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La ventana. Revista de estudios de género

Print version ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 n.38 Guadalajara Jul./Dec. 2013

 

Avances de trabajo

 

Patriarcado y trabajo sexual en el imaginario social de la Costa Rica del siglo XXI

 

Roxana Morales Bonilla*, Rosberly Rojas Campos** e Iris Ramírez Suárez***

 

* Socióloga con especialidad en educación de adultos. Docente e investigadora en la Universidad Estatal a Distancia (UNED). Email: rmorales@uned.ac.cr

** Economista con especialidad en evaluación socioeconómica de proyectos. Docente e investigadora en la Universidad Estatal a Distancia (UNED). Email: rrojas@uned.ac.cr

*** Trabajadora social con especialidad en psicopedagogía. Docente e investigadora en la Universidad Estatal a Distancia (UNED). Email: iramirez@uned.ac.cr

 

Recepción: 22 de agosto de 2012
Aceptación: 1 de mayo de 2013

 

Resumen

Este artículo es el resultado de un trabajo de investigación, que se realizó en la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica, aborda el tema del trabajo sexual y la influencia del patriarcado en el imaginario social, en la ciudad de San José, capital de costa rica, en la primera década del siglo XXI. A partir del análisis de los resultados se concluye que la condición de género y las desigualdades económicas y sociales de la trabajadora sexual, son utilizadas por el sistema patriarcal en su condición de ser objeto sexual y goce para otros.

Palabras clave: trabajo sexual, trabajadora sexual, patriarcado, género, desigualdades.

 

Abstract

This article is the result of a research that was conducted in the Universidad Estatal a Distancia in costa rica. It addresses the issue of sex work and the influence of patriarchy in the social imaginary, in the context of the city of San Jose, capital of Costa Rica, during the first decade of the XXI century. From the analysis of the results it is concluded that the issue of gender and social and economic inequalities of the sex worker are used by the patriarchal system in her status as sex objects and enjoyment for others.

Key words: sexual work, sexual worker, patriarchalism, gender, inequalities.

 

Introducción

"Las relaciones de poder entre el patriarcado y las trabajadoras sexuales en la costa rica del siglo XXI", es una investigación de tipo exploratorio-descriptiva de carácter interdisciplinario que se realizó entre 2008 y 2009 por un equipo de tres investigadoras y un investigador. Una de las investigadoras contaba con formación en economía con Especialidad en Evaluación Socioeconómica de Proyectos, otra era trabajadora social con Especialidad en Psicopedagogía, y la tercera, una socióloga con Especialidad en Educación de Adultos y un biólogo con Especialidad en Sociobiología.

El objetivo del proyecto fue analizar el quehacer y la realidad social del trabajo sexual femenino en el área metropolitana de San José —capital de costa rica—, a partir de la exploración documental y las respuestas de las informantes.

En la costa rica del siglo xxi, nos encontramos en un proceso de construcción de una subjetividad individualista, donde prevalecen las relaciones competitivas y no de colaboración, de apoyo y de solidaridad. En este escenario socioeconómico, el trabajo sexual se desarrolla como un agregado a esa economía de consumo, de satisfacción individual y "prohibida" para una sociedad comercializada, personalista y en donde las mujeres trabajadoras del sexo tratan de ocultarlo por esa cultura patriarcal, porque la sociedad las culpabiliza las hace sentir impropias de un status social digno, pero que a su vez "es un mal necesario".

El debate, en ámbitos académicos y no académicos sobre el trabajo sexual, continúa vigente no sólo por su contenido político e ideológico, sino también porque la vida sexual se practica en sociedad y es una actividad que se ejerce en circunstancias y contextos socioculturales particulares y globales.

Gloria careaga y Salvador cruz (2004) mencionan este fenómeno social en un marco cultural complejo, producto de la institución del patriarcado que le garantiza a los hombres el acceso a servicios sexuales sin mayor compromiso que el pago en dinero, mientras que la sexualidad femenina en general es restringida sólo a la función procreadora. Asimismo, conceptualizan el trabajo sexual estrechamente vinculado con el movimiento internacional de los derechos humanos y enriquecidos por el movimiento internacional de los derechos laborales. Según careaga y cruz un número considerable de trabajadoras sexuales son forzadas a ejercerlo y sometidas a mecanismos de violencia física sexual y psicológica en el comercio sexual.

Maritza Ortiz et al. (1998) analizan el trabajo sexual como institución al servicio del control social que contribuye a justificar la dicotomía y estratificación entre los géneros, controlando al femenino en general mediante la existencia y estigmatización de un sector de las mujeres trabajadoras sexuales que actúan subordinadas dentro de una complejidad de intereses socioeconómicos, políticos y culturales.

En la década de 1990, la crisis económica obligó al país a buscar nuevas alternativas de desarrollo económico, al mismo tiempo que intentaba diversificar las ya existentes. En este contexto, Juan José Marín (2005) explica que el sector turismo fue rápidamente una alternativa económica viable y en conjunto con el turismo ecológico, académico y de recreación, aumentó el turismo sexual y a través de las páginas web con sentido erótico y sexual, el comercio sexual se intensificó y amplió.

A partir de lo anterior en este artículo se analizan las implicaciones que tienen el quehacer y la realidad social de la trabajadora sexual en el imaginario social en un sistema patriarcal. Es un análisis que no concluye con respuestas absolutas, sino con nuevas preguntas, interrogantes y sugerencias de continuidad para esta temática.

 

Metodología

Se escogió el método combinatorio o mixto, dicha combinación puede darse desde diferentes niveles. En Hernández et al. se justifica al mencionar sobre "la mezcla puede ir desde cualificar datos cuantitativos o cuantificar datos cualitativos hasta incorporar ambos enfoques en un mismo estudio" (2006: 54).

