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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 no.41 Guadalajara ene./jun. 2015

 

Avances de trabajo

El gusto por la lectura y el cine como indicador de la reconformación de las subjetividades femeninas: las adolescentes en Jalisco

Gloria Briceño Alcaraz* 

*Centro de Investigaciones Pedagógicas y Sociales (SEJ). País: México. Correo electrónico: evora@prodigy.net.mx


Resumen:

Este reporte pretende analizar de qué manera la variable de género interviene en la configuración de ciertas prácticas y gustos ligados al consumo cultural, particularmente la lectura y el cine, partiendo de tres estudios de caso de adolescentes de sexo femenino de Jalisco, México. Se parte de la premisa de que los procesos de cambio en las subjetividades juveniles son reflejados, principalmente, en las diversas prácticas relacionadas con el consumo cultural de las y los adolescentes de las grandes urbes. Para complementar la información se tomarán algunos datos de la encuesta “Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco” (2012) con la cual se conformaron las cartografías del consumo cultural en el Estado de Jalisco. Una de las preguntas que guía este análisis es ¿cómo podríamos comprender el significado de tales prácticas bajo la perspectiva de los estudios de género?

Palabras clave: consumo cultural; gusto; adolescentes; subjetividad

Abstract:

This report aims to analyze how gender variable is involved in the configuration of certain practices and tastes linked to cultural consumption, particularly reading and film, based on three case studies of adolescent girls of Jalisco, Mexico. It starts from the premise that the processes of change in youth subjectivities are reflected mainly in the various practices related to cultural consumption of teenagers in big cities. To complement the information some data from the survey “Consumption and cultural change among secondary school students in Jalisco” (2012) whose results formed the cartographies of cultural consumption in the State of Jalisco, will be taken. One of the questions that guide this analysis is how can we understand the meaning of such practices from the perspective of gender studies?

Keywords: cultural consumption; taste; gender; adolescent; subjectivity

Una mujer debe tener un conocimiento profundo

de música, canto, dibujo, baile y lenguas

modernas. Y además de todo esto, debe

poseer un algo especial en su aire y manera

de andar, en el tono de su voz, en su trato y

modo de expresarse.

(Jane Austen: Orgullo y prejuicio)

Introducción

Las adolescentes del siglo XXI han dejado atrás los rígidos cartabones de género que regían para la generación de la escritora Jane Austen. Ella pertenecía a una minoría de mujeres -para ésa época- que tenían acceso a un espacio cultural privilegiado donde el capital cultural como la escritura, confería un aire de libertad y vanguardismo a las adolescentes -inconformes desde entonces- con las condiciones de la sociedad patriarcal inglesa.

Este reporte parcial de investigación parte de la premisa de que los procesos de cambio en las subjetividades juveniles son reflejados, principalmente, en las prácticas relacionadas con el consumo cultural de los adolescentes de las grandes urbes como así lo destacan algunos autores (Morduchowizc, 2004). No obstante que los y las adolescentes comparten repertorios de conductas que los asemejan entre sí y que son propios de su etapa de desarrollo, existe también la necesidad de diferenciarse de los demás a través de distintivos corporales, lenguaje y prácticas de consumo. En la actualidad difícilmente podríamos comprender esta etapa sin considerar la importancia que adquieren las preferencias individuales y prácticas de consumo de bienes (reales o simbólicos) en el proceso de la individualización1 juvenil (Morduchowizc, 2004; Briceño, 2012; Villalpando et al., 2012). Esto nos conduce a plantear la conjetura de que el proceso de individualización o estructuración de la identidad en la etapa adolescente, estará determinado en gran parte, por las interacciones con los otros (sea presenciales o virtuales) y por las formas de apropiar y usar los objetos de consumo (sean reales o simbólicos) en un contexto cultural determinado. En ese sentido, el “consumo” en la sociedad actual amplía considerablemente su connotación original (socioeconómica) extendiéndose hacia el campo de las identidades y significados sociales, como lo expresa Martín Barbero:

El consumo no es sólo reproducción de fuerzas, sino también producción de sentidos: lugar de una lucha que no se agota en la posesión de los objetos, pues pasa aún más decisivamente por los usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y dispositivos de acción que provienen de diferentes competencias culturales (Barbero,1987: 231).

El interés de esta reflexión se enfocará por tanto, en analizar la configuración de ciertas prácticas y gustos ligados al consumo de la lectura y el cine por parte de sujetos femeninos en etapa adolescente; tratando de rescatar con la mirada de género algunos de sus significados y sentidos. Habría que señalar en este punto que, la conceptualización sociológica de los descriptores utilizados en los estudios de consumo cultural, generalmente no suelen integrar en su instrumentalización metodológica, el análisis diferenciado de las subjetividades que es ad hoc a la investigación con perspectiva de género2. De ahí que resulta una tarea estimulante poder revisar desde esta perspectiva los datos arrojados en el estudio Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco (Villanueva et al., 2012) y poder así complementarlo.

