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La ventana. Revista de estudios de género

Print version ISSN 1405-9436

La ventana vol.5 n.39 Guadalajara Jan./Jun. 2014

 

Avances de trabajo

 

Puebla 1961, género y movimiento estudiantil

 

Gloria Arminda Tirado Villegas

 

Doctora en Historia, investigadora de tiempo completo en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I, Perfil PROMEP, pertenece al Cuerpo Académico consolidado de "Estudios Históricos". Correo electrónico gtirado51@yahoo.com.mx

 

Recepción: 2 de marzo de 2013.
Aceptación: 17 de enero de 2014.

 

Resumen

Este ensayo pretende visibilizar la presencia de las universitarias en el movimiento estudiantil de 1961 en la Universidad Autónoma de Puebla, apoyándose en la transversalidad de género, categoría que permite reconstruir las asimetrías entre los géneros y el empoderamiento dentro de este movimiento estudiantil. Este conflicto tan importante en la historia de la universidad duró más de dos años en resolverse; con él la autonomía de la universidad se vuelve real porque logra que sus autoridades sean electas por la comunidad universitaria y no por el gobernador, y que esta institución asuma una educación laica y gratuita. El movimiento estalla en el contexto internacional de la Guerra Fría y enfrenta un conservadurismo local dominado por la derecha y la extrema derecha. Por esta razón la participación de las estudiantes liberales es notable, aunque poco numerosa.

Palabras clave: movimiento estudiantil, género, mujeres, historia de género.

 

Abstract

The present essay aims to visibilize the participation of women in the student movement of the University of Puebla during 1961, using the transversality of gender, category that allows us to reconstruct the asymmetries between genders, as well as the empowerment within the student movement. This important conflict in the history of the university lasted more than two years and brought about real autonomy for the university: it let the university community, instead of the Governor, elect its authorities, and for the university to become secular and free. The movement exploded in the context of the Cold War, and faced an extreme conservatism, dominated by the right and the extreme right. For this reason the involvement of liberal women students is notable, although not numerous.

Keywords: student movement, gender, women, history of gender.

 

Parece indudable que concebir a las mujeres como
actores históricos, con el mismo estatus que los hombres,
nos exige tener una idea de la particularidad y
especificidad de todos los sujetos humanos. Los historiadores
no pueden utilizar un sujeto representativo único
y universal para las diversas poblaciones de una determinada
sociedad o cultura, sin conceder un
grado distinto de importancia a un grupo en detrimento
de otro (Scott, 2008: 45).

 

La reflexión de Joan Scott, que aparece como epígrafe, es válida para lo que se propone este ensayo, porque en los estudios sobre los movimientos y organizaciones estudiantiles prevalecen los varones como participantes, líderes, dirigentes, organizadores, oradores, etcétera, y se piensa que ellos representan a la comunidad estudiantil, comprendidas las mujeres. Sin embargo la transversalidad de género nos lleva a nuevas reflexiones sobre la historiografía del movimiento estudiantil de 1961, y nos permite reconstruir historias no contadas en las que se visualiza a las mujeres universitarias, y al mismo tiempo nos devela las relaciones de género entre sus pares y las formas de resistencia que ellas iniciaron.

En un momento coyuntural, el 17 de abril 1961 estalla un movimiento estudiantil en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), cuyo objetivo de lucha fue institucionalizar una universidad laica y gratuita y lograr la autonomía real de la Universidad. La polarización de los grupos estudiantiles, liberales y conservadores, los llevó a confrontaciones extremas.

Una revisión de lo publicado permite entender nuestro enfoque. Durante muchos años el movimiento estudiantil de 1961 se conoció a través de La manipulación de la fe. Fúas contra carolinos en la universidad poblana (Yáñez, 1996), libro del periodista liberal Alfonso Yáñez Delgado, que con base en algunas de sus vivencias como estudiante de Contaduría en esos años, con documentos de la época y con una consulta hemerográfica sistemática ofreció una versión detallada y amplia sobre las tensiones que se suscitaron ese año. Sobre este conflicto, aunque con otra mirada, se escribieron obras que abordan el papel y las prácticas de la derecha poblana y la violencia anticomunista. En este orden situamos Las santas batallas. El anticomunismo en Puebla (Dávila, 2001) y la producción escrita por militantes y dirigentes estudiantiles de aquella época. Las reflexiones de Alfonso Vélez Pliego en su artículo "La sucesión rectoral, las lecciones de la historia" (Vélez, 1978: 41-90) analizan el significado que el movimiento de 1961 tuvo en la transformación de la Universidad con la Ley Orgánica promulgada en 1963, que rigió la institución hasta 1991. Un libro que abunda en la vida cotidiana, académica y social dentro de la institución es Crónicas de familia: la Universidad y los universitarios poblanos, 1956-1961 (Pérez, 1999), es muy esclarecedor para comprender las tensas relaciones cotidianas y las diferencias económicas y sociales entre los universitarios, así como los espacios lúdicos.