La población en estudio fueron 58 mujeres que se dedican al trabajo sexual en el centro de San José, capital de costa rica. Las desigualdades socioeconómicas por la distribución desigual del ingreso y la riqueza en una economía de mercado, marca la situación de estilos o formas de trabajo sexual. En correspondencia con esas desigualdades, existe una variedad de trabajadoras sexuales, desde las más pobres, que se desempeñan en lugares inhóspitos hasta las más refinadas que cuentan con sitios exclusivos para ejercer sus labores, o bien sus clientes las llevan a hoteles de lujo ubicados en la misma ciudad, en playas o incluso fuera del país. Por consiguiente, las tarifas o costo están definidas por el tipo de servicio que se ofrece, así como por sus cualidades físicas, educación, nacionalidad, entre otros.

La población se dividió en tres grupos, a saber:

GRUPO 1: AMBULANTES

Este grupo estuvo constituido por 20 mujeres con edades entre 26 y 81 años y con grado de escolaridad baja (primaria incompleta). De éstas, diez trabajan en los alrededores del mercado Borbón y mercado central, en el centro de la capital. Ellas contactan a sus clientes en la calle y les cobran entre tres y ocho dólares por hora. De esta cantidad deben pagar al dueño del hotel un dólar por visita. Estas mujeres fueron contactadas en "La Sala", un espacio físico conocido por el mismo nombre del proyecto social, que manejan voluntarias dedicadas a este trabajo, en coordinación con el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), institución social del Estado dedicada a brindar apoyo económico a poblaciones de escasos recursos. Este proyecto tiene como finalidad abogar por el cumplimiento, exigibilidad y protección de los derechos de las mujeres trabajadoras sexuales. Las otras diez mujeres en el momento de la investigación no estaban activas y querían cambiar de actividad por lo cual asistían a la Fundación Rahab donde fueron contactadas. Esta organización no gubernamental (ONG) tiene la "misión de facilitar cambios dignificantes en la calidad de vida de las personas y las familias vinculadas al comercio sexual". (2006: 6).

GRUPO 2: DE SALAS DE MASAJES Y HOTELES

Estuvo representado por veinte mujeres con edades entre 18 y 33 años, con escolaridad entre primaria y universitaria incompleta. Ellas ejercían su trabajo en hoteles del centro de la capital, en salas de masajes, o en forma independiente. Sus ingresos oscilaban entre 18 y 72 dólares la hora.

GRUPO 3: VIP

Conformado por dieciocho mujeres con edades entre 19 y 38 años, con escolaridad alta (algunas son profesionales, con estudios universitarios completos o incompletos). Se denominan a sí mismas como vip. El precio que cobran por sus servicios oscila entre 100 y 400 dólares por hora. La mayoría realiza sus encuentros en el hotel El Rey y de allí se desplazan a otros lugares de acuerdo con el gusto del cliente. Otras trabajan en Nigth club, pero como punto de inicio, luego se "independizan", para trabajar sólo para ellas mismas.

Algunas de estas VIP, contactan a sus clientes a través de una página web, la cual es promocionada por una persona que denominada y quien se gana un porcentaje por cliente. Esta persona, ubica a extranjeros que vienen de visita al país y requieren damas de compañía para ir a hoteles de playa. En otras ocasiones, ellas mismas también localizan a los clientes, los contactan a sus teléfonos particulares y celulares y manejan su propia cartera de clientes, algunos son fijos y de alto poder adquisitivo.

Las técnicas de recolección de información que se utilizaron fueron cuestionarios e historias de vida.

Los cuestionarios proporcionaron datos estadísticos sobre la primera relación sexual según trabajadora del sexo, la trabajadora sexual según proyecto de vida diferente, respuesta de la trabajadora sexual a la solicitud del cliente, tipos de violencia presentados en las trabajadoras sexuales según estrato, tipo de horario según atención a la clientela, mujeres entrevistadas por grupo, según su opinión sobre la necesidad social de su actividad; tipos de gasto según ingreso de la trabajadora sexual y personas dependientes de los ingresos de las trabajadoras sexuales.

Las historias de vida permitieron profundizar sobre su quehacer y condiciones de mujeres y trabajadoras sexuales.

En el análisis de la información obtenida se utilizan números para identificar a las informantes con el objetivo de mantenerlas en el anonimato.

 

Discusión

Las siguientes tramas —entendidas como espacios— donde se desenvuelven múltiples posibilidades y aspiraciones se desarrollan a continuación.

TRAMA 1. CONCEPTO DE MUJER Y TRABAJADORA SEXUAL DE SÍ MISMA

Existe la proyección individual y colectiva en la sociedad costarricense y en las relaciones cotidianas, acerca de si apoya o rechaza a la mujer que trabaja el sexo. Es necesario también acercarnos a lo que la trabajadora sexual piensa o menciona con respecto a sí misma y a su trabajo. El investigar estas sensaciones, llevó a reflexionar sobre sus experiencias, deseos, anhelos, expectativas, motivaciones, las percepciones sociales sobre el trabajo sexual y cuál es la exploración de sus ideales propios.

A la pregunta ¿Qué es ser mujer y trabajadora sexual? se encontraron respuestas tales como:

Personas trabajadoras y fuertes. Somos como palmeras, nos doblamos pero no nos caemos, no nos dejamos vencer (Grupo 3, 2008).

Dicen que la mujer debe hacer lo que la sociedad quiere: que sea bonita, bien presentable, con la frente arriba. El hombre dar su personalidad, respetuoso, guapo, ser que lleve la plata a la casa (Grupo 2, 2008).

La mujer es triste, el hombre no, aunque sea prostituto, por ejemplo, el hombre se emborracha y amanece tirado en la calle, pero sigue siendo hombre, no lo lastiman, no es la comidilla del barrio ni de la gente. La mujer no, tiene que ver que hace y vender su cuerpo para pagar sus gastos (Grupo 1, 2008).

Existen inquietudes comunes en el mundo de las mujeres y surgen teorías que tratan de explicar, comprender sobre el quehacer del ser mujer y en ocasiones se fundamentan en reproducir los prejuicios, los estereotipos, que subyacen en las diferencias entre hombres y mujeres.

