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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 no.40 Guadalajara jul./dic. 2014

 

En la mira

 

Mujeres en Veracruz, una historia social de ayer y hoy

 

Laura Catalina Díaz Robles

 

Fernanda Núñez Becerra y Rosa María Spinoso Archocha (Coords.). Mujeres en Veracruz 3. Fragmentos de una historia. Gobierno del Estado de Veracruz, Veracruz, 2013.

 

Recepción: 16 de octubre de 2013.
Aceptación: 11 de julio de 2014.

 

En esta ocasión voy a reseñar el libro coordinado por Fernanda Núñez y María Spinoso, Mujeres de Veracruz en su tercer volumen, que a diferencia de lo que pasa con las películas, cuyas secuelas y precuelas son generalmente decepcionantes, esta versión que tenemos hecha realidad en papel, es tan buena e interesante, como los volúmenes 1 y 2.

Me ha tocado ver de cerca el trabajo que las coordinadoras han hecho para sacar a la luz estos dos últimos volúmenes y los resultados están al alcance de cualesquier ojos curiosos y mente inquieta que se atreva a penetrar en 12 interesantes artículos, escritos desde distintas disciplinas de las ciencias sociales, con una perspectiva crítica.

Esta vez no hay bloques que reúnan los trabajos en temáticas similares; sin embargo, existen algunas coincidencias en periodos y en que ninguno de los autores victimiza a las mujeres que está analizando, ni siquiera Victoria chenaut quien presenta el caso de una mujer indígena acusada de asesinato, que poco se pudo defender pues no hablaba castellano, además de ser analfabeta y sufrir en carne propia el mal trato de las instituciones estatales. Lo más triste es que eso sucedió en época contemporánea, en 1992 y que aún en nuestros días muchos hombres y mujeres indígenas siguen siendo vulnerables ante la injusticia.

Entre otras constantes, podemos observar que tanto las mujeres principales de Orizaba entre 1750 y 1834, que analiza David Carbajal, como las de esa misma villa pero de una centuria después, según Hubonor Ayala, practicaban la caridad. En el artículo de Adriana Gil también vemos mujeres socorriendo huérfanos y enfermos; sin embargo, poco se han valorado los esfuerzos de estas señoras principales por administrar asilos, hospitales, y raras veces se han considerado profesionales su trabajos como enfermeras, obstetras o maestras, más bien, sus actividades han sido vistas como parte de la extensión de sus roles mujeriles, como cosa "de viejas beatas" parafraseando el texto de Carbajal, y estuvieron excluidas por muchos años de la historia de la medicina, de la educación y de la administración.

A pesar de que sólo María Luisa González trabaja explícitamente a las empresarias y nos habla de viudas que incursionaron en la hotelería, en la industria editorial, en el tráfico y no de estupefacientes, sino de mercancías por el puerto y los caminos, que manejaban créditos y acaparaban propiedades rurales, también vemos que hubo otras que aunque lo fueron no han sido vistas como mujeres de negocios. La química fármaco bióloga que nos presentan Leticia Mora y Ester Hernández, instaló una planta apícola. Las mujeres que relata Elissa Rashkin montaron sus propios estudios de fotografía o se dedicaron a la producción fílmica, y con ello algunas sobrevivieron, otras gozaron de prosperidad económica; todas ellas caben en el mundo empresarial.

Igualmente entre Sara la química fármaco bióloga y la actriz y directora de cine Adela Sequeyro, encontramos mujeres que escribían de una forma que rompía estereotipos. La primera, con un "vigor y fidelidad" que sorprendía a los varones acostumbrados al sentimentalismo y a que muchas escritoras confundieran, decían sus contemporáneos, sus recetarios de cocina con la literatura, y la Sequeyro los dejó estupefactos con su belleza y unos poemas de contenido sexual explícito poco usual. Pero en ambos casos encontramos el mismo desenlace, sus escritos hoy por hoy son poco conocidos, por no decir que están francamente olvidados.

Al contrario de las empresarias, estaban las niñas, señoritas y señoras de que nos habla Adriana Gil. Aquellas que no podían valerse por sí mismas, que eran huérfanas, pobres o ambas cosas a la vez, de tal suerte que su situación las constreñía a la soltería o a un pésimo matrimonio por carecer de dote. A veces encontraban un alma caritativa que se hacía cargo de su educación o que litigaba para ellas una asignación monetaria que les permitiera contraer un matrimonio medianamente conveniente. Sin autonomía económica y legal, podían ir a parar al orfanatorio, a las casas de recogimiento, al manicomio, lugares donde como nos señalan Hubonor Ayala y la misma Adriana Gil, sus cuerpos eran sometidos a una voluntad ajena y a disciplinas a veces extremas. Algunas mujeres que quedaron desamparadas buscaban en la prostitución esa solvencia y autonomía que a algunas viudas daba su poderío económico. Encontramos también esa coerción institucional en el Reglamento de la Escuela de Enseñanza Superior para Niñas de Xalapa, como lo argumenta Mayabel Ranero, pues el apartado relativo a los castigos se llevó más tinta que el de los premios.