Lo más recientemente publicado, con motivo de la conmemoración de los 50 años de este movimiento, son dos textos: 1961. La reforma universitaria poblana (Pérez, 2013) y El movimiento estudiantil de 1961. En la memoria histórica de la Universidad Autónoma de Puebla (Tirado, 2012). Estas obras pretenden divulgar el movimiento desde la historia institucional y estudiantil.

Aunque la producción historiográfica sobre este movimiento no ha sido abundante (si se compara con la del movimiento estudiantil de 1968), en ella sólo algunas estudiantes aparecen mencionadas participando con los liberales (Yáñez, 1996: 91). Sucede lo mismo con la literatura del 68, por eso coincido con Gabriela Cano y Verena Radkau cuando afirma que a las estudiantes:

Ocasionalmente se les toma en cuenta cuando invaden espacios de varones y en consecuencia se las analiza con los criterios utilizados para éstos. Sin embargo, en general se las recluye en espacios femeninos "privados", y como tales por definición ahistóricos. Aquí está la raíz de la tan evocada "invisibilidad" histórica de las mujeres (Cano y Radkau, 1994, 424).

Lo que interesó para escribir este ensayo fue indagar cómo y por qué participaron ellas, quiénes eran, de qué escuelas, y conocer las redes de sociabilidad que conformaron; el tipo de organización que mantuvieron y los medios de información que sostuvieron. Por fortuna se entrevistó a algunas de las participantes, quienes despejan parte de esa otra historia. En este sentido la fuente principal es su memoria porque no había huellas de ellas en los libros. Coincido con Gabriela Cano y Verena Radkau cuando afirman que en "la conformación de las experiencias narradas en las historias de vida confluyen tanto el género, la posición social y la generación, además de los innumerables factores individuales constitutivos de la personalidad del sujeto" (ibidem: 425). Yo agregaría para este caso la carrera que estudiaban.

Dejemos esas interrogantes por el momento y vayamos al escenario social tomando algunos problemas que se enfrentaban a inicios de la década de los sesenta.

Cuando estalla este movimiento estudiantil habían pasado apenas siete años de haberse otorgado el voto a las mujeres en México. Las estudiantes poblanas permanecían al margen de las organizaciones estudiantiles, a diferencia del movimiento estudiantil de 1968, en el que "además de tomar conciencia del estado de indefensión en que se encontraban socialmente, establecieron contacto con mujeres de otras partes que ya estaban organizándose para pedir para ellas la 'otra mitad del cielo'" (Bartra, 2002: 18). El contexto social en Puebla, de sumo conservadurismo, de intromisión de la derecha dentro de la Universidad Autónoma de Puebla, mostró otra forma de organizarse, de tomar conciencia y posición política en el movimiento.

 

Del carolino a ciudad universitaria: problemas de infraestructura

Dos años antes, en 1959, el licenciado Adolfo López Mateos visitó la Universidad Autónoma de Puebla como candidato del PRI a la Presidencia de la República. Las autoridades universitarias aprovecharon la ocasión para presentarle varias necesidades que de solventarse serían esenciales para desarrollar la Universidad. Sobresalía el problema de atender la demanda estudiantil. Ya un año antes el rector Manuel Santillana, en una conferencia en el Club Rotario, había expresado su muy sentida preocupación por las carencias que había en la Universidad: "los alumnos permanecen en las aulas unos sentados en pupitres, otros en butacas, otros sobre los umbrales de las puertas y los señores profesores tienen grupos hasta de más de cien alumnos" (Márquez, 2006: 9). Las cuestiones de cupo y la petición de que se construyera la Ciudad Universitaria, que hicieron estudiantes de la Federación de Estudiantes Poblanos (FEP), fueron demandas sentidas porque mientras no se resolviera el tema de las instalaciones y la infraestructura, el panorama era poco alentador para la universidad y los estudiantes.

En 1961 casi todas las escuelas universitarias, llamadas facultades, funcionaban en el antiguo edificio Carolino, salvo la de Medicina, que desde 1956 ocupaba instalaciones del Hospital Civil. En marzo de 1960 se coloca la primera piedra para la construcción del edificio de esta escuela frente a las instalaciones de ese hospital, donde funciona desde ese año.

La población estudiantil se había incrementado durante los últimos años y seguiría creciendo. Además, el 26 de enero de 1960, se propuso la creación de los institutos de ingeniería Civil y de Física. Datos pormenorizados por escuela tomados del informe del rector Armando Guerra Fernández confirman un total de 4 008 estudiantes; de ellos 2 040 son alumnos regulares y 1 948 irregulares (no aparecen cifras por género), más un total de 310 alumnos extranjeros, de los cuales 290 eran hombres y 20 mujeres (Guerra, 1959-1960: 112).

