueblo que sirvió de liga con sus habitantes y para cultivar su cultura. Con asiduidad y cariño asistiría casi todos los fines de semana a disfrutar la paz pueblerina dándole los toques delicados de su personalidad y que compartiría con periodicidad con familiares y amigos.

Al llamado del maestro Chávez para formar parte de la primera generación especializada en cardiología le tocó conocer y tratar a un grupo distinguido de médicos jóvenes, que eligieron esta rama de la medicina como segunda vocación y que a la postre llegaron a destacar dentro de ella como conductores de grupos. Como miembro de la primera generación de residentes en el Instituto Nacional de Cardiología, 1944-1946, tuvo oportunidad de convivir con entusiastas compañeros como Patricio Benavides, Enrique Sada Quiroga, Abraham Bazan y particularmente Felipe Mendoza, con quien estableció estrechos lazos fraternales. Además le tocó la fortuna de tener como maestros a ese grupo extraordinario de médicos de primera línea que rodearon al maestro Chávez, tales como Salvador Aceves Parra, Isaac Costero, Rafael Méndez, Rafael Carral, Manuel Rivero Carballo, Manuel Vaquero, Demetrio Sodi Pallares y el "Maestro Cuellar".

Con la mística adquirida, su formación de especialista y preparación académica regresó a San Luis Potosí, recibió el nombramiento de jefe de servicio de cardiología del Hospital Central y encargado de impartir la cátedra de patología cardiovascular en la Escuela de Medicina y con él se inició la historia de la cardiología potosina.

En 1951 el Dr. Clemente Robles realizó el primer cierre de conducto arterioso en San Luis Potosí por invitación expresa del Dr. Torre, cuatro años más tarde el Dr. Fernando Quijano Pitman respondiendo a invitaciones formuladas por el maestro asistió en forma periódica al quirófano del Hospital Central para seguir impulsando la cirugía cardiovascular. En 1959 fue invitado para asumir la dirección de la Facultad de Medicina en sustitución del Dr. Ramón Villarreal, que a la vez había sido llamado a colaborar en un alto puesto de la Oficina Sanitaria Panamericana con sede en Washington. Su gestión al frente de la escuela se prolongó hasta 1967. En ese lapso dio fe de su gran capacidad de líder, a él tocó con notable esfuerzo y dedicación concluir el edificio, incrementar las actividades docentes, científicas, asistenciales y académicas. Bajo su iniciativa se crearon plazas de maestros de carrera de tiempo completo, iniciándose con varios para el área básica y extendiéndose al área clínica. Posteriormente, promovió a varios médicos jóvenes en programas para formación de profesores, con el compromiso de regresar a trabajar en la Escuela de Medicina de San Luis, implementó el examen de selección para estudiantes de primer ingreso por primera vez en México, luego bajo su sugerencia se difundiría a todas las escuelas y facultades de medicina del país. Se inició la departamentalización en la clínica y se estableció el año de internado rotatorio para alumnos del sexto grado de la carrera, el primero en México.

Así mismo hubo renovación constante y actualización de los currículos escolares. Simultáneamente, apoyando la investigación, buscó que con modernas instalaciones se ampliara y divulgara el conocimiento científico y la investigación que engrandeció la institución y pronto alcanzaría proyección nacional e internacional de vanguardia. Especial interés tuvo por la ampliación de la biblioteca, el intercambio académico con otras universidades invitando a maestros distinguidos de la medicina nacional. Fue creador, organizador, editor y hasta editor emérito del boletín informativo de la escuela de medicina, documento de invaluable valor histórico; extendió su labor editorial a otros órganos de labor médica, cultural y de otra índole. En esto tuvo colaboración a la vez que colaboraba con los distinguidos poetas e intelectuales potosinos de prestigio nacional, Lic. Jesús Medina Romero y Dr. Joaquín Antonio Peñalosa. La Escuela de Medicina llegó a ser considerada la mejor de Latinoamérica gracias a su atinada dirección.

"Si de esta escuela egresan médicos de integridad moral y amplia capacidad científica que la prestigien habrá cumplido su misión"

(Dr. José Miguel Torre 1962).

Gracias a su iniciativa, se creó la Asociación Mexicana de Escuelas y Facultades de Medicina y, cuando le tocó presidirla, trasladó la sede a San Luis Potosí, la proyectó nacional e internacionalmente y hoy tiene un prestigio y lugar académico bien ganado.

