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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.37 Guadalajara ene./jun. 2013

 

En la mira

 

Los personajes femeninos en La bomba de San José de Ana García Bergua

 

Adriana Sáenz Valadez*

 

Ana García Bergua. La bomba de San José. México, ERA y Difusión Cultural de la UNAM, 2012, 339 pp.

 

* Doctora en humanidades. Profesora- investigadora en la Facultad de Filosofía en la Universidad Michoacana de San Nicolàs de Hidalgo. Perfil PROMEP y SNI, nivel I. Correo electrónico: asvaladez@gmail.com

 

Recepción: 14 de noviembre de 2012
Aceptación: 5 de febrero de 2013

 

Este libro es una representación de la nostalgia, los discursos intertextuales, las representaciones de la vida de los integrantes de las familias de clase media, entre ellas, las transformaciones de las mujeres de este sector en la ciudad de México.

Es un libro que puede ser leído desde muchos enfoques, donde se puede priorizar a los personajes, la memoria, la narración y/o el contexto que funge como personaje. A través de la lectura reaparece la vieja colonia Hipódromo Condesa —como en aquellos años se le llamaba—, ahora simplemente "La Condesa"; las prometedoras y entusiastas escuelas activas donde nos habíamos liberado del uniforme, del acartonamiento del bien peinado y de la falta de juego, escuelas, donde éramos libres, vitales y ruidosos, pero felices de disfrutar el nuevo esquema pedagógico.

En la novela, la memoria juega un papel fundamental. Los cruces entre los recuerdos del lector y las evocaciones de la narradora trenzan un discurso que se transforma en una historia que parece un guión cinematográfico. A partir de estos recursos, la lectura nos va envolviendo; la narración se convierte en una especie de película escrita, donde entre los recuerdos y las descripciones, devienen los personajes, las historias y la ciudad, dejando expectante e inquieto al lector.

En el transcurrir de los capítulos, de los intertextos y paratextos, el lector deja de serlo y se convierte en un narratario ideal, que se proyecta, camina y deviene por la ciudad de México. Así, el guión cinematográfico —que es uno de los leitmotiv de la obra y texto que supuestamente están escribiendo dos personajes, Hugo y la Rana, para salvar la vida y el enamoramiento platónico de la artista de cine bastante venida a menos—, es también el formato narrativo que nos lleva de escena en escena.

La bomba de San José es un libro que nos provoca muchos acercamientos y análisis temáticos. En él encontramos a la ciudad de México en los años 60; lo sabemos por los elementos extratextuales que están descritos en el texto, entre otros la recién construida cafetería del museo de Antropología. Durante esos años, y en el transcurrir de los taxis "cocodrilos", el tranvía y no el metro, encontramos una metrópoli que funge a manera de retrato intertextual con los escritores de la llamada "Generación de medio siglo", entre muchos otros, con El libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens. Nuevamente la ciudad de México, sus colonias, sus muchas ciudades contenidas en una, los clubes nocturnos, los bares donde coinciden cineastas, Carlos Monsiváis, "Monsi", las modelos, las artistas y la admirada y estupefacta clase media que adora a estos personajes y, en las pequeñas escenas que les permiten estos contactos con las figuras icónicas, hacen construcciones de sus vidas, de sus deseos y de sus anhelos y, a manera de fantasmas, deambulan entre los pequeños momentos de intercambio social y los muchos tiempos de sueños con los primeros.

Otras construcciones narrativas que están presentes y pueden ser analizadas desde diferentes enfoques metodológicos son el despertar "tardío" de la igualdad entre los sexos, la comprensión del divorcio como fenómeno natural, donde el amor se acaba y no como el devenir fatídico que acaba con la existencia femenina. Otro tema desde el aspecto femenino es el ingreso de la mujer al ámbito laboral. Desde esta representación se da pie a la discusión de la concepción del trabajo femenino fuera de casa; en ello se reconsidera y recataloga este concepto; se le saca de la etiqueta del mal, "la infame consecuencia del divorcio".

La política "a la mexicana" es un tema que también atraviesa a manera de leitmotiv el texto. La ironía se presenta y marca su decodificación al estilo de las series estadounidenses, donde siempre triunfa el bien. Vemos cómo, a pesar de los atascones de los jeeps en el lodo, de las influencias, de la desinformación y el desánimo, de las señoras que venden quesadillas aprovechando el espectáculo que provoca la persecución y desenlace, todo y todos salen bien librados y en el transcurrir de los movimientos astrales las vidas se reacomodan.

Ente la ironía y el retrato bucólico del hacer de los personajes se cuestiona la doble moral "a la mexicana", tanto en el ámbito familiar, laboral, político y moral. Así se presentan los mecenas, la envidia entre las mujeres, la despreocupación de la clase media, los "condechi", por el devenir político y moral.

Entre menciones a la Guerra Civil Española y la lucha por liberar a España del franquismo, leemos a Corín Tellado, a la moral de las nuevas familias de clase media, al despertar de una nueva generación que se asumió entre devenires y a la carrera, como los nuevos seres modernos. Así, entre estas ilusiones se describe el mundo rural (Tonalato) y la relampagueante ciudad de México donde, como toda concepción moderna, el futuro es posible.

