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La ventana. Revista de estudios de género

versão impressa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.34 Guadalajara Jul./Dez. 2011

 

Avances de trabajo

 

Mujeres cotificadas. Etnografía en los fraccionamientos "catrines" de la Guadalajara metropolitana

 

Manuela Camus Bergareche

 

Recepción: 27 de agosto de 2011
Aceptación: 24 de octubre de 2011

 

Resumen

En estas páginas presento un trabajo etnográfico sobre la vida en los condominios cerrados de clase media alta y alta en la ciudad de Guadalajara. Estos espacios son nuevas formas de habitar la ciudad que reflejan otras relaciones sociales, laborales, culturales... Se privilegian aquí las voces de mujeres jefas de hogar, para ver cómo cobra sentido en ellas esta lógica espacial y cuáles serían los modelos de ser mujer que se están poniendo en juego. Y, con ello, cuáles son las transformaciones y experiencias sociales que se pueden estar dando de fondo, algo que identifico como procesos de neoestamentalización.

Palabras clave: Mujeres, cotos, estilo de vida, cambio social, distinción.

 

Abstract

In these pages I present ethnographic research on the life in the gated communities of middle-upper and upper class of metropolitan Guadalajara. These spaces represent new ways of inhabiting the city, and reflect changing social, labor, and cultural relations. Favoring the housewives' voices, this paper aims to describe how this spatial logic is given a meaning, which models of being a woman are brought into play, and which are the transformations and social experiences taking place in the background, which I identify as processes of neostamentalization.

Key words: Women, gated communities, lifestyle, social change, distinction.

 

La investigación social en México ha tendido a centrarse en las problemáticas y urgencias de los sectores más vulnerables, mientras que las élites se esfuman del escenario. Esta estancia en las sombras es una situación que prefieren y defienden como parte de su "privacidad" y de sus privilegios. Las nuevas formas de habitar la ciudad en condominios cerrados que han irrumpido especialmente desde la década de 1990, caracterizando el crecimiento urbano de ciudades como Guadalajara y tantas otras en todo el mundo, han abierto las puertas para indagar a estos colectivos "fantasmas".

La instauración del recelo y el miedo social como condición de época justifica el vivir en fraccionamientos o condominios cerrados con muro perimetral, caseta de entrada con pluma y con agentes de seguridad privada que controla entradas y salidas (o más bien qué carro puede o no pasar, reveladora cosificación del "sistema"). Guadalajara tiene acuñada su propia palabra para estos espacios residenciales: "coto". La misma resulta muy significativa, procedente del latín cautus, defendido, acentúa el sentido de exclusividad. En España la palabra está vinculada a las reservas de terrenos de caza de acceso limitado muchas veces cercadas. La emulación o deseo de imitación de estilos de vida considerados como superiores se refleja también en la pomposidad de los nombres de reminiscencias monárquicas o de alcurnias criollas, terratenientes o católicas otorgados a estos emprendimientos privados.

Los sectores de "dinero" son los que inician —con el acompañamiento de las compañías inmobiliarias— este tipo de asentamiento que, siguiendo el estilo de los suburbios burgueses de Estados Unidos, anhelan una calidad de vida asociada al aislamiento social y el "contacto con la naturaleza"; superar la añoranza de "cualquier tiempo pasado fue mejor" y la infancia disfrutada en "la calle abierta"; un sentido de comunidad-homogeneidad entre la gente como uno que se relaciona con la necesidad de certeza ante el "desorden general": producido tanto por la heterogeneidad social como por la desorganización administrativa metropolitana; y, por supuesto, la "seguridad" sobre sus patrimonios y personas. Duhau y Giglia (2008) se preguntan sobre las intenciones de estos habitantes de cotos, les da la impresión de que intentan vivir en un "como si"... no existiera contaminación, casas precarias, bullicio, es decir, en un como si no vivieran en la ciudad; si ello fuera así "tendríamos un tipo de experiencia urbana basada en un reconfortante imaginario antiurbano" (ibidem: 397). Estas aspiraciones se generalizarán y extenderán social-mente y como oferta y modelo residencial.

El coto cerrado introduce, frente a la residencia unifamiliar en calle abierta tradicional forma del asentamiento urbano tapatío burgués, la novedad del régimen de condominio. Los vecinos —que suelen tener que compartir servicios comunes— deben autorganizarse administrativamente y crear sus propios reglamentos y normas de convivencia y establecer pagos y cuotas, más altos cuanto más y mejores servicios incorporen. Con la seguridad como justificación producen otras formas de construir comunidad, ejercer ciudadanía y apropiarse del territorio, el vivir en el coto se norma por "reglas distintas a la ciudad tradicional" (Cabrales, 2002: 12).

Los cotos llaman la atención porque explicitan de forma contundente problemáticas sustantivas respecto al futuro de una sociedad compleja, desigual y violenta. Son parte de otras tantas dimensiones que nos hacen preguntarnos sobre fragmentación-segregación espacial; polarización y desigualdad social; crecimiento insostenible y desplanificado de las urbes y cuestionamiento sobre la gobernabilidad urbana; privatización de los espacios públicos y generación de ciudadanías patrimonialistas y procesos de neoestamentalización; triunfo del mercado y del gasto suntuario; seguridad y comunidad intramuros versus libertad; impacto injusto sobre la trama urbana... una diversidad de planteamientos que han motivado una larga y fundamental bibliografía producida por urbanistas, arquitectos, geógrafos, sociólogos.1 Las visiones que nos ofrecen de estos desarrollos desde afuera resultan algo tremendistas y estereotipadas: si son remedos del way of life estadounidense del suburbio o espacios de simulación; si ciudadanías antiurbanas y elitistas como burbujas alejándose del resto de la sociedad y fomentando la ciudad cerrada para unos pocos frente a la ciudad abierta y democrática.

Para Ickx, trabajando sobre el caso de Guadalajara, los fraccionamientos privatizados se interpretan como la victoria del capitalismo liberal, la abolición de la intervención estatal, la segregación voluntaria del poder adquisitivo y la pérdida de la vida pública de las ciudades; pero además son parte de una "transformación sociocultural más profunda" (2002: 118). Mi planteamiento iría por este lado. Una de las hipótesis de partida de la investigación era la suposición de que ante el fracaso del Estado de bienestar y de las utopías sociales de igualdad y ciudadanía para todos se dan otras formas de organización de la heterogeneidad social. Se podría pensar que los sectores de élite y los aspirantes encontrarían en los cotos una forma "natural" de reproducir su deseada "distinción" y su estilo de vida que quisieran despegado, cómodo, ajeno al resto social, entre el consumo y la sociabilidad con su sello propio.2 Por eso, quieren estar cerca de la ciudad pero separados. Acompañando esto, rescato las voces de las mujeres que han escogido este tipo de espacios para vivir y desarrollar su socialización y ver "de adentro hacia fuera", entendiendo los cotos como un fenómeno más del contexto y lógicas actuales donde todos somos partícipes de levantar muros —por supuesto que unos con más responsabilidades que otros—. El hacerlo a través de mujeres supone sesgos y limitaciones en cuanto a un tratamiento "de género". Y es así porque al tratarse de una investigación preliminar resultó más fácil hablar con ellas y me ofrecieron su confianza en un mundo de recelo respecto a la investigación. Me interesa seguir su camino hacia otras formas de ser mujer, algo que se expresaba en sus palabras y aspiraciones y que se convirtió en eje de estas reflexiones. Lo que estaría viendo a través de las mujeres de ciertos cotos de élite (que no son los más exclusivos) de Guadalajara son las transformaciones que están reflejando y cómo se está dando el encuentro social en estos escenarios.