En tal estudio se encuestaron a 2,172 estudiantes durante los ciclos escolares 2009-2010 y 2010-2011, con una representatividad estatal de 328 escuelas de diferente modalidad escolar (general, técnica, telesecundaria y comunitaria). La distribución de la muestra por sexo fue en total de 974 hombres y 1198 mujeres estudiantes de secundaria de las zonas urbanas y rurales de Jalisco, cuya cohorte de edad osciló entre los 12 y 16 años. El estudio fue descriptivo con un diseño mixto con el fin de poder complementar los datos cuantitativos y cualitativos correspondientes a dos etapas; en la primera de ellas se realizó un diagnóstico con base en la encuesta y en la segunda se conformaron estudios de caso a partir de entrevistas en profundidad que trataron de rastrear los significados del consumo cultural, así como su implicación en la conformación de las identidades juveniles. Los extractos de las entrevistas seleccionadas para este trabajo corresponden a esta segunda parte y muestran tres perfiles relevantes en el gusto por la lectura3.

Las preguntas que guiarán por tanto esta reflexión son: ¿cómo podríamos interpretar las actuales tendencias de lectura y cine en las adolescentes de contextos urbanos desde la perspectiva de género?, ¿hay un cambio perceptible en las preferencias de lectura y cine en las adolescentes que nos indique un reacomodo de los esquemas de gusto, percepción y representación de género?, ¿y si lo hay cómo podríamos entender la subjetividad de esta joven generación?

A continuación propongo revisar algunos conceptos que utilizo para enmarcar la interpretación de los contenidos, tales como: subjetividad, gusto y consumo cultural, mismos que serán empleados a lo largo del artículo. Analizaré posteriormente la tabla que muestra las preferencias del consumo de la lectura contrastándola inmediatamente con lo que expresan las jóvenes sobre sus gustos en la lectura por placer, continuaré más adelante con el análisis del consumo del cine tomando algunos datos estadísticos sobre el tipo de películas que prefieren ver y, finalmente, trataré de arribar a algunas reflexiones a manera de conclusión.

La subjetividad como puerta de entrada a las identidades

Como sabemos, por género se ha entendido el conjunto de creencias, prescripciones, atribuciones y aún emociones, construidas cultural y socialmente sobre la base de la diferencia sexual. En este sentido, es la sociedad la que determina qué es lo “propio” del hombre y de la mujer así como los respectivos espacios en donde se desarrollan preferentemente sus actividades y ocupaciones; es decir, las instituciones ofrecen y asignan los roles y pautas de comportamientos que serán interiorizados durante la socialización de los individuos conformando así su identidad de género (Dio Bleichmar, 1997; Lamas, 2002). Sin embargo, el aporte crítico de la deconstrucción a la teoría del feminismo, así como el replanteamiento conceptual de las identidades debido a su fragmentación en la modernidad o vida líquida (Bauman, 2006), achicaron la poderosa amplitud de estas categorías: género, identidad y diferencia, constructos que habían sido -hasta la década pasada- de gran utilidad para la producción de conocimiento sobre las mujeres y sobre todo, como instrumentos para su posicionamiento y visibilidad en la arena de la política y en los derechos sociales. Hoy varias feministas coinciden en señalar que esta “desustancialización” posmoderna de tales términos, obliga a replantear nuevos constructos más flexibles y contingentes, que den cuenta de los múltiples procesos, segmentaciones y discontinuidades (raza, clase, etnia, preferencia sexual, etc.) que ocurren en las subjetividades modernas. De tal manera que, los nuevos constructos como el de “subjetividades nómade” que propone Braidotti (2004) y bien “sujeto feminista” de De Lauretis (1992), intentan captar esa intención de ductilidad del sujeto contemporáneo apartándose de las posturas esencialistas de la identidad, pero también conscientes de que se enfrentan al desafío de conciliar la parcialidad y la discontinuidad de las nuevas formas de interrelación prevalecientes; lo importante -aseveran ellas- es el término de continuación a los proyectos políticos de las mujeres de manera colectiva.

Aquí por lo tanto hablaré de subjetividad más que de género en el entendido de que la primera hace referencia a procesos de construcción interna interdependientes -biológicos y psicológicos- que inciden en la formación del sujeto, pero no de manera lineal sino relacional, no acabada sino abierta; la subjetividad sería por lo tanto la condición necesaria para adentrarse en el sujeto y así poder analizar la dialéctica existente entre las estructuras sociales que le rodean y el reservorio interno (deseo, fantasías, sensibilidad, imaginación) que lo marcan como individuo social y psíquico. Podemos entonces concluir aquí que la “subjetividad” como constructo abarcaría más que la “identidad” y es en ese sentido que para comprender un poco más las identidades en la sociedad actual, convendría -como señala Loredana Sciolla- introducirnos al tema de la mano de ésta4. De ahí que sea importante tratar de seguir esas huellas para el tema que nos ocupa.

El gusto como poder simbólico y social

La inclinación y preferencia que se tiene por ciertos bienes y la manera como estos se utilizan, o bien se consumen, adquiere centralidad en la sociología cultural de Bourdieu (2000), quien nos indica que el consumo cultural responde a una compleja articulación entre los procesos económicos y simbólicos; es decir, parte por un lado, de las condiciones de producción de la sociedad y por otro, de la manera como son apropiados y utilizados ciertos productos y bienes. De tal manera que a través del consumo, no sólo se verán satisfechas las necesidades reales sino también aquellas otras de índole subjetiva por lo que los bienes adquieren un significado particular, que puede servir a los individuos para diferenciarse de los demás o bien clasificarse en un grupo determinado en el ámbito social. Es por ello que el gusto tiene un carácter de principio ordenador para Bourdieu, pues es con base en éste que se estructuran las distinciones en la sociedad y por lo tanto, representa una forma de poder simbólico.