El discurso hegemónico comúnmente visualiza a las mujeres trabajadoras sexuales como personas que no pueden tener ilusiones, que no son capaces de construirse por sí mismas, porque deben estar sujetas al mundo masculino que las logre sacar de ese ambiente. Este discurso, manifiesta las desigualdades en las estructuras de dominio y jerarquías de poder según los testimonios brindados por las trabajadoras sexuales de los grupos 1, 2 y 3.

La sexualidad gratuita o comercial sigue siendo un medio para someter, subordinar y humillar a las mujeres. De ahí, que un espacio favorito para analizar la lectura sexista que hace la sociedad del cuerpo femenino, sea exactamente el ejercicio del trabajo sexual.

Ortiz etal. (1998) mencionan que muchas de las mujeres trabajadoras sexuales, antes de ejercer ese trabajo, ya habían construido una imagen de sí mismas como seres vinculados con lo sucio, lo malo, lo diferente, asumiendo la culpa por tener experiencias destructivas de uso y abuso por parte de hombres que se suponía debían protegerlas, por ser sus compañeros, sus amigos, en algunos casos de su propia familia. Esto se refleja en la respuesta obtenida a la pregunta ¿Qué es para ellas el trabajo sexual?, ya que del total de 58 trabajadoras sexuales, 48% considera que la actividad que realizan es un trabajo como cualquier otro, sin embargo otro 52% no lo considera un trabajo. Pero, si se analiza el comportamiento por grupo, en el Grupo 2 la mayoría de las entrevistadas califica su actividad como un trabajo, mientras que en el Grupo 3 prevalece el criterio de que no es trabajo, las mujeres de este grupo perciben esta actividad como un quehacer temporal, mientras logran construir un proyecto de vida diferente.

Entre sus vivencias algunas de las trabajadoras sexuales entrevistadas manifestaron comportamientos de angustia, miedos, sumisión:

Cuando sale muy tarde, para no llamar la atención usa pelucas, en total tiene ocho, llama un taxi, a pesar de que tiene carro (Grupo 3, 2008).

Sí es necesario para seguir con la vida, porque si siempre va a estar joven no hay problema. Las que tienen una vida social diferente no es necesaria, pero para ellas como trabajadoras sexuales sí, porque muchas se matarían porque no saben vivir de otra manera (Grupo 1, 2008).

De acuerdo con los testimonios anteriores, esta opción de trabajo no lo consideran un trabajo igual a cualquier otro, por ello sienten miedo, humillación, tratan de ocultarlo, bloquearlo. En algunos casos las informantes se consideran pecadoras por ejercer este trabajo. Quienes ejercen esta labor son reprimidas por la sociedad, lo cual las obliga a actuar silenciadas y oprimidas. La sociedad las juzga, las desecha, sus rasgos como mujeres trabajadoras sexuales son controlados por relaciones de poder y de opresión.

El estigma y la exclusión social es una estrategia de control social que connota una imagen negativa y estereotipada de sí misma, cuya amenaza recae sobre las mujeres, pero que golpea con mayor resonancia en las trabajadoras sexuales, quienes al margen de la forma en que viven su experiencia y de las estrategias que desarrollen para superar los momentos difíciles, les provoca agudos sentimientos de culpabilidad ante problemas complejos de decir o no decir; mentir o no mentir y en cada situación a quién, quiénes, cómo, cuándo y dónde lo dice.

A su vez, se cuestionó sobre cuáles son o fueron las condiciones que les llevaron a tener este estilo de vida y cómo recordaban su primera relación sexual.

En el Grupo 1, como recuerdo de su primera relación sexual predomina la violación, para el grupo 3 es un mal recuerdo, a diferencia del grupo 2 que la toma como un buen recuerdo.

De esta manera, se contribuye a esa estigmatización social reservada a las mujeres que se apartan de la norma del disfrute de la sexualidad, porque en el prisma de su iniciación de la sexualidad, fueron violadas, guardan mal recuerdo y en la imagen que proyecta la mujer que se dedica al trabajo sexual, es de discriminación, exclusión, que expresa crudamente las injusticias y las contradicciones que lo caracteriza. según Fraser (2000) cargan también con el estigma social por el ejercicio de la actividad, con la consecuente desvalorización y la falta de reconocimiento como sujetos sociales y políticos.

TRAMA2. MUJER IMAGEN DEL PATRIARCADO

En el sistema patriarcal, tanto quien manda como quien es dominada o dominado consideran que predomina la asimetría y la desigualdad, la jerarquía, la estructura vertical, el orden, el monopolio del poder y de la violencia, por el patriarca —cabeza de familia— y una clara división de roles masculinos y femeninos.

Gerner concibe el patriarcado desde un sentido amplio:

...la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños y niñas de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general (1990: 72).

Komter hace un recorrido histórico de los esfuerzos hechos por el feminismo para llegar a la afirmación de que el género está caracterizado por el poder. Cita a Hartsock (s. f.) quien intenta establecer una relación entre poder, clase y género. su teoría se basa en

... el poder y la clase pero expandiendo y modificando el análisis marxista, ella propone una teoría que puede enmarcar el género así como también las dimensiones clasistas de las relaciones de dominación. Señala las formas en que Eros y el poder han estado conectados en el mundo contemporáneo occidental y cómo han estructurado relaciones de género. La dimensión erótica del poder ha tomado la forma de oposición y dominación (1991: 86).

Komter argumenta el género relacionado con el poder y asocia la masculinidad con dominación. Por medio de esta relación fusiona la sexualidad, la violencia y la muerte. Además, en su mayoría la vida material de los hombres y las mujeres está estructurada de formas opuestas, siendo la división sexual del trabajo uno de los detonantes visibles.

Un número considerable de las trabajadoras sexuales son forzadas a ese dominio, prevalece la visión masculina como forma de percibir y construir la realidad social y son sometidas a mecanismos de violencia física, sexual y psicológica en el comercio sexual.