Las cifras anteriores refrendaban la necesidad de ampliar la infraestructura para atender a los estudiantes. Aunque esto era prioritario, para muchos estudiantes lo era más que el nombramiento del rector se hiciera internamente porque era designado por el gobernador del Estado. Un Consejo de Honor dirigía la UAP, formado por cuatro profesores. El presidente rector era Armando Guerra Fernández; dos de los integrantes eran Caballeros de Colón y lo completaba la química Marina Sentíes Lavalle, miembro de la organización Hijas de María.

Algunos testimonios afirman que los estudiantes debían asistir a misa semanalmente. La mayoría de catedráticos eran conservadores y algunos de ellos también miembros de los Caballeros de Colón. Los planes y programas de estudio se encontraban anquilosados y muchos jóvenes intentaban realizar cambios sin poder lograrlo.

 

El conflicto estudiantil

Las disputas por la dirección de la Federación Estudiantil Poblana estallan el 5 de abril. Las corrientes estudiantes liberales postulan a Enrique Cabrera Barroso, estudiante de Ingeniería Civil, y las conservadoras a José María Cajica, estudiante de Derecho, quien llega a la presidencia en medio de conflictos. Ni liberales ni conservadores postulan mujeres.

El escenario internacional de la Guerra Fría juega un papel sustancial en el movimiento de 1961. Las corrientes estudiantiles liberales simpatizan con la Revolución cubana, simpatía que aumenta por el intento de invasión de tropas mercenarias y norteamericanas a la isla. Los acontecimientos se conocen por Radio Reloj, Radio Progreso y Radio Caribe (radiodifusoras de Cuba que son escuchadas en equipos de onda corta por los universitarios) y provocan el rechazo de los jóvenes. Por eso el 17 de abril se organiza una manifestación de repudio a la invasión. La reunión y el mitin fueron en el zócalo de la ciudad. En su recorrido la manifestación se detuvo frente al edificio del diario El Sol de Puebla y cuando los jóvenes se retiraban, tanto por las calles 2 Sur como por la 4 Sur, la policía bloqueó a una parte de los manifestantes y los atacó a macanazos. Algunos manifestantes lograron llegar al edificio Carolino, donde se escondieron; otros subieron a las azoteas de las casas e intentaron repeler la agresión. Después aparecieron volantes sin firma con leyendas anticomunistas. "Cristianismo sí, comunismo no" fue la más difundida. Al día siguiente se conoció por la prensa el saldo de la trifulca: 30 heridos, agredidos por la policía.

La simpatía por la Revolución cubana crece; entre los jóvenes estudiantes simpatizantes había guevaristas, masones, comunistas y metodistas. En tanto los opositores se declaran fervientes católicos anticomunistas, algunos eran miembros del Frente Universitario Anticomunista (FUA). Además de la manifestación, de panfletos, declaraciones y algunas reuniones, otras situaciones mostraban que las simpatías por la Revolución cubana podían crecer después de que regresan los primeros universitarios poblanos invitados por el gobierno cubano: Luis Rivera Terrazas, Enrique Cabrera Barroso, Erasmo Pérez Córdoba y Julio Glockner. En los inicios de 1961 Julieta Glockner y Anselma Hernández asistieron después al Encuentro Mujeres de México, Centroamérica y el Caribe. Esas visitas bastaron para que a su regreso, a finales de marzo, fueran acusados de comunistas, de castristas. No sólo los visitantes de Cuba eran acosados y vigilados por la policía, también quienes iban a Rusia o a China, como el doctor Ignacio Hermoso Ruiz, quien después de regresar de una segunda visita a Moscú era visto con recelo (Tirado, 2012: 30-49). Pero desde su visita a Cuba las jóvenes mencionadas regresaron entusiasmadas con nuevas ideas sobre el quehacer de las mujeres y difundían la información de lo que vieron y vivieron en ese congreso.

En este contexto, polarizadas las corrientes estudiantiles en medio de un ambiente anticomunista alentado por el Frente Universitario Anticomunista, y con la consigna "Cristianismo sí, comunismo no", se dan enfrentamientos verbales y físicos. Para evitar problemas, en la noche del 27 de abril el rector Armando Guerra declara que a partir de esa fecha se suspenden las clases en la Universidad hasta nuevo aviso. Mientras tanto los estudiantes liberales se reúnen en las casas de algunos profesores que no dudaron en apoyarlos, como el doctor Manuel Gil Barbosa y el doctor Julio Glockner. Ese mismo día, los alumnos, del Instituto Normal del Estado y los del Instituto Mexicano Madero, se declaran en huelga de apoyo a los estudiantes universitarios liberales, a favor de una educación laica, y expresan que pugnan porque no se implante en las escuelas ninguna ideología ni doctrina. Los conservadores pretenden que se realicen misas dentro del recinto universitario e impedir la libertad de cátedra.