...(el gusto) une a todos los que son producto de condiciones semejantes, pero distinguiéndolos de todos los demás, ya que el gusto es el principio de todo lo que se tiene, personas y cosas, y de todo lo que se es para los otros, de aquello por lo que uno se clasifica y por lo que le clasifican (Bourdieu, 2000: 53).

Con esta noción, Bourdieu dota a la sociología de la cultura de una potente categoría analítica de diferenciación y clasificación social, ampliando con ello las explicaciones estructurales sobre la constitución de las clases sociales de tipo marxistas. Entonces, toda vez que el gusto es una disposición cultivada que puede ser aprehendida en principio por todas las personas que comparten condiciones de vida similares, éste sentará las bases para la diferenciación de los estratos sociales y por supuesto también de género. Empero, aunque el gusto sea un principio organizador de las distinciones sociales que ponen en práctica esquemas de percepción, valoración y representación en la vida cotidiana, tiene una contraparte de su entramado que cala hondo en la subjetividad5.

El propio Bourdieu admite la condicionante de que las relaciones económicas serán fundamentales para la conformación, reproducción y diferenciación de las clases sociales, siempre y cuando se vinculen con otras formas de poder simbólico que dan origen al “capital cultural”. Uno podría pensar que con tal lógica reproductora el capital cultural quedaría siempre en manos de unos cuantos o de ciertas clases sociales pero no es así, Bourdieu nos advierte que aunque la estructura de la distribución del capital cultural tiende a presentar estabilidad, existe la posibilidad de una modificación en la estructura siempre y cuando se dé un cambio radical en los instrumentos de conocimiento y en las categorías de percepción simbólica (Ibíd.: 2000). Investigaciones recientes en el ámbito latinoamericano han destacado que en las sociedades contemporáneas se da un fenómeno de “reclasificación” del espacio cultural -una especie de “cambio cultural”- a partir de la expansión de la producción y los niveles de consumo de bienes simbólicos; es decir, gracias a los procesos de rápido crecimiento económico, modernización y revolución digital se genera una “redistribución” que amplía sustancialmente el acceso, apropiación y uso de bienes que viene a impactar en diversos grupos sociales, inclusive en aquellos que tradicionalmente habían estado excluidos de la educación y del consumo cultural (Brunner, 2006).

Estos argumentos provenientes de la sociología de la cultura si bien son útiles para explicarnos los cambios en la redistribución y apropiación de los bienes de manera masiva en la sociedad actual, no explican en qué sentido los esquemas de percepción simbólica como el gusto, han contribuido para generar tal cambio y sentar las bases para un nuevo capital cultural, partiendo de la diferencia de género. Por ello, aquí nos enfocaremos solamente al desarrollo del gusto por la lectura y el cine como bienes simbólicos del capital cultural, analizando elementos subjetivos que pudieran indicarnos algún indicio de reconformación o cambio en dichos esquemas de acuerdo con el género.

Patrones de lectura en adolescentes de ambos sexos

Nuestra atención se centra en el gusto por la lectura por ser ésta una actividad considerada patrimonio escolar pero también un elemento central para la reproducción del capital cultural y del poder simbólico al interior de una sociedad como se ha señalado. Existen obviamente ciertas condiciones para “ser lector”, las cuales derivan de procesos históricos y de múltiples relaciones sociales que definen a la lectura como una práctica cultural y a los textos escritos como artefactos sociales y políticos. En ese sentido se considera al libro y a la lectura como bienes simbólicos que transmiten las instituciones como la escuela o la familia, y su importancia radica en el hecho de que a través de ellos se accede a los códigos básicos de la cultura letrada y socialmente legitimada. La escuela lo sabe y por ello alienta su práctica particularmente durante la secundaria, nivel en donde por cierto, se alcanza el índice más alto de lectores (Villalpando et al., 2012).

Desde el punto de vista sociocultural, el estudio en cuestión confirmó que el nivel de instrucción de los padres guarda una relación positiva con el índice de posesión de bienes culturales en el hogar (libros, dispositivos electrónicos, objetos de arte, etc.) y que, por lo tanto, tal factor influye en la formación de ciertas prácticas culturales (asistencia a museos, bibliotecas, etc.) y podría contribuir a reforzar el gusto por la lectura. Estos resultados confirman lo revelado por La Encuesta Nacional de prácticas y consumos culturales (CONACULTA, 2010) en cuanto al equipamiento en las familias, en donde el número de libros leídos dependerá del nivel de ingreso y el grado de educación de los padres y madres6.

¿Quiénes son por lo tanto los modelos preferidos para desarrollar el gusto por la lectura? Con base en esos resultados, no es difícil adivinar que son los padres y madres de nivel escolar alto quienes más la alientan, a diferencia de aquellos otros que sólo cuentan con la educación básica; en este último caso los y las jóvenes reconocieron el apoyo de sus maestros y maestras para crearles hábitos lectores7. Tal situación consideramos, reviste gran importancia para la educación básica en nuestro país, ya que los programas de formación continua de la SEP deberían reforzar el rol del maestro(a) como figura promotora de lectura, particularmente en aquellos contextos precarios o rurales, con el fin de remontar la tendencia negativa a la lectura que hay en nuestro país.

Habría que señalar sin embargo, que tanto el acceso a los libros (bibliotecas, casas de cultura, etc.) como el nivel de escolaridad de los padres y madres no son condiciones por sí solas que determinen el gusto de los y las jóvenes por la lectura (Villalpando et. al., 2012: 55). Por lo que habría entonces que preguntarnos cuáles son los resortes subjetivos de la lectura por placer, e indagar qué género de lectura prefieren los chicos y chicas de esta edad. ¿Qué hace la diferencia entre la lectura por placer y la lectura obligada?

