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La ventana. Revista de estudios de género

versão impressa ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 no.41 Guadalajara Jan./Jun. 2015

 

En la mira

Ante la violencia sexual hacia las mujeres: superar la victimización. Un estudio de caso en Ciudad Juárez

Alfredo Limas Hernández* 

* Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Correo electrónico: alimas@uacj.mx

Bergareche, Ana. 2013. El poder de las desposeídas: empleo, violencia sexual y religión en Ciudad Juárez. Editorial Americana Española,


¿Qué sucede cuando todos los soportes del machismo se constituyen en toda su magnitud, en franca operación de las estructuras de violencia, victimización e inequidad? ¿No hay alternativa para las mujeres que padecen la violencia sexual ni se vislumbran rutas para su empoderamiento y agencia? El poder de las desposeídas. Empleo, violencia sexual y religión en Ciudad Juárez, libro de Ana Bergareche, atiende a esa discusión, con resultados de un estudio de caso tras una amplia investigación realizada en Ciudad Juárez. Su propósito fue comprender las estrategias de afrontamiento de las mujeres ante la violencia sexual.

Es un libro pleno de aportes; uno de los más significativos se refiere a la distinción de dichos itinerarios así como soportes de empoderamiento de las mujeres ante la violencia sexual, en el caso de estudio, con atención al empleo como factor relevante a la par de una espiritualidad de las mujeres. Esta evidencia es de gran valor ante las preguntas formuladas una y otra vez respecto de cómo trascender la victimización y transitar a condiciones de seguridad y bienestar para las mujeres ante las inequidades de género, lo que nos cuestionamos en diferentes regiones y contextos, observando épocas previas y en las circunstancias actuales ante políticas diferenciadas del tema, que no logran erradicar la violencia ni sus sistemas de configuración. La autora me pidió que escribiera el prólogo del texto. Y cómo no hacerlo cuando es un texto que llevó a Susan Tiano, de la Universidad de Nuevo México, a redactar una presentación en que se comenta:

Este libro es inspirador y sofisticado desde el punto de vista teórico. Su contenido es substancial y creativo y se acerca a un tema importante de forma novedosa, lo que lo convierte en apto para ser una importante contribución a la literatura. Es el único trabajo que he visto enfocarse en la espiritualidad de las mujeres de la frontera y cómo afecta su concientización. El libro explora cómo varios aspectos de sus vidas, incluyendo sus empleos, asociaciones, redes personales y otros factores subjetivos como la interpretación de su espiritualidad, aumentan el potencial de resistencia a los discursos tradicionales sobre el género que limitan su empoderamiento. Este libro no tendrá competidores en una escala amplia, sus conclusiones no están limitadas a un rango de tiempo y es difícil que sean invalidadas por eventos que vayan a suceder en la frontera. Definitivamente, este es un libro que quisiera tener en mi biblioteca.

Ana Bergareche llegó a Juárez en los primeros años de la década de 1990, periodo en que se inició el registro de los feminicidios, de posterior atención global y agenda al respecto. Fue entonces que ella se abocó a identificar las formas de transcender la victimización por razones de violencia sexual en perjuicio de mujeres desposeídas, muchas de ellas victimadas en su infancia y juventud o a partir de esas edades, en esta ciudad de elevadas tasas de violencia hacia las mujeres. Las últimas décadas de la historia juarense no pueden distraerse de referir la violencia sexual, y los crímenes hacia mujeres, en entornos de empobrecimiento en esta urbe fronteriza, emblema global de esa otra paradigmática violencia, la feminicida que se registra en espacios no íntimos y que en Juárez tiene tintes de serialidad, impunidad y abogacía internacional.