El 1° de mayo un puñado de estudiantes toma el edificio Carolino y por la noche llama a una conferencia de prensa; en sus declaraciones exigen la renuncia del rector. El 2 de mayo el rector Armando Guerra dialoga con el Comité Estudiantil Poblano y promete presentar su renuncia pero no lo cumple, por lo que el 9 de mayo el Comité Estudiantil Poblano nombra como rector de facto al doctor Julio Glockner Lozada. Desde ese momento los estudiantes y profesores que estuvieron de acuerdo se denominaron carolinos.

 

MUJERES EN EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1961

Varias universitarias convencidas de apoyar a los estudiantes liberales, porque los enfrentamientos se recrudecían, tomaron decisiones cruciales en una institución donde las mujeres eran minoría y más aún en carreras consideradas para varones. De inmediato formaron el Comité de Estudiantes Universitarias, presidido por Gloria Oropeza Contreras, estudiante de Química. Como ellas no estaban incorporadas a una organización estudiantil podían actuar independientemente y mostrar su simpatía por el grupo carolino. En ese medio lleno de ataques cotidianos violentos, de enfrentamientos físicos y verbales entre fúas y carolinos, ellas llevaban correspondencia entre los estudiantes que permanecían en el edificio y los profesores y periodistas; elaboraban el periódico estudiantil La verdad y colaboraban en La Sombrilla, otra publicación estudiantil. No se arredraron, hicieron declaraciones públicas, como la del 10 de mayo en El Sol de Puebla, un día después de haber sido nombrado rector Julio Glockner; en ellas se dirigieron a las madres de familia. Su declaración respondía también a la que hizo el día 8 de mayo un pequeño número de aluminas. Su posición es muy clara; la dirigen al señor Manuel Sánchez Pontón, director de La Opinión, diario de la mañana:

Por un diario vespertino de esta ciudad, el día 8 de mayo supimos que un grupo minoritario de alumnas de la universidad (diez alumnas) se nombran representantes del sector femenil de la Universidad, siendo que en realidad no representan a las auténticas Universitarias; nosotras como dignas alumnas de dicha institución apoyamos a nuestros compañeros Universitarios en el noble movimiento que están llevando a cabo y nos solidarizamos con el Comité de Huelga y les brindamos nuestro más decidido apoyo (La Opinión, 1961, mayo 8).

En su comunicado las universitarias apoyan al doctor Julio Glockner, no omiten poner su nombre y firman: presidenta, Cristina Martínez V.; secretaria, Guadalupe Herrera Báez; secretaría de Prensa, Yolanda Valderrama Vergara. Lo anterior confirma su decisión.

Las activas jóvenes estudiaban en diferentes facultades, como Arquitectura, donde se concentraba la fuerza de los fúas. Planearon una manifestación para el 16 de mayo, a la que desde las nueve de la mañana llegaron jóvenes y padres de familia a reunirse en la que después llamaron "Plaza de la Democracia", frente al edificio Carolino. La asistencia fue copiosa. Gloria Oropeza Contreras, Guadalupe Romero, Magdalena Rosales, Karina Vélez, María Luisa Contreras, Cristina González, Gloria Torres, Luz Rosales, Cristina Martínez, Minerva Glockner, Cristina Aguirre y otras más encabezaron la festiva manifestación "de más de tres mil personas" (Yáñez, 1996: 91).

La marcha transcurría con tranquilidad pero en la Plaza de Armas de la ciudad, frente al restaurante Royalty, los manifestantes fueron injuriados a gritos por personas identificadas como fúas, quienes los atacaron. Había una descalificación constante contra los liberales, a quienes acusaban de comunistas, y contra las estudiantes, a quienes les reprochaban mancillar su honor por "juntarse con hombres".

La Opinión, diario de la mañana, tituló la noticia: "Cobarde agresión", y como subtítulo: "Policía local golpeó a muchachas". La nota afirma que "iban más de tres mil estudiantes y entre ellos un centenar de muchachitas, que realizaban una manifestación pacífica por el centro de la ciudad, para demostrar a los necios que no quieren ver, que la totalidad de los universitarios apoyan al doctor Julio Glockner" (La Opinión, 1961, mayo 17).

Dejemos por un momento el desarrollo del movimiento y vayamos a conocer a algunas de sus participantes para saber quiénes eran y cuáles los puntos de su identificación con el movimiento estudiantil. Esta generación la forman mujeres que nacieron a principios o mediados de la década de los cuarenta, testigos de la obtención del derecho al voto para las mujeres, sin que necesariamente ellas votaran. Viven en una ciudad aún pequeña donde son escasos los espacios públicos culturales y deportivos. La construcción de nuevas instalaciones en la ciudad y la remodelación de otras se realizan en 1961 para conmemorar en 1962 el primer centenario de la Batalla del 5 de Mayo, fecha gloriosa para los poblanos, cuando se inauguran nuevos espacios deportivos y culturales.