La Tabla 1 nos aporta de entrada una información sumamente interesante en cuanto al género literario que cada sexo prefiere; encontramos que las chicas se vuelcan preferentemente a la novela (60.2%), el cuento (55.7%) y la poesía (39.5%), mientras que los chicos lo hacen hacia el cuento (49.8%), la historia (41%) y científico-técnicos (32.8%). Es decir, ambos comparten su afición al cuento pero no así a la novela, es aquí donde los gustos divergen marcadamente y llevan la delantera las chicas, igual pasa con el género científico-técnico pero a la inversa. Aquí cabe hacer la observación que mientras los chicos admiten no leer porque “no me gusta” (25.7%), en las chicas el porcentaje baja (13.9) para esta misma elección. ¿Cómo podemos interpretar estos datos?

Tabla 1: Tipos de libros preferidos para leer 

Fuente: Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco (2012).

Estos resultados nos indican por principio que son las jóvenes las que se inclinan más que los chicos por la lectura de placer, teniendo principalmente la novela, el cuento y la poesía como géneros preferidos; sin embargo, no sabemos por qué los prefieren, qué encuentran de estimulante en ellos y sobre todo, qué sentido tienen ese tipo de lecturas para ellas. Escuchemos sus voces.

Las lectoras de Harry Potter y las sagas vampíricas

Resulta interesante analizar comparativamente los siguientes relatos de chicas adolescentes, ya que contienen elementos que nos ayudarán a comprender las prácticas iniciadoras de lectura por placer en esta etapa del desarrollo, que si bien son alentadas por un capital familiar determinado (escolaridad de los padres y madres, equipamiento de libros, etc.) nos permiten identificar una disposición o gusto incipientes por la lectura que se está cultivando de manera libre en los tiempos de ocio; es decir, sin coerción u obligación por parte de los adultos. Ellas provienen de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), de familia de clase media, adscritas al sistema público escolar y privado; sus padres y madres son profesionistas con nivel de licenciatura, maestría y doctorado.

En la apropiación individual del mundo simbólico que hacen estas jovencitas, cobra realidad la fantasía que se abre con las páginas del libro: la novela, sea de aventura, ficción, romántica o un tanto más realista. Estas adolescentes nos comunican entre líneas su asombro al descubrir los múltiples significados sobre el mundo que les rodea, las relaciones humanas, los parajes remotos pero principalmente sobre sí mismas.

Laura (14 años). Pues... me gustan los (libros) de aventuras o los de hechos reales que sean interesantes.

Ahorita acabo de terminar uno que se llama Ninguna eternidad como la mía y habla sobre una muchacha que era muy pobre... a ella siempre le había gustado el baile entonces trabajó para lograr su meta de llegar a ser una gran bailarina y trabajar con grandes personajes del baile y lo logró (...) Me gustan también las historias de Harry Potter, lo bien que están estructurados los libros, enlaza muy bien la primera parte de la segunda y así... la magia que envuelve el texto (...) Me llamó mucho la atención los personajes, cómo se desenvolvían en la saga, las características de ellos... su comportamiento... pues sí, puede que haya que trabajar y haya que superar los conflictos que tengas porque en la saga el personaje principal tiene esos conflictos y los saca adelante con su esfuerzo (...) También hay uno que me interesó, el nombre no lo recuerdo pero se trata de una muchacha que a los quince años tuvo su primera relación sexual, se embarazó y tuvo SIDA por la relación... el libro habla de cómo superar ese problema... cómo tratarse, cómo llevarse con la persona y no quedar embarazada...

Maricarmen (14 años): Sí, yo soy de las que leo mucho, pero depende, si me interesa mucho ese libro lo leo, pero si no, no... Hay unos que están, bueno, se podría decir que muy de moda, uno es una saga que se llama Crepúsculo y luego hay otro que son Crónicas vampíricas esas dos sagas ya me las leí... (Me gusta) todo lo fantasioso, lo que no es realidad, pero también que le mezclen algo como que puede pasar... me gusta mucho. Ya leí también el de Harry Potter 7 (...) Sí, prefiero los libros, están súper padres las películas pero en el libro vienen más explicados, además tu mente crea así como que guau, entonces, leo el libro y después veo la película y digo, está padre pero pues no viene como en el libro, entonces, prefiero el libro (...) Con los que me encantaron te podría decir que casi no dormí y de uno que creo son 800 o 600 páginas, el más grande, duré 3 días... pero pues no dormía... así, bien poquito y así de funfunfun lo leí. (Me gusta) pues, lo romántico y lo que no es real, así como que a mí se me hace muy guau como que digo, qué padre sería si pasara eso...

Yazmín (12 años): Lo último que leí fue Poderosa. Una chica con el mundo en su mano, así se llama, se trata de una chava que pasa por todos estos asuntos de la adolescencia de los cambios y todas esas cosas; pero es una chava que escribe y lo que escribe se vuelve realidad, ¿no?, entonces está muy padre (...) También me gusta escribir sobre muchas cosas, ¿lo que suelo escribir? pues casi nunca escribo cuentos más que sean así de tareas, pero escribo más bien teorías, como cosas que se me ocurren, cosas que siento o poesía o no sé cómo se llama eso... cuando haces un trabajo, la conclusión... como conclusiones o algo así, no estoy segura.