 

El Espacio Cotificado

El área metropolitana de Guadalajara puede caracterizarse de forma muy esquemática como una ciudad extendida y horizontal, segregada históricamente en un oriente y un poniente cuya frontera simbólica se marcaba por el río, actualmente la Calzada Independencia (Walton, 1978). En la mítica, la parte privilegiada era un bosque urbano, agradable y de grandes vías y, hasta hace poco, Patricia Arias se refería en términos económicos a una ciudad de vocación comercial y a "la gran ciudad de la pequeña industria" (1985). Estos rasgos se han visto modificados y ya no aplican a la Guadalajara metropolitana y sus excesos.

Desde un punto de vista social Guadalajara incorpora unos sectores de distinción con resabios de un ethos porfiriano, perdurando una sociedad estamental encabezada por una burguesía neocolonial que sigue imponiendo sus lógicas, conductas y aspiraciones. A nivel urbano esta clase se retrató a principios del siglo pasado en las "nuevas" colonias residenciales que rompían con el patrón urbano colonial como la Americana, la Moderna o la Seattle; y con ensanches como la colonia Providencia y las ciudades jardín Las Fuentes y Chapalita —ésta para 1943—; desde finales de los años 1960 y en los 1970 aparecen espacios crecientemente fortificados como Colinas de San Javier o San Miguel de la Colina, así como los primeros cotos campestres: como Santa Anita Club de Golf o San Isidro (véase Ickx, 2002). Desde entonces, la expansión de urbanizaciones se dio por el municipio de Zapopan a costa de sus terrenos maiceros, y la nueva frontera clasista-racial se desplazó al poniente y a "Las Américas".

Cabrales y Canosa se refieren a la 'dorsal blindada' (2002: 114) y describen cómo:

Las pautas de localización de los núcleos [urbanizaciones de lujo] insisten en el modelo de segregación impuesto en Guadalajara. El municipio de Zapopan, la periferia poniente del área metropolitana, es el asiento mayoritario de estas urbanizaciones que han recibido allí, además, todo el apoyo institucional necesario. En su emplazamiento consiguen la máxima accesibilidad al situarse sobre los ejes de acceso a la ciudad y en el borde del anillo periférico que la circunda, junto a las mejores condiciones ambientales: la proximidad del Bosque de La Primavera y el parque de Los Colomos. Son tres los ejes de desarrollo privilegiados, al norte, la carretera a Saltillo y Zacatecas; al noreste, en torno a la Avenida Patria y el anillo Periférico; y al sureste siguiendo la carretera a Morelia e invadiendo el municipio de Tlajomulco (Cabrales y Canosa, 2002: 104-106).

Estos mismos autores describen cómo el marco legal ha sido indeterminado y permisible y cómo las inmobiliarias han vadeado y eludido posibles interferencias de la administración pública para garantizarse la exclusividad del recinto.

A los cotos hay que matizarlos porque se distinguen entre sí e impactan sobre diferentes sectores sociales. Esto es algo que expresa el arquitecto Pierre Pick:

Todos los lugares son direccionados, así funciona, cada coto tiene un estatus marcadísimo. Tú sabes en qué lugar estás, cuántas casas son, de qué tamaño. La gente de abolengo de Guadalajara no se fue a vivir a Valle Real, porque cuando se hizo Valle Real ya estaba Colinas de San Javier, ya estaban los lugares wow y Valle Real salió como algo del otro lado del Periférico, que entonces era chafa y la gente de ese nivel no se mezcla con los de abajo. Se hicieron otros cotos adonde sí se fue gente de más tradición de Guadalajara. [En Valle Real] son nuevos ricos en general.

Siguiendo este ejercicio de clasificación, los nuevos ricos más adinerados se ubican en Puerta de Hierro; cotos más "familiares" son los de Altamira o la Seattle; sectores de profesiones liberales y corte más "bohemio" buscan espacio en los "campestres" de Rancho Contento, Santa Anita, El Palomar, Las Cañadas o Pinar de la Venta; muchos tienen sus "clases" internas; y hay otros más especializados en torno al eje hípico o al más glamoroso campo de golf como en El Cielo o en El Río —ambos en terrenos vecinos a la reserva del Bosque de La Primavera—.

 

Valle Real, la ciudadela Catrina y Parque Regency, la vecindad elegante

Los dos modelos de los cotos que referiré son un Valle Real de élite y el Parque Regency para una clase media alta; ambos inician en torno a 1987-1988 y se pueden considerar pioneros y paradigmáticos.3 El fraccionamiento Valle Real se encuentra en el noroeste de la zona metropolitana de Guadalajara, municipio de Zapopan. Es un extenso espacio amurallado de 200 ha que a fines de los años 1980 se entendía alejado de la ciudad vivida y conocida, pero que ahora es parte de la misma y cuenta con servicios de todo tipo, siempre extramuros. Esta "comunidad residencial" espaciosa y cuidada se dirigió a adineradas y jóvenes familias nucleares (son el 83%).4 La publicidad de las inmobiliarias repite como salmodia el tópico de la "felicidad" que van a encontrar en los cotos estas familias ortodoxas (pareja con dos hijos), explotando la idea de la comunidad frente al desorden y heterogeneidad social externa. Luego se urbanizó por etapas buscando diferentes sectores sociales de sectores medios altos y altos para cubrir la enorme lotificación, lo que supuso la superposición de diversos proyectos. Su cartografía es como un collage que integra distintas tipologías de terrenos y casas, llegando a conformarse cotos en su interior con su propia lógica arquitectónica y su propia seguridad; en este sentido Valle Real es un coto de cotos. Tiene una Asociación de Colonos para la gestión de una ciudadela de casi 2 000 familias, cuenta con un reconocido club que recibe asociados externos, pozo propio, sistema de separación y recolección de basura, alta tecnología en sistemas de seguridad... servicios que requieren un extenso personal que se identifica con sus gafetes y uniformes.

El proyecto de Parque Regency es un conjunto de cotos autónomos pero iguales en su concepción (York, Bristol, Essex...) localizados en Avenida Naciones Unidas, cada uno con sus entradas idénticas —lo que provoca una sensación de uniformidad inexpugnable—, donde cada una introduce a unas 70 viviendas dispuestas en rotonda. La promotora Guadalmex S. A. planificó 1 095 lotes en 31 ha, con lotes de unos 250 m2 (Cabrales y Canosa, 2002). Cuentan con espacios-servicios comunes ubicados discretamente en una de las esquinas del fondo: casa club, una pequeña alberca y pista de tenis. También en un inicio su ubicación era vista como lejana, y actualmente se pueden considerar plenamente insertos en la dinámica urbana. La diferencia clave entre ambos es la disposición de espacio para la construcción y para el espacio compartido. Los tamaños de los lotes varían, en el primero son de entre 1 000 a 300 m2 y cada casa es independiente; los del segundo tienen en torno a los 250-300 m2 y se comparten los muros, quedando un conjunto mucho más abigarrado, el impacto exuberante del verde de Valle Real queda aquí ausente.5

 

Las mujeres cotificadas

Tratando de indagar las diferencias internas entre la población que reside en los cotos busqué desarrollar los análisis por separado.6 Obviamente las diferencias son económicas y ello se traduce en niveles de vida y de hábitat que, aunque hacia fuera puedan parecer intrascendentes —son sectores de clase media alta en uno y alta en el otro—, no lo es respecto a sus representaciones, realidades y posibilidades.