En un ambiente tradicional, conservador, ¿qué significó para esas jóvenes el movimiento estudiantil de 1961? ¿Cómo se insertaron en él? Sería forzado afirmar algo sobre su incorporación sin conocer sus redes de sociabilidad y su formación académica. En la escuela de Arquitectura, donde se intensificó la confrontación político-ideológica, fue muy valiente la decisión que tomaron algunas jóvenes estudiantes. La entrevista con María Luisa Contreras Contreras evidencia el origen de su decisión: su formación académica intelectual. En la Escuela Secundaria Oficial Venustiano Carranza, donde estudió, daban clases varios catedráticos de la universidad con ideas socialistas o liberales. En esa escuela se formaron varias de las jóvenes participantes. Ahí encontraron a profesores como Carlos M. Ibarra (en 1961 era procurador de Justicia) y al profesor de Literatura Narciso Madrid Galicia, quien las invitaba a cursos en programas culturales y las reunía en el Instituto Mexicano Madero, donde María Luisa estableció contacto y amistad con estudiantes liberales como Raúl, Guillermo y Rodolfo Pacheco Pulido, líderes y oradores en este movimiento.

Para ella el proceso de adaptación al salir de la Escuela Secundaria Venustiano Carranza e ingresar a la preparatoria Benito Juárez de la universidad fue sumamente fácil porque había estudiado en una escuela mixta, donde conoció a otras compañeras que ingresaron a esa preparatoria: Isabel Marín Leal, Yolanda Cantellano, Sara Luengas y Rosario Albarán (estudió Medicina). Desde que ingresó formó parte del orfeón, con el maestro Limón, donde era solista. Sus estudios en el Conservatorio le permitieron afirmar su voz como soprano y tener un lugar privilegiado; fue invitada a otros coros o como solista.

Cuando ingresa a la universidad en 1959 la escuela de Arquitectura tenía pocos años de fundada. A esta carrera asistían jóvenes pudientes y algunos estudiantes de Costa Rica. En este centro fue compañera de María Cristina Valerdi, de Edna Vera Vélez, María Luisa Martínez, Lourdes de Hita, Ana María Bretón, Ángeles Díaz de León, aunque no todas terminaron la carrera. Cuando estalló el movimiento estudiantil, salvo el arquitecto Miguel Pavón Rivero, los profesores apoyaron al rector Armando Guerra.

Desde que inició la huelga, María Luisa acompañaba a su prima Gloria Oropeza Contreras; van a las manifestaciones y organizan a los padres de familia. Participa en una manifestación y recuerda cómo llegaron los policías y dieron de macanazos a los muchachos. En esa ocasión golpearon a Enrique Cabrera y se lo llevaron detenido; los demás corrieron rumbo al Carolino. Un policía estuvo a punto de pegarle a ella pero un chico lo impidió interponiendo un brazo. Va al Carolino y entra con la comisión que se reúne con el representante del gobernador, el licenciado Alfonso Vélez López. Es ella quien lee el documento que habían escrito los miembros del Comité Estudiantil Poblano.1

Hay ataques cotidianos en las declaraciones de los fúas en contra de los comunistas, quienes se encontraban en el edificio Carolino, mientras los estudiantes simpatizantes del FUA tomaban clases en el edificio del Conservatorio de Música del Estado, en la 5 Poniente núm. 139, llamado con sarcasmo "Universidad Portátil" por los estudiantes carolinos.

Las jóvenes se reúnen junto con un grupo de masones, que ya no tenían local para sus trabajos, en las instalaciones de la sección 21 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuyo secretario general, el profesor Carlos Gaspar Navarro, apoyó desde el inicio el movimiento. Ese era su centro de operaciones y a través de un micrófono reiteraban su apoyo al dirigente estudiantil Enrique Cabrera Barroso. Después de que se dictaron órdenes de aprehensión contra los "rojillos", como les llamó el gobernador y la prensa a los carolinos, un primo de María Luisa Contreras les comentó a los padres de ella que el nombre de María Luisa estaba en la lista "roja" de la Policía Judicial. Sus padres le prohibieron asistir a la universidad. Además, como el conflicto continuaba el año estaba perdido; las clases se regularizaron hasta 1962. María Luisa se rezagó en las materias y tardó en titularse como casi todos. Tampoco había maestros, muchos estaban con los fúas y hubo que recurrir a traer profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México y de otras instituciones. Para ella fue crucial apoyar el movimiento en la lucha por la libertad de ideas, de creencias.