Si hacemos una lectura desde el pulso de la autobiografía, aunque sé que no es el hilo conductor de la trama, están a manera de estrellas del firmamento ciertos indicios que permiten conocer la vida vivida, la evocada y la narrada de la autora. En este telar de encuentros descubrimos otros elementos: reminiscencias de la Licenciatura en letras francesas y de escenografía teatral. Al igual que en su texto anterior, Edificio, muchos elementos escénicos están presentes. En este sentido, la ciudad es parte de la arquitectura de la antropología humana. No son dos cuerpos separados, se vive en la sala y se festeja en el café; se duerme en el hotel y se permanece despierto en la cama; se usurpa el dormitorio de la patrona y se seduce al esposo de la amiga y se refugia en el departamento de la envidiada aliada, todo como parte de una trama narrada y de otra evocada, en aquella novela que uno de los personajes escribe.

Me parece importante mencionar que los temas expuestos son fundamentales en el texto, pero deseo poner énfasis en aquel que también es uno de los leitmotiv: las transformaciones de los personajes femeninos. Maite, la tía Clotilde y Lucila cambian, dialogan, desean, son mujeres con cuerpo y se reconocen, en el transcurrir como tal, a pesar de las tímidas menciones que hacen de él. En el devenir del cambio, el recurso narratológico que nos permite seguirlas es el diálogo interior. En ocasiones a partir de las enunciaciones propias, en otras desde la mención de la amiga se modifican. Al inicio son las perfectas representantes del prototipo de las madresposas, obedientes mujeres patriarcales de clase media. Cumplen los anhelos ajenos y se invisibilizan hasta el grado de amar a la amante del marido. En este actuar, son percibidas, y ellas así lo viven, como madres del hijo(s) e incluso a nivel simbólico del cónyuge.

En el devenir se transforman. A partir del cuestionamiento, y forzadas por el transcurrir del tiempo a modificar sus decisiones y las de los maridos, se convierten en parte por el cambio social y en mucho por la reflexión personal, en mujeres distintas. Un poco a la fuerza y un poco en el anhelo de otros horizontes, asumen sus vidas y en ello se encuentran dueñas de sus sustentos, de sus deseos, de sus anhelos y, de manera muy incipiente, de sus cuerpos.

Es importante destacar, en cuanto a los personajes femeninos, a la culpa como otro hilo temático. Sorprende la transformación femenina a partir de este mecanismo del poder y la negación masculina ante dicho mecanismo. Hugo, el marido que llevó a la actriz de cine a vivir a su casa y que, persiguiendo los rastros de su aroma arriesgó el sustento familiar, su vida y la del amigo, en esta mímesis cultural no siente culpa. Incluso ya hacia el final somos invitados a la repetición del acto del niño que desea desear, que, insatisfecho, busca en la adrenalina de la conquista la satisfacción, el amor, el reconocimiento y el deseo de ser el "superhombre".

Maite inicia culpable, miedosa de sus descubrimientos y deseos. Sometida en el deber ser, se cuestiona su aparente insumisión. Hacia el final, la culpa está presente como memoria y recurso de comprensión de sí misma, pero en este momento ya es un personaje, asumido en el sí misma como otro (Ricoeur, 2006), que mediante la memoria es capaz de resignificar, sentir y sentirse distinta. El miedo que permanece se reconstruye y en esta ocasión es más un filtro, un elemento a considerar, pero no el mecanismo que la lleva a la toma de decisiones.

Selma, la aparente mujer venida a menos, la señora "llaverito", resplandece en el rol de mujer objeto. Conocedora del poder del cuerpo, incluso más viejo y ligeramente pasado de peso, utiliza el dominio que le otorga el ejercicio perfecto de su prototipo del ser mujer. Reaparece el día de su boda del brazo de otro incauto, o ¿cauto caballero?, en otro país, pero con la misma sonrisa de victoria. Después de lo vivido, una pareja estable, un hombre con dinero, un país nuevo y los viejos admiradores parecen ser el camino a seguir. Así, sin culpas, se asume mujer-cuerpo y se posiciona en el trono de la reina. Ahora transfigurada se asume como la perfecta construcción de la mujer objeto, que revierte al poder y lo pone a comer de su mano.

Entre madres reales y simbólicas, policías con charola y deseos de encamar a la chica que les atrae, el divorcio de Hugo y Matilde, la persecución odisíaca de Selma Bordiú, la actriz, pasada de peso y de años, pero que convierte lo ordinario en fantástico, lo común en anhelo, lo simple en icónico. Entre mujeres que parecen sólo dueñas de una vida de repetición, que terminan enamoradas de la libertad, de la ilusión y de un poco de participación política y de esperanza. Con mujeres que se atreven a preguntarse entre secretos si han vivido la "llegada" orgásmica. Hombres que se descubren sumamente enamorados y deseantes de la vida conyugal, el secuestro de los actores y escritores de la película-deseo-berrinche del rico, familiar de la mujer más poderosa —si es que eso se puede delimitar— pero que en la práctica no lo es tanto, que siempre sí importa su apellido... Entre todos estos leitmotiv encontramos una novela muy bien narrada, que nos sienta en la butaca del cine y nos muestra la transformación de una sociedad que cambió de urbana a rural, de fidelidad al enamoramiento, de la sumisión al descubrimiento de la libertad, con todas sus aristas, finales, aventuras y frustraciones, elementos que necesariamente contiene la vida, ésa que sí vivimos.

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