En el equipo de investigación inquietaba indagar sobre lo que sienten o quieren sentir estas mujeres, si se representan en otra realidad diferente al trabajo sexual, es por ello que se les formuló la siguiente pregunta: ¿cómo se vería usted, en un proyecto de vida diferente al comercio sexual?:

Con una microempresa exitosa, siendo una persona de respeto, porque como trabajadora sexual la gente no te respeta. No deseo estar en prostitución cuando sea adulta mayor (Grupo 2, 2008).

Trabajando como terapeuta física, ya sea en un hotel o en mi propio negocio, quiero casarme y tener una familia, mi hermana ya tiene casa y hasta carro se compró. Estoy ahorrando para comprarme un carro (Grupo 3, 2008).

Como se puede observar en las respuestas transcritas, ellas se perciben construyendo otros estilos de vida, conquistando autonomía financiera, lo cual hoy es una necesidad.

De aquí a 5 años, 10 años me veo más feliz, porque ese regalito me lo merezco, con el compañero actual que tengo, estoy escribiendo un libro que expone la realidad de la vida que llevamos las trabajadoras sexuales. Deseo estudiar y ser profesional pero no dejar de ayudar a las ts en sus derechos (Grupo 2, 2008).

Terminar de estudiar idiomas y computación, sacar bachillerato y estudiar psicología infantil (Grupo 3, 2008).

El deseo de ellas, gira en torno a una realización profesional no solamente financiera.

Como voy considero que no tengo salida de esta vida. Me veo viviendo en un asilo de locos, o durmiendo en la calle el resto de mi vida, o muerta, asesinada por algún enemigo en la calle (Grupo 1, 2008).

Quiero formar una familia común y corriente; me gustaría casarme. Me veo con buen trato y cariño al niño. Me gustaría cambiar pero no he pensado en qué trabajar, requiero algo en lo que se gane bastante. Estoy consciente de que esto del trabajo sexual se me acabará (Grupo 3, 2008).

Estas últimas respuestas reflejaron el anhelo de establecer una vida familiar, de ser cuidadas, protegidas, deseos de superar la pobreza y la depresión en que se encuentran.

En el cuadro 2 y la figura 2 apreciamos que algunas de ellas quieren cambiar su estilo de vida, se visualizan en otro contexto de vida y de realidad. Las trabajadoras del Grupo 3 en su mayoría son las que proyectan ese cambio al igual que el Grupo 2. Esto podría deberse a que en ambos grupos las trabajadoras sexuales cuentan con estudios universitarios. No obstante la visión del dominio del patriarca jefe-cabeza de familia prevalece, por ejemplo una de ellas respondió que lo que desea a corto plazo es: "tener su propia casa con una pareja que de verdad la quiera" (Grupo 2, 2008).

Las trabajadoras sexuales tienen dificultad para dejar de visualizar a la figura masculina como tomador de decisiones de su cuerpo y de su entorno. Tales conductas son justificadas con mucha frecuencia en los discursos de las trabajadoras sexuales, en defensa de su trabajo. Una de ellas expresó: "Me siento ladrona, porque debo esconderme por todos lados. No siento desprecio por ningún cliente, ellos no tienen la culpa, sólo yo por ser prostituta" (Grupo 1, 2008).

La realidad social donde la trabajadora sexual se desenvuelve y el sistema patriarcal le exige cumplir con una imagen de mujer como símbolo sexual: rendir culto al cuerpo, ser "bella", conservar una imagen juvenil para poder responder a las exigencias del hombre. Pero, paradójicamente lograr esos requisitos conlleva a que estas mujeres tengan sentimientos de culpabilidad, de sumisión, de opresión, lo cual se revela en la última oración de la cita antes descrita.

Dio-Bleichmar plantea que la mujer debe redefinir sus objetivos y modificar sus medios de lucha, porque el hombre no es un enemigo que tiene al lado, los enemigos son los sistemas ideológicos que están presentes en la mente de hombres y mujeres.

La vindicación hostil, el síntoma corporal, la queja y la mutilación del goce deben dejar paso a la apropiación, a la autolegitimación por medio del cuestionamiento de todas las leyes de la cultura que legitimen la diferencia. Cada mujer, en su específico campo de trabajo. Para esto se requiere no engañarse, no mistificar, no renunciar (1998: 146).

Desde la perspectiva de analizar a cuál de los dos sexos se le hace difícil este tipo de trabajo considerando que "...la dominación es un derecho de quien la ostenta y que lo hace, es por el bien de todos" (Gerner, 1990: 80) y cómo el trabajo sexual se percibe en la sociedad costarricense, se planteó la siguiente pregunta: En estos tiempos ¿para quién es más difícil sobrevivir en este trabajo, hombres o mujeres? Las respuestas dadas se organizan a continuación en tres apartados, a saber:

— Lugar de jerarquía según poder patriarcal

Para los hombres es más fácil, porque pocas mujeres buscan sus servicios (Grupo 2, 2008).

Para las mujeres es más difícil sobrevivir en este trabajo porque, no podemos vivir, dormir en cualquier lugar; competimos con muchas mujeres; los hijos tenemos que criarlos nosotras (Grupo 1, 2008).

— Sobre la sexualidad: conductas que son legitimadas socialmente como apropiadas para hombres y para mujeres Opino que no es lo mismo que un hombre y una mujer hagan este trabajo, porque la mujer tiene formas para lubricar y para engañar, porque podemos fingir orgasmos, amor, para atender al cliente (Grupo 3, 2008).

— Identidad de género: en su subjetividad de cómo se ven a ellas mismas, en lucha simbólica contra el estigma y la negatividad dando origen a nuevas aspiraciones y nuevos símbolos.

Para la mujer es más fácil trabajar en el sexo, ella se puede meter en cualquier lugar, el hombre tiene que ir a pararse en la bíblica lugar físico en san José señalado para homosexuales— (Grupo 1, 2008).