No era lo mismo estudiar Arquitectura que Ciencias Químicas, las razones eran académicas, de contexto y políticas. Arquitectura fue una de las escuelas donde se concentraron los fúas; era una carrera cara y la cursaban quienes tenían recursos suficientes para pagar costosos materiales, libros e instrumentos, por lo regular hijos de empresarios. Fue una carrera aprobada en 1953 que inició clases el 8 de febrero de 1954 con un plan de estudios que fue modificado hasta 1958. Aunque se consideraba que sólo debían cursarla hombres, desde el primer año se inscribieron mujeres. En una fotografía aparecen sólo cuatro mujeres rodeadas de 21 varones: Silvia González Blanca, Carmen Carvajal, Yolanda González Blanca y Amalia Espinosa Rojas. De las cuatro, la primera en titularse fue Amalia Espinosa Rojas, el 30 de octubre de 1962 (Vallejo, 2003: 4).

 

Entre lo privado y lo público

Resulta valioso conocer, a través de sus testimonios, lo que las jóvenes estudiantes de esa época han aportado a la propia Universidad, por lo que retomamos las vivencias de Amalia Espinosa Rojas, estudiante de mediados de los años cincuenta en la Universidad de Puebla (Autónoma de Puebla a partir de 1956), y las valoramos como un indicador significativo de esa realidad, contra la cual, por supuesto, deben contrastarse otras versiones. La primera interrogante es cómo decide estudiar una carrera "no propia" para mujeres, en una escuela plenamente masculinizada.

Amalia cursó la preparatoria en la universidad, donde se relaciona con otros y otras estudiantes a través del deporte, lo que le permite situarse en otro nivel. En su entrevista comenta que el baloncesto fue también el pretexto para salir de su casa, y olvidar al menos por unas horas las tareas domésticas. Fue una práctica rebelde contra su madre: "ya no te voy a ayudar, me voy a jugar basquetbol". Fue el tiempo en que comenzó a definirse a través de la construcción juvenil de la cultura; es decir, en sus prácticas culturales (cine, baile, música, deporte, moda, lenguaje) y en los territorios o espacios de sociabilidad (la escuela, el barrio, la cancha deportiva). La práctica deportiva le ayudó a Amalia a encontrar un espacio para interactuar con sus pares; con ellos se identificó, compartió valores y comenzó a puntualizar su identidad. Fue en los entrenamientos donde desarrolló una forma lúdica de socializar y de afectividad. En las competencias aprendió modos de estar junto a otras y formas de organizarse y agregarse (Tirado, 2009: 182).

Para Amalia no fueron fáciles las relaciones con sus compañeros, pero se concentró en ser de las mejores estudiantes. Ingresa a la Escuela de Arquitectura en 1953, de hecho fueron dos las mujeres que ingresaron a la carrera de Arquitectura en su primer año de funcionamiento: Amalia Espinosa Rojas y Yolanda González Blanca, la segunda mantuvo otra posición en el movimiento de 1961, era sumamente católica. El testimonio de Amalia sobre el ambiente en el que se desarrollaba muestra el doble discurso sobre las mujeres:

En una ocasión cuando estábamos al final de la carrera y hablando de lo que íbamos hacer, un maestro expresó lo difícil que sería para todos conseguir el primer cliente. "A quien no le va a costar trabajo es a Amalia porque su papá le tiene guardado el dinero para hacer su casa, su primer cliente va a ser su papá". También nos decían "prófugas del metate"2

Los comentarios misóginos, en ocasiones con mofa y sarcasmo, no evitaron el desarrollo de Amalia; por el contrario, se visualizó como arquitecta y participó en el movimiento estudiantil de 1961 y en el de 1968. Más aún, en 1969 fue profesora fundadora de una nueva preparatoria de la universidad, denominada después Escuela Preparatoria Popular Emiliano Zapata. Sus otras compañeras apoyaron a los fúas.

Vale la pena indagar qué ocurría en Ciencias Químicas, una escuela que siempre se consideró feminizada. Pese a su feminización, en los años cincuenta eran escasas las universitarias que cursaban esta carrera; aparecen registradas ocho. Dora Sofía Collado Pérez fue la segunda química en egresar (Tirado, 2006: 4). De sus recuerdos tomamos como punto convergente con María Luisa Contreras que estudió en la Escuela Secundaria Oficial Venustiano Carranza; una experiencia trascendental porque se trataba de una escuela mixta, con catedráticos universitarios, la mayoría de ideas liberales, lo que definió su posición ideológica.

Dora Sofía muy joven debió romper el techo de cristal para sostenerse ella y a su madre porque su padre las abandonó a su suerte. Por fortuna el trabajo en la botica era considerado femenino. Aprendió mucho preparando recetas y esto le ayudó para que años después fuera de las primeras químicas que trabajaron en el Seguro Social, donde llegó a ser jefa de laboratorio. Cuando estalla el movimiento estudiantil de 1961 Dora Sofía Collado es ya profesora de la carrera de Química; de inmediato se sumó al movimiento y firmó un desplegado de apoyo al doctor Julio Glockner.