Como podemos ver, cada una se adentra en la lectura con deleite pero también con una expectativa particular, sea para buscar puntos de identificación a través de otras experiencias juveniles, nuevos modelos a seguir, dejarse llevar por la fantasía o bien, para ampliar sus repertorios de actuación ante algunas problemáticas relacionadas con su etapa adolescente (relaciones sexuales, embarazo, vocación, etc.). Más allá del consejo que pueda provenir de los adultos y la escuela, las adolescentes como Laura buscan sus propias fuentes de información y así formarse un criterio personal. Comparar su existencia con las de otras chicas, a través de la novela realista, les brindan marcos de referencia para su proceder ético y social; pero también parece reflejar su preocupación por encontrar por sí misma las respuestas a sus dudas. El dato que podría reforzar esta suposición lo encontramos en el gusto de las chicas por lecturas de “superación personal” (31.9%) situada en el cuarto lugar de sus preferencias.

Encontramos también que el componente de fantasía que es propio de la novela de ficción, resulta ser clave para la exploración y expansión de la propia subjetividad, pues les invita a adentrarse en mundos de vida mágicos y misteriosos como los de las sagas de Harry Potter, de suspenso como Crepúsculo y Crónicas vampíricas, donde chicos y chicas son por igual los protagonistas de las aventuras pero también del primer romance; tramas a través de las cuales las jóvenes se identifican y proyectan, de una manera libre e imaginativa que deriva en un placer nuevo, subjetivo, que no depende de los objetos materiales del mundo exterior sino de su mundo imaginario.

Este descubrimiento de acceder a mundos posibles con esa autonomía de la imaginación -característica central de la psique humana- la describe magistralmente Castoriadis (2002) en su aporte sobre la imaginación radical:

La psique humana se caracteriza por la autonomía de la imaginación, por una imaginación radical: no se trata simplemente de ver, o de verse en un espejo, sino también la capacidad de formular eso que no está, de ver en cualquier cosa eso que no está allí. Para el psiquismo humano, existe un flujo, una espontaneidad representativa que no está sometida a un fin predeterminado (Castoriadis, 2002: 237).

Es justamente, ese placer de representación sobre el mundo externo, que va más allá de los sentidos, lo que detona el gusto por la lectura de ficción en el caso de estas chicas, pues no va dirigida a fin determinado, a la resolución de una problemática real, sino a recrear el placer de la imaginación independiente de las circunstancias.

Maricarmen por ejemplo, es una voraz lectora de estas sagas en las que encuentra -además de la adrenalina que la obliga a posponer el sueño- el alimento para su imaginación: “el libro viene más explicado (que el cine), además tu mente crea... así como que guau”. Cuando una adolescente expresa esa sensación con una exclamación genuina como la de ella y le roba horas al sueño para seguir leyendo, es porque ha encontrado las claves de acceso a esa subjetividad compartida con los otros (autor, pares adictos y adictas a la misma lectura), porque se le han revelado los significados de un mundo distinto al real que le exige un pensamiento activo y creador para imaginarse otros escenarios nunca vistos ni vividos. Esa disposición cultivada por este género la hace sentirse de alguna manera “especial” con relación al resto de sus amigas, ya que leer con esa voracidad no cualquiera lo hace; es decir, con esa práctica Maricarmen recrea el placer de elaborar en su interior una experiencia subjetiva que la enriquece -sin una finalidad- y ensancha sus límites, pero también le permite construir una forma de distinción simbólica que le da acceso a una estratificación selecta de jóvenes con quienes comparte intersubjetivamente mundos creados imaginativamente.

¿Pero qué decir del gusto por la poesía que es el género menos preferido entre todos? Yazmín seguramente forma parte del 6% de los y las mexicanas que admitió haber escrito un poema o algo similar en el último tiempo y del 39.5% de las chicas de nuestra encuesta en Jalisco que admitió tener gusto por la poesía8.

Para Yazmín, escribir “cosas que siento o poesía” sugiere una necesidad interna por aclararse su propia vida, plantear preguntas sobre su experiencia personal y detener por un momento sus respuestas para mirarse por dentro y luego trazarlas sobre el papel. Esa reflexión dialéctica sobre sí misma y lo que le acontece en su vida cotidiana la lleva a la escritura, que para ella es una forma de “hacer teoría”, un espacio de subjetividad en donde puede analizar mejor su pensamiento, ponerlo a prueba, reelaborarlo y llegar a “conclusiones” personales. La lectura y la escritura son para Yazmín, prácticas complementarias con las que intenta acceder -como en los otros dos casos- a los misteriosos significados del mundo pero principalmente, de sí misma. Si bien derivan en placer, exigen a la vez de una actitud inquisitiva en donde se convierte en el objeto de su propia práctica de observación, y que en un momento posterior, la impulsarán a simbolizar la experiencia subjetiva en un escrito que para ella es significativo, cualquiera que sea su nombre.