Frente a la interrogante: ¿Qué hace usted cuando le piden algo que usted no quiere hacer? Las respuestas demuestran que no todas están dispuestas sólo a "obedecer" (cuadro 3, figura 3).

Ante la pregunta, ¿Hay violencia en el trabajo sexual? Los resultados revelan cómo a la mujer se le mira en las rutinas del servicio para otros, ya sea para el marido, la familia, los hijos e hijas, con un cuerpo fuerte para resistir los embarazos, los abortos, las enfermedades, pero, al mismo tiempo débil para defenderse de las agresiones, de los abusos.

La mayoría de las trabajadoras sexuales entrevistadas (34) respondieron que sí han experimentado violencia física mientras realizan su trabajo. En los Grupos 1 y 3 (cuadro 4) es donde se manifiesta mayor cantidad de respuestas positivas a la pregunta planteada. En el caso del Grupo 1 puede suponerse que el ambiente que frecuentan, —la zona roja— contribuye a esta situación ya que ésta es conocida como una zona violenta y visitada por personas con problemas de alcoholismo y drogadicción, entre otros.

En el Grupo 2 dicen que no, ya que tienen un lugar fijo de trabajo —salas de masaje, hoteles— lugares en los cuales se les brinda mayor protección. Las de alto nivel, o sea las vip, manifiestan que son golpeadas, empujadas y pellizcadas. Una explicación que dan a esta situación es el hecho de pasar más tiempo con el cliente ya que frecuentemente sus servicios se dan durante todo un fin de semana, además el estatus de "cliente fijo" le otorga poder y dominio en el ejercicio de la violencia.

Según lo ya analizado se observa que las mujeres trabajadoras sexuales se asumen como víctimas y pecadoras. Es necesario que comprendan que no son malas. Esto puede lograrse si ellas reflexionan sobre su condición y se organizan para defender sus derechos sociales e individuales, incluyendo el derecho al reconocimiento de su trabajo, lo cual la puede conducir a redefinir los términos simbólicos del género ya que al asumir y reclamar sus derechos, elaboran rupturas en la concepción tradicional del género y por consiguiente en la concepción represiva de la sexualidad femenina.

TRAMA 3. EXCLUSIÓN O INCLUSIÓN EN LA SOCIEDAD COSTARRICENSE

Cabe preguntarse lo que Butler cuando cuestiona si "... puede la visibilidad de la identidad constituir una estrategia política suficiente o puede ser sólo el punto de partida de una intervención estratégica que exija un cambio de política" (2001: 75). También resultaría significativo cuestionarse por las potencialidades y limitaciones de afirmar una identidad a partir de significados y sentidos que no sólo son hegemónicos, sino que en la mayoría de los casos son estigmatizados.

Por tanto, son dimensiones difícilmente compatibles con el discurso de la aceptación e inclusión de la trabajadora sexual en entornos públicos y sociales abiertos. Dichas desventajas les impiden tener la movilidad social, dentro de la estructura patriarcal, que les permitiría participar en las esferas públicas de toma de decisiones, por sus derechos colectivos e individuales.

¿Cuáles serán los motivos, los aspectos que logren explicar las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres o de dominio en los hombres? Corsi lo explica en estos términos,

Si consideramos el macrosistema, podemos decir que estos hombres han incorporado, en su proceso de socialización genérica, un conjunto de valores, creencias, actitudes que, en su configuración más estereotipada, delimitan la denominada mística masculina: restricción emocional, modelos de control, poder y competencia, obsesión por los logros y el éxito, entre otros (1997: 98).

El hombre en la necesidad de mantener ese equilibrio, ejerce un permanente autocontrol evitando exteriorizar sentimientos de dolor, tristeza, placer, amor, para mantener su identidad masculina. Corsi analiza sobre el dominio que ejercen los hombres mencionando comportamientos masculinos.

En ellos, las hazañas sexuales y las conquistas amorosas, más que con la realización afectiva tienen que ver con un sentimiento de triunfo sobre la mujer. Pero ganar implica obtener una gratificación a expensas de un otro que pierde. Es por eso que, si la autoestima de estos hombres se sustenta en su capacidad de conquista y de dominio sexual, la contrapartida requerida es la sumisión de la mujer; para lograrla o mantenerla, a menudo ellos recurren incluso a la violencia física. En el contexto de una relación así definida, para el hombre el sexo se transforma en un medio para descargar tensiones. El placer se resume en la eyaculación, y la estimulación sexual depende de poder sentirse dominantes y ganadores (ibid.: 98-99).

Los comportamientos masculinos señalados por el autor, se manifiestan en las justificaciones dadas por las trabajadoras sexuales entrevistadas y no cabe duda de que estas mujeres reprimen su sexualidad para complacer al otro. No hay disfrute, goce para ella, se refuerzan los valores tradicionales de la mujer —objeto, pues representa un comportamiento más en la constitución identitaria de la trabajadora sexual y de la opresión hacia la mujer en general, al reprimir o disimular su sexualidad. Idea básica de la cultura que estructura la estigmatización simbólica de las trabajadoras sexuales y el control sexual de las mujeres.

Bourdieu señala que las mujeres son forzadas a preservar ese valor simbólico para mantenerse atadas a ese ideal masculino:

... explicar el hecho de que las mujeres, en la mayoría de las sociedades conocidas, están consignadas a posiciones sociales inferiores, es necesario tomar en cuenta la asimetría de estatus adscrito a cada género en la economía de los intercambios simbólicos. Mientras que los varones son los sujetos de las estrategias matrimoniales a través de las cuales trabajan para mantener o aumentar su capital simbólico, las mujeres son siempre tratadas como objetos de dichos intercambios, en los que circulan como símbolos adecuados para establecer alianzas. Así, investidas de una función simbólica, las mujeres son forzadas continuamente a trabajar para preservar su valor simbólico, ajustándose, amoldándose al ideal masculino de virtud femenina, definida como castidad y candor, y dotándose de todos los atributos corporales y cosméticos capaces de aumentar su valor físico y su atractivo (1997: 56).