Por la entrevista realizada a Dora Sofía Collado conocemos algunas otras formas de difamación que utilizaban los fúas contra las universitarias liberales: "decían que las mujeres para entrar al Carolino debían pisotear a la Virgen de Guadalupe". También sabemos que llamaron a su padre para decirle que Dora Sofía estaba en la lista de los comunistas3. Esto no la amedrentó, por el contrario, continuó dando su apoyo y sobre todo impartiendo sus clases.

Cristina Aguirre y Minerva Glockner, estudiantes de preparatoria, habían crecido en hogares con ideas liberales. Cristina era sobrina de Enrique Aguirre Carrasco, quien no dudó en apoyar al doctor Julio Glockner, y Minerva era hija del polémico médico. En las fotografías del movimiento y en las de la toma de posesión como rector de su padre es la única mujer que aparece junto a él.

Pocas mujeres se definen con los liberales y con valentía enfrentan las críticas. El 9 de junio el periódico estudiantil La verdad publica más de veinte peticiones de los carolinos. En la redacción participan las estudiantes de química Gloria Torres, Guadalupe Rivera, Socorro López, y los estudiantes de Leyes Ezequiel López, Javier Ríos, Manuel Flores y María de Lourdes Díaz Orea, quienes lograron publicar cinco números del periódico durante ese año. Lamentablemente hasta el momento no tenemos un ejemplar de esa publicación; es posible que por temor a que pudiera pasarles algo los destruyeran. Son varias las estudiantes que simpatizaron con el movimiento pese a que la postura del gobernador se fue endureciendo y optó por el encarcelamiento de los líderes estudiantiles. De todos los aprehendidos sólo tres permanecieron en la cárcel poco más de un año: Enrique Cabrera Barroso (Ingeniería), Zito Vera Márquez (Medicina), Arturo Guzmán Vázquez (Ingeniería). Ninguna mujer fue detenida.

 

Represión y desenlace del movimiento

El 14 de junio fue aprehendido en su domicilio Enrique Cabrera, estudiante de Ingeniería Civil. Su encarcelamiento movilizó a muchos estudiantes y profesores que presionaron para que fuera liberado (Tirado, 2012: 101-104). Cabrera salió libre un año después, el 22 de agosto de 1962, tras la lucha de los universitarios por su excarcelación. El procurador general de Justicia del Estado, licenciado Francisco Castro Rayón, dijo que fueron el rector Armando Guerra y el Consejo de Honor los que presentaron formal denuncia contra Enrique Cabrera, por adueñarse ilícitamente del edificio de la Universidad.

La represión prosiguió y el 10 de agosto fue aprehendido el estudiante de Ingeniería Civil Arturo Guzmán Vázquez, de 23 años de edad, quien fue declarado formalmente preso como responsable del asalto a El Sol de Puebla, por daño en propiedad ajena y por incendio. Otros tres detenidos fueron puestos en libertad; se les acusó de robo calificado aunque no hubo pruebas contra ellos. Días después, el 23 de agosto, se aprehendió a Zito Vera Márquez, estudiante de sexto año de Medicina de la UAP, a quien señalaron como uno de los líderes universitarios. La aprehensión de Zito Vera la hicieron agentes secretos de la Jefatura de Policía del Distrito Federal, quienes lo detuvieron en un teatro de la Ciudad de México. Lo trasladaron a Puebla, a la cárcel de San Juan de Dios, y permaneció preso alrededor de un año.

En el transcurso del movimiento los estudiantes liberales recibieron numerosas muestras de solidaridad. El 28 de abril líderes de la Federación Estudiantil Universitaria de México llegaron a la ciudad de Puebla para entrevistarse con el gobernador del Estado y comunicar al Comité Estudiantil Universitario de Puebla su apoyo total al movimiento. Las aprehensiones ordenadas por el gobernador del Estado lograron que la solidaridad de los estudiantes de otras instituciones se materializara en una huelga nacional de normales, que inició el 23 de junio y en una movilización organizada por la Juventud Revolucionaria del PRI.

Para evitar los enfrentamientos entre estudiantes que se daban en distintos lugares de la ciudad, la decisión del gobernador fue más allá: ordenó que el Ejército franqueara la entrada a los edificios universitarios pero sin abandonar sus puestos. Se había establecido que el 11 de septiembre se abrirían las puertas del edificio Carolino y se reanudarían las actividades docentes en la UAP. Este acuerdo fue tomado un día antes, entre el presidente del Consejo de Gobierno de la Universidad y el jefe de la XXV Zona Militar, quienes se habían reunido para precisar las medidas que se pondrían en vigor. Cualquier reunión de más de tres jóvenes en la calle sería disuelta. Por fortuna las jóvenes sí podían transitar y, aunque fueran más de tres, encontrarse en cualquier punto de la ciudad. Su condición de género les permitía pasar desapercibidas, llevar información o reunirse.

Para evitar que continuasen los problemas internos, la UAP abriría cursos el año siguiente bajo nuevos lineamientos, ya que para el día 30 de enero de 1962 debería estar terminada y aprobada una nueva ley orgánica para la máxima casa de estudios.