El perfil de estas mujeres es relativamente homogéneo. Tienen entre 40 y 50 años, son jefas de familias nucleares de dos o tres hijos cuyas edades rondan entre el inicio de la adolescencia y la entrada a la universidad y a la autonomía. Aunque se puedan dar distintas procedencias geográficas, la mayoría son de Guadalajara y Jalisco, algunas son michoacanas, colimenses, toluqueñas, del d. f.; todas comparten una plataforma ideológico cultural común, un papel asumido como madresposas y la significativa impronta de la formación y la militancia católica tan asociada a la "tapatiedad" y, de hecho, son mujeres con muchos años de asentamiento e inserción en esta sociedad.7

Así, la línea de actividades relacionadas con la Iglesia católica en diferentes variantes se mantiene muy activa en todas estas mujeres y sus familias. Son participaciones en obras sociales, pero también en catequesis, charlas matrimoniales, retiros espirituales. Es muy común testimonios como el de esta mujer de Parque Regency:

Pertenecimos a un grupo del movimiento familiar católico que organiza reuniones cada quince días con parejas y estudias temas por el diálogo, los hijos en la adolescencia, y llega a hacerse el grupo tan padre que luego tenemos muchísimos amigos. Dejamos de pertenecer porque los hijos empezaron con otras necesidades y por estar aquí más al pendiente. Ahorita damos pláticas prematrimoniales para decirles que no se casen si no están seguros.

Esto se suma a la fuerza de ritos religiosos familiares como bautizos, bodas, funerales, y siempre la misa de los domingos, que son parte cotidiana de la vida tapatía y que en estos sectores parecen mantenerse incólumes.

Las mujeres jaliscienses han podido salir a la arena pública gracias al rol que la Iglesia les otorga como intermediarias cultural-civilizatorias hacia los desfavorecidos. Dentro del statusquo funcionalista de la sociedad jerárquica colonial, para que la misma se mantenga, bien las mujeres como servidoras y/o los hombres como mecenas, tienen este papel que les otorga prestigio social. Es un trabajo social, caridad o acciones cristianas en los campos de nutrición, educación, salud y otras actividades relacionadas con la humanización e integración de los desheredados.

 

Las mujeres gestoras del hogar

Las mujeres entrevistadas que describen sus ianidades influidas por la vivencia de un espacio residencial cerrado confiesan depender en extremo del automóvil. Todo movimiento de los miembros del hogar hacia fuera del espacio cercado debe realizarse en coche. Esto se contradice con su ethos antiurbano y su alabanza a la naturaleza y que se hace más patente en el caso de condominios extensos y "bucólicos", como el de Valle Real; en su interior las familias pueden desarrollar la "vida natural" y caminar, correr, hacer footing o transportarse en bicicleta. El momento más intenso de su utilización se relaciona con el ciclo familiar, tener hijos menores de edad obliga que ellas se conviertan en "mujeres taxistas" o "mujeres chofer" y vivan entre el espacio residencial y el espacio del vehículo, haciendo de este último un segundo hogar que acondicionan para pasar el tiempo con entretenimientos y comodidad.

Esta dependencia naturalizada convierte al automóvil en un fetiche y un símbolo por excelencia de esta vida. Ellas se autodenominan "señoras de camioneta". Por supuesto que todas manejan (algunas de mayor nivel económico tienen chofer) y son autónomas en este sentido de movilidad, lo que las ha dado una libertad que antes las mujeres no gozaban. Además, lo hacen en un tipo de automóviles grandes y apantalladores, muy recientes en el ámbito urbano. Estos modelos, que en su inicio eran de doble tracción, diseñados para el trabajo en el ámbito rural, ahora aportan "elegancia", "seguridad", cierta prepotencia por su altura y tamaño y un diseño para el confort —ese "vivir en el coche"—. Su gran capacidad espacial es útil para choferear a los hijos y para poder trasladar las enormes cantidades de productos que se adquieren al por mayor en los grandes centros abarroteros como Costco o Sam's.

Recordemos que a la par de los cotos han crecido los centros comerciales, complementarios a este estilo de vida. Estas poblaciones resuelven su consumo en estas instalaciones que agrupan distintos servicios y productos, conociendo en detalle sus características y especializaciones. Los supermercados se les acomoda más que los tianguis o mercados, son espacios previsibles donde el comprar es más controlado y donde además se reduce el contacto social. En la cartografía urbana de estos sectores el Centro Histórico está ausente porque no les oferta ya mayor cosa, acuden al mismo más como turistas de su propia ciudad que como usuarios ciudadanos.

El crecimiento de los hijos pasa también por su movilidad autónoma, ya que el transporte público no es una opción contemplada por estos sectores y en algunos cotos es hasta rechazada la idea de un paso cercano del camión porque se entiende que atrae y acerca "la ciudad" —otras personas, ruidos, humos, comercios— a la deseada tranquilidad del coto. Parece que la familia tiene que aumentar el parque automovilístico, y estos necesarios bienes han puesto de manifiesto las limitaciones del diseño del espacio de los cotos, incluso en los más amplios y espaciosos son el causal de la mayoría de los conflictos entre vecinos.

Ligado al anterior otro síndrome característico es el de la planificación rigurosa de las tareas de día a día. Todos los movimientos de salida, desde escuelas y actividades extraescolares de los hijos, gestiones administrativas, salidas de ocio y shopping, de compras de alimentación y abarrotes, de visitas diversas... suponen un gran esfuerzo y gastos. Por ello las entrevistadas insisten en la importancia de "organizar su tiempo" y sus recorridos, y se puede decir que el ama de casa convencional se transforma aquí en una "gestora del hogar".

Ana personifica a una de estas "gestoras" y a la sistematización de la vida para la sobrevivencia:

Me organizo, por ejemplo con mis ventas, entonces me voy más temprano o antes de recoger a mi hijo para aprovechar ir a la oficina. Me tengo que organizar por el tráfico, por el tiempo que gastas, la gasolina y lo que tú quieras. Para hacer el súper aquí tengo muy cerquita Soriana. Si se te olvida la cebolla, "¡chin! se me olvidó el tomate o... ¡ay, no! tienes que volver a salir". A mí no me da pereza ir saliendo aquí por Santa Margarita, adelante del tec está Soriana y cruzas la avenida y ya después del panteón están toda una serie de bancos, tienes Banamex, Bancomer, HSBC, tienes taquerías, tienes la estética, la carnicería, ya vas ubicando. Pero como quiera, dice mi marido "¡ay! no salgas dos veces, organízate para no estar saliendo".