El poder simbólico no puede ejecutarse sin la contribución de quienes someten y contribuyen a reproducirlo, aunque no necesariamente como un acto consciente, deliberado y libre. El fundamento de la violencia simbólica no radica en las conciencias engañadas sino en las estructuras de dominación. En muchas mujeres, la autoestima es frágil, débil. A la pregunta, ¿Siente que las personas la ignoran como trabajadora sexual? ellas respondieron,

Las empleadas de la farmacia de aquí a la par, saben lo que es este negocio y cuando voy se muestran odiosas (Grupo 2, 2008).

No la humillan, pues los que saben son sus amigos y son gringos (Grupo 3, 2008).

Si la ignoran, ella se encierra en una burbuja de aire, se siente lo peor, sucia, siente que anda un rótulo (Grupo 1, 2008).

Son respuestas donde se demuestra la exclusión en el imaginario costarricense. La autoestima, autovaloración, son guías para ir rompiendo la enajenación que por siglos las mujeres han cargado e ir desarrollando autonomía. La autoestima de las mujeres se sostiene en la estima de los otros y acaba siendo una reacción a la estima de los otros o las otras.

Otro componente considerado en la investigación, fue el horario de atención al cliente. En el cuadro 5, se indica en porcentaje mayoritario el horario de trabajo de la trabajadora sexual es diurno y vespertino, especialmente las del Grupo 2 y 3, porque tratan de ocultar o disimular su actividad económica e informan en la familia que están trabajando en otras labores como los centros de llamadas (Call Center), restaurantes o supermercados.

En el caso del Grupo 3, sí se nota un porcentaje mayoritario en el rubro nocturno, la explicación sería que ellas tienen un horario libre pues su trabajo es independiente. Es evidente la exclusión social a través de la invisibilización de su trabajo.

Y, no es que no existan en público sino que existen de un modo que las limita al ocultamiento, ya que el reconocimiento del trabajo sexual como actividad es "criminalizado" por sectores sociales altamente tradicionales y hace complejas las formas o estilos de visibilización de la mujer trabajadora sexual.

En los diferentes grupos asignados con respecto al horario las trabajadoras sexuales manifestaron:

Su horario es de viernes, sábado y domingo de 12.00 pm a 8.00 pm, la administración les pide ese horario (Grupo 1, 2008).

Según el día, llego entre las 10 am y las 12 medio día y me quedo hasta las 8.00 pm o 9.00 pm. Después de las 7.00 pm vienen muy pocos, pero hay que cumplir horario por la patrona (Grupo 2, 2008).

Su trabajo lo ejecuta a cualquier hora, va a los hoteles o a las casas de los clientes. Para su familia ella sale a eventos de su trabajo. Durante el día y en la noche trabaja, pero sólo cuando la llaman (Grupo 3, 2008).

En el contexto de esta investigación, es relevante analizar si las mismas trabajadoras sexuales consideran necesario o no su trabajo en esta sociedad, con este propósito se les cuestionó, ¿Es este un trabajo necesario para la sociedad?

Las trabajadoras sexuales mayoritariamente consideran el trabajo sexual como una actividad necesaria y útil para la sociedad (cuadro 6); es más, para algunas excede a lo sexual para convertirse en "psicóloga o psiquiatra".

En el Grupo 1, lo justifican para la satisfacción sexual de los hombres y así socialmente, se evitan los abusos sexuales y violaciones a las mujeres y la niñez. Para el Grupo 2, visualizan que la actividad es una buena opción para obtener ingresos y permite a los hombres escapar de la rutina: "En el hombre sí lo es, además si no existiera habría más abusos a menores. También ofrece una opción económica a la mujer sin estudios" (Grupo 2, 2008).

Las del Grupo 3 opinan que existe demanda importante de sus servicios porque los hombres, por naturaleza, necesitan variedad de mujeres:

Sin esto algunas mujeres no podríamos vivir con las comodidades que vivimos nosotras y los matrimonios durarían menos, porque sin esta opción, los hombres no aguantarían tanto tiempo casados con la misma mujer (Grupo 3, 2008).

Creo que sí, porque si nosotras no existiéramos, los hombres no tendrían un psicólogo con el cual compartir sus problemas de casa (Grupo 3, 2008).

Las manifestaciones ideológicas y hegemónicas dominantes acerca de lo que es el trabajo sexual, encubren una realidad social, como mecanismo de explicación del poder patriarcal sobre el ser mujer como objeto de placer, y se enseña lo que se considera apropiado para cada sexo; por ejemplo la dicotomía hombre —calle/mujer— casa y el cómo se reproduce en el ambiente sexista.

Dicha dicotomía se justifica porque ese es el papel que a la mujer se le asigna desde lo patriarcal y a su vez son estrategias que propician el olvido del ser humano, de la persona.

TRAMA 4. ¿QUIÉN ESTÁ EN EL CENTRO DE LA VIDA DE LAS MUJERES TRABAJADORAS SEXUALES?

La identidad femenina se reafirma a través de los valores tradicionales hegemónicos con base en esa imagen de mujer dependiente y se construye el ideal de mujer a partir de los vínculos con el hombre, con la familia, con el grupo social.

Mackinnon aporta al concepto de desigualdad social y lo define como una cuestión "intencionalmente discriminatoria". Según ella, existe una estrategia clara para mantener ese poder social que desde luego favorece a los hombres, estructurando esos espacios, a partir de ".Primero se estructura la realidad social de forma desigual y luego se exige que el derecho a alterarla se base en la falta de distinción en las situaciones; primero estructura la percepción de forma que diferente, sea igual a inferior" (1989: 423).

En esa dinámica, la distribución del dinero es otro signo de dependencia, desigualdad, donde en este caso la trabajadora sexual permanentemente está en desventaja, porque ¿quién o quiénes dependen de la trabajadora sexual?, ¿quién o quiénes deciden sobre su dinero?

