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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 no.45 Guadalajara ene./jun. 2017

 

En la mira

Las múltiples facetas del mito de Dona Beija

Fernanda Núñez Becerra1 

1 Centro INAH-Veracruz. Xalapa, Veracruz, México. Correo electrónico: fnunezbecerra@gmail.com

El Beso del Colibrí. Historia y (de)construcción del mito Dona Beija, Brasil, siglos XIX-XX. ,, Spinoso Arcocha, Rosa Ma.. UdG-Centro Universitario de Los Lagos, Lagos de Moreno, Jalisco: 2015.


Recuerdo bien el día en que la historiadora Rosa Ma. Spinoso entró a mi oficina en el INAH-Xalapa buscando mi libro sobre La Malinche del que había tenido noticias en Brasil, su país de residencia en aquel momento. Estaba concluyendo una investigación para su tesis de maestría sobre otro personaje femenino, igual de paradigmático que la Malinche, tanto en la historia como en el imaginario colectivo de Minas Gerais.

Ambas habíamos intentado desmitificar o, más bien, historizar a nuestros personajes. Con una mirada antropo-histórica y hoy diríamos de género, buscábamos entender cómo esas figuras femeninas, Malinche y Dona Beija, habían logrado la hazaña de pasar a través del tiempo hasta convertirse en verdaderos personajes históricos.

A ninguna de las dos nos había interesado tanto hacer la verdadera historia de nuestras heroínas, establecer su verdadera fecha de nacimiento, conocer su verdadero nombre o su verdadero actuar; sino más bien entender cómo esa supuesta verdad histórica se había construido a lo largo del tiempo de manera particular. Sabíamos que la importancia de un hecho no radica tanto en que haya o no ocurrido tal como lo pudiera presentar algún cronista o historiador posterior, sino en entender por qué esos personajes lo reconstruyeron así, para demostrar cómo ese relato había sido recibido y aceptado por cierto público en una época histórica particular.

Malinche, doña Marina, siempre ambigua, penó para recibir los laureles nacionales y nunca ha logrado el estatuto pleno de heroína. Seguramente el hecho de haber sido indígena además de mujer, la condenó a errar eternamente en el limbo de los héroes nacionales. Y si en algunas épocas históricas se intentó volverla presentable resaltando algunas de sus cualidades positivas: la invaluable ayuda que aportó al conquistador, sus remarcables dotes de traductora, la primera católica americana, la madre del primer mexicano, la más guapa, más blanca, más inteligente aunque cegada por su amor incondicional al conquistador… También a cada tanto se resaltaba el lado negativo de nuestro personaje: traidora, vende-patria, malinchista, prostituta. Finalmente, nuestro nacionalismo mexicano, orgullosamente misógino, le ha negado una entrada triunfal al panteón nacional.

En Brasil la historia se escribió de manera diferente a la de México. Rosa Ma. Spinoso ha mostrado que esa diferencia fundamental se puede situar en el relato de sus propios orígenes. La Conquista en Brasil fue contada, particularmente en el momento de construir el gran relato de gestación de la nación brasileña, como una empresa secular de dominación de una exuberante y feraz naturaleza en la que, por supuesto, estaban incluidos también los indígenas, pero sólo como parte del paisaje a civilizar. Durante siglos los brasileños no se sintieron herederos de las antiguas culturas americanas, tenían mucho quehacer para integrar a su identidad la presencia de miles de negros trasladados del África a fuerza, así como las diversas formas de mestizaje que se generaron durante siglos. Lo que diferencia mucho la identidad mestiza, blanca e india, que caracteriza la naturaleza y el imaginario del mexicano.

Tampoco se sabe muy bien cuál era el origen de Dona Beija. Se la ha caracterizado como prostituta, pero debemos recordar que ella creció en medio de un frente pionero donde las relaciones entre hombres y mujeres eran relativamente libres. El capital que una mujer podía tener entonces, y más si era bonita, era su cuerpo y sus aptitudes intelectuales. Ese conjunto le permitió elaborar diversas estrategias sociales para sobrevivir y nutrir a su prole. Al haber salido exitosa de esa vida social precaria, se puede entender cómo pudo llegar a ser símbolo, estandarte y heroína de una ciudad.

Rosa Ma. Spinoso, testigo presencial de la consolidación y expansión de esa figura en la memoria de la ciudad de Araxá, decidió consagrarse a estudiarla. Si el origen de esta investigación fue escribir una tesis de maestría, debemos agradecer a su autora que al traducirlo al español haya dejado atrás la rígida estructura académica para ofrecernos un libro apasionado y original, pero riguroso y de lectura muy amena, que estamos ciertas interesará mucho al lector mexicano.

Desde el comienzo de sus pesquisas, como buena historiadora que es, trató de separar el mito del personaje histórico que lo inspiró, es decir, a Dona Beija de Anna Jacinta de Sao José, aunque al principio de sus investigaciones poco se sabía de la mujer histórica y sí mucho más del mito. Y si efectivamente Anna Jacinta nació y vivió en el siglo XIX, el mito de Dona Beija se construyó a comienzos del siglo siguiente, cuando unos cronistas locales crearon al personaje que se volvería parte de la historia de Araxá, en Minas Gerais, ya que la hicieron aparecer como heroína en diversos sucesos históricos locales decimonónicos. Aunque será sólo hasta 1965 cuando se invite a Dona Beija a debutar plenamente en sociedad y pueda convertirse en símbolo de la ciudad.