O está Sandra, residente de Valle Real:

Yo en la mañana me levanto, le doy una recogidita, me vengo al club a hacer ejercicio, o me meto a nadar mínimo media hora o me subo en la bicicleta fija, o le doy una buena caminada, rápido, me baño, me arreglo, desayunamos mi esposo y yo aquí y luego él se va a la obra. Luego, si tengo que ir al banco, me voy al banco. El lunes me voy a hacer mi mandado de toda la semana. Como llego con todo fresco, hago de comer para cuatro días, para tener tiempo para otras cosas. ¡Ah, sí!, si ya tengo la carne descongelada para qué la congelo y la vuelvo a sacar. Al mismo tiempo estoy con la lavadora y si tengo algo que hacer en la oficina [en su casa] y me preparo la clase del catecismo en la computadora. Hay un dicho que dice ando en friega, pero valiendo..., ¿sí?, como que me hice ordenada para alcanzar a hacer todo lo que tenía que hacer, un día me toca hacer una cosa, otro día otra.

Para lograr la sobrevivencia estas mujeres y sus familias cuentan con servicio doméstico. Las viviendas exigen más esfuerzo a más metros cuadrados y más con jardín, mascotas y/o varios carros. Y a más grandes las casas también lo es la capacidad en recursos económicos y el prurito de demostración de estatus y gasto suntuario, y mayor número de cuadros de servicio (la servidumbre es ostensiblemente más numerosa en Valle Real). La "mercantilización de la vida íntima" o la necesidad de "pagar" y "dirigir" los servicios de cuidado personal y familiar y las tareas tradicionales en el hogar con domésticas, guardias de seguridad, jardineros, mozos, hasta terapeutas y profesores privados... que antes desarrollaban de forma más personalizada las mujeres de los hogares, ha sido una constante en estos sectores de clase media alta y alta, pero aquí se vuelve más obvia (Russell, 2008).8 Entre las mujeres conocidas, la generalidad ya no cuenta con servicio doméstico de planta, más bien tienen "ayudantes" de entrada por salida porque ya no requieren "nanas".

 

La población externa es siempre motivo de recelo:

aquí —en un coto de estatus y vecino a Valle Real, aún sin terminar de poblar— ha habido robos porque estamos llenos de albañiles. Ahorita que hay tantas carencias, aunque tengamos una seguridad, policía y barda perimetral electrificada, hay que tomar providencia.

En muchos casos los trabajadores son parte de redes familiares, paisanales, vecinales que permiten que fluya información significativa respecto a las familias de los condominios, con lo que hacen tambalear la seguridad y el control intramuros. Pero de la misma manera los mecanismos de control hacia ellos alcanzan niveles de paranoia y tienen reglamentaciones explícitas. En ambos espacios los trabajadores deben salir del recinto a cierta hora. Es significativo el corte de género. Los hombres deben desaparecer de Valle Real a las 18:00 horas. Entonces se hacen colas de trabajadores que van saliendo, marcando su tarjeta en ventanilla.

A las seis tienen que parar los albañiles, los plomeros, todos los que trabajan en obras, no puede quedarse nadie. Pero las chicas que trabajan en las casas pueden salir a la hora que quieren, que las dejemos. Lo que pasa es que como es tan grande tiene que haber ciertos reglamentos para que pueda vivir uno mejor. Y sí se van porque si no al otro día ya no los dejan entrar.

Explica una residente. No es una situación nueva, pero sí el que se viva bajo estrictos mecanismos de control colectivo y desde la idea de sociedades de castas no conciliables.

 

Las viviendas como centros sociales

Los cotos de Guadalajara que he conocido no responden a estos patrones de extrañamiento o simulacros tan radicales que analizan algunos teóricos. Contra lo esperado, llaman la atención por el nivel de interacción social y la densidad de este intercambio. Una actividad reactivada con el coto es la reproducción de las redes sociales que suponen además reconocimiento y ostentación del estatus. Buena parte de "ser Valle Real" tiene que ver con tener casas grandes para disponer de ellas hacia las visitas y el hacer sociedad. La diferencia con los cotos de Parque Regency y tantos otros condominios es que tienen que sustituir esta disponibilidad por terrazas más chicas y, sobre todo, por el sucedáneo de la Casa Club. El uso privado de las terrazas se produce en los dos espacios y es especialmente valorado, al respecto una mujer ex residente de Valle Real comenta:

la terraza es lo que más extraño, la comida era en la terraza, ni siquiera en los comedores de adentro, porque tenía dos, el comedor elegante y el antecomedor, ¡ah, no!, nos íbamos a la terraza, para mí la terraza y el jardín eran lo máximo.

Pero en Valle Real pueden presumir con voz alta del uso y disfrute de sus exitosas terrazas con equipales, de sus jardines que se prestan para invitar a familia y amigos a bodas, cumpleaños, bautizos... Para estos sectores en ascenso social sus casas son centros neurálgicos de reunión y demostración de un estilo de vida-escenario que es además parte del aporte cultural tapatío. Cuando la convocatoria se dirige a la familia extensa, da pie a pensar que esta práctica matiza el modelo de la familia nuclear que tanto publicitan las inmobiliarias. La "gran familia" mexicana recupera centralidad en el sentido "premoderno" como generadora de redes económicas y de poder, pero también limitante de acciones propias de sus miembros. En los cotos es innegable la predominancia de la familia nuclear pero se sigue manifestando la fuerza de la familia extensa con las visitas y con la existencia de cotos familiares. La idea de la gran familia corporativista trigeneracional de origen mediterráneo y extensión latinoamericana es propuesta por Adler Lomnitz y Pérez Lizaur en su análisis histórico de una familia de empresarios de la élite mexicana (2003).

Estas autoras muestran la fuerza cohesionadora de los vínculos parentales y tratan de demostrar las implicaciones que este modelo tiene como base de la sociedad mexicana. En su reproducción es fundamental el complejo sistema de rituales que componen toda una forma de vida, y subrayan la importancia de las fiestas religiosas y seculares: comidas familiares, bodas, bautizos, funerales, como espacios de ostentación, poder y, sobre todo, como fuentes de información, refuerzo de pertenencia y lealtades y transmisión de sus visiones del mundo e ideologías. Lo que vemos en los cotos tiene que ver con estos planteamientos y habría que ver hasta dónde se escenifican estos rituales de redes familiares extensas en estos espacios que se prestan a estas manifestaciones: por su espacio, sus recursos, sus ambiciones —véase también Arias (2004) y Safa y Aceves (2009)—.

En cotos menos espaciosos se dispone de una Casa Club, como es el caso de Parque Regency. La misma se ha prestado para actividades hacia los más jóvenes: "cuando tienes familia es muy cómodo porque a tres casas está como el parque y en verano les encanta meterse a la alberca"; y hacia la comunidad:

a veces iba a mi clase de gimnasia en la Casa Club, se me hacía muy cómodo caminar tres cuadras y llegar. La organizaba alguna señora e invitaba. Mis hijos tomaban clase de tenis, llevaban el maestro y había clase de tenis.