Para ello, se formuló la siguiente pregunta: ¿En qué se gasta la mayoría del dinero que gana aquí?:

Le manda dinero a su mamá, el pago del kínder para su hija, paga alquiler de casa, gastos fijos, buena ropa y zapatos, lentes, pelucas de todos colores, el carro. Depende de ella su hija y su mamá, lo que pueda darle (Grupo 3, 2008).

Con pasión, menciona: Si la sociedad diera oportunidad de trabajo a las familias de escasos recursos, en educación, trabajo, por eso los extranjeros se aprovechan de esto para explotarlas; ellas se cansan de esa vida, pero hay que hacerlo por la comida, por sus hijos (Grupo 1, 2008).

Es notorio de acuerdo con las respuestas emitidas por las trabajadoras sexuales, que el dinero obtenido por ellas está destinado hacia la familia, los hijos, las hijas, los otros, las otras. Nuevamente esa construcción identitaria, donde es la mujer la que obtiene el dinero para entregarlo a las y los demás, no lo disfruta para ella misma sin ser juzgada por la misma familia o la sociedad.

Lagarde reflexiona esa simbiosis dinero-utilidad, explicando que las mujeres en su mayoría cuando generan dinero, lo destinan para las otras personas y cuando lo hacen para sí mismas ya tiene una connotación estereotipada, porque,

El dinero generado por nosotras tiene dueño de antemano y todavía es una percepción generalizada en las mujeres, que cuando usamos dinero para bienes personales no justificados, estamos robando un dinero que no nos pertenece. Cuando usamos el dinero para cosas suntuarias —y para las mujeres todas son suntuarias— estamos robando. Todas son suntuarias: la salud, el descanso, el cafecito, la ropa, la comida, todo es suntuario porque nosotras tenemos que vivir en la precariedad. Nuestra relación con el dinero sigue siendo patriarcal. Las mujeres todavía no hemos aprendido a disfrutar con legitimidad el dinero (1997: 39-40).

Existen representaciones firmes desde el patriarcado donde hay que develarlas sin vacilación, sin temores. Continuando con Lagarde ella examina que en el centro de la vida de las mujeres,

...desde afuera, desde el mundo externo es la de ser perfecta. El mandato es que lo hagamos muy bien, que sumemos dos, tres, cuatro jornadas y además realicemos trabajo voluntario para la causa. La constitución de la identidad de las mujeres implica a otros en relación de dominio, ¿Quién está en el centro de la vida de las mujeres? Están los otros: la familia, la madre, la vecina, el jefe, el padre, la colega, la causa, la Patria. Lo que queda desplazado del centro es el yo. Se nos construye para colocarnos en una posición periférica (ibid.: 96).

Está la posibilidad de la imagen de trabajadora sexual autónoma cuando es ella misma la que decide sobre la tarifa o, el destino que le dé a su dinero; tal vez llegue a tener una independencia económica, pero, por las diversas desigualdades y discriminaciones ya discutidas y aspectos y vivencias presentes en los resultados de esta investigación (cuadros 7 y 8), se evidencia en algunas de las mujeres entrevistadas un proceso de autonomía lejana.

Ahora, ¿es posible que logren romper esas barreras dominantes y excluyentes para un entendimiento y comprensión de dichas relaciones? "...Por definición las mujeres que ejercen la prostitución no son autónomas. Por definición son cuerpo objeto para el placer de otros. Su cuerpo subjetivo, su persona está cosificada y no hay un yo en el centro... Aún, cuando pueden ser independientes económicamente y hasta mantener hijos, maridos, amantes" (ibid.: 55).

Los resultados retratan a mujeres, madres solas y sin ayuda para criar a sus hijos e hijas; mujeres con dificultades de conciliar su vida laboral con la familiar; mujeres que necesitan completar sus ingresos para atender sus necesidades propias y las de su familia y en algunos casos la familia extensiva; mujeres sin formación ni experiencia laboral suficiente para acceder a trabajos de mayor calidad; mujeres con edad avanzada y que van envejeciendo; mujeres en condición migratoria ilegal. Pero también mujeres que comparten un conjunto de saberes y prácticas sobre sus cuerpos, el sexo, la calle, la noche, el dinero, las relaciones de pareja, lo aprendido en sus historias de vida.

 

Conclusiones

— La desigualdad en las relaciones de poder es el motor de las relaciones abusivas. De acuerdo con los resultados de esta investigación, para la sociedad patriarcal es justificable que la trabajadora sexual sea una mujer que provoque, que exista sólo para satisfacer a otros, porque así se le atribuye su papel y además la sociedad se "salva" de tomar responsabilidad ante esta población.

— El imaginario social construido por mitos, ideologías, creencias, religiones, pensamientos, ideas, expectativas, se fundamenta en una oscura red de relaciones sobre la que se nutren los discursos y las prácticas sociales, construyendo representaciones de las mujeres-trabajadoras sexuales, que reflejan una cultura llena de exclusiones y de indiferencias, ya que son visualizadas llenas de culpas, de sentimientos y de desamparo. No obstante también se evidencian mujeres-trabajadoras sexuales con esperanzas y metas.

— En Costa Rica existen instituciones públicas como el Instituto Nacional de la Mujer (inamü) y el Ministerio de Salud que trabajan en áreas como la salud, la educación y la condición legal de las mujeres trabajadoras sexuales con el fin de mejorar su calidad de vida; sin embargo los resultados no se visualizan en la población sujeto de estudio. Aunque algunas cuentan con estudios avanzados en diferentes campos, deben continuar laborando como trabajadoras sexuales porque requieren esos ingresos para atender su prioridad: la familia.