Metodológicamente el camino que la autora decide utilizar es también novedoso y original: "una combinación de abordajes historiográficos clásicos con otros que no lo son tanto", como lo sería la conjetura, ahí cuando los documentos de archivo son demasiado lacónicos y parciales. Recordemos, como lo hace el prologuista de la obra, "que el buen historiador no es sólo el que encuentra documentos, sino el que puede, con su imaginación histórica, pensar la naturaleza, contenido y función de dichos documentos y de su momento de producción". En cuatro capítulos Rosa María logra mostrarnos el rigor de su imaginación historiográfica.

El mito cuenta que Beija, una niña pobre pero de extraordinaria belleza y por supuesto, de tez muy clara y ojos verdes, fue robada por un oidor quien, arrobado por su belleza, la amó y educó hasta que tuvo que dejarla porque fue llamado a la corte. Ella regresa a Araxá en donde llevará una vida plena de aventuras amorosas y fiestas, llegando a presidir la vida política y social del lugar, manifestando públicamente ese poder en la construcción de su propio palacete que hizo erigir en el centro de la ciudad. Su éxito social se manifiesta en las alianzas matrimoniales que logró afianzar para «casar bien» a sus dos hijas. Al final de su vida se mudó hacia Bagagem, Diamantina, en donde supuestamente se «regeneró» llevando una vida intachable y recatada.

La investigación en los archivos reveló que la historia de Ana Jacinta, fue mucho más "normal" y similar a la de tantas mujeres de aquella época. Ella llegó al pueblo junto con su madre a principios del siglo XIX, sin padre, formando parte de esa ola migratoria que inundó esa región ganadera que, además, contaba con el atractivo de un manantial de aguas minerales. Como tantas otras mujeres pobres y solas que poblaron ese frente pionero, ambas tuvieron que hacer un poco de todo para sobrevivir. Es entonces cuando Ana Jacinta tiene a su primera hija natural que fue bautizada por el cura local, que años después reconocerá como propia. Tiempo después tuvo otra hija natural, bautizada por un prominente padrino que pudo asimismo haber sido su padre. Le fue bien en el comercio, tanto que pudo comprar su caserón en el centro, junto a la del cura y además otra en el campo. Sin embargo su testamento muestra que cuando murió no era ni rica ni pobre, a pesar de que había salido ganando de un largo pleito judicial, por una parte de su herencia, entablado contra el rico e importante cacique, viudo de su propia nieta.

Rosa María logra encontrar muchas de las huellas dejadas por su personaje en los diferentes archivos locales y desvelar las condiciones de emergencia del mito de pertinaz vigencia. Cuando en México se estaba llevando a cabo la Revolución, en Brasil se dieron los primeros intentos de modernidad sacando a la luz preocupaciones identitarias que pudieron verse reflejadas en los preparativos para la celebración de la Independencia de Portugal. En Araxá, los grupos políticos se enfrentaron entre sí por el control político del territorio. Dona Beija comienza a perfilarse como heroína desde entonces en las páginas de un periódico local, perteneciente a la familia Montandón; fueron ellos quienes le abrieron las puertas de la historia.

Su mito funcionará a partir de entonces como catalizador, como bandera de las demandas sociales de ese grupo social emergente. Fue así como la figura de una mujer marginada, trabajadora y prostituta, pudo fungir como heroína en una sociedad tan patriarcal y católica como la de Araxá. Esa mujer inadecuada, explica Rosa Ma., podía convencer mejor a una sociedad que trataba de romper con un pasado colonial donde las rancias oligarquías estaban perdiendo su hegemonía. En ella confluían rasgos que la volvían mitogénica y su leyenda fue recordada y trasmitida de generación en generación. Su figura pudo servir de pilar para fundamentar una memoria local de la que hoy es imposible sustraerla.

Desmenuzando el mito, este libro nos revela de manera muy amena la historia social, política y económica de ese lugar con un manantial de aguas termales en el que se cifraría la esperanza turística de la región. Dona Beija entró a formar parte así del relato desde la primera Historia de Araxá y por supuesto, entonces, jamás se habló ahí de su relación con el cura ni de que efectivamente había ganado un pleito legal a un poderoso… las mujeres, como todos sabemos, solo podían ser adornos, símbolos, eso fue Dona Beija, el de la salud y la belleza del gran balneario de Araxá inaugurado en los 40s del siglo pasado.

Este interesante y bien documentado paseo por la lenta construcción del mito, o más bien por su deconstrucción, concluye mostrando a cabalidad cómo esa historia local está enlazada simbióticamente con el mito, pues una no vive sin la otra.

En un último capítulo, muestra la manera en que la ascensión del mito fue atizado desde muchos frentes, en diferentes etapas y momentos históricos: en la prensa, los libros de historia, la televisión, la literatura, la pintura, la poesía, las canciones, porque Dona Beija, cual Pigmalión, encarnó todos los deseos imaginables, incluso, ya por la década de los 70's, los de haber sido una pre clara feminista.

Para concluir esta reseña, lo hago de la mano de la doctora Spinoso quien afirma que no es a nosotros, los historiadores, a quienes corresponde la tarea de juzgar lo que es verdad o lo que es mentira, sino más bien, abocarnos al largo y minucioso trabajo de desvelar los procesos que las posibilitan.

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