Aquí cobra sentido lo que nos dice Ricœur ([1950] tomado de Bergué, 2002) sobre la necesidad o “besoin” que surge de la imaginación para fundirse en el mundo real; una necesidad que se tiene por completar algo internamente; es decir, que no se queda sólo en la recreación contemplativa de la carencia sino que impulsa a la acción para ser colmada. Si bien existe imaginación y por ello placer en su representación, aquí la imaginación juega un papel de “preparación” que ayuda a anticiparse a la obra, pues permite -con la escritura- ensayar diversos cursos que puede eventualmente tomar una acción y prever sus consecuencias. Se diría entonces que el binomio lectura-escritura moviliza la imaginación con un sentido más práctico (que en la lectura) generando así la necesidad hacia una situación del mundo que reclama una respuesta, que nos interpela de manera particular para obrar en consecuencia. Por eso a través de la escritura ensayamos “teorías”, “conclusiones” que nos ayudan a problematizar -como bien dice Yazmín- sobre nuestra propia circunstancia en el mundo.

De las películas románticas al cine de terror y suspenso: las adolescentes

Propongo aquí introducir en el debate la interpretación que hace la corriente crítica feminista sobre la producción cinematográfica, pues nos ofrece herramientas de análisis deconstructivo de las posiciones femenina y masculina. ¿De quién es la mirada? ¿Cómo mira y qué efectos tiene sobre los espectadores? Son algunas de las interrogantes que esta perspectiva aborda y que conviene recordar para clarificar las preferencias que declararon las chicas en cuanto al cine.

Se argumenta -de acuerdo con esta postura feminista- que aunque la mirada no es exclusivamente masculina, ejercerla ha sido prerrogativa del varón en concordancia con su poder asumido en la estructura patriarcal, de ahí que se diga que el cine por sí mismo, ha desarrollado una narrativa o mirada que detenta la “posición” masculina. Esto ha traído como consecuencia que la imagen de la mujer en la pantalla está fuertemente erotizada en la mayoría de los casos y, en otros tantos, debilitada y minusvalorada (Mulvey, 1999). Esas representaciones han sido ciertamente contrastantes con la construcción de la imagen masculina, y alimentaron en los espectadores determinados imaginarios de “lo femenino” como sinónimo de pasividad e inutilidad o bien de “lo masculino” como proactivo, emprendedor y heroico9. Habría pues que tomar en cuenta este punto de vista para interpretar cuál es la posición de identificación que adoptan las chicas frente a los modelos que actualmente se proyectan en la pantalla del cine.

La Tabla 2 nos muestra la distribución de la preferencia en ambos sexos, constatando lo que parece ser hoy una tendencia -a la alza- entre adolescentes por el cine de terror y suspenso, inclusive más allá de nuestras fronteras10. En nuestros datos se destaca el hecho de que son justo las chicas las que prefieren ligeramente por encima de los varones, el tipo de tramas de terror (70.2%) y suspenso (51%), seguidas por las de acción (55.6 %), las de corte romántico (51.4%) y las musicales (40.8%); mientras que en los varones sigue predominando su inclinación por las películas de acción (79.5%), terror (64.7%) y ciencia ficción (50.1%).

Tabla 2: Género de películas preferidas 

Fuente: Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco (2012).

Una lectura que se puede hacer de estas cifras es que si bien se mantiene la polaridad del gusto por el cine de acción (varones) vs. el romántico (mujeres) -que podríamos interpretar como un reflejo de la reproducción de los estereotipos sexistas que dominan aún nuestra cultura mexicana- resulta interesante observar que el gusto de las chicas por el cine de acción sobrepasa ya -ligeramente- al de las tramas románticas, género que fue por mucho tiempo el preferido entre las jóvenes11. Esto lo podríamos quizás interpretar como una muestra de que el gusto de las chicas se diversifica y tiende paulatinamente a igualarse al de los chicos en cuanto a buscar nuevos referentes o modelos en el cine donde se sientan mejor representadas, modelos híbridos que muestran a mujeres bellas pero desafiantes y poderosas (Maléfica, 2014), o bien también aquellos otros en los que el amor romántico sigue desempeñando un papel importante en su subjetividad (Bajo la misma estrella, 2014) aunque con otros tintes de ironía y agudeza modernas.

Me parece que sin desprenderse del todo de los clichés sexistas que puedan pervivir aún en el cine (unos más obvios que otros), la industria cinematográfica ha reconocido ya algo que los sociólogos e investigadores aún tenemos que admitir: que las adolescentes y las mujeres de hoy desean sentirse representadas (identificadas) por personajes más complejos, más variados, más híbridos y menos encasillados que aquellos que se venían presentando12.

El cine finalmente es un aparato cultural reflejo de la sociedad que en momentos sirve de espejo para mirarnos y reconocernos, por lo que es de esperar se sume al cambio de paradigmas sobre la representación de las mujeres. La pregunta está en el aire: ¿podemos entonces hablar de indicios de transformación de los esquemas de percepción y apreciación simbólica entre las adolescentes a partir de sus preferencias por ciertos géneros de cine?

Esta lectura deconstructiva de la mirada cinematográfica nos permite pensar que si bien las tramas preferidas entre los jóvenes de ambos sexos pueden aún estar respondiendo en cierto grado a una construcción estereotipada de los géneros, no podemos negar que hay una tendencia a la par del gusto por las películas de acción, terror y suspenso. Esa circunstancia la podríamos quizás atribuir a que los roles de los personajes principales intercambian cada vez más características que antes eran atribuidas a un solo género; hoy vemos en la pantalla a mujeres valerosas, científicas, aventureras, a cargo de proyectos espaciales o terrenales que antes simplemente no existían ni en la imaginación, mientras que los personajes masculinos lloran, sufren y se muestran inseguros sin mostrar vergüenza por ello.