La investigación se realizó a través de algunos años en una comunidad de mujeres de un grupo de base, estudio basado en una intensa e intensiva metodología que conjuntó más de cincuenta entrevistas a profundidad con mujeres en Juárez. Uno de los méritos metodológicos en el proceso de construcción del objeto de estudio fue lograr que la estrategia del método correspondiera al caso, con interpelación a los postulados conceptuales sobre “la otra”. Se partió del referente teórico que destaca que “la violencia sexual es un evento común en la vida de la mayoría de las mujeres en algún punto de sus vidas, sólo [se] necesita hablar con mujeres comunes, que no son necesariamente catalogadas como víctimas, para llegar a las historias sobre violencia”. Palabras mágicas para objetivar la observación, como ella lo enuncia. Pero sobre todo actitud de escucha, correcta y contemplativa, gran tarea que cumple la autora, atrevida, al estar cerca de las mujeres violentadas y además desposeídas, lo que no cualquiera realiza, y menos, de tan buena manera, para encontrar semillas de futuro como las que destaca la autora. Sostiene que el empleo puede ser una fuente de empoderamiento para quienes han padecido violencia sexual. Así, el empleo puede ser un factor que empodere (pues no siempre lo es), sobre todo en esta frontera, región relevante en la Nueva División Internacional del Trabajo (otro de sus marcos analíticos), donde la urbe ha sido modelo mundial de pleno empleo y de ocupación de miles y miles de mujeres en las líneas de producción. Pero también lo femenino ha sido espacio y cuerpo de victimización a pesar de ese proceso de empleabilidad, aún más, como se sabe, muchas víctimas de feminicidio fueron sometidas a cautiverio cuando iban o volvían a su empleo, o en pos de alguno.

Se plantea que ciertas circunstancias y redes comunitarias son claves para trascender la victimización, a la par de la autonomía y el ingreso económico, concretándose tal habilidad en la capacidad de transformarse a partir de experiencias de abuso padecidas, superándoles en el ámbito doméstico como en el mismo empleo, para transitar a ser persona en control de su vida y su bienestar. Lo que se supera es la victimización, la “incapacidad de la mujer de ejercer una acción dirigida a su propio bienestar”, como parte de un proceso mayor de cambio social. El caso de estudio registra el proceso que vivieron mujeres con empleo que dejaron atrás las secuelas de violencia y lograron márgenes de autonomía ante la victimización acechante. Eso ocurrió por las redes de solidaridad y referentes religiosos como partícipes en un grupo eclesial de base con pastoral de criterios de género y una espiritualidad liberadora, en procesos culturales intencionados y redes de solidaridad, el “poder con”, como lo llama Ana. Este tipo de experiencias pueden tener un carácter de autoayuda y de acompañamiento, lo que trastoca el colonial capitalismo y “las relaciones de género, la división sexual del trabajo y las opciones sociales y políticas abiertas a hombres y mujeres”.

Concordamos con otras nociones de la autora, como cuando precisa que la emancipación personal es una clave de transformación que trasciende lo individual, de acuerdo a la sentencia de que lo “personal es político”, por lo que se puede consolidar si acontece “con otras”. Esos procesos de liberación de la mujer trastocan formas de “dependencia económica a nivel global, corrupción política, arenas políticas fragmentadas y rígidas actitudes patriarcales que permean el sistema judicial y conducen a la negligencia en relación a la violencia sexual contra las mujeres”, en palabras de la autora. Ana hace visible la oportunidad de que contar con un empleo sea para las mujeres una opción de autonomía cuando esto permite desarrollar la conciencia del ser y del estar-ser con otras, lo que en el caso de estudio operó por el proceso de un grupo de mujeres en un grupo eclesial en donde se resignifica la experiencia religiosa, en reflexividad de claves teológicas de la mujer ante la feminización de la pobreza y la violencia.

En el texto se ofrece la comprensión de diversas condiciones y circunstancias de mujeres de una comunidad: diferentes edades y lugar de origen, distinto estado civil y experiencias de género, etcétera, con la perspectiva de interseccionalidad del género con la clase, la etnia, la edad y la experiencia religiosa, referentes culturales, con singulares itinerarios que aborda en sus planos simbólicos diversos para destacar tipologías de empoderamiento. A tal proceso lo postula como “la capacidad de las mujeres de ejercer control sobre sus vidas con el propósito y resultado de reforzar la noción del ser, entendido como la parte de su identidad que emerge desde un proceso interno que les genere poder personal traducido en bienestar en todos los niveles”. Esa habilidad es la que facilita enfrentar y de ciertas maneras transcender la victimización generada por la violencia sexual. Esa dimensión significativa de emancipación se potencia con el empleo y un conjunto de factores que posibilitan a las mujeres una fuente de habilidades para rehacer la experiencia de su intimidad, apropiándose y fortaleciendo su ser interno, con la creación de solidaridad con otras mujeres, de frente a lo que con Touraine definimos como “dominación sufrida”.