Pero también para reuniones sociales

Es una terraza muy bonita, entonces ahí celebro los cumpleaños de mi hija. Es agradable, amplio. Tiene una vista del jardín, de la alberca. Dependiendo del evento, se maneja con un reglamento, si tú quieres utilizar toda la terraza y decorar y que esté privada para ti pagas una cuota extra. Si vas a tener pocos invitados, sólo utilizas una mesa. Hay muchas restricciones, o sea tienes un límite de carros, cuando tú tienes las llaves firmas una carta de responsabilidad, sino imagínate, se volvería un desorden, se volvería un Chimulco9 (mujer residente en coto de Parque Regency).

Y es que el uso y el abuso de estos espacios por los convecinos está a la orden del día:

Antes se prestaba la Casa Club para hacer fiestas, algún evento, tú podías hacer uso de ahí. Llegó un momento en que ya se le prestaba la casa al primo que se iba a bautizar, a su hermanito y bla, bla, bla. Aprovechaban. Se acordó que los eventos, fiestas infantiles o baby showers son entre semana, de lunes a viernes. Los sábados y domingos la Casa está libre para la gente que vive aquí (mujer residente en coto Residenciales Vallarta).

Además de los que acabamos de ver, los círculos de amistades son otro objetivo de interacción social en principio más autónomo o de preferencias y opción relativas. Normalmente están regidos por dinámicas muy sexistas según se trate de los del hombre cónyuge, la mujer, hasta los hijos, los compartidos, los vecinos o los compañeros de "labores sociales". Los encuentros están agendados para determinados días a la semana o al mes y se producen en la vivienda o en la cartografía ad hoc.10 En el caso de las mujeres, estas actividades tampoco son una novedad, pero digamos que se extienden como estilo de vida y con las facilidades de estas nuevas formas de vida. El coto es, como reflexionaba un habitante de Valle Real, "la nana de los niños" porque ofrece condiciones de seguridad y protección hacia los hijos por vecinos, sirvientes, guardias y muros, lo que concede más tranquilidad y libertad para salir un rato al gimnasio o al café con las amigas o tomarse más tiempo propio, de esta manera los hijos se delegan al espacio cotificado y son un importante pendiente menos, lo que permite compatibilizar sus obligaciones maternas con el ocuparse más de sí mismas o en la obtención de recursos económicos.

 

Variantes del ser mujer en los cotos

Como acabamos de ver, el coto y sus formas de vida, sin ser factores definitivos, facilitan otras dinámicas y disposición de tiempos. A continuación voy a abordar cómo se están produciendo los encuentros de diferentes tipos, situaciones, modelos de ser mujer, en estos novedosos espacios de los cotos. He presentado la realidad de las mujeres en estos espacios periféricos y residenciales como "mujeres gestoras del hogar" y señalé que entre ellas se da una cierta confluencia de posiciones ideológicas. Aunque sus procedencias sociales sean diversas, las mujeres comparten una plataforma común como madresposas y sostienen una forma conservadora-católica de entender la sociedad y sus instituciones. Pero, más allá de este perfil convencional, se encuentran también indicios de transformaciones en sus actividades, prácticas y aspiraciones.

La madresposa tradicional se debate entre sumarse al mundo laboral o zafarse optando por la vida "ociosa"; en medio de estas dedicaciones centrífugas al hogar se encuentran un cúmulos de actividades que unas y otras realizan, según las posibilidades económicas y culturales de estos sectores y presión de la condición hedonista-individualista de nuestra contemporaneidad.

 

La mujer trabajadora

Esta mujer es la que ha buscado y mantenido su carrera profesional y la ha desarrollado junto a su matrimonio y su maternidad. En realidad son pocos los casos en que esto se produce así. Cuando las mujeres trabajan lo más común es que sea una actividad que retoman después del ciclo familiar de crianza y sin romper con los compromisos prioritarios del hogar. Son las menos las que se dedican a un oficio externo a tiempo completo y aun así corresponden a este proceso. Celia nos expone su vida y sus tensiones:

Yo soy economista y trabajé en casa de bolsa por dos años y en IBM por siete hasta que Susana nació. Por quince años pasé sin trabajar siendo mamá, y ya después con Francisco fue una transición. Vuelvo porque cuando se independiza mi esposo regresé a ayudarle y ya estoy aquí [en una compañía de seguros] hace como tres años. Fue necesario para encarrilarnos de nuevo. Y me costó trabajo dejar y me costó trabajo regresar. Me encanta lo que hago, disfruté enorme ser mamá, sigo siendo mamá, tengo una buena relación con los chavos y ahí están. Pero ellos van a crecer y si yo no tengo una actividad por mí misma no voy a dejarlos irse, porque cuando te vuelves sólo mamá, tu vida está sólo enfocada en ser mamá. Tengo conflictos muy a menudo. El conflicto es que antes toda la tarde era para ellos y toda mi vida era para ellos y ahora ya no, [los seguros] es un trabajo al que puedo dedicarme todo el tiempo si yo deseara, pero me tengo que frenar porque mi prioridad es mi familia.

Algunas trabajan con sus esposos como parte "de un equipo" marital-laboral que deviene en una plataforma para el ascenso o el mantenimiento social11; otras lo hacen de forma más individualizada, o al menos sus esposos no aparecen como coprotagonistas. El que ahora sean mujeres que trabajan o que se ocupan invita a pensar también en la precariedad de estas clases medias altas y altas que requieren de más de un salario para sostener su nivel de vida.

Hay mujeres que entienden sus ingresos como "complementos" y "ayudas" porque crean menos tensiones frente al varón y en el complementarse con el ser ama de casa, matizando su participación laboral; otras lo hacen para manejar su propio gasto; unas más eventuales o coyunturales, por "baches" en la economía doméstica basada en el hombre proveedor; otras lo hacen para asumir los créditos y poder mantener el estatus. El común es que tienden a desarrollarse desde el mismo hogar y en un entorno de afinidad social. Con la edad e iniciándose el proceso de salida de los hijos del hogar, o bien con ciertas crisis económicas que los puestos de los esposos pueden sufrir, retoman ciertos hobbies, manualidades, quehaceres, a los que les pueden sacar una ventaja económica.

Estudié pedagogía, pero fui maestra de niños especiales con síndrome de Down y luego ya me casé y duré otros dos, tres años trabajando con ellos, en lo que nació Juan y me quedé de mamá tiempo completo. Después de siete años intenté volver al centro de integración, pero luego dije: 'mejor hago otra cosa'. Siempre he hecho cosas manuales, me metí con una amiga que también diseña, hicimos muñecas, bolsas, collares (mujer residente de coto en zona de Altamira).

De manera que encontramos nichos o clusters basados en la autoayuda y confianza social, en el género y en esa polarización-segmentación-endogamia respecto al resto social. Si hay un mercado informal o desregulado de subsistencia de pobres para pobres, en este caso, es de prestación de bienes y servicios de mujeres y ricas —en stand by— para mujeres y ricas: asesoras de decoración, yoga, clases privadas, productos new age, estética, compra-venta de inmobiliarios, venta de perfumes, ropa o joyas, catering, terapias diversas. Así, entre ellas mismas como público cautivo, se sostendrían estas clases altas y alimentarían una serie de normas, guías, estéticas, gustos, estilos que, aun diferentes, tienden a la homogeneización y legitimación de unos elementos de distinción que podemos suponer hipotéticamente se harán hegemónicos y más compartidos.12

Maristella Svampa observa en los condominios cerrados y countries de Buenos Aires patrones coincidentes (2008). Ella se refiere a una "mujer postradicional" y encuentra que ambos miembros de la pareja son trabajadores y suelen contar con dos automóviles. El rango de las actividades de las mujeres es muy heterogéneo: pueden ser profesionales, otras están ligadas a servicios educativos privados trabajando a tiempo parcial y unas terceras laboran en actividades informales de forma irregular. Afirma que:

El nuevo modelo apunta a conciliar los dos roles, el de madre y el de proveedora (secundaria), dentro de un nuevo estilo de vida en el cual el núcleo central continúa siendo la familia. Este nuevo modelo, pese a su carácter incipiente, es el de la mujer trabajadora intramuros. A diferencia del modelo de la mujer trabajadora 'a tiempo completo'... aparece como una versión moderna (o actualizada) del modelo tradicional (Svampa, 2008: 159).