En ese espacio de recreación y juego especular que ejerce la poderosa imagen del cine sobre los espectadores, podemos advertir por lo tanto el gradual desplazamiento de la figura femenina desde la periferia de las narrativas hacia una posición central y nueva: la de ejercer la agencia y el poder, compartida con su contraparte masculino. Es decir, cada vez más encontramos personajes femeninos que combinan la fuerza, inteligencia emocional y sagacidad con arquetipos de belleza diferentes a los de femme fatale, esos personajes encarnan desde mi perspectiva, los nuevos modelos de identificación para las jóvenes del siglo XXI13.

Conclusiones

Hemos analizado aquí el papel del gusto como ordenador simbólico de lo social y su importancia dentro de la estructuración del consumo cultural de acuerdo con la sociología de la cultura, incorporando de igual forma al análisis del paradigma de la subjetividad, para tratar de dar cuenta del sentido que esta dimensión adquiere en el caso de las predisposiciones de las jóvenes hacia ciertos bienes simbólicos como son la lectura por placer y el cine, aspecto que generalmente no es abordado en los estudios sobre consumo cultural. Nos valimos para ello de una parte de los resultados que arrojó la encuesta Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco (2012), así como también de algunos extractos de las entrevistas de alto perfil lector correspondientes a tres adolescentes.

Una de las preguntas planteadas fue cómo podríamos interpretar las actuales tendencias de lectura y cine en las adolescentes de contextos urbanos desde la perspectiva de género y, si a partir de ellas, se podría afirmar que hay indicios de reacomodo en los esquemas de gusto, percepción e incluso de representación en cuanto al género.

Vimos que aunque las preferencias por las prácticas lectoras o el cine estén propiciadas en parte por las condiciones socioeconómicas y familiares que dan o no facilidad de acceso a la cultura (si nos atenemos al grado de su escolaridad), el placer por la lectura y el cine siguen otros cauces, aquellos en donde van dejando sus huellas los procesos subjetivos que tienen que ver más con la apropiación e identificación, con la proyección del deseo y la fantasía de las jóvenes lectoras.

En el caso de la lectura por placer, resultan sumamente interesantes los registros analizados, pues nos dejan entrever una manera muy particular de apropiarse y recrear este espacio simbólico. Estos resultados nos indican, por principio, que son las jóvenes las que se inclinan más que los chicos por este tipo de lectura, teniendo principalmente la novela, el cuento y la poesía como géneros preferidos.

El sentido que adquiere para estas adolescentes estas lecturas parece responder a una necesidad o besoin de introspección e intimidad, pero también de libertad, donde la subjetividad se explaya y da paso a la imaginación, la creatividad y la reflexión sobre sí mismas y su mundo circundante. La lectura se transforma así en una herramienta de pensamiento que les posibilita la búsqueda personal al mismo tiempo que les permite -en algún momento de su recorrido imaginativo- encontrar las claves para descifrar su mundo y adentrarse en otros diversos. Por eso Yazmín lee Poderosa. Una chica con el mundo en su mano, porque se identifica con ese personaje en su anhelo por comunicar lo que siente a través de la escritura. Por eso Maricarmen exclama azorada lo que sus lecturas de aventuras le hacen imaginar y mantener la atención en vilo, porque leer es algo “mejor que el cine”.

En cuanto a la preferencia por este género de consumo simbólico, la tendencia en ambos sexos fue muy cerrada y se orientó hacia el cine de acción, terror y suspenso confirmando así lo que ocurre en otras partes. Aquí es interesante dirigir nuestra atención hacia el hecho de que el gusto de las chicas por el cine de acción sobrepasa ya -ligeramente- al de las tramas románticas, por lo que tendríamos que analizar de manera más puntual si esa preferencia de las adolescentes significa una gradual desclasificación del gusto por el cine romántico (y sus cartabones sexistas) porque son otros sus modelos de mujer con los cuales se identifican o por el contrario, porque se está dando una “falsa identificación” con la mirada masculina como diría Mulvey pero ahora con las películas de acción; es decir, que como espectadoras estuvieran respondiendo a los mismos esquemas de percepción que conforma el gusto masculino en nuestra sociedad. En todo caso, la creciente preferencia de las chicas por este género nos permite aventurar la hipótesis de que efectivamente las condiciones estructurales de la sociedad (las nuevas narrativas en el cine, la participación de las mujeres en la sociedad y su destacada actividad laboral) están dadas para que -como asegura Bourdieu- se genere un cambio radical en las categorías de percepción y disposición simbólica en ciertas capas sociales, especialmente de los circuitos urbanos, de ahí que estos datos en su conjunto con las entrevistas nos reflejen -en alguna medida- una tendencia del reacomodo o reconfiguración en las nuevas subjetividades de las jóvenes de la ZMG de Jalisco.

Debemos sin embargo ser cautelosos, pues en esa apropiación no cabe esperar grandes rupturas o cambios de los esquemas tradicionales de la percepción y disposiciones atribuidas al género, al menos de una forma radical ni generalizada, ya que hay otras industrias culturales (como la televisión) que persisten en la reproducción sexista de los roles e ideologías de clase, obstaculizando con ello el desarrollo de una cultura igualitaria, inclusiva y multicultural en nuestro país.

Para finalizar, me parece importante resaltar que, siendo el gusto en parte una disposición cultivada espontáneamente por el entorno familiar y social, habría que repensar la importante tarea que tiene la sociedad en general pero en particular los padres y madres, la escuela y las y los maestros, para fomentar desde temprana edad el gusto por la lectura que es la puerta a la cultura letrada y al mundo simbólico, a la creatividad y a la imaginación. Porque gracias a ese reservorio de bienes simbólicos se conocen otras realidades diversas a la propia y se tolera mejor a los otros y al mundo.