Durante 33 años que impartió clases frente a grupos en pre y postgrado fue maestro inspirador y guía para muchos de los que ahora somos cardiólogos y encontramos en él al amigo y consejero. Organizador entusiasta, fue socio fundador y miembro de sociedades que han trascendido a través del tiempo como la Sociedad de Graduados de la Escuela de Medicina de San Luis Potosí, la Sociedad Potosina de Estudios Médicos, Sociedad Potosina de Cardiología. En estas dos últimas se desempeñó por dos períodos en el cargo de presidente y por sus merecimientos recibió el título de "Presidente honorario vitalicio" de las dos. Así mismo, en la Sociedad Potosina de Estudios Médicos, ejemplar institución médica que se reúne sin falla cada semana desde hace 54 años, dos meses antes de su muerte fue reconocido como "Miembro honorario". Fue también un miembro distinguido del colegio de la profesión médica del estado.

En 1981, a propuesta de la Facultad de Medicina, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí lo distinguió como "Maestro emérito" primero en la historia de la Universidad. Por su alta labor desarrollada en favor de la misma fue considerado precandidato a la rectoría.

Se jubiló de la Universidad en 1990 y en 1999 el Consejo Directivo universitario acordó poner el nombre del Dr. José Miguel Torre a la moderna biblioteca del área biomédica. Había sido promotor-consejero en la edificación del moderno y funcional edificio, que ha permitido un mejor y más amplio aprendizaje para la comunidad médica de la región. Él a su vez fue un escritor profuso con trabajos en revistas nacionales y extranjeras con temas médicos, culturales, humanísticos y de educación médica.

Promovió infatigablemente eventos científicos académicos y de medicina, cursos o congresos, fungió en muchos de ellos como presidente o coordinador e intervino para imprimir un sello de su recia personalidad cuando en ellos u otros eventos actuó como conferencista, imprimió en su discurso la elocuencia, el conocimiento y la profundidad adecuadas propias de un personaje que maneja con elegancia el castellano. Con su presencia y su actitud entusiasta contribuiría a dar categoría y éxito a los eventos. Éstas sin duda fueron muchas de las características y enseñanzas heredadas de su maestro y consejero Ignacio Chávez.

Miembro de numerosas sociedades médicas y culturales nacionales o extranjeras muchas por él presididas, alcanzó los cargos y reconocimientos más elevados en la sociedad mexicana de cardiología como miembro titular. Primero avanzó a miembro honorario en 1987 y en 2001 a miembro honorario emérito que es el reconocimiento máximo académico que otorga dicha Sociedad. Miembro distinguido de la Sociedad de Internos y Becarios del Instituto Nacional de Cardiología; siempre fueron aceptadas sus sugerencias y apoyo.

En la Academia Nacional de Medicina fue el primer cardiólogo de provincia en ocupar un sillón de miembro titular e igualmente el primero de provincia después de un tiempo en ser reconocido como miembro honorario. En la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía también fue el primero de provincia en recibir el nombramiento de miembro correspondiente. A proposición expresa de la Sociedad Potosina de Cardiología, la similar de la Sociedad Mexicana le otorgó el premio "Salvador Aceves, al maestro distinguido" en su XIII Congreso Nacional en 1983. Entre otros atributos, el maestro, como reconocería su hija Lidia, en la ceremonia luctuosa que le organizó la Facultad de Medicina, supo escoger, se rodeó y formó eficientes y leales colaboradores que llevaban los mismos objetivos y participaron en sus éxitos.

Delegó responsabilidades y responsablemente le correspondieron. Así mismo su retiro a muchos nos pareció prematuro, pues queríamos seguir gozando, al igual que numerosos seguidores, de las enseñanzas, la cultura y la experiencia del maestro de la vida.

El tiempo implacable fue minando su salud, le condujo a una larga, como penosa enfermedad que afrontó con resignación cristiana y fortaleza espiritual quizá como él había dicho, observada en aquel varón ejemplar que en su tiempo tomó como ejemplo el padre Anaya, según consta en su libro "De lo escrito y lo leído". En todo momento permaneció a su lado su cariñosa esposa, mujer admirable que como siempre con amor y comprensión soportaba estos momentos amargos.

Su fructífera vida terminó la mañana del martes 3 de agosto del 2004. En el homenaje póstumo que organizó la Facultad de Medicina de San Luis Potosí, ante sus restos, el Dr. Jesús Noyola director de la misma, señaló "lamentable y dolorosa es la pérdida del maestro Torre, pero su espíritu fue, es y estará permanentemente entre nosotros".

Para terminar quiero señalar que el Dr. Torre fue un maestro de verdad de los que quizá ya no quedan si nos apegamos a la descripción del Maestro Ignacio Chávez: "Ser maestro significa no sólo poseer un tesoro de saber sino estar dispuesto a compartirlo, caminar por la vida con avidez de un estudioso que busca la verdad pero también con el gusto del sembrador que lanza a mano abierta su grano.

Tener la altura intelectual del que enseña y a la vez el pulimiento moral de que se requiere para enseñar con el ejemplo".

Descanse en paz este hombre admirable.

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