— Los resultados que se obtuvieron en la investigación, demuestran que las trabajadoras del sexo entrevistadas no están organizadas como gremio, como grupo social de pertenencia, sin embargo, desde la perspectiva de los derechos humanos, ellas tienen la decisión de trabajar en condiciones dignas como a su vez denunciar el abuso, la opresión o la explotación sexual a que pueden ser sometidas. Los derechos implican el reconocimiento de la ciudadanía, fortaleciendo la autonomía y neutralizando la discriminación y las desigualdades.

— El trabajo sexual no es sólo una actividad; es una institución social que expresa el ordenamiento social jerarquizado en las relaciones desiguales y discriminatorias porque los hombres no son estigmatizados por su actividad sexual y tiene que ver en el uso del propio cuerpo, no así las mujeres lo cual se evidencia en los testimonios dados por ellas en la investigación. La mercantilización de la actividad sexual es posible comprenderla para ocultar o invisibilizar las relaciones de poder que dan forma al modelo dominante de lo que es la sexualidad. De esa forma, honra o mancilla ciertas expresiones según sean hombres o mujeres.

— En múltiples investigaciones es notorio encontrar razones por las cuales las mujeres se prostituyen. En su mayoría las razones parecieran ser de tipo económico o social, pero no se mencionan las causas o razones que llevan a los clientes a buscar la prostitución, pareciera que hay un interés en invisibilizar al hombre que demanda los servicios de las trabajadoras sexuales y sólo visibilizar a ellas, lo cual conlleva a la estigmatización de esa población, trayendo consigo dificultades para que ellas puedan rehacer sus vidas, razón por la cual sueñan con casarse, encontrar marido con perfil de "gringo", que las cuide y con mucho dinero. Otras viven atemorizadas temiendo que sus hijos, hijas, familia, amistades, se enteren de su actividad y cuando logran encontrar otro tipo de actividad económica tienen mucha dificultad para reconocer su pasado. De esta manera las únicas pecadoras, las únicas malas son ellas, y ¿qué pasa con ellos?, pues si no hubiera interesados en los servicios de las trabajadoras sexuales no habría comercio ni explotación sexual.

Investigar sobre el cliente, sus relaciones, intereses o motivos para demandar el servicio sexual, sería visualizar otra investigación importante porque daría espacios en el análisis del cliente y el trabajo sexual, su relación y aceptación pública con una trabajadora sexual, sobre todo por considerarse una población de no fácil acceso.

— El quehacer cotidiano entre mujeres nos dice que debemos entender y confrontar las tendencias, las manifestaciones que reflejen el dominio masculino —el patriarcado— en nuestra realidad y práctica profesional o no profesional. Es conocer y reconocer nuestra identidad, nuestra posición histórica y socioeconómica, es confirmar nuestra experiencia, nuestros valores en la cultura femenina, pero que también sea comprensible en la cultura de lo masculino.

— La trabajadora sexual es relevante que reciba apoyo profesional en procesos de desarrollo de autoestima, para reapropiarse en el mundo patriarcal, porque no es tan sólo lo que los hombres piensen, actúen, signifiquen o resignifiquen sus comportamientos patriarcales, sino también en los signos y símbolos presentes en la ideología dominante, en la mente de hombres y mujeres que hay que cambiar y transformar dicha opresión hacia la expresión de relaciones de equidad, sentimientos, emociones, apoyo, compañerismo y solidaridad.

— Asimismo, la sociedad caracteriza la identidad de las personas por su actividad sexual, porque a las mujeres se les asigna de manera diferente en comparación con los hombres con quienes tienen relaciones sexuales ya sean lucrativas o no, pues también es sancionada socialmente la mujer que se empareja con muchos hombres y, no cobra por el servicio.

— Sin apartar que las mujeres tengan relaciones sexuales por amor o pasión, la doble moral legitimada por las prácticas socioculturales vigentes, no las valora como búsqueda de placer individual, a menos que sean certificadas por el amor o, por el matrimonio. La actividad sexual de las mujeres está totalmente estigmatizada y discriminada: las mujeres modestas o recatadas se entregan por amor; las putas o las otras se entregan por placer o por el dinero.

— Los cuestionamientos y preguntas sobre poder, desigualdad y discriminación que sufren las mujeres, debe ser un ejercicio constante y no tiene que ver sólo con espacios o contextos específicos. Por esta razón, tiene sentido tratar de comprender el entramado de lo que ocurre en las relaciones "sociosexuales", construidas entre hombres y mujeres en un sistema patriarcal e histórico.

— El historiador Juan José Marín (2005) indica que cuando se trata de imponer un control social de la sexualidad se generan prácticas meretricias particulares que responden a los patrones sociales, culturales, económicos y políticos de la sociedad. Las sociedades crean sus propios ideales de masculinidad y femineidad según sus necesidades, utilizando al fenómeno de la prostitución a manera de medio para imponer los roles sexuales deseados. Tal imposición suele suceder sutilmente a través de una ideología dominante en las representaciones, estigmas, valores, que sobre esta población la sociedad y cultura van estableciendo y cómo determinan esos comportamientos esperados en la trabajadora sexual.

Ahora, con respecto a esas representaciones ¿en qué consisten?, ¿qué contienen? Éstas se organizan en una red compleja de relaciones de poder, discriminación, desigualdades, sobre las que se sostienen las prácticas sexuales de estas mujeres, donde se incorporan ideales, referentes con respecto de sí mismas y lo que el contexto social le va moldeando o imponiendo.

Facio y Camacho describen la prostitución como un "reflejo de la negación que los patrones culturales hacen de nuestra sexualidad" (1993: 68). La sexualidad gratuita o comercial sigue siendo un medio para someter, clasificar y humillar a las mujeres. De ahí, que un lugar privilegiado para analizar la lectura sexista que hace la sociedad del cuerpo femenino, sea precisamente el trabajo sexual. Las mujeres deben ser rescatadas de los contextos de prostitución, porque esta actividad nunca puede ser elegida libremente. Siguiendo esta idea, la prostitución es siempre, y en cualquier caso, una actividad impuesta, forzada.

 

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