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1Este concepto de Beck, Giddens y Lash (1997) hace referencia de los efectos de la “modernidad reflexiva” sobre los sujetos, los cuales tienen que conformar sus identidades sin los apoyos de los marcos institucionales tradicionales; es decir, de manera abierta, conocer el mundo hoy para los jóvenes significa construir sus propios referentes biográficos, su propia historia de vida.

2Sabemos que la búsqueda permanente por encontrar metodologías afines a los estudios de género ha sido un debate de largo tiempo entre varias investigadoras en este campo (Harding, 1998; Bartra, 1998; Sharim, 1999; Tarrés, 2001); por ello, coincido con Harding cuando afirma que el punto de vista feminista de investigación no estriba tanto en las técnicas sino en la manera de emplear éstas y aproximarse al objeto de estudio. De ahí que las historias de vida, relatos, enfoque biográfico, estudios de caso, etc., resulten técnicas idóneas para el tratamiento metodológico de aproximación a las subjetividades femeninas como lo sugiere esa autora.

3Vale acarar que para efectos de este artículo, solamente retomaré los extractos de aquellos perfiles destacados de lectoras, por lo que quien tenga interés en mayor información sobre los resultados de la encuesta pueden consultar el estudio completo de Villalpando, M.; Briceño, G.; León, M. G.; Elizarrarás, P. (2012). Consumo y cambio cultural en estudiantes de secundaria en Jalisco. Reporte de investigación, SEP/CONACYT, JAL.

4Ver Loredana Sciolla, Identitá, Turín: Rosenberg y Sellier: 7-60. Traducción de Gilberto Giménez, 1983.

5Bourdieu, como sabemos, construye el concepto de habitus para explicar de forma dialéctica la construcción del mundo objetivo (estructuras) y el subjetivo de los individuos, de tal manera que el habitus lo podríamos comprender de manera sintetizada como un sistema de disposiciones, producto de la incorporación de la estructura social a través de la posición ocupada en esa estructura, y que da lugar a estructurar las prácticas y representaciones de los sujetos: “es la estructura estructurante, que organiza las prácticas y la percepción de las prácticas, el habitus es también estructura estructurada; el principio de división en clases lógicas que organiza la percepción del mundo social es a la vez producto de la incorporación de la división de clases sociales” (Bourdieu, 2000: 170).

6Son los jóvenes de secundaria el segmento demográfico que más libros por año lee: mínimo 2 máximo 7 (Villalpando et al., 2012).

7Alrededor de la mitad de los estudiantes con padres de nivel de escolaridad básica reportan tener en casa de 1 a 20 libros, mientras que cerca del 45% de los estudiantes con padres universitarios señalan que cuentan con más de cien libros en su hogar (Villalpando et al., 2012:55).

8Ver Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales, 2010.

9Hay que aclarar no obstante que esta tendencia prevaleció en el cine de Hollywood hasta los años 70 y una parte de los 80, a partir de los cuales se empezó a dar un cambio en la imagen de la mujer que cuestionaba los modelos tradicionales en los cuales se le había encajonado.

10Ver Roxana Morduchowicz (2013). Los adolescentes del siglo XXI. Los consumos culturales en un mundo de pantallas, Argentina, Fondo de Cultura Económica.

11No es que se sostenga que ya no les interesa el tema romántico sino que ya no es el único dentro de las opciones que hoy en día prefieren ver en la pantalla. Ver Rosa María Rodríguez en Femenino fin de siglo. La seducción de la diferencia, 1994.

12Aquí es importante aclarar que si bien esto parece ser cierto en el caso del cine, con la televisión ocurre otra cosa. Las chicas prefieren ver las telenovelas (74.4%) al contrario que los varones (24.6%) y a la inversa los programas deportivos son vistos por los chicos más (66.4%) que por las chicas (26.4%). La lectura crítica de estos porcentajes tan contrastantes entre el cine y la televisión en nuestro país, nos hace pensar que ésta última tiende a reproducir fuertemente ideologías de la clase social hegemónica y modelos sexistas que moldean considerablemente el tipo de consumo y gusto de una clase social que tiene un acceso limitado o nulo a la cultura letrada o capital cultural/escolar. Habría que realizar indagaciones más profundas al respecto para aclarar, qué tanto estos modelos representan a la juventud crítica de nuestro tiempo y si ésta se siente en realidad identificada con ellos.

13Algunos de estos personajes provienen justamente de la nueva literatura de suspenso como la heroína de la saga de Stieg Larsson: Lizbeth Salander que rompe con los esquemas tradicionales y da muestras repetidas de valor y rebeldía ante las circunstancias misóginas que la rodeaban. Por su parte, el director de cine Ridley Scott realizó en el 2011 la película de ciencia ficción “Prometheus”, en la cual la figura central fue el personaje de la arqueóloga Elizabeth Show quien se adentra en el misterio del origen de la humanidad y decide seguir la búsqueda en el cosmos antes que regresar a la tierra. Otra más es el personaje popular del videojuego: Lara Croft Tomb Reider que interpretó en el cine con éxito la actriz Angelina Jolie en 2001.

Recibido: 29 de Marzo de 2013; Aprobado: 29 de Enero de 2015

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