Volviendo con Adriana Gil, una hipótesis de su texto, es que así como hubo mujeres que fueron atrapadas por el ejército realista, con pólvora entre sus pertenencias y ellas argumentaron que la usaban como remedio, también hubo veracruzanas que de manera abierta lucharon por la causa independentista, y habrá habido también las que pelearon en el realista.

Tanto en el texto de Elissa Rashkin como en el de Rosa María Spinoso encontramos que las chicas que querían que su trabajo o demandas fueran vistas con seriedad, realizaban un travestismo que incluía el uso de pantalones, boina, cigarro, y pelo a lo garzón, pero en ocasiones este performance era lo que precisamente las ponía en el punto de mira y hacía desconfiar de ellas y sus trabajos incluso a sus congéneres.

Algunos oportunistas políticos de hoy, que se han dado cuenta de que hay un poco más de mujeres que de hombres y que pretenden aprovechar esa mayoría para establecer una diferencia numérica a su favor, escudándose en la cuota de género, nos recuerdan a aquellos liberales que deseaban suprimir por decreto ciertas prácticas religiosas o paganas, calificadas como subdesarrolladas, ejemplo de ello serían los carnavales descritos por Andrew Grant Wood, y que pretendían enviar a las mujeres a la escuela como leemos en Mayabel Ranero, sólo para que ellas continuaran realizando su papel de amas de casa, pero que fueran madres ilustradas que a su vez educaran mejores ciudadanos.

En varios artículos podemos observar ese temor a que al concederles el derecho de voto a la féminas, sus confesores manipularan su "débil inteligencia" y fuera el ala conservadora la que ganara los comicios. Entonces era preferible que en vez de ocupar sus cabecitas con guarismos y ciencia, estudiaran economía doméstica, lo que les sería más práctico en el hogar y así no desearían convertirse en cervelines: "mujeres inteligentes, bien informadas, pero diabólicas, asexuadas, individualistas, sin sentimientos, fantasías ni ternura", de las cuales renegaban algunos varones en la prensa veracruzana de los años veinte, temática que aborda la Dra. Spinoso.

Así como en el texto de Carbajal leemos acerca de mujeres de firmes creencias católicas amotinadas, que derrotaron a un representante de la autoridad civil quien pretendía obstaculizar sus prácticas religiosas, Guy Rozat trata de motines en una comunidad indígena, que se manifestó en contra de un sacerdote que quería obligar a sus habitantes a escuchar misa cuando él lo ordenaba y que continuamente los maltrataba. Con este último ensayo nos percatamos de que no solamente la letra con sangre entra, sino que también la fe de los habitantes de Xicochimalco trató de inculcarse mediante este antipedagógico método.

Hay calidad en todos los trabajos, y al igual que en los volúmenes pasados, podemos encontrar material ameno, pero metodológicamente impecable, accesible tanto al lector común y corriente como al especializado. El papel con que está hecho es muy bueno, tiene ilustraciones muy bellas que rompen la monotonía e incitan a ubicarnos mentalmente en la época de que se trata.

Sus contenidos me permitieron viajar al pasado, conocer datos nuevos, refrendar teorías que yo misma me había planteado antes o había encontrado en otros libros, pero sobre todo me hizo cuestionarme sobre mi propia historia y sobre el presente. Yo fui de las mujeres a quienes sus tutores aleccionaron con insistencia, sobre el poco provecho que tenía que una mujer estudiara, puesto que su razón de ser era el matrimonio y la crianza de chamacos. Qué bueno que no les hice caso.

Cuando leí que una de las habilidades que desarrollaban las escuelas objeto de estudio de Mayabel, eran la elaboración de flores, y con esa y otras asignaturas similares se pretendía formar mano de obra capacitada para los crecientes servicios comerciales, gubernativos y educacionales de entonces, y que con esta instrucción el México independiente pretendía desfanatizar a la sociedad y formar a los nuevos ciudadanos, recordé a mis primas que en plena década de 1960 tomaban clases nocturnas de tejido, peinado, cocina y flores y éstas últimas me parecían tan frías, sosas, feas y ñoñas, qué desde pequeña me preguntaba quién las querría comprar y para qué. ¿De verdad alguna mujer pudo sobrevivir haciendo flores artificiales?

Por otro lado, Fernanda Núñez me hizo reflexionar sobre las prácticas anticonceptivas de hoy, pues es una pena que con tanta información y métodos para evitar la concepción que se conocen en la actualidad, todavía encontremos muchas adolescentes que enfrentan embarazos no deseados, o sufren abortos mal hechos porque no viven en el D. F., ni pueden pagarse un viaje y estancia allá para practicarse uno en condiciones higiénicas.

Con respecto a las formas aprobadas por la Iglesia para evitar la procreación, difiero con la tía enfermera de Fernanda, para ella, hay más hijos del ritmo que de la chingada, yo pienso que por lo menos hoy en día hay más de estos últimos. De verdad, vale la pena disfrutar Mujeres de Veracruz 3, último tomo de esta interesante trilogía.

 

Información sobre la autora

Laura Catalina Díaz Robles. Doctora en ciencias sociales. Actualmente adscrita al DEDUC, División de Estudios de Estado y Sociedad con Perfil PROMEP, Universidad de Guadalajara. Correo electrónico: catdir@yahoo.com.mx.

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