Y proyecta que esta manera de trabajar se va a ampliar por las redes que crean en torno a ellas. Svampa señala que al interior de los cotos se encuentran nuevas alianzas entre fracciones de clase más tradicionales y otras más emergentes. Y al mismo tiempo, con todo y que las mujeres trabajan mayoritariamente (64%), en el sentido común el modelo country está asociado con una mujer postradicional ociosa, consagrada al aspecto social y deportivo y a las acciones de caridad.

 

La mujer "Ociosa" postradicional

Las mujeres "ociosas" serían parte del sector de mayor enriquecimiento y/o nuevos ricos, un grupo de mayor nivel económico que no trabajarían y, parecería, no desearían trabajar ni, junto con ello, romper unas relaciones de género tradicionales: de aceptación de la subordinación desde el ser mujeres mantenidas y ricas.13 Alma forma parte de esa población de madres despreocupadas y ociosas dentro de Valle Real: "A mí me daba la impresión esa de 'mis hijos pueden hacer lo que quieran aquí y yo mi socialité'".

Resumiendo el perfil actual de Valle Real, uno de sus arquitectos y residente plantea:

Hoy hay dos sociedades en Valle Real. La que llegó primero es gente más educada, cuyos hijos ya crecieron, ya tienen 20 años, ya se están casando, ya somos gente un poco más grande, más tranquilos y disfrutamos mucho. Lo que pasa es que cuando maduró Valle Real, mucha gente que tenía mucho más dinero empezó a comprar terrenos y empezó a hacer sus propias casas. El día que entré al vapor y un cuate escupió en el piso, dije: "no vuelvo a entrar, bola de patanes, ¿cómo escupes en el piso?". Y dices "¿qué pasó aquí?". Hay otro tipo de gente, ahora vas a los vestidores y cantan y gritan. Cada vez que hay una pick up grandota... "¿y ahora?".

La heterogeneidad social del coto se rescata a través de los testimonios. Las entrevistadas distinguen unos "otros" que engloba a muchos "otros": los narcos, los corrientones, los foráneos, los nuevos ricos y, sobre todo, un sector de mujeres "ociosas" que describen con detalle. Aquí me voy a referir a estas últimas.

Irene, ex residente y procedente de una familia clásica tapatía, se refiere a un sector muy particular de mujeres de la élite de Valle Real:

Valle Real es para gente de muy alto nivel económico en el que el marido busca que la mujer no tenga que trabajar. Muchas señoras que conocí todas las mañanas se van una o dos horas mínimo a hacer ejercicio ahí del club o al lado de la Iglesia, [donde] hay un como centrito cultural que dan clases de varias cosas, y por la parte de [avenida] Aviación hay otro grupito de señoras que toma clases de yoga. Entonces es eso, clases en la mañana, de historia o de alguna cosa, sus ejercicios y de ahí se van a su casa a hacer sus pendientitos que puedan tener, muy así esperando que llegue el marido. El marido tiene muy buena posición, todos son dueños de empresas, porque te van diciendo, 'aquí vive el dueño de muebles Placencia, luego acá vive el dueño de la leche Sello Rojo', o sea son empresas muy grandes. Los chicos andan con choferes y las de niños más chiquitos los mandan al club, a la clase, se van toda la tarde. Son felices porque tienen un nivel alto. En las tardes se juntan las del coto, no tienen mucho quehacer, aunque ellas se sienten muy ocupadas porque mantener una casa así te implica mucho, las casas muy grandes te dan mucho trabajo. Hay una que otra que sí ves que trabajan o que hacen algo, pero en realidad se dedican a llevar a los niños al Cumbres [de Los Legionarios de Cristo] o los de la American School, que los trae el camión. La mayoría de toda esa gente no trabaja por decir 'no, mi marido me mantiene'. A ellas les importa el estatus, estar súper bien arregladas, andar con lo mejor, andar con el mejor coche y su marido las trae así. Las han enseñado a eso, como que están acostumbradas a vivir así. Pues una que otra que te encuentras que es riquísima y que trabaja porque trabaja con el papá y le da todas las vacaciones del mundo, y si quiere llegar a las 10, puede llegar y, que 'me quiero ir de vacaciones', y 'pues vete, hija'.

Muchas de las actividades que aparecen en las entrevistas son parte de una constelación que pueden corresponder a unas u otras mujeres, a las que trabajan y a las "ociosas". Podemos encontrar el fortalecimiento de un capital cultural con estudios y cursos —la búsqueda de una "distinción" de corte clásico— muchas veces acompañada con pequeños trabajos manuales. Pero también pueden ser aficionadas al "tenis", seguidoras de los gimnasios fitness y de los cafés zumerías; pueden haber pasado por operaciones de cirugía estética o volcarse en la intensidad y exigencia física de las iron woman, el triatlón o el culturismo. Otras pueden combinar con el new age los tratamientos de belleza, la manicure y los rayitos, el yoga, las dietas y la preocupación por la nutrición, los viajes al extranjero, el shopping o simplemente ese cafecito con las amigas... Lo que hace la novedad es la tendencia a imponerse la opción de ser mujer por y hacia sí misma, aunque aun sea difícil interpretar hasta dónde es parte de un sentido más hedonista y lúdico de la vida y/o más o menos sacrificial, y/o consumista o ligado a modas. En cualquier caso remiten a procesos de secularización, reivindicaciones del cuerpo y el deseo, que cuestionan el discurso conservador del madresposismo y de la Iglesia —con sus afanes de control biopolítico—. El feminismo ha tendido a analizar a la mujer "plástica" —que modifica e interviene su cuerpo e imagen— como modelos de pasividad y manipulación femenina y desde el "mito de la falsa belleza" y el poder de la mercantilización. Las autoras feministas Holliday y Sánchez (2006) reinterpretan a estas mujeres como sujetas a las que hay que reconocer su capacidad de acción, señalando cómo quieren mostrarse activas sexualmente y ser capaces de modificar su imagen y apariencia y verse sugestivas, hipersexualizadas, glamorosas y no "respetables" (véase también Ochoa y Reyes, 2011). Esta es una propuesta provocadora, pero lo cierto es que para muchas mujeres no hace sino generar angustia y crear nuevas dependencias.