En el caso de estudio, los procesos de identificación, auto-reconocimiento y solidaridades se relacionan con la participación, en un grupo, de una experiencia popular eclesial, una muy singular, no tradicionalista. Esto quiere decir que tampoco todas las mujeres que participan en un grupo religioso tienen la oportunidad de apropiarse de sí y solidarizarse con otras, lo que si puede acontecer en aquellas que participan de una pastoral de otra estirpe, emancipadora. Ana destaca algunos criterios de esos elementos del grupo que propiciaron la emancipación de esas mujeres: 1) El entrenamiento de concientización, 2) La formación de una cooperativa de trabajo en grupo, 3) La escolaridad, con el cumplimiento de objetivos educativos y desarrollo de sus capacidades, y, 4) Una base ideológica que resignifica la identidad de género y el credo de esas mujeres.

Las vidas y experiencias que Ana develó, como procesos de autoidentificación y solidaridad con otras, de agencias y acciones constituyentes, define lecciones que puedan usarse para resignificar las intervenciones y experiencias sociales con mujeres en lo religioso, lo educativo, la justiciabilidad, la salud, la cultura, los medios de comunicación, en todo lo que sea social y nos conmine a lo humano y la buena vida para las mujeres. En caso contrario, cuando esos poderíos nombrados supeditan la autonomía de las mujeres, queda la senda de lo viable desde la otra brecha, lo comunitario y las capacidades “desde abajo”, desde lo personal y las redes sociales, construyendo alternativas, aún a pesar del concierto de macro estructuras e instituciones ortogenéticas que restringen el cambio y la emancipación ante la violencia sexista.

El libro de Ana es una mirada para atender y erradicar las secuelas y formaciones de violencia social y política en el sistema sexo-género local, según la perspectiva de la autora, frente a

estructuras sociales (que) continúan reforzando la victimización de las mujeres en todas las áreas de su vida cotidiana, mientras que las nociones sobre el género interiorizadas a través de medios culturales parecen ser la única opción que tienen para interpretar la vida. Al mismo tiempo, la violencia sexual sigue actuando como un eficiente mecanismo de control social que refuerza estas nociones y mantiene a las mujeres en una posición subordinada.

La autora precisa que la educación de género y no violencia debe operar para el conjunto de instituciones sociales y culturales, frente a lo que persisten intereses sexistas y misóginos de alto vuelo en la región del caso de estudio. Ana señala pasos del camino al indicar que “los sistemas de educación podrían ofrecer un punto de apoyo cultural importante a la prevención de la violencia sexual si se reformularan sus objetivos y medidas educativas a través de un nuevo diseño curricular en todos los niveles de educación”. Y enuncia que igual debe proceder con cualquier otra área que incide en la construcción social de la feminidad y la masculinidad.

Superar la victimización y construir la autonomía es un sueño humano, que significa equidad y seguridad, bienestar y felicidad con igualdad en lo laboral, sin jerarquizaciones de empleos en que las mujeres tienen acceso sólo a escalas bajas en los organigramas y niveles salariales, una forma de violencia estructural de género. La experiencia de autonomía y empoderamiento para quienes han sido víctimas de violencia permitirán que más mujeres sean sujetas de ciudadanía y trasciendan la victimización. Los temas del sueño humano son muchos. Ana encamina esa historia y quienes participemos de esta lectura tendremos inspiración y lecciones para esa caminata. El texto contiene muchas más lecciones. Encuéntrese con las vidas de las mujeres con que Ana se encontró. Una oportunidad está en la lectura de este libro, por demás valioso.

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