Profesionistas ligados a la Universidad consideraban que sólo mediante una ley orgánica bien fundada y de acuerdo con el sentimiento general de los estudiantes podría lograrse la consolidación de sus autoridades y que no hubiera más problemas que interrumpieran el curso normal de las actividades (El Sol de Puebla, 1961, septiembre 28). Pero este proyecto no se aprobó y se publicó otro el 25 de julio. El "Comité Coordinador de la Iniciativa Privada de Puebla declaró su profundo desacuerdo, y por conducto de su representante, Abelardo Sánchez, rico comerciante librero, afirmó que la nueva ley orgánica era una copia de las leyes rusas".

Además de la derogación de la ley orgánica y de la reclusión de los líderes universitarios liberales, la fracción conservadora consiguió otro triunfo: el presidente del Consejo, licenciado Arturo Fernández Aguirre, anuló los nombramientos de los coordinadores de escuelas universitarias que había designado y reconoció el de los profesores anteriores al conflicto. Esta medida suscitó nuevamente choques entre los dos grupos y un enfrentamiento el 4 de octubre de 1961. La reanudación de clases fue realidad hasta enero de 1962 pero los problemas no terminaron hasta que se derogó la Ley Orgánica de la Universidad en 1963.

El movimiento concluyó el mes de febrero de 1963 con la elección del doctor Manuel Lara y Parra como rector. La solución a este conflicto se produjo con la promulgación de una ley orgánica para la universidad, en la que, no obstante haber obtenido la autonomía desde 1956, el rector y el Consejo de Honor respondían a decisiones del gobernador del Estado.

 

CONCLUSIONES

La participación de mujeres en el movimiento estudiantil de 1961 se produce en el contexto de una sociedad conservadora, y en una lucha por la universidad pública y laica. El anticomunismo tenía una presencia importante en la prensa y el arzobispo de Puebla, y varios de sus sacerdotes reproducían en sus homilías comentarios adversos y violentos contra los liberales, a quienes aludían como masones o protestantes, aunque para ellos todos eran comunistas. El lema "Comunismo no, cristianismo sí" provocó una polarización de la sociedad.

Enfrentar estos discursos sometía a las mujeres a cierta vulnerabilidad; debían rehacerse una y otra vez porque en un ambiente masculinizado ellas tenían poco impulso en las aulas y vivían una asimetría constante. No obstante, las estudiantes que participaron lo hicieron decididamente, mantuvieron el respeto de sus compañeros y expresaron sus opiniones en La verdad, un órgano periodístico estudiantil. La mayoría de ellas creció en un ambiente contradictorio, liberal en la escuela pero con normas tradicionales y conservadoras en su casa, normas a las que debían apegarse. Su presencia, invisibilizada en la historiografía sobre el movimiento estudiantil, es una línea de investigación que puede seguirse para encontrar dentro de la institución sus aportaciones como docentes; y fuera del espacio institucional su trayectoria profesional, omitida por no ser objeto de este ensayo. La aparente inexistencia de ejemplares del periódico La verdad es indicativa del grado de presión que existió sobre ellas, quienes quemaron o guardaron toda evidencia que pudiera afectarlas cuando empezaron a aprehender a los líderes estudiantiles.

Después del regreso a clases, con nuevos profesores del Politécnico y de la UNAM, que algunos estudiantes invitaron, empezó a formarse gradualmente un ambiente renovador y estimulante para el desarrollo de la ciencia y la investigación, que requerían dejar atrás viejas prácticas culturales, políticas e ideológicas, como las que inducían a los estudiantes a asistir a misa casi semanariamente. Tiempo después una segunda reforma universitaria lograría impulsar cambios en la Universidad Autónoma de Puebla. La experiencia para las jóvenes participantes fue un empoderamiento individual y colectivo, su visibilización en los espacios políticos universitarios motivó su inclusión en las organizaciones estudiantiles y como docentes en las escuelas, incluida la de Arquitectura. Por vez primera habían tomado la voz y representado a los estudiantes en las asambleas y ante las autoridades.

 

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Notas periodísticas

"Cobarde agresión" (1961, mayo 17), La Opinión, diario de la mañana, 1.         [ Links ]

"Bajo nuevos lineamientos funcionará la UAP en 1962. Para el 30 de enero deberá estar aprobada la nueva ley orgánica", (1961, septiembre 28), El Sol de Puebla, 1.         [ Links ]

"Las universitarias hacen importantes declaraciones" (1961, mayo 8), La Opinión, diario de la mañana, 1.         [ Links ]

 

Notas

1 Entrevista realizada por la autora a María Luisa Contreras Contreras el 9 de febrero de 2012.

2 Entrevista realizada por la autora a Amalia Espinosa Rojas, el 7 de mayo de 2005.

3 Entrevista de la autora a Dora Sofía Collado, el 16 de agosto de 2005.

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