 

Reflexiones finales

En un esfuerzo sintético de comparación entre Valle Real y de Naciones Unidas se puede decir que en el primer caso se presentan las tendencias de estilos de mujeres más contrapuestas e innovadoras: las trabajadoras —aunque fuera desde el hogar— y las ociosas. Se puede entender Valle Real como un espacio social de disputa por el prestigio y el estatus y por las categorías de definición de las fronteras o códigos morales. Son parte de unas clases altas híbridas que encuentran en esta forma de habitar una manera "natural" de reproducir su deseada "distinción" y un estilo de vida que quisieran despegado y entre el consumo y la socialité, con su sello propio y cerca de la ciudad pero aparte. Todas ellas están cuestionando la base ideológica del madresposismo y de la "familia tradicional", sin dejar de ser parte activa en su reproducción.

Mientras que en Naciones Unidas se encuentra un modelo más "pequeñoburgués" donde, aunque la mayoría defiende un discurso de sus vidas como madresposa ejemplar, y sobreprotectora, y de familias modelos donde no cabe el conflicto, se "cuelan" las referencias a sus "miedos": al cuerpo, al qué dirán, al ser o no buena madre, hija, esposa, a la inseguridad urbana... Aquí las expresiones radicales se recatan, se cuidan, aunque también se den casos de liberación y autonomía. Las dependencias familiares son aun muy fuertes y las mujeres están más atenidas a las decisiones de esposos y padres-madres. Un caso típico sería:

En mi casa mi mamá no era muy abierta. Ella es muy tradicional, entonces digo, "de esa escuela vengo de alguna manera". En el inconsciente las mamás somos bien "feítas". Tenemos como esa parte, que no los dejamos [a los hijos]. Es la cultura que traía de mi casa, y desde que me casé con él, cambió. Entonces, yo decía, "¡ay!, ¿estaré siendo buena esposa, buena mujer?", como que traía muchas cosas. Más bien por la educación me las creí (mujer en coto estilo Parque Regency).

Esta interpretación lleva a pensar si el ascenso social y/o la disponibilidad de mayores recursos económicos y/o el decidirse a habitar como parte de sectores sociales de más gasto suponen unas mujeres más seguras de sus iniciativas que han logrado transformar sus miedos en deseos o, bien, al menos son capaces de acudir a terapias psicológicas ante las contradicciones en que se mueven.

No olvidemos que, aunque estas y otras situaciones se puedan observar en otros ámbitos y sectores sociales urbanos, las mujeres de coto tienen una posición socio cultural y económica de mayor disposición y acceso al consumo y, sobre todo, son como una "clase vitrina" con el poder de generar aspiraciones y fomentar imaginarios sobre otros sectores. Deben cuidar con detalle y esfuerzo los campos de la apariencia y el "como si": la frescura que estas mujeres puedan aparentar supone una intensa actividad hacia esta representación de familia perfecta y feliz, tienen que estar al día en la moda, mantener a los hijos presentables hacia el mundo público, cumplir con eficacia el manejo de la vida social y los rituales familiares, las relaciones en el club, la gestión de los viajes, la nutrición del conjunto, el nivel en consumo... Aunque esto ha sido difícil de profundizar en esta investigación, la carga de violencia simbólica que produce esta responsabilidad es fuerte.14

Por otro lado, frente a lo que podría ser una disputa simbólico-cultural más enconada y conflictiva entre las de un coto y las del otro, lo que se percibe es que comparten muchos puntos. Sin ir más lejos, habitan el coto exclusivo y disponen servicios de lujo menos propios de abnegadas madresposas que de residentes del wow Valle Real y del menos wow de Naciones Unidas. Los dobles discursos y autojustificaciones asumidas colectivamente son parte de estos escenarios sociales, a pesar de que teóricamente su conservadurismo podría reaccionar a estas propuestas de individualismo, narcisismo, hedonismo y consumo conspicuo; las distinciones parecen acomodarse entre sí.

Maristella Svampa (2004 y 2008) se refiere a la socialidad que se recrea en este "urbanismo de las afinidades", compartiendo la tesis que presentan Monique y Michel Pinçon para la burguesía francesa. Según estos, por debajo del discurso individualista de la libre competencia, hay un comportamiento de "colectivismo práctico" que se despliega en espacios residenciales, clubs y deportes exclusivos, escuelas de élites y hasta el mercado matrimonial, es decir, producen una sociabilidad comunitaria de contigüidad de los círculos sociales.

Svampa encontraría en Buenos Aires una incipiente red socio-espacial de sectores medios en ascenso y clases altas y medias altas consolidadas que buscan mantener el equilibrio en la emergencia de un espacio común de sociabilidad (conformado por estos barrios-countries, los servicios de los malls y los colegios privados), donde los diferentes círculos sociales se homogenizan en un proceso de integración "hacia arriba". Para esta autora la creciente polaridad social resulta novedosa en un país como Argentina, cuyo modelo de modernización y desarrollo se concebía desde un Estado benefactor, un segmento clave de clases medias y una lógica social igualitarista compartida. La quiebra de este horizonte y la aparición y éxito de un sentido de lo social fragmentado, jerárquico y rígido la obligan a preguntarse cómo repensar ahora un país más equitativo.

Como hemos visto, el caso de Guadalajara comparte mucho con esta tesis que además expresa un proceso compartido con niveles geográficos más globales. Sin embargo, los habitantes en los cotos muestran ciertas especificidades. Por un lado, muestran un tinte neocolonial, que se explica por la cercanía de un historia de desigualdad y segregación étnico-clasista que siglos de colonialismo facilitan su reproducción en el imaginario social. En este sentido aquí no se estaría dando esa ruptura con un modelo de igualitarismo previo, sino recuperándose lógicas históricas subyacentes. La añoranza de un pasado oligárquico terrateniente ha dejado su huella en las aspiraciones de los sectores pudientes dispuestos a emular privilegios y distancias sociales renovadas con el boom de los condominios de élite y prestigio, en un contexto de reformulación económica y de polarización social, de privatización de lo público y triunfo del mercado y el consumo. Este mismo espíritu estamentalista se refuerza con la raigambre que tiene el catolicismo en el occidente de México y que genera una socialización transgeneracional y transclasista donde se reproducen las jerarquías sociales y familiares patriarcales. De esta manera se generaliza y comparte una metaideología conservadora que naturaliza esta comprensión de un mundo de privilegios para unos y de subordinación para otros.15 A ello hay que añadir, aunque todo esto quede aun en un nivel de hipótesis, el funcionamiento complementario de la gran familia trigeneracional que, según Adler Lomnitz y Pérez Lizaur (1993), se extiende por México y América Latina, expresándose mejor en las clases acomodadas porque tienen los recursos para mantenerla. La lógica de estas familias nos regresa a esta misma metaideología desde la fuerza que imponen los vínculos parentales, es un cuerpo ideológico flexible que incorpora elementos propios y externos, antiguos y recientes, que pueden asemejar incoherentes; así combinan valores de la vieja aristocracia terrateniente de linaje colonial, con otros de la ética protestante de la burguesía clásica, con cambios y actualizaciones de la pragmática vida contemporánea. Principios inconmovibles como raza, religión, propiedad privada, autoridad, y en general la naturalización de las desigualdades, incorporan nuevas formas educativas, políticas, control de natalidad, o tecnologías actualizadas. Otra vez nos lleva a pensar que espacios exclusivos como los cotos y sus apéndices como los clubs y casas clubs permiten recrear su sentido de élite.

La gran familia, la lealtad y unidad a este grupo corporativo de referencia está por encima de estas ideologías paraguas. Adler Lomnitz y Pérez Lizaur sostienen que esta estructura metaforiza el modo como se halla organizada la sociedad mexicana (1993: 166). Sería interesante indagar qué tipo de vínculos se dan entre las parentelas y qué tanto este comportamiento se puede extrapolar a un nosotros desde los cotos, en un momento en que la gran familia ya no es tan numerosa y debe reformularse. Es decir, si se genera un esprit de corps que desde las trincheras de estas metaideologías defiendan unas posiciones sociales y estilos de vida de privilegio.

Las tendencias de comportamientos de las mujeres presentadas pueden encontrarse combinadas en distintas dosis, niveles o momentos de vida, pero no se pueden calibrar con certeza y requieren de más evidencias empíricas. Lo visto tiene implicaciones futuras en esos procesos de desocialización que en la academia etiquetamos como fracturas, desigualdades, exclusiones, ciudadanías contrapuestas... y que tienen que ver con cómo se están produciendo o no cargas de violencia contenida a nivel de género y a nivel de colectivos.

Hemos visto la reacción de sectores conservadores por sus propiedades y su seguridad, cómo llegan a "liberarse" y echarse a la calle y a hacer política formando parte de órganos de gobierno como nunca antes, y donde es significativo el papel de las mujeres que tienen mucho que decir en términos culturales, morales y políticos —véanse Adler y Pérez (1993), De la Torre y Ramírez (2005), Loaeza (2010)—.

Ahora, ¿qué efectos supone el hecho de una mayor presencia pública y política combinada con un creciente aislamiento social? Pensando esta ola neocolonial desde los cotos, vemos que lo hacen en un momento de renovación, también, de estilos de vida y de creciente polarización. Por todo esto es importante seguir la pista a lo que se está gestando desde estos espacios, cuál va a ser su propuesta política, social e ideológica, su futura fuerza o su declinación.

 

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Notas

1 Un abordaje sobre este fenómeno urbano en la metrópolis de Guadalajara, México y aun Latinoamérica se encuentra en Cabrales Barajas (coord.) 2002. Para Estados Unidos, Davis (2003) y Hayden (1995), y para la ciudad de México la magna propuesta de Duhau y Giglia (2008) aplicando seis patrones urbanos, entre ellos esta modalidad del urbanismo insular reflejo de la nueva metrópoli terciaria globalizada. Véase también Pires (2007) y, más cercanas a mi enfoque y objeto de investigación, Svampa (2008) y Arizaga (2005).

2 La distinción social da idea de separación social. Los sujetos o colectivos se marcan como de maneras refinadas y señoriales que exhiben e imponen como legítimas, para ello recurren a la ostentación y al consumo conspicuo. Estas lógicas «performativas» pueden darse en otros niveles sociales aunque en las élites son más visibles y extendidas (Daloz, 2010).

3 Según el censo del 2000 del INEGI, Valle Real contaba con 12 600 y Parque Regency con 1 200 residentes. Para dar una idea, en Valle Real las viviendas no se cotizan por menos de 2 000 000; en Parque Regency están entre uno y dos millones.

4 Maristella Svampa, irónica, define este tipo de opción de vida como "un proyecto familiar que se organiza en torno a un estilo de vida" de "puertas adentro" y no al revés (2008: 95).

5 La mayoría de las viviendas de las mujeres entrevistadas son en propiedad y de diseño propio, algo que ocurre más en Valle Real que en Naciones Unidas, donde casi la mitad entran a casas ya construidas, en algunos casos alquilando.

6 En el análisis he introducido otras voces de mujeres residentes en cotos equiparables.

7 Marcela Lagarde desarrolla este concepto en el sentido que las mujeres viven en el ser para y de otros, donde maternidad y conyugalidad son esferas vitales que "organizan y conforman los modos de vida femeninos, independientemente de la edad, de la clase social, de la definición nacional, religiosa o política de las mujeres" (1990: 349).

8 Esta autora dice que a medida que avanza el mercado la familia deja de ser una unidad de producción para transformarse en una unidad de consumo y cada vez se delegan más funciones a la esfera mercantil, desde la comida —congelada o fast food— a los cuidados donde se contrata personal (Russell, 2008: 62).

9 Chimulco es un ejemplo reiterado de la antidistinción tapatía, un símbolo del naquismo. Se refiere a un balneario popular en Cocula, cerca de Guadalajara, donde en fines de semana y días festivos se aglomeran las familias bañistas.

10 Las colonias Chapalita y Providencia son espacios preferentes para verse con las amigas a desayunar o al café por la tarde. Otros espacios para <<hacer sociedad>> son clubs y gimnasios, las peluquerías y estéticas, casinos...

11 Se trata de un equipo relativo y un sexismo poco cuestionado, normalmente el papel del hombre en el espacio público y en una oficina le otorga una mayor autoridad y menor presencia en un papel equitativo en lo doméstico, donde la mujer va a sostener su propia "oficina" y su propio papel como madresposa. Patricia Arias recoge este punto como característico de la cultura empresarial familiar patriarcal en Jalisco (2004).

12 Guadalupe Loaeza lo describe para Polanco, que era la zona residencial y exclusiva del Distrito Federal y que, como la colonia Providencia en Guadalajara, se fue cubriendo de restaurantes, bancos, boutiques, creándose un shopping center para ellas mismas como vendedoras y compradoras de "repostería fina, yogur, endivias, otras hacen ventas de garage" (2010: 241 -242). Por el lado espacial físico y simbólico suponen redes entre las "islas" de los cotos, condominios, barrios y edificios de lujo. Ciertos nodos, como el territorio ancestral o corazón simbólico que es Providencia, ordenarían territorios, compitiendo o complementando el papel de los centros comerciales.

13 Veblen (2005), uno de sus primeros teóricos de la clase ociosa, señala que a la misma pertenecen aquellos que se abstienen del trabajo productivo porque son socialmente superiores y están en la cúspide en términos de riqueza y acumulación. Íntimamente vinculados con un sistema patriarcal, demuestran su poder a través de la servidumbre y sus mujeres-esposas, quienes deben servir a estos hombres en los mismos códigos de dispendio y derroche vicario. El papel de las esposas es reflejar el nivel de estatus de sus propietarios masculinos y, por extensión, de la "familia".

14 Como me hizo notar Claudia Magaña, tendría que revisar la creciente de separaciones y divorcios y lo que ello supone de rupturas del proyecto "familia de coto" y del modelo madresposa, y especialmente del fracaso del proyecto de pareja por infelicidad. Sugiere que a muchas mujeres les cuesta verse solas por la estigmatización que sufren en su mundo social y por no dar con categorías donde ellas encajen.

15 Van Dijk define ideología como "creencias sociales compartidas de grupos sociales (específicos)", que incorpora pertenencia, actividades, objetivos, valores, posición y recursos, definiendo la identidad social e intereses del grupo (2006: 392); y se refiere a estas constelaciones del conservadurismo como una metaideología abarcativa que organiza a otras ideologías, los individuos pueden adquirir y adaptar varias ideologías o fragmentos de ideologías, creencias, valores, modelos, representaciones y combinarlos (ibidem: 346-355).

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